Partida Rol por web

El mar de tiendas de campaña se extiende por las afueras de Cedural, un pequeño pueblo próximo a la frontera sur, que hasta hace poco no tenía mucha importancia. Ahora el aire se satura con el barullo de más de un millar de jinetes con sus respectivos animales esperando, hay decoraciones festivas por donde se mire, girnaldas y pancartas con el nombre del evento escrito en todas partes.

Se han establecido stands de venta de víveres, materiales de todo tipo, herramientas, armas y hasta juguetes, la gente dedicada al comercio ha decidido no perder semejante oportunidad de hacerse con algunos oros, o quién sabe qué podrían conseguirse mediante trueque con extranjeros. Incluso hay tres niños pequeños vendiendo limonada fresca en un puestito construido muy rudimentariamente, que pasa desapercibido entre la marabunta de gente. Los que sí destacan son los letreros de Providence y de la fundación Topeka, que son los principales sponsor de la carrera.

En la entrada al pueblo se armó una tienda más grande que las demás, donde ahora mismo alrededor de cien personas hacen una triple fila. Allí adentro el personal encargado está registrando a los participantes, detrás de un mostrador enrejado se ven los pobres funcionarios que no dan abasto, varias pilas de papeles y cajas fuertes. En alguna parte de esta cola se encuentran nuestros protagonistas.

-Shh, shh, Wind Waker. Tranquilo.- un joven hombre rubio acaricia la crin de su caballo. En el cian de sus ojos se refleja el caos del sitio. Sus gabardina blanca destaca entre los colores oscuros de las vestimentas locales, después de todo nadie es tan tonto como para ir de blanco en viajes largos a caballo, y menos a una carrera.

No es su vestimenta por lo único que destaca: Dentro del promedio de cuerpos fuertes y grandes, aquél rubio a duras penas supera el metro sesenta de altura y cuenta con un cuerpo delgado y sin musculatura definida.

Una sonrisa amable se dibuja en su rostro cuando él se detiene junto a uno de los stands. -Dos, por favor.- pide con un dúo de dedos alzados a los niños pequeños vendiendo limonada. Les ofrece las monedas que pidan a cambio y, tras un educado agradecimiento, regresa a la fila y le ofrece un vaso a quien le acompañó en el viaje.

-Alex, toma. No te me deshidrates.

Alex se ajustó el sombrero con cuidado, desviando sus ojos del calor del sol abrasador. Su mirada arisca examina con cuidado sus alrededores, con el porte de alguien que espera un ataque en cualquier momento. Sus ropas de cowboy son ocultas bajo un colorido poncho de colores que se ocupa de cubrirle del polvo.

Pasa la mano distraídamente por el lomo de Twilight Princess mientras espera impacientemente en la cola. Alyss está con su tono optimista, como de costumbre, se acerca con dos refrescos. Tomó uno con su mano sin pronunciar palabra, recostándose en el lado de la verja mientras buscaba evitar que el sol le diese de cara en los ojos. Por lo que podía ver, había venido una cantidad increíble de gente a la carrera, pero escudriñó los alrededores en busca de caras familiares. No podía arriesgarse a que nadie les reconociese.

"Acabemos cuanto antes con esto." — pronunció secamente — "Antes de que llamemos la atención otra vez."

El olor a estofado se había propagado por el campamento, pero este ya se había terminado. Muchos de los que comieron de él no se pararon a pensar que no era una buena idea comer la comida de un competidor, pero por suerte para ellos no lo envenené, aunque me hubiera sentido bastante tentado de hacerlo. Sin embargo, temiendo que me lo quitaran todo mientras no estuviera, empaqué mis cosas y me llevé a Gorgonzola hasta el puesto de inscripción.

- Venga compañero, una última carrera. Después de esta ya podrás retirarte.

Fussilli desde luego era un hombre que no tenía miedo de llamar la atención. Su complexión no era tan robusta como la de un jinete medio, pero por aquellos lares eso no era tan llamativo. Sin embargo, su extravagante traje verde llegó incluso a confundir a un caballo que creía haber encontrado comida, aunque por suerte supo detenerlo a tiempo. El cocinero se mecía la barba en la cola, mientras miraba a los que tenía por delante. Se esperaba encontrar caras conocidas de Speedwagon, pero no a cierto rubio de bata blanca pagando su entrada.

Un potente silbido recorrió la distancia que los separaba, y para cuando los hermanos pudieran verle, Fussilli ya les estaba saludando con la mano a lo lejos.

Justo en el momento en que Alex piensa en que nadie vaya a reconocerlos, les capta la atención el silbido de Fusilli, a quien recuerdan de tiempo atrás. Otros también giraron la cabeza a la fuente del sonido, pero viendo que no era para ellos, no le dieron más importancia y siguieron en sus cosas.

—Gracias por la comida, amigo, estaba exquisito —uno de los paisanos que comía con Fusilli le deja dos monedas de plata junto al plato de madera vacío y se aleja con sus compañeros, son unos cinco cowboys que se ponen a estudiar un mapa entre todos.

La fila avanza lentamente, si bien hay tres mostradores atendiendo, eso no basta para cubrir a toda la barbaridad de gente que hay, incluso estando desde temprano en la mañana, aún faltan muchos por apuntarse.
Inmediatamente delante de los hermanos McAllister hay una muchacha de piel pálida, cabello largo rubio claro sujeto en una coleta que le llega hasta la cintura y ojos verdes, tiene nariz pequeña y respingona, y en sus labios finos se nota un dejo de labial verde. Trae pantalones de cuero con botas con espuelas, un cinturón ancho con una hebilla pintada color verde jade que hace juego con sus ojos y una camisa blanca de tela gruesa. Al cuello lleva unas antiparras que protegen los ojos de la arena y sobre los hombros una capa larga que usa como abrigo. Tiene unas pistoleras a cada lado del cinturón, pero curiosamente en lugar de armas de fuego, lo que llevan son un par de bolas de aproximadamente el tamaño de un puño, pintadas del mismo color verde que la hebilla de su cinturón. En su mano tiene una libreta con algo escrito y lo está repasando minuciosamente, su otra mano en el bolsillo. Es bastante alta, tal vez 1,75 metros y 67 kilos de peso, y su físico es bien atlético, se nota en sus brazos firmes.

En el puestito de limonada ahora hay un hombre aion rubio de ojos azules, medio corpulento, con cara de bonachón, tiene un chaleco de cuero con varios bolsillos y está armado con un revolver que descansa en su cinturón. Mientras se está sirviendo un vaso le revuelve el pelo a uno de los niños, que tiene un moco visiblemente goteando de su nariz y le faltan todos los incisivos superiores.

Tras un trago de limonada, el médico responde a Alex: -No te preocupes: Antes de que te des cuenta ya habremos acabado con esto. Conciencia limpia. Esta vez prometo mantener un perfil bajo.- y dicho esto, alza un poco las manos intentando fingir inocencia.

En eso escucha un silbido y gira la mirada, preocupado: ¿Serán problemas? ¿Ya habrá llamado la atención? ¡Sabía que debería haber teñido la gabardina de negro o algo, el blanco resalta mucho y---! ¿Qué es eso verde? Alyss se percata de que quizás no deba preocuparse de su atuendo blanco, pues primero ve el verde de Fussilli y luego le reconoce el rostro.

Una pequeña sonrisa se dibuja en el ahora relajado Alyss. -Ah, ya me empezaba a preocupar que no nos fuésemos a encontrar, don D'Allessandro. ¡Bienventurado sea! Me alegra verle.

El médico aparta la mirada del mensajero-cocinero y se fija por un momento en el resto de las personas. Son bastante más pintorescos de lo que esperaba: La delgada pistolera que tienen delante le resulta llamativa y en otra ocasión quizás habría intentado entablar una conversación... pero esta vez no quiere agobiar a Alex llamando la atención hacia ellos de esa manera.

Alex arquea una ceja ante la llegada de Fussili.

"Una cara amiga, qué sorpresa. Me alegro de volverle a ver, señor d'Allesandro. ¿Asumo que usted también ha venido por los motivos obvios?"

Decide hacer caso omiso del comentario de Alyss. Esperaba que la promesa de su hermano de mantener un perfil bajo se mantuviese, puesto que ya había visto a hombres del ejército cerca. Echó un vistazo furtivo al puesto de comida antes de decidir que, por el momento, era mejor no preocuparse por aquello. La cola avanzaba lentamente, por lo que iban a tener un buen rato para matar el tiempo.

Dio un sorbo a su refresco y lo apoyó sobre uno de los postes de la verja de madera que reseguía ese tramo de la cola. Observando con el rabillo del ojo a sus acompañantes, se decidió a sacar un pedazo de madera y su cuchillo de talla y se entretuvo en tallar una pequeña figurita con forma de bala. El trozo de madera resultó mohoso en su interior y la joven desistió de su tarea lanzándolo a un lado con asco.

Se limitó a mantener sus espaldas vigiladas, puesto que en este ambiente, cualquiera podía ser peligroso. Medir a sus oponentes antes de enfrentarse a ellos probaría ser una información vital, por lo que decidió fijarse en el resto de participantes que hacían cola junto a ellos tratando de averiguar más sobre ellos. Especial curiosidad puso a las bolas verdes que llevaba la extraña chica enfrente de ellos.

- Oh, por favor, llamadme Fussilli, el señor d'Allessandro es mi padre. Siempre es un placer veros, espero que no os importe tener a este modesto mensajero molestandoos por el camino, pero supongo que os hará falta un poco de ayuda para no perderos por el camino.

Les guiñé el ojo a los hermanos mientras recogía la moneda que los vaqueros habían dejado. Rápidamente me llamó la atención la mujer que iba delante de los hermanos, principalmente por el inusual objeto que llevaba en sus pistoleras.

- Espero que tengáis todo lo que necesitáis. Aún estamos a tiempo de aprovisionarnos un poco, pero sería mejor si ya no tuviéramos que preocuparnos por eso. Todavía me acuerdo de cuando me fui de Caliardo, casi me olvido de llevarme la ropa, habría sido muy incómodo recordarlo cuando ya estaba en el barco. En fin, ¿cómo os ha ido cuando no me teníais para llevaros algo de repostería recién hecha con los paquetes?

La muchacha de ojos verdes cierra su libreta y con un suspiro se la guarda en el bolsillo trasero del pantalón. Delante de ella se está registrando un hombre moreno vestido con una túnica roja y un turbante morado, trae una espada curva ceñida al cinto, que no es más que una faja de tela que sostiene sus pantalones holgados.
Le llega entonces el turno a esta chica, da un paso adelante y deposita un cheque de Providence —jue~ —sonriéndole al empleado.
—Señorita, necesito su nombre aquí —le indica el señor, a lo que ella escribe "Rotalia Rondinelli" encima de la línea marcada— muy bien, ahora tiene que completar este registro... eh? —nota algo debajo del mostrador— caray, ¿ya pasaron cincuenta personas? Disculpe, un segundo.
Se va para el fondo donde hay un archivo, y saca un montón más de fichas para traer adelante.

Mientras tanto, una mujer rubia que lleva un ushanka y un abrigo de piel anaranjado, pese ha haber treinta y dos grados de temperatura, se aproxima al hombre que bebía limonada.
Se saludan y hablan de algo, Fussilli puede notar que el señor lo mira un momento mientras conversan. Se acaba su vaso de un trago y lo deja en la mesita, luego se marcha de ahí, dejando a la mujer sola con los niños, que la miran con ilusión de que les compre algo. Ella desvía la mirada y se aleja también, yendo al final de la larga fila para apuntarse.

Volviendo a la joven que se está registrando ahora, un hombrecillo medianamente sospechoso, bajito, con un chaleco de lana y un bombín café se le había acercado, observando con curiosidad las bolas color jade que traía ella.
Sonriendo maliciosamente estira una mano, intentando coger una, pero inmediatamente la muchacha como por acto reflejo suelta la pluma y lleva la mano a la bola y, sin tocarla, ésta empeza a girar violentamente.
—¿Q-qué demonios...? —Acto seguido la mano del bandido se contorsiona y retuerce de manera antinatural, y se siente el crujir de sus huesos. El alarido que larga se oye en toda la fila y llama la atención.
Con su mano izquierda saca un revólver y le apunta a la chica —¿Qué me hiciste? ¡Mi mano! ¡Regrésala a como estaba antes!
—Te advierto, no dispares. Si disparas significa que me retas a un duelo, y no va a gustarte el resultado.
El tipo nervioso no hace caso y pega un tiro, fallando por poco el costado y agujereando la capa de viaje de la chica, ella entonces se da la vuelta al instante y una de las bolas es lanzada a la velocidad del rayo e impacta en el pecho del señor, empujándolo con fuerza y haciéndolo chocar con Alyss, que estaba justo al lado. Al darle de lleno el pecho del ladrón se retuerce igual que como pasó con su mano, desgarrando su ropa.

El hombre queda tirado en el piso, maltrecho, y aparecen dos personas que se lo llevan a rastras. La joven finaliza su registro y se retira.
Pasada la conmoción algunos todavía se quedan mirando, y otros no le dan tanta importancia al suceso.

Alyss mantuvo silencio durante el intercambio entre la muchacha y el ladrón. El efecto de la mano retorcerse le resultó de lo más... extraño. No es la primera vez que ve algo así, pero sí que es la primera vez que no va acompañado de sangre y sonidos de huesos triturarse. Se estremece y se contiene: Normalmente querría dar un paso adelante e intervenir... Pero no puede ahora. No con la presión que llevan encima... y con el perfil bajo que deben mantener para evitar que algo le pueda pasar a Alex. Cierra los ojos y se muerde la lengua con frustración.

... Y entonces, todo aquello sucede en un parpadeo. Una pistola es desenvainada, una amenaza soltada, un gatillo jalado, e instantes después el bandido vuela por los aires y golpea contra él.

Alyss recula un paso por el impacto y sostiene al bandido con ambos brazos para que no caiga al principio, ya que golpeó contra él de todo modos. Mira su brazo izquierdo con sorpresa y luego nota que pierde fuerza y su agarre se debilita: El ladrón cae al suelo cuando su siniestra cede. Alyss se muestra muy confundido por varios momentos: Todo ese encuentro fue de lo más extraño... Se pregunta, ¿no será que esa mujer tiene algún extraño poder como el de ellos?

Mira al ladrón ser arrastrado fuera, se queda en silencio observando a la extraña jovencilla acabar su registro, y da un paso adelante para hacer el suyo propio cuando le toca el turno. Nadie reaccionó mucho a eso... lo cual le hace pensar que no es nada raro para esta gente. Osea... está rodeado de gente con capacidades extrañas. Un prospecto... algo peligroso.

—Su nombre aquí, por favor —el señor le indica a Alyss dónde debe firmar y le pasa una pluma— y debe completar este registro con su nacionalidad, así como también el nombre, edad y raza del caballo.

—El inicio de la carrera tendrá lugar en dos días al mediodía, llueve, truene o relampaguee, una vez efectuado el pago no hay reembolso. Guardaremos sus huellas digitales y una impresión de la nariz del caballo, está terminantemente prohibido cambiar de jinete o de animal posteriormente. —Explica el mismo empleado.

Alyss agradece educadamente y se dedica a rellenar el formulario. Alyss McAllister, 27 años, Aion, Esphero.

¿Su caballo? Wind Waker, purasangre, 3 años. Deja sus huellas y rellena todo lo que haga falta rellenar para luego sonreír y entregar el formulario.

-Entendido. Aquí tiene el dinero y... Muchas gracias. ¡Ah, sí! ¿Un boleto o comprobante de que pagué hay, no?-

—Excelente —el empleado cuenta con rapidez y destreza las monedas y las echa en un cofre.
—Claro, este es tu certificado de participante y una insignia conmemorativa —te deja entonces un mapa arrollado y una medallita que tiene impreso el logo de Steel Ball Run, según el certificado te corresponde el número 637. El diseño de la insignia es un jinete galopando sobre el mapa y la bandera de Espheria, debajo el año 990 y, a cada lado de una herradura que los envuelve, los nombres de las ciudades de inicio y llegada, Cedural a la izquierda y Osborne a la derecha.

Alex observa silenciosamente a su rival, la misteriosa chica de delante de ellos, que destroza la mano del ladrón sin apenas esfuerzo. Por un momento, a Alex le parece ver...

"Alyss..." — susurra a su hermano — "¿Has visto eso? Esas 'bolas'. La manera en como se han movido... Eso no ha sido 'natural' para nada. Creo que esa chica, tiene una 'habilidad' como la nuestra... Esto se pone interesante." — sonríe la pistolera.

El cadáver inerte del hombre es retirado con un leve murmullo a su alrededor, mientras que su hermano da un paso al frente para inscribirse en la carrera. Alex espera impacientemente mientras mueve su pie dibujando círculos en la arena con la punta de la bota.

En las últimas veinticuatro horas hubo fuertes sentimientos de rabia en este pueblo, también ansiedad e impotencia.

No ves matrices activas en las cercanías, pero eso no quita la posibilidad de que haya usuarios de matrices en absoluto, más bien es muy seguro que habrá en la carrera.

- Tiene suerte de encontrarse ahora mismo en Espheria, signorina Rondinelli - dije mientras ayudaba a Alyss a levantarse -. No creo que siquiera la protección del archiduque le salvara de al menos una ligera reprimenda después de esto en Bellafonte.

Esperé pacientemente a que Alyss y Alex terminaran de hacer sus respectivas inscripciones para proceder con la mía: Fussilli D'Alessandro, 25 años, nacionalidad doble esphera y remense. Registré también a Gorgonzola, un purasangre esphero de 4 años y medios.

- El mejor caballo que jamás ha usado Speedwagon - dije fardando -, nada que envidiarle a un ilona.

Tras realizar el doloroso pago y ya con todo lo necesario, desplegué el mapa para verlo junto a mis compañeros.

- Mmm... No me gusta nada esto. La ruta nos exige cruzar el desierto, vamos a necesitar aprovisionarnos bien de agua cuando hagamos la parada en Parion. Con un poco de suerte, quizá evitemos a los nativos más agresivos, pero manda narices que hayan elegido expresamente la ruta más peligrosa. Bordear la Cordillera de Umbranos habría sido mucho mejor, pero que le vamos a hacer.

Al oír su nombre la mujer da un respingo y mira por encima del hombro. Nota a Fussilli y lo examina de pies a cabeza. —Ha sido sólo un duelo, no he quebrantado ninguna ley —afirma evitando claramente el punto de lo que le dijo él.

La inscripción finaliza y los tres ya son participantes oficiales de la carrera. Los números les fueron asignados en orden, por lo que Alex quedó con el 638 y Fussilli con el 639.

Gran coincidencia ha sido que sus tiendas de campaña no están tan lejos una de otra, basta una corta caminata para visitarse, pero antes de emprender el rápido camino de regreso, una mano se apoya en el hombro de Fussilli.
—Chico, ¿te estás haciendo el tonto, o de verdad no nos has reconocido? —se oye una voz un tanto rasposa, con tono jovial. Se le aparece entonces a Fussilli el mismo señor que bebía limonada unos momentos atrás.
—Bueno, de mí puede que te hayas olvidado, solo nos vimos un par de veces —es un par de pulgadas más alto, y otras muchas más ancho; te tiende una mano curtida y seca.

Una expresión extrañada se formo en mi rostro, pasando poco a poco a una de geniuna sorpresa mezclada con alegría.

- ¿Nino? Oh Dios mío, ¿cómo no os he reconocido? Ven a mis brazos.

Fussili se abalanzó sobre el hombre envolviéndolo como pudo, casi con lágrimas en los ojos.

- Dios santo, hace casi dos años que no os veía. ¿Ha venido también mi familia? ¿Cómo están las cosas en casa? ¿Focaccia ha recibido mis cartas? Tengo que hablar con ella ahora mismo, ¿por dónde se ha ido?

Nino devuelve gustosamente el abrazo —Claro que las ha recibido —ríe un poco— pero como que todavía está un poquito enojada contigo, no le gustó que te fueras. Está en la fila —la señala apuntando con la cabeza— pregúntale tú mismo.
—Las cosas han ido bien, nos mudamos a Ascani justo antes de... de aquello, nos salvamos por los pelos. Tus papis hicieron lo mismo y aunque te extrañan, están sanos y contentos.