Partida Rol por web

El Chato nu sabia que pasaba. No sabia escuñao aun, ni sabia partio la crisma. Pero bueno, segu to dioh, esa era la parte facilica.

Nese mumento vio una curva…que ma que una curva parecia que sacababa la carretera…

-¡¡Japuta!! ¡Tomaros un vinico a mi saluuuu!- Dijo Herculano previniendo el jostion que siba a meter.

En ese momento…

…por tos los Valar…por la musiquilla del mundo…que no me muera sin probar el vinico del premio…. Herculano siempre pensaba en lo mimo.

Ahí estaba el Jondere, sentao sin querer moverse. Y lo peor no era eso, era que encima que el Cagapinos luego iba a estar dando por culo en el bar to'l puto día. Que na más que iba al bar a dar por culo, que luego no se pedía na más que un tés de esos, ni un sol y sombra, un trista carajillo ni na. Copón, ¡pa pedir eso no vengas a dar por culo!

Gromenauer no podía permitir eso. Así que ni corto ni perezoso, uso tos sus conocimientos del mundo animal. Y es que la mejor manera de hacer andar a una mula, era dándole una patá en los cojones. A una mula y a todo, claro.

Pero la patada parecía que ya no era suficiente, después de que la Pellegrina fuese a tocarle los cojones a la mula. Y el Cagapinos que ya llevaba mucho arao.

Así que tirando su boina al suelo, frustrao el bueno del enano solo pudo gritar a to lo que daba—. ¡Me cagüen en Eru, los mayar, y tos los istaris de la corte celestial!

Pero mientras Gromenauer decía eso, se le había ocurrido una idea. Una de esas que solo se les puede ocurrir a los enanos borrachos...

El Sinpán se quedó atascao, como el que tenía al lao, el Briense, que le dicíamos Briense porque era de Bree, como tos nosotros, pero alguien tiene que tener el nombre, igual que en todas partes hay un Chino, un Negro o un Cabeza. Incluso en el lejano este y en Harad tienen un Chino y un Negro, ovio.

El Briense no pudo arrancar el arao, porque tinía un buey con pocas ganas de trabajar. Al contrario que los animales del Tuco y del Terrones. El Terrones era un jobi granjero con mucha esperiencia en lo suyo, que es labrar la tierra y trabajar como Eru manda. Un jobi respetao que sabía lo que hacía. Como el Cagapinos, que casi ni tinía que tocar su arao, porque el Crisantemo iba solico palante con mu buen ánimo y sin perder el porte y la delecadeza, haciendo tilin tilin con las campanillas de plata. Una vergüenza, vamos.

De mientras, Jondere estaba desfrutando de lo lindo de su borrachera y su mala leche, que dar por culo al Sinpán le animaba el día de jiempre. Rebusnó bien alto pa que tol mundo viera pal Sinpán y su facraso como labrador.

—¡Pos a tomar por culo la mula! —dijo el enano mosqueao— ¿No quieres arar? ¡Pos no ares, a tomar por culo! ¡Mañana hacemos chorizos de mula, que están mu ricos y son mu güenos pal colesterol!

Y dicho esto, el enano empezó a desabrochar el aparejo al animal, pa decir—. Pos si no aras, tú... ¡Cagüen Eru, pos aro yo por mis cojones!

Así, con tos los aparejos desabrochaos de la mula, el enano agarró tos los aparejos, se los colocó como pudo, agarró el madero donde iba puesto el arao y comenzó a tirar. A tirar como solo un enano achispao, cabreao y sin luces podría tirar.

Pero eso sí, él iba a arar por sus cojones.

El Tony no perdió más tiempo con la Japuta, tiró el patinete cuesta abajo, pegó un saltico mu elegante y se subió al cacharro ¡cuando toavía estaba en el aire! Asín de esa guisa fue pabajo más rápido que toas las cosas, pasando por encima de los que ya sabían caído y con la mirada puesta en el siguiente tramo.

El Chato pasó la curva no se sabía como. ¡Con lo viejales que era y todavía no se había partido el hocico! Munchos más jóvenes y habeledosos que él ya se habían esnafrao en la primera vuelta, y otros tantos ya estaba cogiendo el mismo camino. Una moza, la Trompetilla, trompezó con un guijarro, pegó una saltico y la carretilla hizo un quiebro y... y se le clavó... ¡ahí! ¡En el eso! ¡En to la breva! ¡Qué risión! ¡Que le metió la pepitilla pa dentro como Númenor al jundirse en el mar!

Tito, el niño del Frasquito el Mocos, cogió mal la curva y se pegó contra la paré denfrente, enrompiendo la carretilla y to. Al zagal lo conocíamos tos porque tinía unos prontos mu raros, que se ponía como tontico a patalear en la plaza cuando no le pasaban la pelota. Se levantó chillando, pateó la carretilla. ¡Y le vino de vuelta! ¡Ahí van dos dientes y toa a narís! ¡Una risas que pa qué!! Desden tonces lo llamamos el Picúo, porque se le metió la narís padentro que ya no tinía ni narís ni nada de cómo se la había quedao la narís. ¡Cómo nos rímos to al velo!

Y por encima el hermano del Tito el Picúo, el Pito, que iba mu chulico sin camisa ni na, pagó su vrergüenza cayendo de boca y arrascando to el suelo. ¡Por listo! ¡Por guarro! ¡Que un muchacho decente va con la camisa abutonada hasta el último butón! ¡Aunque apriete el cuello y cueste de respirar y sea verano!

Ahí adelante vinía un tramo mu peligroso. ¡Muncho! Por un lao tinía escaleras, a medias con poyete, y al otro lao la cuesta normal. ¡Y to en curva!

El Chato no se lo criia. ¡¡Había pasao la primerisca curva sin jostiarse!!

-¡¡To sea po er vinicooooo!!- Algunos disquen que le oyeron gritar eso. Otro que hablaba de los Valar y daba las gracias. Nunca lo sabremos...

Lo que si sabemos es que tras la caia del PIto quedo un reguero de sangre que ni en las peores batallas de los enanicos. Que eran mu pequeñicos pero llenitos de sangre. Y na ma pasar la carretilla por ese charquito...

Er Chato vio la curva. La vio de lejos…su cerebro, celebro…como mierdas se diga…se vio enfrajcao en un recuerdo. Un recuerdo mu cuncreto…

Se centro. To lo masimo que se pue centrar uno jinchao de vino. La calle si convirtio en un tunel…de golpe, todo iba mas lentico. ¿Siria (no, la ciudad no) la cuncentrasion?¿El vino?¿Los cojones colganderos…? y en ese momento… —¡¡¡¡Por lus cojones de tos los Dunedain y los Valar junticos!!!!!- Y el Chato, surprendiendo a to cristico…giró la curva.

- ¡Me cagon la jodía y en tos sus muertos! ¡Que ares!

Gritaba intentando meter miedo a la mula pero no paricía sirvir de nada. Pero aún había esperanza porque va el nano, y se pone a arar sin mula ni nah, cosa que hizo que la asmiración dela Lore por él creciera pero mucho.

- ¡Ese Sinpán, cagontodo, qué rebonico y que cohones tiene! ¡Vamoh Gromenauer, vamoh!

La Japuta se lo estaba pasando de lo lindo. Se sabía eso porque ya se la había escapao la dentadura en dos ocasiones; la primera en el regazo de un guiri, y la segunda en el helao de un niño. Evidentemente la Japuta se quedó con la dentadura y el helao, que robar a los niños está mu mal visto, pero también hay que enseñarles a respetar a los mayores y que la vida es mu dura. Toda pedagogía era la Japuta.

- ¡¡¡HERCULANOOOOO, AMARRA BIEN LAS CURVAAAAS!!!-

Tol mundo se puso como loco al ver al Gromenauer desabrochando a Jondere y puniéndose los aparejos encima pa tirar del arao. ¡Lo nunca visto! ¡Un oténtico desafío de las normas de la convevencia y el buen llevar del concurso de labrar!

Los miembros del jurado, con el granjero Maggot a la cabeza, se pusieron a descutir negando con la cabeza mu solénnemente. ¡Una afrenta a las tradiciones! Algunos quirían descafilicar al Sinpán, otros que no, y al final uno sacó el viejo pergamino donde estaban las reglas del concurso. Y ahí lo ponía mu claro: el arao lo tié que llevar un animal de carga.

El problema es que no taba claro que el Gromenauer no fuera un animal de carga.

Mientras descutían, el enano borracho no esperó y tiró del arao por sus cojones. Eso no era fácil porque no era na más que tirar y punto. Que si fuera asín de fácil pos le das una chusta en el culo al burro y te lo hace solico. No, no es asín. Pa arar hacen falta dos, el que tira del peso, y el que lleva el orden y aprieta el jierro contra la tierra pa que se levante. Y claro, el Gromenauer taba intentando de hacelo to a la ves solico. Jondere se había quedao con el culo torcío cuando le quitaron el arao. Porque ella arar no quería, pero tampoco quería que no la hicieran caso, que era mu suya y na más quería llamar la atención y dar por culo. Por eso hizo un trote rápido y puso detrás del arao, poniendo las patas como si lo estuviera llevando y agarrando las riendas con la boca, tirando del Gromenauer pa un lao y pa otro.

¡Qué risión, por tos los Valar! Tos se pusieron a rír cosa fina al ver a la mula Jondere llevando al Gromenauer mejor que el Gromenauer la llevaba a ella. ¡Copón, que eso era pa despatarráse! ¡Pero es que en además les salió bien! Por sus cojones, con el bocao metío en la boca llena de barbas, y tirando del arao, el Gromenauer y la Jondere conseguieron llegar el primer tramo, ¡y hasta lo hizo bien con sus cojones!

En la línea de salida el Briense se estaba cagando en to los muertos de los Espectros del Anillo y su santa madre, porque su bicho no quería de moverse y había dicho que de aquí no salgo, y dicho y hecho, que todavía estaba ahí esperando de salir. Al Terrones le pasó lo mismo, que el primer trozo mu bien dao, que era lo que sesperaba de un jobi granjero tan esperimentao como él, pero pal segundo trozo su borrico había dicho que tus muertos y de aquí no me muevo. El Tuco, de en cambio, sí que tiró hasta arriba del to, que el animal tiraba bien, pero el Tuco no estaba mu fino y estaba labrando mu mal, mu mal, mu mal, que se le desvió el surco que daba de pena de velo de lo desviao que estaba el surco.

El que iba tan tranquilo era el Cagapinos, que iba hasta silvando y sin tocar casi el arao, que eso iba solico que daba gusto de velo, que el Crisantemo tiraba del arao como si no pesara ni na. El caballico iba hasta dando pasos elegantes como si estuviera de rejoneo. ¡Qué bonico es el Crisantemo! ¡Así de bien llegó al final! Ahora solo tenía que dar la vuelta y volver.

Los vecinos que estaba asomaos a los balcones no se podían de creer lo que hizo el Herculano que eso era pa no creélo. En Bree nandie recordaba que el Herculano fuera un esperto en las carreras de carretilla, que solo se le veía correr en cuando oía que alguien descorchaba una botella. Pa to lo demás, nada, mu flojo.

Pero en esa curva tol mundo se preguntó qué secreto guardaba el Herculano. Y ese secreto eran unos cojones gordos como los cocos de un trol. Ni más ni menos. Cuando estaba a punto de irse de boca, hizo un quiebro de cadera, y la cadera sonó a quiebro, to sea dicho, flesionó las rodillas, que tamién sonaron a romperse madera, y en vez de esnafráse contra la pared, saltó y la tomó asín como si se deslizara por algodones de Ithilien. ¡Que se montó por la paré y to! ¡Y no se partió la cara en to el proceso de la maniobra ni na!

De mientras, los otros tres que iban más o menos a la misma altura que el Chato tamién pasaron la curva sin poblema, ¡qué fastidio pal Herculano! Y por la cuesta baja a toa velocidá el Tony con su carretilla, acortando destancias y haciendo verguerías de un lao pa otro de la cuesta como si eso fuera de jubete. ¡Más cuidao, espabilao!

Herculano miró palante y se encontró con un tramo malo: la cuesta sacía más empiná pabajo... o parriba, no sé. Estaba más empiná, que es lo que importa pa esta narración pregonera, y se devedía en dos trozos. Por el de la derecha era to muncha cuesta. El de la izquierda se jundía en una escalera, que la había puesto ahí el ayuntamiento pa ayudar a subir. Un lao de la escalera taba pegao a la paré. El otro tinía una barandilla de piera que debedía to la calle. ¡A ver si te esnafras que asquí hay muncho donde dejar los dientes!

Er Chato cogió la curva. Ni er mimo se lo imaginaba. Había tenio sueños de to tipo: familiares, de borraxera, guarretes…pero en ninguno se imaginaba pasar por una curva con ese estilazo.

Cuando cogió la curvica y miro patras vio a sus ENEMIGOS, sisi enemigos. Ni rivales, ni contrincantes ni ostias…ENEMIGOS. Eso le motivo…le motivo mucho...

Y venia algo peor…y de golpe…por pura cabezoneria…le vino una frase que le dijo su padre…

—¡Hijo miooooo….cuando algo no vaya bien…recuerda echarle los cojones…y si hace falta, el tercero!—

Y dicho y echo…y que cojones (nunca mejor dicho…) no iba a hace lo fasil de ir por la cuestecica que no se sabia si subia o bajaba..nanai…iba a bajar por las escaleras…que El Chato es mu Chato y los tiene mu grandes…andele ya…

Esto no podía ser. El enano estaba tirando del arao como un animal, pero parecía que no era suficiente pa alcanzar al Cagapinos. ¡Tenía que hacer algo!

Así que lo primero que se le ocurrió fue decirle a la Lorelai, para que hiciese algo útil y dejase de dar por culo por alrededor—. Pellegrina, ¡quitame la boina y arreame con ella, que asín seguro que me doy más brío!

Y dicho esto, el borrachín siguió tirando para decirle a la mula—. ¡Eso, so hijaputa, tú ara recto! ¡Me cagüen mi estampa! ¡Haz lo que sea, pero sobre todo no te choques contra el Cagapinos, no vaya a ser que le interrumpamos!

Qué listo que era el gromenauer, copón. Como a él se lo habían hecho muchas veces, se lo había aprendío. Ahora la mula, que se dedicaba a llevarle la contraria, le llevaría contra el elfo aguao, aunque él le había dicho que no lo hiciese.

¡Era un plan sin fisuras! Y si eso no funcionaba, solo quedaba el cerdo. Un cerdo untao en manteca era la antítesis de un elfo. Por muy buen arador que fuese, un elfo no podría resistir la tentación de limpiar un gorrino, que cómo iba a ir el guarro por ahí hecho un cristo y sin oler a rosas.

Pero eso era el último recurso, por si na más funcionaba.

Andaba la Lore tan contenta porque al final el nano araba, por sus cojones, pero araba, y es que no había mejor forma de arar que por los cojones de uno, tanto que la Jondere tamién ayudó y les estaba quedando un arao to rebonico. Y entonces la Lore se puso a gritar de alegría y pilló al Chispas de las patas d'alante y el cochino se tuvo que poner en pié y seguir a la Lore en su baile.

Y entonses oyó al Sinpán llamándola y la Lore se preguntó si eso de entrar en el arao y arrear con la gorra al nano entraría en las normas pero no se lo pensó mucho porque a la Lore se la traían floja las normas, así que allí que entró, y la boina le quitó, y en el culo le arreó.

- ¡Vente pa'ca, Chispas, ven! - Le dijo al marranillo en alto, pero luego le habló al oído. - "Chss, distráeme al Crisantemo ese, que si ganamos la prueba luego te doy belloticas".

Y luego gritaba otra vez:

- ¡Vaaaaamos naaaano, vaaaamos! ¡Kik, kik, kik, kik!

Y le hasía ruidos con la boca pa quel Gromenauer avanzara como se hasía con los burros.

El pobre Chispas no tenía muncha resestencia a la Lore. El guerrero de la piara se había convertío en un pagafantas que miraba a la aguá con ojicos de namoramiento y haría lo que fuera por olisquearle las enaguas y mirala a la Lore toa la noche a la luz de la luna.

Taba dolorío, con un ojo morao y cansadico, tirado en el suelo, donde se había derrumbao después de llevar al Sinpán. En viendo que la Lore se alejaba detrás del enano, gruñó porque no quería de perdela de vista porque taba encandilao como un Túrin de la vida.

– Oink. –dijo, recordando el ciego romance de Turambar y Niënor, que se enamoraron sin reconocerse bajo los plateados abedules de Brethil.

Tos asintieron y recordaron las palabricas que Niënor a Túrin, que tos las aprendemos en las escuela: Turin Turambar turum ambartanen! Porque asín era, un guerrero maldito, el amo del destino por el destino dominao, igualico que el Chispas, que se levantó, se estiró los jamones, se tiró un cuesco que quemó la hierba y se fue a trote cochinero pal campo.

El Chispas empezó a correr, a correr, a correr muncho, pisoteó to la línea que estaba haciendo el Crisantemo, siguió corriendo, bajó la cabeza como cuando fue a embestir al guiri en el redil, pegó un grito de cochino, hizo un derrape de costao y cayó pal suelo como una roca que va del Caradhras pabajo arramblando con to la nieve. Pero de nieve na, que con el solaco que hace en verano en Bree no hay ni pa hacerse granizaos de limón de Gondor, no, nieve no, revolcao en tierra y polvo. Tol mundo se quedó pasmao, el Chispas gruñó, tranquilo y a lo suyo, tirao de lao cubierto de tierra. Levantó un jamón, se tiró un cuesco bien gordo y salió una fuente de purines que eso era pa velo el chorrazo de mierdaca que le dejó al Cagapino en el sembrao. Una de dos, o de esa tierra ya no nacía na bueno nunca más, o iba a ser el sembrao más frutífero de to el Tyrn Gorthad.

– Oink.

Así mesmo, tal cual lo dijo.

Mientras taban tos con las manos en cabeza alarmaos por la que se estaba liando en el labrao del Cagapinos, el Sinpán llegó al final de la segunda parte y ahora tinía que volver. Taba tirando del arao mejor que la Jondere en sus mejores días de ebriedad. ¿Sería ese el secreto de que el Sinpán fuera manco pa labrar? ¿Sería que lo que le pasaba es que tenía que ponerse delante y no guiando el jierro? La Lore lo zurraba con la boina, ¡bonica estampa hacían! ¡Qué manera de estropear un noble deporte rural! ¡Qué forma de estropear la bonica jornada de labrar que íbamos a tener ese año!

El Cagapinos se detuvo, acojonao por lo que había hecho el cabrón del Chispas, y el Crisantemo se asustó como si hubiera llegao una bestia alada al campo, y se puso a relinchar y a caracolear to nervioso el animalico.

– ¡Tranquilo, fiel amigo! ¡Serena tus temores, noble Crisantemo! Pues ha sido el famoso Chispas, terror del deporte del cerdosebo y no una criatura de la oscuridad! ¡Oh, Chispas, odiosa criatura sin provecho! ¿Es que no puedes traer nada bueno? ¡Chispas, el Destructor de Vida, te llamo! 

El Cagapinos hablaba muy asín como hablan los elfos educaos. A la antigua. Se notaba que el Cagapinos estaba mu dececionao y veía peligrar su partecipación. Puso la mano en el hocico de Crisantemo.

– ¡Tranquilo y detente, Crisantemo! Demostremos que todavía somos los mejores a pesar del todo. ¡Devolvamos la luz y la alegría a este día! –le dio la vuelta al caballico y tiró pabajo. Le habían estropeao un tramo, pero todavía podía quedar por delante de tos. ¡Y volvió a hacer un buen recorrío de vuelta! Esquivó lo peor del charco de purines del Chispas, pero al acercarse el Crisantemo reculó un poco, asustao del tufo.

De mientras, el Terrones sabía estancao con su animal. ¡Con lo que era este buen labraor! El Briense por fin logró sacar al animal palante y hizo una buena labrá. El que no estaba tan fino era el Tuco, que por meter presa a su animal y darle bien a la fusta el bicho tiraba palante, pero con mu poco tino y labrando más mal que tó.