Partida Rol por web

Cith sonrió ante la pregunta sobre su arma. Sin duda era difícil encontrar alguna similar, sino imposible, puesto que era un arma única hecha en un momento puntual.

- La encargué - dijo a simple modo de respuesta sin dejar de sonreir y espoleó al caballo en dirección a los caballeros que los acompañaban. No tenía intención de que les siguieran junto con el resto, pues habían demostrado una total falta de compromiso. - ¡Vuelvo enseguida! - exclamó mientras se alejaba

Tras una galopada intensa Erik gira su cabeza para observar con cierto alivio como sus perseguidores daban media vuelta y comenzaban a perderse entre la oscuridad pero rápidamente miro al frente para observar las siluetas cada vez más definidas.

Erik tiro de las riendas para que su montura disminuyera la marcha y tomara un respiro tras la cabalgada

Después de que los perseguidores tiraran la toalla, los cinco jinetes que habían aparecido entre el follaje de los árboles se vieron libres para acercarse a sus compañeros. En efecto, eran parte de la compañía mercenaria liderada por Erik Sairus y, al parecer, los únicos supervivientes tras la masacre.

Erik fue recorriendo con la mirada los rostros de sus compañeros: parecían cansados, pero al mismo tiempo felices de haber sobrevivido, que no es poco. Luego se dirigió su mirada en el bulto que no había distinguido entre la oscuridad, la lejanía y la velocidad. Se trataba de un prisionero: iba tumbado y bien atado a la parte de atrás de uno de los caballos. hombre alto y fornido, de cabello largo y sucio cuyo rostro presentaba numerosas cicatrices, incluida una enorme herida en el ojo derecho. Era evidente que había participado en más batallas y peleas que días tiene un año. 

El mercenario que estaba sentado a horcajadas en el mismo caballo que el prisionero se adelantó para hablarte.

―Señor, le encontramos intentando acercarse a nuestra posición en la parte sureste del campamento. Iba solo e intentaba ser silencioso, pero no lo consiguió. Tenía pinta de querer cogernos desprevenidos, pero no parece que sea arryn, lannister o baratheon. No, no... 

El aprendiz de maestre se acercó al lugar donde instantes antes las espadas y las lanzas nadaban en un mar de sangre, carne y vísceras. La sangría más fuerte se encontraba cerca de la tienda de Lord Petyr, allí, un bandido había perdido la cabeza, a otro le habían cortado diagonalmente desde el hombro al abdomen, un tercero había sido aplastado por su caballo; mientras, en esa zona sólo había muerto un soldado cuya garganta aún sostenía la lanza que la había atravesado quitándole la vida. Allí no había nada que hacer. 

Siguió caminando, pues había dos cadáveres más un poco más adelante. Éstos habían sido punzados varias veces por lanzas; tenían heridas en el hombro, las caderas y el pecho. A uno de ellos un arma le había pinchado el ojo y su cabeza estaba bañada en sangre; sin embargo, se oían los jadeos del otro, le costaba respirar, pero estaba vivo. Una inmensa herida en la parte superior izquierda de la cadera era el orificio por donde un manantial de sangre salía para acabar empapando la tierra. 

Los cuatro jinetes, quienes habían pasado toda la sangrienta escena observando quietos como estatuas sobre sus monturas, comienzan a moverse. 

―Ahora es nuestro turno, ser Seodoc ―os dirige la palabra uno de los caballeros de Dorne, pero ninguno detiene a su caballo―. Por cierto, vuestro amigo se fue por aquella dirección― señala a la parte este del campamento, donde se encuentra la arboleda―, creo que lo han capturado. 

El joven Cith cruzó el caballo en medio del camino, impidiendo el paso a los otros jinetes que avanzaban hacía la zona donde se encontraban los caballeros de las otras casas. Parecía que ahora si les interesaba el tema, aunque hacía un momento que se habían quedado quietos sin intervenir.

- Podéis acompañarnos si queréis - dijo con una sonrisa en la boca que pronto se tornó en una fría mirada y un rostro serio - Pero vuestro turno, caballeros, pasó cuando decidisteis no seguir a vuestros iguales en la batalla. No cogisteis la oportunidad cuando se os presentó, no pretendáis cogerla ahora. - El joven Seodoc se mostraba mucho más gallardo de lo que solía ser habitual en él. Muchos lo consideraban un caballero preocupado de mujeres y vino, de sonrisa fácil y despreocupado de la vida política. Si bien era cierto que su aspecto no ayudaba.. Cith era un hombre dispuesto a crecer dentro de la familia dorniense y que siempre cumplía con seriedad y respeto.

- ¿ Y qué decís sobre el tuerto? ¿Se fue por voluntad propia o lo capturaron? ¿Y quiénes lo capturarían?

―Me temo que fuisteis vos y ser Maron Sand quienes incumplisteis las órdenes de Lord Qorgyle, aunque de eso ya hablaremos más adelante, después de cumplir con nuestra labor, claro. 

El caballero miró a Maron. Los cuatro jinetes ya habían avanzado hasta la altura del bastardo cuando Cith se cruzó en su camino, impidiéndoles el paso. 

―Vuestro amigo decidió actuar por su cuenta, al igual que vosotros se dirigió a la refriega, pero en lugar de ir hacia la izquierda, se marchó a la derecha, hacia aquella zona boscosa. Con la oscuridad no se veía bien, pero creo que se arrodilló y luego le hicieron algo. No estoy seguro de nada, pero pensamos que lo capturaron, como bien ya he dicho ―arqueó las dos cejas y posó sus dos ojos en el hombre rubio―. Ahora, apartad, debemos de acercarnos al campamento... o a lo que queda de él.

Quizás (y solo quizás) podría hacer algo por ese guerrero herido. Sin mas dilación se acerca hacia el mismo, y examina su sus heridas, mientras levanta una mano llamando a alguno de los supervivientes. Puede que necesitase su ayuda en caso de moverlo, aunque eso por el momento estaba descartado.

Primero quería averiguar si la herida podía ser tratado o no... luego actuaría en consecuencia. 

El hombre estaba pálido, tiritaba y gemía del dolor constantemente mientras intentaba frenar la fluidez de la sangre con sus manos. La punta de la lanza había abierto un agujero del tamaño de una ciruela, el metal había desgarrado carne hasta llegar al hueso. Por suerte para el soldado, sus órganos estaban intactos, sin embargo, la pérdida de sangre podía ocasionarle la muerte muy pronto, pero con vendas y cataplasmas era posible que consiguiera sobrevivir. 

Coge un paño y lo aprieta en la herida mientras señala a uno de los soldados- tu, aprieta aquí con fuerza. Tengo que ir a por mis vendas y cataplasma para esta herida. Si hay suerte sobrevivirá- no podían moverle en ese estado, debía curarle allí. Se dirige a su tienda y tras coger el material necesario, vuelve presuroso- quédate cerca por si te necesito- comienza con su tarea, lenta pero metódicamente para intentar salvar la vida al guerrero. Al menos, podría ser útil en este instante. 

El soldado acepta de inmediato, ambos eran de los Arryn y seguramente se conocían. Así que ayudarle era lo menos que podía hacer. Cuando vuelves comienzas tú labor. Cuando aplicas el cataplasma no aparece pus, así que la herida aún no se había infectado. Gran suerte. Dos o tres lavados más con el ungüento te parecen suficientes antes de poner la venda. Son de tu botiquín particular. 

Tardas pocos minutos en curarle, tus manos se mueven decididas y precisas, su aspecto mejora notablemente, deja de gemir y de tiritar, pero aún sigue tan blanco como la leche. 

Por el momento es mejor dejarle donde está, aunque tarde o temprano tendremos que moverle. Lo mejor que podemos hacer es intentar darle las mejores comodidades en este sitio- dice- habrá que quitar el cuerpo del otro soldado. 
Si la cosa va bien puede que sobreviva. Afortunadamente para él la herida no se ha infectado ni ha tocado órganos internos.

Al menos el aprendiz había logrado salvar una vida: algo era algo.

Mira al soldado que le había ayudado- me gustaría saber tu nombre así como quien es el que esta al mando ahora.

―Señor, Alecsander Piedra. Señor, ser Harlan Hunter era quien estaba por debajo de Lord Arryn en la expedición. Es hermano de ser Gilwood, señor de Arcolargo y uno de los banderizos de Lord Arryn.

El soldado aún estaba nervioso. 

Bien, me gustaría ir a hablar con él. ¿Donde puedo encontrarle?- pregunta- en tal caso, si voy, quiero que te quedes con tu compañero. Si empeora avísame inmediatamente. Poco puedo hacer ya, salvo esperar a que se recupere.

―Está allá ―el soldado señala al caballero arryn, al cual no le habías visto abrir la boca en todo el viaje―.

Harland no parecía especialmente impresionado con lo que veía a su alrededor. De hecho sencillamente no parecía tener ninguna emoción en absoluto tras su frío ojo y su rostro de gárgola impasible. Aunque observó de reojo al mercenario que acababa de hablar con quien, al parecer, era el líder de toda aquella tropa. 

-Para tener pinta de querer cogeros desprevenidos me puse en pie y sólo me faltó enseñaros con qué cago... -corrigió el tuerto con voz aséptica-. Intentaba llegar hasta vosotros sin ser visto, sí, pero me importaba poco que vosotros me detectarais. Eran los otros, los caballeritos, los que me preocupaban. ¿Puedo hablar ahora con alguien al cargo o...? 

Miró a un lado y a otro, como si buscara al susodicho responsable. 

―¡Cállate, malnacido! ¡Nadie te ha dado permiso para hablar! ―te grita el mismo mercenario de siempre, al mismo tiempo que te derriba de una patada. Te habían puesto otra vez de rodillas atado de pies, cabeza y manos con una robusta soga; pero ahora intentabas separarte de aquel apestoso fango que se adhería a tu cara y tu cabello; sin embargo, por culpa de las cuerdas te estaba costando más de la cuenta. 

Sin mas dilación se dirige hacia él, le saluda mientras se acerca y sin mas dilación comienza a hablar. No estaba la situación para perder el tiempo.

Señor, uno de sus soldados puede que sobreviva a esta masacre- dice- por otro lado, ¿que es lo que vamos hacer ahora?- poco mas había que preguntar- me refiero a que, si el grupo no logra traer a Lord Arryn, tendremos que o bien retirarnos o bien seguir con nuestra misión. En cualquier caso, habrá que mandar un mensaje para avisar de lo sucedido.