Partida Rol por web

De la oscuridad del túnel, de repente, vino la luz. Era como ver lava aproximándose lentamente, brillaba en las paredes del lugar, iluminando estas pero sin un foco de luz claro, sencillamente iluminaba las paredes.

Los ruidos metálicos habían cesado hace un rato, y los disparos también, pero le siguió un nuevo ruido. El de una pelea de proporciones bíblicas, los gritos de una mujer en un idioma extraño y la voz gutural de un hombre surgían de ese pozo de sombras al que estaban a punto de descender; la voz pregrabada murió y el montacargas hizo amago de moverse, pero era demasiado tarde para todos los presentes.

Surgidos de aquel pozo aparecieron tres figuras, la primera era la de un ser demoniaco con sus alas abiertas de par en par y el fuego rodeándole como si fuera algun tipo de cometa, una mano estaba plantada en la cara de Zephyria, a la cual los presentes ya habían visto, y la estaba quemando con el poder de aquellas garras ígneas que mantenían una firme presa en la mujer, que hacia lo posible por volar, volar y llevar al ser empalado en su maravillosa lanza, catapultándolo hasta los cielos…O más o menos esa debía ser la intención.

Detrás, a una velocidad menor, había otra figura que volaba gracias a varios impulsores y sonaba más como un cohete a reacción que un angel capaz de alcanzar velocidades supersónicas, esquivaba las llamaradas fallidas del ser demoniaco mientras sostenía un par de espadas de un material metálico que por la forma que levantaba chispas contra los bordes del túnel, debía ser bastante resistente, lo suficiente como para ayudar a su usuaria a hacer maniobras para moverse de un lado a otro violentamente. No era un vuelo elegante como el de Zephyria, ni mucho menos, pero conseguía más o menos alcanzarlos.

(Ignorad el perreque y el tipo pateado del suelo, pero ese es el diseño de la armadura, que no deja ver su rostro)

El problema es que quizá eso no debería estar ahí. Refiriéndonos al montacargas, sus containers y la pala excavadora, claro.

Se sucedió la siguiente cadena de efectos.

Primero, el ser demoniaco empalado fue empotrado salvajemente contra los dos containers, mandando estos por los aires, donde no había mucha elección ni muchos aires, puesto que ambos salieron disparados aunque con diferentes trayectorias. El primero se abolló hacia adentro más allá de toda posible reparación, en un estruendo cacofónico que dejó a todos los presentes con un pitido de oídos más fuerte que cuando la de seguridad decidió que vaciar un cargador de pistola en la boca de una mina era buena idea. Dicho container voló alto en los cielos, haciendo vueltas de campana mientras demonio y Ángel alado pasaban de largo como si el impacto hubiera sido una palmadita en la espalda para él, y una lámina de papel para la lanza de ella.

El segundo adoptó peor trayectoria. En un efecto domino, salió disparado no hacia arriba, si no hacia delante y arriba, como un bloque pesado de acero que es, pero volando en una parábola directa hacia las puertas de salida a lo largo y ancho del pasillo de entrada a la mina…donde estaba Faith.

El container que daba vueltas de campana dio un fuerte golpe contra el techo de la mina, fundiendo algunos focos y luego cayendo más o menos donde la puerta de la entrada descansaba ahora, en medio de ese largo pasillo, angel y demonio entonces siguieron su trayectoria directamente a la calle pasando fugazmente por encima de la cabeza de Faith y del container que se precipitaba sobre esta, claramente mucho más lento que un angel supersónico.

Claro, el efecto dominó seguía en la escena, y el segundo container, antes de salir disparado hacia las puertas también le atizó a la pala del vehículo-máquina que estaba en el montacargas que decidió hacer un efecto peonza bastante bonito…Justo detrás del cogote de Ryan, que se había quedado paralizado, bloqueado por lo súbito de la escena.

La figura que seguía de cerca a los ancestrales enemigos que se habían encontrado en la mina se encaramó entonces a la valla del montacargas, soltó algún tipo de maldición y las espadas que tenía en sus manos se retrajeron hasta formar parte de los brazos de su armadura, tecnológica seguramente, antes de lanzarse adelante intentando frenar el container que iba a caer sobre la camarera. Sus manos tocaron los bordes de este pero sin llegar a agarrarlo, haciendo que la figura cayese de bruces sobre el suelo, con una mirada de tensión ante lo que estaba a punto de ocurrir ante sus ojos con ese pedazo de trozo enorme de acero pintado de rojo volando hacia la entrada. Las manos metálicas se hundieron en el cemento del suelo.

La sombra del vehículo de excavaciones se precitaba sobre Ryan…Lo aplastaría en cualquier momento.

Como siempre, no me hacian caso. Estaban empeñados en bajar por el maldito montacargas a pesar de que se lo advirtiera. Y con esa mujer armada, no parecía un plan demasiado bueno.

- Ya, pero...

Una luz al final del túnel...

Un segundo más tarde; la tía alada, un puto demonio y otra tía con armadura hicieron volar todo por los aires. Había un estruendo horrible y mi cabeza daba vueltas. Para cuando logré alzar la vista, un contenedor rojo estaba a punto de aplastarme.

- ¡Os dije que os alejarais del montacargaaaas! - mi voz se perdió en un gutural “rugido”.

Ahora era mucho más alta. Había doblado con creces mi tamaño. Mi cuerpo estaba cubierto de un suave pelo blanco. Tenía garras y colmillos capaces de desgarrar el metal y una fuerte musculatura se tensaba bajo mi piel. Tenía la respiración agitada por el cambio pero no tenía tiempo que perder.

Rodé grácilmente a un lado para esquivar el conteiner que estaba a punto de caer sobre mí y emprendí una desesperada carrera hacia el hombre que no iba trajeado.

“Una mano extra siempre viene bien...” repetía la frase del otro hombre en mi cabeza pero con voz de inepto total.

Logré interponerme entre el hombre que parecía estar en estado de shock y la excavadora. Golpeé la pieza de maquinaria con las garras y la desvié para que no le hiciera daño.

- ¡Vete! - ladré al desconocido. Había fuerzas sobrenaturales muy poderosas luchando en aquel lugar y no sabía cuánto podría protegerles. Ni cuánto podría contenerme yo...

Era un consuelo saber que estaban conteniendo algo de verdad, tal como parecía deducirse del contexto. Seguramente esa cosa de fuego que tenía grabadas las palabras "peligro mortal" en la frente, y que ahora volaba en una alocada pelea junto con la chica-ángel hacia ellos, seguido de una especie de armadura de figura femenina. En ese momento, algo hizo "click" en su cabeza. 

Ryan, simplemente, perdió el control. Algo parecido a lo que decían algunos cabezas cuadradas que les pasaba en el frente, por lo que había llegado a sus oídos. Mientras observaba la escena, casi hipnotizado por aquel despliegue de violencia e imposibilidad, su mente trabajaba frenéticamente intentando encontrar sentido a todo lo que pasaba, y centrándose en los detalles más nimios, mientras otras zonas de su cerebro iban repasando recuerdos, canciones... Convirtiendo su cabeza en un auténtico lío sobrecargado de mil líneas de pensamiento y casi desconectado de la realidad. Por desgracia para el hombre, lo suficiente para no ser capaz de hacer nada por esquivar el vehículo convertido en peonza mortal que se dirigía hacia él.

El caos metalúrgico-explosivo en que la escena se había convertido había sucedido, como todo hasta ese momento, en un abrir y cerrar de ojos. Un segundo antes estaba llamando a aquella camarera para que se uniera a ellos en pos del arrebato solidario del día. Y después, el chirrido del metal, el crepitar del fuego, sonidos de motores y rugidos guturales llenaron sus oídos como si aquello fuera un concierto de Death Metal del más oscuro y tenebroso. Allí faltaban calaveras y dragones. 

Todo ante sus ojos se grababa de forma indeleble en el fondo de su mente. Ese lugar donde se escondían sus recuerdos de niñez, el primer beso o la primera teta que había tocado. Ese lugar donde nunca se borraba nada. Ese lugar donde Nathan podría revisitar una y otra vez la ocasión en que había visto un ángel armado hasta los dientes luchando a brazo partido contra un demonio envuelto en llamas, ambos siendo perseguidos por una suerte de Iron Man con tetas de acero.

Ni siquiera pronunció palabra alguna. Su boca se abrió, pero el sonido se quedó en algún lugar a medio camino mientras el contenedor y la excavadora giraban teatralmente, como si lo hubiese escrito el guionista de la última secuela de Destino Final. La aparición de la mujer-lobo ─ ¿mujer-loba? ¿licántropa? ─ en que se había convertido la inocente camarera casi que fue lo más normal de todo aquello. Tenía garras, colmillos, y una evidente mala baba. Pero que me den por culo ahora mismo si no está de nuestro lado.

─¡Vamos! ─corroboró las palabras de la monstruosa criatura cogiendo del brazo al tipo embobado y gritándole a la de seguridad para que le acompañara. No iba a salvar a Eriksson de todo aquello, pero Nathan Faust iba a salvarle el culo a alguien ese día.

Más de un culo, porque el suyo iba el primero.

La excavadora peonza finalmente volcó contra el lado donde antes había dos containers, y la figura de la mujer lobo pudo tomarse un respiro tras el enorme esfuerzo que hizo para salvarle el culo a Ryan.

Con ambas figuras desaparecidas de la escena llegó un muy necesario silencio para templar los ánimos, aunque la voz pregrabada hizo otro anuncio.

Detectada fuga en el área de contención, por favor, usen sus mascarillas de protección y permanezcan a la espera.

Era de esos mensajes que hace que uno, sin tener en cuenta a Ryan, mire a todas partes preguntándose qué mascarillas. No había ninguna a la vista, y la chica de seguridad hizo lo mas lógico en ese momento; pulsar la seta roja del montacargas para que este no descendiera, lo cual hizo que el cacharro hiciera un movimiento de “acelero-paro” que los hizo trastabillar en el sitio.

-¡Rápido, a la salida, la contención no puede hacer nada si la puerta no está!-Dijo dando un saltito para salvar su culo antes que el de nadie, bajándose del montacargas. De los laterales de la mina, esos que parecían pasarelas sin mucho uso, empezó a salir un gas de color rosado que amenazaba con caer sobre ellos como un manto pesado.

La figura que había caído al suelo intentando salvar a la antes camarera, ahora mujer loba, giro su cabeza como un resorte al escuchar aquello. Se puso en pie y hubo un pequeño sonido como de unos sensores analizando la puerta que estaba tirada en el suelo, y se dispuso a levantarla a pulso, con los propulsores en piernas y espalda haciendo un esfuerzo para finalmente despegar la puerta incrustada en el cemento del suelo; posiblemente podría levantar esa puerta. ¿Qué pretendía hacer con ella?, no estaba muy claro porque no había manifestado sus intenciones. Por supuesto, la empleada de seguridad no pensaba quedarse a comprobarlo, ahora ligera de armas y munición, corrió hacia la salida con la chaquetilla cubriéndole la cabeza y la boca, tratando de evitar a toda costa el gas hasta que finalmente salió al exterior, donde seguramente este ya no afectaría.

Por si acaso necesitaba más motivos para salir de allí, aquella voz pregrabada les indicó que la situación se iba a complicar. Aún más. Y él no se había recorrido miles de kilómetros encerrado en su coche ─ aunque a quien le preguntara le diría que había llegado en avión ─ para ahora morir asfixiado, aplastado, incinerado o vete-tú-a-saber-qué en aquella apestosa mina. No, él iba a triunfar de una manera u otra.

Así que se pasó el brazo de aquel tipo catatónico por encima del hombro y empezó a cargarlo, pero la cosa resultaba difícil. Parecía que Ryan, aún a medio camino entre el embobamiento y la realidad, no estaba por la labor de dejarse ayudar. Por supuesto, la cosa va a ser difícil hasta el final. Ahora sólo faltaba que la loba albina decidiera que esos dos atractivos mozalbetes eran buenas piezas en las que hincar el diente. Venga Nate, no pienses en eso. Ahora no. Concéntrate. Un-dos, un-dos.

Miró a la entrada de la mina y suspiró. A ese paso no iba a darles tiempo.

... Y ahora le acababa de salvar el hombre lobo en versión albino. El día mejoraba por momentos. Por suerte, seguía habiendo anclas con la realidad, cosas lógicas como que la zona de contención tenía un protocolo que actuaba en caso de fuga. Protocolo que estaban a punto de sufrir en sus propias carnes. La peculiar agente de seguridad corrió como alma que lleva el diablo, lo que visto lo visto podría ser algo más que una expresión, dejando a todos atrás. Por desgracia para Ryan, sus piernas seguían sin estar dispuestas a responder, así como su cuerpo. 

Así que se entretuvo en dar vueltas a aquello, al menos una de las líneas de pensamiento que se desarrollaban en su cabeza. 

Lo que estaba claro es que sabían que algo podía intentar escapar. Eriksson lo sabía. Y aún así, habían reabierto la mina. ¿Por qué? ¿Tan valioso era lo que estuviera ahí abajo? A Ryan aquello le olía a chamusquina cada vez más, pues alguien no estaba jugando nada limpio. ¿Quizás ese era el verdadero motivo del cierre de la mina hace ya años? ¿Qué diablos estaba pasando allí?

Tanto Ryan como Nathan salieron hacia la puerta, pero obviamente cargar con un tipo tan alto y fuerte como Ryan era complicado. Y más complicado que se volvió cuando el pesado manto de gas se echó sobre ambos. Finalmente Ryan se durmió en brazos de Nathan como un bebé y dejó a ambos a medio camino hacia la salida, con Nathan sintiendo la pesadez sobre sus parpados y sus músculos lentamente durmiéndose; el gas de contención parecía tener efectos sedantes.

Solté un ligero gruñido cuando el tipo trajeado comenzó a llevar al otro hacia la puerta.

“Nadie le hace caso a la camarera hasta que se transforma en media tonelada de garras, colmillos y odio.”

Entonces como si el sistema de seguridad hubiera decidido que la situación no era suficientemente horrible, comenzó a salir una niebla rosada de los respiradores y por cómo afectaba al dúo que trataba de escapar, no era demasiado saludable.

Sin un segundo que perder, corrí hacia la salida y traté de sujetar a ambos hombres para sacarlos totalmente de la mina sin perder de vista a la señorita “tengo un casco con alas” que comenzaba a levantar lo que quedaba de la maltrecha puerta. Antes había tratado de salvarme y tenía la sospecha de que seguía teniendo la intención de ayudar.

En cuanto saliera de la mina, dejaría a los dos querubines aunque sin demasiada delicadeza porque no tenía tiempo que perder. Si no estaba equivocada, tenía que ayudar a la tía de la ciber-armadura a levantar la puerta y volver a colocarla en su sitio. La plancha de metal tenía pinta de pesar unas cuantas de toneladas y ponerla en su lugar para sellar la salida parecía una tarea de mucha precisión como para hacerla cargando tanto peso sola.

Si estuviera equivocada, sería la primera en poder interponerme cuando intentara causar más daños.

La visión empezaba a nublársele y se notaba cansado. Un tipo avispado como él sólo tuvo que echar un vistazo a su alrededor para entender qué había sucedido. Fuera lo que fuese ese gas les había golpeado de lleno. ¿Estaría envenenado? Maldita sea, la puerta está ahí mismo. Sospechaba que la tipa de armadura cibernética estaba intentando sellar la puerta a las malas para evitar que el gas se extendiera por las instalaciones.

─Espera... es... ─ dijo, extendiendo la mano. Entonces de repente todo se movió rápidamente cuando notó el firme y peludo brazo de la antigua camarera sobre él. Ya está, Me va a comer. Pero no, tiró de ellos llevándoles hasta la salida. El aire fresco y la luz del sol fueron como una caricia.

Lo que no tenía claro era qué pasaría con ese gas. Ya tendré tiempo de pensar en eso.

Sedante. Es un condenado sedante. Esos fueron los últimos pensamientos que pasaron por la confusa y atribulada mente de Ryan, sin llegar a razonar antes de caer dormido que varios de los envenenamientos por gases que eran letales no eran sedantes, si no que provocaban somnolencia antes de la muerte por falta de oxígeno. Pero bueno, seguramente se fue más feliz a dormir de ese modo que de cualquier otro.

En su inconsciencia, el subconsciente tomó el control de la ajetreada mente, haciéndole partícipe de un sueño en el que se mezclaban ángeles, demonios, armaduras de alta tecnología y trabajo de oficina, como si fuera una burda sitcom de los 90 sin gracia ni sentido alguno. Pero para una mente que divaga más allá de la razón, aquello tenía sentido y era entretenido. Probablemente algo similar a lo que sentían todos esos desgraciados cuando se tiraban delante de la tele a tragarse cualquier bazofia después de un día de trabajo. Lo que fuera por no pensar. 

Finalmente fue Faith quien sacó a los dos hombres afuera, aunque antes de que se diera la vuelta para volver a la mina sucedieron algunas cosas.

La primera fue que la mujer de la tecnoarmadura dejó de empujar la puerta hacia la salida en el mismo momento en que, como una gacela, Faith se llevó a la gente fuera. Seguramente quería encerrarlos dentro. No parecía especialmente afectada por el sedante, su armadura debía protegerla de gases nocivos de algún modo.

La segunda fue que nada más salir a la rampa que daba al resto del complejo donde estaba situada la mina, les apuntaron con varias escopetas, desde detrás un parapeto de SWATS con escudos antidisturbios. En eso Ryan se libró, ningún arma le apuntaba. No todos los agentes de seguridad llevaban máscaras, pero los que estaban más atrás, cargando las escopetas con botes de gas si lo hacían.

-¡Alto ahí! ¡Las manos donde…JODER QUE COÑO ES ESO! ¡ABRID FUEGO!

Obviamente no se esperaban una mujer lobo sacando dos cuerpos de una mina polvorienta y el que parecía al mando, que estaba bien apretadito entre sus hombres, dio la orden a la misma vez que la pesada puerta que estaba siendo levantada caía a peso muerto contra el suelo. Los botes de gas lacrimógeno cayeron a los pies (y la cara de Ryan) de los presentes.

Acto seguido, aquella figura en armadura salió volando hacia la formación de escudos, estampándose contra estos y mandado a varios agentes al suelo, por no decir a casi todos. Los restantes concentraron el fuego sobre la mayor amenaza visible, disparando sin control alguno a la armadura que chispeaba con cada impacto de bala mientras se alejaba en el cielo, volando a una velocidad definitivamente más lenta de lo que habían visto en la mina, obviamente estaba concentrando el fuego sobre sí misma.

Con el cuerpo lleno de toxinas Nathan finalmente cayó de bruces al suelo, sumiéndose en la inconsciencia tras dejar escapar algunas toses y lágrimas, echar un poco la papilla en el suelo junto a Ryan y finalmente cerrar los ojos.

Faith aún quedaba en pie, como una figura blanca lupina que se dibujaba entre el humo de las granadas de gas lacrimógeno. Delante de una escuadra de unos veinte policías que ahora estaban algo dispersos y centrados en otro objetivo, aunque los de los escudos hacían lo posible por tratar de recuperar la barrera defensiva.

Lo que estaba pasando en el exterior no podía importarle menos a un drogado Ryan que, en estos momentos, soñaba como era transportado por Silver Patriot a un lugar seguro. Aquella noble máquina le llevaba en brazos, aplastando a los monstruitos con su innegable poderío americano, haciendo que tanto Ryan como un águila calva que pasaba por allí soltaran una lagrimita fruto de la emoción y el patriotismo...

La mujer estaba en realidad intentando encerrarnos a todos dentro de la mina con aquel gas que podía tener un millar de efectos secundarios. Estaba a punto de decirle un par de verdades cuando me di cuenta de que la mitad de la policía de la ciudad estaba justo allí apuntándonos con sus armas.

Aquella estúpida se dio a la fuga arrastrando a la mitad de los que estaban en la puerta haciendo guardia.

Si no hubiera sido porque me resultaría imposible alcanzarla a esa velocidad, habría disfrutando abriendo su armadura como una lata. Al menos, eso había abierto una brecha en la barrera defensiva de la pasma.

“Podría matar a media docena antes de que pudieran darse cuenta. Estaría bien sentir sus huesos crujir entre mis colmillos.”

“No, Faith. Relájate.”

“La han dejado escapar después de que tratara de encerrarnos. Deberían pagar su error.”

“Esa es una idea jodidamente mala. Tengo que huír”

“O que matarlos a todos. Entonces se acabarían mis problemas.”

“Acabo de jugarme el culo para salvar a dos personas, no puedo matar a una veintena. TENGO que huír ya. Antes de que pierda el control.”

Aprovechando el momento de distracción, cogí un par de zancadas de impulso corriendo a cuatro patas y traté de saltar sobre los SWAT y dirigirme hacia la parte trasera de la cafetería. Allí podría volver a mi forma humana, vestirme con la ropa que había traído puesta de casa y encerrarme en el baño de empleados fingiendo estar terriblemente asustada. En cuanto la furia de la loba desapareciera, sería muy probable que no necesitara fingir demasiado.

El plan funcionó. Cuando entró en la cafetería por la puerta de atrás parte de los compañeros estaban mirando desde los cristales…o lo que quedaba de estos, a lo que estaba pasando y no prestaron la más mínima atención a Faith, que pasó desnuda y descalza hasta la taquilla, vistiéndose con sus ropas de calle.

La policía después se reagrupó y tras disparar sin éxito contra la mujer de la tecnoarmadura se puso a hacer preguntas, a interrogar aquí y allí y a detener gente aleatoriamente, aunque Faith se libró por ser camarera, como el resto de los empleados de cafetería, aunque no asi los técnicos e ingenieros, que se los llevaron derechos a las furgonetas arrestados.

Emergencias llegó más tarde para atender a heridos y demás, y una simpática ATS le dio a Faith un chocolate calentito y una manta, que parecía algo nerviosa por todo lo sucedido.

Al final la jefa dijo que todo el mundo a casa mientras la policía acordonaba la zona y pedía a todo el mundo irse una vez resolvió un problema gigantesco. Al parecer alguna furgoneta y tal de la policía había tenido problemas, y algunos detenidos se habían fugado en condiciones extrañas, pero eran solo rumores que llegaban hasta el recinto de la mina.

-Ah, mira lo que has conseguido. ¿De qué te ha servido ser un héroe hoy?, de nada. ¿Por qué te molestas? Pensaba que venias a escalar puestos en la cadena alimenticia. Que decepción…No sé. Mírate ahí, tirado en el suelo, a punto de que te pongan unas esposas. Al menos el tipo a tu lado es un militronchi, ese está protegido por lo que es… ¿pero tú?

Era una sensación extraña, como un sueño, donde Nathan estaba sentado en algo, y solo había una lámpara iluminando malamente una mesa. En frente suya venia una voz que resonaba poderosamente en su cabeza. Era un sueño, seguramente.