Partida Rol por web

En 1972, cuatro de los mejores hombres del ejército americano fueron arrestados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluídos. Hoy, buscados todavía por el gobierno, sobreviven como soldados de fortuna. Si usted tiene algún problema y se los encuentra, quizá...

¡Clic!

Oh, no... no... no... NOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!

El murmullo de protestas iniciales se fue transformando poco a poco en un corrillo de voces indignadas que despotricaban sin sentido ni orden contra cualquier cosa que se les pusiera por delante, aunque principalmente dirigían su ira contra la causante de aquel desastre natural.

Si había alguna cosa que sacara de quicio a los ya desquiciados internos del Centro Psiquiátrico de Waystong, además del compañero de al lado, era que no les dejaran ver su episodio del Equipo A durante la comida. Durante años se había convertido en el único consuelo de sus perturbadas mentes. Bueno, no el único, pues comerse las pelusas del suelo también ayudaba lo suyo en ocasiones. Ver el Equipo A todos juntos era una tradición en Waystong que había terminado bruscamente al retirarse la vieja celadora Pepa Ciente, para ser sustituida por la terrible, la insufrible, la desesperante, la provocativa, la vejatoria Miss Brown.

De entre todos los defectos que poseía Miss Brown, el peor de ellos era su malsana afición a los culebrones, a los que atribuía milagrosos poderes curativos. Lo aplicaba como terapia para todo. La realidad era que Miss Brown disfrutaba torturando a los prisioneros y solía esperar a que acabaran los títulos de crédito del inicio del Equipo A para, dejándoles con la miel en los labios, cambiar a su telenovela favorita. Luego se pasaba las dos siguientes horas sentada en su mecedora viendo la tele, ventilándose tres o cuatro puros en el proceso. Si alguno de los internos la molestaba durante aquel rato era trasladado a una zona especial de “buen comportamiento” donde se le quitaban las ganas de armar escándalo para siempre.

Los enfermos se resignaron, algunos con menos docilidad que otros, a disfrutar de otro episodio de Abigail mientras terminaban de deglutir el engrudo al que algunos llamaban "comida" en un claro abuso del lenguaje. Otros se limitaron a seguir jugando con el supuesto puré de patatas con guisantes lanzándolo por los aires entre carcajada y carcajada, ignorando las imágenes que aparecían en la pantalla, en un claro acto de rebeldía contra el poder establecido.

El humo del puro de Miss Brown comenzó a inundar la sala y su aroma, tan apetecible que provocaba temblores, enervó aún más al grupo de enmonados fumadores que ocupaban una mesa en una esquina que tenía poco de especial. ¡Eran los siete internos que peor estaban llevando los cambios desde la llegada de Brown-nator! No en vano una de las primeras medidas de aquel diablo hecho mujer fue prohibir el tabaco a los internos. Según ella los alteraba. ¿¿Y como estaban ahora a causa de no fumar??

Pero aquella situación iba a durar bien poco. Los siete reclusos habían decidido fugarse del Centro Psiquiátrico y ahora extinguían los preparativos para lo que iba a ser su última aventura en ese maldito lugar.

Había llegado el momento de largarse... claro que... cada uno de ellos tenía sus propias ideas al respecto.

- Pero que tu dices, carnal... *maricón* -, le digo a uno de mis compañeros que comenzaba a pintarse un brazo con un rotulador. - ¿Cómo *mierda* vamos a salir de aquí *chingado*? -

Mis ojos comenzaron a parpadear rapidamente mientras mi mano intentaba coger un poco de puré de patatas para llevármelo a la boca. Miro el suelo, cubierto de puré de patatas, y me resigno a que otra vez, no podré comer...

-Nunca saldremos. No, ¿como vamos a salir...? Yo no saldré, por lo menos. ¡Soy torpe! Seguro que me cogen antes que a nadie. 

Mete la cuchara en el puré, leeeeentameeeente. La llena a medias, y se la lleva leeeeeentameeeeente a la boca. Pero cuando está casi llegando a ella, para ansia y desesperación de los otros de la mesa, vuelve a bajarla. Los ojos tristes, y las comisuras de los labios apuntando hacia abajo, las arrugas del ceño fruncido muy marcadas, emite un prolongado y sonoro suspiro.

-No.... no lo conseguiré.... nunca lo conseguiré....

Federico se encontraba completamente callado y con el ceño fruncido, con la vista puesta en la lejana pantalla de televisión y planteándose levantarse de su silla e ir a cambiar él mismo el canal para volver a poner el capítulo del Equipo A, pero algo interrumpió sus pensamientos y le hizo observar atentamente a sus compañeros de mesa, mirándolos uno tras otro con expresión de asombro en el rostro.

¿Conseguir? - preguntó extrañado a quien había hablado en última instancia - ¿Qué es lo que hay que conseguir?

Miró de un lado para otro, asombrado de todo lo que veía, pero sobretodo de la extraña vestimenta que llevaba....¿dónde estaba su traje? ¿qué hacía aquí?

Estoooo.....¿podría alguien decirme donde estamos? - preguntó de nuevo - Lo último que recuerdo es que me levanté para ir a trabajar y.......¿qué lugar es este?

Su voz comenzaba a adquirir un tono bastante agudo, sin duda producido por un temor acuciante que no hacía sino aumentar.
En su mente no había ningún vacío, sino que de repente estaba allí y ahora aquí.

- ¿Có tu tás, Federico *guarro*? Bien sabés tu que tenemo´ que salir de aquí *mierda* como sea... -

Paso la mirada por mi compañero, nuevamente, y veo como continúa escribiendo sobre su brazo.

- ¿Pero que ta´ciendo, carnal *marica*? Deja de pintante los brazos *pringao* y pensemos como salir de aquí. -

Separado un metro del resto de sus compañeros, Felipe había dispuesto entre su plato y el de los demás dos servilletas sujetas con pallillos a modo de cortinillas. Aún no había tocado el plato porque primero se había dedicado a examinar meticulosamente los cubiertos de plástico en busca de alguna mancha. Luego, tras el tercer cambio de cubiertos, había recolocado el puré de patatas en el plato para que formara una perfecta espiral.

Sonrió ahora que había acabado de disponer la mesa a su gusto. Tomó la cuchara y la llenó cuidadosamente hasta enrasarla, luego se la llevó a la boca y su sonrisa se mudó en el acto en una mueca de enfado. Tiró la cuchara al plato y le gritó a Miss Brown:

- ¡Camarera! ¡Esto está frío! ¡Tráigame otro! -

Mientras esperaba a que sus instrucciones se cumplieran, centró su atención en la conversación de sus compañeros. No se molestó en contestar a Federico, aquel tipo estaba chalado y no tenía remedio. En cuanto a Armando... sus insultos le habían ofendido las primeras semanas, pero a esas alturas había a aprendido a ignorarlos como quien oye llover.

- Lo que necesitamos es un buen mapa de esta carcel. Luego nos escabullimos y ya está. Y de paso evitamos acabar en algún sitio desagradable. -

La proximidad de la cuchara con el puré a la nariz algo enrojcida de Perfecto hace que éste la arrugue. Empieza a sorber, está muy muy resfriado, como todo el mundo sabe. Los de la mesa se giran a mirarle...

¿Va a....? ¿va a..... estornudar.....?

......¡AAAAATCHÓOOO!

Pues sí, estornudó. Algunos suspiran, otros se encogen de hombros. Perfecto se limpia las moqueantes narices rápidamente con la misma servilleta, para disgusto del resto, y vuelve a subir la cuchara a su boca con rapidez. Lo hace tres veces, muy seguidas, engullendo cada vez una cantidad considerable de puré. Mientras, entre bocado y bocado, y escupiendo pequeños proyectiles blandos, se pone a hablar atropelladamente.

-¡MMmmm!! ¡Hoy está estlo muyg bgueno, sí! ¡Yo tquiero mász! ¡¡MAS!! Aszí que un mapa, ¿ehg? Puegz es una buguena idea, tío. ¡Y una esgtrategia! ¡Hay que plantzear una esztragtegia! Acaba finalmente de engullir su puré, rebañando el plato entre grititos de gusto. -Tendríamos que ponernos de acuerdo en quién hace qué. ¡No podemos vivir sin tabaco! hay que salir de aquí...

Se palpa un bolsillo y guiña un ojo repetidamente. Todos saben por qué. El Mecheeeeero.....

Amarhis miraba hacia uno y otro lado, negando con la cabeza ante el comportamiento de la servidumbre.

Cada día es más difícil encontrar criados de confianza - pensó mirando a aquellos que la rodeaban.

Dejó que un lánguido suspiro escapara de sus labios y a continuación tomó la palabra con voz débil. No necesitaba alzar el volumen para que se la escuchara, estaba acostumbrada a que todos le hicieran caso.

- ¡Compórtense señores! Esta es una casa digna y respetable. Mientras estén a mi servicio deberán mantener un mínimo decoro y guardar como Dios manda las normas básicas de educación – les recriminó con un dedo acusador en dirección a los ojos.

Tras la reprimenda desvió la mirada hacia aquella ventana tan extraña, en la que a veces podía observar la vida privada de las familias del vecindario, y escuchar incluso lo que decían, lo que ocurría en sus vidas, sus miedos, sus amores. Otras veces, la ventana estaba cerrada y tan sólo podía ver una pantalla negra. No es que Amarhis fuera una cotilla, no, nada de eso. ¡Es que simplemente no aguantaba la incertidumbre de saber si al final Luis Alfredo acabaría casándose con Topacio María o si el hijo que ésta esperaba era suyo o del malvado de Federico Guzmán! ¡Uyggg! ¡Que hombre más malvado!

Quizás Amarhis fuera la única de la sala que disfrutase de los gustos de Miss Brown. Aunque sólo fuera por un instante devolvió su atención a los criados.

-Ya estoy hastiada de permanecer aquí, en la residencia de verano. Me apetece volver a la mansión de Londres. Además a Sparky comienza a afectarle tanto sol. ¡Ocuparos de ello! ¡Tenemos que salir de aquí! - repartía órdenes y mantenía una de sus manos con la palma abierta hacia arriba mientras que con la otra acariciaba el aire a unos veinte centímetros sobre ésta.

Felipe se encogió de hombros, Amarhis era la única con clase del lugar... una lástima que no supiera en qué lugar estaba realmente. Con increíble disgusto descubrió una minúscula gota de puré en su camisa. Muy enfadado se levantó, de un tirón se arrancó la camisa haciendo que los botones saltaran hacia todos lados y se la tiró a Perfecto a la cara.

- ¡Ten más cuidado cuando comes! ¡Ahora tendré que volverme a bañar! - le gritó mientras se frotaba el brazo en el punto en el que la gota de puré podría haber entrado en contacto con su piel.

Federico escuchaba, con ojos asustados a sus compañeros de mesa, mientras insultos, protestas y planes absurdos se desprendían de sus labios.
No, no podía creer lo que estaba oyendo.....¿por qué hablaban de escapar? ¿escapar de dónde? ¿quienes eran esas personas?

Cita :

El pobre hombre se encogió del susto al escuchar un estornudo tan estrepitoso, sobretodo porque aquel hombre parecía muy poca cosa como para poder soltar uno de tales proporciones.
Pero ahí no terminaba la cosa.....de pronto se puso a hablar de forma acelerada. Prácticamente se superponían las palabras que decía, lo que no impidió que Federico entendiera cada una de ellas.

De repente una sonrisa irónica surgió en el rostro del señor Litis, que miró casi con despreció al desafortunado hombre que había estornudado - Pero que mapa ni qué estrategia, si sois todos unos inútiles. Seguro que no sois capaces ni de hacer la O con un canuto, así que no quiero ni imaginar cómo sería ese mapa......seguro que no os podéis ni encontrar el culo con él. Dejadme a mí y yo os sacaré de aquí.

Y tú cierra la boca - le dijo a Amarhis, que había comenzado nuevamente con sus locuras - si no quieres que estrangule a tu puto perro.

Pero ella parecía hacer oídos sordos y continuó hablando, mientras con su mano acariciaba el aire e impartía órdenes al aire, pues nadie le haría caso....como siempre.

La sonrisa desapareció de la cara de Federico y volvió a mirarlos con ojos asustados, sobre todo a aquel hombre que en ese momento se arrancaba la camisa para tirársela a Perfecto.
Federico se encogió como si quisiera hacerse invisible.

-¡Niiiiñooooos! ¡A callar!

Miss Brown se encontraba junto a ellos, con sonrisa de tiburón y aspecto amenazador. Su mano derecha sujetaba un enorme puro encendido del que se desprendía el delicioso aroma que les estaba vetado. La fruta prohibida.

Antes de que llegara Miss Brown el tabaco era algo corriente y aceptado por todos como algo natural, eterno. Siempre se había podido fumar durante la cena... hasta que llegó Miss Brown. De repente, las paredes fueron empapeladas con carteles en los que se prohibía encender cigarrillos, puros, pipas y hasta la tiza del pizarrín de Macute, el sordomudo. Todos los paquetes de tabaco fueron confiscados, incluídos los Celtas, y guardados bajo llave en la oficina de Miss Brown.

El resto de enfermos había aceptado la nueva imposición pero los seis que se encontraban en esos momentos sentados a la mesa no podían olvidar el aroma del tabaco, principalmente debido a que Miss Brown no predicaba con el ejemplo y se deleitaba fumando en su presencia.

Su otra mano sujetaba un enorme embudo de plastico azul, manchado por el uso, que generalmente se utilizaba cuando alguno de los internos decidía no rebañar el plato. Miss Brown adoraba esos momentos y esperaba con ansia que le dieran una excusa para enchufarle el utensilio al primero que se descuidara.

Soltó el embudo encima de la mesa y se inclinó ligeramente, dejando parcialmente a la vista su arrugado pecho mientras daba una larga calada.

-¿Verdad que vamos a terminarnos todo el pure? ¿Eh? ¿A que sí? -hizo una mueca que pretendía pasar por una sonrisa y solto una densa nube de humo por encima de sus cabezas- Venga, a comer. Y si oigo otro grito esta noche os aplicaré una lavativa de tabasco.

Se dio la vuelta y sin esperar respuesta se alejó sin preocuparse por el embudo que quedó ahí, mudo testigo de pasados abusos.

Un embudo... *puta*

El maldito embudo que tantas veces me metía *guarra* por el culo con esa especie de liquido *mierda* azul que me dejaba la tripa hecha añicos. *Hija de puta* Ya no quiero estar más aquí... el olor de ese cigarro, los ladridos del perro... ¿Qué perro? Ese *maricón* perro... el de la vieja de mierda *mierda*.

Pero ese dice que nos puede sacar de este embrollo. Pienso mientas mis ojos parpadean y mi mano se levanta y gira 360º sobre mi cabeza mientras que mi cabeza se ladea una y otra vez hacia la izquierda como intentando golpear mi hombro con mi oreja.

El embudo... el embudo de los enemas... *mierda*

Lo guardo con delicadeza en mis ropas, a la espera de un plan *estupido* de mis compañeros.

-jejeje, sí, sí, venga, ¡acabaros el puré! O yo me lo termino por vosotros. Está buenísimo, y alimenta. ¿No lo quieres? ¡Dámelo!

Perfecto va de uno en uno preguntando a todos los de la mesa, rebañanado aquellos platos que le ceden. Con una sonrisa de oreja a oreja. Ha recogido la camisa que le ha tirado Felipe, le ha dado las gracias entusiásticamente, y se la ha atado como un babero. Además husmea con deleite el humo del cigarro puro de la mala bestia de la enfermera.

-¡Mmmm....! ¿Oléis? ¡Eso es lo que quiero! ¡Voy a fumarme cientos de esos! ¡Así que salgamos!

Ve como Armando se guarda el embudo, y le guiña el ojo. Luego se dirige a Federico.

-¿Cómo piensas salir? ¿Tienes un plan? Vamos, cuenta, cuenta. Porque a mi lo de hacer un mapa me parece muy bien, no sé qué puedes proponer de mejor, pero, claro, seguro que tienes alguna idea. A mi se me da genial buscar soluciones, tengo muchas opciones, ¡nadie como yo para abatir los obstáculos! Por cierto, Amarhis, Residencia de Verano, ¿eh? ¡Verás dónde te voy a llevar cuando salgamos! ¡Esto te va a parecer una prisión cuando te enseñe mi casa...!¡Una villa de lujo es lo que tengo!

La expresión de Amarhis fue pasando del propio regocijo al desagrado en primer lugar ante las palabras de su mayordomo, el señor Litis, hasta llegar a la más pura y completa repugnancia ante la actitud y la actividad de su cochero, el señor Acabado.

Sus labios se contrajeron, su nariz se arrugó y sus ojos se cerraron con fuerza como reacción natural frente a aquel comportamiento.

- Si cariñito, sí. Cualquier día dejaré que los muerdas a todos. Se lo tienen merecido. – susurró al aire acercando los labios al hueco vacío que mantenía entre sus manos.

Sin embargo, a pesar de todo el asco que sentía ante la servidumbre y los criados, una palabra llamó su atención en la conversación… “tabaco”!!

-¡Se me ha apetecido fumar! ¡Haced que me traigan tabaco! ¡Pronto!... ¿Qué es eso? ¿un mapa?... – las palabras salían atropelladamente de su boca conforme en su cabeza una nueva idea sustituía a la anterior. Aquello solía ocurrir inmediatamente antes de que Amarhis cayera en una de sus habituales etapas de histeria -. ¡Y quiero que volváis a abrirme esa ventana! ¡Quiero saber qué ocurre al final entre Luis Alfredo y Topacio María! ¡YAAAAAAA! ¡YAAAAAAA!

Sus gritos alarmaron a aquellos más cercanos a su posición. Sin duda llamarían la atención de Miss Brown.

Federico miró asustado a aquel hombre que parecía haberse tomado un bote completo de vitaminas, pues hablaba atropelladamente y se movía con igual celeridad.....no se estaba quieto ni un segundo, estresando a Litis con su energía.

¿Salir? ¿Yo? ¿De donde? - preguntó sin entender nada de lo que hablaban, sin embargo, si podía salir del lugar donde se encontraba ahora mismo, donde parecía que todos estuvieran chalados, no se oponía en absoluto......quizá incluso pudiera descubrir lo que había pasado y por qué no recordaba nada. Incluso podían ser una secta que le hubiese secuestrado y arrastrado hasta aquel lugar.
Federico estaba harto de verlo por la tele....grupos de personas que se alejaban de la sociedad y formaban una especie de comunas, y desde luego, nunca terminaban bien esas historias. Puede que fuese mejor que les siguiera la corriente.

Abrió la boca para contestar, pero su voz se vió acallada por los estridentes gritos de aquella mujer extraña que parecía cargar con algo que sólo veía ella. Su voz hacía referencia, al igual que lo había hecho anteriormente Perfecto, a aquel puro que la mujer vestida de enfermera - qué extraña es esta secta - y que había dejado una intensa nube de humo planeando sobre la mesa.
Federico aborrecía el tabaco, no le gustaba ni su olor ni su sabor, aunque sólo lo había probado hacía un par de años en la boda de unos amigos.

Una vez más surgió una extraña sonrisa irónica en el rostro de Federico - Por supuesto que tengo un plan - su voz ya no era la tímida que hacía preguntas un instante antes, sino que esta se mostraba mucho más segura - y es sencillísimo. Sólo hay que prender fuego en la lavandería y esperar a que nos evacúen para intentar escapar.

Y usted, señora - se volvió hacia Amarhis - deje de decir tonterías. Aquello no es una ventana sino una te..le..vi..sión, ¿me entiende? Y ya puedes levantarte tú misma a encenderla, porque aquí nadie te va a hacer ni caso.

La intervención de Miss Brown, o mejor dicho, el humo de su puro apaciguó a Felipe como por arte de magia. Recordó aquellos habanos traídos de Cuba de los que solía disfrutar. ¿Dónde estarían ahora? Seguramente donde siempre, bajo llave en un cajón del salón. Eso si sus familiares no habían forzado la cerradura aprovechando que estaba allí encerrado. No podía ser, tenía que salir allí. La sola idea de que alguien pusiera una mano sobre sus cigarros sin usar un guante de latex le producía escalofríos, todo el mundo sabía que la piel humana en contacto con un puro hace que pierda sabor. ¡Cuantas veces había tenido que tirar un puro a la mitad porque algún desconsiderado transportista o comerciante lo había tocado sin el menor cuidado! Aunque claro, Felipe parecía ignorar que los puros se lían a mano.

En cualquier caso, lo que le estaba causando verdadero repelús era la visión del asqueroso embudo. Le acometió un súbito mareo ante la idea de que aquella cosa tocara los labios. Haciendo de tripas corazón se sentó de nuevo a la mesa y comenzó a tomarse el puré. Cuando vio que Perfecto estaba utilizando su camisa de babero se resignó a acabar la comida con total falta de decoro.

Cada cucharada se le hacía un infierno y parecía congelarle la garganta. Por suerte sólo tuvo que tomarse la mitad ya que el resto fue devorado por Perfecto en un abrir y cerrar de ojos.

A pesar de todo, ahora que tenía el estomago lleno y el embudo había desaparecido de la vista se sintió mejor y volvió a centrarse en los planes de fuga.

- Ya, pero para encontrar la lavandería hace falta encontrarla, y para eso hace falta un buen mapa. - insistió, se le había metido esa idea en la cabeza. No se podía tener un plan de fuga sin un mapa. Un plan de fuga sin mapa era como una sopa con un pelo.. ¡Una mierda! Le gustó la comparación y se la expuso a sus compañeros.

- Un plan de fuga sin un mapa es como una sopa con un pelo ¡Una mierda! -

- ¿Lavandería? ¿Queréis ir a la lavandería? -

Recuerdo muy bien ese sitio... el sitio donde ocurrió el incidente del jabón en polvo. A veces paso por su puerta y me quedo mirando en su interior, así que... ¡yo sé dónde se encuentra la lavandería!

- Pero... *mierda* si yo se muy bien donde se encuentra la *puta* lavandería. Ese no es el problema, la *cabrón* lavandería está dentro de estas paredes... ¿Cómo pretendéis salir de aquí por allí? -

-¡Ja, ja, ja! ¡Sí! ¡Claro! Le pegamos fuego a la lavandería, hay allí montooones de ropa! ¡Arderá como si nada, y lo usamos de maniobra de distracción! Luego, cuando todo el personal se dirija corriendo a apagar el fuego, nosotros nos vamos por justo el lado opuesto! ¿Dónde dices que está la lavandería? ¿Y qué hay en el lado opuesto? ¿Tenemos combustible? ¡Yo tengo un mechero! ¿Cuándo podemos hacerlo? ¡Ja ja ja!

Hablaba atropelladamente, sin dejar ni una pausa entre palabra y palabra, entre frase y frase. Colorado, en parte porque casi se ahogaba, en parte porque la energía parecía rebosarle por los poros, Perfecto se estaba congestionando por momentos.

-¡Hay que pensar, hay que pensar! ¡Y conseguir información, eso es primordial! ¡En cuanto sepamos qué hay en el lado opuesto de la lavandería hay que buscar la manera de salr de allí! ¿Podemos robar las llaves? ¡Yo seguro que puedo! ¡Soy fantástico haciendo juegos de manos! ¿nunca me habéis visto hacer desaparecer cosas? ¡Soy un maestro! ¡Seguro que puedo robarle las llaves a la bruja esa!

Como un tomate. O mejor, como un pimiento. Rojo rubicundo, con la piel tensa, esos pimientos que parece que vayan a reventar de un momento a otro. Así estaba Perfecto. La nariz era un faro, brillaba... y empezaba a moquear... 

- ¿Queréis distracción? ¿Distraer a la *mierda* enfermera? -

Empujo con mis piernas la silla, hasta quedar separado unos metros de la mesa para después ponerme de pie y de un salto, caer sobre los platos de la mesa de al lado, salpicando de comida a los internos que estaban comiendo en esa mesa. Acto seguido, carraspeo para aclararme la voz y utilizando uno de los cubiertos de esa mesa, comienzo a cantar como un desaforado.

This appeared as a moral dilemma
‘Cause at first it was weird though I swore to eliminate
The worst of the plague that devoured humanity
It's true I was vague on the How
So how can it be that you - have shown me the light?

Salto de la mesa y acerco mi cara a uno de los celadores que se acercan hasta donde estoy.

It's a brand new day!
And the sun is high!
All the birds are singin' that you're gonna die!
How I hesitated,
Now I wonder why?
It's a brand new day!, les digo señalando justo en el centro de sus ojos con mi dedo índice mientras comienzo a correr por entre las mesas, medio bailando medio riendo.

All the times that you beat me unconscious I'll forgive
All the crimes incomplete, listen honestly I'll live.
Mr. Cool, Mr. Right, Mr. Knowitall is through
Now my future's so bright and I owe it all to you - who showed me the light!

It's a brand new me,
I've got no remorse!
Now the water's rising but I know the course!
I'm gonna shock the world,
Gonna show Bad Horse!
It's a Brand New Day!

And Penny will see the Evil Me,
Not a joke, not a dork, not a failure.
And she may cry but her tears will dry
When I hand her the keys to a shiny new Australia!

It's a brand new day!
Yeah the sun is high,
All the angels sing because you're gonna die!

Go ahead and laugh,
Yeah, I'm a funny gu - y!
Tell everyone goodby - e!
It's a brand new day!

Termino la canción de rodillas en el suelo, con la espalda arqueada hacia atrás, con mi brazo derecho en alto con la mano cerrada en un puño mientras que en la izquierda llevo el cubierto cerca de la boca, a modo de microfono.

Felipe observó el espectáculo desde su silla, sin la menor intención de imitar a su compañero, pero dando desganadas palmadas al principio y muy entusiastas al final de la actuación.