¿Y a mi que me cuentas?- te espeta. Consigue una espada, robala, forjala tu mismo. No me importa. Pero yo no te dare nada.
- "¿¡Róbala!?" - Escupo indignada sin dar crédito mientras frunzo las cejas, repitiendo sus palabras con desprecio.- ¿Y tú te haces llamar súbdito del clan Mantis? Pensé que un Daimyo tendría bajo su protección directa a un herrero que demostrase estar a la altura de tal tarea, no a un pretencioso pancista que a la hora de hacer algo por el clan decide ignorar la importancia de su cometido por cuestiones económicas y por extensión desprecia el arrojo de quienes solicitan sus servicios por un bien mayor a la par que subestima la moral de un samurai.
No te importa dices. Bien, pero quizá a otros sí le importe.
Digo sin apartar la mirada de sus ojos.
El herrero parece palidecer un poco ante tus palabras, y de sus labios al principio solo se escuchan balbuceos. C...co-como... ¿Como te atreves a hablarme asi? Detras de sus palabras puede verse que parece intimidado.
No, no es necesario. Es que andaba un poco liado con los examenes fianles, pero ya esta todo arreglado.
- ¿Tienes que decir al respecto? - digo insistiendo con más serenidad mientras camino acercándome a él. - También de ti depende el éxito o el fracaso de una misión. ¿Acaso encuentras algo incierto en mis palabras? ¿O quizá no me consideras digna o capaz de llevar a cabo con éxito mi cometido?
Pues...- hace una pausa. Si, eso es lo que creo. Y entonces, el herrero explota de repente ¡Una mujer no puede servir correctamente a nuestro daimyo! El debía enviar un guerrero a cumplir la mision que le encomendó el emperador. Debia ser un guerrero fuerte y valiente. ¿Y en su lugar a quien envía? ¡A una mujer! ¡Ni hablar! ¡Me niego! ¡Si el daimyo es tan estúpido como para mandar a alguien como tu a la capital, que lo haga, pero sin mis armas!
- ¿Dudas de mi fortaleza y de mi valentía? Si cuestionas la decisión de que yo haya sido elegida para llevar a cabo esta misión, entonces también cuestionas la autoridad de tu Daimyo y a él mismo. Y desde mi visión imparcial, eso tiene un nombre. Traición. - con un deje menos gélido en mi tono de voz, continúo. - Mira, no tengo tiempo para perder contigo en estas discusiones estúpidas que no llevan a ningún lado, si crees que hay alguien con una capacidad superior a las mía puedo batirme en duelo aquí y ahora. He luchado en muchas batallas, ya he peleado antes por mi honor y también por mi vida. Si te crees mejor que yo sólo por el hecho de que yo sea una mujer, entonces te sacaré de tu error, y de paso comprobarás que mis aptitudes son propias de un bushi experimentado. Qué te parece... Kiri Sute Gomen.
Desenvaino mi katana con lentitud, saboreando el momento.
Perdón por tardar en responder, estos días he estado con los últimos exámenes y tampoco había visto el post.
El anciano herrero se echa a temblar, con un sudor frio y el rostro lívido, al ver que la samurai-ko no se anda con chiquitas. Temiendo por su vida, se lanza al suelo delante de ella, y apoya la frente en el mismo, al tiempo que dice: ¡Sumimasen! Por favor, perdonad mi lengua desenfrenada, no debería haberos dicho tan terribles palabras. ¡No me matéis, por favor! ¡No soy mas que un inútil baka!
El herrero permanece asi, inclinado sin levantar la cabeza, disculpándose y gimoteando sin cesar. Ofrece una imagen patética.
Suelto un bufido con desdén y espero un poco a que se levante, sin embargo al ver que no tiene intención de hacer nada más que gimotear, vuelvo a envainar mi arma cuidadosamente y me acerco un poco a él.
- Está bien, está bien, ¡levanta y haz tu trabajo! Por suerte también eres un artesano, no un inútil.
"O eso espero" pienso quizá ingenuamente.
El herrero tarda de dejar de lloriquear y levantarse a pesar de la insistencia de Keiko. Cuando al fin se pone en pie, sigue ofreciendo un estado lamentable. Si, señora. Muchas gracias, señora. Me pondre a trabajar inmediatamente. Solo decidme lo que necesitais y me podre a ello enseguida.
- ¿Puedes forjar una buena katana, un wakizashi, un tanto, y una armadura? - le digo en un tono suave.
Realmente empezaba a darme algo de pena, pero no añadí nada más al respecto. Yo había actuado de forma justa, no hice más que lo que debía, así que no tenía por qué tratar de consolarle ahora...
Si, señora, si.- el herrero aun parece bastante nervioso, aunque se le entiende con mas claridad que antes. Pero-dice con una nota de miedo en su voz- no sere capaz de forjaros una armadura completa, puesto que no soy tratante de cuero, ni tengo especialidad en forjar las partes metalicas de una yoroi, asi que me temo que tendreis que buscar a otro para vuestra armadura. Dicho esto se apresura a responder: pero soy el mejor fabricante de armas de la region. Decidme como las quereis, y me pondre a ello inmediatamente.
- De acuerdo, no te preocupes. En cuanto a las armas, me valen sencillas, prefiero que no estén decoradas, puesto que será mejor para el fin que les voy a dar. - le miro tratando de adquirir una expresión reconciliadora.- Y oye, relájate.
De acuerdo, señora. Me pondre a trabajar en ello inmediatamente. Parece que el herrero no ha escuchado tu peticion, pues sigue muy nervioso y hace reverencias a cada paso. Me pondre a ello inmediatamente- repite. Aunque debeis comprender que la forja y preparacion de espadas es un proceso largo y complejo, y me llevara algun tiempo tenerlo todo listo.
Desisto en mi intento de calmarle, supuse que ya se relajaría cuando yo me fuera. Quizá me había pasado.
Deseché tales ideas de mi cabeza y me centré en lo que realmente me importaba. Dando un paseo alrededor del sitio donde me encontraba, le pregunté.
- No hay problema. ¿Cuánto tiempo?
El herrero entra en su taller, evaluando sus herramientas, sin responder. Tras acarrear todos sus artilugios, y alimentar el fuego de la forja, se vuelve hacia ti y dice. 3 dias para la katana. 2 más para el tanto y la wakizashi.
Dicho esto, sale afuera y dice. Esas son mis condiciones. 3 dias para forjar una espada decente. Y ni se te ocurra pedirme que tarde menos, pues no permitire que mi reputacion quede manchada por forjar una espada lamentable. Si te parece bien, iré a buscar la mena de hierro. Si no, haras bien en pedirselo a otro.
«Vaya, ya recuperó su aplomo. Demasiado rápido...»
Permanecí en silencio unos segundos, observándole con aire ausente.
- Me parece bien. No seré yo quien ponga en duda tu criterio ni tu experiencia, seguro que será un gran arma. - contesté finalmente, en tono conforme. - Te agradezco tu trabajo y tu interés. Te veré en ese plazo pues.
Al día siguiente, te despertó un sirviente que llamó levemente antes de abrir la puerta, arrodillado. Habían pasado muchas cosas desde que el daimyo mantis te ofreciera la oportunidad de servir a sus ordenes, entre las que destacaba que el daimyo mantis te ofreciera la oportunidad de servir a sus ordenes.
El joven sirviente, delgado, pálido y de cabello corto, tenia en las manos un fardo de ropa. Lo puso delante de él, y lo acercó a ti. Mi daimyo os envía este kimono- anunció el sirviente. Era un kimono de seda, color verde esmeralda, con el simbolo del clan mantis bordado en oro. Era un kimono sumamente bello.
¿Lo aceptáis?- os preguntó el sirviente.
Me incorporé, aún algo desubicada hasta que comencé a situarme y los recuerdos de los hechos recientes acudieron a mi memoria.
Miré al sirviente y consecutivamente observé el costoso kimono, recorriéndolo con la mirada y deteniendome finalmente en el símbolo de la Mantis.
Mi vida acababa de dar un vuelco radical.
- Sí, lo acepto. - respondí con la voz algo ronca.
Me levanté mostrando más seguridad y extendí la vestimenta para contemplarla mejor. Pensé que el daimyo invertiría una suma algo más moderada en una etapa tan temprana de mi verificación como bushi, en la cual aún no había tenido ocasión de demostrar nada.
Volví a doblarlo y mientras lo recogía sentí el suave tacto de éste, recordando otra época que había quedado muy atrás.
- Gracias.
El sirviente enmudece de golpe, y se queda lívido. Te mira como si estuvieras loca, o con tanta extrañeza como si fueras un lagarto de tres cabezas con kimono. Me... me alegra de que os guste, samurai-ko- balbucea el sirviente. Le... le hare saber vuestra respuesta.
En ese momento se levanta bruscamente, y sale de la sala muy rápido, todavía con una mueca extraña en el rostro, confundido y molesto. Parece que acabes de abofetearlo.
En Rokugan hay un ritual al recibir regalos que debe cumplirse: el donante tiene que ofrecer el regalo tres veces, y el recpetor debe rechazarlo formalmente dos veces, aceptándolo al final. Con esto el donante quiere demostrar que su regalo es sincero. Si se acepta muy pronto (como es tu caso) se pone en entredicho la sinceridad del donante. Básicamente, es como si acabaras de escupir al daimyo a la cara.