Partida Rol por web

Y asín, revolcao pol jodido marrano y endolorío pol golpe, es como acabó, pa no perder la costumbre, la participación anual de Éuloghio Focín, hijo de Purin, en el concurso de agarrar al tocino. Con la sensación, eso sí, de haberlo tenido más cerca que nunca. Si no hubiese fallao en la maniobra con la que tanta experiencia tinía... otro gallo le habría podido cantar.

Recogió del suelo la boina que había salío volando y, renqueante por la ostia que se había llevao, sacercó con la cabeza gacha ande le esperaba su perro con cara lastimera y de 'ya sabía yo questo iba a volver a pasar'. Saltó la valla como pudo, se cargó a cuestas la oveja, recibió algunas palmaditas de consuelo y otras de recochineo de sus convecinos, y se quedó como espectador a ver en qué paraba el combate, a ver si alguno de los que quedaban en pie (o revolcaos) acababan con el gorrino de los cojones.

El gorrino estaba acorralao. Gromenauer seguía rodando, hasta que dejó de rodar. Y no fue porque se topase con el gorrino, sino con unos palos que habían puesto ahí pa ver si alguno se esnucaba contra ellos.

Unos tristes palos le separaban de su objetivo, pero el enano no iba a dejar que eso ocurriese. Había rodado demasiado como para recordar algo más aparte de que tenía que coger al gorrino, aunque no sabía porque.

Así, el enano, con fuerza e ímpetu, salió del barro, agarró la verja y con ella como si de una silla desas del presing catch fuese, arreó al gorrino, para que no corriese y se estuviese quieto. y la lanzó a tomar por culo, cabreado, enajenado, demostrando al chancho lo que se le venía encima. Aún iba a preferir que volviese el cambiapieles y todo antes que el enano.

Tras el trastazo, miró al gorrino, aún cubierto de barro. Su mirada lo decía todo.

—Si esto es un duelo a ver quién es el más guarro, has perdío, tunante —Y dicho esto, agarró el jamón con sus manos como jamones, para no soltarle. Y si tenía cojones el chino, que se soltase.

Herculano estaba qui no si lo creía. Gromenauer paresia uno desos de las obras de teatro, de esos que solo bebian y fornicaban, porque….eso es lo que hacen los artistas ¿no? Llevaba toa la vida queriendo ser un por el fornicio y el bebercio… A lo que iba, que se paricia a uno de esos que actuan, pero no uno de esos pequeñicos que mueren los primeros. No no. Era como el prota.

- ¡¡¡¡¡ Ese Gromenauer, dale bien al puto gorrino!!!!!! -

Herculano se sentia como una desas animadoras de las cintas que les pasaban algunos diicas por la casal pueblo, piniculas creo que las llamaban.

La disispiración podía con la Pellegrina. Entre tetas, jamones y barro ya dibía pesar unos 85 kilos y eso sus delicados tubillos de elfa aguá no eran capaces de suportarlo, así que tiró de mente fría y trató de tranquilizarse.

Tenía pasados elfos. Muy aguaos, pero los tenía. Las mozas elfas eras aguerridas guerreras y luchadoras. Era ridículo que un cochino y un poco barro vincieran a alguien que llevaba sangre eldar. Así que, con dicisión, la Lore se puso a veinte uñas y gateó fuera del burladero (con gran gracia a pesar del barro, pues estaba acostumbrada a caminar así en suelos que se movían más en su cabeza debío a la borrachera), se plantó de rodillas en un lugar bien visible, cogió tol aire que pudo, e hizo lo que toda gran elfa haría en esa situación:

- ¡¡¡MAAAMÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁ!!!

Solo quedaban en pie el enano y la Japuta, los otros habían sido vilmente vapueleaos por el gorrino. Normal, era un gorrino de Bree, y tol mundo sabía que en Bree estaban los gorrinos más guapos y las mujeres más guarronas ¿O era al revés? ¡Bah! La Japuta no pirdió tiempo en esos pensamientos, pues tinía una labor humanitaria qu'hacer.

Aprovechando que el enano estaba haciendo demostraciones de higiene y conversando con el puerco, la Japuta, que por algo la llamaban asín, aprovechó p'hacer honor a su nombre. Pasó ráudamente por detrás del puerco y se situó a la vera del semidufunto Bron y la otra "puerca" que estaba encima despatarrá. De un tirón le arrambló la camisa y los sostienes, dejándola tetas al aire. No contenta con eso cogió un peazo barro y se lo enchufó en toa la cara.- Pal cutis, no sea que te coja el Sol.-

Dicho y hecho esto, anudó camisa y sostienidores, haciendo una cuerda improvisá. Mientras, empezó a cargar motores, pudiéndose escuchar claramente un retumbar de cascos desde dentro y que le iba subiendo hacia la garganta como si fuera la puta carga de los Rohirrim.

La Japuta se preparaba pa escupir.

Y llegó el momento que to los brienses taban temiendo. No el que esperaban, el que temían. Porque casi tos estaban a favor del gran campión, el grandioso Chispas, Señor de los Gruñíos, el Pisoteador, el del Rabillo Enroscao, el Grond de las Ferias. ¡Tinía tantismos ipítetos! ¡Tos ganaos a concencia y ninguno regalao!

To sucedió en unos segundos, y to por culpa de la Japuta. ¡Pos claro! ¡Ovio! En vez de atacar al Chispas, la Salustiana se viró y la arrancó las enaguas a la Dominga, que estaba tendía sobre el Bron el Tocho, obligando a tol público a ver sin desealo las virtudes de la Sabrosa. Con dos retuerzos hizo la Japuta una soga y el Chispas sonrió. Pero ese fue su error.

El Chispas miró al lao buscando a uno de los referís del partío. Los arbetros estaban ahí pa controlar el buen ejercicio de las normas del noble deporte del cerdosebo, tallás en piedra por maestros canteros khazad a cargo de la FECAL. Y entre toas las normas estaba la de que no se pudían usar herramientas en el juego. Ya el Ovejero, al entrar en el redil, había intentar colar una trampa con eso, pero enseguía se le quitaron las ganas porque, claro, hasta el Éuhlogio sabía que lo pudían de espulsar de la cumpetición.

El Chispas hubiera preferío reventá a la Japuta y quitarle to las contrasturas de la vejés a morrazos, pero era un cerdo noble, mu concenciao del cumplemiento de la norma del cerdosebo. En el juego limpio estaba la fuerza de su trayetoria pofresional, inchatable y sin mancha alguna.

Levantó el hocico pa avisar de la infración questaba cometiendo la Japuta, pa que la sacaran tarjeta roja y espulsión. Y entonces algo pasó. Buscando a la autoridá deportiva, la mirada del Chispas se cruzó con su perdición.

Ahí enmedio, de rodillas retozando en la cochiquera, cubierta de barro y mierda, y chillando como una auténtica hembra de las güenas de verdad, taba la Lorelai. Y como los dulces versos que Lúthien derramó en la fría y dura corte de Morgoth, que derritieron su corazón de piedra y odio, la imagen de esa Pellegrina embarrá y tetona le pego al Chispas en to la patata.

– ¡Oink! – dijo, to tontorrón y romántico. Cogió aire, y cantó, cantó como nunca había cantao un marrano, porque su pechopalomo sabía llenao de amor e ispiración por la Lore, para el Chispas ya la mayor obra de to el Ainulindalë–. ¡Oink! ¡Oooooink! ¡Oink!*

Y to el público dijo ¡¡OOOOOOOOOOOOOOHHHHH!! con to el candor y la magia, pues tos comprendían la prufundidad del sintimiento del Chispas, que sin vrergüenza ni miedo traía a Bree la dulzura y la pena del canto de Lúthien, la Hija del Cripúsculo.

Chispas vio un futuro, ya retirao del deporte pofesional, compartío con la Lore en una charca, rodeao de diez cerdicos de camada. ¡Diez cada año, por lo menos! To sería una eterna primavera y retozaría con ella en la eternidad de Valinor. ¿Por qué no?

Pero claro, el amor te ciega, y el Chispas no vio ni cómo salía volando la tapia, ni como un montoncico de barro salió del suelo delante de él. Ni cómo un puño del tamaño de cabeza de orco le iba a caer encima con to el peso de la ley del cerdosebo.

El gorrino estaba atolondrado. Seguramente sería porque pensaba que tras derrotar al Tocho, todo estaría hecho. Una pena que el gorrino no contase con el enano.

Por un instante, el enano pensó la manera de hacer su llave final contra el marrano. Pensó en varios movientos, todos con volteretas, piruetas, y cosas así en plan vistoso. Pero luego se acordó que era un enano y que iba entoavía achispao, así que lo remató con un movimiento perfeccionado durante eones por los más bravos guerreros...

Una vez arreao el puñetazo vertical, y el gorrino despanzorrao en el suelo, el enano alzó la voz, y dijo a tos los allí reuníos—. Pos como he enganchao al gorrino, pos ahora es mío. Y aunque los gorrinos están mu ricos, este me lo quedo yo pa ir con él montao a tos laos, como hizo mi primo el Thorin, el chingarobles.

Y dicho esto, el enano reanimó un poco al gorrino pa que se desatolondrase, se subió en el lomo, y dijo—. Ale, arre Chispas. Copón, que nombre más bien pensao pa mi noble montura...

Y felizmente, el enano salió de la plaza más contento que un tonto con un lapicero. Ya no tendría que andar de lao cuando estaba achispao y caerse.

Las tiernas hierbas florecidas se mecían en las lomas, refulgir de blanco y de verde, y de verde y de blanco mecidos por la fresca brisa que desciende de las cumbres. ¡Ah! ¡El sol de primavera! La luz de Anar inundaba el prado y sus mil miles de gotas de rocío como diamantes brillaban. ¡Jardín de Yavanna! Cristalinas las aguas cantaban, y yo cantaba, y los nenúfares blancos y los juncos y el sauce cantaban, pues por la orilla bajaba ella, cantando prístina como el manantial.

Y la miré con regocijo, y los cabellos le caían sobre los hombros en largas ondas, vestida con una túnica verde, verde como las cañas jóvenes, salpicada con cuentas de plata como gotas de rocío, y el cinturón era de oro, labrado como una cadena de azucenas y adornado con ojos de nomeolvides, azules y claros.

La vi bajar por el río, alegre como la primavera más joven, salpicando de gotas de perla el aire y las hierbas. Los lirios de agua flotaban a sus pies, y los rizos flotaban en la brisa, y las mariposas de Keméntari flotaban en su canto. Y yo canté al verla.

¡Oh, delgada como vara de sauce!

¡Oh, más clara que el agua clara!

¡Oh, junco a orillas del estanque! ¡Hermosa Hija del Río!

¡Oh, tiempo de primavera y tiempo de verano, y otra vez primavera!

¡Oh, viento en la cascada y risa entre las hojas!

Lorelai me respondió con risa limpia y voz clara y mi corazón se llenó de júbilo y ligereza, pues con ella se iban los males del mundo y en su mirada solo cabía la primavera de Valinor. Y juntos bajamos por el río, y al encontrar la charca jugamos en la orilla, haciendo la croqueta en el barro. ¡Fango fino que limpia los poros y quita las penas! ¡Fango que proteges de los parásitos y evitas las picaduras!

Largas horas pasamos en la charca, retozando como niños, salpicándonos de lodo, acariciándonos y juntando los hocicos. ¡Oh, Lorelai, hermosa y perfecta Reina de la Charca! Ojos brillantes, talle esbelto, orejas en visera, hocico largo, cerdas suaves, tocino fino, jamones prietos y altos de caña fina, trotar saltarín y alegre. En tu lomo, mis pezuñas. Mis jamones, contra los tuyos. Y en tu boca, mi nombre: Chispas.

Guren bêd enni, na vedui!

Chispas, llévame a la dehesa con to tu picha tiesa, dijiste, y todo fue por fin puro y limpio.

Lorelai la Pellegrina no había sío muncho de bestialijmo ni na de eso, pero algo rompió su corazón, porque cuando más estaba toa cagá de miedo, tirá en el barro, y temiendo que un ariete en forma de puerco le pasara por encima, cuando más tirrurífica era la cosa y más temía por su vía, ahín rodeá de cuerpos inertes masacraos por lo que ella criía quera un mostro porcino... entonces, comprendió la verdad. Porque en ese momento su mirada se cruzó con el Chispas y vio bondá y candor en sus ojos, y dulzura en corazón que eso era más dulce que unos pestiños.

Chispas no era un mostro malvado, era un guerrero, un pofresional. No rompía güesos por el romper, sino por contrato. Chispas era un especialista de lo suyo, pero tamién un especialista del amor. ¡Cuántas chanchas había caío bajo su embrujo de guerrero poeta, y cuántos Chispitas había repartíos por toda la Tierra Media! Munchos mozos del pueblo labían dao la serenata a la Lore, cantando borrachuscos debajo de su ventana, pilliscándole las nalgas en las fiestas y pidiéndole baile en las verbenas. Y otras cosas que no le voy a contar a usté ahora. Pero ninguno había cantao pa ella como cantó el Chispas, con todas las entrañas puestas en el quejío y trayendo a sus orejas de elfa aguá riminiscencias de una cultura ya perdía, un canto del amor más puro que solo saben conoscer los elfos dantaño. Que una cosa es aprenderse esas cosas en la escuela y otra que te canten un poema de corazón con to el sentío original.

Un instante tardó la Lore en dirritír su corazón y evaporar sus temores y sentir que ahí había algo sincero, honesto y de calidá como nenguno otro cubiera conecío. Los lagrimones de la Lore dejaron de arrastrar el barro de la cara y se sorbió los mocos como velones que le salían de la naris. Sollozó y se los quitó con la manga, como una princesa, y con la boca abierta dasombro y bobaliconería.

Pero el embrujo duró dos segundos. De pronto to se aceleró y el Gromenauer arrancó las tablas y le pegó un jostiazo al Chispas. Y bajó el puño que pa la Lore parescía a cámara lenta tó, como si subieran inventao las pinículas ya, que no es el caso, pero usté ya mentiende. Y en el istante interminable que duró la bajada de puño, las miradas del Chispas y la Lore se cruzaron y ella comprendió que el Chispas iba a caer por culpa del amor.

– ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!! –gritó la Lore, estirándose en el barro pa alcanzar con la mano a un Chispas que estaba dispuesto a rendirse por ella.

Qué bonico tó, cagón la mar.

El Chispas salió de lansoñación sin saber mu bien cómo y volvió del paraíso que hay más allá del Belegaer. No sabía ni lo cabía pasao. Solo recordaba la imagen mágica de una ninfa delicadamente sentá en el barro, una diosa, una reina de las fiestas populares. Abrió los ojos y lo que tinía delante era un tío mu feo y con mucha barba, que lestaba abofeteando con unas manos más duras que to sus muertos que lestaba dejando la careta dormía.

El Gromenauer le estaba partiendo la cara pero el Chispas no sabía ni dónde estaba, tal mamporrazo labían pegao y, sobre todo, tan embobao questaba, que giró el cuello pa quitarse denmedio al enano y mirar al otro lao del redil pa ver si ahí seguía la Lore. Su priuridad era comprobar que no había sío una aparición, que esa munjer era real y no un sueño. ¡Namorao! ¡Tontorrón! ¡Ay, el Chispas, con lo cabía sío!

Entonces se dio cuenta: el redil era un redil. ¡La cumpitición! ¡El desastre!

– ¡Oiiink! – gimió, al darse cuenta de lo cabía pasao. Había perdido. El fin de su carrera pofresional. Chilló sin aire y intento levantarse, pero taba hecho polvo y el enano no dejaba dabofetearle pa asegurase de questaba despierto. Y enluego se le montón encima, asín sin silla ni na, ahí a rozar huevada con tos sus cojones de enano peluo. Y lo azuzó como si fuera un poni.

Tol público estaba enmudecío, ¡la virgen lo cabían visto! El pueblo de Bree había sido testigo de la caída de la leyenda, el Chispas, y las fiestas de Nuestra Señora de Lothlorien de Bree del 10 de la Cuarta Edad del Sol serían recordás pa jiempre como las fiestas en las que el campeón invicto acababa su carrera, de un tollinazo y con humillación. Los brienses se llevaban las manos a la cara, sin creerse ná de ná de tó lo cabían visto. Una cumpitición que merecía un poema épico: valor, honor, monstruos, gigantes, hostiazos, batalla, amor, romance, muerte y la Japuta. ¡De to! ¡La virgen santa!

El Chispas hizo por levantarse, sin comprender mu bien onde estaba, y se puso a caminar despacico, dando camballás pa un lao y pa otro con el Gromenauer encima, más mareao y agilipollao que otra cosa. Le abrieron paso y tuvo ánimo pa girar la cabeza un segundo pa mirar a la Lore por última ves antes de perderse entre la multitús con el enano puesto, con ojos de humillación y pena: había caío delante de su amada como un macho beta cualquiera. Bajó la cabeza avergonzao y dando tumbos siguió caminando.

La gente empezó a aplaudir con fuerza, más que pa filicitar al Gromenauer, ese maldito enano borracho del pueblo, pa animar al pobre Chispas.

Enseguía llegó la cuadrilla del ayuntamiento pa desmontar to aquello. Otros llegaron con cubos de agua pa echárselos encima a los participantes, pa limpialos.

Agua del pozo a cascoporro pa quitarles el barro. ¡A mansalva, copón! ¡Agua frejca! Unos mozos sensañaron con la Lore, con lasperanza de que la salieran pitonacos del frío. ¡Anda que no van calenturros los mozos del pueblo!

Con unos bueyes engancharon al Bron el Tocho y se lo llevaron arrastrao con la Sabrosa encima como si fuera un toro en la plaza. Tamién se llevaron al guiri y al Oidofino en volandas. Y tos que fueron al ambulatorio a que los viera el praticante. ¡Ese no tinía fiesta hoy! Sabía puesto una tienda de proteción cevil al lotro lao de la plaza pa atender a los borrachuscos, los peleones y los heríos de las fiestas, que en el pueblo no faltan como ha podío ver usté. En la puerta el praticante sabía puesto su tenderete de remedios pa sacar unas monedicas, que nunca vienen mal.

La Puri, la Retrasá, tamién se llevó las manos a la cara del desenlace sorpresa. ¡El Chispas defenestrao!

– ¡Páaapa! ¡Que tan quitao al Chispas! Mira que digo que se han equivocao y le quito el premio al piojoso ese! ¡Que soy la reina'las fiestas y asquí sace lo quimisarrrrga der coño! ¡Vamoooos! ¡Diiigoooo! –se quejó, dando dos palmás al aire.

Pero no, las normas eran las normas incluso pa la reina de las fiestas y no había na cacer. Se levantó en el palco cagándose en toa la puta madre.

– ¡Eaaa! ¡Que yastáaaa! ¡Diiiigoo! ¡Que ha ganao el enano guarro ese! ¡Ar carajo el Chispas!

Y eso era to lo que la Puri tinía que dicir. Taba tan indigná que no tinía tiempo ni pa fijarse en la Lore cubierta de barro.

Rick Martel, questaba al lao de la Puri, se levantó a aplaudir y al sonreir to la plaza se deslumbró de blanco. Llenó de alegría a tol mundo, que de pronto se le quitó la pena por el Chispas. ¡Coño, que son las fiestas!

– ¡Enhorabuena al ganador! ¡Claro que sí! –dijo, señalando al Gromenauer con una mano y dándose palmadicas en el pecho con la otra. ¡Ese hombre es que sabe tener contento a tol mundo!–. ¡Vamos, amigos, diviértanse en este día! ¡Bree, qué hermosa eres!

Y la gente reaccionó como embrujaos y se pusieron a sus cosas. Sonó la fanfarria y los pasacalles volvieron a la música, y quien quería bailaba y quien no po se ponía a comer, y otros pos se movían ya pa otros sitios de Bree pa desfrutar de las fiestas.

Herculano sacercó al Sinpán.

-Yepaaaaa, ¡se campeon que bien la exo! ¿voy pidiendo uno vinicos pa abrir lapetito pal gorrino?-

Herculano taba mu orgulloso su amigo. Menudo cojostiazo lhabia dao al cerdo. Todo muy disno de una de esas obras de tiatro.

-¡Japutaaaaaaa! ves pidiendo unos agua miel ardientes, pero sin miel, que mi parece que tenemos otra desas chorraicas der pubelo en la que participar-

Herculano taba mu contento. ¿Por su amigo el Sinpán? ¿Las pechugas de la Lore? Nah…era por lo de siempre, el vino.

La plaza quedó arreglá mu ráspido, que en Bree lo hacemos to mu bien y mu rebonico, y donde antes habían unas carpas y mesa pal desayuno endespués habían las cosas del redil del cerdosebo y endespués otra vez tablaos y mesas ya preparándose pa el segundo desayuno jobi. ¿Y por qué? Pues porque sí. No me sea usted como aquel pijiales que vino de Dol Amroth que decía que semos tonticos que pa qué montar y desmontar las mesas en habiendo más plazas del pueblo donde hacer cerdosebo y que ansí podía quedar montao y listo pa jiempre y entonces a ver como le digo pos que acabó en la pileta de Chet después de arrastralo por las zarzas atao al borrico del Atanasio el Liendres, el de la Mari la Picúa.

Pos eso. Que los listos no nos gustan.

La buena Gente Grande y Gente Pequeña de la comarca de Bree, y tos los vesitantes cabían vinío de lejos ya estaban a medio cocer entre las comilonas, las fiestas y el bebercio que de jiempre circula sin orden ni permiso en las fiestas, y ca uno se destrebuía por las calles del pueblo a su gusto, a cantar jotas, a bailar, a darle a la manduca o a curiosear en los tenderetes. Munchos querían ver las cumpeticiones y por eso se movían pa los sitios. Las seguiente no se hacían en la plaza. Una era la carrera de patineta en la cuesta del Elfo Muerto, y la otra, que se hacía al mismo tiempo, era el concurso de arada que sacía a las afueras de Bree, en el llano de Elanor.

Enmientras, ya se iban preparando las otras cosas que síban a hacer esa mañana: en después de la patineta y la arada, el segundo desayuno jobi, una nesecidad vital pa la Gente Pequeña a la que no se desapuntan la Gente Grande. ¡Vamos! ¡Que se va a quedar alguien sin comer por un quítame dasquí estas pajas raciales! Y ya enluego po vendrían las cosas relajás, pa señoritos: las representaciones de teatro afecionado y luego más de beber y de comer: cata de vinos, comida popular de platos típicos, concurso de cocina, concurso de comer y luego la siesta.

To mu completo y mu pa tos.

Ahí estaba el Gromenauer, tan contento, montao en su noble gorrino, mientras bebía del vino que le había ofrecío el Herculano. Por supuesto, el gorrino bebía más que el enano, porque tenía su vasito y además todo lo que le chorreaba al enano cuando se echaba el vino.

Además de eso, el enano estaba más contento porque subío al gorrino era casi tan alto como un humano, así que podía mirar casi a la cara a los presentes.

Entre vino y vino, dijo a los presentes—. Pos ahora que tengo un mulo pa arar, me voy a il al concurso de arar, que pa eso soy el hermano mayor de la hermandá de San Isildur Labraor. Así que si sus queréis venir, yo voy a tirar ya pa'llá.

Los borrachuscos del bar de la Mûmaka se despersaron y ca'uno fue a su lao, que compañeros del vinate, sí, pero no hermanos. Herculano el Chato tiró pa la cuesta del Elfo Muerto, que quería demostrar su habeledá con la patineta, y la Japuta fue tras él pa animalo, pero tamién porque un sitio como ese siempre prometía hostiones como panes. ¿Usté sacuerda de cuando Legolas bajaba por las escaleras de Cuernavilla montao en un escudo, asín como si fuera un jipi de esos que se pasan el día en la playa de los Puertos Grises haciendo sul... suf... sur... sruf... sí, sruf? Po imagínese cómo tié que ser una cuesta pa que la llamen del Elfo Muerto. ¡La virgen!

Por en mientras tanto, el Gromenauer, afecionado que era a la agricultura, cosa rara entre los enanos, que había aprendido por sus cojones y tó, decidió que quería demostrar su valía en el concurso de arada. No líba a ser fácil porquestaba borrachusco, como jiempre. Y labrar no es como se cren los de la ciudá, ¡que eso tié cencia y defecultá! ¡Que no es cualquier cosa, que hay que hacelo bien! No taba mu claro qué quiría hacer la Lore, pero por algún motivo caminaba de lejos siguiendo al Gromenauer hasta el llano de Elanor, a las ajueras de Bree, o más bien siguiendo los pasos del Chispas, suspirando por un amor imposible. ¿O no tanto? ¡Pobre Chispas y pobre Lorelai!

En este punto, el pregonero tié que repartíse. Y se preguntará usted, ¡oiga, señó pregonero! ¿Cómo es que fue usté testigo de lo questaba pasando en dos sitio de Bree al mesmo tiempo? Po mire usté, no le digo na y se lo digo to. Que pa eso soy el pregonero, pastar atento de to y conescerse tos los chismes de to lo que pasa en el pueblo, y tamién pa dar los avisos del bando y descirle a tos quién sa muerto los días que se muere. ¡A ver si se va crer usté que esto es to darle al pito! ¡Que tiene su enjundia!

Bajando la colina de Bree hay munchas casas nuevas desde que los güenos ganamos la Guerra del Anillo, y además ya nostá la vieja empalizada ni el foso dantaño, porque, a ver, qué quiere que le diga, si ya no hay Señor Oscuro pos pa qué queremos empalizada ni foso ni na de na si to es brillante y bonico. Los del ayuntamiento y la deputación están que no paran recafilicando los terrenos de toas partes, que eso da muncho beneficio al pueblo y muncho trabajo. To mu bien porque la muchachada pué dejar la escuela, queso no sirve de muncho, pa meterse a la obra, y eso le va mu bien a laconomía del pueblo y el país que no vea usté cómo se venden carromatos. ¡Menúos carruajes llevan algunos ahora! De dos, de cuatro y hasta de ocho caballos. ¡Caballos! ¡Na menos! ¡Asquí en Bree, que de jiempre hemos hecho de borricos! En fin, que los nineros son güenos y la obra saca a la muchachada de to lo malo: la vagancia, la gandulería y el no hacer nada. ¡Y la droga! Que yo no digo nada, pero disquen que en Entibo... a ver, que la galenas dulce, que la cultivan allí y otras yerbas tamién... y eso no pué traer na güeno a la juventú. ¡Malditos jobis de Entibo!

La cosa es que el llano cabía más allá de la empalizada ahora está a los pies de la colina y de las casas, y es un sitio mu güeno pa las fiestas porque se está mu bien y es mu güeno pa estar. El llano de Elanor, lo llaman, y vale pa tó. Que si quieres ir a tomar la fresca, pos vas. Que si quieres ir a comer con la familia al merendero, pos vas. Que si quieres llevar a los zagales a jugar a la pelota, pos vas. Que si quieres enfroscarte a la moza asín una noche asín como que medio engañá, pos vas. Que si esto, pos vas. Que si lotro, pos vas. Asín jiempre. Y en las fiestas del pueblo pos tamién vas, porque el llano de Elanor va mu bien pa los trastos de la feria, que vienen los dunlendinos con sus cacharricos: que si las carretas de choque, que si el tiovivo, que si la noria, que la casa del terror... to eso. Y tamién está el escenario grande, donde van a tocar los grandes artistas que vienen a la fiestas. Rick Martel, en ejemplo, va cantar ahí, porque el llano de Elanor es to grande y cabe muncha gente. To mu bien. Y los Orkos Muertos, esa gentuza tan mala pa la juventú. Y otros can venío a menizar las fiestas de Nuestra Señora de Lothlorien.

En el lao más cerca del Camino del Norte taba el sitio pa la celebración del concurso de labrar. Una tarea mu importante en la comarca de Bree y mu seria. La gente de ciudá viene a velo como si fuera una espen... escen... estrencicidad... una cosa rara de gente pueblo, pero eso es porque se están ganando una hostia ya con tanta tontería de moderno. ¡Asquí hay que arar, cojones! El labro es la base de la conomía rurá, de la produción de alimentos y sobre to, lo más importante, la escusa pa pillarse buenas sumenciones pal campo que dan en el Reino Setentrional de Arnor. ¡El ojetivo de to buen labriego, arregláselas ca'año pa pillar sumenciones! ¡A ver quién es el listo ahora! ¡Weeeja!

Por eso ca año la gente de Bree se toma mu en serio el concurso de arada porque demuestra que eres un agricultor con dos cojones, trabajador, de los que mandrugan de verdad y tién las manos como raquetas y deos como nabos, no un ocioso desos jipis de huertito urbano y tontás desas. ¡Que con eso no se come! ¡Asquí hay que arar! ¡En condiciones! ¡Hay que saber hacer los surcos, hay que saber arrancar los chupones, hay que saber de to! ¡Hay que saber qué es güeno de cultivar en cerveth, qué se le hace a la tierra en nínui y qué se consecha en hithui! ¡Hay que saber cuando viene la pelusa, el gorgojoroth y la mojca blanca! ¡Y la arañica roja, me cagontó, esa hija de Ungoliath que pa combatila cuando sale del bosque hay que llamar a la milicia y to! ¡Hay que saber cuándo botar sulfato! ¡Y hay que saber consechar! ¡Carajo ya, que menciendo con los tontos de ciudá!

Y en el concurso de arada de Bree hay que saber tirar surcos bonicos, bonicos. ¡Rebonicos! Deso se trata, de demostrar que eres el más mejor labriego de la comarca, asín que te pones con tu borrico y tu arao y tiras los surcos más rectos y perfetos de tos. ¡Rectos y perfetos tién que ser! ¡Y rápido! Que la tierra no es pa vagos, es pa gente que trabaja, copón.

En la parte dedicá al concurso ya estaban los interesaos. Claro que el concurso de arada es muncho pa pofresionales y hay menos público que pa otras cosas, y suelen ser más jubilaos y espertos en criticar la obra ajena, asín como algunos de los más reconecíos agricultores de la comarca de Bree y alrededores. Tos con su borrico preparao y su arado listo. La mayoría ya estaba rodilla en tierra hociqueando el suelo pa ver los desniveles cabía y to eso, comentando las vecesitudes del concurso. El jurado estaba compuesto por los jubilaos más espertos del tema en Bree, y pa presidente habían llamao al granjero Maggot, un famoso terrateniente jobi de La Comarca, que se le conocía por tener mala leche. Pero tamién sabía de lo que hablaba.

«Había tierra bajo sus pies viejos y arcilla en los dedos, la sabiduría en sus huesos, y los dos ojos abiertos».

En casa de Tom Bombadil

Libro I. La Comunidad del Anillo

El Señor de los Anillos

A la que estaban tos charlando, llego el Gromenauer montao en el pobre Chispas, que tinía un ojo morao y andares de cochino mareao. Al Sinpán lo estaban esperando un par de jobis jornaleros desos que tinía trabajando en sus tierras, que sabían que el señorito se iba a presentar al concurso. Detrás vinía un séquito de curiosos y mozos de Bree que no se querían perder al enano y sus cosas de borracho. Sobre tó cuando se enfadara por perder el concurso. En el séquito andaba la Lore, tamién. Un mozo bebío se le había pegao y le daba palique, y no dejaba de intentar agarrala por el talle pa ir arrejuntaos. ¡Pájaro!