—¡Nina! ¡Cuidado, agáchate! —susurra Pavel, su rostro constreñido por una mueca de pavor.
Señala al exterior, invitándote a observar por la ventana con suma precaución.
El titán conocido como El Ogro camina con paso firme hacia la cabaña, su rictus petrificado en una mueca hosca… Y porta un cuerpo inerte al hombro sin aparente dificultad.
—¡Debemos escondernos! ¡Ya viene! —sisea Pavel escurriéndose por el suelo para llegar a tu posición.
Algo en tu interior, llamémoslo prudencia, te aconseja evitar por todos los medios un enfrentamiento directo contra el ogro. La última vez le bastó un solo golpe para enviarte al Estero en un perfecto estado de inconsciencia. No obstante, sabes que este animal tiene un olfato muy desarrollado. Escapar de él no será nada fácil. De hecho, no tardaría en dar contigo si accede a la cabaña. Quizás haya memorizado ese inconfundible aroma a niña aterrorizada que destilas por cada uno de tus poros demacrados. Quizás, te dices asustándote en tu propio jugo, es capaz de rastrearte en la oscuridad…
Las palabras de tu Alter Ego oscuro resuenan una vez más en tu cabeza, taladrando tus sienes con malsana insistencia. Quiere que te rebeles, por fin. Quiere sangre, fuego y caos.
Quizás hayas tenido suficiente por esta noche.
O quizás… Solo quizás… nunca es suficiente.
Antes de que puedas contestar a Pavel una súbita arcada te hace regurgitar una bocanada de negruzca brea. Consigues taparte la boca a tiempo, pero esa pringue se desparrama entre tus dedos, delatando la existencia del parásito en tu interior.
Pavel abre desmesuradamente sus ojos avellanados.
—¿Ni… Nina? ¿Estás…?
Pavel no acaba la frase. No sabe cómo hacerlo.
¿Cómo la acabarías tú...?
¿Mancillada?
¿Ultrajada?
¿Infectada?
Tus entrañas se remueven por enésima vez.
Empieza a darte la preocupante sensación de que algo se ha instalado en ti con el propósito de permanecer una temporada en tu interior.
Reza para que no sea corta, Nina.
La Hora de la Verdad.
El ogro se aproxima hacia la cabaña.
La puerta de la cabaña está cerrada a cal y canto, pero te voy a proponer una dramática resolución si quieres abrirla y echar a correr con Pavel: Haz una Tirada de Atletismo contra una DC de 20. Si la superas, te daré inspiración dramática dada la situación. Si la fallas, te permitiré abrirla de todas formas a cambio de un nivel de agotamiento que aplicaré en el atributo Fuerza.
Ojo, que la fatiga en D&D es peligrosa. Podrías tener muy complicado próximas tiradas.
La alternativa es esconderse por la casa, si bien ese precioso 1 entrará a jugar por ahí... XDDDDDDDD
En cuanto elevo la trampilla siento de nuevo el fétido y cargante olor de la cabaña. Es un olor pesado, a sudor viejo y algo que fluctúa en el aire y no consigo identificar. Respiro profundamente, tras el rancio y húmedo hedor del sótano, este aroma es como una fragancia de aire fresco que llena mis pulmones.
Parece que en la planta baja no hay nadie. Con cuidado termino de subir los escalones y aguanto la puerta de la trampilla para que pueda pasar Pavel, mientras repaso con la mirada la estancia. Nada ha cambiado. Me parece que ha pasado una eternidad desde que entré por la puerta y tomé la estúpida decisión de esconderme tras el abrigo.
¡El abrigo!
Dirijo mi mirada hacia la percha y siento un aguijón en el estómago al comprobar que no se encuentra en su sitio. Entonces miro hacia la ventana, el hacha sigue clavada en el tocón... El ogro ha debido salir, tenemos que aprovechar esta oportunidad para poder escapar...
La voz de Pavel reverbera dentro de mi cabeza. Dirijo mi mirada hacia él y hacia la puerta. Al ver la enorme tranca atravesando nuestra salida, siento un pequeño vahído y mi piel se eriza. Si está puesto el tablón, ¿cómo ha salido el ogro...? Mierda... ¡Está aquí dentro...! Doy un paso hacia atrás, mirando hacia todos lados mientras alzo, ridículamente, la mano del cuchillo...
Soy como una hormiga. Si el ogro viene me aplastará con un dedo... No, no soy una hormiga... Seré una avispa, le clavaré el cuchillo en el ojo y esta vez no me aplastará de un manotazo...
¿A quién quiero engañar?
Me muerdo el labio y vuelvo a mirar a Pavel. El tablón pesa demasiado. Trago saliva y entrecierro los ojos, contemplando a la otra Nina. Ella quiere venganza, no le importa Pavel... Lo único que quiere es que todo arda... No, no puedo hacerlo... Antes debo poner a salvo a Pavel, no puedo perderlo otra vez...
La voz rasgada de Pavel me arranca de mis desvaríos. Nada más escucharle me agacho y miro hacia la ventana. Mi corazón empieza a acelerarse, el ogro sí que estaba fuera y lleva a alguien, como si se tratara de un guiñapo... Pavel me dice que tenemos que escondernos, pero eso no servirá, el ogro nos encontrará y entonces...
El terror empieza a trepar por mi pecho. Por un momento me quedo lívida, sin poder reaccionar, contemplando al ogro...
Nos encontrará...
Vuelvo a mirar a Pavel y llevo rápidamente mi mano a la boca, intentando retener el vómito negro que trepa por mi garganta. pero la pringue sale entre mis dedos y puedo ver los ojos horrorizados de Pavel...
Mierda...
Empiezo a temblar, asqueada, llevándome la otra mano al vientre y me encojo. Puedo sentir como el bicho parece haber anidado en mis entrañas y un escalofrío recorre mi espina dorsal... Quiero arrancarlo de mi interior, pero no sé cómo hacerlo... Eso va a crecer ahí dentro... El miedo palpita en mi pecho y durante un instante me olvido del ogro...
¡El ogro!
Sacudo la cabeza y vuelvo a mirar hacia la puerta. ¿Me dará tiempo a levantar la tranca y correr hacia el bosque? ¿Y si no puedo con ella...? No, no podemos salir por ahí, sólo tenemos unos breves segundos y si no salimos ya, nos va a atrapar...
Sigo agachada. Sólo tengo unos preciosos segundos y estoy dudando... Pavel depende de mi, mierda... No puedo permitir que lo atrapen...
Vuelvo a mirar hacia la ventana...
Una salida...
Abro mucho los ojos y susurro, sin apartar la mirada de la ventana...
— Salgamos por la ventana... Cuando el ogro se acerque a la puerta, la abrimos y salimos por ella y... y corremos, Pavel, tenemos que correr como nunca... ¿Podrías abrirla como la trampilla...?
Me mojo los labios con la punta de la lengua, mientras me acerco a la ventana, caminando a cuatro patas. Me asomo con mucho cuidado y vuelvo a mirar hacia el ogro. Mi corazón empieza a latir con fuerza cuando mis ojos buscan a la figura que lleva en el hombro y en mi fuero interno deseo que se trate de MacQuak, sería tan poético...
Con cuidado compruebo si la ventana tiene algún tipo de cerradura, o si puedo abrirla con facilidad, mientras sigo la enorme e imponente silueta del ogro...
Sin mirarle, le hago un gesto a Pavel para que esté preparado...
Si Pavel no puede abrir la ventana y está cerrada, busco alguna banqueta, silla, o algo para tirar contra el cristal cuando el ogro vaya a abrir...
Pavel, su rostro lúgubre de repente, niega con la cabeza.
—Nina, no puedo hacerlo… Te ha… Te ha contaminado.
Quieres tragar, pero eso implicaría arrojar por tu garganta los restos de esa bilis negruzca y asquerosa que repta por tus intestinos. Resistes el impulso y clavas una mirada horrorizada en Pavel. Tu hermano posa su monstruosa mano en tu mejilla y te explica una verdad incómoda. Algo que intuías, pero cuyo alcance elegías ignorar por completo para preservar la poca cordura que te queda.
—Si no consigo curarte… Serás su títere.
Evocas las palabras de Lorelei:
Es solo que… Hay algo dentro de mí que…
(…)
—Mira… Mira en lo que me ha convertido —dice, extendiendo sus brazos, admirándose con detenimiento, el asco y la vergüenza tomando poco a poco su rostro.
—Su asqueroso… juguete… personaaaaak*
Como ya advertí, puede que mi mes de marzo sea horripilante, pero no pienso coger esta partida y darle un carpetazo vil.
Esta escena es muy potente porque Nina va a decidir su propio final, que dentro de la innegable aureola de tragedia que tiene, admite un matiz tremendamente heroico (o así lo veo yo, que para algo soy el goblin hardboiled que Umbría necesita, ¿no? ;-D).
Lee toda la entrada y decide.
Te duelen las sienes y crees desvanecerte por un instante, pero hay una fuerza sobrehumana que te activa, te mantiene alerta, en pie, tu brazo dominante firme como el de un cirujano. Esa fuerza se llama miedo, y en este preciso instante toma el control de toda tu psique cuando comprendes lo que Pavel sugiere en sus palabras…
Eres una bomba de relojería andante, como lo fue Lorelei antes que tú. Aquella triste y enfermiza criatura ha logrado transmitirte el legado maldito de ese deleznable y, por el momento, inescrutable ser que es el Maestro. Eres una muerta viviente, pero he aquí el terrible dilema al que te enfrentas…
Huir ahora es posible. El ogro parece ocupado con un infeliz al que dará un trato a buen seguro equiparable al que recibiste cuando se topó contigo en el interior de esta fétida cabaña. Romper en mil pedazos la ventana. Arrojarte a una persecución final agarrando a tu hermano pequeño. Cumplir tu promesa. Morir por la causa. Salvarías a tu hermano de este infierno, pero no lograrías salvarte tú… Ignoras cuál es tu dolencia, y por ende desconoces cuál puede ser la fuente de tu sanación.
Por otra parte, existe otro camino… Encontrar al responsable de todo esto, hundirle una daga en la garganta y obligarle a cortar los hilos invisibles que amenazan con convertirte en su marioneta.
Pavel se sitúa frente a ti con mirada triste.
—No quiero que te mueras, Nina… Déjame salvarte. Por favor.
Recuerda, tú decides.
La voz al otro lado del río resuena funesta y cargada de oscuros presagios:
—Piensa en lo que te hizo Lorelei… ¿Vas a arriesgarte a hacerle eso a tu propio hermano?
Tu alter ego pasea en círculos a tu alrededor entre las brumas que nublan tu juicio. Una presencia invisible para todos, a excepción de ti.
El aplomo en sus palabras te invita a abandonar toda esperanza.
Es un canto al sacrificio.
—Sé de lo que eres capaz por él. Ahora solo te queda demostrárselo.
Me ha... contaminado...
Las palabras de Pavel son como un mazazo en mi estómago. Le miro a los ojos. Tengo miedo... Recuerdo a Lorelei, alzando sus brazos y admirando su cuerpo desnudo mientras algo culebreaba por debajo de su piel... Recuerdo su vergüenza y su mirada desquiciada y siento un vahído, mis piernas flojean y vuelvo a estremecerme. Sus palabras retumban en mi recuerdo y empiezo a temblar...
No sé en qué me estoy convirtiendo, pero puedo sentir dentro de mi cuerpo algo removerse, aposentarse, algo está cambiándome...
Pavel insiste en quedarnos, en buscar la forma de quitarme esa mierda de dentro. Le miro a los ojos...
Pavel... Por fin te he encontrado...
No... No podemos quedarnos, si lo hacemos...
—Tenemos que salir de aquí. Cuando descubra que he matado a Su Favorita, me dará de comer al ogro.
No voy a permitir que te hagan daño... He estado buscándote durante tanto tiempo y... Y ahora que te he encontrado, no puedo dejar que te cojan...
Apenas tengo fuerzas y en mi mano tan sólo sostengo un pequeño cuchillo. No podré contra el ogro. Si nos pilla aquí dentro ambos estamos muertos... Puede que yo me convierta en su títere, pero ¿qué clase de vida me espera? No... No puedo permitirlo... Pavel, lo siento...
Escucho a la otra Nina y ahogo un sollozo... No... Yo no le haré eso a Pavel... Nunca podría hacerle daño... Antes... Antes acabaría con mi vida... Deja de decir esas cosas, puta...
Me aparto y una nueva arcada me sacude. Esta vez no retengo el liquido negro y vomito en el suelo, arrastrando la bilis y el fluido negro que se me está expandiendo por todo el cuerpo.
Me incorporo, secando mis labios con el dorso de la mano y vuelvo a mirar a Pavel.
— Pavel, si nos atrapan he sido yo quién ha matado a Lorelei. ¿Me has oído?
Le digo mientras siento que mis ojos se llenan de lágrimas.
— Te voy a sacar de este infierno, aunque sea lo último que haga, joder...
Mientras hablo con él mis ojos se han detenido en la chimenea. El fuego todavía está encendido. La olla borbotea, extendiendo un olor nauseabundo por la estancia y una idea desesperada empieza a tomar forma... La cabaña es de madera y la madera arde con el fuego... Apenas tenemos tiempo, pero...
Corro hacia la chimenea y cojo con la mano libre un tronco ardiendo. Quema, pero aprieto los sientes y acerco el fuego a la cabeza del oso negro, haciendo que su pelaje empiece a arder, con suerte el fuego se extenderá por las paredes de madera y el ogro tendrá que detenerse a apagarlo si quiere conservar el museo de los horrores.
De camino a la ventana, intento quemar algo más, aparte de mi mano. Me duele muchísimo, pero ese dolor hace que sienta que todavía estoy viva...
Golpeo el cristal con todas mis fuerzas, rompiéndolo en un fuerte estruendo y suelto el tronco en el interior, antes de posar una vez más mi mirada en los ojos de Pavel.
— Hay trampas ahí fuera... No te separes de mi...
Le digo y salto al exterior, asegurándome de que Pavel también salga, antes de echar a correr, procurando recordar dónde se encontraba la trampa de soga que vi al llegar.
Ignoras las súplicas de Pavel y prendes fuego a todo lo que te rodea decidida a reducir a cenizas esta condenada cabaña. Luego, antes de que las llamas lo engullan todo a su paso, destrozas la ventana y arrastras a tu hermano pequeño a una persecución mortal de necesidad mientras en el firmamento se dibujan las rojizas líneas que denotan el advenimiento de un sangriento amanecer…
El monstruoso ser denominado cariñosamente como El Ogro, haciendo gala de su prodigioso sentido del olfato, olisquea el viento y capta al instante la candente voracidad de las llamas y las tóxicas hebras de humo que empiezan a tejerse hacia el firmamento. Arroja cual fardo a su última víctima, que cae a plomo al suelo emitiendo un débil quejido, y lleva sus enormes manazas a las mejillas, horrorizado al ver su cubil, su hogar, siendo pasto del fuego. El coloso emite un alarido que mezcla rabia e impotencia, pues sabe al verte escapar con tu preciado hermano que se enfrenta a un terrible dilema… Salvar la cabaña, o dar caza a esa molesta niñata que ha escapado del tenebroso sótano en el que encierra a sus víctimas.
Le escuchas rugir y a pesar de la distancia que os separa tu cuerpo no obedece, falla estrepitosamente y tropieza, como acalambrado. La sola posibilidad de que el gigante te alcance te paraliza, te atolondra… Pero no tienes tiempo para sangrar. No te quedan lágrimas y el único fluido corporal que emana de tu cuerpo es esa corrupta bilis. Así que te levantas espoleada por el miedo (¡EL MIEDO!) con las rodillas y los codos desollados, te aferras a tu hermano y corres como nunca lo has hecho en tu miserable vida, sin mirar atrás…
Sin mirar atrás.
Y sin embargo, tus ojos quieren verle, quieren girarse y escudriñar la figura que te observa desde el ventanal en el piso superior de ese lugar de pesadilla en el que te han arrebatado varios pedazos de tu inocencia. Esa figura enigmática, indistinguible, lánguida y cetrina como un fantasma que acecha al otro lado del vidrio y se permite un errático ladeo de cabeza, como si tu inquebrantable resolución le resultase reseñable, digna de un estudio a golpe de escalpelo.
Solo se trata de una pesadilla, te dices en un instante en el que te ves poseída por la vesania.
Una abrumadora y atroz pesadilla de la que podrás despertar.
Tu alter ego se encarga de reír en lo profundo de tu alma y recordarte que, con la suficiente insistencia, una mentira puede convertirse en La Verdad.
Tendrá que bastar, Nina.
Tendrá que bastar.
Motivo: La decisión del ogro
Tirada: 1d100
Resultado: 55 [55]
La Hora de la Verdad.
Voy a hacer una tirada en abierto por El Ogro. Es un porcentaje, matizo. Si saca un 60 o menos en un D100, tratará de proteger al Maestro y apagar las llamas de la cabaña. Si saca un 61 o más en un D100, irá a por ti.
En función de lo que salga en este dado, jugaremos un epílogo u otro. Por supuesto, tú no sabrás qué pasa exactamente hasta el final, peeeeero aquí viene lo divertido... Te voy a dar manga ancha para definir tu final, más allá de lo que el dado diga.
Así pues, pregunta abierta: ¿Qué vas a hacer a continuación?
¿Alguien recuerda que me queda una sola cartita que jugar...? >;-D
Edición: Parece que la suerte sonríe a Nina, ¿no? ¿Será que el Señor de los Goblins es clemente? ¿Alguien se cree en serio esta patraña? XDDDDD
¡¡Corre...!!
Hemos conseguido salir de la cabaña y empezamos a alejarnos, corriendo. Pasamos por al lado del tocón de madera, donde el hacha se mantiene firmemente clavada. Durante un instante me pasa por la cabeza detenerme y agarrarla, pero es enorme... Si lo intento estaré a merced del ogro... Desecho rápidamente esa absurda idea y aprieto los dientes mientras imprimo más velocidad a mis piernas.
El rugido inhumano que profiere el ogro me hiela la sangre... Miro hacia atrás, muerta de miedo y tropiezo, dándome un buen batacazo contra el suelo.
Me va a atrapar... Tengo que espabilar... Tengo que alejar a Pavel de este infierno... Después... Mierda... Después no tengo ni idea de lo que ocurrirá, pero ahora sólo tengo que pensar en escapar...
Empiezo a erguirme y una nueva bocanada hace que escupa más bilis negruzca. Araño la tierra con impotencia y aprieto los puños mientras termino de incorporarme.
¡El cuchillo!.
Al tropezar lo he dejado caer. Busco con la mirada, frenética y lo veo a pocos metros. Lo recupero y vuelvo a mirar hacia la cabaña, temerosa de ver al ogro emerger de las llamas como un titán. Pero no está, parece que mi plan ha surtido efecto... Dirijo la mirada hacia una de las ventanas superiores y entreveo una figura que me está observando. Siento como mis entrañas se contraen pero elevo ligeramente la barbilla y dirijo mi cuchillo en su dirección.
Deseo que arda en el infierno y por un momento me permito saborear la victoria...
Pero en qué estoy pensando... En cuanto el ogro sofoque el fuego vendrá a por nosotros... Aunque puede que no pueda sofocarlo, puede que el infierno se consuma y arrastre todo el horror que esa cabaña ha engendrado...
Pestañeo, aturdida y me vuelvo a mirar a Pavel, recordándome una vez más que tenemos que alejarnos todo lo posible...
— Vayamos al río...
Le digo con la voz ronca y le cojo de la mano para alejarlo de las pesadillas. Vuelvo a correr, tirando de él y nos dirigimos hacia el río...
— Sigamos su curso, por la parte menos profunda... El ogro no podrá seguir nuestro rastro...
Al llegar al cauce del río dirijo mi mirada en la dirección de donde vine y siento que mi corazón se detiene un breve instante. Me viene a la mente la imagen de Zak y aprieto con fuerza los dientes, reprimiendo el dolor que me abrasa por dentro...
Está muerto...
Me recuerdo y por un momento me siento aliviada de que no puede verme así... No soportaría ver el horror en sus ojos...
Miro a Pavel. Solo estamos él y yo... Y siento que dentro de poco sólo será él...
Tengo que ponerlo a salvo...
Sin soltarle de la mano empiezo a adentrarme en el río y a caminar, pisando con cuidado las piedras del fondo, siguiendo su corriente. Levanto la mirada, buscando algo en el firmamento que me ayude a encontrar la dirección... No sé a dónde ir, lo único que sé es que tengo que sacar a Pavel del bosque...
Mientras caminamos miro de reojo a Pavel.
— ¿Sabes qué es exactamente lo que tengo dentro...? ¿Y... sabes cómo puedo quitármelo?
Le pregunto, aunque sé que no me va a gustar la respuesta, pero tengo que saber...
Pavel asiente. Lo hace muy despacio. Su mirada encierra un debate interno, un dilema doloroso.
Llegados a este punto, La Verdad puede ser una liberación… o un veneno mortal.
—Creo que sé lo que tienes dentro de ti, Nina. Lorelei… Lorelei también lo tenía —La fatiga de la huida lo ha dejado exhausto y jadea como si sus pulmones se hubiesen vaciado. De su boca emergen vaharadas por el aire frío que sobrecoge el bosque. Su mirada vidriosa te busca y te rehúye al mismo tiempo.
Evocas una última vez la cicatriz que viste surcando la frente del muchacho trastornado que te violó. Sus palabras confundidas, su mente desmadejada.
Vuelve a ti esa inolvidable sensación, cuando tragaste Esencia de Demente con sorpresa durante tu ordalía.
Casi puedes recordar su superficie quitinosa rozar las paredes de tu garganta… Directo a tu estómago.
—He visto al Maestro cultivarlo… —dice Pavel reprimiendo sin demasiado éxito un escalofrío —. Los metía dentro de los demás. A veces se los hacía tragar. Otras, los dormía, les abría las tripas y les ponía las crías dentro. No sé cuánto tiempo llevaba haciéndolo, pero, por algún motivo… Conmigo no lo hizo. A mí solo…
Pavel se rasca nerviosamente la marca de la amputación en su nueva mano izquierda, a la altura de la muñeca. Su mirada parece desquiciada por un instante, presa del amargo y traumático recuerdo.
—Me injertó otra mano… Y me obligó a mirar —Los ojos de Pavel cesan de parpadear en un largo instante, obsesionado en su mano de tamaño adulto. La cierra en un puño con tanta fuerza que la piel se torna de un vago tono púrpura —. Me llamaba Su Pequeño Milagro… La prueba de que el Hombre es la esencia de los Viejos Dioses.
Está recitando las palabras que escuchó a su captor.
Te dedica una mirada melancólica, tan sombría como su propia alma.
—No conozco ninguna cura, Nina. Y me odio por no tener respuestas para ti. Solo sé que esa cosa… Te asimilará, o te matará en el proceso.
En sus palabras falta un cuándo. Es parte del misterio que acompaña a La Muerte, claro. Podría ser ahora o más adelante, pero el hecho es que percibes al parásito en tu interior, tramando, conspirando con tu propio cuerpo. Los dolores que sientes, las regurgitaciones de esa bilis negra que abrasan tu paladar cada vez que vomitas, la fatiga general que amenaza con hundir tus párpados tras una extenuante y terrorífica aventura y los mareos que hacen girar tu cabeza en un enloquecedor baile en círculos pueden ser el preludio de una muerte prematura… o pueden ser el prefacio de algo peor.
El Enemigo Interior dictará sentencia a su debido tiempo. Mientras tanto, podríamos esperar…
A ver qué pasa.
La Hora de la Verdad:
Haz una TS de CON a DC 18.
Si la superas, tu cuerpo rechazará al parásito y sufrirás 2D10 de daño alienígena (no hay resistencia que valga contra este daño tan horríbile). Si Nina sobrevive, obtendremos el final La larga noche.
Si fracasas, el parásito asimilará a Nina y obtendremos el final El demonio dentro de mí. En este caso, cuéntanos qué se siente al ser ahora parte de un organismo superior. ;-D
Existe en mi mente una tercera opción, que implica que Nina se despida de Pavel y haga la TS de CON a solas. Es válida, y podría variar alguna cosa de cara a la resolución de la historia.
Recuerdo a Ishi y al personal que aún tengo una carta en la manga y que, si procede, pienso utilizarla. Oh, sí.
Las palabras de Pavel retumban con fuerza en mi interior.
"Te asimilará o te matará en el proceso"
Todo me da vueltas y me siento tan cansada... Detengo mis pasos y vuelvo a sentir como mi estómago se retuerce mientras una nueva oleada de bilis trepa por mi garganta, abrasándome por dentro... Me inclino hacia delante y abro la boca, dejando que ese asqueroso fluido negro se derrame hacia el lecho del río...
Tendría que haber luchado, al igual que hice con el cerdo, pero... Tenía tanto miedo... Mierda... No quería acabar en la estantería, teniendo que aguantar a Brenda...
Mierda...
¿Por qué ahora me parece que he sido una gilipollas?
Tenía tanto miedo...
Mira a lo que te ha llevado el miedo, joder...
Lorelei era más fuerte que yo, si me hubiera resistido habría acabado matándome... Ahora estaría muerta y no habría encontrado a Pavel...
¿Estás segura?
Joder....
Estoy temblando y siento un dolor tan fuerte en mis tripas... Seguro que el bicho se las está comiendo... Puedo imaginar como las licua mientras se atiborra y me va asimilando...
Levanto nuevamente la mirada. Mis ojos están hundidos y unas sombras oscuras los rodean. Los cierro un momento, con fuerza, mientras respiro profundamente, intentando que todo deje de dar vueltas... ¿Cuánto tiempo me queda?
No mucho, puedo sentirlo, apenas puedo sostenerme y estoy ardiendo, toda yo ardo con un fuego interior que me consume... Quería salvar a Pavel, pero no puedo seguir... Lo siento, no puedo...
— Pavel...
Abro de nuevo los ojos y empiezo a hablar con voz ronca. Le miro a los ojos y siento como las lágrimas empiezan a brotar de los míos.
— Tienes que irte... Tienes que seguir adelante... Sigue el curso del río y saldrás del bosque... Coge el cuchillo y no mires atrás... Yo... Tengo miedo de hacerte daño si esto me convierte en algo como Lorelei... Por favor, sigue adelante...
Le pido y le abrazo con fuerza. Me gustaría quedarme así, sintiendo su cuerpo de adolescente contra el mío, sintiendo los latidos de su corazón, pero no... Tiene que huir...
Me aparto de él y vuelvo a mirarlo, grabando su imagen en mis retinas y le doy el cuchillo...
— ¡Vete ya...! Yo... Si... Si consigo sobreponerme te buscaré. Te juro que te buscaré, pero ahora... Vete...
Le ruego y doy media vuelta para empezar a correr a trompicones, alejándome de él, mientras siento como se me rompe el alma...
Motivo: Con
Tirada: 1d20
Dificultad: 18+
Resultado: 9(+2)=11 (Fracaso) [9]
Deberías haberle derribado para salvar la distancia, porque Pavel no está dispuesto a dejarte ir tan fácilmente, no ahora que ha logrado recuperarte tras años de cautiverio. Le escuchas correr tras de ti, fatigado y exhausto como está, sin apenas aliento, intentando llamarte a su lado, las palabras atropellándose en su boca al borde de la desesperación que comparte contigo. Tras tanto tiempo buscándole, el Destino parece haberte ofrecido un efímero solaz junto a él, uno ubicado en un tenebroso resquicio de Etharis, poblado de seres de pesadilla, cabezas parlantes, ogros sonrientes y un siniestro titiritero.
Consigues dejarle atrás a costa de agotar tus últimas fuerzas. Tus ojos parecen girar sobre sus propias cuencas y el mundo cruel y peligroso que habitas deja de regirse por las leyes de la Física, de modo que trastabillas, caes, ruedas y te golpeas la sien en algún momento. Hay un súbito fundido a negro… y no te importa.
Este sería un buen final, sí, pero algo sucede…
Estás tendida sobre la maleza, brazos y piernas extendidos, el follaje acariciando tu piel y tu cabello. El cielo se viste con un manto gris y oscuro en el lejano horizonte. Amenaza tormenta, pero sopla una agradable brisa y no encuentras un buen motivo para levantarte. Escuchas risas, hueles el inconfundible estofado de tu madre y el petricor que ha dejado el rocío de las primeras horas de la mañana. Pavel canta, salta y corretea a tu alrededor. Es un Pavel más pequeño que al que abandonaste en tu flamígera huida de una cabaña que ahora mismo te cuesta recordar.
Es la última vez que te recuerdas feliz en mucho, mucho tiempo.
Te recuestas sobre tus codos y alzas la mirada sobre la hierba. Tus ojos se cruzan con los de la fornida figura de tu padre emergiendo con lento caminar de lo profundo del bosque que rodea la casa familiar. Carga sobre sus hombros con un ciervo abatido durante la cacería. Os sonreís en la distancia. Hoy habrá un festín para cenar. Durante unos días, no habrá hambre, no habrá miedo.
Irónico, ¿verdad?
Sabes que estás soñando y no deseas despertar. Esa sería la mejor de las muertes. Empero, la pesadilla te desea en cuerpo y alma, y te arrastra a su vera una última vez. La Última Vez.
Despiertas izada por una arcada que sobrecoge de dolor tus costillas. Un lacerante latigazo de dolor te recorre la pierna izquierda por completo. Tu pasajero trama algo, puedes sentirlo cuando observas tu barriga ligeramente hinchada, agitándose, inquieta. Esto evoca en ti un recuerdo enterrado en lo profundo de tu mente, cuando asististe sin quererlo al complicado parto de tu hermano…
De repente, hay una pregunta que sobrevuela tu mente y para la que no encuentras una respuesta aceptable.
¿Por dónde emergerá el parásito que llevas dentro…?
Si se está nutriendo de ti, y puedes jurar por la deidad que consideres oportuna que así lo está haciendo, cuando te vacíe por dentro, cuando se sacie y te deje seca por dentro, serás poco menos que una cáscara sin vida. Entonces…, ¿Emergerá de tus tripas…? ¿O quizás salga por donde entró? Puede, incluso, que demuestre una malsana creatividad para abrirse al nuevo mundo, ¿no?
Tiemblas imaginando opciones, a cada cual más desquiciante.
Y entonces, pequeña Nina, es en este preciso momento cuando te reencuentras con un viejo conocido.
El Lobo te observa con su rostro desfigurado.
En su ojo derecho refulge un odio ancestral, mientras que el lado izquierdo de su hocico presenta un amasijo de carne diríase derretida, consumida por algo que solo aciertas a imaginar como incandescente y voraz como el fuego.
Gruñe, rabioso y henchido de rencor hacia ti.
Es un espécimen imponente, puesto que aun con la terrible herida que presenta, una que habría bastado para enloquecer a la bestia, ha proseguido infatigable su persecución, aunque solo quede él, solitario y vagabundo, frente a ti.
No puedes moverte, solo observarle de frente, fijamente, admirada por su resolución, aterrada por su carácter inquebrantable, y extrañamente serena por saber que he aquí el desenlace de tu existencia…
Serás pasto para el lobo, Nina.
La sombra de la bestia se extiende por el bosque como una exagerada neblina, una mortaja de tiniebla y azufre. El animal camina despacio hacia ti, saboreando su triunfo, deleitándose al imaginar el sabor de tu carne, regocijándose en el terror que antecede al crimen pasional que es toda cacería. Repara en tu vientre hinchado y se relame con un placer que rebasa el delirio.
Va a matarte.
El Lobo abre sus fauces, salivando con frenesí. Entre sus colmillos, restos de carne y cabello. Tu mente te golpea con un martillo: ¿¡Zak!?
Tú también abres la boca. Lo haces hasta que te duelen las quijadas. Crees que lo haces horrorizada, con intención de gritar, un último alarido antes del amanecer, tu personal canto del cisne.
Del interior de tu garganta emerge aquel que ha hecho de ti su huésped. Lo hace reptando sinuosamente, mucho más imponente que la larva que una vez accedió a tus entrañas. Sus cientos de patitas aguijonean tus vísceras por dentro, tu garganta y tu paladar y su proverbial longitud te asfixia, te sofoca. Ardes en una miasma de dolor. Tus ojos se nublan y sientes lágrimas de sal y sangre descender por tus mejillas. El parásito no parece tener fin y mientras emerge de tu cuerpo convulsionante parece relucir impregnado en jugos gástricos, bilis y sangre.
Es horrible, el muy hijo de puta.
Ese es tu último pensamiento.
* * *
El Lobo recula momentáneamente, qué duda cabe que sorprendido ante el grotesco espectáculo que acaba de presenciar. Aún aguarda unos instantes, sin perder de vista a esa criatura insectoide que parece haberle arrebatado el placer del golpe de gracia.
Superviviente como pocos, recela unos segundos y luego reconsidera su postura: la carroña está fresca, tendrá que valer.
El animal se aproxima despacio, olfatea el cadáver y decide que destripará primero a su víctima. Solo el crujir de las ramas a su alrededor le alertan de que parece que algo va a disputarle su largamente anhelado premio…
El lobo ve a un muchachito agotado exhalando densas vaharadas por la boca, su rostro marchito y sus ojos desencajados ante la revelación de que, sorpresa, su hermana no ha superado el proceso de adaptación biológica al simbionte del Maestro.
Muchacho y lobo cruzan sendas miradas poseídas por un instinto sanguinario.
El chico se encorva, agazapándose, esgrimiendo el cuchillo de un modo extraño pero decidido.
El lobo gruñe a modo de advertencia, enseña su ristra de dagas asesinas y su brillante ojo expuesto y deforme fija su atención en el raquítico cuello del zagal.
—Ven —dice Pavel, su voz un susurro —. Te daré paz.
FIN DE HAMBRE & MIEDO 2
¿Continuará...?