Partida Rol por web

Ardeth apareció el último en la sala. Solo segundos antes de que apareciese la anfitriona. Había abandonado su vestimenta occidental y había optado mostrarse tal y como era, con una túnica tradicional Medjay, negra. Aparte de la capucha y su terrible alfanje, la vestimenta estaba completa. Al entrar en la sala, hizo una reverencia a los presentes. En especial, hizo una inclinación de cabeza hacia el señor Nomdedeu.

- Buenas noches a todos. Ruego me disculpe si antes fui descortés. Mis... desavenencias con el gobierno ingles perturbaron mi paz. Eso y... los pantalones. En serio chicos, no se como podéis soportar llevar todo el día las piernas embutidas en esas telas, frotándote y picando por todas partes. Es enloquecedor. De nuevo, señor Nomdedeu, acepte mis disculpas.

Avanzó por la sala, sonrió a Evelyn con una inclinación y se sentó junto al fuego, después de seleccionar un tomo de poesía de la librería. Cuando entró el mayordomo no se dignó en levantarse y por toda respuesta al mayordomo levantó una mano rechazando la bebida alcohólica.

- Si no le es molestia, me gustaría una taza de te negro. 

Y siguió leyendo. Hasta que apareció la anfitriona. Por la manera en la que Ardeth abrió los ojos decir que se quedó impresionado sería decir poco. Permaneció al margen, observando y quedó el último a la hora de hacer las presentaciones. Su inclinación la acompañó llevando ambas manos al pecho, boca y frente.

- Encantado de conocerla, señora Carmichael. Mi nombre es Ardeth Bay.

— Gracias — murmuro levantando los ojos del libro en el que me he enfrascado en la lectura y me fijo que también la gusta leer sobre la tierra de mi madre. Eso de ser la heroína de alguien me gusta, en fin que no se me suba a la cabeza — El placer es mío y más conocer a otra entusiasta de la cultura egipcia. Justamente  Ardeth es miembro de un grupo de tribus, al que tengo mucho aprecio y que seguro podrá contarnos como se encuentran algunas ruinas en lo más profundo del desierto.

Miro a mi marido y me encojo de hombros, no es algo que no se sabe si ocurrirá a menos que llegue a preguntarla. Aunque me parece de muy mala educación hacerlo, es nuestra anfitriona. 

—Si es cierto mi hermano fue parte de la buena ejecución de esa aventura al igual que Ardeth. —cierro el libro y lo dejo sobre mis piernas — Adeline, porque no nos acompaña durante nuestra pequeña reunión precena. Puede preguntarme todo lo que quiera, hablaré de todo menos de momias. 

El mayordomo os trae más cócteles, y las bebidas que el resto ha solicitado. Mientras seguís conversando con Adeline, entra en la sala su marido: Charles Carmichael. Mide metro noventa de estatura, y su tez está bronceada por lo que deducís que recientemente ha estado en tierras más cálidas ya que ahora en las islas solo hay lluvia, nieve y niebla.

Charles saluda a su mujer con un beso en la mejilla, y se disculpa por la tardanza:

- Perdonen que no me haya podido llegar antes, estaba en una llamada con mi jefe - dice refiriéndose a Churchill. 

Os saluda a los caballeros con un fuerte apretón de manos, y a Evey con un beso en la mano. Por su acento podéis deducir que es del norte del país, seguramente Escocia. 

- Espero que sus estancias sean cómodas y de su agrado. Si necesitan algo no duden en solicitarlo. 

El mayordomo le trae una bebida, que podéis ver que es Martini con vodka (mezclado no agitado). 

Adeline intenta conversar con todos los presentes aunque está más centrada en Egipto y su cultura por lo que Evey y Ardeth, al ser un medjay llaman más su atención. Aunque las historias de Jonathan tiene ganas de escucharlas, pero primero contesta a Rick ante su petición de cantar.

- Siempre suelto algún gorgorito tras la cena, seguramente en la velada si mi marido me acompaña al piano podré cantar alguna canción, ¿saben que lo conocí en un cabaret en Londres? Estaba jugando al bacará con gente poco recomendable. La primera impresión no fue la mejor ya que creí que era un jugador y un pendenciero,  pero debo reconocer que tras charlar con él unos minutos me di cuenta que no era de esa clase de personas. No al menos las que esperas encontrarte en un sitio como aquel a altas horas de la madrugada. 

Luego contesta a Jonathan:

- Me encantaría escuchar sus historias señor Carnahan, si su estancia aquí se alarga unos días tendremos tiempo de tomar un té y que me comente como ayudó a su hermana y a Rick a sobrevivir. 

Saluda con una leve inclinación al Conde de Vasconcellos y se disculpa por no conocer el protocolo.

- Perdone conde Nomdedeu, no conozco el protocolo que debo seguir en estos casos. Sepa usted que es el primer conde que conozco, y según me comentó mi marido es español pero no sé donde queda su condado y no tengo la suerte de haber visitado España todavía. ¿Cómo es su tierra?

Luego centra su atención en Eve y en Ardeth Bay.

- Señor Bay, mucho gusto. Leí acerca de los medjay lo que escribió la señora O'Connell en el ensayo que le publicó la Sociedad Británica de Egiptología en su último número sobre la diversidad cultural de las tierras de Egipto, pero el ensayo era breve y solo recuerdo ahora mismo que decía que son un pueblo fuerte y valeroso que defienden las tierras y tesoros de su nación. ¿Se acerca a la realidad o como supongo hay algo más? -  luego mira a Eve y le comenta - La verdad es que las momias me interesan, aunque solo a la luz del día. Si me viera en el Museo Británico de noche encerrada con ellas moriría de miedo. Su madre tengo entendido que era de allí, de qué parte de Egipto si puede saberse.

Ardeth permaneció en silencio, examinando la habitación desde donde se encontraba, perdiendo la mirada entre los libros y por la ventana. Parecía no querer incomodar a la anfitriona con su atención, tan inicialmente desmedida. Permaneció así, ausente, hasta que se presentó en la sala el anfitrión, al que saludó en silencio, con un estrechamiento de manos y una ligera inclinación de cabeza. 

Tomó una taza de té de la tetera humeante que el mayordomo depositó en una mesita auxiliar, sobre una bandeja de plata con un exquisito servicio, pero no probó nada de las pequeñas pastitas danesas que lo acompañaban ni le puso nada de azúcar. Solo aquel brebaje oscuro y amargo. Después, con delicadeza, se aproximó a las damas al oír mencionar su nombre y, junto a Evelyn, sonrió y asintió a la anfitriona.

- Será un placer responder cualquier pregunta que tengan. Siempre y cuando nada mi impida responder, por supuesto. Debo decir que los libros que Evelyn escribió son muy concienzudos. A veces, la mejor manera de conocerse uno mismo es a través de los ojos de otro. Especialmente de un amigo.

Levantó su taza en señal de respeto hacia Evelyn y encaminó sus pasos hacia el grupo de los caballeros.

-Evelyn y yo nos conocimos en la cárcel -sonreí al recordarlo- Bien, ella no estaba en la prisión, sino yo. En África, yo pertenecía a la Legión Extranjera francesa. Ella y Jonathan no se pudieron resistir a mis encantos. -bromeé - Hicimos un trato y me sacaron de allí. 

Acto seguido saludé a Carmichael -Encantado, Charles. Soy Rick O"Connell. El legendario aventurero. -continué con las bromas, con aire desenfadado y divertido- Evelyn, mi maravillosa esposa. 

Regresó mi atención unos momentos hacia Adeline - Cuando nos encontramos en apuros y situaciones límite, reaccionamos de tal manera que somos irreconocibles incluso para nosotros mismos. Adeline, seguro que sabría actuar adecuadamente en un momento así. -añadí, sonriendo, cercano y amistoso.

La llegada de más bebida prometía que al menos, estuviésemos entretenidos. Estaba seguro de que aquella mujer, Adeline, estaba solo pensando en mí, porque al final, demasiados músculos como Rick, no solían resultar tan atractivos, por no decir que ya estaba comprometido y su conversación era la misma que podías tener con un boxeador.

Vamos, que si lo que buscaba era alguien interesante, allí estaba yo.

Su marido, por otra parte, era muy diferente a ella. Daba la sensación de no tener nada que ver con ella y por su saludo, más frío que una bolsa de hielo, entendí que lo que hubiese entre ambos no era lo que a mí se me ocurría.

Pero la respuesta de su esposa me hizo volver a concentrar mi atención en ella.

-Estaré a su entera disposición -le dije, alzando su copa.

Noche y día.

-Bueno, Rick siempre es irreconocible. Cuando corre solo vemos su espalda -dije en tono de broma, tras su comentario, riéndome y esperando a que los demás me imitasen.

La verdad es que no lo hicieron*.

Esta gente no tiene sentido del humor.

- Perdone conde Nomdedeu, no conozco el protocolo que debo seguir en estos casos. Sepa usted que es el primer conde que conozco, y según me comentó mi marido es español pero no sé donde queda su condado y no tengo la suerte de haber visitado España todavía. ¿Cómo es su tierra?

 - No se preocupe por el protocolo, Miss Adeline. - Le respondí, quitándole importancia, con una cálida sonrisa. - Mi tierra es cálida, verde y hermosa. Como el Edén que se describe en la biblia. Cualquier día que quiera visitar mi país, estaré encantado de devolver su amable hospitalidad.

 En ese momento, Jonathan hizo su particular broma, que parecía insinuar que su cuñado era rápido a la hora de escapar, pero no me pareció divertida, así que no me reí. En su lugar miré al resto del grupo, diciendo con la mirada "¿En serio?".

- La verdad es que buena parte del libro en cortesía de mi amigo, fue muy amable a contarme las cosas y luego fue ver como convivían. Me iría a vivir un mes con ellos, pero creo que Rick no esta muy de acuerdo. Además con el niño, es un poco imposible de momento. - me rio por imaginarme a Rick intentando vivir como un medjay, no le veo. Al niño puede, le gusta explorar, pero aún es pequeño - Las momias del museo son las mas seguras del mundo, salvo que alguien lea lo que no deba y entonces.- Rick cuéntalo todo, la primera vez que nos vimos me beso a través de los barrotes.

Mi hermano tan...tan, Jonathan. Solo me encojo de hombros, no puedo reprocharle ser el mismo. 

-¿Y qué delicias degustaremos en la cena? 

El mayordomo entra justo en ese momento con unas bandejas con cócteles y unos canapés, entre los que destacan los de caviar negro, ostras a la parrilla, mini sándwiches cremosos de alcachofa y salmón ahumado y las delicias de cangrejo de río con una salsa de coñac.

Al escuchar que la señora O'Connell quiere conocer el menú no duda en comentarlo a los presentes:

- El menú de esta noche consistirá en una vichyssoise de espárragos blancos, a continuación se servirá un jamón glaseado especiado acompañado de puré de castaña y setas. Para aquellos que prefieran pescado tenemos preparada lubina al horno con un acompañamiento de verduras asadas y una suave parmentiere.  

El hombre está orgulloso del menú, sin duda no es un menú de todos los días.

Los camareros siguen trayendo más canapés y bebidas mientras los invitados van entrando. El primero en llegar es un cura católico conocido de la familia que responde al nombre de Padre Brown y que viene acompañado de Lady Felicia Montague y la señora McCarthy que es la tesorera de la parroquia.

Posteriormente, llega una dama de la alta sociedad australiana Miss Phryne Fisher, acompañada de su dama de compañía la señorita Dorothy Williams. También llega el doctor Jonh Hamish Watson y su esposa Mary. En último lugar, llega el novelista Raymond West, el abogado de origen turco Kemal Pamuk que está de visita en la región acompañando al Duque de Cronborough, aunque este último se ha sentido indispuesto y no ha podido asistir a la cena. Os comentan que el Duque estudió con el señor Carmichael.

 Salude a todos lo demás invitados según me iba acercando a ellos, para presentarme como era debido, hasta que me lleve una agradable y cálida sorpresa al reconocer a una de ellas:

 - ¡Pero si es la honorable señorisa Fisher!. ¡Ha pasado mucho tiempo desde París, querida amiga!. ¿Cómo has estado?. Es un placer volver a verte, Phryne.

 Con galantería y afecto, besé el dorso de su mano, sin dejar de mirar su hermoso rostro. Sin duda este viaje ya valía la pena solo por este reencuentro.

Bueno, bueno, Eve siempre tan jovial y soltando un poco la lengua. -Ejem...Sí, vi su hermosa carita y...sentí el impulso de besar sus carnosos labios. A fin de cuentas, mi futuro aquellos días era muy incierto.

Jonathan está con sus bromas. Me rei con él, aunque me quedó luego la duda sobre el contenido de su chiste. ¿Acaso insinuaba….? Tanto da. Llegaron más canapes, el menú de la cena y más invitados. 

No conocía a ninguno de ellos. Ni de ellas. Hermosas mujeres, desde luego. Por supuesto, nadie como Evelyn.

Saludé, quizá un tanto exageradamente a todos, a mi estilo fanfarrón y descarado. Finalmente un apellido me sonaba.

-¿Dr. Watson, el famoso amigo de aventuras de Sherlock Holmes?-Le pregunté, animado por el entusiasmo.

La comida empezó a llegar... y no se detuvo, al igual que los visitantes, que uno tras otro fueron llegando y tomando asiento, incrementando de aquella manera la sensación de que éramos unos privilegiados por estar allí.

A ver, no los conocía de vista, pero sin duda debían ser importantes, y a medida que fueron diciendo sus nombres me fui convenciendo de ello. Aunque si había tanta gente, ya podían haber buscado a otros para aquella misión. Seguro que el mismísimo Allan Quatermain estaba por ahí más que dispuesto.

Me reí yo solo al pensar en ello.

-Vaya, no sabía que íbamos a tenerle aquí, doctor Watson. Siempre he tenido una duda. ¿Es el señor Sherlock Holmes quien resuelve los casos o usted? Es que he oído algunos rumores que dicen que en realidad la mente pensante es usted, doctor -le pregunté, al tiempo que iba llenando mi plato con las delicias que llegaban.

Ardeth responde al mayordomo en petit comite que para el eviten todo lo que lleve cerdo o marisco, con una inclinación de cabeza. El servicio le sigue pareciendo una forma refinada de esclavitud.

Después comienzan a llegar los invitados. Aquello le hizo sentir incomodo, ante tamaño despliegue de anglicismo. Permaneció en segunda fila, respondiendo adecuadamente a las presentaciones con una inclinación de cabeza. El único por el que podría no haber mantenido aquella reluctancia por compartir trasfondo cultural, el señor Pamuk, le hizo sentirse aun más envarado por ser turco. Turquía y su hostil panturquismo ha hecho enfadar a mucho a los países vecinos y Egipto no es una excepción.

Ardeth se mantiene en pie, en silencio, sin conversar con nadie, solo observando a todos los presentes hasta donde la educación y el decoro lo permite sin resultar ofensivo.

La dama australiana se acerca al Conde y lo saluda afectuosamente, sus escarceos en París hace años aún son la comidilla de la clase alta y sus relaciones con los apaches de los bajos fondos de la policía parisina.

- Señor Nomdedeu, ¿cuánto tiempo? Lo hacía por el sudeste asiático, según tengo entendido estaba allí arreglando algunos asuntos.

Su dama de compañía se mantiene en segundo plano, como es costumbre en la alta sociedad británica.

El doctor Watson, ya jubilado, se presenta educadamente y conversa con Jonathan y Rick.

- Sí, soy el amigo del viejo Holmes. - comenta con una sonrisa mientras se atusa el bigote - Y no, señor Carnahan, el señor Holmes es el detective yo soy un simple médico que lo asesoraba y que junto a Doyle le ayudó a escribir sus memorias. Pero como ve usted ahora soy un médico jubilado de la gran ciudad que reside con su esposa e hijos en un sitio tranquilo. - hace una pausa y luego comienza a preguntar él - He escuchado que ambos han resuelto un entuerto de la Corona en Egipto, y si mal no recuerdo usted, señor Carnahan, creo que usted ha entrado en cierto club de Londres ¿no? Debería felicitarlo. En algunas ocasiones he sido invitado a las cenas de dicha sociedad.

Lady Felicia junto a la señora McCarthy conversan con el señor Pamuk y el novelista. Mientras el Padre Brown se acerca a saludar a Ardeth Bay al verlo aislado del resto, como en segunda fila.

- Salam caballero- saluda educadamente al modo árabe - Puedo notar que no está del todo a gusto en este evento. Según indicaron los anfitriones viene usted del lejano Egipto. ¿Ha estado usted en la ciudad de Jerusalén? Una ciudad santa para tres religiones, incluidas la suya y la mía. Siempre tuve ganas de ir, pero de momento solo pude visitar Roma y Compostela.