Partida Rol por web

Se fueron entrando algunos vuluntarios pa la deversión de la mañana. La moza que no se lava, el jobi sordo, el ovejero, y un grupo de zagales muy gambiteros llegó cargando con el Sinpán, que taba mu tranquilo a lo suyo que no sestaba metiendo con nandie y ya tuvieron que molestalo. Si es que así no se pué.

Tamién se asomó el guiri que el grupo este tuvo en la taberna de la mama de la Lorelai, que sabía acercao a los rediles y se ve que taba mu emocionao y mu de qué bonico y qué pintoresco es to, y ahí apareció con su señora y sus dos niños, y el guiri pues se ve que taba animao y con ganas de integrase o algo, que se subió a una barrera y se quitó la camisa, dejándonos a tos ver que en la ciudá ni se trabaja ni te da el sol, que ese pecho taba más blanco y más lisico que tó. El guiri entró dun salto sonriendo, que pa mí que ese se creía que eso era to mu de dulce y que no pasaba na, que total que esto es na más como perseguir gallinas que qué te va pasar, que te resbales en el barro pos bueno y qué. Pos eso estaba pensando seguro, y digo yo que más le valiera pensar en su parienta, que lo miró con esa cara que miran las parientas de luego en casa hablamos que vaya tela contigo que te pones a hacer el gilipolla que ya me dijo mi madre que pa que vas con este. Eso taba diciendo la señora guiri con la mirada esa de tengo tus tistículos guardaos en la faltriquera desde hace 15 años y ay de ti como salgas con esos amigotes que tienes que ca uno peor. Pos va el guiri y se ve que se sentía liberao o algo, que se ve que habría pimplao algo de vinico porque se metió en el redil del cochino con to la ilusión de un niño en la cara. Como los panolis de ciudá.

El guiri se fijó entonces en el Sinpán, que lo reconoció que taba en la taberna esa mañana y lo saludó, pero no sacercó muncho que tampoco había muncha confianza y se fue de la taberna con enojo y resquemor.

Así que se quedó esperando pegao a unos barriles que habían puesto en el redil, que taba mu bien montao to que pa eso es un redil de Bree, que Bree es lo más mejor. En el medio habían dejao un carro y unos toneles y un par de barreras de madera, así to mu pensao pa darle cosa de calidá al juego. Que si no el redil queda mu soso si no hay nada porenmedio pa esquivar o escondese o darse la tollina padre.

Entonces sizo el silencio y la gente de la plaza sapartó como dejando pasar a un morlaco. ¡La virgen! Al redil llegó un tiparraco más grande que to las cosas, cubierto de pieles y acompañao de un par de animales de semelar echura. Se conosque que eran unos beórnidas de Rhovanion, que sabían visto algunos en Bree esos días y era cosa rara porque los beórnidas eran poco de salir de casa y menos pal turismo. Algo tendrían en Bree pa hacer. Y por lo pronto uno de ellos, Bron el Tocho, un mostro de cuidao, había dicidío devertirse con la gorrinada.

Bron el Tocho le sacaba medio cuerpo a tol mundo, por arriba y por los dos laos, y tinía unas manos que parecían raquetas de frontón, que te meta una hostia. Algo labría pasao porque tinía una cara de cabreo que era pa velo, que eso acojonaba muncho de velo con esa cara. Se conosque se habría mordió el cachete por dentro desayunando o sabría dao con la cabeza con la esquina del balcón del ayuntamiento o algo deso.

Entró en el redil. No lízo falta ni saltar la barrera, solo levantó la pata y pasó como quien pasa por encima dun taburete.

Se quitó las pieles de un rasguío y descubrió un pechopalomo más ancho que un barril.

– ¡ENGRASE ESTE TÓRAX! –esigió el beórnida Bron a los encargaos del untamiento de sebo.

¡La virgen qué bicho!

Ya andaba la Japuta cerca de la valla, cuando metió la nariz pa ver quienes se metían en el redil. Un follaovejas, una cosa posiblemente humana y del seso femenino, un jobisordo, el Sinpán, el guiri atolondrao y, _{madre del amor hermoso}, un cuerpo serrano que daba gusto ver unos pectorales tan redondos como las sandías del Venancio. Y los estaban untando sin avisala ni ná, habrase visto. Pues allí que se iba la Japuta, que se encaramó directa pa ayudar en el unte, entrando en el redil, dispuesta a darlo to...-¡¡ANDE VA ABUELA!!- Le gritó un tontoalastrés de ciudad a la Japuta. -¡Que el gorrino se la va a comer! JAJAJA. Señora, si no va con cuidado se va a hacer dañ...-.

Dos minutos más tarde varios paisanos de Bree, que en Bree semos mu solidarios con el dolor ajeno, sacaban a rastras al pobre tontoalatrés, comentando la jugada.
-Pero hombre, a quién se l'ocurre. Llamarle abuela a la Japuta. ¡Si está  en la flor de la vida!-
-_{...aaaaahhh..arrrrg....graaaaa...dolooooorrrrrr.}-
-Tranquilo, hombre, en unos años se le quitará el susto.-
-Hay que ser tontoalastrés...-
-O suicida.-
-También, o suicida.-
-BEEEEEEEE...
-Que alguien llame a un vitirinario!-
-¿Mejor un médico?-
-Ná, mejor un vitirinario, que hay que sacarle la oveja...-

Y endemientras, la Japuta ya se había puesto al lao del morlaco beórnida, echá p'alante.-¿T'han untao bien?¿T'ayudo majo? Ahí t'ha quedao un hueco...-
 

Herculano ya estaba preparao pa la risión que lesperaba.

Sentao en la grada, que quien dice grada dice un barril en medio un descampao. Que ahora a to se le llama grada.

Ver al Sinpan y a la Japuta ir corriendo tras un gorrino, prometía. Y mucho.

Por supuesto, er vinico no faltaba. Ni el achispamiento de horas pimplando…

En la mente, cerebro, musculo sin usar, o como quieramos llamarlo, solo una idea. Vino y ostias.

- ¡¡¡Vamos Sinpán!!! ¡Que tú pués con el gorrinico, el bestiaparda ese, y con tó lo que te echen!

Está la Lore que después del chocolate con bollacos que se ha zapao la corre el azúcar por las venas que la faltan dos pompones para parecer una animadora inquieta.

Tos fueron bien untaos de sebo, incluyendo el Bron el Tocho, que necesitó más manos que los demás pa acabar antes. Más duna moza de por ahí subiera ofrecío vuluntaria pa de hacelo, que yo lo sé, pero las mujeres de Bree son toas mu decentes y mu honrás y no tientan a la decencia asín, delante de tos los vecinos. Menos la Japuta, claro.

El Tocho tinía el apoyo de algunos de sus compañeros de Rhovanion, beórnidas como él, que se tomaban los retos mu en serio y parecían tos mu afectaos.

– Ese puerco es pa ti, Bron –dijo Bertín el Carroca, que paricía el jefe de tos ellos. No era tan grande como el Tocho pero tamién iba bien servío, que no le faltaban bultos por tos laos, pelo y cara de enfadao. ¡Alegra la cara, muchacho! ¡Questamos de fiestas!

Ese puerco llegó por fin. Era Chispas, de la ganadería Bwalden de Girithlin. Amos, del padre de la Puri la Retrasá, la Reina de las fiestas de Nuestra Señora.

Chispas llegó con contoneo sensual, acompañao de Islero, su entrenador, y guiao por unos porqueros de Bwalden el Cojo.

El Chispas no era un gorrino cualquiera, no se vaya usté a creer. Que ese cochino había sobrevivío a más dun encierro destos, que le dieron indulto en Metriath, en Los Gamos y en los Puertos Grises, que disquen que el Chispas le pegó un bocao en la oreja a un elfo, arrambló con las barreras y se fue pisoteando tos los huertos de flores élficas desas de pitiminís, que llegó al puerto, se subió a un barco desos de elfos, fornicó con el mascarón de proa de cisne que lo rompió y to y enluego lo dejó to hecho un cisco de caca, que tiñió de oscuro to la madera blanca que eso no hubo manera de arreglalo y lubieron de quemar, y que disquen que le echó un chorro purines a la barba de Círdan el Carpintero de Barcos. Un escándalo que fue to eso.

Pos ese gorrino. Chispas tinía más cojones que el caballo de Glorfindel, era mu bravo y más listo que to, y por eso sabía ganao un nombre. Su entrenador era Islero, un cerdo mu viejo que tamién se ganó el indulto hace munchos años, después de ganar muchos encierros de este noble deporte qués el cerdo en sebo. Islero dedicó su vida de jubilao a comer como un cerdo, enfangarse en charcas y entrenar a otros chanchos pa estas compiticiones, y Chispas disquen que es su obra maestra en el mundo deportivo. Varios deos arrancaos, huesos rotos, dientes perdíos y otras cincatrices varias sufrías por sus contendientes lo demuestraban.

La gente animaba a Chispas como el héroe que era, claro que sí. Le acompañaba la música de orquesta del pueblo, como si presentara a un deportista délite. Porque lo era, copón. Lo demostraba el collar de triple campeón del mundo.

Un porquero le quitó el collar, le abrieron una barrera a Chispas y este entró to espabilao, removiendo la cola de gorrino. Era gordo y grande. Trotó hasta un carro cabía endentro del redil, se subió a él, miró a to los brienses y turistas tos, se puso asín en plan encabritao a lo escudo señorial y chilló como un cerdo que eso era pa romperse to las orejas de cómo chillaba como un cerdo que chillaba. ¡La virgen!

Miró palrededor.

– Oink –comentó. Y se bajó del carro y se fue pa su esquina, donde un porquero le dio unas bellotas y otro le masajeó las paletillas con sebo. Lo iban a bañar bien bañao en unto.

– Campéon, tu pués con tos estos y doce más –dió ánimos un porquero.

– Oink –afirmó Islero–.

– Oink –dijo Chispas, metiendo el jocico to baboso en la mano llena bellotas del porquero.

La Puri la Retrasá estaba oservando to desde el balcón del ayuntamiento, saludando con la manica asín como una reina, to delicá. Ella tinía responsabilidades. La más importante era abrir la procesión de Nuestra Señora de Lothlorien, que se hace de noche del primer día de las fiestas, cuando el paso de Nuestra Señora sale pa que se bañe en la luz de Eärendil, la estrella más brillante del cielo. Si el paso no sale cada año, pos ya se sabe, mala ugurio, malas cosechas y to eso. Además, ques una falta de respeto y de to. ¡Hay que respetala a Nuestra Señora!

Otra de las cosas importantes que tinía que hacer la Puri como reina de las fiestas era mandar quempezara el juego del cerdo en sebo.

La Puri taba to tiesa con su corona de reina y su sonrisa tímida y delicá, y miró al redil y a los buenos brienses con candor en la mirada.

– Opá –le dijo a su padre, que estaba al lao–, pa qué traen al chancho si tiniemos a la Lore y to su pota mare –comentó y se riió por lo bajini, saludando con la manica, pero con tol tumulto cabía no sescuchó.

Cuando el Chispas estuvo bien embadurnao, la Puri levantó la mano.

– ¡Gente! ¡Aquí, mirarrrrme, coñiio ya! ¡Hacerle caso a vuestra reina, carajo! –sonrió con to su aire señorial–. Pos eso, ques hora de darle a la manteca. ¿Que no? ¡NIÑIIOOOOOOOOOOOOO! ¡DALE AL PITOOOO! – me dijo, dando unas palmás mu fuertes en el aire, y yo pité pa abrir el juego.

– ¡TUTUTURUTUTUUU!

- ¡¡¡¡¡Sinpán!!!!! si ganas te invito a un chatico de lo que nos animan los días-

Vi como uno a uno iban saltando mocicos al redíl. El bajito de pies grandes y pecho tabla no estaba mal... pero aun debía de creer un poquito más. En luego saltó el guiri ese que parecía jaber bebío más de la cuenta, pero mis ojos se abrieron como los platos que usan los gigantes de las Montañas Nubladas cuando vi entrar al redíl a aquel hombre.

¡Qué hombre! Exclamé mientras le veía moverse por el redíl. Le dí un par de lenguetazos a mi mano y me la pasé por la cabeza, peinándome el cabello. Enluego me pasé las manos por las axilas y me las jolí. Buenoooo.. bueno... ni tan mal. Pensé al notar ese olorcillo. Me coloqué bien las gafas para verle mejor antes de acercarme.

Que ojos! Que mentón! Esos hombros taaann fuertes! Los brazos, que musculados! Esos pectorales tan perfectos! Esas manos sobre ellos que her...! Espera... manos?¿?¿?¿? Fruncí el ceño y clavé mi mirada sobre aquellas manos, fui descendiendo por sus brazos lentamente mientras me iba crispando. Mis ojos se entornaron y sentí como mi cuerpo se llenaba de rabia... debí imaginármelo.

Sólo hay una mujer en todo Bree que puede igualarse a mi. Es mi eterno rival en todo: la Japuta. Es la otra mujer a la cual no la dejan presentarse para reina de las fiestas. Es quien siempre está ahí, tratando de levantarme a los hombres... es... es... la que está sobando a mi marido!! La corneta sonó anunciando el inicio del evento y la muchedumbre aclamaba a mi alrededor, aunque todo sonaba lejano para mi...

Apreté los puños con fuerza mientras contemplaba la escena de la Japuta y mi hombre. Estaba tan centrada en ello que ni vi salír al cochino al redíl. Japuta.... tinias que ser tu... Ti voy a demostriar quien es la mejor de too Bree... murmuré a regañadientes.

Estaba la Japuta tó concentrá en el especímen varonil que movía los pectorales alternatívamente pa calentar, pa calentar a sí mesmo y pa calentar a la concurrencia femenina y los dos jobis porculeros que le habían amargado el desayuno. La Japuta iba moviendo los ojos a la par que Bron movía los pectorales... izquierda, derecha, izquierda, derecha, pezón, pezón, izquierda, derecha... 

Y el cerdo salió a la palestra, tó chulo él, como si fuera el rey del redil, que lo era, había que reconocérselo. Qué andares jamoneros, qué balanceo de tripas, qué porte ociquero. Que bajase el mismo Beorn y lo viera. ¡Hasta daba ganas de besarlo!

Fue ahí,mientras miraba el maravilloso portento porcino que paseaba entre las vallas cuando la Japuta lo notó. Hacía tiempo que no sentía algo igual. Ese olor sobaquero, ese sorber moco, ese palpitar almejero... La Japuta se puso tiesa, pero tiesa tiesa, que casi dolía verle como las vértebras se encajaba una tras otra. Lentamente, MUY lentamente y sin hacer movimientos bruscos la Japuta se volvió y se encaró a su peor temor. Dominga. Entre toas la mozas que había nel pueblo, precisamente hoy, tenía que venir ella. Su némesis. Su antagonista. Su archienemiga. Su verruga en el coño. Su almorrana particular.

Aunque los sonidos no le llegaron a las orejas por el jodío gentío, entendió perfectamente lo que Dominga acababa de decir. Entrecerrando los ojos, y sin apartar en ningún momento la mirada ella, escupió en el suelo. - Dominga.- dijo, en un susurro.- Ti vi a meté los güevos del puerco por la puta oreja.-

Éuhlogio observó cómo la Dominga se tocaba las sobaqueras y el potorro, a Odovocar no enterarse de ná como de costumbre y preguntar por los orcos, vio entrar al Sinpán prometiendo ostias a diestro y siniestro, a uno con pinta guiri que no sabía ande sestaba poniendo y a un piazo mole que daba miedo de sólo mirarlo. En ese riguroso orden.También contempló la llegada de la Salustiana que se avalanzó sobre las carnes del beórnida como perra en celo, dispuesta a untarle de sebo todo lo que el otro se dejase untar.

El ovejero se acercó a los mozos que embadurnaban la grasa y dejó que le hiciesen lo propio, preparado ya para la llegada del tocino.

- Ahí está…, otra vez él… -masculló entre dientes- pues este año me las vas a pagar toas juntas, cagontó. - Y es que al Éuhlogio, el Chispas ya lo había revolcao pol barro el año pasao. Y el anterior, y el otro. Vamos, que el campeón porcino y el ovejero se conocían de largo.

Y así, en cuanto la Lore dispuso el comienzo del envite y sonó la turuta que avisaba que eso ya había empezao, el Éuhlogio salió pitando hacia el centro del redil, con la gancha en la mano -a ver si los jueces hacían la vista gorda con eso-, aprovechando que las dos bellezas locales estaban a punto de comenzar una pelea en el barro para discernir quién era la más merecedora del piazo macho y la distracción que eso supondría, con sed de venganza en la mirada, dispuesto a acabar por la vía rápida con el portentoso gorrino que tantas noches de pesadilla le había dao.

Tos parecían mu entreteníos en hacer tontás. Pero Gromenauer estaba a lo suyo, que era coger el gorrino. Ya no tenía mu claro porque, pero tenía que coger al gorrino. O si no sería la risión del pueblo.

Por eso, el enano, se encaminó a su ritmo a por el bicho. No salió corriendo, pero no porque tuviese las patas mu chicas. O porque estuviese achispao. O porque no tuviese claro porque tenía que coger al gorrino.

No, Gromenauer no salió corriendo porque tenía los cojones mu gordos. Y claro, con los cojones tan gordos, te rozas y no puedes correr. Así que se fue tranquilamente a por el gorrino.

Porque él no tenía pensao cogerle con maña. Porque lo de "más vale maña que fuerza" se usa cuando eres un bujarra y no tienes la suficiente fuerza. Pero por si fuese poco, los enanos tenían otro dicho: "Más vale cojones que fuerza". Y Gromenauer lo llevaba mu a rajatabla. Igual que lo de beber vino antes, durante y después de las comidas.

El Odo de normal no oía un pijo, o más bien oía medio pijo. Pero a la reina de las fiestas la oyó bien fuerte y casi sin tener que poner la oreja ni na. Ese momento fue el momento del flechazo. Ahí estaba la Retrasá, como la visión de un valar asín en mitad de un estercolero. Además su voz sonaba clara y cristalina, que l’entendió to lo entendible. Viva la reina de las fiestas, menuda moza más bien puesta.

El caso que oyó la trompeta y se puso a correr como pollo sin cabeza, asín buscando al Chispas. Pero allí el nivel de barro y mierda era minino y acabó empozao hasta la cintura. Lo cual no era mucho pa un humano, pero pa un jovi eran como arenas movedizas aquello.

S’acordó entonces de cuando el suegro del hijo del medio de la prima de la Amelia la Cantalapiedra se cayó a una poza donde hacían abono, que no s’enteró nadie y se murió ahogao de mierda hasta’l cuello. Y ahora les llamaban los Comemierdas a esa familia, mu trágico to. Él no quería que a sus padres y hermanos los llamaran asín y encima morirse soltero y entero. Asín que en medio de un pánico sin igual empezó a sacudir los brazos cual pelele manteao y en mitá’l aire. –¡Ay que m’ahogo! ¡Qué m’ayude alguien! ¡Ay, copón bendito, por tos los maias y la madre que los parió!- y ahí gritaba lastimero, enrezando que el Chispas no viniera a comerle la cabeza. Que to’l mundo sabía que los gorrinos se lo comían to.

Pues lo de la gancha no coló, y al Éuhlogio le dieron una monestación desas y ladvirtieron de que podía ser expulsao. Y eso que el ovejero sólo la quería pa trincar al gorrino por los cuartos traseros y hacerlo caer de bruces, como hacía cuando tenía que pillar a alguna oveja que se le escapaba corriendo por que li había visto venir las intenciones. Que no la quería pa dar garrotazos a sus adversarios, vamos. O eso creo, que uno no pué estar seguro de to.

- ¡Gollum, agárrame la gancha! -le dijo, sin dejar de correr, mientras se la tiraba. El perro puso cara de concentración y de bicho inteligente que era, y la trincó al vuelo.

Ma via quedao mirando tan fijamente a La Japuta, que me había perdido el espectáculo del pecho tabla de pies grandes. Reacia a apartar la mirada de mi némesis, miré de reojo el motivo por el cual aquel canijo no paraba de gritar que se ahogaba.

Y entonces le vi, tirado en el fango, pataleando con esos pies tan enormes y esas manitas, mientras pedía ayuda. San bía metío el sólo en un charco, que no cubría ni una miaja, pero con tanto movimiento y su estado de pánico, debía pensarse que estaba jundiéndose en el Anduin. Miré a La Japuta de nuevo. Jesto no ha terminao, ni ha empezao.

Tras esas palabras, me dirigí a lievantar al canijo aquel del suelo. Aunque por otro lao me divertía verle allí, acojonao perdio... pero se había convertido en un obstáculo para nuestra pelea. Le tendí la mano, mi apestada mano que jolía a sobaco y a pescao. Jamos, arriba! Qu'esto no es ná comparao con lo que v'a sufrir La Japuta hoy...

Mis ojos se clavaron en ella nuevamente y mis dientes rechinaron con fuerza. Con tanta fuerza que se me partió otro piño más, el cual escupí al redil mientras me centraba en mi presa.
 

– Antonio, mira a ver, ¿eh? –amenazó la señora del guiri desde la barrera. Ya sabe usté, una de esas frases que le yelan a uno la sangre que luego sabe que lespera en casa una buena. ¡Ay, las parientas!

El guiri inoró o hizo quinoraba a su señora y taba mu sonriente, que pa mí que ese no sabía en adonde sabía metío que mu rápido iba. ¡A ver si se creía que eso era coger gallinicas! Y así que se fue, medio trotando contento palante a por el Chispas.

Yo creo que Bron el Tocho, el beórnida , taba pensando lo mismo que el guiri, porque tamién se fue palante sin mirar precuciones ninguna. Pero tamién le diré a usté que daba una impresión deferente. Que donde el guiri daba lastimica verlo que uno le víia y decía «este acaba nel ambulatorio», que es lo que dicía uno al ver al guiri que daba lastimica de verlo, pues uno víia al Bron y se inspiraba otra cosa. Y no mi rifiero al golor de la Dominga, que parecía camuflaje de pocilga pa que no la sentiera el Chispas. Mi rifiero a que no parecía que el Bron estuviera ahí pa pillar gallinas. Más bien pa espantar becerros.

Así que fue direto al centro del redil temblando el suelo.

Chispas estaba mu curtío y no se quedó asustadizo en un rincón, como hacen muchos cochinos del cerdosebo, que se confiaban y se quedaban esperando a que los molestaran. Al Chispas no lacía falta que le tiraran pieras ni dardos en el culo pa picalo. El Chispas sabía lo que tinía que hacer: tirar palante.

Dun brinco se subió a la carreta y oteó al inimigo. Eran munchos, pero Chispas no síba a acojonar. No sabía defendío Cuernavilla con mariconeo. Sabía lo que tinía que hacer con tos los jugadores: reventalos a golpes y cansalos hasta que echaran la pota y el pránqueas. No sabía convertío en una leyenda yendo de mariposón. No.

Entonces su mirada se cruzó con uno. A ti te conozco, dijo su mirada porcina.

– Oink –afirmó al ver al ovejero.

Chispas sonrió de medio lao. ¡Muncho cuidao, Éuhlogio! ¡Que no hay cuatro sin cinco y viene con rima!