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Parque del Retiro (Mundo Muggle)

El parque del Retiro o parque del Buen Retiro, popularmente conocido como el Retiro, es un jardín histórico y parque público situado en Madrid (España). Considerado como una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, alberga numerosos conjuntos arquitectónicos, escultóricos y paisajísticos de los siglos XVII a XXI, entre los que destacan el Monumento a Alfonso XII, el Palacio de Cristal, el Estanque Grande, el Parterre, la Puerta de Felipe IV, el Real Observatorio Astronómico y la fuente de la Alcachofa; e incluso anteriores, como la ermita de San Pelayo y San Isidoro, de origen románico.

Información del Mundo Mágico

Leonor Martínez, actual ministra de magia, ha llegado a un acuerdo con los hombres lobo de Madrid para dejarles vivir en lo que se considera el segundo mayor pulmón verde de la ciudad, después de la Casa de Campo. Además de hombres lobo también habitan allí los centauros.

Todos los seres sobrenaturales que quieren vivir aquí tiene que obtener el permiso del Ministerio de Magia primero. Una vez que lo tienen, pueden alojarse en el Palacio de Cristal o en el exterior. Donde estén más cómodos.

Cualquier criatura sobrenatural que atraviese cualquier puerta del Retiro está encantado con un hechizo de ilusión para parecer un muggle y así no llamar la atención del mundo no-mágico.

Parque del Retiro (Mundo Muggle)

El parque del Retiro o parque del Buen Retiro, popularmente conocido como el Retiro, es un jardín histórico y parque público situado en Madrid (España). Considerado como una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, alberga numerosos conjuntos arquitectónicos, escultóricos y paisajísticos de los siglos XVII a XXI, entre los que destacan el Monumento a Alfonso XII, el Palacio de Cristal, el Estanque Grande, el Parterre, la Puerta de Felipe IV, el Real Observatorio Astronómico y la fuente de la Alcachofa; e incluso anteriores, como la ermita de San Pelayo y San Isidoro, de origen románico.

Información del Mundo Mágico

Leonor Martínez, actual ministra de magia, ha llegado a un acuerdo con los hombres lobo de Madrid para dejarles vivir en lo que se considera el segundo mayor pulmón verde de la ciudad, después de la Casa de Campo. Además de hombres lobo también habitan allí los centauros.

Todos los seres sobrenaturales que quieren vivir aquí tiene que obtener el permiso del Ministerio de Magia primero. Una vez que lo tienen, pueden alojarse en el Palacio de Cristal o en el exterior. Donde estén más cómodos.

Cualquier criatura sobrenatural que atraviese cualquier puerta del Retiro está encantado con un hechizo de ilusión para parecer un muggle y así no llamar la atención del mundo no-mágico.

Los dos magos llegaron al Retiro en uno de aquellos vehículos tan pintorescos que usaban los muggles... taxis. Eran verdaderamente curiosos y sus conductores parecían salidos de otra época. Hablaban con vehemencia de cosas completamente intrascendentes pero era divertido escucharles e incluso, en su justa medida, contradecirles para ver cómo respondían enardecidos a tal infantil provocación. Así pues bajaron y el taxista se fue aún hablando solo de cuán ignorantes habían sido sus pasajeros al insinuar que el Rayo Vallecano era mil veces mejor que el Real Madrid. Por favor... cualquier cosa que lleve el apelativo "rayo" por fuerza tiene que ser más poderoso que algo que simplemente es "real". ¿Qué habría de ser si no... imaginario?

- Oh, querida... podríamos haber encargado unos sandwiches y haber aprovechado para almorzar. Hace un día espléndido para un picnic. - comentó Thadeus realmente animado.

Y no es que se estuviese olvidando de la encomienda que les había conducido a aquel parque. Simplemente era que le parecía un desperdicio no aprovechar aquel sol español para una buena comilona y una siesta bajo un abedul. ¿Habría abedules allí?

- De cualquier modo, si hay que buscar plantas carnívoras lo más rápido sería hablar con los moradores del lugar. Centauros... pero según parece están bajo un hechizo de ilusión así que no se me ocurre nada más que preguntar a la gente si tiene algún pariente caballo. ¿Qué opinas?

El espectacular viaje en taxi fue algo que Nefertari difícilmente podría olvidar. Además del pique sobre el Rayo Vallecano su encantador esposo había hecho maravillosos comentarios sobre la política del país, demostrando que sus conocimientos de política internacional eran mayores que los de los propios habitantes del país que visitaban. No en vano había corregido al taxista insistiendo en que el político español más cercano al pueblo había sido Chavez. La explicación sobre el salerito que tenía al bailar y como arengaba a las masas dejó al hombre sin palabras, haciendo que ese maravilloso ejemplar del sexo masculino que llamaba "Cariño" quedase como la persona culta que era.

—Quizás podamos inv...—Nefertari miró a su alrededor, había demasiada gente, pero entre ellos había un hombre negro vendiendo latas... y bolsos... y pañuelos... y zapatos... y pendientes— ¡Oh! Comer no sé, pero podemos coger unas latas ¡¿Y has visto que pendientes?! Compremos algo, y ya luego seguiremos con la misión. Al fin y al cabo, con mi pequeño truquito no necesitamos preguntar por los antecedentes familiares.

Por supuesto, Nefertari se refería al encantamiento Revelio, y por supuesto, antes de que su marido respondiese ya estaba mirando aquellos pendientes con una sonrisa de oreja a oreja, probándose pulseras y mirando los colores de todos los pañuelos en busca del más estridente. Y por su puesto, sin dejar de parlotear con el pobre vendedor.

—Pero que belleza de pendientes...y mira, estas pulseras... Por cierto, tiene usted un acento... ¿de donde es?— Al haber pasado tanto tiempo en Kenya, Nefertari podía hablar a la perfección suajili incluso sin el collar traductor, pero con el traductor, todas las lenguas africanas. Quizás aquel hombre que vendía tantas cosas en el parque mientras que, por algún motivo, miraba preocupado a todas partes supiese algo. Si no, ¿por qué iba a estar preocupado? ¡Con la de policías que había en el parque!– Le veo nervioso, ¿ocurre algo?

El hombre notaba que algo no andaba bien y miró a su alrededor. Segundos después silbó tres notas específicas y todos los que estaban a su alrededor vendiendo objetos como él, agarraron unas cuerdecitas que había en el centro de la sábana donde se apoyaban todos los objetos y como si hubiera hecho un truco de transformación se convirtió en un saco que guardó todo en un segundo.

Todos habían hecho exactamente el mismo gesto, como si se tratase de un baile típico de su tierra y instantes después salieron corriendo por uno de los caminos más transitados del Retiro.

Nefertari se quedó sorprendida al ver cómo tras su pregunta, todos aquellos hombres se habían desvanecido en un abrir y cerrar de ojos.

La mujer se quedó de una pieza, aún con la pulsera en la mano, no pudiéndose creer aquella huida masiva. Por un segundo creyó que la pulsera contenía algún mensaje, pero en ese momento sedio cuenta de algo muy curioso: la gente blanca, seguía paseando con normalidad. ¿Debían huir ellos también? Nefertari no era tan culta e instruida en geografía como su adorado esposo, pero también tenía sus conocimientos.

—Eh cielo...— dijo dando vueltas a la pulsera y mirando de reojo a todo el que pasaba— No era en España donde... bueno, ya sabes... el... klan...

Thadeus abrió los brazos en cruz y esbozó una sonrisa triunfal.

- ¡Un primitivo conjuro de desaparición muggle! - exclamó divertido. - No entiendo cómo aún hay magos que no valoran los avances de estos maravillosos seres. Sin duda se han debido sentir amedrentados por nosotros. 

La mano fue a parar al mentón del mago cuando su esposa hablo del klan.

- ¿Tu crees? Míranos, mi amor... nuestro color de piel es bastante oscurito como para que nos hayan confundido con esa gentuza. 

Sus pasos volvieron a activarse. El parque era como una versión castiza y redux del mucho más deslumbrante Central Park y, aún así, tenía su encanto. Thadeus seguía pensando con el estómago y buscaba con la mirada algún puesto de comida en el que poder comprar un pretzel o algo parecido. ¿Habría pretzels en España? O, quizá una paella... sí, eso sería más viable. Pero todo eso no quitaba que su mente de investigador avezado estuviera también puesta en la tarea.

- Mi vida... pienso que quizá es hora de uno de tus archiconocidos "revelio". Si los centauros están bajo un hechizo de ilusión sólo tenemos eso para poder dar con uno de ellos y preguntarles por las plantas carnívoras.

—No sé... no me refería a que creyesen que nosotros... Bah, da lo mismo— la mujer recuperó su sonrisa y se puso la pulsera que había conseguido gracias al miedo de aquellos curiosos nomaj. Al oír la sugerencia de su marido le acarició el mentón y le puso una "de sus miradas".—Había pensado en ello, pero creo que hay demasiada gente... Vayamos a un lugar... más tranquilo donde pueda jugar con la varita... aunque antes tendré que hacer el hechizo.

Thadeus dio un repentino traspiés que casi parecía un paso de baile para indicar lo "presto" que estaba a la indicación que le daba su ardorosa mujer. Sin duda alguna... "buscar algún lugar dónde jugar con la varita" era una clarísima referencia sexual.

- Voy dónde tú quieras llevarme... tigresa. - apuntó el mago ya al rojo vivo.

Riendo, Nefertari caminó llevando de la mano a su marido, como la parejita enamorada y pegajosa que eran. Aquel parque era enorme, y por supuesto tenía muchos lugares para los arrumacos y para la magia... aunque en muchas ocasiones aquellos dos términos eran sinónimos. Y Nefertari pretendía hacer de los dos tipos. Mirando a ambos lados, la mujer se metió entre unos madroño hasta encontrar un pequeño claro. La mujer miró de un lado a otro buscando ojos ocultos. 

—Primero jugaremos con esta– dijo sacando su varita de sicomoro antes de juguetear con la cintura del pantalón naranja—Y luego...

Aquella varita era tan voluble como ella misma, pero encajaban bien y no solían darse problemas la una a la otra mientras estuviesen entretenidas. Y un "revelio" siempre era interesante.— Veamos que pasa... ¡Revelio!

La bruja dijo aquella palabra mientras hacía un leve movimiento sinuoso, más destinado a encantar a Thadeus que a potenciar el hechizo. Ilusionada, apartó la mano del pantalón y miró a su alrededor buscando señas de que su hechizo hubiese funcionado.

El conjuro que lanzó la bruja funcionó tal y como había deseado. Aquella experta enfocó a un claro del parque y nada cambió. Tenían claro que había funcionado, de eso no había dudas. Así que la pareja dio una vuelta en busca de las criaturas mágicas que según sabían tenían que estar escondidas bajo el embrujo.

Y entonces algo les llamó la atención, no era el aullido de un hombre lobo, tampoco era el galope de un centauro. Se trataba de un hermoso charco de sangre, debía de ser de algún ser mágico de un gran tamaño, pero no había ni rastro del cuerpo...

La visión de la sangre mareó levemente al mago de piel tostada. Era una cantidad considerable y él, por mucho que estuviese dedicado a desentrañar entuertos, la sangre le imponía levemente. De haber sido un lugar cerrado que muy probablemente se le habría notado la afectación pero allí, rodeado de aquel fantástico follaje y con el cielo azul español coronando el cielo, todo parecía algo más leve. Sin embargo su color y su olor metálico eran imposibles de obviar.

- Mira... - dijo Thadeus a su esposa a la vez que señalaba el evidente hallazgo.

Con pasos largos y livianos, casi dando saltitos, hizo por aproximarse al charco... necesitaba examinarlo desde más cerca. Tanto como pudiese. Solo estudiándolo concienzudamente podría recopilar ciertas evidencias ocultas al ojo inexperto pero evidentes para alguien con su talento. ¿Estaba fresca o reseca? Con aquel calor sería de esperar que más bien lo segundo... a menos que fuese reciente. ¿Había sido absorbida en todo o en parte por el terreno terroso? De ser así sería antigua. ¿Habría salpicaduras o era una mancha uniforme? Eso también daría mucha información y pie a nuevas elucubraciones. Y, lo más importante, ¿este se extendía hacia algún lugar? ¿Tal vez un reguero? ¿Gotas diseminadas aquí y allá?

- Tanta sangre podría haber sido causante de la muerte de su propietario original... a menos que fuese un gigante. Por otro lado si hubiesen herido a un gigante y este se hubiera ido a buscar un curandero habría dejado un buen reguero. Igualmente, si no se trata de un gigante probablemente aquí haya habido un crimen del que alguien ha intentado sin éxito borrar las huellas del mismo. De otro modo no habría tratado de ocultar el cuerpo.

Toda aquella perorata salió de los labios de Thadeus casi entre dientes. Como si hablase para sí. Estaba intentando encarrilar sus pensamientos y esa era la manera en que mejor lo hacía... elucubrando en voz alta. Sin embargo, a continuación y a tenor de su análisis preliminar, había llegado a una conclusión que había que anunciar con la voz firme y bien impostada.

- No cabe duda... estamos ante las huellas evidentes de un asesinato.

Thadeus se agachó sobre el charco de sangre que su mujer había encontrado y lo palpó para comprobar su estado. El líquido carmesí era relativamente fresco pues aún no se había secado. Eso solo podía significar que un nuevo ataque había ocurrido apenas hacía unos minutos, o como mucho unas horas. 

El charco era uniforme y no parecía que nada, ni nadie hubiese sido arrastrado hacia el interior del parque, pero tampoco pudo ver nada más pues de pronto notó como un montón de afilados colmillos se clavaban en su tórax y lo alzaban en el aire cayéndosele la varita al suelo. ¡Algún ser mágico, mucho más grande que él, lo había agarrado con la boca y lo hacía alzado para tener mejor ángulo para comérselo!. 

Quien si que lo vio claro fue Nefertari, que apreció como una de las ramas de uno de los árboles del parque cambiaba de forma y se convertía en una mandíbula gigantesca que había atrapado a su marido. Aquella criatura mágica y vegetal era un ser muy extraño del que nunca antes había oído hablar y que estaba dispuesto a comerse a su marido.

Por suerte para la pareja, no había empezado ese camino solos, o de lo contrario no habría estado el otro para ayudarle a salvarse. Suponiendo que se salvasen, claro...

—Quizás alguien arrojó un frasco para algún hechizo, no significa que...¡¡THADEUS!!— un violento movimiento impidió que la mujer continuase hablando, un movimiento que ponía en peligro a la persona que más amaba. Una vez superado el shock inicial, la mujer apretó la mandíbula. Había llegado la hora de los mamporros- Algo que si no fuese por el peligro en el que se encontraba su marido, disfrutaría con seguridad.

—NI SE TE OCURRA– Nefertari puso los brazos en jarras enfrentándose verbalmente a la planta antes de alzar un dedo para continuar, indignada como pocas veces lo había estado—  A MI MARIDO SOLO LE MUERDO YO

Como la planta no parecía amedrentarse, la mujerla apuntó con la varita a la planta que sujetaba a su marido, vigilando que no se activasen más plantas. Iba a convertir a esa planta en una ensalada. Le demostraría que no era la única que podía comer.

¡¡RELASHIO!!

Un chorro de chispas púrpuras ardientes salió de la varita de Nefertari apuntando a la planta carnívora gigante que estaba tratando de comerse a su marido. El embrujo surtió efecto y la criatura mágica soltó a Thadeus con un gesto de repugnancia. Parecía que su sabor o su textura le había desagradado y lo expulsó envuelto en un líquido espeso y blanquecino.

Desgraciadamente, el mago había sufrido varias heridas horribles en el costado y se estaba desangrando formando un nuevo charco de sangre justo en el mismo sitio donde había estado el otro.

¡Thadeus necesitaba ayuda urgentemente o se desangraría pronto!

—Tranquilo, mi amor... Estoy aquí

Nefertari se agachó junto a su marido, acariciándole el mentón antes de pasar la varita por las heridas lo más rápidamente que pudo mientras murmuraba unas palabras. La bruja estaba atenta a todos los movimientos que ocurrían a su alrededor, pues no quería ser también víctima de aquella planta, de alguna otra, terminar de perder a su marido o, peor aún, ser vencida por una vegetal

—IMPEDIMENTA

Ya se vengaría de esa planta convirtiéndola en un pato o incendiándola hasta las cenizas, pero por el momento se conformaba con parar todos los ataques hasta que su marido estuviese a salvo.

Nefertari lanzó un conjuro para paralizar a la planta que funcionó a la perfección. Después se acercó hasta su marido y lo cogió entre sus hombros con intención de sanarlo. Pero desgraciadamente la Sra. Blackwood no era una experta medimaga, muchas eran sus habilidades pero la sanación no estaba entre ellas.

Aún así, logró lanzar un hechizo básico que frenó un poco la hemorragia interna que sufría su marido. Pero era necesario llevarlo a un hospital y cuanto antes lo hiciera sería mejor. El problema era que esa ciudad era totalmente desconocida para la pareja, y no tenían muy claro dónde tenían que ir en una situación tan urgente como la que tenían delante.

El delgado mago cayó al suelo como un espantapájaros al que un rayo hubiera bajado del palo en el que estaba encaramado. Aturdido boqueó tomando aire trabajosamente mientras saboreaba el acre regusto de su propia sangre. En ese momento era lo único que veía... sangre por doquier. Como amortiguada por el tiempo, la voz decidida de su esposa increpando a aquel vegetal asesino le llegaba medio distorsionada y sus manos, temblorosas e imprecisas, buscaban asirse a algo que le retuviese un poco más en aquel lugar. En aquel mundo.

El golpe había sido violento y la dentellada que la planta le había propinado habían desgarrado chaqueta, camisa y piel. Se sentía débil. El dolor le recorría el cuerpo y no pensaba con claridad. Entonces llegó a sus pies su amada Nefertari que, sacudiendo la varita consiguió contener el manar de la sangre en buena parte y, con ello, Thadeus se sintió un poco más espabilado casi por ensalmo.

Sus manos, ahora un poco más firmes y decididas rebuscaron entre su ajada chaqueta de terciopelo. Buscaba su teléfono móvil. Cuando lo tuvo lo tendió a su mujer para pedirle lo que sin duda sería un gran sacrificio para una bruja para nada amiga de la tecnología no-maj. 

- Llama al Ministerio... que te indiquen dónde hay un Hospital para magos. Deprisa... 

Las palabras fueron torpes y el mero hecho de pronunciarlas le producía un indescriptible dolor. Y aun así, sus labios sonreían. Si su mujer era lo último que iba a ver antes de pasar a la otra vida, entonces no lo habría hecho tan mal después de todo.

Al ver a su marido tendiéndole aquel aparato del demonio la expresión de la bruja se tornó aterrorizada. Más aún que cuando vio a su flamante esposo a punto de ser convertido en la parte fuerte de un completo plato de verduras y carne. ¿Qué la vida de su amor dependía de que ella usase el dumbphone? Sin duda, eso tenía que ser obra de un boggart. Por un instante incluso estuvo a punto de lanzar el hechizo Ridikulo, pero logró mantener la compostura.

Sin apartarse de su marido, cogió el móvil temblorosa. Thadeus se lo había dado desbloqueado, pero como si se tratase de una broma, se había bloqueado de nuevo. Nada importante, al fin y al cabo, solo había que hacer una X para desbloquearlo. Nefertari lo hizo... Pero el movil seguía bloqueado. 

—Claro... no la empezaba por arriba a la izquierda— se dijo— de abajo izquierda a arriba...bloqueado, de derecha abaj...bloqueado...de arriba izqui...no eso ya está probado. Arriba derecha... BLOQUEADO 

Desesperada, intentó desbloquearlo con la huella dactilar de Thadeus, pero no había manera. Quizás era debido a que estaba poniendo el dedo meñique. Uno a uno fue probando con todos los dedos mientras su desesperación crecía y su marido la miraba sonriendo. Si no fuese porque parecía estar muriéndose lo hubiese matado. Finalmente, a la séptima fue la vencida y con un fuerte grito de triunfo miró la pantalla desbloqueada. La expresión de júbilo se tornó en una de incredulidad. Aquello no se parecía en nada a su móvil hechizado para que fuese más fácil. Aquello tenía un montón de iconos, de dibujitos horrendos y demás. 

—Siri— dijo de pronto recordando lo que su marido le había enseñado para hablar con el teléfono— ¡Ayúdanos! 

Una voz proveniente de su trasero, concretamente del bolsillo del mono que llevaba le respondió "¿Qué necesitas?" haciendo que la maga, histérica como estaba entrase de nuevo en cólera. Ella intentando comunicarse con un hospital y le respondía su propio móvil. 

—NECESITO QUE ME DEJES PENSAR

"Perdona... no te he entendido"

—CÁLLATE

"Modo silencio activado"

Espera... Mi teléfono... ¡Ese se utilizarlo!

Feliz la bruja sacó su teléfono, con tan mala suerte que fue a caer en un charco en el suelo, apagándose casi al instante y negándose a funcionar. Frustrada, se volvió al teléfono de su marido... para encontrar la pantalla de desbloqueo

Un montón de improperios de todo tipo salieron de la boca de la bella Nefertari, que finalmente sacó de nuevo su varita, se concentró en el día en el día de su boda y grito ¡¡EXPECTRO PATRONUN!!

—Ve a buscar ayuda. Hay centauros y hombres lobo cerca, encuentralos... y que no te vean los nomaj— dijo al brillante zorro que había escupido la varita 

Las fuerzas iban menguando conforme los segundos se desgranaban del reloj vital de Thadeus Blackwood. Se sentía débil... pequeño... olvidado. Boqueaba intentando aprisionar los escasos retazos de aire que conseguía que entrasen en sus pulmones para alargar más y más su vida junto a aquella espectacular mujer. Sonreía. En verdad siempre le hacía gracia verla tan desatada... tan desencajada como para gritarle al teléfono móvil. Así era Nefertari... todo carácter. 

El resplandor azulado del patronus ilumunó el rostro del mago y las lágrimas en sus ojos se tornaron diamantinas por un instante pero su sonrisa no había menguado ni un ápice. Alargó la mano para tomar la de su mujer y estrecharla con pasional calidez.

- Mi amor... quiero que rehagas tu vida. ¿Me oyes? Eres una mujer preciosa y mereces ser feliz. Eso sí... por favor te lo pido como un último deseo. Como la postrer voluntad de un reo de tu corazón. No compartas el baúl cambiador con nadie. Hay demasiado de mí allí. Sería demasiado doloroso. Te amo.

Llegados a este punto, lo ideal habría sido que Thadeus Blackwood cerrase trágicamente los ojos y exhalase su último suspiro. Pero lo cierto es que tampoco estaba tan mal. Le gustaba el drama, eso era todo. Y, aunque tampoco estaba como una rosa, el momento se alargaba sin tener nada más que decir.

- ¿Crees que tardará mucho tu ciervo? Quizá podrías aprovechar la espera y buscar mi varita... creo que se ha caído un poco más allá.