Partida Rol por web

Mientras aguardaba la respuesta de la dama Miya, Kazuo se colocó a su lado para interesarse por lo que habían podido ver en el jardín del señor de los Iuchi. Satoru hubiera sonreído si sus ánimos no hubieran estado tan bajos al ver que a pesar de todo, el Ikoma era tan atento como siempre.

-Hay profundas grietas en este lugar. -Contestó Satoru en el mismo tono bajo, sin alterar su semblante. -El daimio vive en su mundo, y no gobierna.

-Y no estoy seguro… desde hace cuánto. -Añadió finalmente, dejando claras sus dudas sobre quién y cómo había dirigido a los Iuchi durante la guerra.

-¿Qué me he perdido yo? -Preguntó. No le había pasado desapercibido el cambio de expresión en el rostro de su amigo. Aunque, en los tiempos que les había tocado vivir, no podía estar seguro de si el motivo de su congoja procedía de la situación, o de su turbulento pasado.

Kazuo se agarró los antebrazos y escondió ambas manos en las mangas de su vestimenta. Miraba al suelo, con la boca un poco torcida, mientras Satoru contestaba a su pregunta. Llegado el turno de responder él, lo hizo también en voz baja:

—Miseria, gentes desplazadas y un sinfín de heridas abiertas —fugazmente, miró a Himeko, abrió la boca para decir algo y titubeó—. La dama era amiga de Yoshinori...

Pese a que hablaban en susurros, algo en la inflexión con la que había declarado la relación entre Miya Himeko y su difunto amigo el Toritaka apuntaba en la dirección de algo mayor que una amistad.

Toda la comitiva fue acompañada por algunos cortesanos menores, y fueron conducidos hasta un salón para cenar. Tras sentarse en una mesa en forma de "U" en la que sin duda cabían el doble de comensales, se unió al poco tiempo el Magistrado Shinjo Tsume y su aprendiz Shinjo Hikari. Iuchi Hiroichi presidía la mesa, pero sin duda el estatus de Miya Himeko la hace estar en la más alta de las posiciones.

Mientras oscurecía los sirvientes comenzaron a traer diversos platos recién cocinados, verduras asadas, arroz cocido con especias, sopa de misho y otras delicias extrañas como tiras de pollo con salsa picante, que los rokuganies más tradicionales jamás habían probado.

- Sé que la cena no es lugar donde debatir estos temas de guerra, pero dado que nuestro daimyo está indispuesto, y según tengo entendido gozan de poco tiempo, estaré encantado de responder a todas sus preguntas y refutar las acusaciones de los escorpión.

Dijo sirviéndose en su propio plato varias piezas de verdura y carne picante.

- Adelante, pueden preguntar lo que deseen. Los Iuchi no tenemos nada que esconder.

- Es un placer volver a verla, dama Himeko. - dijo inclinándose ante la dama Imperial anteved dirigirse a la magistrada Dragón - Es un honor poder cenar con ustedes también.

Luego se sentó con delicadeza y su alumna también. Comenzaron a servirse comida en sus platos.

- ¿No nos acompañará esta noche la heredera o el señor Kurosho?

Sentado a la mesa, Kazuo observó los primeros compases de la cena desde los lindes de sus propias capacidades. Seguía un tanto taciturno, distraido por sus averiguaciones personales y, consciente de que estaba eludiendo su deber, se agarró a las palabras del karo con la misma fuerza con la que un jinete al galope abrazaría a su montura. Su habitual picardía no tardó en despertar, y vio en las palabras del consejero Iuchi Hiroichi la confirmación a lo que Isawa Satoru le había susurrado poco antes. «Los Iuchi no tienen nada que esconder... salvo a su señor», pensó, corrigiendo en su cabeza sus palabras, pero sin sonreír, como tan frecuentemente acostumbraba a hacer.

—Sería una verdadera lástima —dijo, acompañando la pregunta del magistrado Tsume—. No soy un virtuoso de la biwa, pero me habría encantado poder tocar unas pocas notas a sus señorías.

-Me temo que la heredera ha decidido no acompañarnos. -Dijo suavemente el Isawa cuando Kazuo y Tsume iniciaron la conversación. -Es una lástima. La música a veces puede ser un bálsamo para un alma herida, aunque es difícil encontrar el consuelo de la belleza en estos tiempos oscuros.

Satoru miró alternativamente al magistrado Shinjo y al karo, antes de decidirse a tomar la palabra. Lo cierto era que resultaba difícil sacar conclusiones así, con otra de las partes en discordia presente, pero tras unos momentos de duda, comenzó a hablar. Al fin y al cabo, en ocasiones la reacción de los demás era más reveladora incluso que lo que sus palabras pudieran transmitir.

-No le haremos perder el tiempo. Las acusaciones, sin duda, no os son desconocidas. -Comenzó a hablar con cautela. -Doy por hecho de que, salvo Tsume-sama, no habéis tenido ocasión de ver el horror de los heimin refugiados agolpándose frente a los muros de Shiro Soshi.

-Hemos visto eso, los campos salados, y el templo consumido por el poder de un shugenja que rivaliza con muchos Maestros de Fuego. -Suspiró, sin ocultar su consternación, recordando las imágenes del ataque que los kami le habían mostrado. -Mi pregunta, Hiroichi-san… ¿Qué explicación dais a eso? ¿Han salado los Soshi su propia tierra, condenándose al hambre y la pobreza? ¿Han atacado sus propios templos, buscando la ira de las Fortunas?

- ¿Campos salados? Nosotros no sabemos nada del salado de esos campos. 

Dijo con absoluta seguridad y convencimiento, depositando su taza de bebida en la mesa con firmeza.

- Nuestros generales, Iuchi Naoki y Iuchi Takanobu han firmado un documento oficial donde presentan testimonio de que nunca jamás se ha ordenado hacer una vileza como esa. Somos guerreros, luchamos contra samurai, no sacamos nada de atacar a los campesinos y corromper sus tierras. Solo puede ser una treta urdida por los Escorpión, sin duda.

Hizo un gesto para que los criados trajesen los testimonios firmados de ambos generales, para disposición de la magistrada Mirumoto.

- Respecto al templo... Los ejércitos Soshi eligieron ocultarse en el templo y hacer ataques furtivos a nuestras tropas desde allí. Fueron ellos los que decidieron convertir su templo en un lugar para la guerra, y era su derecho, pero una vez que lo hicieron era nuestro derecho atacarlo.

Tsume asintió en silencio, estaba claro que cuando la guerra tomaba las riendas, ciertas cosas podían parecer lógicas.

- ¿Acaso es un crimen pero no enviar asesinos de las sombras para acabar con la familia de nuestro Daimyo?

Varios hombres enmascarados aparecieron en el palacio, cuatro de ellos escaleras arriba y tres escaleras abajo. Los cuatro que aparecieron arriba asesinaron al capitán de la guardia y a varios otros mientras se abrían paso directamente a los aposentos del daimio y apuñalaron a Shikako, la esposa de Daiyu, mientras yacía en su cama. Sus estertores de muerte alertaron a los guardias, que interceptaron a los asesinos y acabaron con ellos antes de que llegasen hasta el dormitorio de Shahai, la joven hija heredera.

Tan pronto como escucharon los gritos, los tres asesinos de abajo comenzaron a correr (sirviendo como distracción). Fue una suerte que el Daimyo no se encontrase en sus aposentos en aquel momento.

Hemos congelado los cadáveres de los asesinos con un conjuro de Agua único por si desean verlos, verán que los cadáveres tienen extrañas cicatrices negras en la espalda... MAGIA Soshi. - dijo susurrando las palabras como si fuese maho.

- Esto debería ser prueba suficiente para condenar a los escorpión. 

Kazuo parecía un tanto melancólico, probablemente a causa de su conversación con Miya Himeko, pero el recuerdo del testimonio de su pariente Ikoma Hitori despertó al león que llevaba dentro. La batalla a la que aludían había sido en las cercanías del templo, y lo que aconteció en este, una masacre, un rabioso desquite a todas luces injusto por parte de los samuráis del Clan del Unicornio. Pero eligió no reprochar nada, y sencillamente tratar de dar un nombre al misterioso shugenja de la familia Iuchi que, en lugar de dominar los secretos del Agua, enarbolaba los del Fuego.

—La verdad que poder ver los restos de los asesinos sería sumamente provechoso para todos —prefirió empezar por ese otro asunto, para que no diera la impresión de que le había llamado la atención nada de lo que habían dicho, o al menos no demasiado—. Me queda una duda respecto al ataque al templo. Reconocéis que fue perpetrado en justicia, pues era una base de operaciones desde la que el Escorpión os aguijoneaba. ¿Sería posible entrevistarse con el hombre que capitaneaba a vuestras tropas? ¿Habeís dicho que se llamaba Iuchi...?

-Me pregunto, Hiroichi-sama, cómo destruir tus propias tierras puede ser una treta en modo alguno. -Respondió Satoru con evidente pesar. -Incluso si el veredicto acabase por incriminar a vuestra familia, pasarán años hasta que esos cultivos vuelvan a ser lo que eran.

-Sé que es habitual entre los samuráis con afición por los rumores pensar en los Escorpión como samuráis de honor… cuestionable. -Añadió suavemente, dejando que cada cual se situara en sus palabras. -Pero rara vez se suele pensar en ellos como estúpidos.

La conversación siguió, con el Fénix escuchando, hasta que llegó el momento de hablar del ataque al templo, que el karo no se molestó en negar, sino sólo en disfrazar.

-Que el templo esté situado en tierras Soshi no les otorga pertenencia… un templo es un lugar sagrado, dedicado a los kami y a las Fortunas, no a los hombres mortales. -Intervino, con un tono más duro del que había empleado hasta ese momento. -Y destruirlo es un crimen de más escala que el puramente físico.

-Por supuesto, ver a los asesinos y esas cicatrices podría ayudar mucho. -Pronunció esas palabras ocultando su asco. Preservar cadáveres, incluso usando sólo los kami de agua, resultaba algo inquietantemente cerca de la magia de sangre. -Necesitaría, además, hablar con los shugenja que obraron tal milagro. Es ciertamente meritorio.

-En cuanto el crimen al que os referís… contaba con que ya lo sabríais, pero el general al mando de esos incursores ha efectuado seppuku para limpiar esa mancha en su honor. Al parecer, fueron algunos de sus hombres que se tomaron su justicia por su mano al creeros culpables del sufrimiento en sus tierras.

-Tal vez haya sido ingenuo no preguntarlo en primer lugar. El shugenja que destruyó el templo y su superior… ¿han cometido seppuku también? -A pesar de todo, las palabras de Satoru parecían llegas de una genuina duda. -¿O tendremos la oportunidad de hablar con ellos?

Me pregunto, Hiroichi-sama, cómo destruir tus propias tierras puede ser una treta en modo alguno (...) Sé que es habitual entre los samuráis con afición por los rumores pensar en los Escorpión como samuráis de honor… cuestionable. Pero rara vez se suele pensar en ellos como estúpidos.

- Bueno... - dijo como un inciso el magistrado mientras dejaba su taza de sale en la mesa y se limpiaba los labios. - Me gustaría recordar a los presentes que hay una historia famosa en la que hubo un debate entre varios campeones de clan sobre cual era la mayor virtud de un samurai, y en dicha historia, el campeón escorpión demostró que la lealtad era la más poderosa de las virtudes del Bushido pidiendo a su mejor yojimbo que se sacrificase cometiendo sepukku delante de toda la corte, simplemente para obtener la ventaja en el debate.

No me parece que sea tan descabellado sacrificar una pequeña aldea para obtener una ventaja en la guerra. 

-Que el templo esté situado en tierras Soshi no les otorga pertenencia… un templo es un lugar sagrado, dedicado a los kami y a las Fortunas, no a los hombres mortales. 

- Entonces deberán preguntar a los escorpión porque usaron a monjes inocentes como escudos en una guerra. 

¿Sería posible entrevistarse con el hombre que capitaneaba a vuestras tropas? ¿Habeís dicho que se llamaba Iuchi...?

- Iuchi Takanobu era el general que gestionaba y administraba las operaciones. Es un hombre de honor, curtido en la guerra desde hace años. Sirve a nuestra familia desde que Iuchi Kurosho lideraba este castillo.

 El shugenja que destruyó el templo y su superior… ¿han cometido seppuku también? 

- ¿Porqué habrían de cometer seppuku un hombre que estaba luchando en una guerra legal? No se dejen manipular, los escorpión son capaces de haber puesto una cabeza de turco para lavar sus manos llenas de sangre.

Las órdenes las dio el daimyo. Hasta que el mismo Soshi Bantaro no pague, no nos conformaremos con la entrega de una treta.

Se detuvo para tomar aire, visiblemente molesto por las acusaciones de los investigadores.

- Les dejaremos ver los cuerpos de los asesinos si lo desean.

—¿Iuchi Takanobu es el shugenja, pues?

-Recuerdo esa historia, Tsume-sama. -Contestó a la cita del magistrado. -Es sin duda un buen ejemplo, aunque he de confesaros que siempre creí que se trataba únicamente de una fábula y no de un pasaje histórico.

-En cuanto a los monjes inocentes… después de hablar con ellos, lo cierto es que no parecen tener la sensación de haber sido usados como escudos. -Y, mirando alternativamente a Tsume y a Hikari, preguntó. -¿No llegasteis a hablar con ellos?

La reacción del karo a sus palabras fue exactamente la que esperaba Satoru. Indignación, real o fingida, por unas acusaciones tan veladas que había de estar esperándolas para ofenderse de esa forma. Satisfecho por haber agitado su estado de ánimo, el Isawa pasó a una actitud conciliadora.

Las personas, al igual que el buen acero, requerían un trabajo de golpe y relajación para llegar a convertirse en lo que debían, y Hiroichi aún no estaba en el mejor momento para darles respuestas verdaderas y no declaraciones ensayadas.

-Por favor, no os sintáis ofendido por nuestras preguntas, Hiroichi-sama. -Intervino Satoru de nuevo con actitud apaciguadora. -Si resultan incisivas no es porque tratemos de acusar a nadie, sino porque es nuestro deber cuestionarlo todo para servir mejor al Emperador. Sabemos que la nuestra no es una tarea agradable.

-Y no he querido insinuar que vuestros hombres debieran haber cometido seppuku. -Aclaró con su habitual tranquilidad en las conversaciones. -Simplemente me aseguraba que no hubiera sido así. Estoy complacido de que sigan aquí y de que puedan entrevistarse con nosotros.

Cuando Kazuo intervino, decidió apoyarlo. Aunque la mejor forma de hacerlo resultó ser contradecirlo.

-Creo que Takanobu-san no es el shugenja que atacó el templo, sino su superior… -Contestó a Kazuo, mirando también a los Unicornio. -En cualquier caso, me gustaría entrevistarnos con ambos. ¿Tal vez después de ver esos cadáveres preservados?

Isshin aborrecía esta situación las mismas escusas, las mismas acusaciones, no se podía distinguir el escorpión del unicornio por sus palabras, aunque la hospitalidad del último era mucho mejor. No dudaba ni por un segundo que habían salado los campos y tampoco dudaba de que el daymo escorpión había ordenado el asesinato.

- Hay varios testigos que aseguran haber visto caballería en el ataque a los campos de arroz, pero no hay pruebas tenéis razón. Pero decidme ¿Que pruebas tenéis de que los actores en el templo eran saboteadores?- dijo con frialdad mientras levantaba la mirada del plato y fijo sus ojos en la del comandante unicornio.

- Hay una aldea, cuyo pozo de agua fue envenenado, todos murieron, la aldea no es importante, esta apartada y poco hay de valor aún así alguien se molestó en matar a todo el mundo. ¿Tenéis alguna idea de porque alguien haría eso?.- dijo bajando la mirada y volviendo a examinar la comida sin mostrar mucho entusiasmo por saborear ninguno de esos manjares.

En cuanto a los monjes inocentes… después de hablar con ellos, lo cierto es que no parecen tener la sensación de haber sido usados como escudos.  ¿No llegasteis a hablar con ellos?

- Esos monjes dejaron a los Escorpión disparar flechas desde las ventanas de su monasterio. En dicho momento, convirtieron su hogar en un baluarte enemigo.

Creo que Takanobu-san no es el shugenja que atacó el templo, sino su superior… -Contestó a Kazuo, mirando también a los Unicornio. -En cualquier caso, me gustaría entrevistarnos con ambos. ¿Tal vez después de ver esos cadáveres preservados?

- Un shugenja que sigue órdenes no es más relevante que un bushi que esgrime una espada y mata a un enemigo. Había varios shugenja bajo las órdenes de Takanobu. Siguieron las directrices de su general. 

¿Que pruebas tenéis de que los actores en el templo eran saboteadores?-

 Los actores son expertos en jugar dobles papeles. Pueden infiltrarse entre las tropas unicornio y hacer fracasar las estrategias de los Iuchi. Se les detuvo en el camino y se les insistió en volver por el mismo camino fuera de los valles. Ellos se negaron a abandonar su senda.

Hay una aldea, cuyo pozo de agua fue envenenado, todos murieron, la aldea no es importante, esta apartada y poco hay de valor aún así alguien se molestó en matar a todo el mundo. ¿Tenéis alguna idea de porque alguien haría eso?

La aldea tenía tropas Iuchi, además de unos cuantos prisioneros escorpión. Los  asesinos Soshi envenenaron a todo el pueblo para acabar con los enemigos y también con los prisioneros por si habían soltado algo de información de sus estrategias.

El precio de su silencio fueron todos los campesinos y samurai de la aldea.

-Tsume-sama… -Intervino Satoru con suavidad cuando el magistrado comenzó a responder a las preguntas que en todo momento habían ido dirigidas al karo del castillo.

-Creo que Mirumoto-sama preferiría que fuese Hiroichi-san quien respondiera. -Añadió, tratando de ser tan cortés como su réplica permitía, y se escudó en su propia misión. -Si el Hijo del Cielo ha tenido a bien enviar tres magistrados, supongo que debe ser para que no compartáis conclusiones antes de tiempo.

-Por otro lado… -En la voz del Isawa se dejaba entrever un matiz de duda. -He de admitir que me extrañan algunas de esas conclusiones. Aunque los kami pueden ser engañosos en ocasiones, no es sencillo mentir a un Maestro del Aire. Y lo que se me ha revelado… no encaja muy bien.

-Pero supongo que podríamos seguir hablando de esto mientras nos mostráis a los atacantes. -Dijo, estirándose en su asiento con ademán de dejar de comer. -Lo cierto es que temas tan trágicos suelen cortar mi apetito.

-E insistiré en hablar con el shugenja, si perdonáis mi osadía. -Insistió un momento después, mirando alternativamente a Megumi y a Hiroichi. -Incluso sabiendo que sólo actuaba como extensión de su superior, me interesa esa conversación.

Hikari se quedó boquiabierta al ver como su buen amigo se atrevía a cuestionar el razonamiento de su maestro.

- Nos conocemos desde hace mucho, Satoru-kun; pero no deberías pensar que la maestría con el elemento Aire te hace invulnerable a las mentiras. Recuerda que tratamos con la familias Soshi, expertos en magia de Aire dentro del clan Escorpión.

Cualquier cosa que parezca una evidencia viniendo de ellos, puede ser un engaño para favorecer su causa.

- Es deber de los Magistrados cuestionarse todo en un caso así, no solo las acciones más sospechosas de los Escorpión, Hikari-san, por muy sospechosos que parezcan.