Partida Rol por web

si querías que te visitasen vivos, podías haber elegido otro trabajo - Pensó mientras el ascensor se movía. 

Con las primeras sacudidas no pudo evitar pensar que era el primer dios que veía utilizando aparatos de mortales, salvo tal vez Prometeo. Le llamó la atención que la cabina y el mismo caronte humeasen, aunque no le preocupaba, si bien le habían dado un par de escalofríos.

Sin embargo comenzaba a tener una mala sensación, cada vez mayor. No sabía lo que era hasta que se vieron en medio de aquél barco.

No... no, no, no - claro que era un barco, era el maldito caronte y a él ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, casi cayó al suelo, y sin pensar en lo que hacía prácticamente se arrastró a cuatro patas hasta el primer lugar donde pudo apoyar la espalda, y ahí se quedó, resollando y mirando sus pies.

- Barcos, no. ... Prefería ... al loco ... de .... la avioneta - consiguió articular entrecortadamente

El tétrico dios no parece acusar los problemas o enfados de sus pasajeros, acostumbrado como está a ignorar a sus "clientes".

-Ya estamos...- La barca avanza hasta la orilla que nada se diferencia del resto de la riviera del río. Solo cuando la barca toca tierra podeis ver la entrada a los lugares de descanso eternos. Una inmensa cola de gente se agolpa a la entrada de ambos.

Una enorme extension poblada de gente... No parecen ni felices ni tristes, así que suponeis que son los campos de asfódelos.

Luego un sitio bastante tétrico. Las arpías volando por encima, y lleno de gente, aunque paradógicamente mas espaciados y no precisamente felices.

Y por último un poco más apartado del resto... Un remanso de paz. Prácticamente vacío en comparación con los otros dos lugares anteriores, pero aún así con muchísima gente. El Eliseo.

Por desgracia no es tan fácil como entrar y listo. En la entrada a los tres sitios hay una mujer de cuerpo sólido. Está comiéndose una granada con apatía y acariciando una inmensa montaña de pelo negro como la noche. Al llegar a la orilla podéis ver como levanta la vista con cierta indiferencia.

La diosa os mira con apatía. La diosa viste un sencillo traje griego, una túnica de colores grises con un dobladillo engarzado en tonos púrpuras de forma sencilla y elegante. Su negro pelo cae largo por sus hombros hasta media espalda y unos ojos fríos y azules como aguas de manantial os miran atentamente.

Tras darle una palmada a la montaña de pelo, esta se alza lentamente irguiéndose en toda su estatura. Del cuerpo surge una... dos y tres cabezas de perro que os miran sin perder detalle pero sin gruñir ni actuar. Vigilantes y atentos.

-Bienvenidos, héroes a nuestro reino subterráneo. Soy Perséfone.-Dice la diosa. Su tono es frío y bello como el alabastro. Su rostro marmóreo es tan tranquilo y sereno como hermoso. -Adelante pues, mestizos. Mi marido y su... Hijo os aguardan. Quirón sabrá guiaros.- Parece que su voz baja una octava al pronunciar la palabra "Hijo". Por supuesto, siendo la esposa de Hades ella no debe apreciar mucho a Nico, siendo como es un hijo ilegítimo de su matrimonio.

Sus ojos como el hielo se fijan uno a uno en todos vosotros hasta detenerse en Jaqueline.

-Lo siento querida, pero en tu estado no sería muy seguro que te acercases a mi esposo. Sin embargo, puedes quedarte conmigo y con Cerbero. Ven querida y cuéntame de las hazañas que tu y tus compañeros habéis tenido que realizar.- Dice mientras palpa un pequeño banco de hierro negro... Enjastado de piedras preciosas. Desde luego, vivir en el inframundo debe tener sus ventajas.

Por fin bajaron del gran trirreme, tocando tierra. Jackie bajó, con su usual paso firme y decidido, estudiando bajo su oscura mirada los terrenos que los rodeaban ahora. A un lado la tristeza y la desolación, el castigo eterno donde las almas pagan con creces todos los pecados que han cometido durante su vida. A otro, un lugar... que no sabría que transmitirle exactamente; no había ni alegría ni dolor. Y sin embargo... el que quedaba era todo paz y tranquilidad, sin duda la recompensa para los héroes y buenos de corazón, los valientes y audaces... lo curioso es que precisamente son esas personas las que no merecen estar ahí, porque no merecen morir. 

Su mirada no pudo evitar buscar caras conocidas que habían caído en batalla, entre ellos a Damián. 

Nos volveremos a ver.

Se encontraron con Perséfone, reina del Inframundo junto a su marido, Hades, legítimo rey de todo esto y causante del porqué estaban aquí. Estuvo a punto de entrar en busca del dios cuando su mujer la detiene, alegando que es peligroso que entre a ver a Hades en su estado... ¡y encima pretendía que se quedase con su perro contando sus aventuras! No, ya había tenido suficiente con una charla de mujer a mujer con Ipophema, no pensaba tener otra. 

-¿Qué? ¡No! Me niego.-dice cruzando los brazos sobre el pecho.-Con todos mis respetos... no pienso quedarme aquí. No he arriesgado mi vida en demasiadas ocasiones como para quedarme aquí sin saber de primera mano si su querido esposo aprueba o no nuestro trabajo.-añade negando con la cabeza, pero manteniéndose firme.-No es necesario que me acerque demasiado a él... puedo estar un par de metros alejada, no creo que suceda nada entonces, ¿no?-pregunta, esta vez apartando la mirada de Perséfone y centrándola en Eneas, buscando apoyo en el muchacho. 

La diosa se encoge de hombros con gesto de indiferencia mientras vuelve a acariciar a su inmenso perro.

-Tu sabrás lo que haces... La influencia de mi marido es muy grande. Si decides acercarte a él, el riesgo es tuyo.- Dice la diosa con indiferencia. Luego hace un gesto y un chal de color negro aparece en el cuello de la hija de Atenea. está bordado con imágenes de las estaciones así como de frutos de los árboles propios de cada época.- Al menos no me podréis acusar de no haberos ayudado.

Con un chasquido de sus dedos la fila de almas que entraba en los campos de asfódelos se apartan con parsimonia, permitiendo que paséis. A lo lejos podeis ver un inmenso palacio tallado en granito y mármol negro.

-Mi señor os espera con ansia... Ignorad a las arpías y no bebais del leteo si apreciais vuestras memorias. Ah, y mejor que no probéis las granadas si no os gusta este panorama...- Dice mientras le da otro bocado a la fruta.

Bajó del barco, no sin cierta dificultad, y se incorporó cuanto pudo. En aquella ocasión evitó mirar hacia las figuras que se encontraban allí, se le hacía un nudo en el estomago cuando pensaba que podrían encontrarse con Johan o Damian, y se concentró en las figuras que tenían delante, la esposa de Hades y el enorme Cerbero.

No parecía necesario decir nada y lo agradecía, aún se encontraba mareado por el viaje a través del río. A pesar de eso se colocó detrás de Holden para vigilarlo, no se fiaba de que siguiera las recomendaciones de Persefone sobre el río o la fruta, y le hizo un gesto con la cabeza a Quirón.

Cuando quieras

Miré a Jackie y suspirón, no sabía que era lo que podía pasar, pero si el bebé o Jackie corren peligro es mejor no arriesgarse por una tontería. Sabía lo cabezona que era Jackie a veces, pero también estaba seguro de que con todo lo que hemos pasado y perdido, no la creía capaz de ponerse en riesgo por el simple orgullo y la cabezonería que la acompañaba.

-Si quieres me quedo contigo- Dije a Jackie, esperando así calmarla -¿No crees que ya hemos corrido bastantes riesgos para uno más?- Pregunto.

-Creo que no merece la pena arriesgarse Jackie, ya hemos pasado... por suficientes penurias- Termino, mirando a la chica y esperando que aceptase.

Me mantengo en todo momento junto a mis compañeros y amigos, mirando en todas direcciones muy sorprendido por todo lo que veo, hasta que me quedo mirando al cerbero con ojos confusos.

- Oye, perdona - Le digo a la mujer - ¿Es tu perro? Es que verás, tengo una duda... ¿Para jugar con él hace falta tirarle tres pelotas o con tirarle una ya vale? ¿Y cuando busca un palo trae tres o solo uno cogido entre las tres bocas? - Pregunto intentando disipar mis dudas, aunque después  al oír lo que dice, me inclino para preguntar a mis compañeros en voz baja.

- No sabía que se podía beber de un letrero, a lo mejor es un letrero ondulado donde se ha quedado un poquito de agua o de zumo, ¿no? Y tampoco sabía que una granada se pudiese comer, ¿no se supone que explota? ¿nos toma por tan tontos como para comernos una granada?

Miró a Eneas y bufó, no, no quería quedarse al margen de eso, menos aún arrastrando a Eneas con ella. Puso los ojos en blanco y miró a Perséfone.

-Se supone que esto me protege, ¿no?-pregunta señalando el fular. Se lo desata para atárselo alrededor de la cintura, sobre el vientre.-¿Mejor? Vamos.-dice con un suspiro para poder ir donde Hades de una vez y terminar con todo esto. 

Sonrió a Holden y se inclinó para responderle mientras le revolvía el pelo. 

-Las granadas también son una fruta. Cuando volvamos al campamento, las probarás. Pero aquí no podemos comerlas, recuerda que estamos de servicio.-le guiña el ojo. Asi intentaba que no las probase aquí por si acaso. 

La diosa fijó su mirada fría sobre Holden con indiferencia y dejó asomar la mas leve de las sonrisas.

-Que extraño es ver a chicos tan inocentes en este lugar... Me recuerdas a mi hija Melinoe. Desde que se encarga de todo el tema de los fantasmas esta tan distante.- Cualquiera diría que eso no era mala noticia viendo a la diosa terminar la granada y arrojarla tras de sí. La granada no llego a tocar el suelo, ya que una de las fauces de Cerbero se abalanzó rápida como el arma de Zeus sobre ella haciendola desaparecer.

Luego la diosa se giró hacia Jaqueline y se encogió de hombros.

-Todo lo que pueda protegerte lo hará. La esencia de mi marido, aun contenida por su voluntad y estando tu resguardada por mi égida sigue siendo muy poderosa. Recuerda que te previne de verle si algo pasa mal. Vosotros los mestizos siempre le echais la culpa a los dioses por todo... -La diosa se giró rascando el cuello del can con un tono de voz triste.- Pero supongo que está bien. Es el orden de las cosas.

La diosa empezó a caminar hacia la orilla del río cuando se giró hacia vosotros y comentó con indiferencia.

-Por cierto, si os sirve de aliciente vuestros amigos os envían recuerdos. Están guardados por mi hija Macaria en las islas bienaventuradas. Aunque la vida os parezca ingrata, y vuestros padres distantes, toda buena obra conlleva su recompensa. O al menos eso quiero creer.- Dice mirando el rio enigmaticamente.- Marchaos ya. Mi marido os espera.

Sin daros tiempo a más charla Quirón os hace avanzar por las tierras de los muertos.

-Vamos, llegamos tarde y no es bueno hacer esperar a un dios, niños. No... Ya no es justo que os llame así. - Dice miraandoos desde su elevada posición ecuestre con orgullo. Los minutos pasan lentamente y vosotros habéis de abriros paso entre filas de muertos y espectros que sin embargo al acercaros de hacen a un lado.Quirón no parece cómodo pero no abre la palabra salvo cuando el palacio de Hades se muestra en todo su esplendor. Luego mira al frente y señala con gesto grave.- Aquí está... El Palacio del señor de los muertos, también conocido como el Olimpo subterraneo.

Las palabras de Quiron no hacen justicia a la inmensa mole de mármol blanco y negro y a sus sobrecogedoras sombras que se alzan hasta el infinito. Su oscura y sobria presencia es imponente y destaca hasta el mismo cielo. Los fríos colores contrastan con fuerza y su elegancia solo se ve interrumpida por la visión de los atípicos centinelas que lo patrullan.

Esqueléticos soldados de todas las épocas caminan con gesto cansado por las cercanías.

Jackie escuchó lo que Perséfone le dijo, advirtiéndola. Ella tenía demasiada confianza en sí misma como para dejarse asustar, el riesgo era grande, por supuesto... Pero no se había arriesgado tanto como para llegar aquí y quedarse de charla con la mujer de su "jefe" y su perrito, por supuesto que no. 

-Gracias por la advertencia. Sé que todo irá bien.-le dijo a la diosa y a Eneas, tomando su mano y apretándola.

Cuando Perséfone menciona a sus amigos, Jackie aprieta las manos, intentando contener el dolor que conllevaba el recuerdo de unas pérdidas así. Se humedeció los labios, intentando encontrar algo que decir. 

-Si puede... dígales que también les mandamos recuerdos y que nunca serán olvidados.-dice, intentando no quebrarse en ningún momento ni que su voz suene rota. Debía permanecer entera, firme y segura, como siempre había sido. Se llevó una mano al vientre, acariciándolo e intentando reconfortarse a sí misma, por eso también se acercó al cuerpo de Eneas. 

Finalmente se encaminaron todos donde Hades los esperaba, en un enorme palacio tan tétrico como majestuoso. Jackie no sabía como sentirse mirándolo, por una parte... miedo y por otra... curiosidad, ansias de conocer ese extraño lugar. Al menos esperaba ir para luego volver. 

Puso los ojos en blanco ante las palabras de Quirón y palmeó la parte de su espalda a la que llegaba. 

-Oh, venga, Quirón, no me hagas llorar, ¿quieres? hace mucho que sé atarme los cordones yo solita... y con doble nudo.-respondió intentando quitarle tanta seriedad al asunto, aunque por dentro realmente se sentía bien al ver que Quirón estaba orgulloso con ellos. 

Una vez llegaron al frente del palacio, suspiró.

-Allá vamos...

Mis ojos brillan húmedos cuando la mujer nos habla de nuestros compañeros, y espero que no haya llegado aquí el alma de Kulso... No, seguro que no.

— Dígales que les queremos mucho, por favor — digo emocionado.

Sigo a mis compañeros y a mi señor caballo, cuando este último dice lo de que ya no nos debería llamar niños, llevo mi mano al espacio entre la boca y la nariz con ojos ilusionados, pero luego parezco decepcionado.

— Jo, creía que lo decías porque ya me había salido bigote.

Seguimos andando hasta llegar al palacio, al ver los esqueletos me coloco entre mis compañeros, escondiéndome con sus cuerpos de los cadáveres andantes.

— Tened cuidado — Digo con un tono serio — Si os muerden os convertirán también en esqueletos.

Cuando Persefone hizo mención a sus compañeros, simplemente asintió con la cabeza. No era un tema del que le apeteciese hablar, y tampoco habría sabido que decir.

Mientras avanzaban toqueteaba inquieto el mango del martillo. Tanto fantasma alrededor le ponía nervioso, y parecía que al propio Quiron también, por la expresión de su cara. Al final llegaron al castillo, le asombró la gigantesca estructura y no pudo evitar soltar un silbido de admiración.

- Parece una casa muy grande incluso para un dios. Hades no se priva de nada.

Quirón os guía al interior del palacio. Los muertos apenas os dirígen una segunda mirada mientras entrais en el lugar.

-Tened cuidado con lo que veis, pocos mortales o inmortales han entrado ene este lugar...- Dice el centauro con cierto resquemor en la voz.

Los pasillos parecen echos de humo, mientras que el suelo es ónice puro. La luz no emana de ningun lugar y sin embargo podéis veros unos a otros entre la neblina del palacio. Ante vosotros se yergue una inmensa puerta de hierro estigio en el que veis miles de rostros que gimen y se transforman ante vuestros ojos. La imagen hace que os tiemblen las piernas y se os encoja el corazón. Lentamente se abren para dar lugar a mas tinieblas. Una voz poderosa y antigua os da la bienvenida.

-Bienhallados mortales... Me alegra ver que habéis logrado abriros paso por...- La voz se detiene y se oyen un par de palmadas. La luz se hace ante vosotros y podeis ver la inmensa sala que se abre ante vosotros.

Pilastras y columnas se alzan por doquier dejando ver los inmensos ventanales con vidrieras que llenan de luz el lugar, sin que eso le dé siquiera un apice de calidez al lugar. Mientras avanzáis por el inmenso lugar podéis apreciar una extraña formación echa a partir de espadas que permanece entre tinieblas. 

En el extraño asiento podeis ver al señor de los muertos mirándoos fijamente.

El dios de los muertos baja lentamente las manos sin apartar de vosotros la vista.

-¿Mejor así verdad?- Dice tras hacer que se iluminase la sala. El señor del inframundo se levanta despacio del trono sin apartar la vista de vosotros.- Estoy en deuda con voso...

Podeis ver como los ojos de por sí abiertos de Hades se abren aún más mientras da un paso atrás, las puertas tras vosotros se cierran con un ruido sordo.

-Niña...- Señala a Jaqueline.- No deberías haber venido. ¿Acaso no te dijo Perséfone sobre los riesgos?

Al entrar en el gran palacio, Jackie soltó un silbido en ascendente en señal de admiración por la magnitud de la estancia. Y sin embargo, algo la inquietaba allí. Tal vez fuese esa sensación fría, la falta de vida allí, lo que hacía que no se sintiese cómoda... pero si le ofreciesen vivir allí o pasar unas vacaciones, no se lo pensaría demasiado. 

Cuando Hades, señor del Inframundo, los recibió, ella esbozó una sonrisa de medio lado, casi relamiéndose del gusto al escuchar como uno de los peces gordos les debía un favor. Pero su sonrisa se borró cuando la señaló y comenzó a hablar de lo peligroso que era estar ahí. Como respuesta, ella bufó y puso los ojos en blanco, para después devolverle una mirada cargada de seguridad.

-Sí, su mujer ya nos advirtió. Por eso me dio esto.-señala el fular que tiene rodeando tu vientre por completo.-No me podía perder esta reunión, no después de todo lo que hemos pasado. Además, es fuerte, saldrá a mí, ¿verdad, pequeñín?-responde relajada, estaba convencida de que saldría bien. La última frase la hizo mirándose el vientre mientras que con una de las manos la acariciaba. La otra la tenía entrelazada con la de Eneas. 

El señor de los muertos pronto se olvidó de la joven mientras miraba a Quirón seriamente.

-Vamos al grano, maestro de Héroes. Mi hijo Nico está en problemas. Ingirió demasiadas granadas durante su estancia en mi reino. Esta aprendiendo a usar sus corredores de sombras y no aceptaba mi ayuda. Cayó exhausto hace poco y está...

Por imposible que parezca el dios parece preocupado por su hijo. ¿Pero eso es posible? Antes de formular mas ideas una puerta surge de una pared y por ella entran 4 hoplitas griegos descomponiéndose portando sobre una especie de palanquín el cuerpo de un joven paliducho, de unos 11 o 12 años. Sus ropas son negras y se ven gastadas.

-Lleva así desde hace dos semanas... Nada de lo que haga o recuerde parece surtir efecto sobre él.

Cuando pudieron contemplar el interior del palacio en todo su esplendor los ojos de Alcander se deslizaron por la enorme sala contemplándolo todo. Odiaba admitir que era un lugar magnífico (si uno ignoraba el ambiente siniestro que lo impregnaba todo).

Le sorprendió escuchar de boca de un dios que estuviera en deuda con nosotros, más aún de aquél con la fama que tenía, pero comprendió cuando escuchó sobre su hijo. Para él era algo nuevo ver a un dios preocupase por su hijo mortal y le echó un vistazo cuando entró, no parecía nada especial, aunque tal vez se debiese a que estaba allí postrado y débil como un chico corriente.