Partida Rol por web

Los gritos de Eleanor despertaron a la casa antes de que el tímido primer sol de 1888 penetrara en las vidrieras de la cripta, en los ventanales del salón o en cada ventana. 

Conrad no fue el primero en acudir pese a que había pasado el resto de la noche prácticamente en vela. Precisamente porque sabía que aquellos gritos no debían ser ninguna falsa alarma, y cuando finalmente se abrió paso entre la gente que había acudido al cuarto de matrimonio de la nieta mayor de John F. Knight lo hizo con la pistola dentro del pantalón. 

Una devastada Eleanor estaba tomándose un té que le había ofrecido Mrs. Huxson mientras Edward había cubierto el cadáver de su marido con una sábana. Pero cuando el mayordomo pidió a uno de los criados que al recoger al Notario trajera también a un médico que diera fe del fallecimiento del señor Molv Knight, la mujer se levantó indignada y descorrió la sábana

- ¡No necesitamos ningún médico sino a la policía de Londres! ¡Mi marido no ha fallecido, ha sido asesinado brutalmente! 

Muchos contemplaron de primera línea el cuerpo de Molv y aquello les costaría no olvidarse de esa visión en mucho tiempo. Su cuerpo estaba totalmente abrasado como sus ropas. De alguna manera todo ello se había momificado en un rictus horrible. No había rastro de fuego en el dormitorio, ni siquiera alguna mancha en el resto de la cama. 

Los que habían llegado primero contaron al resto que al parecer la reciente viuda había despertado y había encontrado así el cuerpo del comerciante húngaro. Pero independientemente de quién y cómo podría haber querido asesinar así a ese hombre sin que su mujer se despertara, el aspecto de la momia pareciera señalar que hubiera muerto hace muchos años. 

- Debe ser cosa de magia... 

- Es un truco, es imposible. Tal vez alguien quiera asustarnos

- Tal vez la Casa esté viva y esta sea su maldición... 

Fue entonces cuando Conrad cogió aire y pidió a todos en el pasillo que se callaran para inmediatamente explicarles lo que había vivido. 

Ni siquiera así muchos podían dar crédito de lo que estaban oyendo aunque algunos comprobaron que en el cuarto de Conrad había balas y un jarrón de latón agujereado. 

- Señores, entiendo su desasosiego. Me gustaría añadir que nada de esto ha ocurrido nunca en Green Arrow pero no es cierto. Por favor, bajemos abajo y cojamos algo de las fuerzas que el terror y la tristeza nos han arrebatado y esperemos al Notario Laurie para la lectura del testamento. Si alguien sabía qué ocurría en esta ilustre casa, sin duda, fue el señor John F. Knight y tal vez hallen algunas respuestas en sus palabras. 

A nadie le pasó desapercibido la enorme coordinación de criados que hizo que en breve el escenario de un crimen diera lugar a un nuevo ajetreo de puertas que se abrían y cerraban hasta normalizar lo que parecía imposible. Pronto todos estaban aseados y vestidos esperando en el comedor que llegara el Señor Laurie junto a un decrépito doctor que tardó bastante en bajar las escaleras hasta la cripta, donde habían depositado el cadáver de Molv. 

El médico no pareció extrañarse cuando vio aquella momia carbonizada. 

- Está muerto. Siguiendo las normas del condado, Green Arrow enterrará a sus propios muertos. ¿Hay alguna tumba disponible? 

​El Mayordomo asintió gentilmente

- Bien... pediré a mi regreso la lápida y la inscripción. Será mejor que tengan un entierro rápido con las lecturas habituales. Ningún sacerdote subirá a dar sermón alguno en este lugar. 

El Notario Laurie evitó el contacto ocular con todas aquellas personas. No tanto porque se sintiera de alguna parte culpable: Él les había mandado las cartas que les habían llevado a todos a una trampa mortal, tal y como le avisaron que ocurriría. Sino porque no quería que se le escapara en estos duros momentos ni un atisbo de soberbia satisfacción por haber decidido no pasar la noche en aquel lugar. 

- Señores, les ruego que me acompañen en la segunda parte de la lectura. 

Mientras tanto el Mayordomo Edwards pidió al Doctor Lawrence que se quedara en la biblioteca hasta que acabaran los trámites y pudieran llevarles de nuevo a Londres en algún carruaje. 

Querida familia

La única manera de que alguien crea que el horror existe en este mundo supuestamente salvado por Dios es pasar una noche en Green Arrow. 

Ni la Policía, ni el Ejército de Su Majestad ni siquiera el Vaticano al que acudí suplicando tras la muerte de mi primogénito, habrá nunca de entender o ayudarnos en esta terrible maldición que nos condena a vivir en la frontera de la locura entre dos realidades. 

Esta noche algunos habréis tenido encuentros con los sobrenatural y puede que ya no seáis el mismo número de invitados que ayer. Ahora es cuando mis palabras adquieren otro sentido: 

No os servirá escapar de Green Arrow. Él os seguirá buscando mientras compartáis mi linaje. Pero así como sus muros pondrán a prueba vuestra fe y vuestra supervivencia también en esta Casa está la clave para convertiros en el Guardián de su magia y poder acabar esta guerra que se libra desde hace quinientos años. Así que permaneced en ella hasta que se disipe la condena invisible que os ata a todos conmigo y a todos nosotros con Green Arrow. 

Nunca temáis a los muertos durante el día. Si algo conseguí en este tiempo es mantener a raya en la oscuridad a los espectros de la hacienda. Aprovechad la luz para conocer los secretos de estas Casa y para conseguir toda la ayuda posible para luchar contra el mal.  Y cuando llegue la noche tendréis que enfrentaros al ejército de almas que anuncian Su Llegada. Todos tenéis talentos y recursos para vencer a esas criaturas y con el tiempo tal vez deis con el arma que puede acabar con Harry. Solo así terminará todo. 

Si alguna vez os sentisteis abandonados por mí, solo intenté alejaros de Él. Tras mi muerte os protegeré desde el otro lado pero sois vosotros quienes debéis jugar ahora la partida. 

Con todo mi amor

John Francis Knight... Guardian de Green Arrow. 

Ahora sí el Notario H. Laurie se vio obligado a decir unas palabras: 

- Lo que sigue es todos los documentos de cesión de todos los terrenos a los supervivientes de Green Arrow "llegado el momento en que no se produzcan más muertes". Todo es legal salvo que, por alguna razón que yo desconozco, parece que no todos ustedes serán capaces de llegar a esa meta. 
Si ustedes sienten que han de salir de este lugar, acudir a la Policía o presentar una demanda en la Corte, por mi parte no les pondré impedimento alguno sino todo lo contrario. 
Permítanme añadir, a título personal, que pese a todas las leyendas que ha acarreado este lugar, en los albores del siglo veinte no debiéramos dejarnos aterrorizar por cuentos de terror. Seguro que existe alguna otra explicación y en poco tiempo están ustedes riéndose y celebrando.

Después se dirigió al Mayordomo para solicitar el Carruaje. 

- Tendrá que esperar al mediodía, Señor, necesitamos los caballos para ayudar a transportar el cadáver al cementerio. Pero sí quiere esperar en la biblioteca junto al Doctor o aquí en el Comedor...

- Creo que bajaré a la bodega, gracias. 

Tratando de no parecer asustado, el Notario Laurie prefirió la compañía de aquellos vinos y de las telarañas antes que aquella veintena de personas malditas. 
 

Elizabeth no pudo más que incorporarse de golpe cuando oyó los lamentos desgarradores de su hermana Eleanor desde una habitación colindante. Había pasado la noche sumida en un sueño ligero, con idas y venidas… Tras lo acontecido el día anterior, no paró de darle vueltas a las palabras de su abuelo y la extrañas situaciones producidas durante la jornada… De vez en cuando miraba a su lado para observar dormir a su marido Robert… Saberle cerca le daba tranquilidad y le ayudaba a volver a conciliar el sueño… Tras escuchar a su hermana, no tardó ni dos segundos en salir corriendo en dirección al dormitorio de ésta. Allí ya estaban su padre Charles, el ama de llaves, Edward y el doctor… Su cuñado Molv yacía… ¡muerto!.

Trató de consolar los llantos de su hermana, una mujer siempre fuerte (precisamente Elizabeth siempre la admiró por ello), pero hoy derrumbada por lo inexplicable de lo acontecido… Aunque Elizabeth no tenía duda de que Eleanor resurgiría como el ave fénix… aunque sólo fuera por esclarecer… o vengar…. la muerte de su marido. Su padre Charles, también fue un importante apoyo en aquella situación, intercambiando con el médico la poca información que éste podía ofrecer y tratando de dar fuerza y entereza a su hermana. Le observaba mientras ponía orden en la escena. Era algo que siempre admiró de él: Su aplomo y capacidad resolutiva. Nada, o pocas cosas, nublaban su juicio. Su sola presencia siempre le transmitió seguridad y protección desde pequeña.

Después todo se desarrolló muy rápido, los demás inquilinos fueron llegando y el servicio se afanó para que todos estuvieran listos pronto.

Al rato ahí se encontraban todos en el gran comedor… El silencio se hizo tras la lectura de la segunda carta y las palabras del Sr. Laurie. Elizabeth había escuchado todo aquello asiendo fuertemente la mano de Robert y tras unos segundos de silencio exclamó – ¿Entonces el mal que aquí habita tiene un nombre?.... ¿Harry?... ¿Y debemos averiguar cómo terminar con él?.... Sólo el Guardián podrá conocer los secretos de Green Arrow y poder terminar la guerra abierta desde hace 500 años… recitaba Elizabeth las palabras que se habían quedado en su memoria…

Pues bien- dijo en alto- parece que el testamento no es tal. No hay nadie que vaya a heredar nada a priori… parece que la casa elegirá sus propios dueños, o más bien nosotros tendremos que demostrar que somos dignos candidatos a Guardianes… Por lo que he podido entender en las palabras de mi abuelo, creo que nos esperan noches de “escalofríos” (dijo consciente del gran eufemismo)… y tal vez deberíamos aprovechar los días para conocer los secretos de la casa que nos puedan ayudar a sobrevivir… ¿Alguien ha escuchado algo extraño esta noche además de lo narrado por Conrad? ¿Alguien observó algo extraño ayer? – Elizabeth lanzó estas preguntas al aire, siendo consciente de que si alguien sabía algo más que el resto, podría no querer compartirlo tan alegremente. Creo que mi abuelo también ha insinuado que las claves para sobrevivir las encontraremos, en parte, en esta misma casa, que es a la vez nuestra trampa.

Piers se frotó las sienes y los ojos, un gesto que había repetido no pocas veces a lo largo de aquella maldita mañana. No por cansancio- había dormido de un tirón y sin sobresaltos- sino como una forma de dar forma y consistencia a los pensamientos que se le atropellaban en la cabeza.

No era un hombre dado a creer en supercherías o historias. Había oído muchas de esas en África, y también había visto cómo, por mucho que se rezase a dioses y espíritus, se hablase de magia y se lanzasen maldiciones, todavía tenía que ecntontrarse con un solo "hechizo" que hubiese podido parar con éxito una bala de fusil.

Y no obstante...

No obstante, había visto ciertas cosas para las cuales no acababa de encontrar explicación. Las había dejado aparcadas en su mente. No le afectaban, y estaba convencido, como persona pragmática y racional, de que había una explicación, y que sin duda una persona más docta que él en ciencias la hallaría.

No obstante, había vuelto a pasar. De Conrad podría creerse que simplemente hubiese tenido una alucinación nocturna, aunque tomó nota mentalmente del hecho de que alguien se presentase en una reunión familiar con una pistola. Decía mucho. Pero era explicable. Sin embargo, lo de Molv... había algo que no encajaba en todo aquello.

Los murmullos y las conversaciones ahogadas lo envolvían todo. Piers se notaba como envuelto en un sudario. Tenía que ponerse en acción, hacer algo. Cuanto más diesen vueltas a los interrogantes y fueses repasando todos los detalles extraños del caso, más se asentarían las dudas. Y menos cerca estarían de solucionar nada. Del notario poco podían esperar, estaba claro que ese imbécil pensaba pasar el mal trago a base de pillarse una buena curda a costa de las bodegas familiares. Pero el resto aún estaban vivos, y quedaban cosas que aclarar.

Señores, si me permiten...- dijo, levantando la voz para hacerse oír. Una voz acostumbrada a dar órdenes a gritos en medio del fragor de un combate. Dejando de lado las... peculiares palabras del testamento de mi abuelo a las que, sinceramente, como hombre de la Era de la Razón encuentro difícil darles crédito, creo que en estos momentos tenemos dos problemas, y en solventar esos dos es en lo que tenemos que centrarnos. Creo que es lo práctico, y por tanto, lo mejor.

El primer problema es esclarecer la...- aquí hurtó una mirada disimulada hacia Elleanor. No quería traer recuerdos dolorosos a la memoria, pero no tenía sentido ir mareando la perdiz, más habida cuenta de que todos sabían lo que había pasado- muerte de Molv Knight. No voy a hacer conjeturas ni acusaciones, pero veo un problema inmediato. El cadáver estaba totalmente carbonizado. Es decir, se había visto sumergido en un fuego de gran intensidad durante un periodo largo de tiempo. Si se hubiese dado un fuego de esas características, incluso aunque hubiese empezado centrado en él, digamos que... le hubiesen rociado con aceite, de haberse producido el fuego en el lugar en que lo hallamos, habría ardido toda la casa. El colchón, los doseles, las cortinas, la madera de las vigas... es sencillamente imposible que nada de eso ardiera con él, y más aún que Molv, o nadie, pudiese contenerlo una vez empezado. Eso quiere decir que, por fuerza, murió en otro lugar, donde fue incinerado, y después se le movió a su cama. La cuestión es dónde, cómo, y por qué motivo, y averiguar eso debería ser nuestra primera tarea.

La segunda tiene que ver con el otro afectado. Señor Conrad, por mi profesión, se algo de armas. Lo primero que yo, o cualquiera que las porte sabe, es que no se lleva un arma si no se está dispuesto a usarla. Lo segundo, es que normalmente la gente no está predispuesta hacia ello salvo que tenga motivos. Mi pregunta es, ¿qué motivo exactamente hizo que sintiese la necesidad de personarse aquí, en un reunión de familia, con un arma? Y dependiendo de ese motivo, ¿puede explicarnos por qué eso no habría de ser motivo de preocupación para los posibles destinatarios de ese arma, es decir, todos nosotros? Ese es, creo, el tema más acuciante ahora mismo si consideramos posibles amenazas a nuestra seguridad.

Eleanor grito sin poder evitarlo en cuanto se despertó. Primero creyó que alguien había puesto esa cosa en su cama para asustarla,  pero luego se fijó en los restos de la ropa y en el anillo de la mano, medio derretido y fusionado con los restos de carne chamuscada. Y entonces lo supo,  supo que aquel no era cualquiera, aquel era su marido. Entonces volvió a gritar,  esta vez un grito desde lo hondo del estómago, no un grito de susto sino de terror.

Empezaron a entrar en el cuarto personas en las que ella no sé fijo demasiado, salvo cuando Elisabeth se acercó, el único momento en que se permitió bajar la guardia un poco. Luego una mano le ofreció algo para beber, mientras voces se escuchaban a su alrededor. Pero algo sí la saco de en su ensimismamiento

- ¡No necesitamos ningún médico sino a la policía de Londres! ¡Mi marido no ha fallecido ha sido asesinado brutalmente! - grito, más que histérica realmente iracunda. Algo había sucedido en esa casa,  alguien le había arrebatado la vida de una persona que estaba designada a estar con ella y si había algo que a Eleanor le molestase era que las cosas no salieran como estaba escrito que tenían que salir. Molv tenía que haber muerto de viejo, no aquí ni así. 

Cuándo las personas empezaron a salir del cuarto hacia el pasillo y allí conversaban, Eleanor no se movió. Sus voces le llegaban pero ella siguió en su sitio intentando centrar sus pensamientos en las cosas lógicas, coherentes, lo que le daba un sentido a su vida y le permitía conservar la cordura

- Señora Huxson, le agradecería que me localizarse alguna ropa adecuada a mi nuevo estado. Hoy mismo enviaré una carta a mi modista en Londres para que prepare con urgencia un nuevo vestuario de luto pero mientras, preferiría si es posible que usted me diese algún vestido de ese color. No me importa que sea del servicio. Por supuesto se lo pagaría -

Una vez arreglada, Eleanor bajo a escuchar la siguiente carta. Tenía interés en el contenido ya que su marido había fallecido por venir a escucharlo. Esta vez escuchó con mayor atención que el día anterior pero siguió sin encontrar demasiado sentido a las palabras de su abuelo. Era todo bastante absurdo y como bien indicó el notario costaba creerlo pero Eleanor lo había vivido. No se trataba de una creencia,  su marido era un cadáver abrasado que dormía en su impoluta cama. Ella no había escuchado nada durante la noche evidentemente podían habérselo llevado y haberlo vuelto a traer una vez que todo había sucedido,  pero sería difícil que hubiera salido del cuarto sin despertar a Eleanor. Así que cuando el notario hizo su incredula alegación Eleanor puso su mayor cara de desprecio y se levantó para marcharse.

- Si alguien me busca - le comento a su hermana Elizabeth - estaré abajo, en la cripta, velando a mi esposo -

De fondo escuchaba como a sus espaldas se iniciaba un debate sobre los extraños sucesos de la pasada noche.

Con la camisa mal abrochada y las manos intentando peinar toscamente su pelambrera, Murron se acercó al tumulto en el pasillo. Por un momento creyó que a Molv le había dado un infarto o había sufrido un accidente, pero entonces se reveló su cadáver, quemado y envejecido, como una hoja marchita entre las páginas de un libro. 

Seguidamente Conrad expuso su turbada noche, y todo se volvió aún más siniestro. Conocía a su hijo lo suficiente para saber que no estaba mintiendo, y tampoco se había acostado tan borracho para imaginar aquello.

El doctor certificó la muerte de Molv, y luego el notario siguió con la segunda parte del testamento, que venía a reafirmar lo que estaban experimentando y al mismo tiempo parecía una macabra burla. ¿Por qué no les había advertido desde el principio? ¿Quizás porque suponía que nadie creeríamos sus palabras? A fin de cuentas estábamos todos malditos. Una maldición de sangre, de la que sólo nos podríamos librar si encontrábamos la manera en que combatirla. Un arma con la vencer a Harry.

Pronto comenzaron a lanzarse las primeras inquietudes, preguntas y... acusaciones.

-Cuidado señor Knight-dijo Murron dirigiéndose a Piers-. Está feo acusar tan alegremente, y ya está suficientemente fea la cosa como para que vaya usted sembrando mierda como hacen mis caballos por las calles. Si Conrad hubiese querido usar su arma contra cualquiera de nosotros ya lo hubiese hecho, créame. Esta casa seguro que es un lugar muy familiar para usted, pero para los Alistair esto es terreno hostil, y seguro que usted mejor que nadie comprende la decisión de ir armado en zona enemiga. 

El cochero hizo una pausa de apenas un par de segundos y continuó.

-Es más, tampoco me cuadra su explicación de la muerte de Molv. Entiendo que quiera darle un razonamiento, pero lo que yo he visto ahí no tiene explicación alguna. Ese cuerpo no sólo estaba quemado, sino que estaba marchito. Parecía el cuerpo de un osario antiguo. Apuesto a que, de no ser por sus ropas y del lugar donde ha sido encontrado, incluso a su esposa le habría sido casi imposible afirmar que era el señor Molv. Ahora mismo sólo tengo ganas de salir corriendo de aquí, pero si ese tal Harry, el que parece responsable de todo esto, ha podido dar buena cuenta de Molv de esa manera, estoy convencido de que llegará hasta mí esté donde esté si quiere hacerme lo mismo. Por lo que a mí respecta, lo único que me importa es encontrar esa dichosa arma con la que acabar con él, sea lo que sea.

Por cierto, no, señora, yo no vi nada extraño ayer ni he escuchado nada raro en toda la noche. He dormido como un tronco hasta que me despertaron los gritos de su hermana-concluyó mirando a Elizabeth.

El viejo Eb llegó a la habitación caminando lentamente, sin correr. Seguro que todos aquél griterío era debido a un niño con una pesadilla o a un vestido roto por alguna doncella. Cuando llegó a la habitación levantó una ceja de incredulidad al ver el estado del marido de su sobrina. Esperaba algún tipo de represalia o ataque contra los Knight. Al fin y al cabo aquellos eran bárbaros del norte, pero algo como aquello era cuanto menos curioso.

- Hagamos las cosas bien. Edward, que traigan un vaso con coñac para la viuda, que le tranquilice un poco. Que las sirvieras paren los relojes y cierren todas las cortinas. Y que alguien tape de una vez el cuerpo del pobre Molv, por amor de Dios. Me dan igual las muertes que haya habido en esta casa, o que el sacerdote se niegue a venir. Esto es una casa anglicana, y Molv un Knight. Mostrad un poco de respeto por su cuerpo.

Por favor, dejar el cuerpo de un fallecido al aire, o que un matasanos le inspeccione... Eso no se debería permitir en una casa decente. Eb se quitó el sombrero a modo de respeto y murmuró una pequeña oración antes de bajar a escuchar el resto del testamento.

- A mi me cuadra más la explicación de Piers antes que un supuesto "Harry", sin siquiera apellido, desee vengarse de todos nosotros. Aun así, de momento deberíamos ocuparnos del cadáver, y luego de cómo encontrar al culpable real y hacerle pagar. En cuanto al niño - Conrad - creo que estamos todos de acuerdo en que debería entregar su arma. La explicación a lo que ha dicho es más que sencilla. Solo hay que ver el estado de la botella de brandy.

Piers no pareció inmutarse demasiado ni ante el tono ni ante las palabras de Murron. Había contado, al decir lo que dijo, con una reacción de hostilidad o de ofensa, fingida o real. Pero tuviese razón el cochero o no, eso no cambiaba los hechos.

No recuerdo haber acusado a nadie de nada aún, señor Alistair, principalmente porque no hay nada de que acusar. Ignoramos cómo murió Molv, y hasta que un médico le vea o descubramos en este lugar indicios que arrojen luz sobre lo que ha ocurrido, dudo que nadie lo sepa.

Lo único que me he limitado a hacer es exponer una preocupación perfectamente razonable desde mi punto de vista. No voy a negar que, dadas las circunstancias, todos esperábamos una velada tensa. Pero no compare una lectura de un testamento en pleno corazón de Inglaterra,en paz, entre gente, al menos que yo sepa , civilizada y sin un historial de crímenes o violencia, que una zona de guerra. Mi familia nunca estuvo especialmente bien avenida, siendo sinceros, y no por ello veo necesario traerme el sable a la mesa, aunque podría de haber querido.

Ignoro qué clase de personas cree que somos, señor, pero comprenderá que no me agrade estar cerca de alguien que porta un arma y que me considera a mí, mi mujer o mis familia lo bastante indignos de confianza como para tenerla consigo. Estoy dándole una oportunidad de explicarse y exponer su propio punto de vista, cuando lo que debería estar haciendo, en aras de la seguridad de los míos y la ley de nuestra Reina, sería enviar a Edward a por los condestables. Aprécielo en lo que vale, señor Murron.

Como tantas otras noches, Arthur durmió mal. Sueños febriles y pesadillas jalonaron su descanso y cuando al fin el alba lo sorprendió en una habitación extraña para él, lejos de su hogar, solo la cercanía, los cuidados y la fría ternura de su madre lo animaron a afrontar la jornada y bajar a un temprano desayuno.

Incluso a la luz del día, seguía sintiéndose embargado por desalentadoras imágenes y casi no se sorprendió al escuchar el grito desgarrador de Eleanor Knight. Despertada de nuevo su curiosidad, no tardó mucho en llegar a las habitaciones donde la desgracia se había vuelto real… muy real.

La imagen del cuerpo carbonizado de Molv lo dejó paralizado. Con los ojos muy abiertos, se empapó de todos los detalles de aquella imagen atroz, que lo acompañarían el resto de su vida.

Instintivamente buscó la cercanía de los adultos y no supo bien a quién se aferró para salir de allí, ni cómo poco después todos escuchaban en un grave silencio la última carta – todavía quedaba otra más, pero el nuevo siglo parecía muy lejano en aquel instante - reunidos en el comedor.

Aunque madre se lo reprocharía después, apenas fue capaz de dar unos bocados en el desayuno y en cuanto pudo se escabulló. Sí, eso era! En uno de sus libros favoritos había leído una historia similar. Ya sabía lo que había sucedido. Tenía que ser eso.

Los adultos hablaban sin parar, la señora Eleanor se puso el luto y él se quedó en un rincón, pensativo y preocupado. Le gustaba saber qué había ocurrido, y pensó que tal vez a la viuda también le reconfortaría saberlo. Debía contarle su idea. Pero si el abuelo Knight tenía razón, en la casa había algo, El Guardián, capaz de provocar aquello y muchas más cosas terribles. Y pensar eso hacía que un escalofrío le recorriera la espalda.

Mary Jane avanzaba con la mirada inerte tras un agradable sueño. Aún en camisón, no le perturbaron los gritos ni el resto de familiares asustados. Pero cuando en un descuido de su padre pudo ver el cadáver carbonizado empezó a gritar. Se puso las manos en los oídos y salió corriendo y aullando. 

Acababa de recordar la manera en que murió su madre y su abuela. El incendio aún vivía dentro de su cabeza. 

El terrible grito aún resonaba en sus oídos y el movimiento brusco de su marido Piers al abandonar la cama, rápido y veloz, alertado por el mismo grito que la había despertado, le habían causado una sensación enorme de vacio e indefensión que ahora, allí, contemplando lo que quedaba del cuerpo de Molv, se acrecentaba minuto a minuto.

La visión de aquel cadaver, chamuscado y tieso, como el esqueleto de un árbol centenario antiguo, sobre las límpias sábanas en las que había convertido la noche con su esposa, era algo totalmente desconcertante. Nunca había visto a un muerto en aquellas circunstancias tan inusuales, tan sorprendentes, tan imprevistas.

Se dio cuenta de que el aire que respiraba estaba impregnado de un cierto olor que nunca antes había olido. Seco, antiguo. Se tapó la boca y la nariz con su mano y se dio la vuelta para abandonar aquella estancia, dejando a los hombres la dura tarea de poner control y averiguar qué había pasado exactamente allí. Entonces lo vio, solo y agarrado al marco de la puerta, asustado. Se acercó a él, se agachó a su lado.

-Pequeñin, que haces solo aquí. Los niños no deben ver estas cosas, pero no te preocupes. Vamos a buscar a tu madre, ¿vale?-le susurró al pequeño Arthur mientras le acariciaba el pelo y lo agarraba de la mano, alejándolo de aquella habitación. No tardó en encontrar a su madre a la que, con una sonrisa y una pequeña explicación de donde lo había encontrado, le confió al pequeño, antes de dirigirse a su propio dormitorio para ponerse algo apropiado para el resto del dia.

Cuando, más tarde, bajó para unirse a la lectura de la segunda carta del testamento, ya bajaba con la idea de que aquella carta traería más incógnitas. Ya nada parecía sencillo en aquella casa.

Tras la lectura, ella se planteaba las mismas preguntas que el resto, pero una solo le pertenecía a ella. El que descansaba eternamente ahora era Molv. ¿Qué probabilidades habían existido esa pasada noche para que quien ardiera fuera su propio marido o ella misma? ¿O su hijo? Sintió como el instinto de protección materna crecía hasta límites que no conocía hasta ese mismo momento.

Escuchó a unos y a otros. Aquello era una maremagnun de opiniones y acusaciones. Era en parte normal, ¿una pistola? ¿Tan peligrosos les consideraban los Alistair para venir armados?

Dejó a su marido intentando solucionar aquel tema, ella no quería saber nada de armas, y se centró en una duda que tenía. Pudiera ser que fuera simplemente desconocimiento sobre su familia política. Así que la única salida que tenía, era preguntar.

Se acercó a Ebenezer, el más antiguo de los presentes. Si alguien podía tener idea de quien demonios era ese tal Harry, era él.

-Abuelo Ebenezer. Su hermano ha nombrado en la carta a un tal Harry. ¿Es algún antepasado de la familia?

El largo calzón de dormir con el que acudió Johan apresurado por los gritos, por suerte ni siquiera era visible para un gentío que con razón de peso observaba tan solo al momificado cadáver de Molv. Comenzó a acariciar su cano mechón buscando lógica al acontecimiento. Y no tardó en percatarse en el hecho de que solo el cadáver estuviera quemado.

Inmediatamente se tuvo que agarrar su mechón cuando el grito de la niña golpeó con crudeza a sus habituales dolores de cabeza, cerrando los ojos con fuerza, y respirando con fuerza por el nuevo susto. Se apresuró una vez recompuesto a parar los relojes de la habitación tal como pidió el sabio Ebenezer al ver que nadie más lo hacía y entonces, solo al terminar con ello, no pudo evitar acercarse al cadáver, para comprobar su hipótesis.

- Sorprendente,... esto es pues. ¿No es esto un caso de las tan extrañas combustiones humanas espontáneas? Aunque tenia oído que estas llegaban por obra de dios, y como un castigo a sus pecados.

Nunca habría dicho que vería una de esas extrañas obras, sagradas decían, pero ahora que lo había visto, el afirmaría que pudiera ser obra de la propia muerte, cansada de esperar a que aquel a quien debiera llevarse muriese, y por ello, ella misma acabara con su vida, de una manera tan agresiva.

Luego volvió a su habitación y no pudo evitar percatarse en la ropa con la que había acudido a los gritos, casi agradeció pidiendo perdón al muerto por pensar así, que él fuera el foco de atención. Acto seguido se acomodó su traje y bajó a reunirse con los demás.

Escuchó atentamente el nuevo documento, y las intervenciones de cada uno, por parte de Conrad, pensó en el peligro de que alguien que padeciera el mal de un niño y sus terrores nocturnos, tuviera un arma de fuego. Parecía buscar justificación científica a todo, aunque a diferencia de otros, no lo hacía porque no creyera en esas cosas de índole macabra, si no porque creía firmemente en ellas y no querría verse envuelto más de lo necesario. Luchar contra la superstición y razonar lo aparentemente injustificable, era su modo de no ser en una espiral de terror, debía procurar controlar su entorno, y no al revés.

Cuando todos hablaron o algunos que aun mantenían la capacidad de hablar con serenidad, se apoyó sobre la mesa - cuando acabemos de hablar, si me disculpan, iré de nuevo a la biblioteca.

La visión del cuerpo calcinado de Molv se quedaría para siempre en su retina. Su yerno siempre le había caído bien, y además no podía imaginarse el indescriptible dolor que debía haber sentido hasta que finalmente llegó su muerte. En eso debía pensar su hija, y la idea de que consolarla sería prácticamente imposible, pues no había palabras para describir lo que debía sentir en aquel momento. 

La abrazó en cuanto pudo, pero ninguna palabra pudo emerger de su boca, no quería intensificar los dolorosos sentimientos que seguramente la agobiaban. En cambio, hizo lo que le salía más natural, intentar dilucidar que era lo que había ocurrido allí.

- Estoy de acuerdo con llamar a la policía, tengo contactos en las altas esferas de la cúpula policial de Londres. Pediré favores personales, me aseguraré de que pongan a sus mejores hombres en este caso.

La idea de la supuesta momificación no hacía pie en su mente. Debía haber alguna explicación lógica. Él no era científico ni forenese, seguramente los expertos podrían descubrir que había sucedido.

El relato de Conrad Alistair, la actuación de Edward y las palabras de su padre multiplicaron su exasperación. A Charles no le gustaba no estar en control, y nunca había estado en una situación que se le fuera tanto de las manos. 

Llenó de preguntas a todos. Al médico, pidiendo detalles acerca de los motivos de la muerte de Molv, o al menos las consideraciones preliminares a la necesaria autopsia. A Edward, preguntandole a qué se refería cuando mencionó que algo de eso ya había sucedido en Green Arrow, ¿A quien le había sucedido, y que? ¿Hace cuanto tiempo? ¿Quien era el tal Harry al que se refería su padre? Era altamente improbable que Edward no supiera a quien se refería, por lo que insistió en el tema hasta la saciedad, ya que esperaba que Edward fuera evasivo o podría negar conocimiento acerca del tema.

- Ya está bien, Edward -rugió con un vozarrón-, ayer lo de la perla, y hoy Molv aparece muerto. Dices que cosas como esta ya habían pasado aquí. Quiero respuestas.

No sabía que pensar acerca de las afirmaciones de Conrad. El sujeto parecía inestable, y el hecho de que tuviera un arma lo confirmaba. El monstruo bajo su cama sonaba demasiado a noche de resaca. Charles apoyó a Piers con respecto al tema del arma.

- Señor Murron -salió en defensa de su sobrino-, considerar esta casa como "terreno hostil" es una gran ofensa que creo que ninguno de los presentes merecemos. Los hemos recibido con respeto, y el hecho de que este muchacho -dijo señalandolo-, porte un arma en presencia de mis hijas y de los niños es algo francamente indadmisible. Espero que recapaciten al respecto, hagan caso a mi tío y la entregue. Mas allá de nuestras diferencias, pensar que podríamos recurrir a la violencia física es insultante. 

Aquello rozaba lo ridículo. En vez de concentrarse en lo importante aquel hombre aparecía con una pistola en su mano, y algunos Alistair defendían eso.

- Bueno -recapacitó, tratando de centrarse en lo mas importante-, de cualquier forma descarto que Conrad haya sido el asesino de Molv. Si lo quisiera muerto le habría disparado. Lo que no descarto es el hecho de que pudiese haber un tal Harry que quiera la herencia, un Knight, un Alistair u otra rama desconocida de la familia que padre pudo habernos ocultado. A mi esa es la razón que mas me cuadra, algún desquiciado que nos considera una amenaza para lo que considera suyo, y quiera sacarnos de en medio, uno por uno. Lo mas lógico es que el tal Harry haya llevado a Molv a algún sitio, lo haya incinerado y lo haya devuelto, dejándolo como advertencia. 

Creo que lo que tenemos que hacer es averiguar cuanto antes quien es el tal Harry, y dónde encontrarlo para pedirle explicaciones.

Al joven le sorprendió lo bien que había dormido en aquel lugar que, pese a estar ligado a su familia y a su apellido sentía tan ajeno a él. Nada más llegar había sentido escalofríos dentro de aquellas paredes, pero no le había dado mucha importancia hasta que se encontró con la escena de la muerte de su tío Molv. Era una muerte extraña, que bien podía haber sido perpetrada por un Alistair, o incluso, por un Knight. Si, eran familia, pero a la sombra de semejante herencia cualquier cosa era posible, ¿o no?. Estaba dando vueltas a estás ideas cuando Conrad, aquel chico que compartió el carruaje con ellos y que se afanaba por dejar claro que era un maleducado apareció con cara de haber visto un fantasma... y así había sido, según les contó a continuación.

Muchos, incluido Piers, su padre, que ya empezaba con su habitual carácter castrense a dar ordenes y querer controlar una situación a priori incontrolable, creía que era una locura o incluso que lo había imaginado o soñado, pero Harold sabía que no era así. Siempre había tenido una sensibilidad especial para esas cosas y sabía que allí había más cosas de las que conocían, pero prefirió guardar silencio, como era habitual en él, no quería que sus parientes le tachasen de loco.

Después, cuando escuchó la segunda parte del testamento de su bisabuelo le quedó claro que todo lo que temía tenía una base real, y sintió miedo, pues significaba que habría más muertes, muchas más, antes de que todo aquello acabase.

Como siempre que se sentía preocupado o abatido, el joven buscó un lugar donde poder estar solo. No quería preocupar a su madre, y mucho menos mostrar debilidad ante su padre, aunque dudaba que se hubiese percatado siquiera de su presencia, tan ocupado como estaba en poner orden.