La persecución continúa

A la mañana siguiente, tras un frugal desayuno, regresaron a la casa de Brunilda para seguir las pistas dejadas por aquellas huellas que Baldbrand había descubierto. El rastro iba bordeando los límites de Vado de Piedra hasta llegar al muelle donde había amarradas unos cuantos botes que permitían a los habitantes de aquel pueblo cruzar el Gran Río sin necesidad de remontar los kilómetros que los separaban del Viejo Vado. 

Antaño aquel pueblo había tenido el privilegio de contar con su propio vado, de ahí el nombre de que hacía gala el lugar, pero ahora el cauce del Anduin había cambiado y aquel vado se había perdido convirtiéndose en un lugar demasiado profundo para cruzarlo a pie. Por ello tenían que hacer uso de aquellos botes. En la otra orilla, tras cruzar el inmenso caudal del río, había otro muelle donde con otros tantos botes. En el muelle de Vado de Piedra se percataron de que todos los postes contaban con un bote amarrado, a excepción de uno que se encontraba vacío. 

Vanwa estaba meditabundo. Visitar la cabaña le había generado sentimientos encontrados. Por una parte, el hecho de estar tan abandonada, le decepcionó, pero por otra parte le pareció hermoso. Hermoso como la naturaleza había convertido en poesía natural el abandono del lugar. Como aquella hsitoria de amor construida allí había sido ocupada por la maleza del abandono y la desidia. La falta de cuidados había destruido aquel recuerdo de juventud. había cierta poesía en todo aquello. Nada dijo, por eso. Conocía a sus compañeros de viaje lo suficiente como saber que noiban a apreciar su precioso descubrimiento. bueno, Miriel sí, pero imaginaba la ya cara de perplejidad de Welf, el resoplido de Ainar o los gruñidos malhumorados de Baldbrand. Reía bajo el bigote al imaginar aquellas reacciones, de hecho.

Llegaron hasta los botes y aquello era obvio en su simplicidad. ¿Habría cogido Odorico el bote que faltaba?

Vanwa preguntó a la serpeante corriente del Anduin sobre aquel bote y sus ocupantes, pero el agua cantarina nunca se detenía, y al parecer tenía prisa, por lo que no prestó mucha antención a las preguntas del elfo, y a fin de cuentas era un bote. poco le interesba si lo que iba dentro era un hombe o un cerdo. ya ni preguntemos de si era Odorico. ¿Qué podía saber el Anduin de ese humano? ¿Qué era para un río que había visto los albores de la Primera Edad la presencia de un mortal en sus aguas? Producto de un parpadeo.

- Poco dice el Anduin de lo acontecido aquí. No parece interesarle mucho, pero lo lógico es que haya ido corriente abajo. Si alguien de aquí nos puede confirmar que ha sido sustraido, supongo que descendiendo corriente abajo, acabaremos encontrádnonos con el bote en un margen de rio...- Comentó el elfo, señalando lo obvio.

El joven beórnida se había mostrado bastante callado durante el periodo de tiempo que había pasado entre la marcha de casa de Brunilda y el posterior descanso. Que Odorico les hubiera vuelto a dar esquinazo y posiblemente les llevara varios días, no parecía que le hubiera sentado muy bien... eso o quizá su "encontronazo" con la mujer.

Al llegar al muelle, se unió al resto de sus compañeros para intentar esclarecer lo ocurrido, pero llegó a la misma conclusión que el elfo.

-Tiene sentido... O podría haber cruzado al otro lado y haber dejado que la corriente se llevara la embarcación. No estaría de más, no sólo preguntar a alguien, sino también mirar al otro lado por si nos la hubiera jugado. -estaba claro que Baldbrand ya no pensaba demasiado bien de su presa.

Creo que le presuponeis demasiadas sutilezas a alguien que hasta ahora no ha dado muestras de ellas en ningún momento. Desde que le seguimos no ha ocultado su rastro, ha venido al que era su hogar a buscar a la única persona que le tenía verdadero aprecio. Ahora quiere irse lejos y eso ha hecho. ¿Porqué iba a buscar engaños justo ahora? Hasta donde sabemos ignora que le seguimos, creo que habrá dado prioridad a alejarse antes de cualquier otra cosa. 

De todas maneras deberíamos pedir permiso para llevarnos un par de barcas. En ese tiempo puedo mirar la otra orilla.

Comenzó a quitarse la ropa y dejo su equipo junto a una de las barcas y mientras Baldbrand iba a hablar cruzó el río para buscar huellas al otro lado

Vanwa trató de sacarle algo de información a las aguas del río, pero éstas pasaban inexorablemente sin detenerse ni un segundo a conversar con nadie. Bastante tenían con los peces, las rocas y el resto del lecho del río. Además de que un humano cruzando el Anduin era como una mota de polvo en la inmensidad de una vieja biblioteca, no muy distinta de otras de su tipo, ni lo suficientemente interesante como para prestarle atención. 

Welf se pensó en cruzar el río a nado, y aunque la frenética corriente del Anduin se ralentizaba al acercarse a las marismas de los Campos Gladios la tarea no sería sencilla y pondría a prueba sus habilidades como nadador. El Gran Río era inmensamente ancho, y por su caudal bajaban cantidades de agua enormes. Había zonas donde el agua fluía más lenta, y otras donde lo hacía más rápida, corrientes diferentes, remolinos, pozos peligrosos capaces de absorberte... Cruzar una corriente así era todo un desafío para un buen nadador. 

El encargado de custodiar los muelles salió a recibirles poco después de su llegada al lugar, y les confirmó que efectivamente desde hacía unos días le faltaba un bote. Por otro lado no tuvo reparos en prestarles uno o dos de los botes para poder cruzar. Era un servicio que guardaban solo para los habitantes de Vado de Piedra, o para aquellos que pagaran una pequeña suma, pero siendo enviados del propio Beorn les dejaría usar los botes sin coste alguno.

—Siempre y cuando me los dejen bien amarrados en el otro embarcadero. No quiero perder más botes —les exigió como condición. 

Ainar miraba el agua, y escuchaba el sonido, y pensaba y repensaba qué argumento podría utilizar para que tomaran otro camino. Resopló. Era obvio que había pasado por allí Odorico, dudaba como Welf de que hubiera hecho alguna estratagema para despistarlos, ya que dudaba de que supiera que lo estaban haciendo.

-¿Y si sigo hasta el próximo vado, tal vez con Miriel, Vanwa o incluso Balbrand, y así cubrimos más terreno?- preguntó aparentando tranquilidad, aunque se podía percibir su nerviosismo cada vez que miraba hacia los botes -Además... no querría hundir uno de esos botes endebles- y se dio cuenta del encargado del embarcadero -Sin faltarle el respeto, claro, es sólo que... digamos... soy robusto y voy cargado- dijo levantando un poco el hacha y señalando su armadura -No es por sus botes, aclaro-

Cuando iba a arrojarse al agua escuchó a Ainar y se vio a si mismo a punto de hacer una locura. Esto no son los remansos del Anduin que yo conozco se dijo

Yo no puedo nadar hasta el otro lado pero si puedo llevarte en un bote con seguridad Maese Ainar, no tiene mucha complicación mientras evitemos los rápidos y repartamos la carga.

Ven, vamos a probar ahora que están atados y verás lo seguros que son.

-No estaría tan seguro de lo que dices Welf. -dijo Baldbrand serio. Estaba claro que Odorico temía que le estuvieran siguiendo. Había robado el dinero, había robado la espada, había dejado los cuerpos de Merovech y su compañero a merced de los elementos y, sobre todo, había faltado a su deber de enfrentar sus actos frente a Beorn. Robar una barca se sumaba a sus delitos.

Refunfuñó un poco, pero luego suavizó su rostro al ver las dudas del enano al asunto de ir andando.

-Maese Ainar, haced caso. Andando no cubriremos la misma distancia que en bote y a favor de la corriente. Si no queréis inspeccionar el otro lado, podemos descender el río dividiendonos en dos botes y estando alerta cada grupo a un margen del Anduin. -terminó por decir para luego virar su atención hacia el encargado del muelle.

-Me temo, maese encargado, que necesitamos que nos preste los botes un poco más. Precisamente estamos buscando a quien os ha robado el bote. Con un poco de suerte, no sólo os traeremos no perdéreis los dos botes sino que recuperareis el que habéis perdido. -terminó de decir de forma sincera.

Luego miró al resto para ver si habían decidido algo y si finalmente el enano quedaba convencido.

La mirada de Ainar, que iba de Welf al bote, del bote al río, y del río a Welf, podía llegar a interpretarse como que confiaba en Welf... pero desconfiaba más del bote y el río.

-...evitemos los rápidos...- repitió medio ausente -¿Sabes cuáles son los rápidos?- preguntó mirando hacia el río, queriendo identificar por si era fácil o no encontrarlos.

Lo de la carga era fácil, sólo que él probablemente era el más pesado y cargado de todos...

El elfo se reía (por dentro, claro) ante los miedos de Ainar.- Bueno, bueno. Ciertamente, vuestra excelente armadura de metal puede ser un incordio si os caéis al agua... ¡Pluf! Directo al fondo.- Comentó, con un ademán de manos que imitaba a una piedra cayendo al agua.- Pero el agua es un adversario menos sediento de sangre que los orcos, y quizás es tambien más sensato enfrentarse a este adversario sin tanto hierro... Por otra parte, señor Ainar, hijo de Ai, me consta que los marinos humanos no saben nadar. Y al igual que vos, lucen largas barbas... Bueno, no tan vigorosas como la vuestra, sin duda, (que los dioses la guarden por muchos años) y que así se la dejan crecer por si caen al agua poder ser rescatados por sus compañeros tirando de ella.- Le explicó, para picarlo y eliminar así sus miedos, para dejar paso al orgullo de Ainar. La imagen de sacar a Ainar del agua tirando de sus barbas le parecía muy graciosa... Y peligrosa una vez que se viera a salvo.

- Tomemos los botes que nos dispensa el amable barquero y exploremos el río corriente abajo. Y si eso deja más tranquilo a nuestro suspicaz compañero Bladbrand, primero podemos ir a divisar la otra orilla.- Dijo. A fin de cuentas poco costaba en aquel momento disipar esa duda y quien sabe si esa duda les podía corroer la confianza si tardaban días en dar con el bote de Odorico.

Fue fácil convencer al encargado de los muelles de que les prestara dos botes para poder ir todos más anchos, especialmente con la promesa de que traerían el bote perdido de vuelta. Más difícil fue convencer a Ainar de que confiara en aquellos trozos de madera que se bamboleaban de manera tan insegura. Las tranquilizadoras palabras de Welf ayudaron a calmarse, y las cizañeras palabras del Vanwa terminaron por convencerle. Aunque solo fuera para no aparentar cobardía. Solo faltaba que un elfo tuviera el valor de subirse a un bote y un enano no. Nadie en Erebor le hubiera recriminado a Ainar, hijo de Ai, su sensatez a la hora de declinar la opción de ir en aquellas dementes barcuchas, pero sí que sería una vergüenza para su pueblo si no montaba por miedo aún cuando un elfo lo había hecho. Ya era una cuestión de honor. 

Tras cargar sus cosas en el bote, la abordaron para ponerse en marcha. El encargado les ayudó a ponerse en marcha empujándoles con una pértiga, pero el resto lo tuvieron que hacer ellos con ayuda de unos remos y la fuerza que sus brazos pudieran aplicarle a estos. Dirigieron los botes hacia la orilla opuesta, con intención, como había dicho Vanwa, de explorar primero esa orilla antes de optar por descender el río más hacia el sur con cuidado de vigilar ambas márgenes, como proponía Baldbrand. Necesitaban encontrar alguna pista o indicio pronto para volver a situar el rastro de Odorico, ahora que todo un mundo de posibilidades se levantaba ante ellos. 

Allí donde la corriente era más fuerte sintieron una sacudida que hizo que los bigotes de la barba de Ainar se erizaran y que sus manos se agarraran instintivamente al bote, pero salvo una pequeña salpicadura, nada más grave les ocurrió y llegaron sin problemas al otro lado del Anduin, donde había un embarcadero gemelo al de Vado de Piedra. Podían dejar allí amarrados los botes, o mantenerlos por un tiempo siguiendo la corriente para ver si daban con alguna pista de Odorico. 

Estaban en Anduin y realmente pocos de los habitantes de uno y otro lado del río podían decir con seguridad que conocían el río y sus márgenes mejor que Welf. Se sentía orgulloso de sus conocimientos, incluso en aquellos puntos en los que no había llegado a pasar no le era difícil imaginar cómo sería la vegetación y el comportamiento del río. Hasta ahora siempre había acertado.

Aprovechando que la corriente era plácida y el ambiente agradable fue explicando los pequeños giros y detalles del paisaje que iban encontrando. Vanwa dió algún nombre de los árboles en élfico y Míriel hacía lo mismo con los excasos animales que se atrevían a asomarse con timidez. En el caso de Baldbrand compartían la mayoría de nombres en ambos casos con muy pequeñas diferencias y fue curioso ver cómo coincidían una y otra vez. Ainar callaba.

Pero la conversación alegre y animada no distraía al explorador de sus funciones y mientras manejaba la pértiga buscaba cualquier posible rastro en las riveras, cualquier pequeño detalle que desentora y su paciencia tuvo su recompensa con un alegre hallazgo a poca distancia.

Baldbrand dibujó una leve sonrisa al ver que Ainar superaba su miedo y, en algún momento en el que se cruzaron sus miradas, el joven beórnida asintió profundamente y de forma satisfecha ante la valentía del enano.

Hacía mucho tiempo que el hijo de Randmar no cruzaba el río, puesto que normalmente su trabajo era proteger las margenes que en el territorio cercano a la Carraca.

Una vez distribuidos en los botes, Welf con Ainar y él con los dos elfos*, procedieron a navegar con los mismos y a investigar.

Para el beórnida se había convertido en una caza, asi que intentó recordar todas las enseñanzas de su padre, cuando era niño y vivían en las laderas de las Montañas. Aunque cierta nostalgia y sentimiento de pérdida rodeaban esos recuerdos, su determinación por encontrar a Odorico le hicieron centrarse en el trabajo.

Al principio, el enano ponía la vista fija en el horizonte... pero cuando se empezó a bambolear el bote, tuvo que reprimir los improperios que iban a aflorar a su boca. Ya se había mantenido en silencio ante las burlas de Vanwa, no porque no se mereciera una buena tunda, si no porque había entendido qué había querido hacer... y encima lo había logrado.

Luego de darse cuenta que mirar hacia el horizonte no lo ayudaba, decidió aportar fuerza de brazos al remar. Así al menos se sentía un poco más en control, aunque más no fuera ilusorio. Munin bailaba sobre sus cabezas, aprovechando las corrientes que se arremolinaban sobre el río y la orilla. Ya le había dicho que le avisara si encontraba algo que le llamara la atención, pero no había habido suerte estos últimos días...

Ya llegando a la otra orilla, comenzó a observar los alrededores. ¿Qué hubiera hecho Odorico? ¿Qué hubiera hecho él? Él no hubiera cruzado, eso era cierto. Prefería batirse en combate a muerte antes de tener que cruzar ese río, solo, y por la noche. No sabía a ciencia cierta si había sido por la noche, pero se lo imaginaba así. ¿Habría dejado ir el bote? ¿Lo habría hundido? ¿Habría impreso aún más esfuerzo para ir río arriba para despistar? Había muchas opciones, y no estaba seguro de cuál seguir.

Tenía que mantener los ojos bien abiertos, y seguir conjeturando.

"Si no piensas, te igualas al troll que cazas" le dijo su abuelo una vez.

Ainar llegó a la conclusión de que si él fuera Odorico, y se hubiera decidido a cruzar el río y salvar todos las reticencias que tenía, habría dirigido el bote río abajo, lejos del otro muelle y después lo hubiese ocultado entre la maleza para evitar que lo encontraran fácilmente. También pensaron así sus compañeros, y para desgracia del propio enano, continuaron navegando una buena distancia río abajo hasta que el hijo de Ai se animó a remar para mantener el desayuno dentro del cuerpo. 

Descendieron unos cuantos kilómetros hasta que Welf soltó el remo de golpe, haciendo batirse el bote en las aguas del Anduin para mal trago del enano, y señaló al cielo. Allí Munin daba vueltas en círculo sobre una zona de la orilla que estaba algo más adelante, graznando para alertarles. Cuando llegaron al lugar detuvieron el avance de los botes para pasar despacio cerca de la orilla, y de pronto el hombre del bosque vio el bote de Odorico oculto entre la maleza. El fugitivo había subido el bote a la orilla y lo había escondido entre unos arbustos, colocando unas ramas sobre él para evitar que nadie lo viera. Estaba muy bien oculto, pero no pasó por alto ante los atentos ojos de Welf. 

Investigaron la orilla en busca de más pistas de la presencia de Odorico, pero a excepción del bote no encontraron nada más. Odorico se había cuidado muy bien de ocultar sus huellas, había tenido cuidado de no perder nada por el camino, había ocultado el bote, y había descendido el río durante unos cuantos kilómetros para evitar que nadie lo encontrara en las cercanías del muelle. Pero Baldbrand dio una vuelta por los alrededores mientras los demás meditaban qué hacer ahora con los tres botes que tenían. El beórnida logró encontrar un rastro de huellas que avanzaban en dirección suroeste, alejándose del río a través de la maleza. 

Vanwa pensó que él mismo habría tomado decisiones similares a las de Odorico. Descender a favor de la corriente y ocultar el bote, pues era seguro que lo buscarían. ¿Dónde se debía dirigir?- Bien visto, Baldbrand.- Elogió el elfo. El rastro no era fácil de ver.- Y descubrir el bote ha sido casi una hazaña mágica, señor Welf.- Añadió, con un guiño al hombre del bosque.

- Si seguimos ese rastro, encontraremos muchas especies que viven lejos del viejo Anduin y que aún no hemos citado, señor Welf.- Para el elfo aquello era más una excursión que una cacería. Hasta aquel momento Odorico le parecía más digno de compasión que de furia o enfado. Esperaba no tener que arrepentirse y tener que darle la razón a Baldbrand.- Y si somos perseverantes, quizás alcanzaremos a ese Odorico en breve.

¿Dónde iría él si fuera un fugitivo que ha de dejar todo su pasado atrás para iniciar una nueva vida? ¿Qué comunidades podían existir al suroeste de allí?*

Cuando Welf encontró el bote escondido, Baldbrand gruñó e hizo un gesto con la mano... pero no añadió nada más. Era claro que Odorico sospechaba que le seguían. Había resultado ser que no era tan ingenuo, por lo que presuponer lo contrario no les vendría bien... pero tampoco quería hacer una montaña de aquello. No tenían tiempo.

Tras detenerse allí, comenzaron a inspeccionar todos los alrededores. En aquella ocasión Odorico si había sido más artero a la hora de ponérselo difícil. El joven beórnida tuvo que perseverar y usar todos los conocimientos que tenía para finalmente encontrar un leve rastro.

-¡Aqui! ¡Creo que he encontrado algo! -comentó al resto. Una vez lo vieron y el maese elfo pronunció sus dudas en voz alta, Baldbrand elevó los hombros.

-Me temo que mi conocimiento sólo se restringe a pocos lugares explorados. -comentó sincero. Lanzó una mirada al resto, especialmente al Hombre de los Bosques. Internarse en terreno desconocido le producía una agradable expectación.

Cuando volvió a pisar tierra firme, el enano agradeció por dentro a Munin que fuera tan avispado. Lo llamó con un silbido, y le dio un pedazo de manzana, que era su fruta favorita, y que el enano guardaba para ocasiones especiales... como esta.

¿Si no estamos hechos para caminar por el agua? ¿Para qué andar jugando con el destino y las aguas? No lo iba a entender, pero se alegraba de haber superado ese obstáculo y no quedar por detrás de Vanwa y los demás.

Ahora quedaría la parte sólida por delante, y quién sabe, tal vez hasta las montañas.

-¿Hacemos una marcha más apremiante?- preguntó y propuso el enano, mientras acariciaba el negro plumaje de Munin que disfrutaba de su manzana.

Se lo veía ahora más entusiasmado y con el color pleno en la tostada y curtida piel...

Hemos llegado hasta aquí y toca continuar, lo que está claro es que Odorico no va a poner nada fácil darle alcance. Tenemos la suerte de poder repartirnos las tareas de forrajeo y exploración entre varios mientras que él va solo, eso nos debería hacer ganar distancia.

Conozco esta zona, al menos la cercana al rio. Más allá no se lo que nos espera habló Welf meneando la cabeza, hubiera preferido tener también la ventaja de ir por espacios ya conocidos.

Maese Ainar... marcar el ritmo.

Dedicó una amplia y pícara sonrisa al enano. Ahor que estaba en tierra firme iba a hacer pagar el episodio del bote, marcando uno de sus ritmos asquerosamente apremiantes y constantes que impedían disfrutar del paisaje. Se notaba que los enanos barbados estaban acostumbrados a caminar por galerias de piedra, donde poco hay que ver más que las puntas de sus propios pies.

Tralalalalá, el grupo va,

con la barba mojada,

que ha de poner a secar.

Tralalalá, por la senda va,

se nos hará larga la jornada,

con tan monótono caminar...

Y con esa cancioncilla ligera y tonta se internó entre danzantes cabriolas por los arbustos altos, en busca de sustento. Siempre revoloteando alrededor del grupo.