Partida Rol por web

Te despiertas cuando un insistente rayo de sol logra colarse por tus ojos, haciéndote abandonar el sueño para recordarte con dolores que ya es de día y es hora de ponerse en marcha. Al principio no ves a Glenda, pero cuando logras enfocar un poco te das cuenta de que ha debido bañarse en el río y ahora mismo se está vistiendo...por unos gloriosos minutos tienes la oportunidad de ver sus senos perfectos, con los pezones erectos del frío y unas curvas que hacen despertar a una pequeña parte de ti, una que normalmente solo cuelga entre las piernas.

Cuando termina de vestirse y se acerca a ti no parece que se haya dado cuenta de tu atención indiscreta-Eres un dormilón, ¿lo sabías?, venga levantate, tenemos mucho que hacer hoy.

Aun con los ojos entreabiertos dejo escapar un gruñido juguetón. Que buena manera de despertarse cada mañana sería esta.

-Dejame un ratito mas...- A sabiendas de que no pensaba seguir durmiendo eternamente me incorporo lentamente.- Buenos dias a ti tambien. ¿Que tal el baño?

Lentamente empiezo a estirar mis músculos para entrar en calor.

-No te habrás atrevido a espiarme, ¿verdad?-dice con tono amenazador, aunque inmediatamente sonríe-No ha estado mal, la verdad es que a ti también te vendría bien, no se si te has fijado pero hueles peor que un cerdo. Si me dejas que coja algo mas de saponaria, puedo lavarte un poco esas greñas.

Me llevo la mano al pecho mientras hago un gesto de sorpresa.

-¿Espiarte yo? Oh, la mera duda me ofende.- Dije mientras hacia la cabeza a un lado de forma teatral y esbozaba una sonrisa divertida.- Y puedes estar tranquila conmigo Glenda. Ahora no estoy para ese tipo de trotes.- Digo con un deje de molestia hacia mí mismo. 

Dejo escapar un bufido que rápidamente convierto en una carcajada.

-Me han llamado cosas muy malas y feas pero nunca cerdo... Quizás quieras enseñarme en que consiste eso de bañarse. En la escuela de gladiadores se dedicaban a pasarnos una toalla de tela basta y de vez en cuando un líquido desinfectante...

Eso espero, si te pillo mirándome tendré que sacarte los ojos-concluye con una sonrisa, mas poco después su cara se torna en asombro-¿¿Nunca te has lavado en condiciones?? Ahora si que mereces que te llame cerdo. No nos vamos a ir de aquí hasta que te deje decentemente limpio, que lo sepas.

Te agarra de la mano y te conduce al río-Mientras busco unas plantas ve desnudándote y quitándote todo ese lodo del pelaje, al menos sabrás hacer eso, ¿no?

El se deja llevar hasta el río con la lanza en la otra mano.

-Tendré que cerrar los ojos pues... Aunque la tentación es muy grande.- Dice luego haciendo un amago de sonrisa. Mientras llegan al río el piensa en que entre sus amos y la arena, un baño no siempre a sido una prioridad.

Una vez al lado del río deja el arma al alcance y se sienta en la orilla.

-Mis amos nunca pensaron en que mi higiene fuera algo prioritaria. Si tenía suerte una vez a la semana me tiraban un cubo de agua fría por encima. En el coliseo era mas bien un pequeño chorro de agua, lo justo para quitarte la sangre de encima. Despues de las luchas... Bueno. No habia nadie que se quejara o se preocupara ni de mi higiene ni de mi salud. Tampoco es que tuviera muchas visitas.- Dice lentamente. Poco a poco va quitándose los restos de barro y suciedad mas superficiales mojándolos en agua, frotando y rascando.- No deberias alejarte mucho. Aun no sabemos si este sitio es seguro.

-Ningún sitio es seguro, no con esos malditos humanos-te sorprende con una voz llena de amargura-pero confío en mi olfato, si se acerca alguien lo sabremos. 

Se crea un pequeño silencio incomodo. Glenda parece haber perdido su buen humor, pero cuando se acerca a enjabonarte parece calmarse un poco. Empieza frotando por tu espalda con movimientos vigorosos y de ahí se traslada a los brazos y las piernas. Sus manos son como plumón, totalmente diferentes a las de los rudos hombres y furrys con los que has tratado. Expertas en su quehacer, te vas relajando poco a poco sin casi darte cuenta.

-¿Te gusta?

Hummmm quizas hablé demasiado. Espero no haberla molestado con... ahhhhh Al notar las manos de Glanda en la espalda no puedo evitar que un escalofrío recorra toda mi columna de arriba a abajo. Manos suaves recorriendo la espalda una y otra vez... Podría acostumbrarme a esto, sin duda alguna.

-¿Ahhhh? Ehh si... Que gusto...- La verdad es que era extrañamente cómodo. Estabamos en un sitio agreste, sin rastro de humanos, los dos solos. Y me alegré de que Glenda no pudiera mirarme la cara por que a estas alturas debería estar de un rojo demasiado intenso para mi gusto. -Si esto es un baño diario, podría acostumbrarme...

-No te acostumbres, que tampoco soy tu criada, aunque bueno, podría pensarlo si tu me bañases como compensación-te susurra al oído mientras continúa con el enjabonado. Espera, ¡¿es tu imaginación o esa mano se está deslizando hacia....

Vaya, por un segundo ha parecido que...pero Glenda parece absorta frotando para limpiar la mugre. Seguro que solo ha sido tu imaginación, a pesar de que pocas veces se te han pasado ese tipo de ideas por la cabeza. También es cierto que antes no tenías tiempo para ocuparte de eso, ni nadie con quien "ocuparte".

-Bien, con esto basta, aclárate y vamos al mercado-concluye con un tono alegre.

Dejo escapar un pequeño gemido. Mientras me levanto chorreando agua.

-No me importaría. Me parece un trato justo.- Digo sonriendola amablemente. De alguna manera tenía que compensar el azoramiento que sentía ahora mismo.- De todas formas siempre podemos... Nada, olvidalo.

Vaya por dios. ¿De verdad su mano buscaba mi...? No. No creo. Esto deberé pensarlo con calma. Me zambullí en el agua para quitarme cualquier rastro de jabón. Al salir a la superficie me acerqué a Glenda y con una sonrisa traviesa la dí un fuerte abrazo mojandola con mi pelo empapado. Al cuerno el pensar, nunca se me ha dado bien, de todas formas.

-¿Que te parece si te baño yo ahora?- Dije a su oido, alegre de que no pudiera ver el color de mi rostro, pues a estas alturas debería estar por un interesante color granate.

Ella deja escapar un gemido de sorpresa la verse atrapada entre tus enormes brazos, pero no se resiste. En su lugar hunde la cara sobre tu pelaje, al parecer disfrutando del agradable contacto. Se ríe un poco y se separa rápidamente pero con suavidad, quizás jurarías que ella también ha enrojecido.

Te tomo la palabra...a partir de ahora nos bañaremos mutuamente. Pero será mejor que nos pongamos en movimiento o nos quitarán las mejores ofertas en el mercado. Te espero en el camino.

Asiento para mostrar mi consentimiento mientras la veo apartarse.

-Si me lo pones asi, ya estoy deseando que llegue mañana.

En cuanto se pierde de vista me agito de arriba abajo para desperezarme con una sonrisa. Al menos no parecía muy disgustada... Casi parecía contenta. Me dije a mi mismo mientras me vestía. Al ver que ya estaba un poco mas decente arranqué unas hojas de menta de una planta cercana y me las pasee por la boca mientras las mascaba. Un mercado... Por fuerza había de haber algo de alcohol... Gaia, mataría por un trago. Aunque desde luego Glenda me había echo olvidar el bebercio por un buen tiempo.

Salí de entre la foresta a la búsqueda de la furry con las lanzas cargadas al hombro y la espada en el cinto.

-Espero que se te de bien regatear. Aparte de mulo de carga no se de que mas te puedo ser de utilidad.

La leoparda hace un gesto de suficiencia al tiempo que os ponéis en camino.

Por eso no te preocupes, se como moverme en un mercado y más si el dinero no es mío-agita tu bolsa antes tus narices, sin que sepas como narices ha conseguido quitártela sin que te des cuenta-Y si tu estás tu lado nadie intentará timarme con el precio, al menos a mí me daría miedo-concluye con una sonrisa.

No hay murallas, de modo que nadie os detiene cuando avanzáis hacia la plaza central, pero aún así Glenda se cubre lo mejor que puede el collar de esclavo que podría delatarla y a ti te indica que te cubras con la capa. Sería raro que ya os estuviesen buscando, pero es mejor no arriesgarse. Con ciertas dificultades, sobre todo para ti (por tu tamaño) os abrís hueco entre la variopinta multitud que acude al jolgorio del mercado.

Multitud de tenderetes de vivos colores se alzan formando sinuosos caminos, donde la gente se apretuja para ver lo que ofrece cada individuo. Aromas de plantas y animales se mezclan con los perfumes y especias que se ofertan, sin dejar de lado los hombres que no paran e vociferar anunciando las bondades de sus productos y precios que aseguran apenas les dan para vivir. Por otra parte se oyen las melodías y canciones de aquellos artistas que esperan sacarse una buena cantidad de monedas compartiendo su talento. Entre ellos hay una iguana que parece particularmente diestra con el laúd y que pronto se ve rodeada de chiquillos humanos que piden sus canciones favoritas, eso sí, observados con detalle por sus padres.

Glenda se desliza con agilidad entre la multitud, llegando a los puestos que le interesan y descartando los que no con una simple mirada sin que puedas comprender sus motivos. Empieza hablando con un sastre, un hombrecillo enclenque y con una clava incipiente pero que no tiene un pelo de tonto. Tras un duro regateo conseguís dos capas de viaje y dos buenos pares de botas por 300 monedas, así como un pañuelo azul que Glenda usa para tapar su collar cuando nadie mira.

El siguiente hombre es aún peor. Pronto queda claro que no hay manera de rebajarle el precio, de modo que al final adquirís por 285 monedas unas buenas provisiones de viaje consistentes en galletas de moras, carne salada, unas pocas hierbas para acompañar y un pan negro que es duro como la piedra pero que según Glenda aguanta muchos días sin estropearse. Se nota que no esta nada contenta con este intercambio.

Si antes te enterabas de poco, en el siguiente puesto te pierdes del todo. La animada discusión con la boticaria se alarga durante varios minutos en los que ambas mujeres discuten ferozmente hasta el punto de parecer que van a matarse mutuamente y de repente se echan a reír. Ves como guarda las hierbas y pócimas con gran cuidado en su bolsa, que luego te explica son para hacer varios tipos de medicinas, entre ellas el ungüento que te tu necesitas para las heridas. Eso sí, te duele ver que solo quedan 113 monedas de las 1000 que poseías.

Su animo se desinfla tan pronto como se topa con una desagradable escena; un hombre exhibe varios esclavos y con su afilada lengua hace que la multitud se desprenda en carcajadas. Los furrys, encadenados y desnudos, no hacen nada por evitar que los posibles compradores los toquen y manipulen, incluso en sus partes más privadas. Uno de ellos es solo un cachorro de foca de apenas 7 años, que se esfuerza por contener las lágrimas.

Te invito a un trago, he visto una taberna que parece buena-suelta bruscamente Glenda, que se da la vuelta y e aleja a grandes zancadas.

Al entrar en la ciudad procuro taparme lo mejor que puedo siguiendo a Glenda  un paso por detrás sin quitarle el ojo de encima. Estaba acostumbrado a moverme entre grandes multitudes, de modo que no tuve problemas en ir abriéndome paso tras ella con cierta comodidad. La gente tiende a evitar a los que pueden pisotearles...

Al ver como mi dinero iba desapareciendo poco a poco (o más bien al contrario) no pude evitar hacer una mueca mientras calculaba la de veces que podría haberme quedado en un agradable estado de embriaguez con ese dinero. Dejé la cuenta cuando pasamos a la segunda tienda mientras pensaba en decirle algo a la furry, pero al ver como compraba medicinas para mí me mordí la lengua y asentí mansamente.

Sin embargo al ver al esclavista en la plaza estuve a punto de saltar. Mis ojos se encendieron de indignación al ver como manoseaban a los furrys. Yo ya nací siendo posesión de un humano, de modo que pude ahorrarme esa humillación. Mis puños estaban apretados y mi cuerpo en tensión ante el espectáculo. Cuando Glenda habló me costó entender sus palabras hasta que llegaron a mí.

-Una copa... O dos. Esto es... Vamonos.- No quería seguir hablando. No quería seguir aquí. Al menos en la arena puedes morir con cierta dignidad... Esto es simplemente grotesco.

Abandonáis la plaza del mercado para ir a la taberna más cercana, con el alivio de poder alejaros del espectáculo que queda a vuestras espaldas. Rápidamente encontráis una, pero antes de entrar no podéis evitar contemplar la escena que se desarrolla en un callejón adyacente.

Un hombre golpea con saña el cuerpo de un pequeño furry, un gato joven, al que tiene levantado contra la pared impidiéndole escapar. A pesar de los golpes, el cachorro no suelta ni un grito, pero ya se encarga el humano de hacerlo por él.

-¡Maldita escoria! ¿¡Creías que podías robarme e irte sin más!? ¡Vamos, contesta!-otro golpe se estrella en la carne del furry, que se estremece.

Ante el espectáculo, le doy un toque a Glenda en el hombro al tiempo que le cojo mi bolsa del dinero, que me guardo en la mano.

-Vamos a echar un ojo.- Dije mientras me aproximaba al hombre hasta quedar detras suya.- Disculpe, caballero. ¿Tiene algun problema?

El hombre se gira lentamente, dando unos pasos algo tambaleantes y te mira de arriba a abajo. Estando tan cerca puedes notar que su aliento apesta a alcohol, lo suficiente para estar borracho pero no como para caerse por las esquinas.

¿Y a ti que te importa, basura? Esto no va contigo, así que será mejor que te marches. 

Impávido, hago a un lado al hombre y agarro del pellejo al furry.

-Gracias por darle su merecido señor. A partir de ahora yo me haré cargo de él.- Digo mientras le doy la espalda al humano.- ¿Has oido escoria? Te voy a dar la paliza de tu vida. ¿¡Como se te ocurre irte sin avisar al amo!?

Le pongo la cara a la altura de la mía para que me vea fijamente.

-Espero que sepas que la que se te viene encima va a ser de campeonato. Yo mismo pienso ponerte una cadena tan pesada que no podrás ni respirar.- Le guiño un ojo sin que me vea el humano, que está de espaldas a mi.

El chico te mira desconcertado unos instantes, pero parece entender lo que te propones y asiente con la cabeza, sin mirarte a los ojos. Ahora que lo tienes delante puedes calcular que tendrá unos diez años, aunque sus ojos denotan que ha tenido que madurar antes de tiempo.

Por su parte el hombre no parece muy convencido, pero tampoco intenta continuar con la reyerta. Rezongando, se aleja murmurando algo ofensivo entre dientes, sin duda en busca de otra botella con la que calmar su descontento.

Glenda ha observado todo desde cierta distancia, pero cuando se termina la disputa se acerca rápidamente hacia ti con una gran sonrisa-Has estado muy bien, yo misma estaba a punto de darle su merecido a ese humano, pero no habría conseguido calmar las cosas como tú.

Dicho esto, fija su atención en el joven furry-Me alegro de que estés bien, pero te arriesgas mucho intentando robar, si sigues así solo conseguirás que te azoten o incluso podrías perder tu libertad-y en efecto, su cuello no tiene ningún collar, ni marcas de que lo haya tenido nunca.