Partida Rol por web

Rhona había recibido una buena educación, quizás no tan ostentosa como la que parecían desplegar los Knight pero desde luego mucho mejor de la que hacían alarde sus familiares más directos. Mientras comía, intentaba no prestarles atención ya que se sentía bastante avergonzada de ellos, sobre todo de algunos que sin recato alguno comían con las manos para después, ¡horror! chuparse los dedos como si estuvieran en una mala taberna.

De vez en cuando comprobaba que su hermana estuviera probando la exquisita comida que les habían servido, deleitándose también ella de aquellas ricas viandas y escuchando, sin interrumpir en ningún momento, las conversaciones de los demás. Pero hubo un percance que consiguió que alzara la vista, dejando los cubiertos en el plato e intentando ahogar una exclamación de sorpresa.

Uno de los caballeros se acababa de atragantar con algo que estaba en la comida. Preocupada, Rhona comprobó como el pobre hombre se había puesto muy rojo, tosiendo para intentar expulsar lo que fuera que hubiera quedado en mitad de su garganta y, cuando por fin lo consiguió, el asombro quedó reflejado en la cara de la joven Alistair. ¡Una perla!

Por fortuna todo pasó con rapidez, incluidas las pertinentes excusas por parte del mayordomo y por el intento de seguir con la velada como si no hubiera pasado nada por parte de la que se había erigido como anfitriona de la cena. Pero ¿cómo había sido posible? Rhona negó con la cabeza sin creerse el estúpido pretexto del mayordomo. Aquella perla era el salario de muchos meses, ¿cómo era posible que una simple niñera, por muy vieja que fuera, se había podido permitir tal lujo?

Estaba claro que aquella casa, y sus moradores, encerraban demasiados secretos y Rhona empezaba a darse cuenta al fin que lo que decía su abuelo en el testamento no era ningún tipo de broma.

—Por fortuna todo ha quedado en un susto.

Mary Jane se sienta a la mesa como si fuera una princesa. Al instante de abrazarse a su hermana en la biblioteca olvidó lo que acababa de ocurrirla y siguió ausente y muda como antes. 

Cuando en la cena aquel hombre empezó a echar perlas por la boca se rió inquieta y dio palmas. Deseaba que volviera a hacerlo. Miraba a Elizabeth y a Robert y a Johan y a su hermana y reía y aunque su conducta volvía a estar totalmente fuera de lugar, demostraba con este gesto que se acordaba  perfectamente de quién había estado con ella en la biblioteca. 

 Conrad continuó cenando, dándo tan poca importáncia al incidente de la perla como a las palabras de ese "bueno para nada" de Ebenezer Knight.

 Así que dónde dije digo...

 Se había procurado un asiento al lado del tío Jesse y lejos de Murron, de ser eso posible. Disfrutaba cortando y devorando grandes trozos del pastel de carne, el pato a la brasa y las demas piezas de caza.

 Aunque no comía con las manos, usaba más el cuchillo que el tenedor, en un modo de alimentarse más digno de un campamento de frontera que de una cena social formal.

Charles había asistido a los intercambios verbales con cierta distancia. Creía que no hacía ni falta expresar cual era su posición acerca de los arrebatos vehementes del joven Alistair. No argumentó nada ya que su tío lo había hecho por él y cualquier comentario que pudiera hacer podría ser malinterpretado por el resto de sus nuevos parientes. Lo que menos quería Charles era iniciar una guerra, dialéctica o de cualquier otro tipo, con quienes, al fin y al cabo, eran parte de su sangre, le cayera en gracia o no.

No obstante, con una mirada de aprobación hacia su tío lo acompañó al lugar que había elegido en la mesa, sentándose él mismo frente a él, y por tanto evitando la cabecera. Pensaba que tal lugar, dadas las circunstancias, debía quedar vacío, honrando la memoria de su padre.

Cuando llegó Elizabeth le preguntó acerca de las aficiones ajedrecísticas del dueño de casa, y sin quererlo tocó el delicado tema de como había ido la conversación en el comedor.

- Nada fuera de lo esperable -comentó sin entrar en detalles acerca de lo recientemente acontecido. Y acerca del ajedrez, él fue quien me enseñó a jugarlo, aunque no soy ningún experto como tu marido -agregó, aunque sin ánimo de ofender al mencionado sino de establecer un hecho objetivo.

Fue luego de un rato, cuando ya hubieron servido la comida, cuando Molv sufrió el incidente de la perla.

- Edward -lo llamó con voz grave. Aquello si que crispaba sus nervios. ¡Este tipo de cosas no puede pasar! Quiero hablar con el o la responsable de este incidente -ordenó, respondiendo al sentimiento que no podía evitar, que era que él mismo era el anfitrión, o al menos uno de ellos, de la reunión que tenía lugar. Fuera así o no, alguien debía ocuparse de ese tipo de cosas, porque de otro modo la acefalía de la casa se hacía demasiado evidente. ¿Era Edward el anfitrión? ¿Respondía a alguna indicación póstuma de quien fuera el indiscutible dueño de todo? En ese momento a Charles no le importaba. Un hecho como aquel requería una explicación y una disculpa en toda regla.

Mientras tanto, como habían hecho otros, se preocupó por la salud de Molv. De cualquier forma sabía que Eleanor se ocuparía de que su marido estuviese bien, una mirada entre ellos era todo lo que necesitaban para entenderse en aquellos menesteres. Él le pedía que se ocupe, y ella sabía que si necesitaba ayuda no debía dudar en pedírsela. Era una de esos sobreentendidos que tenía con la mayor de sus hijas.

- No ocurre nada, hija - respondió Malcolm a Rhona. - Sólo es un malentendido y, a mi entender, una velada pretensión de acusaciones a los que no haré alusión. Soy un caballero británico y estamos por encima de esto.

Luego golpeó el vaso de cristal y anunció a todos los presentes.

- Como ya opiné antes, creo que John F. Knight, en paz descanse, urdió una estratagema para unir ambas ramas de la familia. Pero he llegado y no he encontrado más que caras largas y comentarios inapropiados e hipócritas... por parte de todos - añadió, mirando especialmente a algunos Alistair.

Hizo una breve pausa mientras hablaba.

- Siento ser tan directo aquí, quizá sea mi carácter escocés, pero me ha sorprendido bastante ingratamente el odio inherente que se tienen nuestras dos ramas de la familia. Si bien es cierto que nos resulta extraño, también es cierto que todavía no he visto hablar civilizadamente a Knights y Alistairs, y eso apena mi cansado corazón. Yo os digo, ¡no perdamos los modales! ¡No olvidemos que todos somos familia! Y, sobre todo, ¡no olvidemos que hay un nombre antes de cada apellido!

Tras hacer su pregunta sobre el tablero de ajedrez de la biblioteca a Edward y observar cómo éste, o bien la trataba de eludir interesadamente, o bien no le había escuchado debido a la agitación del incidente con su cuñado Molv, observó cómo su padre Charles reclamaba la atención del Mayordomo de forma mucho más firme que ella. Su padre tenía razón, pensó, por muy buena que estuviese la cena y por muy buena que fuera la atención que les estaba dispensando el servicio, esas eran cosas que no se podían dejar pasar… Igual que tampoco era permisible que los sirvientes hubieran estado jugando al ajedrez en aquel viejo tablero, y menos si habían perdido o escondido el resto de piezas… si es que esa era la explicación de lo encontrado en la biblioteca… Elizabeth no quería dar nada por hecho ni malpensar de aquellas personas en las que su abuelo había depositado su férrea confianza hace ya tantos años.

Acarició sutilmente la mano de su padre con cariño, mientras éste pedía cuentas a Edward. No como desaprobación, sino que era su manera de transmitirle templanza. Su padre era una persona muy recta en sus principios y como buen juez, le gustaba sopesar las cosas, pero a veces, y pese a su suma educación y saber estar, le salía a relucir cierta vehemencia en sus formas. Su trabajo le había obligado a ser una persona de discurso firme y eso a veces podía acobardar. Aunque el error del servicio no se podía dejar pasar como si nada, sino todo lo contrario, había que clarificar la procedencia de esa perla, tampoco convenía poner a los criados a la defensiva, pues de ellos dependía que todos pasaran una cómoda estancia en Green Arrow.

Cruzó una mirada con su hermana Eleanor, quien tenía toda la situación controlada. Sin duda estaba ejerciendo muy bien de anfitriona junto a su padre. Se sintió más tranquila al saber que su padre podría apoyarse en su hermana para este tipo de asuntos. También sonrió cuando cruzó la mirada con la pequeña Mary Jane Alistair, con quien había estado en la biblioteca y que durante la cena miraba a ella y a su marido Robert de vez en cuando. Hizo un asentimiento con la cabeza que pretendía significar “buen provecho” a la hermana de ésta, Rhona Alistair, sentada a su lado.

Por último se dirigió a su marido Robert, sentado a su lado, a quien girándose para rodearle del brazo con sus dos manos susurró -¿Qué tal la cena querido? Lo encuentro todo exquisito. Una pena, sin duda lo que acaba de pasar. Conversaron brevemente.

Ebenezer miró toda la comida de la mesa. No le convencía nada. Se sirvió un poco de verdura, y luego llamó a una sirvienta para que le trajera un trozo de pescado a la plancha o una sopa de la cocina. Todos aquellos guisos y dulces estaban muy bien para la juventud, pero a sus años no tenía ni la dentadura ni el estómago para esos platos.

Comió lentamente y sin prestar atención al resto de la familia hasta que escuchó al marido de su sobrina haciendo el ganso. Raro en él, siempre tan formal. Seguro que se habría emborrachado por la tarde pensando en la herencia.

Levantó una ceja cuando vio salir una perla de la boca del joven y observó la situación.

- Muy bien dicho Charles. Quizás si que seas el apropiado heredero de los Knight. No ha dejado de haber errores desde que hemos llegado. Seremos muchos, pero esto es una casa inglesa, y no se pueden tolerar este tipo de importunios, y menos en una ocasión como ésta.

Robert aún seguía pensando en la gran cantidad de piezas que faltaban del ajedrez de la biblioteca cuando entraron en el Gran Comedor. Por lo visto, algo había turbado el ambiente de armonía y tensa paz que se había respirado antes, para dejar entrever la verdadera tensión que ahora se respiraba. 

-Por dios -dijo Robert un tanto repugnado y un poco más alto de lo normal cuando Molv se sacó de la boca aquella ornamentada perla. Aquello si que era verdaderamente extraño. Lo más improbable, de hecho, es que no fuera del servicio. Y si lo era, dudaba mucho que hubiera sido conseguido con buena fe. 

-La comida exquisita-le dijo a su mujer Elizabeth mientras terminaba de degustar el último plato. -Pero lo cierto es que lo del ajedrez y lo de la perla me ha dejado un poco descompuesto. ¿No te da la sensación de que están pasando cosas muy extrañas? -le dijo en voz un poco más baja mientras la miraba a los ojos. -Es como si quisieran estar avisándonos. Todo esto me huele francamente mal. 

Parecía que todo trascurría con normalidad después de lo de la perla. Norv, a pesar de seguir callado, parecía estar bien. Se permitió volver a masticar con tranquilidad aunque siguió vigilando cada vez que su hijo se echaba algo a la boca, por si las moscas. 

Pasado el susto, la conversación rondaba ahora el mundo espiritual o al menos, el paranormal.

-Ignoro lo que ha pasado con el ajedrez, pues yo no estaba allí pero lo del pendiente podría ser simplemente mala suerte. No creo que sea común que pase, no con un buen servicio, pero tampoco creo que sea la primera vez que pasa algo parecido a alguien.

Luego entreoyó a Robert que hablaba con su esposa. Le pareció que el hombre creía en supercherías. Le hubiera hecho gracia que alguien con apariencia ruda creyera en esas cosas, pero apenas sonreía tras la muerte de su esposo, y lo solía hacer más por cortesía que porque le saliera de sí misma.

Aún seguía dando vueltas a la conversación que había mantenido con sus "parientes" escoceses en el jardín cuando la campana les anunció que debían acudir a la cena.

Entró con las manos en los bolsillos de su levita, un gesto que su padre odiaba, decía que denotaba poca iniciativa, que un hombre siempre debía mostrar sus manos. Buscó a sus padres en el gran salón y los encontró regresando de algún lugar junto con un niño. Parecía un chaval despierto, lo que sin duda habría cautivado a su madre.

Rápidamente, sacó las manos de los suaves bolsillos afelpados cuando notó la mirada de su padre clavarse en él. No le dijo nada, pero estaba seguro que de que le había visto, y de que no le había gustado.

Se acercó a la mesa y se sentó junto a su madre, dejando que se interpusiera entre la mirada reprobatoria de su progenitor y él, y no abrió la boca durante toda la cena.

Se mantuvo con la cabeza baja, lanzando miradas de soslayo a los comensales, tanto a los que llevaban su apellido como los que no, enfrascado en sus pensamientos ni siquiera se habría dado cuenta de que su tío Molv había estado a punto de morir asfixiado si no fuera por la reacción de su madre levantandose de la mesa para socorrerle.

Cuando vió que su pariente no corra riesgo alguno volvió a centrar toda su atención en su plato medio lleno.

Rhona le dedicó una leve sonrisa a Elizabeth cuando ésta le dirigió el cabeceo, agradeciendo de aquella forma que por lo menos uno de los Knight se comportara con un mínimo de cortesía hacia su hermana y hacia ella misma. Pero fue la conversación que se mantuvo después del incidente con la perla, la que avivó su interés, escuchando las palabras de Meghan con una ceja levantada por la sorpresa.

—No conozco a una sola mujer del servicio, por muy buena que sea en su trabajo, que se dedique a hacer sus tareas diarias engalanada con joyas tan valiosas. Puedo entender que la mujer que ha perdido esa perla esté en posesión de semejante joya, un legado familiar, un regalo, cualquier cosa, pero dudo mucho que se pusiera unos pendientes tan costosos para hacer una simple comida. Opino que esa excusa no deja de ser una necedad.

Aquel había sido el discurso más largo que había pronunciado desde que había llegado a la casa y, sin importarle que sus palabras pudieran sentar mal a alguien, se dedicó a terminar lo poco que quedaba en su copa, mirando a todos por encima del borde del cristal.

Malcolm no pudo sino sentirse orgulloso de sus hijas, y premió a Rhona con el siguiente comentario.

- Es una buena observación, hija mía. Hablas con la sabiduría propia de la gran mujer en la que te has convertido.

Y después continuó su cena, con los modales propios de un caballero británico, y sonriendo a la pequeña Mary Jane.

- Tú también eres una pequeña gran señorita, pequeña Mary Jane. ¿Te ha gustado la biblioteca?

El ajedrez, ¿sería esa su oportunidad de hablar sin inportunar a nadie? Se recolocó las mangas de punto de su camisa antes de intentar lanzarse a lo que para él no era sencillo, hablar ante las masas era difícil, no se podía contenta a todos, su buena madre sabría como hacerlo, pero el prefería las palabras secretas confesadas a su papel, el olor de la tinta le relajaba.

- en cuanto al ajedrez - tragó saliva antes de seguir, y el pañuelo a su cuello apretaba - no eran más que los dos reyes en el tablero - ni siquiera sabía a quien debía mirar, pero puesto que meghan fue quien la mencionó última, ella acaparó su mirada - y hacíamos en la biblioteca hipótesis fantasiosas y supersticiosas del por qué era así, nada realmente preocupante creo.

¿Había dicho bastante? ¿de más? ¿de menos? El tenía claro que había sido correcto, pero si no tenía tan claro, si alguien le habría escuchado.

Estaba tan ensimismado en lo que ocurría a su alrededor que el niño termnó su cena, que incluía una generosa ración de verduras, sin apenas reparar en ello. Solo se detuvo a mirar su plato, asombrado, cuando Molv por poco se deja el aliento tratando de digerir aquel pendiente.

La sensación de ahogo era algo que Arthur conocía bien y haciendo caso a las advertencias de madre terminó de comer masticando incluso más despacio y con más cuidado de lo que habitualmente lo hacía. De todas maneras, sentía el ambiente más enrarecido a su alrededor a cada momento. Tensión en las palabras, en los gestos, en las miradas.

vencido por las aventuras del día, Arthur pareció contagiarse de aquella atmosfera densa y pesada y sus movimientos se hicieron cada vez más lentos, el brillo ilusionado de sus ojos perdió intensidad, terminó por dejar los cubiertos sobre el plato casi vacío, y balanceando lentamente las piernas fijó la mirada en algún punto sobre la cabecera vacía de la mesa, por encima incluso de la punta del sombrero de Ebenezer, parpadeando apenas, febril y ausente, hasta que Johan habló. Entonces murmuró algo sobre caballos, reyes y ajedrez, y volvío a callarse.

Cuando escuchó las palabras de Rhona, a Murron casi se le escapó una de sus atronadoras risotadas. No solía reírse mucho desde hacía tiempo, pero cuando lo hacía, se escuchaba en todo el imperio británico.

-Bien dicho sobrina. "Necedad" no es la palabra que yo hubiese usado, eso es seguro, pero bien dicho-dijo levantando su copa con agua.

Acto seguido reparó en los comentarios sobre el ajedrez de la biblioteca. Algunos de los que habían estado allí se mostraban inquietos. Demasiadas cosas estaban ocurriendo, y si todo formaba parte de un juego ideado por el fallecido patriarca, sin duda era un juego macabro.

Albert se sentó en la mesa a comer y se preocupó bastante cuando casi se tragan la perla dentro de su comida. Este se sintió muy extrañado frente a tal situación, por lo que comenzó a cortar en pequeños trocos aquello que estaba comiendo, con fines de que no haya otro descuido como ese.

Al finalizar, pudo observar la conversación de estos, mientras se quedaba callado y perdía su vista a los costados. Por último, sacó unas pequeñas anotaciones en papeles arrugados y sueltos que traía consigo. Comenzó a leerlas y al poco rato empezaría a escribir sobre ellas. Tachaba algunas cosas, anotaba otras, hacía flechas, etc.

Jeanne se fijó en su hijo, estaba tan ausente o más que de normal. Quizás el paseo no había ido como él esperaba o no le habían impresionado demasiado los jardines. Lo vio comer en silencio, supiró. ¡Era tan diferente a ella en algunos aspectos!

Varias personas ya lo habían comentado e, incluso Johan había hablado sobre ello, así que le pudo la curiosidad por saber más de lo que había pasado.

-Disculpad-pidió a Johan y a Meghan que habían sido los últimos en nombrar el tema-¿qué ha ocurrido en la biblioteca con ese ajedrez? Muchos estáis comentando sobre ese tema, pero no se qué puede tener de interesante... Disculpad mi ignorancia en ese tema, el ajedrez no es de mis juegos favoritos, pero siempre hay dos reyes en el tablero ¿verdad? ¿Que tienen de especial los de ese tablero? ¿Qué hipótesis fantasiosas habéis estado haciendo respecto a ellos?

Se sintió conforme cuando su hijo se comió toda la cena, a pesar de que no siempre tenía apetito. Y también aliviada al ver que la escena del atragantamiento no se volvió a repetir, no en su hijo, al menos.

Luego Johan resumió escuetamente lo que al parecer ocurrió en la biblioteca con el ajedrez y Jeanne le preguntó sobre ello.

-Yo... no fui la biblioteca, solo resalté el hecho de que desconocía qué pasó con el tan mencionado ajedrez. A lo que Johan ha dicho que no era nada extraño, no al menos sin echarle imaginación- mencionaba hipótesis de las cuales Meghan no tenía idea de cuales eran por no estar allí tampoco- pero, que me corrija si me equivoco por lo que he deducido de lo dicho por él, creo que lo que les llamó la atención fue que solo estaban los reyes y ninguna pieza más. Tampoco sé gran cosa de ese juego, pero supongo que no es normal que falten tantas piezas. Claro que no llego a pensar qué conclusiones tan fantásticas podrían darse solo por eso.

Edward se deshace en disculpas hacia Charles Knight

- Señor, a estas horas de la noche la Vieja Tata debe estar dormida... 

- Es inadmisible algo así, Edward...

- Lo sé pero despertar a una señora de su edad y condición a estas horas...

- ¿Dónde duerme? ¿Donde los criados? 

- Sí señor, en uno de los dormitorios de servicio... 

- Bien, mañana a primera hora espero que comparezca a explicar lo sucedido. 

- Gracias Señor, es usted muy amable. Todos ustedes lo son. Es un honor servirles. 

Edward se recompone tras la bronca y después anuncia: 

- Señores, por favor, vamos a servir el mejor de nuestros champagnes para brindar por el nuevo año. 

Albert se había incorporado en su asiento. Finalizada la discusión, y con las copas de champagne servidas, Albert decidió levantarse.

Lo siento, sé que no soy el mejor hablador de todos. Creo que todos estamos reunidos aquí para conmemorar por el fallecimiento de una gran persona, como la fue John. Albert observó al suelo unos instantes, como con cierta nostalgia o pensamientos dibutativos.

La mejor forma de honrarlo es quizás disfrutando esta noche con tranquilidad y armonía. No olvidemos de dónde venimos, ni lo que nuestros familiares han hecho por nosotros.

Alzó su copa finalmente.