Partida Rol por web

-Espíritu del viento interior, te ordeno que me ayudes, señala a quienes quieran hacernos daño. Kenvent no consigue llamar al espíritu del colgante, así que intenta serenarse y lo intenta de nuevo-: Espíritu del viento interior, te ordeno que me ayudes, señala a quienes quieran hacernos daño-. Sin embargo, el joven orlanthi vuelve a fracasar. -¡Mierda! -refunfuña, y Kenvent comprende que el espíritu no quiere hacerle caso hoy. Tal vez Orlanth me está observando y quiere poner a prueba mi valentía -razona-. Está bien, pues, enfrentémonos al destino sin ayuda de los dioses esta vez.

Mis temores se cumplen, por el camino van dos guerreros cuyas armas y armaduras son claramente visibles. Tenia la esperanza de llegar al pueblo sin encontrarme con nadie pero no ha sido asi. Mi cuerpo se tensa involuntariamente y me pongo en guardia, aunque no dejo de sonreir, tal vez piensen que soy idiota por sonreir a unos desconocidos. 

-Muestrate amistoso y no hables de la reliquia si no es necesario. Veremos cual es su actitud cuando nos vean. Si no te importa alzare la mano para saludar, espero que su reaccion no sea matarnos aqui mismo- miro a Kenvent fijamente, nerviosa, y luego trato de aparentar serenidad, con pasos decididos camino hacia los dos guerreros, cuando estoy segura de que pueden vernos alzo la mano en señal de saludo. El colgante de mi compañero nos dira si nos ven con buenos ojos o no. Confio en que todo salga bien. 

Kenvent escucha las palabras de Loranda sin dejar de mirar a los guerreros que están cada vez más cerca. Asiente con la cabeza y, acto seguido, avanza unos pasos, alza la mano y saluda.

Al parecer los dos hombres no habían reparado en vosotros y se llevan un buen susto al veros aparecer de pronto ante ellos. Apresuradamente sacan sus armas y uno de ellos os grita.

-¿Quien va? Estais cruzando el Vale Sombrío forasteros. ¡Identificaos!

Tranquilamente esperais a que vuestros compañeros regresen o a que se haga la hora de partir en su busca cuando de pronto y sin previo aviso tres figuras aparecen saltando desde la espesura. Son tres guerreros con armaduras de pieles y metal, hachas y espadas. Llevan sus armas desenfundadas y guardan una distancia prudencial con vosotros.

-Estais en territorio de valle Sombrío, el más poderoso de los clanes orlanthis. Arrojad vuestras armas al suelo si no quereis reuniros con Humakt* esta misma tarde.

El guerrero que os habla parece serio y notais que mira de reojo a los arbustos detrás de vosotros. Eso os hace suponer que no son solo tres los que han venido por vosotros.

Levanto las manos en señal de paz mientras me hago lentamente hacia un lado, girando la cabeza para mirar tras de mí.

- Está bien, amigos, no buscamos problemas -asevero, intentando dotar de firmeza mi voz, que a pesar de mis esfuerzos, tiembla un poco- Hemos venido acompañando a unos emisarios. Imagino que debéis haberos cruzado con ellos.

Al ver la reaccion de los guerreros me apresuro a tranquilizarlos antes de que sea tarde. 

-No temais, no somos enemigos- acompaño mis palabras con un gesto, alzando las manos levemente para que vean que no llego arma alguna- Hemos venido hasta aqui con la intencion de encontraros, de que otra manera sino podemos hablar con vosotros. Me llamo Loranda y este es Kenvent- señalo a mi compañero y sonrio un poco- Queremos hablar con Thormund, vuestro lider, es importante que lo hagamos. Venimos en nombre de los Cuervos Rojos, somos emisarios, ayudadnos a llegar hasta vuestro pueblo y comprobareis que no miento. 

Lo sabia, lo sabia que si nos quedamos al descubierto pillabamos seguro.

Tiro mi arma al suelo, igualmente, no creo que hiciese mucho con el palilli contra esta gente, y les digo:

-¿Y ahora qué?, no hemos hecho nada malo.

Kenvent maldice en silencio la oportunidad perdida, ya que, aprovechando la sorpresa y la poca vista de los guerreros, ya podría haber despachado a uno con su espada y ahora estaría encargándose del segundo. Sin embargo, se recuerda a sí mismo que han tomado la decisión de actuar amistosamente mientras sea posible, así que aparta la mano del puño de su espada envainada y extiende las manos a ambos lados del cuerpo.

-¡Saludos, guerreros! Soy Kenvent, hijo de Hahlgrim el Rompemesas, del clan de los Cuervos Rojos. Como bien dice mi compañera, venimos como amigos con la única intención de hablar con Thormund de los Valle Sombrío sobre un asunto urgente. Si respetáis la ley de Orlanth, llevadnos ante él cuanto antes.

Si quieren matarnos, este es el momento, pues son dos guerreros contra uno y una mujer. Estamos en tus manos, Orlanth. ¿Surgirán efecto las palabras de Loranda? Si nos atacan, que Orlanth les maldiga y le dé rapidez a mi brazo para desenvainar la espada a tiempo -los pensamientos se acumulan en la cabeza de Kenvent mientras clava la mirada en los ojos del guerrero más cercano.

Los guerreros se miran entre ellos hasta que uno de ellos se encoge de hombros y exclama:

-Entregad vuestras armas para demostrar vuestras intenciones pacíficas y os llevaremos ante Thormund.

Los guerreros parecen satisfechos de ver que no oponeis resistencia y relajan su actitud.

-Nuestros exploradores han visto a alguien en los alrededores del pueblo y nos han alertado. Si esos emisarios iban hacia allí ya se habrán encontrado con ellos. Y no nos importa qué hagais aquí; Pareceis extranjeros y según las normas orlanthis, todo extranjero que entre en el territorio d eun clan debe ser llevado ante su caudillo. Entregadnos vuestras armas y acompañadnos.

Kenvent se ha precipitado antes al pensar que el saludo era el momento de la verdad. Es ahora, cuando desata la espada del cinto sin dudarlo ni un segundo y la entrega con ambas manos al guerrero que ha hablado sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos, cuando se demuestra la valentía y el honor... de ambas partes.

-Aquí tenéis mi espada, cuidadla bien.

El hermano de Garnath empieza a entender que la tarea del emisario puede ser tan exigente como la del guerrero.

La tension disminuye un poco cuando escucho que nos llevaran ante Thormund si entregamos las armas. Kenvent se adelanta y les da su espada, asintiendo hago lo mismo y les doy las armas que llevo encima. Luego me dirijo a ellos con tono respetuoso. 

-Ahora llevadnos ante vuestro lider, necesitamos hablar con el cuanto antes. 

Me quedo observando al guerrero con mi cara de mosqueo habitual que últimamente me hacen sacar:

-Vamos a ver, me habeis hecho tirar mi lanza al suelo, y ¿ahora quieres que la recoja y te la entregue?, pues te agachas y la coges tu, ahi la tienes, entregada.

Me cruzo de brazos observando al guerrero, que sepa que no le tengo miedo aunque sea bajito y feo.

Siempre esta gente con las indecisiones.

Aun algo indeciso levanto mi mano ofreciendoles mi arma, aunque conservo mi cuchillo oculto por si las cosas se tuercen, aun asi miro a los demas esperando ver sus reacciones si alguno actua me lanzare sobre ellos sin dudarle pero aldar tambien parece indeciso y kilder esta desarmado.

-Cuanta rudeza y yo que tenia a vuestro pueblo por el mas civilizado de los alrededores...