Partida Rol por web

—¿A qué hora fue eso? —Preguntó nuevamente el mismo tipo mientras Yui se desembarazaba del abrazo e intentaba inútilmente limpiarse sus lágrimas saladas, por cada movimiento intentando apartarlas un nuevo torrente acuoso acudía como refuerzos en aquella especie de campo de batalla improvisado en que se habían convertido las mejillas de la joven.

—Nos cruzamos al salir yo misma—. Confesó Yui sin darse cuenta de la trascendencia de sus palabras provocando que ambos hombres se echasen una mirada interrogante¹.

—¿A qué hora fue eso? —Preguntó esta vez el segundo tipo mientras el primero parecía estar llevándose la mano al costado, tal vez por precaución... Tal vez con la intención de usar el arma ante una respuesta que no le gustase.

Brandon dudó un instante.

—¿Hora? Pues había amanecido hacía poco... supongo que poco más de las 8:00. Subí a ver al señor Akiyama pero no abrió la puerta. Yui me había dicho que estaba en casa así que supuse que estaría ocupado. Volví a subir un rato después, nuevamente sin éxito. Y entonces me decidí por escribirle una nota para hablar con él cuando estuviera dispuesto. Pero...

El hombre agachó la cabeza mostrando cierta condolencia y miró a Yui de soslayo. En realidad, esa condolencia era cierta. Quizá no por el señor Akiyama pero sí por el dolor que Yui debía de estar pasando. La empatía no era una de las virtudes de Brandon pero a veces recordaba que no todo el mundo eran tan resilientes y trataba de comprender su dolor. A menudo no lo conseguía pero aquella muchacha tenía algo que desestabilizaba los sentimientos, apenas aflorantes, de Brandon.

—Discúlpeme —dijo resoplando para liberar un bloqueo emocional—, ¿tienen alguna pista? Si hay algo en lo que pueda ayudar...

Yui dio entonces un paso atrás alejándose del que creía que sería su mayor apoyo moral. 

—Me crucé contigo nada más salir de casa... Se supone que subías y que verías a mi padre... —Entonces devolvió su mirada a los agentes que estaban estudiando todo lo que allí sucedería—. Entonces estaba bien...

Brandon inspiró profundamente para tratar de calmarse y todavía se tomó unos segundos antes de contestar.

—¿No querrás decir que... ? —preguntó Brandon vistosamente escandalizado—. Me crucé contigo en el rellano del portal y subí a ver a tu padre. Toqué la puerta pero no contestó nadie. Poco después volví a subir... no se, media hora quizá. No miré el reloj.

Se echó las manos a la cabeza y miró a Yui con cierta rudeza.

—¿Cómo puedes pensar que yo... ?

Se giró hacia los agentes y les miró firmemente. Manteniendo la mirada un instante. Yui, mientras tanto, dudaba sobre la sinceridad de su vecino pero las palabras de Brandon parecían firmes y, ¿qué sentido tenía quedarse al lado de un crimen que acabas de cometer? Eso solo lo haría un loco y Brandon todavía no parecía un loco.

—Señorita... Si usted se marchó a las 8. En torno a esa hora tasa nuestro termómetro la hora de la muerte de su padre. O ha sucedido en la diferencia de plazo o uno de ustedes es el asesino...

Se dedicaron una mirada el uno al otro, más que acostumbrados a resolver crímenes acostumbraban más a ser jueces, jurados y verdugo cuando el estado imponía la ley marcial. Sin embargo en aquel momento no tenían ganas de ejercer:

—Parece que el asunto queda entre ustedes dos, a mí me la pela quién haya sido. —Dijo el segundo

—¿Qué? ¿No vais a investigar lo que ha pasado? ¡A mi padre lo mataron! —Replicó Yui agresivamente agarrando al primero que había hecho amago de largarse de aquella estancia. Sin embargo aquello no pareció hacerle demasiada gracia y tras propinar un fuerte empellón el aludido sacó su arma y la colocó en su sien.

—¡Nosotros somos la ley! ¡Somos el estado! ¿Quieres negociar? ¿Quieres que dictemos sentencia? —Gritó mientras la sujetaba de su brazo al tiempo que seguía manteniendo su arma en la sien de la joven.

El segundo estudiaba a Brandon esperando que cometiera un error, lo suficiente como para obligarle a usar su arma. Aquello acababa de ponerse emocionante y era evidente que los dos estaban disfrutando aquello, les gustaba a dónde les había llevado la desidia con la que habían empezado aquel día.

Brandon inspiró profundamente tratando de no hacer nada que justificara que aquel tipo usara su arma.

—A ver... por favor, tranquilízate. Suéltala, ¿vale?

El catabolista levantaba sus brazos evitando cualquier gesto agresivo.

—Nosotros nos encargamos, ¿vale? Encontraremos al culpable y listo. ¿Es eso lo que quieres? —preguntó.

—Eso está mejor...

En aquellas palabras percibieron rendición que entendieron como sumisión, eso es lo que buscaban en aquel momento. Sabiéndose poderosos retrocedieron un par de pasos mientras dedicaban una mirada en derredor, uno de ellos pareció fijar su atención en una botella a medio beber de whisky de importación. La miraba con codicia.

Consciente de ello Brandon le invitó a cogerla y le dijo dónde tenía la otra botella que aún guardaba esperando a ser abierta. Fue suficiente para que se largaran, con aquel sobresueldo en forma de bebidas espirituosas parecían sentirse pagados por su "altruista" servicio con el ciudadano.

Atrás quedaron Akiyama Yui, Brandon Lee y el ambiente más incómodo que pudiera haber...

Una vez confirmó Yui, que aquella pareja de miserables carroñeros estaban lo suficientemente lejos para escuchar nada habló primero en voz de susurro:

—Vete... —Le dijo mientras las lágrimas volvían a brotar entre sus ojos enrojecidos — No quiero volver a verte... Asesino... ¡Canalla! ¡Por qué lo hiciste, creía que eras mi amigo maldito miserable!

Cada insulto que propinaba subía en volumen y era como una bala dialéctica que acompañaba al martilleo de sus puños sobre su torso. Odio y decepción a partes iguales.

Brandon aguantó los golpes y la ira de Yui estoicamente hasta que la muchacha se apartó unos pasos de él.

—Te equivocas —fue capaz de asegurar—. Yo no lo he hecho... te darás cuenta cuando te calmes.

El muchacho echó unos pasos atrás sin desviar la mirada de la cara entristecida de Yui. Su rostro estaba arrugado y forzaba una mueca de tristeza en él.

—Esta noche me marcho de viaje como te dije. Si quieres hablar antes, estaré en mi apartamento. No he hecho nada, no voy a huir... volveré antes de lo que piensas y si para entonces todavía me odias, te demostraré que te equivocas.

Brandon se giró y caminó a su apartamento donde esperó todo el día. Estuvo bastante nervioso. Hanoi por un lado y el tema de Yui por otro. Era algo que no estaba sabiendo gestionar. Esa noche iría a ver al señor Ngô para recoger su pasaje a Hanoi.

Yui se marchó tras las justificaciones de Brandon, en silencio y con los ojos llorosos. Su cara era una máscara que mezclaba múltiples sentimientos sin acabar por destacar ni uno solo. Sin embargo antes de cerrar la puerta permaneció unos segundos en el umbral desde donde escuchó las últimas palabras del señor Lee, a quien hasta hacía unos minutos consideraba su único amigo y en quien confiaba ciegamente.

Algunas horas más tarde. En el tren de gravitación magnética que estaba a punto de salir hacia Hanoi.

La reunión con el señor Ngô había ido bien, no haberle visto se podría considerar que todo había ido bien. Al menos ese fue el juicio que Brandon Lee hizo a tenor de cómo se desarrollaron los acontecimientos.

Esta vez el portero del SMACK DUB no se puso gilipollas, al verle llegar le señaló el callejón donde unas horas antes había tenido el encuentro con el mafioso. Mientras el Catalizador se dirigía en aquella dirección pudo fijarse por el rabillo del ojo como el matón accionaba su implante y mandaba un mensaje a alguien. El que apareció algunos minutos después no fue el mafioso, el mismo vehículo que había utilizado el señor Ngô hizo acto de aparición pero esta vez sólo era conducido por el chófer. Tras un reconocimiento parco, casi mundo, éste le entregó el ansiado trofeo en forma de billete a Hanoi en la mejor de las categorías: en Maglev.

En el tren los asientos eran mullidos y cómodos, además eran espaciosos. En comparación con el cutrichil de Sapa al que llamaba hogar aquello era un palacio en el que los vecinos eran otros miembros de la nobleza, todos arreglados y detentando la categoría que tenían como para utilizar aquel medio de transporte.

Todos salvo Brandon, y es que a nadie le pasaba desapercibido aquel intruso de aspecto más lamentable, casi tétrico en comparación con lo que representaba aquel medio de transporte. Mas pronto lo olvidaban al cambiar de vagón.

El Maglev empezó a ponerse en marcha, primero lentamente y poco a poco empezó a ganar en velocidad. Las pantallas entonces se proyectaron en el aire frente a todos los pasajeros señalando la velocidad mientras en el interior todo parecía en calma, casi como si aún no hubieran empezado a moverse. Fuera todo había cogido velocidad y las personas pasaban rápidamente, entonces Brandon se fijó en la pantalla, 500 km/h marcaba. El número bailaba kilómetro arriba y dos abajo pero nunca sobrepasaba aquella barrera que habían impuesto a aquella mole mastodóntica en la que iban.

Llegar a su destino sería cosa de apenas una hora.

En un asiento junto a uno de los cristales oscuros que simulaban la ventana del Maglev se encontraba Brandon con la cabeza agachada, apoyando el mentón sobre la palma de su mano derecha. A menudo disfrutaba de ese tren y del indicador que mostraba la velocidad a la que iba. Había oído hablar del Maglev, pero nunca imaginó que pudiera cogerlo.

Pero a qué precio. Yui se sentía mal y era por su culpa. Quería convencerla de otra cosa pero él sabía que era su culpa y se sentía en deuda con ella. Pero Hanoi... si era como Yui lo había descrito podía abrirle muchas posibilidades. Incluso dejar de ser el chatarrero de Sapa y conseguir creds de verdad.

Ese pensamiento lo animó. Conseguiría buenas referencias, sabía moverse bien, y cuando lo hiciera y reuniera una mínima cantidad iría a por Yui y la traería a Hanoi. Necesitaba alejarla de aquello para limpiar su culpa y ganarse de nuevo la confianza de la chica.

Pronto, la megafonía del Maglev anunció la llegada a Hanoi. Era increíblemente rápido.

La estación de Hanoi fascinó a Brandon. Por todos lados había pequeños bots que ofrecían probar tal o cual artículo de una gran compañía. Auténticos bots de spam que disparaban el consumismo de la gente hasta límites insospechados. Uno de ellos anunciaba un espectáculo en la ópera de Hoan Kiem y eso le recordó la conversación con Yui. Aquel lugar parecía ser el epítome de la tecnología de este lugar. Tenía que ir a ver aquel distrito. Consultó un par de postes con información de la ciudad y se encaminó hacia allí.

En la inmensidad de la gran urbe que era Hanoi, Brandon Lee era como el ratón de campo que iba a la ciudad. Un absurdo pueblerino que enseguida confirmó que las distancias eran mucho más largas que las que acostumbraba a recorrer en las inmediaciones de Sapa. Buena prueba de ello era la gran abundancia de motocicletas que veía allí en cada lugar por donde pasaba.

Los primeros pasos fueron tímidos y advirtió que en el extrarradio las construcciones no eran mucho más imponentes que las que acostumbraba a ver en su vieja rutina. Enseguida los edificios acabaron por sucederse uno tras otro, casi sin apenas diferencias entre uno y otro salvo algún detalle sutil que sólo sus propietarios sabrían identificar. O alguien que llevase muchos años viviendo en aquella jodida parte del ensanche. Todos eran estrechos, no demasiado altos y siempre con el mismo diseño de mierda. En los bajos estaban los locales que permitían a los propietarios del bloque ganarse la vida, mientras que en los niveles superiores era donde desarrollaban su vida privada.

Acabó por rendirse y pedir a un motero que le acercase, un pequeño gesto y la promesa de visitar un garito fue suficiente como para convertirse en el paquete del conductor quién enseguida le llevó por atajos escondidos a simple vista, llevando la sensación de control de su propia vida al límite al pasar entre escasos huecos que dejaban los coches entre sí para enseguida plantarse en torno a los alrededores del distrito de Hoan Kiem. Cuando le dejó en tierra le informó de que aquella zona se llamaba Hai Bà Trưng. Debía evitar el norte por ser territorio de lo mejor de lo mejor de las corporaciones, su propia seguridad privada acostumbraba varias veces al año de recordárselo a aquellos que desafiaban los invisibles muros divisorios.

A simple Brandon Lee pudo certificar que aquel distrito podría ser considerado como una especie de Downtown del ensanche, sin ser el centro histórico de la ciudad. Aún así era lo mejorcito a lo que podía aspirar todo aquel ciudadano que no formase parte de las grandes corporaciones que circundaban el cercano Hoàn Kiếm, buena muestra de ello eran las estilizadas construcciones que nada tenía que ver con las agrupaciones enanas por las que había pasado en su primer vistazo a la ciudad. Más allá, tras los edificios lo suficientemente pudientes para estar en aquel distrito, se sucedían multitud de construcciones que se iban degradando en altura y extensión para en la lejanía, al sur volver a aparecer las ya familiares chabolas que había visto.

Brandon disfrutó durante unas horas el ambiente que se respiraba en ese distrito. Muchas cosas que en Sapa parecían estar condenadas por las viejas costumbres, parecían completamente normales en Hanoi... y Brandon disfrutaba de ello.

Había perdido la noción del tiempo y la cantidad de iluminación de aquella plaza de Hoàn Kiếm prácticamente le impedía distinguir siquiera si era de día o de noche.

Se había cruzado con muchos tipos con muchos implantes, algunos de ellos bastante lujosos y de calidad aparente. Temía iniciar una conversación con alguno por si revelaba lo que realmente era: un chico de Sapa. Pero al final se decidió a parar a un muchacho con el pelo de color azul. Tenía un implante sutil en el ojo y uno algo menos sutil en el cuelo. Los brazos, aunque bien disimulados, parecían sintéticos.

—¡Ey, amigo! —dijo para detener a ese chico—. Veo que vas muy bien equipado y... me preguntaba donde se mueve por aquí esas...

No acabó la frase pero se señaló su brazo recién instalado y el muchacho del pelo azul se dio por enterado de inmediato. Se dispuso a contestar pero algo lo despistó. Parecía haber captado algo con su ojo.

Brandon observó los movimientos de ese muchacho durante unos instantes.

—Lo siento... Tengo prisa —contestó parcamente antes de echar a andar en la otra dirección de donde había mirado, dejando a Brandon con la pregunta sin resolver y un poso de dudas flotando en el ambiente.

Si el recién llegado miraba en la dirección en la que miró el joven peliazul pero sólo alcanzó a ver numerosos rostros que se movían en todas las direcciones y a la vez en ninguna. Como si realmente no fuesen personas, si no que formasen parte de aquel entramado urbano.

Entonces lo vio

Un japonés de cabeza afeitada y rostro tatuado que iba flanqueado de otros dos hombres, todo en el gritaba Yakuza salvo los nada disimulados tatuajes que vestían todo su cuerpo, incluso su rostro. Según creía haber oído o leído (tampoco importaba demasiado) Brandon, lo que demandaban las tradiciones de la Yakuza era que los tatuajes fuesen tradicionales, que definiesen el rango y sobre todo que pasasen desapercibidos para los que no pertenecieran a la vieja organización.

Se dirigía hacia él.

—Buenas tardes Brandon...  —saludó en cuanto lo dio alcance, aunque Brandon hubiera querido evitar aquel encuentro se dio cuenta tarde y mal. Una vez el extraño Yakuza certificó la expresión de extrañeza de su interlocutor se dispuso a presentarse:

—Soy un viejo amigo del Señor Ngô. Me pidió que velase por ti y que me asegurase de que todo te iba bien... Dejó un seguro en tu ticket.

Señaló entonces hacia uno de los bolsillos creyendo que ahí estaba la tarjeta como buscando subrayar sus palabras.

—Dime entonces, ¿está todo bien? ¿Necesitas Creds, merca, putas, o te va otro rollo? —se aproximó entonces al Catalizador sin dejar de mirarle a los ojos—. ¿Jóvenes?

Brandon titubeó unos instantes cuando el desconocido se acercó hacia él llamándolo por su nombre. Pero la explicación no se hizo de rogar.

¿El señor Ngô velando por sus intereses? Eso estremeció al muchacho que todavía dudó un instante más antes de responder a ese Bocas.

—Ehhh, yo —no sabía exactamente qué contestar y en ese instante dio un respingo al ver que el tatuado metía las manos en el bolsillo.

—En realidad yo buscaba esto —dijo más tranquilo cuando el otro sacó las manos de los bolsillos.

Elevaba su brazo implantado mostrando esa ridícula cara de orgullo que pronto enmudeció al ver la calidad de la que estaba rodeado.

—Quiero aprender, ¿sabe?

—¿Aprender, qué? —Preguntó sin terminar de entender, se fijó entonces en el implante casero y se echó a reír al tiempo que suavemente bajaba la mano de Brandon Lee con discreción.

—Me habían dicho que no eras de ciudad pero esto... Escúchame —le dijo mirándole con atención al tiempo que le sujetaba para tener la mayor atención posible de su interlocutor—. Dime lo que quieres y te lo voy a conseguir, ¿implantes? ¿mercancía para mejorártelos? Todo, lo tendrás todo... Me gusta que mi gente esté contenta y trabaje de puta madre.

Dejó unos segundos para que saborease la verdad, sin embargo había empezado por el final. Le gustaba hacerlo así para que sintiesen que podían contestar, declararse en rebeldía. Entonces vendría la hostia:

—Sé que hay una niña que te mola, yo lo respeto, ¿sabes? Pero no creo que le mole que te zumbaras a tu suegro... Así que tú dirás, podemos matarla o podemos cascarle la verdad... En definitiva, joderte. Pero ese no es mi plan, quiero que estés contento para un curro que me han pasado. He tenido que tirar de contactos y me han hablado bien de ti. Así que de momento te hacemos el recorrido turístico por Hanoi, después haces el curro y nosotros además de darte el regalo que quieras, te creamos un culpable para limpiar tu nombre.

Giró entonces la cabeza interrogativamente, tras él se veía cómo uno de sus dos matones se había posicionado dándoles la espalda como si esperase que alguien pudiera aparecer en cualquier momento. El otro tipo estaba en el punto ciego del señor Lee.

—A partir de ahí, si te la calzas o no es asunto tuyo. —Agregó sacándole de sus pensamientos—. ¿Te cuadra?

Por un momento Brandon se estremeció cuando aquel tipo habló de un trabajo. La imagen del señor Akiyama se dibujó en sus retinas y, por un instante, dejó de ver a ese hombre tatuado. La mención del culpable para limpiar su nombre devolvió a Brandon a la conversación.

—¿De qué se trata? —preguntó indeciso.

En cierto modo le daba miedo preguntar y que la respuesta fuera volver a matar pero esa gente le tenía cogido por los huevos. Una negativa acababa con su vida y, trabajar con ellos le abría un mundo demasiado turbio pero donde podría conocer los secretos de la máquina. Probablemente no era el buen camino, pero era el que iba a coger.