Partida Rol por web

Había gente que estaba corriendo hacia los coches, otros refugiándose entre estos y mirando al cielo buscando alguna explicación. Del grupo que salió de la cantina, un hombre algo mayor bramaba a pleno pulmón “NOS ATACAN LOS COMUNISTAS”. Ah, los viejos enemigos y la mass media manteniendo al ciudadano medio americano bien lobotomizado…

Todo el mundo había escuchado una explosión en los cielos, aunque nadie había resultado herido, ni caia nada del cielo ni…se apreciaba nada entre las densas nubes.

-¡Por favor pónganse todos a cubierto!-El hombre que estaba junto a la barrera que impedia el acceso al recinto se puso a dar indicaciones a la gente que salía desde la oficina a curiosear.

Un ruido espeluznante sucedió a aquella explosión de sonido en el aire, como si un avión se precipitara sobre la propia mina, pero en los cielos solo había…nada. Hasta que de repente una figura humanoide y alada se paró en seco, allí, en mitad del aire; su parada solo trajo un boom sónico que levantó del suelo polvo e hizo temblar la suspensión de algunos vehículos del aparcamiento, amén de arrancarle la gorra del cogote a un tipo que estaba refugiado entre dos coches.

Y comenzó la fiesta. La alarma de tres coches empezó a sonar.

WIU WIU WIU.

Y ya no se escuchaba al de seguridad dar órdenes.

Y la gente empezó a perder los nervios.

La figura alada esgrimía una lanza en sus manos, aferrándola con la fuerza y autoridad de un ser divino chapado en armadura, su cuerpo, porque su mirada era imposible de distinguir desde esa distancia, aproximadamente a un décimo piso de altura del suelo,  estaba enfocado hacia la puerta de la mina que amenazaba con abrirse en cualquier momento.

La misma figura explotó en un boom supersónico, dejando tras de sí una nube de vapor condensado. ¿Se había desmaterializado? La mayoría de la gente dejó de darle importancia a aquello, todo el mundo corrió a ponerse a cubierto si es que tenía donde hacerlo, la gente arranco sus coches y el conductor de una pickup se llevó por delante la barrera de seguridad del recinto tras que el hombre de seguridad tuviera que apartarse y rodar por los suelos para evitar ser atropellado “Vaya puto día de mierda” decía su careto al aterrizar contra el suelo.

Cosa que no sirvió para nada, porque el atasco seguía ahí fuera y la pickup se comió un utilitario de frente, los airbags saltaron y ambos conductores fueron mandados a dormir tras el impacto. Los que iban detrás del valiente frenaron en seco, la gente que estaba haciendo cola en el edificio se puso a refugio…aunque aún quedaba algún valiente mirando atónito que cojones estaba pasando.

La figura alada debió pasar a una velocidad supersónica cerca de Ryan, que andaba bajando la pequeña cuesta hacia la mina, porque tanto él como un par de ingenieros y dos tipos con mono de trabajo acabaron por los suelos, rodando un par de metros y desparramando todo lo que llevaban encima por el asfalto. Un casco, un móvil, unos papeles con una foto impresa…

La figura por fin podía verse más claramente, especialmente porque se detuvo en seco contra la puerta que en teoría, debería abrirse en unos cinco minutos o así tras la alarma. Un estruendo metálico sonó cuando ese ser alado estampo su greba metálica contra la pesada compuerta de acero, la abollo, hizo que los goznes se salieran de sus ejes y mando la compuerta hacia dentro, desencajada completamente del marco de tierra que la sujetaba, o que sujetaba, porque parte del lateral y techo de la mina decidieron entrar dentro de la mina, aun encajados con la puerta.

Batió sus alas para despejar la polvareda que había armado, y como siendo consciente por primera vez de la vida alrededor suya, se giró.

Unos ojos morados, henchidos de poder, observaron a los valientes que aún se hallaban dentro del recinto, en el exterior. Su expresión era una de repentina sorpresa. Esos dos metros de mujer alada estaban sorprendidos de ver gente allí. Y la luz purpurea de sus ojos se apagó mientras observaba el caos que había ocasionado, flotaba en el aire sin batir sus alas ya, con la luz de la mañana casualmente filtrándose por el nublado cielo solo para arrancar destellos de su laboriosa armadura y sobre todo de la bien trabajada lanza en sus manos. Estaba claro era una presencia divina, y estaba analizando si había algún muerto en la zona. Un suspiro escapó de sus labios al ver que nadie había fallecido.

Lo último que le había llegado al móvil ya le había extrañado algo, así como la pérdida de cobertura. Su mente, quizás demasiado paranoica, ya había empezado a dar vueltas a ambos sucesos, llegando a conclusiones poco alentadoras... Pero ninguna tenía nada que ver con la figura que aparecía en la entrada de la mina. Figura que le había volcado, sin duda debido a la terrible velocidad que alcanzaba, y que ahora examinaba la zona. 

"Hostia puta" fue lo primero que pensó. Lo segundo, tras reprimir un impulso de huida que sabía de sobra que era inútil, fue que aquello era una anécdota de la leche para un posible primer día de trabajo. Si es que quedaba algo en que trabajar cuando aquel... ¿Ángel? Hubiera acabado con la mina, claro. Recuperó sus cosas del suelo, dando gracias por no estar herido, y observó la escena. No sin antes buscar cobertura, claro. Puede que los tuviera cuadrados, pero no era gilipollas. 

Después de que me compañera me sacara a empellones del local, estaba demasiado aturdida como para entender realmente lo que pasaba. Antes de que tuviera tiempo de hacer nada, la figura alada apareció de los cielos. Aquello ya era demasiado absurdo, incluso para una persona que había vivido una vida como la mía. Afortunadamente, mi asombrosa capacidad de síntesis me permitiría resumir toda la situación actual en una simple palabra.

- Mierda... - fue lo único que atiné a decir.

El corazón me latía a mil por hora y no era tan estúpida como para no estar asustada. Traté de respirar regularmente, manteniendo mis instintos bajo control. Fue entonces cuando los coches comenzaron a moverse y chocar los unos con los otros. Posiblemente hubiera algunos heridos aunque parecía que no había muerto nadie... por ahora.

No era una heroína pero había visto que aún quedaban algunos niños en el recinto y no podía ver desde aquí a los tripulantes de los coches. Me preocupaban. Si me quedaba quieta podía sucumbir al miedo o los nervios. Tenía que moverme. Sin perder de vista al ser alado, corrí hacia el accidente.

El sonido de una gran hoja de cristal fragmentándose en mil pedazos contra el suelo acompañó el lento y titubeante avanzar de Nathan hacia el exterior de las oficinas. Sobre un inmaculado traje negro había algo de polvo blanco que se había desprendido del techo tras la explosión, pero el joven estaba demasiado ocupado manteniendo la boca abierta y la mirada fija en aquella — ¿monstruosa? ¿maravillosa? ¿increíble? — criatura que flotaba sobre ellos como si la hubieran sacado de las páginas de la Biblia. Su cerebro trabajaba a marchas forzadas para ayudarle a comprender que aquello era real y no un producto de su imaginación, y sólo tuvo que echar un rápido vistazo a su alrededor para corroborar que no era el único que veía la figura alada. Es un ángel. Un puñetero ángel.

Una persona religiosa habría atado cabos y habría imaginado que el Fin de los Días había llegado y que era hora de hacer el papeleo que se iban a ir todos al Infierno. Pero Nathan era más bien un tipo racional que parecía querer buscar los cables, la proyección holográfica y la máquina de humo, todo sin éxito. Porque había cosas que se podían amañar, pero que una puerta como aquella fuera derribada de una patada era harina de otro costal. No lo entiendo.

Esa figura alada miraba a todos con movimientos muy rápidos de su cuerpo, se inclinaba aquí y allí como si el aire fuera un medio más por el cual moverse a total libertad. Sus labios se abrieron entonces para dejar salir una voz potente aunque no ultraterrena, estaba alzando la voz cual persona normal, eso sí, desde una posición bastante ventajosa para hacerlo como era el aire donde flotaba.

-¡Tranquilos mis amados anthrópous! ¡Zephyria está aquí para salvaros del temido mal, el viento del oeste os resguarda en este glorioso día de Máio!- Era como si tuviera la capacidad de hablar un perfecto inglés, aunque hubiera colado dos palabras algo extrañas aquí y allí.

Dicho aquello y con total teatralidad aferró la lanza de nuevo con ambas manos e hizo un giro envolviéndose de sus alas, encarando de nuevo la mina. Era como ver a una de las mejores bailarinas, solo que esta lo hacía todo con una armadura que había aguantado un patadón a una compuerta reforzada, y se movía en el aire como quien lo maneja a voluntad.

Hubo un chasquido sónico cuando decidió volar dentro de aquella mina, lanza por delante, pero esta vez no rompió ningún tipo de barrera del sonido ni hizo volar nada, ni rodar nada. Estaba siendo considerada con los anthrópous de fuera. El polvo en torno a la entrada se dispersó lentamente y las alarmas de los coches murieron lentamente. Algunas de las personas trataban de usar el teléfono para avisar a emergencias, llamar a su abogado, O ALGO. Pero no parecía haber ningún tipo de cobertura en la zona, excepto quizá la del walkie del agente de seguridad que bramaba algunas voces mientras se movía entre vehículo y vehículo comprobando los daños.

Faith pronto alcanzó al encargado de seguridad, que estaba delante del redneck de turno comiendo airbag en su pickup. La mujer que conducía el utilitario también había comido airbag y estaba en el quinto sueño. Detrás había un niño en su silla para niños, llorando confuso, pero en buen estado. Al menos su madre había sido lo suficiente responsable como para usar una de esas sillas.

Detrás había algunas colisiones menores, un par de idiotas discutiendo al fondo, que se giraron para ver al resto de la gente pasmada mirando hacia la mina. El resto se había bajado del vehículo y tras una breve inspección para saber que ellos mismos estaban bien, estaban preguntándose si lo que acababa de pasar había sido real.

El niño debió de ver algo maternal en Faith, porque pese a tener unos cuatro años, alargo sus manitas hacia esta, lloriqueando. No podía ver a su madre con el asiento delante, pero el estallido del airbag le habría asustado.

Para Ryan y Nathan la perspectiva fue algo diferente, dado que si podían ver la entrada de la mina desde donde estaban, cuando el polvo se asentó se pudieron ver algunas luces de emergencia y varios focos iluminando la, de otra manera, oscura cavidad que había nutrido la ciudad de prosperidad en el pasado. Era un pasillo largo con una vía de tren en el centro, pasarelas a los lados y roca reforzada con vigas de acero resistentes, un hombre con una bata y un casco salió con otro en un mono de trabajo a cuestas. Ninguno de los dos parecía seriamente herido, pese a lo rasgado de sus ropas y lo agrietado de sus cascos.

-¡Que alguien llame a la policía, emergencias, bomberos…algo! ¡He escuchado disparos ahí dentro!-Dijo el hombre de bata y casco, alarmado.

Esto es de locos. Nathan no daba crédito a lo que estaba viendo. Si la sola visión de aquella extraordinaria criatura ya escapaba de lo racional y lo lógico, ¡ahora se estaba dirigiendo a ellos en perfecto inglés! Bueno, había palabras que no entendía del todo, pero apenas si estaba prestando atención porque el joven estaba perdido en la majestuosidad de aquellos brillantes ojos. Era una imagen casi hipnótica.

Y de repente... desapareció dentro de la mina.

Dejar de deleitarse con aquel ángel rompió el estado de pasmo en el que se encontraba Nathan, que entonces empezó a caer en la cuenta de que se encontraba en una zona en la que había heridos y gente en peligro. Sin pensarlo debidamente, impulsado por esa solidaridad inconsciente que impulsaba a aquellos que se habían visto envueltos en graves y terroríficos incidentes, se dirigió hacia la entrada de la mina para ayudar al tipo de la bata. No se preguntó qué hacía un científico en una mina, ya habría tiempo para ello.

— ¿Están ustedes bien? ¿Hay más gente en el interior? —dijo, mientras echaba mano a su teléfono, sólo para comprobar que no había cobertura alguna. ¿Qué estaba pasando allí?

Aquello estuvo peligrosamente cerca de ser demasiado. ¿Qué diablos era aquella figura? ¿A qué mal se refería? Todas esas preguntas, y otras tantas, como por qué le había parecido buena idea abandonar su anterior trabajo justo ahora, se agolpaban en la mente de Ryan. Pero tenía que reaccionar. Quedarse paralizado por el shock es de las cosas que te cuesta la vida. Se acercó con paso prudente a los hombres que salían de la mina, del mismo modo que hizo ese hombre con traje.

Sea cual sea el mal al que se refería esa presencia angelical, debía creer que se encontraba ahí dentro. 

-Si hay disparos, tiene que haber más gente dentro-respondió al hombre del traje, adelantándose a una respuesta que le parecía evidente-y lo siento amigo, pero no hay cobertura. Puede que la ayuda llegue pronto, pero no llamada desde aquí. 

El asunto es que algo habría que hacer hasta entonces, o puede que hubiera que lamentar víctimas llegado el caso.

-Joder. Alguien va a tener que entrar ahí y echar un vistazo-dijo, mirando con cierta aprensión a la entrada de la mina. Aunque sabía que debía hacerlo, tanto por intentar sacar a cualquier herido, como por saciar su curiosidad. No era muy normal que hubiera armas de fuego en el interior de una mina. De hecho, esa clase de cosas podían salir caras con las bolsas de gas y otras posibles sorpresas, así que ¿a qué estaban jugando?

-Dadme uno de vuestros cascos y voy a echar un vistazo-dijo el hombre, tendiendo la mano a los dos hombres que salían de allí. Aún estando medio rotos, puede que le protegieran de algún pequeño derrumbe, y era mejor que no llevar nada. Con el casco o sin él, empezó a moverse hacia la entrada con toda la discreción que pudo, para averiguar qué diablos estaba pasando allí. 

Parecía que le había caído en gracia al chiquillo a pesar de que yo no tenía ni el más mínimo instinto maternal. Respiré profundamente, no sólo para suspirar sino para ver si notaba alguna clase de olor a gasolina. Aunque el golpe no había sido demasiado fuerte, en las películas los coches explotaban por menos y la situación hacía rato que había superado a la ciencia ficción.

Desaté al niño de la sillita y lo cogí en brazos con un leve gruñido.

“No sé qué le dan a los niños que cada vez son más grandes...”

- Tápate los oíditos, cariño. - le dije al pequeño mientras le daba saltitos en mis brazos para intentar calmarlo. - ¡Pida refuerzos o algo! - grité algo desesperada al guardia mientras veía a todo el mundo correteando y buscando cobertura. - No será el único guardia de todo el complejo y el walkie no será de pega, ¿no?

Dejé que el pobre hombre hiciera la digestión de lo que le había dicho. Estaba pagando mis nervios con el pobre hombre pero necesitaba desahogarme para mantenerme bajo control. Le dediqué una sonrisa nerviosa al niño y me dirigí a la parte delantera del coche para tratar de despertar a su madre.

- Vamos a ver si despertamos a mamá... Parece que está cansada.

—Sí... claro —fue la única respuesta que le dio al otro tipo que se había aproximado a la entrada de la mina mientras guardaba el teléfono móvil. Me ha tenido que tocar el listo de la empresa. Aunque tenía que reconocer que estaba sobrepasado por la situación y no pensaba con claridad. Explosiones, ángeles, tiroteos... un día de puta madre— Espera... ¿vas a entrar ahí dentro?

Intentó cogerle del brazo, pero detuvo el gesto en el último momento. ¿Acaso era el único que había visto esa criatura con alas, armadura y lanza chisporroteante? ¿El tipo estaba loco? ¿O se estaba dejando llevar por la misma y estúpida necesidad de ayudar a los demás que le había empujado a él a acercarse al único puñetero sitio del que debía estar alejándose? La madre que me parió.

—Joder... voy contigo, venga —ya encontraría un casco dentro. O eso esperaba. Lo único que le faltaba era que le cayera encima una roca y le desgraciara.

-Si…si…por un momento nos desmayamos pero ya casi salíamos fuera y …estamos bien los dos, solo un poco aturdidos…-Miró a su compañero que asintió, estaba algo pálido por el shock, pero parecía en buen estado.

No tardaron mucho en darle su casco a Ryan, que parecía bastante dispuesto a ver que estaba pasando ahí dentro. Estaba algo agrietado, como si le hubiera caído un pedrusco encima, pero aún conservaba esa carcasa estructural que le hacía a uno sentir como si tuviera un arnés en el cráneo.

Ryan hizo acto de presencia en la entrada a la mina. Paredes con grandes vigas de metal soportaban unas pasarelas de metal que se encontraban en un estado renovado, y pronto empezó a pisar suelo metálico, aunque el hombre hizo milagros al caminar por este, desviándose a un lado de donde había cascotes por todas partes por culpa de la puerta que había volado y se encontraba unos metros –bastantes- más adelante.

La alarma de apertura se había detenido ya, y aunque las luces de emergencia aun daban vueltas en las paredes el ruido había remitido. Nathan finalmente siguió a Ryan dentro, aunque lo perdió de vista entre algunas vagonetas abandonadas y unos pedruscos grandes alojados cerca de la entrada. Hubo un par más de disparos dentro, eran cercanos a la entrada, alguien debía estar cubriendo su propia retirada con estos hasta que el sonido de encasquillamiento, o de que se había acabado el cargador, se produjo. Por supuesto, esa persona se dio cuenta de la presencia del hombre trajeado con el casco que este acababa de recoger del suelo, aunque no de la de Ryan.

-Joder, ¿has visto eso?, le he intentado atinar un balazo y se movía como si fuera …yo que sé, ¡un mazo de rápido!-La mujer masticaba goma de mascar pese a la situación, ajustándose un par de gafas de sol sobre el pelo teñido de rosa-azul mientras la otra mano sujetaba un subfusil MP5 que aún humeaba por el cañón. Había toda una ristra de casquillos desde justo bajo sus pies hasta el final del amplio pasillo que daba a la mina de Calebourne, donde otro par de pesadas puertas metálicas estaban abiertas esta vez al método tradicional, es decir, de par en par y hacia delante.

De repente se giró hacia Nathan:- ¿has venido a ayudar?, Eriksson está ahí dentro, y joder, ¡no sé qué era esa cosa pero va directa a donde “la esa”!-Dijo algo nerviosa mirando de vuelta al otro lado de la sala- Y me he quedado sin una sola bala.- Apretó el gatillo del arma haciendo sonar el característico “chick” para dar énfasis a su última frase.

No había que ser un genio para ver que había errado todos y cada uno de los disparos. Había varios arcos de balas en una de las puertas, otro en una pequeña garita que había tenido cristales en algún momento y ahora era más bien como contemplar un Picasso cristalino, lleno de agujeros de bala, y luego el ultimo cargador había sido repartido aquí y allí cargándose algunos focos, dificultando la visión según uno se acercaba a los portones abiertos.

El guardia de seguridad reaccionó y volvió a coger su walkie, alejándose del coche y asintiendo a Faith, seguramente agradeciendo la ayuda.

-Aquí Alfa Once, ¿me reciben?

Silencio.

-Aquí Alfa Once, ¿me reciben?

El niño se acomodó en brazos de Faith, aunque meneaba la cabeza aquí y allí para ver a su madre con desesperación.

-Aquí Tango Dieciséis. Alto y claro, ¿Qué está sucediendo?

-Algo ha entrado en la mina y ha causado varios accidentes de tráfico, no hay muertos pero hay algunos heridos. ¿Qué sucede por allí?

En el asiento de delante la madre del niño parecía estar recostada sobre el volante ahora que la bolsa de seguridad se había deshinchado lo suficiente. Pronto besaría el claxon.

-Estamos en estado de contención a las órdenes de Eriksson, se ha producido una anomalía. Estamos esperando que Eriksson evalúe el riesgo.

O no, porque finalmente esa mujer pareció volver en sí, algo aturdida. Su mirada fue aquí y allí, y primero localizó una figura borrosa, que más tarde reconoció como su propio hijo. Por como achicaba la mirada y la marca que tenía en torno a los ojos, el airbag debía haber destruido sus gafas y no veía ni tres en un burro.

-Que….¿ha pasado?-Preguntó mirando a Faith, y luego reconoció que portaba algo más. Se giró un mucho en su asiento y miro a la silla donde faltaba el niño y pareció reconocerlo en brazos de Faith.

-¡Constantine!

El niño tenía una expresión de confusión en su rostro, porque su madre parecía haber salido de una maratón y tenía el dibujo de unas gafas grabado a sangre en torno a sus ojos, pero parecía sonreír un poco de ver a su mamá al menos responder.

El walkie seguía hablando.

-Alguien ha salido de contención en vuestra dirección. Escolta, pelo rosa, ¿la habéis visto Alfa Once?

-Nada por aquí, pero estoy pasado el control de entrada al recinto, hay un accidente grave y estamos esperando a emergencias. ¿Habéis podido contactar fuera del recinto?

-No Alfa Once, hemos tenido inter…

-¿Tango Dieciséis? ¿Tango Dieciséis, me recibe? Joder.-El agente de seguridad se giró para ver que la niña y el niño estuvieran bien, miraba el walkie con impotencia.-Tengo que salir e ir a buscar cobertura para llamar a una ambulancia al menos- El hombre se echó sobre el capó de un vehiculo para cruzar al otro y acercarse a la garita. Al menos estaba tomando la iniciativa para resolver la mierda que estaba empezando a amontonarse en su puerta.

Con expresión de disgusto, Nathan intentaba infructuosamente retirar el polvo del casco, aunque algo le decía que, si sobrevivía a todo aquello, el traje también podía terminar en el cubo de la basura. Allí había tierra, barro y polvo por todas partes, y en cuanto había recorrido cinco pasos ya tenía manchados los zapatos y el bajo de los pantalones. Qué puta mierda. ¿Qué estás haciendo, Nate?

La aparición de la llamativa agente de seguridad provocó un respingo en el neoyorquino, que ya no sabía qué esperar saliendo de las entrañas de la mina. Que la mujer fuera armada tampoco le tranquilizó. Que dijera que había estado disparando a algo no ayudaba lo más mínimo. Sólo tenía que ver el despliegue de desperfectos a su alrededor para saber que, fuera lo que fuera... Ostia. Una bombilla se encendió en su cabeza. ¿Será eso a por lo que vino el ángel?

—Eso me pregunto yo, qué estoy haciendo aquí —masculló. Al menos la pelirrosa le ahorró una pregunta: había gente en su interior— ¿Eriksson? ¿El jefe de esto?

Eso era una oportunidad. Una oportunidad de las buenas. El trabajo estaba casi seguro, sí. Pero si movía el culo y conseguía sacar al dueño de la empresa de una situación de peligro como aquella, le estaría TAN agradecido... Pasaría de un trabajo de oficina a... no sé, ¿directivo? Nunca había que desperdiciar una buena mano cuando no te quedaban muchas fichas con las que apostar.

—Sí, sí, he venido a ayudar. ¿Dónde se ha metido el otro tipo que ha entrado antes? Vamos a salvar al jefe —respondió, sin creerse mucho sus propias palabras.

Iba a seguirle alguien. Aquello era inesperado, y más por parte del tipo del traje. No esperaba que nadie estuviera tan loco o le echara tantas pelotas como él, que seguía pensando que en el fondo aquello era una idea terrible y que le faltaba un tornillo. Pero bueno, otra persona más no molestaría demasiado. O quizás sí, pero no podía impedirle que le siguiera ni le parecía que hubiera tiempo para discutir.

-Muy bien, amigo. Fíjate en donde pisas, ve con mil ojos... Y si hay disparos, corre hacia lo más sólido que encuentres y te pones detrás-dijo Ryan, echando a andar hacia la mina a mitad de frase. La condenada mina. La aparición de aquella cosa hacía que aquel asunto oliera mal. ¿Quizás los conspiranoicos tenían razón? A estas alturas de la vida no iba a ponerse a creer en reptilianos o alienígenas, pero claro, tampoco creía en ángeles y ahí abajo había uno. Avanzando a buen paso y casi como una sombra, pronto desapareció de la vista dentro de la mina...

... Y tras las vagonetas, vio a la tipa de seguridad y como Nathan entraba. Las buenas noticias es que nadie iba a llevarse un tiro. Las malas, que la seguridad no prometía mucho. Parecía una pandillera, o alguien sacado de esas pelis y videojuegos rollo cyberpunk, con ese pelo y esa ropa. Desde luego, no la clase de seguridad que cabría esperar en una empresa importante. Aunque claro, estaba siendo el día de lo espontáneo, así que suponía que encajaba en la tónica general. 

"Empiezo a pensar que podría haber venido vestido de Silver Patriot a la entrevista y no desentonaría" pensó con acidez, parando para escuchar la conversación. Eriksson estaba dentro, eso ya lo suponía. El término "la esa" era demasiado ambiguo, pero sonaba a lo que sea que ocultaran en aquel lugar. Porque, a estas alturas, era evidente que ocultaban algo, aunque aún no sabía el qué. Pero más le valía averiguarlo. 

"Bueno colega, espero que puedas apañártelas, porque alguien tiene que ver qué demonios pasa y si Eriksson sigue viva" pensó, antes de seguir avanzando. Simplemente debía seguir las luces y las vías de tren, el trazado más nuevo, que a la fuerza debía ser el instalado por la empresa nórdica. 

Al menos la señora estaba despertando y el de seguridad intentaba hacer su trabajo.

- ¿Ves? Mamá está despierta. Sólo un poco cansada del susto. - dije intentando poner una voz amable. Luego me giré hacia la señora. - El niño estaba llorando y quería comprobar que estaba bien. Aquí lo tiene, está bien.

No dudé el soltarle al enano en cuanto estuvo en disposición de coger al niño. Mientras tanto, trataba de no perder detalle sobre lo que sonaba la radio del guardia. Al parecer, la situación ya era mala y todavía no habían encontrado a la loca alada supersónica.

- ¡Si vas a alejarte, déjame el walkie! - grité al pobre guardia de seguridad. - Intentaré contactar con los de abajo y ver que coño está pasando.

Si me lo daba, me acercaría a la entrada de la mina intentando encontrar algún punto donde contactar con la gente que se encontraba dentro.

La mujer aceptó al niño en brazos y murmuró un gracias en español, aunque no se la notaba, debia ser chicana por esa expresión.

El guardia de seguridad miró a Faith tras tomarle el pulso al idiota de la pickup, darle un par de tortas, y despertarlo más o menos. Por un momento pareció rumiar una respuesta, tensando la mandíbula, pero luego pareció recordar que Faith también era una empleada, y le tendió el walkie a la mujer.

-Intenta no confundirlos más.-Dijo antes de salir corriendo de aquí para allá con las llaves de un coche en la mano.

Más adelante, en la caravana, la gente había empezado a volver a la realidad y corría en dirección contraria a la mina, abandonando vehículos si era necesario, en algunos casos. Otros se refugiaban en los mismos y esperaban que algo sucediera. Reinaba la confusión.

Los pasos de Faith la llevaron a la entrada de la mina.

El walkie sonó de nuevo.

-¿Alfa Once me recibe? Evite por todos los medios que nadie use el montacargas, sabemos que alguien de dentro lo ha sacado fuera. ¿Alfa Once?

Delante de ella el panorama no era mucho mejor que atrás, había un par de trabajadores moviéndose hasta el edificio de oficinas, y este había optado por cerrar las puertas, con una gran multitud de gente dentro, y no admitir a nadie mas dentro.

El acceso a la mina estaba tal y como lo habían dejado antes. Con una puerta arrancada de cuajo y la otra sin abrir, y la luz de los focos hacían un claroscuro considerable, no dejando ver mucho mas allá de la propia entrada.