Partida Rol por web

¡Todo el mundo es despertado por los gritos de Gladstone! Justo a tiempo. Apenas abrís los ojos, el ruido de las ramas rompiéndose y los gritos desde las sombras os confirman un ataque brutal amparado en la sorpresa. Vuestros guías/captores/protectores saltan pronto al combate, con vosotros en el centro. Apenas lográis ver quiénes os atacan todavía y sólo algunos habéis llegado a desperezaros lo suficiente para actuar...

Al verque elataque se producía isntantáneamene, el cabo agarró el pedrusco más cercano y se lanzó al combate.

-¡Dios salve a la Reina!

Fiske se levanta sobresaltado y trata de analizar la situacion tan pronto como le es posible. Allí, sin armas, estan a merced de los seres que les ataquen y de la resistencia de sus defensores; aun asi parece que los "soldados" estan dispuestos a defenderse como pueda.

Con sutileza desliza su mano entre sus enseres sin descubrir aun lo que pretende usar para defenderse... aunque quiza ni sea necesario ni llegue a hacerlo, tras lo cual trata de situarse lo mas al centro posible y lo mas defendido que pueda entre aquellos que tienen armas o que parecen mas duchos a la hora de defenderse.

Liam se levantó como un rayo al escuchar los gritos de Gladstone y recogió la espada que le habían dado. Sentía como el corazón le palpitaba a toda velocidad. Entre los árboles apenas podía ver nada pero escuchaba los pasos atropellados que delataban que el enemigo estaba ahí, estaba deseando probarse con aquella nueva arma, que aunque jamás había manejado sentía que estaba hecha para él.

-¡Venid a matad a un irlandés si tenéis lo que hay que tener!- Aguardó hasta que la primera sombra se lanzara sobre él para recibirle con un espadazo. -¡Por Irlanda!

A Thrud la sorprendió el grito de Gladstone. Despertó al instante, pero no lo suficientemente rápido como si ella misma hubiese escuchado el movimiento. Un salto la llevó a cerrar filas con sus compañeros, cubriendo a Hilda, y eso fue todo lo que consiguió hacer. Eso, y sacar el cuchillo. Nunca iba a estar suficientemente dormida como para no poder coger su arma. Sin doble pensamiento, mientras los demás gritaban por sus respectivas lealtades, Thrud gritó por la suya.

- Fram! Fram! Norge!!!

Cuando el enemigo entra en el espacio de vuestro campamento muestra ser numeroso y peligroso. Son hombres todos ellos, delgados pero fuertes, de la misma tez clara y constitución nórdica que quienes os guían. Armados con hachas de mano y espadas cortas para mejor moverse en el corte y con cotas de cuero pintadas de rojo, no creéis que haya menos de una docena, seguramente una veintena. Vuestros defensores están mejor armados, pero van a necesitaros sin duda si queréis sobrevivir todos.

Cada par de atacantes se enzarza con uno de los vikingos, pero eso deja a varios libres que en unos casos se mantienen a distancia, buscando una brecha y otros vuelven a las sombras y comienzan a rodear el campamento esperando atacar desde un punto en que no les esperéis.

Armado con la piedra y la espada, el cabo se unió a la defensa como todos los vikingos. Su arma hendía el aire como si llevase toda la vida manejándola, y la piedra golpeaba caras y piernas cuando podía.

Durante un instante uno de los enemigos atacó ferozmente a un vikingo, olvidándose de su espalda. Gladstone introdujo la hoja de su arma en sus tendones de la rodilla, facilitando que su aliado le ensartase.

-¡Inglaterra!

Liam estaba preparado, espada en mano sentía que había nacido para aquello. Lo malo de las armas de fuego era que no eran nada nobles, a su modo de ver, ya que el enemigo podía estar a cientos de metros y con solo apretar un gatillo podías matarle, siendo que tal vez aquel hombre era mucho más habilidoso que tú, mucho mejor. Las armas de fuego se habían cargado el método de supervivencia natural de "el más fuerte sobrevive". Ahora cualquier tonto podía sobrevivir por encima de alguien mejor. Tal vez por ello la humanidad era cada vez peor.

Con las espadas sin embargo sobrevivía quien más habilidoso fuera, quien más inteligente fuera. Ya que también requería inteligencia el combate, no solo era pegar mandobles a diestro y siniestro sin ningún talento.

Liam vio como uno de los hombres que atacaban al campamento se internaba entre los huecos que dejaban los combates que había a su alrededor directo al centro del mismo, con intención de atacar a alguien desprevenido. No sería así, Murray saltó sobre él espada en mano, dirigiendo sus estocadas y sus tajos hacía el pecho, tratando de salvar su defensa y ensartarle el corazón.

Quizás en otro momento, en otro sitio, se relatase una batalla como esa de modo épico, fantástico. Pero las batallas no tenían nada de épicas. Eran un conjunto de caos desesperado y sin articular, sin banda sonora, plagado de gritos de dolor y de ira, metal y sangre, esfuerzo, provocación y derrota. Se oía mal, olía mal, se veía mal. Y se sentía bien. Cada gota de adrenalina que se conducía cuesta abajo por las venas cantaba una poderosa copla de vida. Cada línea de sudor que se congelaba al aparecer suspiraba la anticipación de la gloria. Quizás, en ese remolino de desastre sin armonía alguna, otros hombres encontraran el malestar de estar sólo luchando por su vida. En ese nudo sucio y vacío de cuerpos, quizás otros lo reconocieran como un sinsentido, como una mera obligación, una desgracia. No ellos. No Thrud.

La noruega saltó con la ferocidad de una antigua fuerza de la naturaleza. Su expresión había cambiado a la agresividad y la sangre fría, tal como si una máscara hubiese reemplazado a su callado y serio rostro. Pero era al contrario, era que la máscara se había astillado. Y pisando sobre sus pedazos, Thrud cargó buscando sangre, con la espada corta en una mano y el cuchillo en la otra, como si toda su vida hubiese usado las armas blancas para pelear. A su alrededor la lucha se trenzaba en lo que parecía un grácil y eterno bucle, pero sus ojos estaban puestos en otro sitio. En los que se escabullían.

No gritó, no avisó, nada. Simplemente identificó a uno de los que pretendían alejarse y fue hacia él. Como el mar que corre cuesta arriba hacia la cúspide del río, como el alud que arrasa con toda la montaña hacia abajo. La herida en el hombro ya le parecía antigua, no la sentía, no había nada más que eso. El otro hombre, y ella. Su espada, su cuchillo, la ajena, la sangre. Toda su vida se concentraba en ese instante suspendido en el tiempo. Ese era su tiempo, y esa era ella. Esa era.

- Odinn!!!!

Un único grito. Thrud atacó directo, cuerpo y alma, sangre y vida. La espada cortó el aire e intentó asestar un golpe en donde la protección de la ropa del otro dejase ver un hueco de ventaja. El cuchillo quedó a la expectativa, de un segundo ataque, de una posible defensa. Pero eso era difícil. Los vikingos no retrocedían. Ella no lo hacía.

Fiske intenta continuar en el centro, defendiendose de los posibles ataques que puedan ir en su contra, sin preocuparse del resto de combatientes que puedan masacrarse entre ellos. Su prioridad es defenderse a si mismo hasta que los "soldados" hagan su cometido... para ello dispone de muchas maneras de defenderse.

Hunt no es el más avezado de los luchadores, de manera que procura situarse cerca de Gladstone espada en mano y busca su oportunidad de pinchar a su rival. refiere asegurar bajas en el bando enemigo aunque sean pocas y a costa de reducir el perímetro de defensa que arriesgarse a ser una baja él mismo.

Hilda se siente fuera e lugar y procura quedarse en el centro, sin pelear, pero atenta posible enemigos que entren en el perímetro y a avisar de quienes parecen querer deslizarse por retaguardia.

La pelea no va tan bien como desearíais, pero resistís. Vuestra defensa prncipal, lo vikingos, resiste y se ve reforzada con la llegada de Gladstone y Thrud, hasta el punto de bloquear cualquier avance y provocar no pocas bajas. Murray caza a tiempo a uno de los que se deslizaban por detrás, pero otro logra entrar en el perímetro y coger desprevenido a Hunt, quien le daba la espalda. Hilda no llega a tiempo de hacer nada cuando vuestro compañero experto en explosivos cae al suelo apuñalado por la espalda, sin que podáis saber si vivo o muerto. Su asaltante no tarda sin embargo en descubrir lo que Fiske ha ensado para cualquiera que entre en el perímetro y sin arriesgarse, ataca también por detrás al asaltante y lo degolla.

Fiske es un cazador oportunista que no esta dispuesto a acabar como aquel pobre desgraciado de Hunt. La verdad es que verlo ensangrentado en el suelo no le hace mucha gracia pero tampoco le da ninguna pena asi que aprovecha la oportunidad para acercarse hasta el, con la excusa de atenderle, y, mientras revisa su salud o al menos si esta vivo, revisa que no haya nada entre sus ropas o pertenencias que pueda ser facilmente ocultable o al menos de interes para el cuya perdida no resulte sospechosa (es decir, no mayor de un cuchillo).

Si Hunt esta vivo Fiske pedira ayuda y se mantendrá alerta para no caer ante algun agresor... pero solo intentara curar al cabo si la situacion es totalmente favorable para ellos.

Liam se sintió extraordinariamente bien cuando dio caza a uno de aquello salvajes que estaban tratando de atacarles. Durante un segundo sus miradas se cruzaron sabedores de que uno de los dos no saldría con vida de aquel lugar. La sed de sangre brillaba en los ojos del irlandés y el rival se abalanzó sobre él dispuesto a saciarle. Con un rápido movimiento esquivó su ataque y golpeó al rival con un par de tajos que destrozaron su estomago y finalmente cayó muerto.

El campamento se había convertido en un caos de gente luchando sin control ninguno, parecía una batalla de todos contra todos. Allí donde miraba todo era descontrol y armas subiendo y bajando, sangre y gritos de guerra.

Liam vio como Hunt caía presa de uno de aquellos salvajes, pero Fiske se encargó de dar cuenta de él. Liam buscó con la mirada a su siguiente rival y se lanzó espada en alto para darle el mismo recibimiento que le había dado al visitante anterior.

Thrud era uno con el entorno. Un pez dentro del agua, un águila en los más altos cielos. Ahora estaba cubierta de sangre, la sangre del primero que había caído bajo su espada corta, y de sudor a pesar del viento helado. Sus ojos encendidos y fijos buscaban y encontraron a otro, y forcejearon, y lucharon hasta la muerte, y vencieron. La lucha era un caos, no había orden ni disciplina, pero resistían y eso era lo que importaba. Resistir. Avanzar. Vencer.

La caída de Hunt no hizo sino azuzar su adrenalina. Thrud parecía transformada, una valkyria, una bestia, y al ver que Fiske se hacía cargo, se detuvo un momento para gritar.

- ¡¿Hilda, está vivo?! - su voz resonó entre los gritos, y se elevó un poco más - ¡¡Vamos!! ¡¡Somos la resistencia, venceremos!!

Las palabras brotaban solas de sus labios, dejándose llevar por el momento. La noruega, espada y cuchillo en mano, en vez de replegarse, avanzó. Sin miedo. Los demás estaban cerrando filas, pero con cerrar filas nada más no lograrían la victoria. Había que atacar, y ella empezaría. Dirigió los filos hacia el más cercano, sin técnica, sin florituras, pero sin alevosía. Un combate directo y honroso, cara a cara. Así eran las cosas.

Gladstone cerró filas cubriendo a Hunt, luchando porque el enemigono pudiese llegar hasta él. De un revés le marcó la cara a un vikingo, y con la vuelta de la hoja la deslizó por el cuello de otro.

Conforme Thrud avanzó, Thomas Gladstone se vio herido en su orgullo de hombre y de guerrero.

¿Una mujer liderando una carga? ¡Ni pensarlo!

Con el grito de batalla de nuevo en sus labios, el cabo fue en pos de la noruega, repartiendo golpes y tajos a todo aquel enemigo que se cruzaba en su camino.

Vuestra respuesta en apoyo a los vikingos se hace notar de sobra. Pronto, el enemigo se da cuenta de que su polan inicial, posiblemente una victoria rápida y cruenta, les está costando demasiadas bajas. No debe bastarles con una victoria marginal, porque en un momento dado se escuchan unas órdenes, confundidas con vuestros gritos de guerra y los de Fiske, el primero en llegar a atender a Hunt, llamando a Hilda.

El enemigo se retira. Tan rápido como llegó se aleja en ordenada retirada por el bosque. Los vuestros no hacen loco además de intentar seguirlos a quién sabe qué emboscada. El líder de los guerreros aposta hombres vigilando el perímetro mientras os laméis las heridas.

Hilda se agacha sobre el cuerpo de Hunt y lo revisa y atiende lo mejor que puede. Cierra una herida, aprieta aquí y allá y pide ayuda de Fiske, indicándole dónde ayudar. Tras mucho tiempo de esfuerzo, se quita el sudor de la frente y susurra: vivirá.