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Fort Doom: Dead Lands

Capítulo 6: Ocho de Tréboles

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16/04/2012, 12:03
Frank

Estás muerto... Ese fue el obituario que Frank le dedicó en su pensamiento al hombretón asesino. BLAM, BLAM!

Otras dos balas salieron disparadas contra el único enemigo que quedaba en pie. Con un poco de suerte, podrían obtener algo de información del pistolero masacrado por el hacha de Dakota.

- Tiradas (7)
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22/04/2012, 02:13
Director

Una de las balas del tambor del Colt Peacemaker de Frank se clavó en el yeso de la pared del fondo, aunque de camino hizo sangrar la pierna izquierda del maleante. El segundo tiro, casi simultáneo, se le alojó en las tripas. El sujeto vio la muerte; soltó uno de sus revólveres para agarrarse la barriga, trató de retroceder y trastabilló torpemente. Antes de que el tipo tuviera tiempo de decidir si morirse o no, Dakota dio un golpe de hacha con su tercer tomahawk y fragmento el cráneo a la vez que rompió el cuello. Fue un golpe fácil, contra ninguna resistencia. Como el ataque a un muñeco de paja o a un hombre ya muerto, pero lo cierto es que el indio pareció sentirse mejor con ello.

Se oyó un gimoteo que recordó la existencia del tercer bandido, el de la escopeta de doble cañón. El individuo ya estaba más allá de ofrecer resistencia e incluso de tener algo que temer. Cayó de lado, todavía agarrándose la tripa y encogido en una posición cercana a la fetal. El ruido sordo que hizo su cuerpo al chocar contra el suelo sonó tan poco saludable como el tomahawk que le había perforado el hígado. No obstante, el hombre todavía respiraba y emplearía un buen rato aún en desangrarse.

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22/04/2012, 02:36
Dakota

Dakota invirtió unos buenos segundos en mirar al último enemigo caído. Casi se diría que disfrutaba del espectáculo (o al menos de la sensación de la victoria) de no ser por la infinita paz y apatía que inspiraba su expresión. Al tocar en esa puerta había confirmado algo sobre sus "amigos". El precio por revelar esa verdad que ya sabía había sido una bala en el costado para él mismo y otra herida para el vaquero. Nada a lo que no estuvieran acostumbrados: entre los dos habían acumulado más cicatrices que algunos pelotones de infantería en toda su carrera. Por otro lado, el precio había sido mucho mayor para ellos.

No hacía falta conocer al indio como lo hacía el cowboy para ver que aún tenía preguntas que picaban más que su herida.

- Frank... poder esperar fuera - dijo entonces. No era una oferta y desde luego no una orden. Era una petición, y tal cosa por parte de alguien como el apache delataba lo mucho que había llegado a respetar al vaquero. Sencillamente, había asuntos que prefería seguir atendiendo a solas.

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27/04/2012, 10:52
Frank

Al cowboy le sorprendió la petición del indio. Desde luego no se la esperaba. Y desde luego sabía que el mestizo no compartiría con él la información que obtuviera. No obstante, Dakota hablaba poco, por tanto, cuando lo hacía era siempre para expresar algo de suma importancia. Frank hizo un gesto de respeto y se retiró al exterior. No hizo falta decir que esperaría de guardia apoyado en el dintel. Franqueó el maltrecho y agujereado umbral, dejando solo al "salvaje".

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16/07/2012, 22:14
Director

Unos pocos pasos alejaron a Frank del lugar de la batalla. Las resonantes zancadas de las botas con espuelas del vaquero no le llevaron más allá de la escalera. El cowboy prefería estar atento por si tanto disparo había atraído atenciones molestas. En todo caso, parecía que quien contratara o dirigiera a esos asesinos se había asegurado de que el hotel (y quizá la zona circundante) estuviera desierta.

Desde el interior de la habitación salió un gemido inarticulado. Un grito de dolor por parte del superviviente, pero poco audible para el vaquero. Si el pobre diablo agonizaba o si la conversación de Dakota contribuía a ello, sería algo que, por lo que a Frank respecta, quedaba entre el indio y sus antepasados.

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17/07/2012, 10:43
Frank

El vaquero notó en su boca el sabor amargo de la bilis, fruto de su maltrecho estómago, que periódicamente se empeñaba en arder como si fuera el mismísimo infierno. SPIT. Frank escupió con desprecio sobre el suelo de madera del hotel. Se acercó a una ventana y echó una ojeada al exterior. Se preparó a liar un cigarro y esperar...

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20/07/2012, 19:41
Director

Tras bajar media docena de escalones y pasear indolentemente por el vacío salón de aquel hotel, Frank se asomó por la ventana y echó mano a su bolsa de tabaco.

El vaquero no tuvo tiempo siquiera de sacar el papel para el cigarrillo. Lo que vio a través del cristal empeoró su acidez y su humor, quitándole las ganas de fumar. Tres zarrapastrosos chicanos estaban fisgoneando entre las cosas de su caballo y el de Dakota. Desde aquí dentro no se oían sus voces, pero por sus risas estaba claro que habían descubierto la mal escondida ametralladora Gatling.

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25/07/2012, 11:17
Frank

El vaquero miró con desprecio a los dueños de lo ajeno. La Gatling era, ciertamente, lo que menos le preocupaba. Le preocupaba seriamente que los chicanos se llevaran su caballo... Decidió no molestar al indio en sus gestiones.

Sabe apañárselas solo... O eso espero - pensó Frank. Bajó las escaleras rápidamente decidido a defender su propiedad. Una vez abajo, visualizó a los intrusos. - Quitad vuestras manos de mis cosas...

Avanzó hacia ellos con la mano sobre el revólver, bien visible y listo para ser desenfundado en una milésima de segundo.

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25/07/2012, 20:12
Director

El vaquero salió a una calle despejada y silenciosa. Desde luego los habitantes de este pueblucho sabían oler los problemas y quitarse de en medio. Solo tres pares de ojos se clavaron en Frank cuando se hizo notar.

Aquellos tipejos no eran simples pordioseros amigos de lo ajeno. Tampoco tenían la mirada fría de bandidos implacables; asesinos o gunmen. Eran simple escoria de baja estofa: maleantes con un arma, mal olor y voz rasposa. Suficiente para intimidar a pueblerinos y poco más. Uno cargaba con una carabina anticuada de calibre exageradamente grande. Los otros dos llevaban revólveres Army al cinto.

La reacción a las palabras del cowboy dejó claro que no esperaban oposición. Al menos tan rápida y tan agresiva. Los tres echaron una obvia mirada a la pistolera de Frank y al revólver en ella. El más joven del grupo estaba claramente asustado y pareció a punto de decir "vámonos de aquí", pero el que tenía más aspecto de loco, y por tanto seguramente el jefe, habló antes.

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25/07/2012, 21:00
Mex

—Suertalafuscaivetaldiablo, vaquero.

Dijo el chicano en un español demasiado cerrado para los escasos conocimientos del idioma del cowboy. La única palabra que pudo identificar fue "vaquero"... y le pareció también entender "diablo", pero no apostaría el sombrero. Más elocuente era la mirada del tipo, suficientemente tonto o duro como para no tener miedo, y la forma en la que apretó más la culata de su carabina y posó el dedo pulgar sobre el martillo del arma.

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30/07/2012, 21:10
Frank

La ley del oeste es la ley del más fuerte. O del más rápido. Así pensó Frank en una décima de segunda, que de nuevo, su vida estaba en juego, y que sería el plomo lo que decidiría la suerte de los implicados. Sin mayor dilación, Frank desenfundó el arma y disparó a aquel que se atrevía a robarle y encima increparle por intentar defender lo propio... BLAM. Un revólver es siempre más rápido que una carabina, idiota - pensó.

- Tiradas (21)
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30/07/2012, 21:26
Director

El mexicano estaba pidiendo a gritos una dosis de humildad, y Frank nunca ha sido de los que escatiman en pólvora y plomo. Desenfundó su seis tiros en un parpadeo y abanicó el martillo de su revólver haciéndole escupir muerte cuatro veces.

Una bala se clavó en la pierna del maleante de la carabina. El mexicano gritó. Otra bala en las tripas y el mexicano calló. Un plomo se perdió en el corazón del segundo hispano, acabando con él casi sin dolor. El último cartucho empujó hacia atrás la cabeza del mexicano más tímido. El cuerpo se derrumbó sin ofrecer más resistencia.

Los disparos habían sido tan rápidos que no se hubieran podido diferenciar las cuatro detonaciones. Cualquiera de la calle creería haber escuchado dos, tal vez tres disparos. Aun con todo, tres tiros ya eran dos de más siendo forasteros en un pueblo desconocido. Aunque los chicanos no tuvieran amigos por aquí, cosa de la que no se podía estar seguro, lo más probable es que fuera buena idea no pasar el día en el pueblo.

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31/07/2012, 10:47
Frank

Frank observó la calle después de ser limpiada. La canícula y el polvo hacían una mezcla única en esta parte del mundo. Se acercó a sus víctimas para comprobar si había alguna con vida.

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31/07/2012, 23:56
Dakota

Con ceremoniosa lentitud, nacida quizás de la eterna paciencia que solo los de su pueblo habían sabido cultivar, Dakota caminó en silencio alrededor del pobre sujeto que se desangraba junto a la pared.

Sus pasos eran graves y contundentes, parsimoniosos hasta la desesperación, y repiqueteaban en los oídos del caído como unas siniestras campanadas surgidas del infierno, que parecían sentenciar el fin de sus días.

Mientras andaba, Dakota iba recuperando una a una sus armas y las de sus enemigos, a la vez echaba una ojeada a sus prendas y bolsillos en busca de más pistas. Durante todo ese tiempo, que al pobre diablo caído se le antojó una verdadera eternidad, el mestizo apenas si se dignó a echarle alguna leve ojeada a su “presa”, y solo lo observó distraído mientras le arrancaba la escopeta de entre sus trémulos dedos, los cuales habían perdido ya toda fuerza, agarrotados y pegoteados con su propia sangre.

Finalmente, cuando pareció satisfecho con sus pesquisas, el imponente salvaje centró su atención en el herido. Sus inescrutables ojos negros lo atravesaron de lado a lado, sin que su rostro perdiera siquiera un ápice de su imperturbable serenidad.

- ¿Quién pagar…? – murmuró por lo bajo el apache mientras se ajustaba sus hachas de nuevo a la cintura.

Su tono no era particularmente duro ni amenazador, o eso podrían decir quienes estaban acostumbrados a tratar con el hosco personaje, y sus movimientos tampoco parecían denotar una velada advertencia. Incluso había un dejo cansancio en su figura, como si realmente se tomara todo aquello como poco más que una molestia que debía resolverse cuanto antes y de la manera más sencilla.

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31/07/2012, 23:57
Director

Tras perder la escopeta, el único superviviente del tiroteo se arrastró por el suelo empujándose con las piernas mientras mantenía sus dos manos ocupadas agarrándose las tripas. Dio la impresión de que buscaba alejarse tanto como pudiera de aquel indio enorme, pero lo único que consiguió fue llegar a la pared y tener un lugar donde apoyar la espalda para morir sentado. No era mucho, pero en la situación del tipo ya tenía mérito seguir vivo.

La cara del hombre era una máscara de dolor. La sangre se colaba entre sus dedos a pesar de sus esfuerzos. Un tiro en las tripas era una de las formas más asquerosas y lentas de morir, pero este asesino no parecía tener prisa. Recuperar la vertical le había traído algo de su dignidad de vuelta y ahora miraba a Dakota con cierto aire de desafío. Ya estaba sufriendo una agonía, para empezar.

—¿Qué vas a hacer si no hablo?, ¿matarme?

Soltó un gruñido que podría haber sido una risa áspera. Dakota vio el labio inferior del tipo cubrirse de un rojo escarlata; el precio por esa última carcajada había sido saborear su propia sangre.

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31/07/2012, 23:57
Dakota

El severo rictus de gravedad que dominaba las facciones del indio no se inmutó en lo más mínimo tras la respuesta de aquel sujeto. Como si la hubiera esperado. O como si no le importara en absoluto. De todos modos, sus párpados parecieron caer por un levísimo instante, esbozando apenas por un suspiro una amarga imagen que se hallaba a medio camino entre la desilusión y el más profundo hastío.

Tras ello, avanzó sombríamente hacia el sujeto y lo tomó por los tobillos. Las descomunales manazas del indio apresaron al pobre diablo con la fuerza inexorable de unos grilletes de hierro, y tiraron de él con desgana. El golpe fue sorpresivo, pero no demasiado furibundo, y apenas si alcanzó para devolver al dolorido pistolero a su posición inicial, despatarrado sobre las gastadas maderas del suelo.

Finalmente, y siempre con aquella sempiterna mueca de inexpresivo desprecio surcando su rostro, Dakota alzó un poco las piernas del sujeto, de modo que la escasa sangre que aún recorría sus venas pudiera concentrarse en sus órganos vitales.

- No. – murmuró con un grotesco y aguardentoso susurro – Pero si hablar… partir pronto…

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01/08/2012, 00:04
Director

—¡No me toques, perro rojo!

Graznó el moribundo con la boca rebosando sangre. De todas formas, apenas tenía fuerza como para hablar, mucho menos para hacer algo al respecto del enorme apache que le acosaba. La mirada decía que no entendía lo que hacía el indio, pero no le gustaba nada.

—Déjame, diablo indio. ¡Vete al infierno!

Los forcejeos y los insultos duraron un par de minutos más. Tanto que Dakota llegó a pensar que el tipo moriría con una palabrota en la boca, después de todo. El miedo, el dolor o el simple deseo de paz, le rompió al fin.

—Que todos los demonios te lleven. Quien nos pagó está en el hotel de enfrente. Vuelve con tu jodida tribu y déjame morir en paz. En la tercera planta estaba el puñetero hombre de negro, y si sé algo de hijoputas, ese es más listo que el hambre. Con suerte te está esperando y os matáis mutuamente.

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07/08/2012, 17:13
Dakota

Sentado en cuclillas, casi agazapado junto al pobre diablo que escupía con sangre y dolor su último aliento, la tremenda figura del apache se había transformado en una ominosa presencia fantasmagórica que oscurecía toda la habitación. Sus facciones seguían tan imperturbables como siempre, todo su rostro convertido en una terrible máscara de Muerte, y solo había una leve luminosidad rojiza en sus pupilas, como ascuas de un viejo fuego olvidado que se resistía a apagarse por completo.

Aquella bien podía ser la imagen viva del “Mensajero”. Ese espíritu misterioso que, según decían algunos, acompañaba a los moribundos en su último viaje, guiándolos en su camino hacia el otro lado para depositarlos ante las mismas puertas del Infierno…

Un breve silencio siguió a las palabras del bandido. Y tras él, la tremenda cabezota del indio se inclinó lentamente en una sencilla señal de asentimiento. Sin embargo, y aunque el rostro de Dakota continuó siempre tan frío e imperturbable como de costumbre, en esta ocasión casi podía percibirse un leve aire ceremonial en todo el gesto.

Quizás fuera por el excesivo tiempo que se tomó el indio para volver a alzar la cabeza, o por sus párpados extrañamente entrecerrados. En cualquier caso, el moribundo personaje jamás llegó a comprenderlo por completo, pues casi de inmediato, todo ese misterioso ambiente ritual fue arrancado de raíz cuando el salvaje, en un fugaz movimiento, enterró sin miramientos una de sus descomunales hachas de guerra en el cráneo del pobre diablo que yacía a sus pies.
 

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07/08/2012, 23:04
Director

El golpe manchó de rojo la pared y la mugrienta chaqueta de Dakota. Esos gastados harapos habían probado la sangre de amigos y enemigos. El hacha había hundido su cabeza de piedra en muchos cráneos. La muerte fue inmediata, pero el tirón que dio el indio para liberar el filo provocó un espasmo en el cuerpo sin vida.

Dakota estaba solo en la habitación con tres cadáveres. La sala había quedado pacíficamente silenciosa después del tiroteo. De entre las ropas y los bolsillos de esos indeseables, el apache solo había sacado mugre, unos pocos dólares y la seguridad de que esos tipos apenas sabían para quién trabajaban. A juzgar por el pobre contenido de sus bolsillos, los desgraciados incluso debían de haber aceptado cobrar después.

Varios disparos en el exterior interrumpieron el hilo de pensamientos de Dakota. El Colt de Frank era inconfundible.

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11/08/2012, 06:26
Dakota

El potente vozarrón del viejo Colt sacó al indio de su solemne mutismo, y lo hizo alzar la cabeza de inmediato, en un puro acto reflejo, como una bestia salvaje acosada que olfatea el peligro.

Dakota se encontraba arrodillado junto al pobre diablo que acababa de ejecutar, ligeramente inclinado sobre el cadáver, y había comenzado a limpiar con puntilloso cuidado su Tomahawk en la raída chaqueta del bandido. Había un esmero particular en aquella tarea, desprendiendo costras sanguinolentas y trozos de materia gris con una delicadeza y ternura tal, que pocos hubieran creído posible en semejante salvaje. Como si se tratara realmente de alguna especie de ceremonia muy profunda y personal. Casi un ritual de purificación.

Quizás por ello, la reacción del mestizo ante tan inoportuna interrupción fue una mezcla entre furia contenida y la más abierta indignación. Su rostro se contrajo en un espeluznante rictus de enfado y, algo extremadamente inusual en él, incluso se permitió soltar una susurrante e incomprensible maldición por lo bajo.

Sin embargo, tras aquella pausa fugaz, el indio volvió a convertirse en un manojo de nervios. De un salto consiguió ponerse en pie, y casi en el mismo movimiento, guardó sus hachas en las fundas, aún impregnadas con los restos del pobre infeliz que yacía a sus pies. Apenas si se demoró algunos instantes en verificar que su viejo Winchester estaba cargado, y se acercó con paso furtivo hacia la única ventana que había en la habitación.

No obstante, antes de llegar, y quizás por alguna extraña corazonada, se detuvo a recoger el inmundo orinal que podía vislumbrarse bajo la cama. Lo acercó lentamente a la abertura, asemejando los movimientos que haría una cabeza humana que se asomara sobre el alféizar y, una vez expuesto a la tórrida luz del exterior, lo movió varias veces hacia arriba y hacia abajo.

Era un viejo truco que no siempre funcionaba. Pero, dada su situación actual, no estaba de más tomar algunas precauciones…