Partida Rol por web

Alisha vio como William había sido engullido por el tablero antes de que la terminase de curar, así que tomó la decisión de finalizarlo ella, pero su varita no respondió y empezó a obrar de una forma muy distinta a la que ella hubiera querido haciendo más y más graves las heridas que tenía hasta que llegó a perder el conocimiento.

Liz también trató de ayudar a sanarla, pero tampoco consiguió ejecutar con éxito el conjuro de sanación. Estaba claro que no lo habían practicado lo suficiente en clase.

En tan solo unos minutos la situación se había complicado excesivamente, no había ni rastro de William, era como si se hubiese esfumado y Alisha necesitaba ser atendida urgentemente o no lo contaría pues había perdido el conocimiento

La Copa de las casas para Hufflepuff. Una final de quidditch con las Harpías. Cualquier partido que jugase. Siempre quería ganar y hacerlo lo mejor posible, pero nunca había soñado tan fervientemente salir victoriosa. El juego se había tragado a Will, podía ser desde un traslador a una prisión reducida, o algo mortal. Alguien los estaba jodiendo vivos y ella quería ver jodido a quien fuera.

Lo bueno de la súbita desaparición de su compañero fue que la sacó del sopor negativo en que se hallaba sumida y reavivó sus sentidos. Rescató la botella de agua que llevaba siempre a los entrenamientos de uno de los bolsillos de la túnica y apuntó con la varita. Nunca había hecho una transustanciación tan compleja, pero era su punto fuerte. y por suerte había visto el díctamo en herbología y recordaba sus propiedades. Había alguna probabilidad, aunque mínima, de que pudiese lograrlo. Tenía que hacerlo.

Se esforzó por evadirse de la insidiosa comezón que el maldito juego producía bajo la superficie de su consciencia, tan similar a las ansias por fumar. Ya lanzaría los putos dados cuando hubiese solucionado aquella desgracia.

Murmuró las palabras que creía que servirían a su propósito, según el líquido a convertir y el resultado que quería alcanzar. Los hechizos de transformación siempre le salían mejor si los pronunciaba en voz baja.

Liz miraba con los ojos abiertos y la desesperación pintada en el rostro cómo todo lo que hacían por la joven chiquilla no servía para nada más que agravarle las heridas. Creía que el juego era algo inocente, una de esas bromas hechas con malas intenciones y ganas de asustar a la gente, pero no que realmente pudieran morir... Por las dichosas mordeduras de unos murciélagos sumado a la torpeza colectiva.

—No te mueras— pidió. No la conocía de antes, apenas la había visto por los pasillos, pero eso no implicaba que no estuviera dispuesta a dejarle morir. Con los dientes apretados y voz temblorosa volvió a lanzar el hechizo curativo. —Vulnera Sanentur...

- Creo que necesitamos ir a la enfermería -dijo la chica mientras peleaba por no perder la consciencia-, Madame Poppy Pomfrey sabrá qué hacer.

Su tez estaba completamente pálida, sentía la falta de oxígeno en su cerebro y la sensación de mareo era cada vez mayor. Pero tenía que llegar a la enfermería como fuera.

- Phoebe, Liz, necesitamos ayuda, esto nos supera -admitió la chica mordiéndose el labio para contener las ganas de llorar.

La verdad, Alisha siempre intentaba ver el lado positivo de las cosas y tomarse con humor los malos momentos, pero sentirse al borde de la muerte no tenía nada de positivo. Frente a los ojos de Alisha pasó toda su vida, sus padres, su vida en aquel pequeño vecindario, las vecinas cotillas... los ojos se le cerraban.

"¡Y una mierda! No he llegado aquí para morirme ahora, si muero al menos que sea por el conjuro más poderoso del mundo para que vea un espectáculo antes de palmarla".

Abrió los ojos de golpe, animada, en la medida de lo posible, por una idea. Quizás no era la más maravillosa del mundo, pero era una idea y si algo había aprendido Alisha de sus años sin conocer la magia, había sido a valerse por si misma con lo que tenía a su alrededor. Con dedos temblorosos y algo helados sacó la ropa de deporte de su mochila, entre la vista que parecía emborronarse por momentos y los dedos fríos que no respondía a las órdenes de su cerebro, aquello le estaba costando más de lo que había imaginado.

- Muerde Cosquillas porfi -le pidió dándole el pantalón en la parte más desgastada-. Sé que no te dejo bichín, pero es importante, ahora sí. Luego te daré un trozo de mi sándwich -el hurón giró un poco la cabeza y la miró con sus grandes ojos- vale... todo el sándwich, ¡pero muerde enano!

En cuánto Cosquillas consiguió agujerear la tela, Alisha clavó los dedos en medio y con un grito de esfuerzo y seguramente dolor la rompió, haciendo varias tiras de ella. Con el primer trozo se limpió la sangre, con el segundo vendó su brazo izquierdo y por último, cogiendo la cinta de Stellotape que tenía en la mochila apretó aquel vendaje improvisado.

- Echadme una mano, no sé cuánto tiempo aguantaré despierta, espero no roncar al caer inconsciente -la muchacha sacó una sonrisa del fondo de su angustia-. Esto frenará un poco la hemorragia, pero de verdad tenemos que buscar ayuda y no podemos dejar eso aquí -señaló con la mirada el juego- acaba de tragarse a Will, hay que averiguar dónde está y seguir jugando. Acabar el juego o morir, eso decía la esfera.

Nada de lo que estaban haciendo parecía resultar de utilidad. Además, Liz no era para nada habilidosa en las tareas de medicina, así que ella casi sería mejor que se estuviera quieta si no quería agravar las heridas de su compañera. El hechizo de transformación de Phoebe tampoco sirvió de mucho, pues la botella de agua se convirtió en una especie de papilla verde. Era algo bastante complejo y con semejante estado de nervios era complicado conseguirlo.

Lo principal debía ser ahora conseguir que Alisha se recuperase, fuese de la forma que fuese. Quizá ir a visitar a la enfermera fuese la mejor opción. 

Se habían quedado sin opciones y todo estaba siendo tremendamente ineficaz. Era cierto que la enfermería parecía la última salida, aunque implicaba un montón de problemas. Tendrían que arreglárselas para salir de allí eludiendo el castigo y seguir jugándose la vida literalmente. Will podía estar enfrentándose solo a un sin fin de peligros retorcidos.

Cogió resueltamente la mochila de su compañera y se la echó al hombro, no iba a dejar al pobre hurón a merced de la noche.

-Hala, andando. Voy a intentar llevarte por el aire para que no tengas que caminar. Si no lo consigo, que es lo más probable, tendremos que ir en la escoba raseando. Murphy, ¿puedes llevar el tablero? Si se lo encuentra algún otro imbécil acabará como nosotras. Si pesa mucho le tiramos mi túnica por encima, no estoy yo para hacer ilusiones ahora.

Ni ahora ni nunca, escupió insidiosa la voz de su conciencia. Eres tan útil con esa varita como una trucha con un libro.

Alisha repasó mentalmente los conjuros que podía realizar. Necesitaban ayuda urgentemente, pensó que quizás podría usar el conjuro "Aparición" para trasladarse a la enfermería, pero era bastante complicado, las consecuencias de realizarlo mal eran desastrosas y, no podía engañarse, su estado de concentración no era el más adecuado para aquel encantamiento. Por otro lado, se necesitaba un permiso del Ministerio de Magia (sus padres la matarían). Quizás podría hechizar su mochila para que pudieran cargarla en ella... pero pesaría igualmente. ¿Y un "Carpe retractum"? Tampoco, acabaría agotada antes de llegar al castillo.

Entonces Phoebe pareció tomar la iniciativa y pronunció el conjuro para levantarla en el aire.

- Phoebe, si pudiera te daba un beso -dijo la muchacha aliviada- es más, te lo daré, cuando pueda moverme. Au -se quejó cuando la herida le dio un calambrazo-. No olvidéis los dados, cuidado no se pierdan.

El juego sí parecía pesado como Phoebe había sugerido, pero a Alisha le preocupaba más que se lo vieran y lo requisaran, al fin y al cabo se había tragado al chico de Gryffindor y tenían que sacarlo de donde quiera que el juego lo tuviera atrapado. Repasó mentalmente su libro de encantamientos y aquellos que había leído escondida en la biblioteca, ya que eran para alumnos más avanzados, pero su mente divagó al conjuro más básico para sus "Especiales métodos de aprendizaje"; debía ocultar la magia del tablero.

- Esperad un momento, al menos puedo ayudar con eso -Alisha se incorporó un poco la cabeza y cogiendo su varita con mano tembloroso, apuntó al juego- "Camuflaje" -un haz dorado de su varita se dirigió al juego y lo envolvió, sobre él cayó una especie de lluvia de purpurina, pero nada pareció ocurrir-. No lo parece, pero creo que ahora no podrán detectar su magia y no nos meteremos en un lío mayor si alguien nos encuentra con esto. 

Si Alisha era experta en algo era en líos y desastres, sobretodo en ocultarlos. Hay que aprender y se aprende experimentando se decía así misma cada vez que un conjuro salía mal... nadie podía imaginarse la de sapos con colorete o pintalabios permanente que había recorriendo el lago de Hogwarts, o la de velas que se tiraban pedos en el comedor, biblioteca y aulas haciendo pasar un mal rato al alumno o profesor que se hubiera sentado más cerca. Recordaba con especial cariño a la babosa cuyo tamaño aumentó y tardó un par de semanas en devolverla a su estado original. El baño de las chicas estuvo durante mucho tiempo extraña y extremadamente sucio, tuvieron que cerrarlo mientras los profesores investigaban el por qué.

Por suerte, el encantamiento de camuflaje fue de lo primero que Alisha aprendió, su vida dependía de ello, su vida social en Hogwarts más bien, sino habría acabado como Will, limpiando la sala de Gryffindor hasta el último año en la escuela.

A pesar del mareo y la palidez, Alisha volvió a bajar la cabeza con una enigmática y pícara sonrisa en los labios. No podía morir, todavía le quedaban muchos líos en los que meterse y muchos hechizos nuevos que probar.  Cuando se graduara acabaría trabajando para Zonko o incluso creando su propia tienda o serie de artículos.

- Ay -suspiró risueña mientras la herida le daba un pinchazo de nuevo.

Ser consciente de que no era capaz de hacer nada le hacía sentir inútil y que sintiera una profunda frustración. Aunque su expresión no dejara ver demasiado de su estado anímico, sí que se le notaba mucho más seria que al principio.

Siguiendo las instrucciones de su compañera de casa, y después de que la pequeña y moribunda Alisha le lanzara un conjuro de camuflaje, Liz guardó los dados en el bolsillo de sus pantalones y tomó el juego entre sus manos. Si pesaba, no pensaba quejarse al respecto.

Ahora que estaban más tranquilas y no había una amenaza real a su alrededor, los conjuros salían con más efectividad que antes y Phoebe pudo hacer flotar el cuerpo de su compañera hasta la enfermería. Tras ella, Liz decidió seguirles no sin que antes Alisha lograse hacer un excelente sortilegio que camufló el tablero.

Nadie podía ver el juego que llevaban consigo, pero lo cierto es que tampoco habían sido capaces de ver a nadie desde que se había hecho de noche.

Varios tramos de escaleras en movimiento y algunos minutos después, lograron alcanzar la puerta de la enfermería. Lo normal es que Miss Ponfrey se encontrase en el interior dispuesta a ayudar a cualquier alumno, o profesor que hubiese resultado herido, pero no había ni rastro de ella, ni tampoco de ningún otro profesor. ¿Dónde se había metido todo el mundo? Al menos tenían todos los medicamentos y pociones a su alcance, seguro que podían dar con alguna que restableciese las heridas que había sufrido Alisha por culpa del juego y de la torpeza de sus compañeras. 

Había un absoluto silencio en el castillo y lo único que resonaba por la enfermería era el sonido de los tambores que procedía de Jumanji. 

Finalmente el juego dio un pequeño salto sobre sí mismo. El juego parecía estar impaciente. 

Aunque el torbellino de imprevistos en que se había visto envuelta desde que comenzaron el juego estaba siendo extenuante caminar por el castillo fue la demoledora gota que colmó el caldero. Aquella sensación de abandono le ponía los pelos como escarpias, parecía que todos se hubiesen desvanecido. Aún por la noche, mientras casi todos los moradores de Hogwarts dormían, siempre se oían pequeñas notas de normalidad que rasgaban el velo de la noche: los pasos de Filch, el murmullo de los fantasmas o los cuadros, las melodías de Peeves tarareadas entre dientes... Aquella calma resultaba antinatural. Phoebe suponía que la sensación de quedarse sorda de repente, perdiendo los sonidos familiares que no solemos captar como la presión de la propia sangre o el latido del corazón sería similar.

-Joder, parece que el colegio esté muerto   -Susurró, ya que inconscientemente sabía que el eco de su voz solo empeoraría la desoladora quietud de los pasillos. Aunque se arrepintió al momento de sus palabras, pues no eran muy alentadoras, habían surgido sin pensar.

Cuando por fin alcanzaron la ansiada enfermería le pareció un espacio yermo e inútil sin la cálida presencia de Ms Ponfrey. Pero el hecho de que su compañera estuviese de camino al desangramiento total era mucho más acuciante que todo aquello y le hizo sobreponerse. La posó con cuidado en una de las camillas y empezó a caminar alrededor de la sala, examinando los estantes que la enfermera recorría certera, a veces sin siquiera mirar.

-¿Para que querrá tantos frascos? No le harían falta ni aunque nos lisiasen a todos, por Merlín   -Gruñía entre dientes buscando la Esencia de díctamo y el Reponedor de sangre.

No podía hacer mucho más que seguir a sus compañeras, y eso fue lo que hizo. En un silencio incómodo, sin saber muy bien qué decir pero sabiendo bien qué hacer: nada. No debían tratar de formular más conjuros para intentar curar a la pequeña cuerva (¿o era águila? como fuera) o terminarían matándola... si es que no lo estaba ya.

Liz agilizó un poco el paso para ponerse a la altura de la pequeña Alisha y comprobar su débil respiración, asegurándose de que, efectivamente, siguiera con vida.

Lo que le resultó más extraño de todo aquello es que no hubiese nadie en la escuela. Ni alumnos, ni profesores... ¡ni Filch! Lo normal es que ya hubiese aparecido con su desagradable cara de mal humor y su gata igualmente arisca. Casi en trance por el inmenso silencio que les rodeaba y sus labios formando una tensa línea, asintió con la cabeza a las palabras de Phoebe. Lo cierto es que no habría podido describir mejor el estado del colegio en esos momentos.

Finalmente llegaron a la enfermería, tan solitaria y vacía como el resto de la escuela. Por suerte, contaban con todos los ungüentos y pociones de los que estaba bien provisto el lugar.

Tomó posición junto a la camilla en la que su compañera de casa había depositado el cuerpecillo de Alisha, sujetando bajo un brazo el juego y tomando la mano de la chiquilla con la mano que le quedaba libre. Desde ahí, ojeaba las pociones que tenía más a la vista, tratando de recordar o atisbar aquella que pudiera ayudarles en esos momentos.

—¡Sh!— había mandado callar el juego. Los tamborileos le estaban empezando a crispar sus nervios y, para colmo, ¡acababa de dar un bote bajo su brazo! Mostraba impaciencia, se notaba, pero Liz lo cogió con todavía más fuerza y rabia. Habían empezado el juego, era cierto, pero no pensaba continuar hasta que ayudaran a Alisha.

- ¿Dónde está todo el mundo? -Alisha puso en voz alta los pensamientos de todas-. No es que el colegio parezca muerto, es que lo está. ¿Dónde se han metido todos?

La chica se incorporó en la camilla mientras veía a Phoebe buscar entre los estantes de la enfermería, Liz se acercó y le dio la mano. El tamborileo del juego insistía en que lo abrieran y siguieran jugando, pero como volvieran a salir aquellos murciélagos seguro que no sobreviviría para contarlo.

Alisha miró entre los estantes, pero no es que hubiera estado muchas veces allí. Lo único que se le ocurriría, en otro momento, en otro estado que no fuera el "a punto de morir", sería probarlas todas, desternillándose de los efectos y seguramente metiéndose en un verdadero lío. Así que su búsqueda, desde la camilla, no sirvió de mucho.

- Si las encuentras, deberíamos llevarnos muchas más, por si acaso, aprovechando que no hay nadie -echó una mirada a la puerta esperando que la enfermera entrase en cualquier momento, pero nadie lo hizo-. Además, no sabemos que le ha pasado a Will, quizás sería buena idea intentar averiguarlo estando aquí con este arsenal curativo a mano.

Alisha vio un bote morado en el estante con unos ojos flotando que parpadeaban y la miraban con curiosidad. ¡Por las barbas de todos los magos! Moría por poder levantarse y meterse aquel tarro en la mochila. Se intentó incorporar, pero su estado no era el más adecuado en esos momentos y un pinchazo de dolor la hizo volver a tumbarse.

- No, eso no ha sido buena idea -la habitación empezó a dar vueltas a su alrededor-. Phoebe dime que has encontrado algo o sino, busca la botella de whisky que seguramente tenga Madame Poppy Pomfrey, necesito un trago -bromeó imitando un acento de un vaquero borracho, la verdad que nunca había probado el whisky, pero si lo decían en todas las películas era por algo.

Desde la camilla vislumbró otro botecito verde donde unos tentáculos azules danzaban en su interior.

- Esta es la cueva de las maravillas Liz -le dijo a la chica en un susurro- tengo que probar todas estas pociones. Aprovechemos que no está la Madame Poppy Pomfrey. Por favor -le dijo con ojos brillantes y fingidamente llorosos, como había aprendido a poner para arrastrar a sus amigos a sus locas travesuras-, coge unos cuántos, en mi mochila hay sitio, nos los llevaremos para más tarde. Ese bote de los tentáculos... ¿te imaginas nadar en el lago como un pulpo? Quiero ser un pulpo, no para siempre claro -recostó la cabeza en la almohada para intentar medrar el mareo- pero sí durante unas horas. Y aquel -señaló una poción rosa donde danzaban unas luces azules- seguro que te hace sentir cosquillas en el estómago. No me siento el estómago ¿tengo aún estómago? -alzó un poco la cabeza para mirarlo, estaba empezando a ponerse nerviosa por el mareo y su forma de bloquear esos nervios era bromear-. Sí, está aquí, ¿habrá alguna poción que te haga desaparecer alguna parte del cuerpo? ¿o todo el cuerpo? ¡Liz, esto es un suplicio para mí, una escuela sin vigilancia y yo no puedo investigarla! -lloriqueó de forma cómica, hasta que un nuevo pinchazo la hizo encogerse de dolor. Apretó la mano de la chica-. Me caes bien Ravenclaw, y tú también Phoebe, gracias por preocuparos -recostó la cabeza de nuevo y cerró los ojos, el sonido de los tambores se acompasaba al rápido ritmo de su corazón-. Los tambores suenan cada vez más fuerte, nos está llamando, creo que es un objeto maldito -esto lo dijo seria y sin abrir los ojos, mientras repasaba mentalmente todos aquellos objetos malditos sobre los que había leído o escuchado, pero por mucho que le diera vueltas, no había oído de nada como aquel tablero.

La habitación estaba repleta de pociones y multitud de ungüentos e incluso de venenos y sus antídotos. También había hierbas medicinales, libros y todo lo relacionado con la curación. Pero nada de lo que se encontraba ahí parecía estar etiquetado, por lo que encontrar lo que estaban buscando requería de un análisis muchísimo más exhaustivo. 

No podían arriesgarse a darle cualquier cosa a Alisha y que su estado empeorase aún más.

Seguía fijándose en los colores y texturas de aquellos brebajes como si pudiese agujerear los frascos y sorberlos con la mirada, pero había un montón:

-Sí, toda la razón   -Asintió a la sugerencia de Alisha sobre llevarse pociones de repuesto, aunque sin retirar su atención de los estantes. Sonrió en silencio mientras la escuchaba hablar. Esa chica no era fácil de desanimar, vaya un terremoto. Le aligeraba a una el espíritu. Le recordaba cada vez más a los legendarios Weasley, y seguramente acabaría siendo igual de famosa cuando terminase en Hogwarts. Si se libraban del juego le enseñaría uno de sus escondrijos de soledad para sus travesuras, aunque probablemente ya los conocía todos-   No sé yo si Ponfrey tendrá priva. Pero seguro que en la torre de adivinación se puede hacer un saqueo decente.

-En las instrucciones ponía que mejor jugar al aire libre, aunque si os parece mejor intentarlo aquí no voy a protestar.
"Tampoco podemos hacerle daño a nadie", terminó para sus adentros. La sensación de que a sus mejores amigos podía estarles ocurriendo algo incluso peor que a ellas no la abandonaba. El miedo estaba ajustando un cinturón en torno a sus pulmones y cada vez apretaba más. Se debatió unos instantes pero finalmente decidió hablar, era mejor dejarlo todo atado.

Aprovechó que se encontraba de espaldas a las otras para pronunciar con voz estrangulada esa frase vergonzosa y melodramática, que sonaba a peli bélica barata:

-Chavalas. Si la palmo antes de acabar el juego y vosotras no, ¿podéis decirle a Amie que eche un ojo a mi libro de Quidditch? Es la pelirroja capitana del equipo de Hufflepuff.

Si Alisha moría... ¿se convertiría en un fantasma que vagaría por Hogwarts para siempre? No terminaba de comprender los entresijos del misterio que rodeaba a esos fantasmas, cómo y por qué habían acabado en la escuela. Lo que sí tenía claro es que no dejaría que muriese, dudaba de ser capaz de acabar el juego arrastrando ese sentimiento de culpabilidad.

—No te esfuerces tanto— sin duda era parlanchina y enérgica, pero eso podía terminar de mermar las energías que le podían quedar. —Y soy de Hufflepuff— respondió con el rostro encogido en una mueca de desconcierto. ¿Por qué la había tratado como Ravenclaw? Eso solo podía significar que la falta de sangre le estaba afectando al cerebro. Debían actuar, y deprisa.

Pese a seguir sin separarse del lado de la delicada figura de Alisha, comenzó a tratar de recordar qué pociones eran las que necesitaban usar en ese preciso momento.

Las palabras de Phoebe le dejaron sin saber qué decir. Resultaba una declaración dura... y sin embargo le parecía tan surrealista todo que le costaba procesarlo como algo real. —Solo... no mueras.

Alisha le daba vueltas y vueltas, pero debía admitirlo, "Pociones" no era de sus asignaturas favoritas. Los encantamientos eran más divertidos, más discretos, más ella.

-Chavalas. Si la palmo antes de acabar el juego y vosotras no, ¿podéis decirle a Amie que eche un ojo a mi libro de Quidditch? Es la pelirroja capitana del equipo de Hufflepuff.

Aquella petición de Phoebe le dio una punzada y sus pensamientos divagaron a sus padres.

- ¡Mamá me va a matar! -dijo de repente llevándose la mano a la frente-. Y no penséis que morir va a ser un impedimento para que lo haga, me revivirá y me matará de nuevo. Perdón Liz -le dijo a la chica que sostenía su mano- eres una Hufflepuff, no me había fijado.

Esta vez, los ojos de Alisha parecían un poco asustados.

- La primera vez que deberían haber adultos cerca y no los hay -se lamentó- ¿Seguro que no tiene nada Poppy que me haga perder el conocimiento? Esto duele de cojones chicas y el Stellotape aprieta un huevo, aunque supongo que esto segundo es bueno. Si salgo de aquí voy a invertir en bolsa, "Stellotape, salva el día" -repitió con voz monótona uno de los anuncios del producto-. Tengo que hablar con Poppy Pomfrey de las posibles aplicaciones curativas de este producto. Voy a ser una pionera -Alisha desvariaba-. Liz -le dijo de repente acercándose y susurrándole- jamás admitiré esto y menos delante de otros, pero... -sus mejillas enrojecieron y miró a otro sitio- tengo un poco de miedo, no me sueltes la mano por favor.

Y es que incluso la valiente de Alisha perdía aquella que la caracterizaba mientras veía escapar la vida entre los dedos.

- Espera... -puso gesto pensativo- ¿si muero aquí, me convertiré en un fantasma de Hogwarts? Eso también sería interesante.

El miedo que Liz había visto hacía un segundo en sus ojos, había desaparecido ante la perspectiva de convertirse en un fantasma del castillo y vagar por él, pudiendo averiguar los secretos que escondía aquel lugar y gastando bromas a sus ocupantes durante toda la eternidad. Una sonrisa "maliciosamente divertida" se dibujó en su rostro. Había dudado un momento, había flojeado, pero había que ver la parte positiva del asunto, ¿no?

Aún así, por si acaso, echó un vistazo a Phoebe para comprobar si había encontrado alguna poción que pudiera ayudarla.

No hacía falta que se lo pidiera dos veces. Liz enlazó más los dedos con los de Alisha, apretando con suavidad su mano. No pensaba soltarla.

—No dejaré que te mueras— le aseguró. Pero la nueva perspectiva le hizo esbozar una leve sonrisa más distendida. —Pero si lo llegaras a hacer, encontraré la forma de que aparezcas como fantasma para que puedas fastidiar cuanto quieras a los demás— además, no envejecería. ¡Todo ventajas!

Phoebe y Liz se pusieron a rebuscar una poción que fuese suficientemente buena para dársela a Alisha y al final entre las dos dieron con una que les parecía que podía ser la adecuada. Los conocimientos de las tejonas habían sido suficientes para averiguar que uno de esos frascos era el que había usado Ponfrey un día tras un ataque de una doxy en una de las clases de Hagrid. 

También habíán encontrado el antídoto al veneno de aquella hada maligna, pero ahora lo que necesitaban era darle la poción a Alisha que sirviera para curarla. Cuando la rubia de Gryffindor miró el contenido, se estremeció. Ella no tenía ni idea de qué era eso, aunque lo cierto es que tampoco era una experta en pociones y quizá debía dejarse llevar y confiar en ellas...

Con la avispada colaboración de Liz se decantaron por uno de los frascos y se lo tendió a la chica con pulso tembloroso. La última vez que intentó socorrerla a punto estuvo de matarla, y la culpa aún le corroía la conciencia.

-Menos mal que sigues viva, empezaba a sentirme un marsupial cargando con tu cachorro   -Dijo sonriente al ver como recuperaba el color, poniéndole la mochila con Cosquillas en las piernas. Lo que sentía en realidad era una necesidad acuciante de aplastarle los huesos en un loco abrazo, pero suponía demasiado contacto con una casi desconocida y se obligó a contenerse-   Mejor será que salgamos y acabemos con esta mierda. A ver si conseguimos sacar a William de ahí para que sigáis babeando por él.

Alisha miró el bote con recelo, mientras se incorporaba lentamente. Sus labios dibujaban una mueca de asco, pues el mejunje en cuestión parecía más agua de pantano que una poción sanadora.

- ¿Las pociones sanadoras no deberían ser cristalinas y llevar purpurina dentro? -le dijo a las chicas, un poco reticente a beberse aquel potingue.

Quizás se habían equivocado de poción, miró en los estantes, unas cuántas que había fichado y parecían tener mucho mejor aspecto que aquella. Pero bueno, debía confiar... y experimentar.

- Bien, darme esa... cosa -Alisha cogió la poción y se la bebió de un trago, sabía a agua de pantano. Casi le da una arcada, pero al final decidió tragarla sin respirar para evitarse el sabor de aquel asqueroso líquido en la boca.

Cuando la botella estuvo vacía la dejó sobre la mesita que tenía al lado y se incorporó mientras notaba como sus heridas se iban cerrando y la piel recuperaba su jovial color... paliducho. "¡Maldita sea, ya podía haberme bronceado un poco por tener que soportar el mal trago... nunca mejor dicho!" pensó.

Cuando Phoebe dejó a Cosquillas sobre sus rodillas, éste abrió la mochila y trepó hasta el cuello de la chica. Alisha clavó la nariz contra su pelaje, alegre de ver de vuelta a su amigo y no siendo un fantasma de Hogwarts. Pero la felicidad duró poco, cuando vio asomar de la mochila lo que fueron los restos de su ropa de deporte.

- ¡Cosquillas! -le dijo entre seria y sorprendida- ¿Has seguido mordisqueando la ropa? -el hurón, como si entendiera lo que su ama le decía, empezó a dar vueltas frenéticamente por la cama y el cuello de la chica-. Cómete mi sándwich, te lo prometí, pero ni se te ocurra pedir golosinas esta noche.

Tras eso, Alisha miró a Liz y Phoebe, que seguían junto a su cama y sin pensárselo dos veces, se incorporó de un salto y abrazó a las dos chicas, una con cada brazo.

- Gracias -les dijo aún teniéndolas presas en el abrazo.

 Mejor será que salgamos y acabemos con esta mierda. A ver si conseguimos sacar a William de ahí para que sigáis babeando por él.

- ¿Qué? ¡Espera, espera! -se separó de ellas y las miró con las mejillas completamente coloradas- yo nunca dije que yo babeara por Will, dije que Claudia babeaba por Will. ¡¡No!! -la chica negó con las manos frente a ella- puajjjj, ¡chicos! -intentó evitar la incomodidad con aquella frase, aunque la verdad es que Will era guapo y se ponía un poco nerviosa cuando le hablaba, pero nada que ver, era porque era mayor... ella no tenía ningún interés en los chicos, se dijo a sí misma.

Alisha se puso de pie y mirando el nombre de la poción que las chicas le habían dado, cogió unas cuántas más y se las cargó en la mochila.

- Vamos fuera, hay que seguir jugando ¿no? Yo tiraré los dados esta vez.

Se ajustó la mochila y se encaminó hacia la puerta, comprobando que las chicas le seguían.