Partida Rol por web

El semblante de Churchill pasa de preocupación a esperanza, parece que ha logrado convenceros de servir a tan noble causa. Sobre lo de destruir los objetos, no veis que le preocupe dicha idea.

- Destrozarlos todos, no es algo que me preocupe. Si es beneficioso para el mundo, es beneficioso para la Corona. - comenta para luego añadir - Viajarán con un mordavo que se ha exiliado en Inglaterra debido a que era buscados por la familia Von Carnstein. Se llama Vardak y es el líder de una, llamémosle guerrilla llamada los Lobos Negros. Son la resistencia que se opone a la tiranía de dicha familia en Mordavia. Allí contarán con el resto de sus compañeros de armas, por lo que en caso de problemas ellos les ayudarán a salir del país.

Parece ser que tendríais ayuda sobre el terreno, eso era algo importante no solo a nivel logístico ya que os podrían proporcionar armas y sustento, además de refugio en dicha zona.

- Todo lo que la Royal Geographical Society tenga de Mordavia lo tendrán a su disposición. Así como un medio de transporte aéreo, ya que queremos evitar que hagan el viaje por canales que los espías de Thule puedan controlar. Darán un pequeño rodeo pero es para lograr el factor sorpresa. No queremos que su llegada al ducado sea conocida por nuestros enemigos. 

Hace una pausa para solo añadir:

- Si tienen alguna petición más, háganla ahora. En breve tengo que coger un tren hacia Londres mientras ustedes se hospedan en una mansión a las afueras de Bishop's Castle. En dos días partirán hacia Escocia y allí conocerán al resto de integrantes de la expedición así como a su transporte.  

Ardeth levantó la mirada, como si recordase algo. Con lentitud, se puso de pie, se estiró las perneras de los pantalones y su chaqueta. Se abotonó con parsimonia y cruzó la mirada de nuevo con el primer ministro.

- He cambiado de idea, primer ministro. Si quiero algo. Quiero una carta escrita por usted y firmada, acompañado por los informes que se usaron para desprestigiarme, donde se reconozca que todo fue un invento. Quiero que limpien mi nombre a ojos de mi gente. Y quiero esos documentos antes de salir de este lugar -dijo Ardeth, con un acento mucho más marcado que antes. Su voz era tensa y en su garganta se escondía la furia- Señores, no tengo nada más que añadir. Amigos -dijo, en dirección a Rick y Evelyn-, será un placer compartir la cena con ustedes. Les veo más tarde.

Y sin añadir una palabra, se dirigió a la salida.

Asentí a la petición de mi amada. Por mi parte, solo me quedaba solicitar algo más. 

-Armas. Llevo las "habituales" en nuestros viajes. Pero vamos a necesitar las suficientes para enfrentarnos a esos bastardos -no insistí ya que di por descontado que seríamos bien surtidos- También una cierta cantidad de libras. Un hombre necesita mantener a su familia, ya sabe, comida, ropa, esas cosas mundanas. -Ironicé.

Escuché a Ardeth. Buena petición. Y, por supuesto que acepté su compañía en la cena -Lo mismo digo, Ardeth. Nos vemos luego. 

También me puse en pie. Quizás quedaban interrogantes, o planear con detalle. Pero, como alguien dijo una vez, ningún plan sobrevive al enemigo. -¿Cariño? -me dirigí a Eve, si le quedaba alguna cuestión o nos marchábamos a dar una vuelta por la localidad o, simplemente, tomar unas pintas. Cambiando whiskie por cerveza.

Creo que hay algo que no nos cuentan y eso me preocupa, le estoy dando demasiadas vueltas por lo que parece. Pero las palabras de Ardeth si me llegan y me hacen plantearme que estan haciendo para que se plantee la gente aliarse con semejante mal.

- ¿Si? - murmuro mirando a Rick y en cuando me doy cuenta que espera que diga algo - Dupliquele el pago ingente en libras, por mi ayuda en esta empresa y además quiero para mi una plaza permanente en el Museo Británico, concretamente en la sección de Egipto con presupuesto para adquirir nuevas piezas u organizar alguna expedición. Todo por la cultura por supuesto. 

Dinero, armas, honor.... Las peticiones de mis compañeros oscilaban entre lo más material y lo espiritual. Qué Ardeth pidiese la devolución de su honor era de esperar; que Rick solicitara dinero, con todo lo que teníamos, quizás no tanto. Pero también yo buscaba algo que me permitiera destacar; quería mi nombre por encima del de los demás.

-P-pues yo también quisiera pedir algo. P-pertenezco a la Sociedad Inglesa de Caballeros Exploradores y quisiera que constara que la sociedad forma parte de esta... misión, aventura, o como quiera que se llame, y que yo sea su representante. Por eso me gustaría... sí, eso es, ser nombrado Caballero. Eso es lo que quiero. Creo que jugarme la vida por el imperio me da ese derecho, ¿no? Ser reconocido por el mismo imperio al que ayudo es lo mínimo. Otros han recibido el nombramiento por mucho menos.

Sir Jonathan Carnahan era un título que sonaba muy bien y sin duda alguna mi prestigio quedaría muy por encima de lo que otros esperarían. Casi podía sentir mi nombre resonando junto a otros famosos. Casi se me hacía la boca agua al pensarlo.

 Miré fijamente antes de responder:

 - Bueno, si voy a trabajar para el gobierno británico, lo justo es que me haga ciudadano británico, ¿cierto?. Además, me gustaría tener un título nobiliario inglés, como el de Sir. Además de eso, si voy a vivir en este país, me gustaría tener un castillo en Escocia y un contrato comercial de mi naviera con Reino Unido. ¿Le parece aceptable?.

Mi hermano no me sorprende mucho, es algo que necesita para sentirse mas él. Pero el español.

- ¿Y por que no ha pedido Gibraltar? creo que es lo único que se le ha olvidado en su lista. Al menos tendria sol, por que en Escocia, suele llover demasiado, niebla, humedad y hombres lobo 

 Le dediqué a la Evelyn una cálida sonrisa descarada:

 - Entonces estaré como en casa, señorita.

 Dejé que los demás pensaran lo que quisieran detrás del significado de mis palabras, mientras le daba otro sorbo a mi copa, mientras esperaba la respuesta del ministro.

Churchill escucha Gibraltar y notáis que se siente incómodo con la mención de la colonia.

- Gibraltar no entra dentro de ninguna negociación... Sobre el resto todo se puede hablar, estudiaré sus peticiones e intentaré cumplir todas y cada una de ellas.

Se ve que la mayoría de vuestras peticiones han sido sencillas para él, otras son económicas y puede que alguna sea más difícil pero un castillo en Escocia sin dueño con nuevo noble significa grandes impuestos que pagar por alguien a la Corona. Incluso las peticiones más extravagantes pueden ser una ganancia para la Corona.

- Ahora caballeros, y señora vayan a descansar. A partir de ahora uno de mis subordinados llamado Charles Carmichael será quién les transmita mis órdenes. Lo conocerá esta noche, durante la cena. - se levanta y mientras se va por una puerta lateral os agradece de nuevo la ayuda prestada - La Corona les agradece su ayuda.

Dicho esto el ministro desaparece de escena. 

Mansión Carmichael

Un par de vehículos os esperan a la salida de la taberna, y os llevan con cuidado por las carreteras cubiertas de nieve hasta la mansión donde os alojaréis. Los chóferes de vuestros coches os comentan:

- La mansión pertenece a la familia Carmichael. El cabeza de familia actual es el señor Charles Carmichael que será su anfitrión, es un mando intermedio en el gobierno actual. - se ve que los chóferes no saben que es el segundo de Churchill.

Llegáis y el servicio os recibe en el hall de entrada y os llevan a vuestras habitaciones para que podáis descansar y asearos para la cena que os indican se servirá en un par de horas. Os indican que cuando estéis preparados podéis reuniros en una sala que el servicio denomina "Salita del té" que está anexa al comedor. Ahí os podéis reunir antes de la cena y poneros al día de vuestras aventuras, o conoceros mejor en el caso de las personas que se suman a esta aventura y que no conocéis todavía.

Ardeth, después de aquella tensa sobremesa, se relajó de camino al castillo mientras departía animadamente con sus amigos. Tenía mucho que contar y la visión de la nieve le ponía de buen humor. 

- Por cierto, señor Nomdedeu... No soy un beduino. De hecho, siendo usted español, tiene usted más en común con los beduinos, descendientes de los almohades de lo que pueda tener yo. Yo soy un Medjai. Tan diferente de un beduino, como lo puede ser usted de un cosaco.

Su gesto era amistoso pero su voz estaba tensa al dar las explicaciones.

Llegados al castillo, se dejó guiar a su habitación y se cerró con llave. Se dedicó a los rezos y a las abluciones que debía para limpiarse del polvo del camino.

 Asentí con la cabeza, al aceptar la corrección de Ardeth Bay:

 - Es cierto, mis disculpas, a sido un error de viajero aficionado y no tengo excusa. Solo espero no haberle ofendido demasiado, amigo mío, no deseo empezar nuestra floreciente aventura con mal pie.

 No era habitual en mi cometer un error cultural de ese calibre, supongo que el cansancio del viaje a debido de afectar a mi percepción, pero no pienso usar eso como excusa para justificarme.

Bueno, al final la cosa no había ido tan mal. De nuevo nos tocaba viajar e investigar, jugarnos el tipo, aunque claro, procuraría siempre que fuese Rick en primer lugar, o Ardeth, ese otro tipo, el español, que parecía tener ganas de conseguir tierras. Yo me conformaba con lo que había pedido y por lo que había visto, había muchas posibilidades de conseguirlo.

Así que cuando salí, de nuevo envuelto en mi denso abrigo de pieles, choqué las manos y me las froté, sonriente y feliz.

-Bueno, parece que todo ha ido bien, ¿verdad?

No estaba seguro si los demás opinaban igual.

En cualquier caso, nos subimos a los coches y me apreté como pude al lado de Evelyn, mientras el chofer iba hablando sobre a dónde nos llevaban, una buena mansión que no desmerecía de la nuestra.

-Bueno, estoy seguro de que nos arreglaremos con eso -comenté, como si aquello estuviera por debajo de lo que nos correspondía -. Hemos estado en sitios bastante peores.

No sabía por qué, pero Ardeth parecía molesto.

En cuanto entramos, se marchó directamente a su habitación. Yo en cambio tenía ganas de conocer aquel sitio, comer algo y ver qué era lo que nos deparaba el futuro más cercano. Así que me fui a mi habitación, me aseé, y salí unos minutos después para conocer mejor el lugar.

Quién sabe lo que podía descubrir en aquel par de horas en el cual apenas había movimiento en el interior de la casa, hasta el momento de reunirnos.

El asunto se zanjó. Promesas de las que desconfiaba, nunca te fíes del gobierno. Si había aceptado involucrarme en este maldito asunto era debido y solo a eso, a salvaguardar la vida de mi querida y preciosa mujercita de esa odiosa y cansina momia. Que pudiera regresar una vez más, me ponía los pelos como escarpias. Ya fue dificilísimo cargársela una vez, como para probar suerte una segunda.

Lo primero que hice en aquella choza, fue darme un baño, al que invité a Evelyn, sonriendo algo socarronamente y abrazando su cintura.

-¿Probamos la bañera, querida y osada aventurera?

Más relajados, o no, después me dediqué a vagar por los salones y estancias de la mansión, buscando la sala de armas en particular, acompañado de Eve o Jonathan, o tal vez en solitario. Hasta aparecer por la "Salita del té", pero ya casi a la hora de la cena.

Mi ávida mente estaba pensando en tantas cosas, necesitaba información, mapas, tratados. Las conversaciones para mí son un murmullo, moverme es algo mecánico.
-¿En serio? - es lo único que digo a Rick mirándolo un tanto inquisitiva. Lo reconozco mi marido es el único que puede sacar de mi cabeza el querer encerrarme entre libros. Relajarnos es el eufemismo que utilizan en los matrimonios para pasar un rato a solas. Después más arreglada recorro los pasillos parando a un criado preguntando por la biblioteca, voy a investigar algo. Soy bibliotecaria y es con mi nariz metida en un libro cuando voy a reunirme con los demás

-Buenas noches 

Un mayordomo entra en la sala con una bandeja de bebidas para que vuestra espera sea más llevadera.

- Caballeros, señora. - os saluda con una ligera inclinación de cabeza - Soy McCutcheon, el mayordomo de la familia Carmichael. Durante el tiempo que pasen en la mansión estaré a su disposición. Ruego me comuniquen si necesitan algo para hacer más llevadera su estancia.

Os sirve un cóctel de cortesía, Rob Roy para los caballeros y Negroni para la dama. 

- La cena se servirá en una hora, regresaré para llevarlos al comedor. Les informe que cenarán con el señor Carmichael, su esposa Adeline y su pequeño y selecto grupo de amistades. Si me disculpan. 

Dicho esto desaparece por la misma puerta por la que entró y os quedáis de nuevo a solas.

Tras desaparecer el mayordomo y pasados unos minutos entra en la sala a través de otra puerta una joven de cabello rubio, que viste un vestido azul celeste. En sus manos lleva un libro de Egiptología. 

- Buenas noches caballeros y señora O'Connell. - se ve claramente que sus ojos están centrado en la intrépida bibliotecaria. - Mi marido me ha comentado sus hazañas junto a sus amigos en Egipto, soy una admiradora de su labor en el museo de El Cairo...

En ese momento se da cuenta de que no se ha presentado.

- Perdonen, me ha perdido el ímpetu de conocer a una de mis heroínas. Soy Adeline, la esposa de Charles Carmichael. 

Su voz es suave, y algunos de vosotros recordáis esa voz de algunas canciones que sonaban años atrás en las radios de medio mundo. Sin duda ante ustedes está Miss Adeline Anderson, una de las mejores cantantes de jazz de los últimos tiempos. Una voz al nivel de Bessie Smith, a caballo entre el blues y el jazz. 

Me sobraba el hielo y el vermut rojo. Whisky escocés a palo seco para un tipo como yo. Suficiente, sin florituras ni tonterías.

-McChuchon, muchas gracias por la bebida, ¿qué tal un trago de auténtico whisky solitario? Esto sería genial. -Sonrisa de dientes perlados. Que se quedó helada al ver a la señora de la mansión. Mon dieu. O algo así.

-Encantado, Adeline. Desconocía que usted fuese la esposa de nuestro anfitrión. Quiero decir, que me lío, no soy bueno con las palabras, que no sabía que era precisamente usted. 

Me incliné hacia Evelyn para cuchichearle al oído -Estaría muy bien que nos cantase algo, querida. ¿Crees que lo haría si se lo pedimos con devoción?

Cuando llegué a la salita, ya habían llegado algunos de nosotros. En mi pequeña exploración no había encontrado nada digno de interés, lo que me había hecho darme cuenta de que aquella mansión que tan imponente parecía por fuera, era bastante sosa por dentro.

Una mansión más, me dije, mientras me dejaba caer en uno de los sillones.

Al poco tiempo, llegó el mayordomo con bebidas, lo que hizo que me levantase de un salto.

-Ah, bebidas. ¡Por fin! Muchas gracias, compañero -le dije, dándole una palmada en la espalda y cogiendo una de los copas. La bebida estaba bien mezclada y a la temperatura adecuada, porque por mucho que habitualmente pudiera beber casi cualquier cosa, sabía apreciar lo que tenía más calidad.

Después de todo, había dispuesto de toda una vida para ello.

-Hay que reconocer que sabe muy bien como prepararlos  -le dije, levantando el cóctel a modo de saludo -. Pues... la verdad es que no estaría nada mal si trayese otros cuantos de estos, Carmichael.

Mientras apuraba la bebida estuve bastante distraído. En lugar de sentarme, di una vuelta por toda la estancia, observando los cuadros y también la decoración, hasta que entró aquella despampanante mujer.

Obviamente, me ignoró porque no sabía quien era, así que me acerqué rápidamente.

-Buenas noches, señora Anderson. Soy Jonathan Carnahan. Si le interesan las aventuras, podría hablarle de todo lo que pasamos. Le aseguro de que de no haber sido por mí, ni mi hermana ni Rick estarían ahora aquí con nosotros -le dije, apurando mi copa.

 Después de aceptar la bebida que me ofrecía el mayordomo, con unas palabras de agradecimiento corteses y educadas dedicadas al anciano sirviente.

 Entonces apareció nuestra hermosa y exquisita anfitriona, que parecía conocer y admirar el trabajo de la señorita Evelyn. Dejé mi vaso sobre la mesa y le dediqué a Adeline una educada y caballerosa reverencia, mientras me presentaba:

 - Es un honor conocerla, lady Carmichael, querría darle las gracias por la hospitalidad que usted y su familia nos a brindado. Soy Don Drac Nomdedeu, Conde de Vasconcellos, a su servicio.