Partida Rol por web

La agente de seguridad privada miraba a Nathan como si fuera algún tipo de héroe de peli, todo trajeado y entrando a una mina. Infló su chicle y luego lo rumió para calmar algún tipo de nerviosismo que se agitaba dentro de sí misma.

-Abajo puedo agenciarme con algún cargador más y una pistola, no sé si sabrás usar una. Tienes pinta de que si…Lo mismo hace falta, a ver si tu atinas a la cosa esa que se mueve rápido-Decía mientras se echaba a andar al fondo del largo pasillo.

Había un par de focos rotos, pero aun así se veía el lugar una vez alguien se acercaba lo suficiente. Al final del pasillo largo, que debió ser una de las primeras excavaciones de la mina, ahora había un montacargas acoplado a los raíles que habían visto desde el principio de la bajada, lo cual explicaba muchas cosas. Era una parafernalia enorme, seguramente pensada para subir excavadoras, containers y mil cosas más y hacerlo descender hacia las profundidades de la mina. Había un par de esos containers y un vehículo con pala excavadora en este en aquel momento.

-Yo he venido en el trasto este, aunque hay un camino a pie que no te recomiendo para nada. La cosa esa rápida bajó por ahí volando, creo.- Sacó de su cinturón una llave y de un salto se subió al montacargas, acercándose al panel de control e introduciendo la llave. Se dedicaba a mirar un poco como seria la forma inversa de ejecutar ese cacharro, mientras se cambiaba el chicle de lado a lado, gesto que se detuvo cuando más abajó retumbo la caverna, bien apuntalada e iluminada con esas luces naranjas que en realidad no iluminan un comino, trayendo un sonido metálico grande, seguido de otros más pequeños.

-¿Subes?-Dijo mirando a Nathan brevemente mientras seguía inclinada sobre el terminal que no lograba comprender, con ese traje de seguridad que llevaba resaltando sus encantos femeninos, casi parecía una invitación tentadora, si no fuera porque ese montacargas prometía llevarle al mismo infierno.

Para la agente probablemente aquel panel con flechas, indicaciones, y pegatinas nuevas y visibles era un puzzle, pero Nathan entendió, tras un breve vistazo, el significado de todo. Si quería, podía accionar el montacargas para bajar a la mina. Como si todo eso le hubiera costado un pequeño esfuerzo mental, sintió un pequeño pinchazo en la sien. No era nada molesto, solo uno de esos dolores momentáneos que le hacen a uno achicar la mirada.

Era una puta sombra. En cierto modo era gracioso que alguien como él, que tendía a llamar la atención debido a su constitución más bien potente y, ¿por qué no decirlo? también gracias a cierto atractivo y carisma, pudiera casi hacerse invisible de aquel modo. Otro motivo más por el que era la leche, cabía suponer. Siguió a la parejita, más de cerca de lo que podrían sospechar, y fue consciente de todo lo que iba ocurriendo, lo que hizo que le costara reprimir una risita con toda aquella situación.

"Amigo, te lo están poniendo a huevo. Hoy triunfas. Si salís vivos de aquí, claro" pensó con cierta malicia. Ahora había que colarse en aquel ascensor, cosa que no le acababa de hacer gracia. Cabía esperar algo así, claro, a juzgar por las vías. Debía tratarse de minería pesada, lo que implicaba tener que desplazar maquinaria de gran envergadura... Pero en un montacargas podían salir mal muchas cosas en una situación como esta. 

"Pero no hay más cojones. Mejor tener guía y vigilados a los locos de las armas" concluyó con resignación, escabuyéndose dentro del montacargas. Una vez dentro, decidió echar un vistazo somero en busca de una linterna. Quizás en el vehículo del interior hubiera algo. No había motivos para pensar en un fallo eléctrico generalizado en el interior de la mina, al menos aún... Pero nunca se sabía. 

─¿Una pistola? Sí, claro ─mintió. No debe ser tan difícil, ¿no? Cualquier puto niñato del Bronx sabe usarlas cuando son adolescentes. Además, mejor ir armado aquí abajo. Aunque en realidad, Nathan parecía más preocupado por cómo de oscuro se veía ese túnel por el que la tipa de seguridad quería llevarle. Se asomó discretamente mientras la mujer intentaba manipular el sistema de controles y tragó saliva. Negro. Como boca de lobo. Como bajar a lo más oscuro de los abismos del Infierno. Y ahí estaba él, quien había acudido a la puñetera entrevista con la tranquilidad de que lo iba a bordar, y ahora se encontraba metiéndose en el mismo sitio donde un ángel perseguía a una... cosa. 

Dio un largo paso para alejarse del desnivel y miró a su alrededor para intentar localizar al tipo que había entrado con él, pero parecía que se había desvanecido. Se lo habrá pensado mejor. Con un suspiro, subió al montacargas y esperó pacientemente a que la mujer lo encendiera. Tras unos largos segundos en los que terminó masajeándose el puente de la nariz para aliviar el creciente dolor de cabeza que se le estaba poniendo, señaló al panel de control─ Es esa palanca, hacia abajo. Y de esos botones... éste. El verde.

Que no era tan complicado, hombre. Es que últimamente contrataban a cualquiera.

Me despedí del guardia con un asentimiento de cabeza y eché un ojo a la madre a la que le había entregado al chiquillo. No tardé en llegar a la inmensa puerta de acero arrancada. Aquello me hizo plantearme bastantes cosas.

“Faith, tranquilízate. Sólo falta una bestia de cien kilos hecha de furia y colmillos para completar el circo. Relájate.”

Al menos, volvía a tener señal desde el interior de la mina y la voz de la radio me daba cierta sensación de que no estaba totalmente sola en la enorme puerta que sólo conducía a la oscuridad.

- Aquí Faith Kane, empleada de Eriksson. - tampoco necesitaban saber que mi puesto exacto en la empresa era de camarera. Eso no ayudaba. - Alfa once ha salido del recinto para buscar conseguir asistencia médica para los heridos. Me dirijo hacia el montacargas.

Sin duda ellos no sabían que una mujer alada rubia de dos metros de altura con armadura y súperfuerza acababa de entrar en la mina. No tenían ni idea de que la mierda acababa de llegar al ventilador. Casi me entraban ganas de echarme a reír.

Casi.

- Os informo de que ha habido una brecha de seguridad y una intrusa ha penetrado en la mina sin autorización. Estad alerta ahí abajo. - No podía permitirme dar más detalles sin que pensara que una loca le había robado el walkie al guardia. - ¿Cómo está la situación en tu posición, Tango Dieciséis?

Cerca de la entrada se podía ver algo mejor, puesto que el contraste de luces quedaba atrás y eran ahora los focos del pasillo central los que iluminaban la mina, con la excepción de algunos que debían de haberse fundido hace poco.

Más adelante se podía ver la puerta tirada en el suelo junto a bastantes cascotes tanto metálicos como de la propia mina, y el rail central llevaba efectivamente al montacargas. Había agujeros de bala aquí y allí, eso no se le podía escapar a Faith, algunos de los focos se habían apagado por culpa de los balazos, no es que se hubieran fundido, y una garita había sido acribillada a balazos. Había un reguero de casquillos de 9mm desde la entrada a la garita, o desde la garita a la entrada, era difícil distinguir el orden.

Al fondo, en el montacargas, una mujer vestida con un traje de protección bastante ceñido, una chaqueta rosa, y pelo teñido de rosa-azul tocaba un panel de mandos, subida en el montacargas. Junto a ella un hombre trajeado que parecía darle indicaciones, un hombre que Faith no había visto aún en la cantina.

La entrada de alguien nuevo a la mina vino anunciada por el sonido de un walkie bramando las siguientes palabras mientras los ruidos metálicos se sucedían más abajo en las profundidades de la mina, ahora alternándose con disparos de armas, que también se escuchaban en el walkie:

-¡Aquí Tango Dieciséis, una figura alada ha roto el área de contención y se dispone a…a entrar! ¡Ha entrado! ¡Abrimos fuego!

Durante unos breves segundos se pudo oír que efectivamente abrieron fuego, aunque la transmisión del walkie se interrumpió tras aquello.

La agente de seguridad, movida por el nerviosismo se giró hacia las profundidades de la rampa que llevaba a la mina, echó mano a la pistola que llevaba a la cadera y sin pensarlo dos veces vació el cargador:

-¡No te vas a llevar a mis amigos, sucia perra alada! ¡Te veo ahí en el fondo!-Dijo apretando los dientes, y haciendo que los oídos de Nathan, el hombre trajeado, pitaran durante varios segundos.

No solo no había logrado darle a nada en la oscuridad, si no que una de las luces naranjas que iluminaban escasamente el túnel que descendía estalló en añicos.

La mujer siguió apretando el gatillo incluso después de que el arma hiciera ese sonidito tan característico de cuando uno se ha quedado sin munición, y después bajó el arma, intentando ver algo en la oscuridad, a la par que golpeaba el botón de bajada con el puño de su otra mano. Una lucecita naranja que daba vueltas se encendió en el montacargas, y un ruido anunciaba que pronto se movería.

Iniciada secuencia de descenso del montacargas, por favor, despejen la zona y asegúrense de estar en sus puestos.

Una voz pregrabada de mujer anunció el próximo movimiento.

Al apartarse un poco por instinto de la tipa que vaciaba el cargador, pudo ver a Ryan en el montacargas, echando mano al vehículo de la pala-excavadora y haciéndose con una linterna que reposaba en el asiento de este.

Al alargar la mano Ryan pudo finalmente coger una linterna mientras la tipa vaciaba el cargador a la oscuridad. Era una linterna de esas pesadas que iluminan una gran cantidad. Un rápido vistazo permitió a Ryan saber que no tenía pilas. Alguien se había llevado las pilas, que caradura. Esas pilas que tanto duran…

Faith sintió un pinchazo en las sienes, como una de esas breves jaquecas que hacen que uno achique la mirada brevemente. Si era por sentir como su perrazo estaba algo inquieto en casa, la plata de la mina, o el ruido de los disparos…Era difícil de distinguir.

Antes siquiera de que pudiera darse cuenta, la encargada de seguridad había empezado a disparar indiscriminadamente. Completamente acojonado, Nathan se echó a un lado, se encogió y se tapó las orejas con las manos. ¿Pero qué cojones hace? ¿Y por qué tienen que sonar tan fuerte estas mierdas? El eco de la mina lo hacía aún más ensordecedor, así que cuando escuchó el característico click, click, aún resonaba en su cabeza la ráfaga de disparos.

─¿¡En serio!? ─le espetó, con una mezcla de nerviosismo y enfado. No les sobraban armas ni balas, y esa estúpida punki las había desperdiciado disparando a la oscuridad. Lentamente, Nathan se obligó a recuperar la compostura, se incorporó, alisó su traje y suspiró, mirando hacia la entrada de la mina. Parecía que el tipo que había entrado con él estaba buscando una linterna. Bien por él. Se puso los dedos en los labios para lanzar un sonoro silbido y agitó las manos a Ryan─ ¡Eh, figura! ¡Esa linterna nos vendría bien aquí! ¡Vente aquí delante!

"¿Qué clase de degenerado deja linternas sin pilas sueltas por ahí?" pensó Ryan con disgusto, antes de escuchar las detonaciones amplificadas por el eco. ¿No se le habían acabado las balas? Joder, esa chica estaba como una cabra. Sin embargo, mientras miraba en su dirección, se dio cuenta de dos cosas. La primera, que habían mencionado las palabras "área de contención". Eso, a no ser que fuera muy estúpido, solo podía significar que abajo estaban reteniendo algo. Desde una zona radiactiva, al diablo sabría qué.

La segunda, y puede que más importante en ese momento, que el tipo trajeado le estaba mirando directamente. Esbozó una sonrisa cuando reparó en aquello, y levantó las manos, saliendo de detrás de uno de los vehículos que estaba en la plataforma del montacargas.

-Tienes buen ojo, amigo. ¡Nena, no tengo alas así que no me pegues un tiro, ¿vale?!-añadió, acercándose a la pareja. Visto lo visto, puede que estuviera más seguro a la vista que escondido y arriesgándose a llevarse un disparo perdido. Uno de los más de cincuenta que debía haber soltado ya la de seguridad. 

No pude evitar llevarme la mano a la sien a causa de la punzada de dolor. Me tomé unos segundos para tratar de concentrarme en el origen de aquel dolor y, además, conocer dónde se encontraba Hope. Podría tratarse de que mi compañero se hubiera contagiado de mis nervios o la desagradable quemazón de la plata.

“Gran idea Faith. Venir a trabajar a una mina de plata y entrar dentro el primer día.”

Si era a causa de insoportable ruido de los disparos, no tardaría demasiado en pasarse.

No tenía ni idea de lo que estaba pasando allí pero era exactamente lo que el tío del walkie me había dicho que no ocurriera. Y la loca del revólver no me inspiraba demasiada confianza.

- ¡¿Estáis locos?! Han dicho que han detectado una anomalía ahí abajo y esa mujer alada está rompiendo la contención. No tengo demasiada idea de lo que significa exactamente pero no me apetece demasiado comprobarlo.

Posiblemente el uniforme de camarera no ayudara demasiado a darle consistencia a mis palabras pero la situación ya tenía suficiente gravedad como para ignorar un buen consejo.

Ryan miró a la recién llegada, que pudo reconocer como una de las que estaba fuera a pesar de aquellas condenadas luces. La lógica detrás de sus palabras estaba clara, y no podía negarla. Pero sí podía poner las cosas desde otro punto de vista, y eso es lo que hizo.

-Puede ser que estemos locos, no te lo niego. Pero alguien tiene que echar un vistazo y sacar a los heridos, si es que los hay, ya que la ayuda estimo que tardará aún su buena media hora, si no más. Además, no somos los únicos, ya que tú también has entrado a pesar de ser tan peligroso-dijo con una sonrisa y ni una pizca de ironía. Ella también debía tener algún tornillo suelto si había entrado allí. Y vestida de camarera, nada menos. 

─Un primer día de puta madre, ¿eh? ─respondió a Ryan cuando se acercó a ellos. No sabia si tenía buen ojo o no, quizás sólo había sido un golpe de suerte, pero no le dio mayor importancia. Con un tipo duro como él ─ o quizás, tan loco ─ se sentía algo más seguro en aquella oscuridad. Sobre todo ahora que la tarada de la oficial de seguridad había decidido vaciar el cargador. Entonces una tercera persona apareció en escena. ¿Una camarera? ¿Qué cojones...? ¡Ah! Ella es la que tiene el Walkie-Talkie... Ya pensaba que empezaba a escuchar voces─ Eh... sí, guapa. Hemos venido aquí a ayudar. Si no te apetece demasiado comprobar qué hay aquí dentro, ¿qué leches haces viniendo aquí?

Tenía narices la cosa. Con lo bien que se lo estaba montando, y ahora tenía que venir esa tipa a dárselas de niña lista. ¿De qué Dinner se había escapado? ¿O trabajaba en la cantina de la empresa? Si era así, quizás debería tratarla algo mejor, porque aunque no pensaba comer lo que el resto de curritos, algún día necesitaría llevarse algo a la boca de allí dentro y quería evitarse que la chavala le escupiera en el bocadillo.

─Mira, ¿escuchas eso? El montacargas va a bajar ahí dentro y nosotros vamos allí. Y una mano extra siempre viene bien. Si no, quizás sería mejor que te quedaras fuera y organizaras a los heridos.