Partida Rol por web

Bien, los personajes disponibles son:

Peter Hunt, Cabo de los Ingenieros Reales
Thomas Edward Gladstone, Cabo de la Brigada Paracaidista
Liam Murray, ex miembro del I.R.A.
James Anderson, Teniente de la Brigada Paracaidista

Ya sabéis, el primero que llegue elije. ;) Luego ya si queréis, negociáis.

Me pido al de la Brigada Paracaidista!

Pues yo al teniente paracaidista (en el caso de que sea el elegido previamente por Musrha, pues soy el cabo paraca)

Me pido el del IRA

Ay, perdón, no me había fijado que había dos... Sí, yo quería a Anderson :P

Pues yo seré el cabo Thomas Edward Gladstone, de la Brigada de Paracaidistas.

He olvidado daros alguna pista sobre las capacidades de cada personaje, perdonad. Si alguien quiere negociar un cambio..

Peter Hunt, Cabo de los Ingenieros Reales, experto en demoliciones y que las cosas hagan pum y zzzap en general.
Thomas Edward Gladstone, Cabo de la Brigada Paracaidista, experto en exploración y acciones encubiertas
Liam Murray, ex miembro del I.R.A., experto en armamento y situaciones extremas de combate y supervivencia
James Anderson, Teniente de la Brigada Paracaidista, experto en liderazgo, negociación y estrategia

Estoy contento con mi elección :) Más 'entovía', me encantan los personajes diplomáticos.

Pues entonces, si no es mucho problema, que el Sr. Master nos cambie los personajes, que al final me ha asignado a mí el teniente.

Me habéis dejado a Peter no?

Volaremos todos por los aires!! XDDDD

Solucionado el cambio de personajes. ¡Chicos, si todo va como debe, entre esta noche y mañana os termino los pjs comienza la partida! Pero calma, ya sabéis que un ritmo de un mensaje cada dos días será suficiente, a menos que vayáis más rápido, en cuyo caso lo iré yo también.. siempre que pueda, que no será siempre.

Yo hoy he acabado los exámenes y por ende el curso, así que sin problema :D

COMIENZO DE LA PARTIDA

INTRODUCCIÓN

Hay una calma extraña en el avión. En el ambiente ensordecedor y tenso que crean los motores del Halifax y de los cazas que os escoltan volando en formación alrededor vuestro hay poco que os anime a charlar. Os subieron a bordo a mediodía con la idea de llegar al punto de lanzamiento después del anochecer. Todos estáis atados al arnés de los paracaídas desde hace unos minutos. El frío es intenso en la cabina y quizá sea eso, la temperatura y el sueño lo que os mantiene a todos en silencio en medio del sonido envolvente y el vaivén uterino de lo motores. Alguno consulta su reloj; ya deberíais estar encima.

La voz metálica del piloto anuncia que estáis llegando al punto de lanzamiento. Una luz roja se enciende tiñendo toda la bodega de carga de ese color. El capitán Cooper, jefe de la misión, se pone en pie.

“Señores, preparados. No tenemos toda la mañana y quiero sacar estos aviones de aquí inmediatamente después de que el último de nosotros haya tocado el suelo de Noruega, sin provocarle ni minuto de retraso a la maniobra de retorno. Para los escoceses, eso quiere decir que salgáis rápido de pelotas.”

Hay unas cuántas risas francas y amables, incluso de los escoceses, en respuesta a este comentario. Los quince comandos del S.O.E. que ocupáis este bombardero reconvertido en transporte de tropas empezáis a repasar mentalmente vuestro equipo, al igual que lo deben estar haciendo los quince compañeros del Halifax que vuela en paralelo.

Pistola, fusil, balas, comida, documentos, cerillas, casco y gafas...-pensaba mientras se iba tocando todo lo señalado.- Parecen estar todas las cosas. Que Dios nos guerde.

El cabo Gladstone es ya un veterano de este tipo de misiones. Su tipo callado y calmado le hacen idóneo para ello. Fue de los primeros, sino el primero, en formar las Brigadas Paracaidistas. Alto, fornido aunque más ágil que otra cosa, desde siempre estuvo llamado a formar parte del glorioso ejército de su majestad.

Palpó de nuevo las cosas de su equipamiento, se santiguó, y se puso en pie como malamente pudo, saludando al estilo militar.

-Señor, el cabo Thomas Gladstone solicita permiso para ser el primero en lanzarse, señor.

Notó la boca seca, la transpiración suya y de sus compañeros, el ambiente de incertidumbre, de no saber quien iba a volver a casa al final de la misión.

Si Inglaterra requiere mi vida para pararle los pies a los fascistas, que así sea.

A pesar de la práctica que ya tenía, el corazón le latía desbocado.

Repaso que todo mi equipo se encuentre conmigo. Cuando oigo el chistecillo del capitán Cooper sobre los escoceses no puedo evitar fruncir el ceño mientras mis compatriotas ríen como borregos. 

El movimiento del avión sacudia a Liam que trataba de relajarse lo mejor que podía en aquellas circunstancias. Tamborileaba con sus dedos sobre la rodilla o entrelazaba constantemente los dedos pulgares entre sus manos movimiendolos en circulos, o se frotaba nerviosamente las manos mientras se agitaba en su asiento. Nunca le había gustado volar y mucho menos la idea de lanzarse en paracaídas, pero era parte de la misión, y las ordenes son ordenes...

Aunque realmente lo que le molestaba era tener que estar apretujado contra esos soldados sin mucha libertad de movimiento.

Mira que tener que compartir mi viaje con estos ingleses... Pensaba el irlandes al comprobar que había varios de esa nacionalidad entre el pasaje.

Liam era un tipo delgado, levantaba metro ochenta del suelo, y tenía cara risueña, aparentemente siempre llevaba una sonrisa, aunque la situación no fuera la apropiada para sonreir. La cara de este irlandes de pelo cobrizo, que llevaba algo largo y peinado hacía atrás, reflejaba que la guerra le había afectado mentalmente de alguna manera.

La luz roja lo sacó de sus pensamientos y le recordó que el salto era inminente. Comenzó a repasar el equipo para ver si todo estaba en regla. De pronto su cara cambio y comenzó a registrarse los bolsillos.

¡Mierda! Joder... no esta, ¡joder! Pensaba mientras sus manos inquietas iban de un bolsillo a otro palpandose todo el cuerpo. Al fin dio con algo en el bolsillo interior de su guerrera y su cara reflejó una paz y una tranquilidad ineditas hasta entonces en él.

El teniente siempre hacía lo mismo en aquellas situaciones. James mira en dirección al suelo, con los ojos cerrados, moviendo los labios en lo que sería una plegaria para que todo aquello saliese bien. Se encuentra nervioso, pero no por si la misión es peligrosa si no porque él está allí, en el avión, y no sabe qué se encuentra ahí debajo. No le gusta nada el desconocimiento, puesto que él es una de esas personas que podría dirigir a un ejército a la victoria si sólo tuviera la cantidad de datos necesaria para ello... Y, en aquel momento y hasta que no tocaran el suelo no los tendría.

Él mismo suelta una carcajada con la broma de su capitán, recordando otra vez por qué se siente tan agusto en el S.O.E., la guerra es algo terrible, pero cosas como esa, por pequeñas que sean, hacen todo menos pesado, menos doloroso y, quizás, menos agresivo. Pero no podía bajar la guardia: el enemigo (y también el aliado) se encuentra allá abajo, a varios kilómetros del suelo, esperando por su llegada.

- No os olvidéis, chicos, la primera norma es: seguir vivos. Quien no la cumpla morirá, avisados estáis. - también es otro de sus ritos, aunque quizás la broma ya se hubiera desgastado un poco con el paso del tiempo

-Negativo, Gladstone. Seguiremos el protocolo.-

"El protocolo" significa que será Cooper el primero en saltar, siguiendo la cadena de mando, luego el teniente Anderson, luego Hunt, que es esencial para la misión, luego el cabo Martinelli , el cabo Gladstone, Murray y el resto.

¡Las conversaciones son interrumpidas de repente! Un estallido en cadena, una secuencia de explosiones que identificáis perfectamente. ¡Antiaéreos!

-¡Vamos, vamos, vamos! ¡A la compuerta!- grita el capitán, dirigiendo el paso hacia allá.

El portón de carga y lanzamiento empieza a bajar agónicamente, dejando ver sólo un trozo de cielo y las líneas brillantes de las balas hacia las que os dirigís. Esperáis que los cazas se lleven lo peor, pero el fuego suena fuerte. Comienzan los empujones, los petates que avanzan por el riel de salto delante de cada uno se balancéan mientras el piloto maniobra. Los primeros impactos de proyectil os alcanzan. Una de las balas entra en la cabina, rebotando, rompiendo una luz.

La puerta trasera del aparato se abre poco a poco en lo que parecen ser unos segundos interminables. De repente, escucháis una enorme explosión a vuestra espalda. Vuestro aparato comienza a temblar y balancearse de forma brusca: mucho os teméis que lo que ha estallado es el otro Halifax. Más proyectiles entran en el fuselaje. Delante de Anderson, estalla una lluvia roja sobre su cara. ¿Qué ha ocurrido? Pronto lo ve: uno de los proyectiles ha reventado la cabeza de Cooper, quien ahora cuelga inerte delante suyo. Los soldados empiezan a empujarse para salir cuando la puerta está sólo a medio abrir. Para saltar tenéis que descolgar o empujar a Cooper al vacío. Dios lo tenga en su gloria. Después, saltar como y cuando podáis. Si un proyectil no os mata antes. Si el avión no estalla primero.