Partida Rol por web

La pareja decide entrar en la ciudad para explorarla mientras que el resto espera noticias. Ahrimán guía a su caballo hacia un bosquecillo que se levanta sobre el barranco en el que está enclavada la ciudad. El lugar elegido se encuentra al este, justo encima de la posada El Caballo Furioso y lejos de miradas indiscretas. Una vez allí, levantais el campamento mientras comienza la espera.

Me dedico a recoger leña seca sin alejarme mucho de mis compañeros, de momento no es preciso encender una hoguera pero viene bien tener la leña ya preparada para ello si llega a ser necesario. Busco de paso bellotas o setas comestibles ya que no estaría mal del todo encontrar algo para picar mientras esperamos las noticias del resto. Las raciones de viaje y provisiones no están nada mal pero siempre apetece cocinar algo y comer, o por lo menos a mí siempre me apetece eso mismo. Debe ser mi naturaleza hobbit.

Miro a mis compañeros por si quieren que me suba a un árbol para vigilar:

- Podría trepar a un árbol de estos y vigilar desde allí, puede que un poco más alto haya una mejor vista del camino...entre el follaje sería difícil ver a un hobbit y eso nos daría ventaja en caso de una emboscada...si subo con unas piedras podría lanzarlas contra un árbol en caso de que alguien se acercase y alertaros ¿Qué os parece?

- Me parece bien Maese Mutfast. Ahrimán, mira a ver si puedes sacar más información a este tipejo. Voy a echar un vistazo sin alejarme mucho de aquí.

Dicho esto empiezo a alejarme poco a poco del campamento en dirección a la puerta de la Ciudad manteniendome siempre a cubierto entre los arbustos.

No creo que lo mejor sea seguir interrogando a este tipo, porque lo más probable es que no sepa nada más. Mantenerme a la espera de los montaraces no me satisface nada, y menos aún recoger leña. Sin embargo, la única opción que me quedaba era infiltarme por mi cuenta, lo que pondría en peligro al grupo y no era nada necesario. Finalmente, hablo con el mensajero amordazado:

Seguro que no esperabas tener un día como el de hoy.

Trepo al árbol con unas cuantas piedras para dar la alarma y usarlas en caso de que llegue alguien o con mi preciada honda. Miro a mis compañeros mientras me oculto entre algunas de las ramas y así poder pasar desapercibido, tengo una buena visión de la zona aunque debido a los árboles y a la maleza deberé tener de especial cuidado. Un buen ladrón o alguien de mi tamaño conseguiría llegar al campamento sin ser visto si se lo propusiera.

- De momento no veo orcos a la vista... - digo a mis compañeros sin levantar mucho la voz.

Me acomodo en las ramas y me preparo para las tareas de vigilancia, puede que cuando me canse les prepare algo de comer y así les anime por tener que esperar fuera de la ciudad. Es lo menos que puedo hacer por haberme permitido viajar con ellos, todos sabemos que los hobbits no somos famosos por nuestro espíritu guerrero ni por ser diestros con el acero.

Cita:

Al joven se le abren mucho los ojos pensando seguramente en terribles torturas. Mientras tanto, Mutfast se ha subido a un árbol desde donde puede dominar todo el barranco en el que se encuentra la Ciudad de los Descarriados. Su atención se ve fijada de inmediato en un castillo de aspecto ominoso que, situado sobre una colina en el centro de la urbe, la domina con su altura. También ve como el enano regresa sendero abajo, de vuelta hacia la puerta de la ciudad. Gorak aprovecha el follaje natural para acercarse sin que nadie le detecte hasta los alrededores de la posada El Caballo Furioso. A través de una de sus bonitas vidrieras puede ver como un grupo de personas hablan con el que parece ser el dueño y su mujer. Ambos parecen estar sufriendo una gran tensión.

Al mirar al interior de la posada observo como algo no va bien (o por lo menos eso me parece). Intento encontrar un resquicio (grieta o lo que sea) por donde poder escuchar la concersación que mantiene el grupo con los agobiados posaderos.

Gorak rodea una de las esquinas de la posada en dirección a la fachada del edificio donde se encuentra la puerta principal. Allí descubre abierta una de las ventanas y, agachado bajo ella, escucha la conversación que mantienen los clientes con los dueños del local.

-¿Pero estás seguro de que ha desaparecido? -pregunta una voz de hombre.

-¡Claro que sí! -responde otra-. Mi Illinith se levanta nada más salir el sol para empezar su trabajo y hoy no estaba en la cocina ¡Y Vecis tampoco estaba! ¡Os digo que se la ha llevado!

-Ese sureño nunca fue de fiar, Burhgavia -interviene una tercera voz, esta de mujer-. No sé cómo le diste empleo como camarero jefe.

-Porque nunca dio problemas, hacía su trabajo con eficiencia y era discreto ¿Qué más puedo pedir en esta ciudad? Y ahora se ha ido con mi hija...

Unos sollozos acompañan esta última frase.

Busco un palo y lo utilizo a modo de bastón tapándome la cara con la capucha y escondiendo bien las armas bajo la capa decido entrar en la posada para averiguar más de cerca que es lo que pasa. Ando medio arrastrando los pies simulando ser un anciano. Maldita sea mi estampa, porqué diantres me meteré en todos los berenjenales. - pienso mientras entro en la posada.

El enano entra en la posada simulando ser un anciano y se arrastra hacia una de las mesas. Inmediatamente la gente deja de conversar con los dueños para mirar al recién llegado. La esposa del tabernero acude enseguida a atender a Gorak.

-Buenas tardes, maese enano ¿Qué podemos servirle?

Poniendo otra voz distinta de la mia por si acaso alguien la reconoce.

- Una pinta, por favor. No quisiera importunarles pero al entrar no he podido evitar escuchar la conversación que tenían. Parece que alguien ha desaparecido, ¿verdad?

La posadera se lleva las manos a la cara para limpiarse una solitaria lágrima.

-Mi hija Illinith, maese enano, ha desaparecido al igual que nuestro camarero jefe -la mujer va a la barra y vuelve con la cerveza-. Creemos que ha podido secuestrarla pero todo son conjeturas. Tal vez huyeron juntos... no lo sé.

- ¿Podría echar un vistazo a la habitación de vuestra hija? A lo mejor estos viejos ojos cansados podrían esclarecer algo la situación. No garantizo nada pero si consigo esclarecer algo la situación supongo que habrá merecido la pena. En caso contrario por lo menos lo habré intentado.

La posadera mira a su marido con expresión de interrogación pero el hombre se limita a encogerse de hombros.

-Sí, supongo -termina cediendo la mujer-. Venga por aquí, por favor.

La mujer guía a Gorak hacia las escaleras. La posada tiene planta, dos pisos y un pequeño ático. En dicho ático se encuentra la habitación de la joven, justo a las izquierda de las escaleras mientras que a la derecha de las mismas se halla el dormitorio de sus padres. El cuarto de la joven está decorado con lujo, con velos de seda colgando del techo como si fuera el aposento de alguna reina del sur. Gorak investiga un poco y comprueba que las ropas de la muchacha siguen en su armario y que no parece faltar nada. En un tocador está el joyero de la joven. El viejo enano lo examina y se le abren mucho los ojos al comprobar que la muchacha tiene una pequeña fortuna en joyas a las que trata como si fuera cristales, todos revueltos en su interior. El enano no tarda en tasar las joyas por valor de unas cincuenta monedas de oro. Lo que sí está claro es que Illinith no se ha fugado, puesto que se ha dejado todo atrás. La hipótesis del secuestro parece más evidente.

Sigo subido en el árbol vigilando los alrededores del campamento esperando que no tengamos ninguna visita indeseada. Gorak ha salido ya hace un buen rato y todavía no ha vuelto, esperemos que no le haya pasado nada de nada.

Me preocupa que no haya regresado y me siento tentado a ir a buscarlo pero de momento es mejor que vigile el campamento no vaya ser que mi torpeza cause que nos cojan desprevenidos. 

- Señora, a primera vista no parece que su hija se haya ido por voluntad propia ya que tanto sus ropas como sus joyas están en su sitio. - digo mirando a la posadera.

- Ese tal Vecis, ¿dormía aquí? ¿en la posada? Si es posible me gustaría ver su cuarto.

Estas cosas son las que me molestan de los humanos. No puedo comprender como algunos albergan tanto mal en su corazón mientras otros solo piensan en hacer el bien para con los demás.

-Sí, también duerme aquí, en este mismo piso. Girando la esquina -la mujer pasa frente a la puerta del cuarto de su hija y gira la esquina. Un corto corredor lleva hasta otro pasillo con tres puertas-. Estas son las habitaciones de los empleados. La primera de todas es la de Vecir.

La habitación del camarero jefe contiene un armario, un escritorio, dos sillas y una gran cama. Todo está limpio y sin una mota de polvo. En la pared justo enfrente de la puerta cuelga un tapiz rojo y negro en el que hay representada una serpiente. Gorak abre la puerta del armario para descubrir que está vacío. El tal Vecis, por lo visto, no piensa volver.

- Mi señora, no creo que volvais a ver a ese tal Vecir por aquí. - digo mientras me acerco al tapiz y lo cojo para mirarlo más detenidamente. No ha dejado absolutamente ninguna pertenencia en su habitación.