Partida Rol por web

Nadie se acercaba al Bosque prohibido, bueno, era de esperar, por algo estaba "prohibido". Supero la cabaña del guardabosques donde que desde donde quiera que se haya metido no puede vigilar mis pasos espero.  En la linde me armo con unas cuantas ramas, tal largas como puedo encontrarlas, y camino adentrándome en la oscuridad tras asegurarme de que nadie me vigila. 

Tanteo el suelo con los maderos, si había cepos no quería que ninguno atrapase mis pies, prefería ahorrarme el dolor. Según  los libros que habíamos consultado en la biblioteca, este entorno, sombrío y húmedo debería ser propicio para el crecimiento de algunos de los hongos, musgos y hierbas que necesitábamos. Cuanto antes las encontrase, antes podría decirle a Henri lo que tenía que hacer con cada una de esas materias primas.

El bosque parece tranquilo. Tan tranquilo como puede parecer un bosque encantado y oscuro como aquel. No parece haber ni rastro de cepos por esa parte del bosque, pero también es cierto que los unicornios viven un poco más en el interior, donde el bosque se vuelve más denso y oscuro.

Entre la maleza del suelo se pueden apreciar hierbas que pueden ser ingredientes para pócimas o para preparar ungüentos medicinales y demás.

Mientras recojo algunas de las plantas mas simples de la vista, sabedor de que en el Castillo no nos pondrían impedimentos para prestárnoslas, me consuela saber que servirá para evitar que se levanten sospechas sobre nuestras actividades. No puedo dejar de mirar hacia la espesura, preguntándome si debiera adentrarme, encontraría ingredientes más raros con mayor facilidad, pero estaban los cepos y los peligros que acechaban en las sombras.

"¿Qué pensaría mi tío si me viera dudar?" Ni siquiera me llamaría cobarde, solo sentiría pena por mi, por haberme perdido una aventura. Guardo los ingredientes cosechados en la bolsa que llevaba a a todas partes conmigo, y con cautela, armado de mis fieles ramas, me adentro en la oscuridad. Odiaba usar el hechizo que necesitaba, pero la otra opción era ir a ciegas.

-Lumos.-Susurro mientras sujeto la varita en una mano y el haz de ramas en la otra. Por una vez, los malditos conjuros de luz me habían salido bien.

El sotobosque está todo repleto de pequeñas plantas que bien podían ser uno de los ingredientes para la poción o pudiesen servir para otras pociones menos sofisticadas, si no las recolecta y las estudia en un sitio en mejores condiciones no sabrá para que sirven.

Parece que en esa zona son todas las planta parecidas, aunque con pequeñas diferencias como la forma de la hoja.

Recojo unas cuantas plantas antes de adentrarme en la oscuridad, puesto que la espesura del bosque prohibido parecía que también extendía esta obligación a la misma luz. Solo la que se colaba entre los arboles de la linde se atrevía a adentrarse un poco, como hasta ahora había hecho yo. Pero era hora de armarse de valor y caminar hacia la oscuridad, donde se encontraban los peligros y las recompensas. Por suerte para mi el hechizo de lumos había funcionado a la primera, solo me quedaba cruzar los dedos porque nada malo me pasara.