Partida Rol por web

En algún lugar del ensanche...

La sala constaba de dos pisos, era oscura y apenas estaba iluminada a excepción de varias tiras de led dispuestas estratégicamente en diferentes puntos que dotaban al conjunto de un resplandor azulado o blanco según los criterios del diseñador. Hologramas flotaban en el ambiente proyectando diferentes programas que se emitían en los canales privados. Mientras que del nivel superior poco se podía ver.

La pantalla que se encontraba más cerca de la entrada se encontraba en medio de una pausa publicitaria y estaban anunciando el último modelo de los implantes de manos, desarrollados por la compañía líder en ventas SIGMA TECH^INC. Se trataba de un modelo de implantología protésica, unas manos pulcras con una estética casi similar a la desaparecida porcelana que, según relataba el anuncio, sustituían a unas manos feas y callosas de una propietaria cuyo rostro nada parecía tener que ver con las manos del antes. En el momento en que pasaban a relatar las diferentes habilidades que el cliente podía ganar como la capacidad de interpretar partituras musicales de un carroza llamado Chopin, la puerta de entrada se cerró más nadie parecía haber advertido el cambio que se había producido en el ecosistema del lugar.

La música era electrónica y alternaba momentos de lírica en la que una cantante interpretaba unos versos en inglés. El observador perspicaz pronto adivinaría que la mitad de las pantallas estaban representando el videoclip musical de la canción que sonaba en aquellos momentos. Esas pantallas mostraban a una joven Vietnamita que apenas había alcanzado la veintena, pero que contaba con multitud de implantes que probablemente la habrían endeudado de por vida con sus mánagers. Tendría que cantar de por vida y seguramente hacer otro tipo de favores que serían los que realmente reportarían las ganancias a sus dueños.

Una guapa camarera se encontraba departiendo con algunos de sus clientes mientras servía algunas bebidas, cuando de pronto pareció darse cuenta de la presencia que aguardaba en la entrada. Su distracción fue captada rápidamente por un gorila con brazos biónicos con refuerzos que llegaban hasta el deltoides. No parecían un modelo comercial.

Como si del aleteo de una mariposa se tratase, éste dió un codazo a su compañero quién tras desistir apurar el último trago a su Cerveza Clásica 1906 se giró para, tras tomarse un par de segundos en los que miraba con sorna a la presencia que apenas se había distanciado de la entrada; finalmente acercarse:

—¿Qué coño haces aquí?

El vehículo aerodeslizador se detiene a la altura del Vanadium Bar. Ahí debe estar ese capullo; el dueño de ese garito. Un criminal de poca monta. La modestia es rara en la comunidad de criminales, lo común es exagerar la reputación que uno tiene, y ese idiota de Scratch había exagerado más de la cuenta. El tipo era del Este. Rusia, Polonia quizás. Importaba un carajo. El hecho es que había cabreado a quien no debía y ahora tocaba ajustarle las cuentas.

El conductor me mira esperando instrucciones. Le digo que no me espere. Como respuesta me acerca una caja de cartuchos abierta. Saco dos cartuchos grandes y rojos, los sujeto entre el dedo corazón y el dedo índice apoyándome por detrás en el pulgar, con la distancia adecuada para poder meterlos de un solo movimiento.

Me acomodo el cuello de la gabardina. Es suficientemente amplia para disimular aceptablemente la escopeta. Parezco un tipo normal, un pringado más que va a ahogar sus penas a ese tugurio. Nada más lejos de la realidad.

—¿Qué coño haces aquí? —pregunta el gorila.

Mi respuesta es un objeto metálico con un brillo mate. Una escopeta.

Sus ojos dicen mierda, mierda...

—Se que odias las escopetas —le digo mientras sonrío—, vengo a hablar con el capullo que firma tu nómina. Podemos hacerlo de dos maneras; la fácil, o la divertida. Tu decides.

Esto es rutina. Me siento tranquilo, relajado. Ahora la pelota está en el tejado de ese descerebrado de músculos inyectados sobre metal. Si toma la decisión equivocada convertiré su cara en una masa deforme e incandescente antes de que pueda si quiera pestañear...

La luces se proyectaban sobre la escopeta extrayendo de ella en un par de puntos estratégicos reflejos metálicos de tono azulado. Las reacciones no esperan y pronto el Vanadium se queda vacío a excepción de tres tipos, el desgraciado que se encuentra frente al arma y dos compañeros suyos.

Las miradas son nerviosas, estudiándose entre sí como si buscasen entablar algún tipo de maldita conversación telepática. Después miran a su compañero quién poco tiene que hacer ante el gran cañón que tiene junto a su boca. No tarda el gorila en levantar lentamente sus manos como si no alcanzase a entender su maldita desgracia. Hoy día en Hanoi es fácil ver a muchos tipos implantados de aspecto rudo, pero en cuanto se encuentran un arma a un palmo de sus sesos, extrañamente todos se muestran más colaborativos.

Los otros dos desgraciados no pensaban igual: una cosa es temer por la vida de un compañero y otra quedarse sin Cred por vender al jefe. Su elección estaba clara, querían fiesta...

El dedo aprieta el gatillo. La escopeta escupe muerte. Lo que antes era la cabeza de un idiota se convierte al instante en una masa incandescente de hueso, carne y metal. El "portero" es historia.

El problema ahora son los otros dos capullos. Mis ojos entran en modo térmico y sus siluetas son de un anaranjado casi carmesí. Veo la silueta del metal bajo la tela. Van a desenfundar sus armas y van a disparar. Estoy seguro de ello. Tengo que adelantarme y mis piernas implantadas lo saben. Me muevo rápidamente hacia el primero de los tipos. Ruedo intentando evitar sus disparos y busco acortar la distancia. Si consigo echarme encima de ese mamón antes de que saque su arma lo podré usar como escudo humano. Es una maniobra arriesgada, pero el que no arriesga no gana...

El movimiento que hizo el ejecutivo fue un salto de fe que le colocó tras el tipo que tenía más a mano. Aquello paró al otro desgraciado quién detuvo su arma en el aire y empezó a moverla suavemente intentando predecir los movimientos del forcejeo que estaba teniendo lugar.

Ninguno de los dos se rendía, pues mientras uno intentaba liberarse de la presa a la que le intentaban someter; el otro estaba intentando calcular sus opciones y viendo cómo eran, disparar a través de su compañero para abatir al intruso era una opción que no descartaría.

El tiempo apremiaba y el primero era un tipo duro con los músculos muy definidos. Si Fukuda no dejaba caer su arma para entregarse totalmente a la presa, era posible que acabase perdiendo la ventaja que había conseguido.

A esta distancia puedo oler el sudor rancio del tipo. El aroma de alcohol sintetizado de su aliento fatigado lo impregna todo. Forcejea. Lo intenta con todas sus fuerzas pero no lo consigue. La adrenalina corre a toda pastilla por las carreteras de su cuerpo. La vena de su cuello está hinchada, se mueve arriba y abajo al ritmo del bombeo de su corazón. Suelto la escopeta para no perder la presa. El tipo por un instante piensa que la he cagado, pero esa volátil sensación de victoria se esfuma de su cabeza cuando siente la cuchilla retráctil de mi mano presionar sobre su carótida.

—Sigue forcejeando y atravieso tu cuello —susurro en su oído.

El leve contacto del frío acero de la cuchilla contra su garganta fue suficiente como para que la víctima de Kazuo Fukuda se detuviese en sus patéticos intentos, para acabar por rendirse finalmente. Quedaba su compañero quién seguía apuntando a los dos valorando sus opciones, aquel detalle no pasó desapercibido para el rehén quién empezó a hablar nerviosamente:

—Duc... No lo hagas, no me jodas. —Empezó a decirle meneando su cabeza para los lados, chorreaba sudor que olía a terror y a derrota—. Espera... A ver...

—¿Me estás buscando? —Preguntó una voz grave y profunda desde lo alto interrumpiendo las súplicas de su lacayo. Un breve vistazo de refilón dejaba entrever que se trataba de "Scratch". El tipo por el que había empezado todo aquel estropicio en aquel garito. Vestía un traje bastante ajustado bajo cuyo corte se insinuaban un cuerpo musculado. Estaba claro que no había descuidado sus rutinas en el gimnasio desde que se había convertido en el jefe de lo que fueran exactamente aquellos tipos de poca monta. Sobre el cuello asomaba un tatuaje electrónico que brillaba en la oscuridad de aquel local.

La música electrónica seguía con la misma canción, por el rabillo del ojo Kazuo pudo advertir cómo había un primer plano de la cara de la joven y ésta se encontraba en ese momento cantando el estribillo: 'It hurts, it's painful, but It makes me feel alive"

—¿Puedes decirme qué asuntos tienes conmigo, en lugar de joderme mi maldito local? —Preguntó finalmente Scratch.

—Ya sabes como va esto Scratch. Vas atrasado con los pagos y ahora toca soltar los intereses.

La cuchilla retráctil perfora superficialmente la piel del matón y una gota carmesí desciende mezclándose con su sudor.

—No entiendo por qué todos los nuevos hacéis siempre lo mismo —mientras hablo sopeso las opciones: La escopeta está cerca, lo suficiente para alcanzarla después de perforar el cuello del primer idiota. Puedo usar su cadáver como escudo mientras abato al segundo idiota. Luego llegará el turno de Scratch. Nada demasiado complicado—.  Os metéis en el negocio, aceptáis las condiciones y cuando empezáis a creeros más de lo que sois empezáis a tocarle las pelotas a los peces realmente gordos.

—Ya tienes una nómina menos que pagar este més —digo señalando con la cabeza el cuerpo decapitado el portero— puedo librarte de otras dos si el problema es que vas demasiado justo de Cred, aunque ese bonito tatuaje tan caro me dice que el negocio no te va precisamente mal —me encojo de hombros—. También puedo quemar este puto antro hasta los cimientos y partirte las piernas. Tu decides, pero no me voy a ir de aquí sin zanjar tus deudas.

Ese gilipollas de Scartch parece que se lo está pensando. Parece que vamos por buen camino. Es posible que esto acabe pronto o que la cosa de un momento a otro se ponga muy fea, pero creo que ya lo tengo. Esto está casi hecho así que me voy calmando mientras los músculos de mi cuello se relajan, y aunque la cuchilla aún sigue sobre la vena del cuello del matón, se que esto acabará pronto.

—De acuerdo tío, vale. Calmémonos todos un poco, ¿okey? —dice Scratch desde arriba—, dame un segundo que voy dentro y busco tu pasta. Joder...

Dicho y hecho. No tarda demasiado en salir para alivio de sus matones.

Dinero fácil, un trabajo menos.

Cojo un taxi. Uno barato, de esos que aún van sobre cuatro ruedas. Se interna por un laberinto de calles lluviosas. Pasamos frente a la terminal del túnel y dejamos atrás una infinidad de calles laterales, deteriorados edificios de apartamentos que me recuerdan vagamente a París. Mientras el vehículo sigue en marcha inicio una telecomunicación con la organización para informar que el trabajo está hecho.

Al final el intercambio de pasta fue sencillo, por un momento aquellas palabras de Scratch parecían entrever que pensaba dar el dinero en B, sin embargo enseguida bajó las escaleras. Tras levantar su muñeca activó un terminal de transferencias en el que estuvo toqueteando hasta que finalmente apareció una barra de carga la cual se completó en apenas tres segundos.

Un pitido sonó en algún lugar indicando que la transferencia estaba completa.

Dicho y hecho. No tarda demasiado en salir para alivio de sus matones.

Dinero fácil, un trabajo menos.

Una vez se estableció la comunicación con la organización, la imagen titiló suavemente hasta que acabó por quedarse estática, entonces la proyección adquirió una nitidez que a duras penas era capaz de verse en la propia realidad. Frente a los ojos del pasajero del taxi apareció el rostro de un anciano, de aspecto extraño y mirada adusta. Contaba con varios implantes que además de aportar una serie de funciones a su portador contribuían a darle un aspecto más rejuvenecido, con menos arrugas a excepción de los alrededores de sus ojos.

Los ojos nunca mienten.

Todo en él parecía un muñeco artificial salvo su mano robótica y tosca, un recuerdo del Yubitsume que practicó para demostrar su lealtad, el día de su ingreso en la junta. Por supuesto todo eso eran historias que nadie fuera de aquel lugar podría corroborar. La postura de aquel miembro de la junta directiva aunque severa era relajada como si no le costase emanar aquel tipo de autoridad.

—Fukuda-san. —Dijo como un saludo, era aquel un hombre de pocas palabras—. Acaba de llegar el aviso de la transferencia, a la próxima vez, avisa a ese mercenario que tienes y lo quemáis vivo con su mierda de antro... Buen trabajo, esta vez no han escatimado en los intereses. —Confirmó al fin, para después girar su cuello para mirar a alguien que estaba fuera de la pantalla. A quienquiera que fuese, le hizo una señal.

Entonces llegó una notificación, probablemente se tratase del pago por el trabajito. Un Cred como viene siendo habitual.

—Tenemos otro trabajito para ti, pero no es urgente... No sé si tienes algún asunto entre manos, si no... Pásate por aquí pero avisa para convocar al consejo.

—Fudo-sama, puede reunir al consejo mañana mismo. Me presentaré allí a primera hora —respondo con la misma parquedad que mi interlocutor—. Si no hay nada más, me despido deseándole buena noche.

El titilante holograma que mostraba a un Fudo proyectado se desvanece al pulsar el interruptor que da por finalizada la telecomunicación. Mis implantes oculares están realmente obsoletos, no permitiendo una comunicación inter-retinal como los implantes que se venden ahora como de última generación. Eso me obliga a utilizar un transmisor independiente que, aunque es ligero y compacto como un paquete de cigarrillos, no deja de ser una molesta e innecesaria carga extra.

—Lléveme al distrito azul —indico al taxista. Allí vive mi hija y hace semanas que no la veo.

El vehículo gira la esquina y entonces lo veo; un edificio de veinte plantas, construido con feos ladrillos azules. Cerca de la entrada, un letrero de neón apagado indica HOTEL FELIZ, bajo un enjambre de ideogramas de todo tipo. Tras cruzar la entrada llego al ascensor que espera al pie de un conducto transparente. El ascensor es un añadido, pegado al edificio con bambú y resina epoxídica. Subo a la jaula de plástico y pulso el botón de la planta decimotercera. Al llegar arriba me espera un breve paseo por el angosto pasillo hasta llegar al apartamento de Katsumi. Llamo al timbre y espero lo que me parece una eternidad.

—Tienes mucha cara para aparecerte por aquí, Kazuo —esa es Katsumi, con cara de pocos amigos—, ¿cuanto hace de la ultima vez? ¿tres semanas? ¿cuatro?.

—He tenido trabajo —replico—, ¿dónde está la pequeña?.

—Llevas un mes de retraso —vuelve otra vez esa cara. Se refiere a la pensión.

Activo el terminal de transferencia de pulsera. Toqueteo varios botones y comienza la transacción. Levanto la muñeca y pongo la pantalla a la altura de sus ojos. El pitido confirma el envío de Cred y automáticamente su expresión se suaviza.

—Está atrás, en su cuarto —me indica. El dinero abre todas las puertas, incluso las de casa de mi hija.

—Gracias —digo sin ganas. Entro en la casa y dejo atrás a Katsumi. Camino por el pasillo en dirección al cuarto de la niña.

—Cariño. Soy papá. Ya estoy aquí...

—¡Bố¹! —Exclamó la niña en cuanto vio la silueta de su padre. Entonces se levantó rápidamente y echó a correr para abalanzarse contra los brazos de su padre con una fuerza que casi consigue con el amor lo que no habían conseguido los perdedores que Scratch tenía a su cargo. 

Tras un fuerte abrazo a la cintura de su padre, éste cedió. Entonces la niña asomó su carita con dulzura y miró a los ojos a su padre.

—Papá, ¿por qué casi no te vemos? El otro día Linh me dijo que no nos querías porque nunca estabas. Después me dijo que me he inventado que tengo un papá... Que mamá era una... —Rompió entonces a sollozar enterrando su dulce carita en la ropa de su padre donde se limpiaría sus lágrimas así como los mocos.

—¡Cuéntale lo que hiciste después!... La pegaste y te metiste en una pelea. —Contestó rápidamente la voz agria de Katsumi, rápidamente había terminado la música del dinero, ésta vez por el mazazo que había supuesto las palabras de la dulce niña-

—¡No te enseño estas cosas para que luego hagas las cosas así! Díselo tú Kazuo, que no quiero mi hija siga tus malditos pasos. —Cruzó rápidamente la habitación para en un momento ponerse al lado de donde estaban para asir a la niña de un brazo separándola del abrazo con su padre—. Es mejor que dejes de venir. Yo no tuve opción... No quiero que ella siga mis pasos, debe estudiar, debe... 

Su voz murió en un sollozo lastimero subrayado por un par de puñetazos débiles contra el duro pecho del Ejecutivo.

—Ella no es tú, ni tampoco yo —respondo a Katsumi con suavidad—. Ella seguirá sus propios pasos, elegirá su propia senda y nosotros estaremos ahí para apoyarla y hacerle el camino, cualquiera que sea el que elija, más fácil.

Sonrío a la pequeña Suong y extiendo mis manos hacia ella para agarrarla bajo sus bracitos y elevarla hasta que su rostro está frente al mio.

—Papá te quiere más que a nada cariño —sus ojitos se humedecen—, y si no vengo tanto como me gustaría es porque tengo mucho trabajo. Un trabajo importante que tengo que hacer para que ni a ti ni a mamá os falta de nada.

Suspiro. A esa edad es imposible que entienda este tipo de cosas.

—No debe importarte lo que digan los demás. La vida es como un libro cerrado del que los demás solo conocen el título. Sólo tú conoces tu verdad —le beso la frente antes de volverla a poner en el suelo—. Mamá es una gran mujer, los demás lo sabrían si pudieran leer más allá del título mi pequeña Suong. Ella te cuida, te quiere y se preocupa mucho por ti. Eso es lo único que importa realmente.

Katsumi suelta un bufido y mira para otro lado, momento que aprovecho para hacer un gesto de pelea con el puño cerrado mientras me río y le guiño el ojo a Suong. Es bueno que la pequeña tenga carácter y sepa defenderse, por mucho que le pese a su madre.

—Todo eso es muy bonito Kazuo... Pero sabes de lo que hablo. —Dijo Katsumi en un tono de súplica antes de rendirse finalmente. Decidió marcharse dejando a padre e hija solos. No era un hombre perfecto, pero al menos era un padre para su hija, amoroso y ejemplar a su manera.

Al otro lado de la puerta se escuchó cómo se activaban los proyectores de pared y las noticias empezaban a escucharse:

Un nuevo suceso ha tenido lugar esta noche en el ensanche sur, en la región de Dinh Cong. Ha sido encontrado mutilado el cuerpo de un ejecutivo extranjero. Se cree que detrás de esta acción podían encontrarse los Juramentados por tratarse de su modus operandi, sin embargo el silencio es la única respuesta que nos dan y las fuerzas de seguridad del gobierno también desisten de hacer declaraciones a este...

Katsumi cambió de canal y en lugar de aquellas noticias empezó a escucharse un canal musical, casualidades de la vida la canción que estaba sonando en aquel momento era familiar... Justo en ese momento sonó el estribillo y enseguida la relación se estableció: era la canción que sonaba mientras empezó a fregar el local de Scratch con los hombres que tenía a su cargo.

—Está bien que sepas defenderte cariño —digo a la pequeña—, pero recuerda; siempre hay que tener una buena razón para luchar.

El sonido del noticiario llega a mis oídos interrumpiendo el momento, y lo que se escucha parece un asunto delicado. Es necesario averiguar la identidad de la víctima. Es posible que esto no sea bueno para el "negocio".

—Cariño, ahora papá tiene que irse —le doy un besito en la frente—, pero volveré tan pronto como pueda, ¿de acuerdo?.

Veo tristeza en sus ojos y eso me parte el alma...

Algunas horas después, en las oficinas de la Neo-Yakuza próximas al Lago Hoan Kiem...

Kazuo llevaba un tiempo esperando a que la Junta Directiva le llamase en audiencia. Era lo que el protocolo establecía, una señal de humildad y sumisión ante sus superiores, herencia de tiempos pasados en los que los problemas que no se solventaban mediante la ley lo hacían con katana y wakizashi.

Irónicamente varios siglos después las cosas no habían cambiado demasiado.

Frente a él, un panel de acero trabajado para asemejarse a un tabique móvil tradicional era la puerta de acceso al consejo y ya habían pasado una veintena de minutos desde la última vez que se abrió permitiendo salir a otro de los ejecutivos de la compañía, y el paso al penúltimo de los que serían atendidos aquel día. Todos habían ido aguardando desde que la reunión dio comienzo sin saber en qué orden les irían llamando.

El último que había entrado, penúltimo de aquel grupo de afortunados (o no) que desfilarían aquel día frente a la Junta Directiva de la Corporación, se trataba de Yamada-san y era claramente uno de los desafortunados. Eso era un secreto a voces, la había cagado estruendosamente en su última misión y la posición de sus superiores había quedado en entredicho, lo peor que se podía hacer en aquel momento tan delicado en el que los asientos del consejo de Hanoi aún se estaban decidiendo.

Realmente aquel consejo no tenía demasiada importancia pero era una muestra del poder fáctico que era capaz de ejercer cada una de las corporaciones que allí se encontraban afincadas. Todos competían ferozmente para lograr ocupar la mayoría de los asientos, pues conseguir una amplia representación era señal inequívoca de que aquel año las cosas se habían hecho bien. Y la cagada de Yamada-san podría haber hecho perder al consejo un par de asientos. La pena que iba a imponer la Junta Directiva dependería de su hoja de servicios y la verdad es que la cosa no pintaba nada bien.

De pronto la puerta se abrió mostrando un circo central donde algunos de los aparatos estaban limpiando el caído cuerpo de Yamada... El cuerpo sangriento era un libro abierto: había sido forzado a cometer un suicidio ritual, seppuku para reparar la deshonra causada. En torno a aquel circo central, y ajenos al cuerpo que allí yacía con el fin de expiar los pecados, se disponían varios asientos dispuestos equidistantemente a excepción del lado que daba a la puerta corredera de metal, donde nadie se sentaba. Todos los asientos se encontraban ocupados por cada uno de los honorables miembros de la Junta Directiva que decidían el curso de la compañía. La luz en la sala era tenue y únicamente ganaba en intensidad en su centro, allí donde se juzgaba a los visitantes.

—Fukuda-san —Dijo una voz que no tardó Kazuo en reconocer como la de Fudo-sama. Sus rasgos estaban sumidos en la oscuridad pero parecía que en aquel momento se encontraba en el tercer asiento (cada vez los asientos variaban de posición para dificultar los intentos de atentados contra un miembro específico de la Junta). —Antes me lo expusiste, ruego por favor que hagas un resumen a los miembros de la Junta, de la misión que realizaste. Una vez se evalúe tu labor decidiremos el tipo de misión que más se adapte a vuestro perfil.

Espero que me hagan pasar rodeado de los rostros adustos del resto de ejecutivos que esperan su turno cuales corderos que van al matadero. Expresiones forzadamente rígidas quieren transmitir el mensaje subyacente de estoy tranquilo y relajado, tengo todo bajo control. Pero puedo ver nerviosismos a través de sus ojos, incluso verdadero pavor en la mirada de algunos. Los ojos; estos nunca mienten, ni si quiera siendo implantes formados más por metal que carne. A mi tampoco me gustan estas reuniones. Nunca puedes estar seguro de lo que va a ocurrir cuando cruzas el umbral, y aunque he atravesado una y otra vez esa puerta, no termino de acostumbrarme a la incertidumbre.

Finalmente me hacen pasar, y al cuerpo de Yamada-san le dedico una única y breve mirada. Eso es suficiente, y eso resume a la perfección su recuerdo y penoso final.

Flexiono mi torso y, tras saludar a los miembros del consejo con el respeto y etiqueta que se espera, me dirijo directamente a Fudo-sama a fin de responder la cuestión que me expone.

—Scratch, dueño del local Vanadium Bar, así como de otros establecimientos de índole parecida, había acumulado numerosos impagos con ya considerable retraso —digo intentando resumir lo máximo posible—. Scratch abona esos pagos en concepto de protección y permiso para operar en territorio de la organización.

—La misión ha sido realizada de manerá rápida y satisfactoria. El sujeto parece haber captado el "mensaje" y ha abonado además los intereses correspondientes al retraso. Sin duda se lo pensará dos veces antes de volverse a atrasarse con los pagos. Ha habido una baja; uno de sus matones. Cero daños materiales en el local —concluyo.

Se escuchó hacia la derecha un atisbo de risa ante aquel informe. Sin embargo el que habló fue un tercero, éste tenía una voz más neutra y sin nada especial en su entonación. Una voz que podía tener cualquier persona en el mundo:

—Un informe conciso y esclarecedor como viene siendo habitual Fukuda-san. Viendo su capacidad de... Resolución. —Dijo finalmente tras unos segundos de suspenso en los que parecía estar buscando la palabra más adecuada—. Creemos que usted está preparado para cotas más altas.

Un murmullo de aprobación se escuchó en otro lado de la bancada, parecía haber sido por el área donde había reconocido la voz de Fudo-sama, entonces una tercera voz habló tras haber confirmado que tenía permiso para completar el encargo.

—Has visto lo que le ha pasado a Yamada... Quisimos resolver el orden de las visitas de esta manera porque creemos que de esta manera sería ilustrativa. No es un aviso de un posible fracaso si no, un anticipo de lo que vamos a contarte.

Se acomodó en su asiento insinuándose gracias a los reflejos de luz, parte de la forma de la nariz. Entonces retomó su discurso:

—En teoría por su fracaso. —Indicó señalando en el suelo donde aún permanecía el recuerdo del fallecido—. SIGMA TECH^INC podía haberse hecho con el control del Consejo de Hanoi, sin embargo han votado mantener las proporciones tal y como estaban. Afirman que apuestan por la continuidad y la estabilidad de dicho órgano cuando podían haberle dado un vuelco al mismo y echarnos mierda en el camino. Aunque todos parecen estar de celebración, hemos estado analizando a qué se ha podido deber esto y la conclusión de la Junta Directiva es unánime... Planean algo. Están dispuestos a pasar hambre hoy para mañana devorarnos a todos y tal vez absorbernos o eliminar a todas y cada una de las corporaciones que hay en Hanoi. 

—Esos hijos de puta son jodidamente ambiciosos. —Dijo otra voz.

—Todos lo somos, pero esos se han hecho con el maldito control en algunos países donde han podido establecer monopolio con sus malditos implantes y una vez ahí han reventado todo. —Opina otro situado cerca de donde Kazuo creyó escuchar el amago de risa.

—Debes investigar qué están planeando. —Concluye la primera voz que había comenzado a explicar todo—. Sólo enterarte de lo que está pasando, entonces vuelves y nos informas... Con la máxima discreción posible.