Partida Rol por web

 Jacob, primo, creo que nos merecemos una explicación. Desde que he llegado a esta casa no han dejado de ocurrir sucesos difíciles de explicar ¿Qué se supone que esta pasando aquí? – preguntó sin separar la mirada de los ojos de Jacob.

Miro en la dirección que nos ha indicado el reciente Lord Laker, escucho como el Laird pide explicaciones a su primo, pero yo no puedo apartar los ojos de la fina capa de polvo que parece cubre todos los objetos, antes no estaba, lo habría notado, así que mientras los otros hablan me acerco lentamente hasta los delicados muebles de la preciosa estancia y paso un dedo por su superficie. Realmente no sé por qué, tal vez porque quiero darle un viso de realidad a aquello que me muestran mis ojos, tal vez porque no me lo creo...

Jacob, que ya estaba algo más tranquilo, se vuelve molesto hacia Laird Scott -¿¡Cómo que qué sucede!? Eso deberían decirmelo ustedes ¿no les parece?...-

Está realmente muy enfadado, se dirige en dirección al noble escocés con paso firme -¡Son ustedes los que han robado la herencia familiar! ¡a saber qué calumnias le contaron a mi padre para que tomase esa decisión!- Al llegar a su altura parece hacer un amago, un intento de levantar la mano. Pero, como pensándolo mejor, la retira y sale de la habitación con grandes zancadas.

Jerry, comenta en voz baja -Si les parece bien, parto de inmediato. Yo no necesito esperar un coche, ya que viajo solo a caballo. Así, me apresuraré en llegar a Londres y, en cuanto esté allí, contactaré con la mejor institución mental para que vengan a recoger a Lady Anna, siguiendo las estipulaciones ddl testamento. Aunque, si no le parece mal Lord Laker, antes de hacer definitivo el internamiento le pediré un informe completo al director del centro para asegurarnos que es lo correcto. En este tipo de asuntos, hay que estar muy seguro- Una vez obtenida la confirmación, sale con paso firme hacia su cuarto para hacer su maleta y partir.

Scott no se movió ni un milímetro de su posición cuando pareció que Jacob iba a perder el control. Tampoco su rostro cambio su adusta expresión lo más mínimo. No era su intención provocar a su primo, pero las experiencias vividas en esa casa le habían hecho perder parte de la compostura que formaba parte de la educación entre la gente de su clase. Se encontraba irritable y cansado, y no pensaba dar muestras de debilidad ahora. Quiso descubrir, si la reacción de Jacob era sincera o no, pero no supo decirlo con certeza. En caso de que su primo supiera lo que realmente estaba pasando en esa casa, no dio ninguna muestra de ello. Estaba realmente resentido, de aquello no había duda, pero esa era todo.

Cuando Jacob abandono la habitación y dejo solo a sus invitados, Scott se volvió en dirección a Jake. – Sí, Lord Laker, yo también puedo ver algo inusual. Si tiene interés en conocer mi opinión, por lo visto y vivido en las últimas horas tanto esta casa como sus habitantes son algo inusual. Puedo entender perfectamente la última voluntad del difunto Lord Carrington. Esta mansión debe de ser derruida hasta sus cimientos y no dejar más que guijarros. Yo por mi parte no tengo nada más que hacer aquí. Tengo asuntos que me requieren en mi casa. Así que, si no hay nada más que pueda hacer por usted, me gustaría regresar a mis aposentos y prepararme para la partida. – Y espero allí de pie, con expresión cansada resaltada por las ojeras de una noche insomne, hasta que el nuevo Lord le expusiera su decisión.

Cuando mi primo está a punto de perder los estribos no dudo en ponerme al lado del Laird, mostrando mi apoyo si fuese necesario algún tipo de confrontamiento que... desde luego me encantaría evitar. Pero mi primo se marcha y puedo respirar un tanto más relajado.

Como está lloviendo -hablo hacia el abogado- no sé si será recomendable montar a caballo, a menos que seáis un experto. Yo mismo vine en caballo. En cuanto a lo de mi prima... Os agradezco el interés, avisad cuando hayáis encontrado algo, antes de concluir con ningún papel me gustaría... meditar.

Asiento con la cabeza. Se nota que no estoy acostumbrado, ni cómodo, en una posición como la que me encuentro en este momento... pero no es una situación para dudar. Miro hacia la puerta por donde se han marchado, planteándome por unos momentos irme pese a la que está lloviendo. Tengo lo que había venido a buscar, pero... siento que de algún modo mi familia me necesita y, sinceramente, no sé qué es peor: cabalgar bajo la lluvia o aguardar aquí ni medio minuto más. Miro a Lady Gray, preguntándome cómo se encontrará con tanta tensión, le dedico una amable sonrisa, esperando que sea suficiente para tranquilizarla.

Devuelvo la sonrisa a Lord Laker, me alegro de que haya salido con bien de la lectura del testamento, parece un buen hombre. Murmuro una disculpa y me retiro a mi habitación a preparar el equipaje. Mientras subo las escaleras me planteo la tristeza de la situación de Anna y Cora, tal vez, si hablo con Timothy podríamos acogerlas una temporada en casa, tal vez no sea muy adecuado debido a... nuestra extraña relación, pero, estoy segura de que estarían bien con nosotros... Tengo que hablarlo con él.

Antes de llegar a mi cuarto dudo si despedirme o no de las dos mujeres, por un lado siento que es un momento delicado en el que seguramente querrán estar a solas, pero por otro, no puedo irme sin más, mientras giro el pomo de la puerta de mi habitación decido darme prisa en recoger lo que me queda e ir a buscarlas.

Entre gestos de cansancio, irritación y malhumor, uno tras otro, los invitados van abandonando el salon, en dirección a sus dormitorios.

Allí, las camas se encuentran ya hechas y el servicio recogiendo sus pertenencias.

El mayordomo, el señor Flint, está preparando el equipaje de Laird Scott. La doncella, Betsy, está preparando el de Lady Gray.

Un carruaje se aproxima y la señora Bell se sube para partir hacia su hogar.

Algo más tarde, unos cascos de caballo suenan en la entrada. Jerry Owen, abogado de la familia, parte para Londres.

Te encuentras en tu cuarto. Aún no ha venido nadie para ayudarte con el equipaje. Pero no te importa, nunca has estado demasiado acostumbrado a lujos y no te importa empezar a prepararlo tú. Mientras estás en ello, suenan unos golpes en la puerta y, cuando autorizas a entrar, te encuentras con el guardés.
-Señor, por favor, necesito unos minutos de su atención. No le oculto que he espiado la lectura del testamento y necesito pedirle algo con la máxima urgencia. No lo haría si fuera para mí, pero es por Lady Anna... Créame que no es algo que me apetezca contar. En el mejor de los casos temo que huya atemorizado exigiendo el cumplimiento de lo que su tío dispuso...- comenta mesandose, nervioso, los cabellos -En el peor, sencillamente me tomará por loco-

Comienza a moverse por la habitación como si tu presencia no fuese importante. Se aproxima a la ventana y mira a lo lejos, con tristeza, antes de empezar a hablar

-El hijo de Lady Anna falleció. De eso ya se habrán enterado todos, sospecho. Pero no aquí. Falleció en su casa. Lady Anna quedó muy deprimida y su marido y su padre se empeñaron en traerla aquí, para alejarla de los rumores que decían que se estaba volviendo loca.- se vuelve a ti, antes de continuar -Tendrá que perdonarme la franqueza y lo directo, pero no puedo contar esto preocupandome por lo correcto o elegante...-

Se mueve un poco por la habitación y se deja caer en la silla
-Aquí mejoró. Pero fue porque los buenos recuerdos le hacían "verle"... ¿me entiende? Anna empezó a ver a su hijo-

No puedes evitar notar que ya no la llama Lady, si no por su nombre de pila

-Hacía cosas y decía que había sido el niño. Su familia, cada vez la trataba peor. Y, para colmo de males, ellos no estaban bien. El señorito Jacob volvió loco de la guerra. Gritaba sin motivo de repente, se levantaba llorando por la noche... Y la señorita Cora volvió embarazada de su temporada en Londres-

Hace una pausa como dándote tiempo a que asumas lo que ha contado.

-Una noche oí ruidos. Vine a la casa y me encontré con que los había matado a casi todos- una lágrima le resbala mientras lo cuenta -Anna es incapaz de hacer daño a nadie pero la situación nos desbordó. Señor ¿entiende lo que le estoy diciendo? Salvo Anna, yo mismo y ustedes, no hay nadie vivo en la casa.- Te mira pero aprovecha tu sorpresa, el hecho de que no seas capaz de articular palabra, para continuar -Anna, en su trastorno, ni siquiera es consciente la mayor parte del tiempo. Y si me pregunta cómo tenemos espíritus pululando por la casa, lo cierto es que no pretendo saber porqué ni como, supongo que para eso están las personas de la iglesia que saben más que yo. Yo lo único que sé es que he cuidado de Anna estos últimos años mejor que de mi mismo, no ha hecho daño a nadie, ni lo volverá a hacer. Pero si la lleva a un manicomio, morirá. Allí no podrá "ver" a su hijo porque allí no tiene recuerdos bonitos y alegres de él. Y derribar la casa tampoco garantiza que estos... seres fantasmagóricos o lo que sean, se marchen. ¡Por favor, Señor, por favor! Deje aquí a Anna y deje que yo la cuide. Aquí ella es feliz de verdad. Hasta que ustedes han venido ha estado 5 años sonriendo. Prometo que no tendrá que preocuparse por ella, no necesita ni venir por aquí, le juro que me encargaré de todo ¡Se lo juro!-

Viendo que Lord Laker no requería por más momento de la atención de Scott, éste decidió abandonar el salón y alejarse a sus aposentos para terminar los preparativos del viaje de regreso a casa. Con una ligera inclinación de cabeza se despidió de los invitados que aún se encontraban en la habitación y, con paso casi marcial, se dirigió a su dormitorio.

Una vez allí comprobó con no poco agrado, que el mayordomo – ¿cual era su nombre? ¿Señor Clint? No lo recordaba – estaba haciéndose cargo con profesionalidad de sus pertenencias. No queriendo molestarle en su trabajo, ni sintiendo tampoco la necesidad de entablar conversación con él, se acercó a la ventana, la misma desde la que la noche anterior pudo ver claramente a aquella mujer en el jardín, y miro al exterior sin fijarse en nada en particular, pero sin poder evitar que un pequeño escalofrío le sacudiera por dentro.

Al final, de un modo u otro, temino en mi habitación, con la cabeza dándome vueltas...

¿Que demonios he visto... exactamente?

No puedo evitar preguntarme, junto a qué debería hacer ahora. Mi cabeza es un hervidero de ideas encontradas y la verdad es que no sé hacia dónde decantarme. Supongo que necesitaré algo de tiempo.

Cuando escucho el trotar del abogado no puedo evitar preguntarme si quizá yo debería haber hecho lo mismo.

Pero es entonces cuando el guardés viene. Y me habla. Y me quedo boquiabierto. Probablemente si me hubiesen pinchado no hubiese salido ni una gota de sangre, sin embargo sus locas alabras parecían explicar bastantes de las cosas inexplicables que aquí se daban lugar, incluso a ciertas conversaciones que había escuchado.

Aunque su petición se me antoja extraña... me pregunto si es lo correcto. Le miro largos segundos en silencio, sencillamente parpadeando mientras mi mente evaluá, asimila, lo que sucede, la idea de tener el peso en mi conciencia de desobedecer la última voluntad de un difunto podría conseguir que me estremeciese incluso más que los fantasmas, pero desde luego los argumentos eran... buenos.

He notado... el polvo, las cosas que no se rompen... necesito pensarlo.

Apenas un segundo más tarde asiento.

Necesito hablar con Ana antes de tomar ninguna decisión. Pero creo que tengo  una idea que nos podría ayudar a todos.

Extiendo mi mano hacia el guardés para ofrecerle un estrechamiento entre caballeros.

Tiene mi palabra de que intentaré hacer lo correcto.

Joder, cuánta responsabilidad... Maldigo en mi fuero interno. Sólo quería un pellizco del dinero para mi hijo y listo...

Echo un vistazo a lo que está haciendo Betsy y le doy mi aprobación, me echo un chal por los hombros y salgo a buscar a las hermanas, para despedirme y tratar de saber dónde contactarlas por si mi marido aceptase al loca idea que se me ha pasado por la cabeza.

Dejas que la doncella termine su función. Tu, mientras, tienes otros planes.

Cogiendo un chal, te cubres con él y sales de la habitación. Recorres los pasillos buscando a las hermanas. Finalmente las encuentras en el salón grande. Están sentadas en un sofa. Anna tiene una labor de punto en las manos, mientras que Cora tiene un libro.

Cuando entras, te saludan con una sonrisa, como si no hubiera ocurrido nada. Te sientas en el sillón dd enfrente, dispuesta a contarles tu idea.

El guardés, quizás sintiendo que ha hecho cuanto estaba en su mano, acepta la tuya, la estrecha y abandona tu cuarto.

Sin mucho más que hacer, sales de tu habitación para ir a buscar a Anna. Necesitas hablar con ella.

Al final, guiándote por las voces, la encuentras en el salon grande. Esta sentada con Cora, escuchando a Lady Gray, que se encuentra sentada enfrente.

Te asomas a la ventana a tiempo para ver partir al abogado. Luego, en la quietud de tu cuarto, levemente interrumpida por el imperceptible sonido de la ropa colocándose en la maleta, escuchas una puerta de un dormitorio que se abre y cierra. El silencio lo envuelve todo durante un buen rato, casi media hora. Y, entonces, comienza de nuevo, una puerta que se abre y cierra. Poco después otra puerta que se abre y cierra. Y, al cabo de un rato, de nuevo lo mismo, una puerta que se abre y cierra. Parece que en esta casa, la gente no puede estar quieta.

-Ya está señor- anuncia el Señor Flint, el mayordomo -Bajaré a pedir que traigan el carruaje a la puerta para partir de inmediato- comenta mientras coge la bolsa de viaje por el asa para llevarla a la planta baja.

Llego al lugar, donde mis dos primas están hablando con Lady Gray, de modo que decido guardar silencio esperando a que terminen, con un sencillo inclinamiento de cabeza para saludar.

Me cohibe un poco la llegada del señor... de Lord Laker.

-Bueno- titubeo- Nosotros vamos a partir en breve.- Me gustaría decirles cuánto siento lo que ha pasado pero tampoco encuentro las palabras para unas personas a las que han dejado sin nada en nuestro favor- Quería despedirme y decirles que...- qué más da lo que diga Timothy- que estaremos encantados si quieren pasar una temporada con nosotros hasta que.. bueno, hasta que las cosas mejoren.

Estoy contenta, la frase me ha salido del tirón sin decir "ya que están en la calle" o "ya que les hemos arrebatado todo lo que tenían"

- ¿Cómo se encuentran?- añado tímidamente, como si no quisiera que lo escuchasen, aunque sé que es algo que debo preguntar.

Buenas.

Interrumpo con un saludo familiar y relajado.

He pensado algo, que me gustaría hablar... cuando dispongáis de un par de minutos.

Miro a ambas mujeres y asiento lentamente, cediéndoles de nuevo la palabra mientras dedico unas últimas palabras.

Sois una gran mujer, Lady Gray.

Reconozco con media sonrisa en mi rostro, agradecido por al deferencia hacia la familia.