Partida Rol por web

Alex, maleta en mano, echó un ojo a los carruajes. Que siguieran ahí era una buena señal. Al menos eso no lo habían cambiado también. Aunque claro, ¿para qué cambiar a los Thestral? Eran unas criaturitas que debían de encantarle al Señor Tenebroso.

Buscó a su hermana con la mirada y pegó un repaso a los que había visto en el trayecto o el andén. ¿Dónde estaba su hermana? Con sus amigas, seguro. Eso esperaba, pues no la encontró.

Su gato, Sotek, a sus pies, maullaba intentando decirle algo que de seguro le hubiese sido de utilidad, pero Alex no le escuchó. Para él aquello eran solo reclamos de atención.

No le hacía especial ilusión entrar tarde a los carruajes, así que avanzó hasta el primero de todos y se coló dentro, dejando las maletas en su sitio. Sotek, negro como la noche y enfadado con Alex por ser tan estúpido, entró tras él. El chico se planteó cerrar la puerta del carruaje y disfrutar del silencio, pero finalmente la dejó abierta y decidió que simplemente se quedaría esperando a ver si alguien más entraba.

El gato negro, lógicamente, siguió bufando medio minuto más, aunque al final, paró. Era una causa perdida. Alex seguramente se habría pensado que tenía miedo de los Thestral o algo así. ¡Maldito Alex!

A Scarlet le entraron ganas de comer chocolate. Se llevó la mano a los bolsillos,  buscando una de sus chocolatinas, solía llevar siempre alguna (le encanta el chocolate), sin embargo no encontró ninguna. Odiaba no tener chocolate a mano.

El tren se detuvo, indicando el final del trayecto. Salió del compartimento para buscar a la señora del carrito antes de bajar; por suerte la encontró cerca y pudo comprar rapidamente unas cuantas ranas de chocolate. Comiendose una, bajó del tren y fue hacia los carruajes. Pensó en Ashton, al final no pudo pedirle perdón por lo de antes...esperaba poder hacerlo más tarde. Quizá debería ir con Spencer en el carruaje, pero vio a Alex entrando en uno...Y recordó que tenía que hablar con él. Le siguió hasta un carruaje y entró, cerrando la puerta tras ella.

-Hola de nuevo, Alex.-le saludó con una sonrisa.

Cerró la puerta del carruaje. Notaba que estando con él a solas estaba mucho más tranquila y relajada, no tartamudeaba...Sería la confianza que tenía con el chico.

-Quería hablar contigo, ¿te importa que hagamos el viaje a solas? Es que...quería hablar contigo...-bajó la mirada un poco, aunque se había desahogado un poco con Spencer...aún le costaba hablar del tema...Eran sus padres al fin y al cabo-Aunque...si quieres esperar a alguien, dímelo...podemos hablar más tarde...-recordó que tenía chocolate en el bolsillo y le tendió una rana de chocolate-¿quieres?

Scarlet cogió otra y la abrió. Atrapó a la rana, que quería huir, al vuelo (la práctica por comer tantas) y la mordió. Sabía que cenarían en breve, pero no podía evitarlo. Masticó el chocolate lentamente mientras miraba a su amigo, esperando su respuesta.

Alex, por respuesta, colocó un pie apoyado contra la puerta, impidiendo que nadie pudiese abrirla. Sonrió de costado, esbozando una media mueca que levantaba solamente una mejilla. Era obvio que a poco que se empujase, cualquiera podría entrar, pero era más un simbolismo. Sí, aceptaba.

- Hola de nuevo, Scarlet- respondió imitarla mientras levantaba también la otra mejilla, esbozando una sonrisa completa.

Alex, respondiendo al resto de las deudas pendientes, hizo un amago de sacar la varita. Podía intentar crear ranas de chocolate con magia, transformando alguna moneda, pero entonces pensó que sería mejor aceptar directamente la rana que le ofrecía la chica. Seguro que sabía mejor si se la daba ella, aunque fuese algo meramente psicológico.

Guardó la varita y cogió la rana que le tendía. Antes de llevársela a la boca, le dio un suave toque a la chica en el mentón con el dedo, para que levantase la cabeza. Era su modo de decirle que era mejor no ir por el mundo con la cabeza en bajo. En parte por filosofía de vida, y en parte porque a la gente solía gustarle más que la mirasen al hablar. Al menos, Alex creía que el hecho de que Scarlet tuviese la cabeza baja se debía a su timidez.

- Dime querida, ¿de qué querías hablar?- era la misma voz que ponía para hablar con su hermano. Y eso podía ser bueno o malo, según por donde se mirase. Era obvio que Alex tenía varios temas de conversación pendientes con la chica, pero ya que ella quería hablar de algo en concreto, que empezase por ahí.

Mientras tanto, Sotek, en el suelo, se frotaba contra la pierna de Scarlet, acariciándola con los bigotes. Podía pensarse que intentaba darle cariño, pero no. Obviamente, el maldito gato intentaba llamar la atención. No podía concibir que se hubiese olvidado de él tan rápido. Por el amor del dios de los gatos, ¿tanto llamaba la atención Alex? Era más alto que él, sí, pero seguía siendo un simple humano. Saltaban poco, no eran ágiles, se hacían daño al caer y eran más feos que los gatos. Sotek era negro. Negro. Y de ojos verdes. ¿Cómo demonios iba ser eso menos interesante que un humano de quince años que acababa de destetarse como aquel que dice?

-Es...sobre...mis padres.-sus ojos empezaron a humedecerse otra vez. Intentó contenerlas esta vez, odiaba llorar. Tímida, asocial, empollona, debilucha...y encima llorona-Nunca...te he hablado de ellos, ¿verdad? Pues...es que...fue porque...-decidió sentarse al lado de Alex, podría hablarle más de cerca, a un volumen más bajo. Haría el hechizo Muffliato, pero en parte quería poder tener una excusa para acercarse más a él, necesitaba algún tipo de contacto.-Ambos son...de familia muggle-respiró hondo para poder seguir. Continuó con voz quebrada-y...llevamos mudándonos de lugar, yendo de un sitio para otro desde que tengo uso de razón. Nunca nos encontraron, no estábamos más de 2 meses en un mismo lugar...Hasta este verano.-notaba como las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas. Apoyó la cabeza en el hombro de Alex-Fue a mitad de verano...estábamos a punto de marcharnos, estaban a punto de tocar el traslador cuando ellos llegaron...Los cogieron y...toqué el traslador...me fui.-se secó las lágrimas con la manga de la túnica-La mitad del verano estuve sola...viviendo en la casa a la que íbamos...no me han encontrado, ni si quiera sé si me buscan...-lloró en silencio, apoyada en él.

Sotek se frotaba contra sus piernas, puede que reclamando atención. Scarlet le lanzó una sonrisa triste. Parecía que él también quisiese consolarla.

-Siento toda esta escenita...menuda llegada...Pero necesitaba contártelo, eres la persona en quien más confio...y tú siempre has sido tan sincero conmigo...-se secó los ojos al darse cuenta de que el hombro de Alex estaba mojado por su culpa. Se separó de él-Agh...te mojé la túnica...lo siento...

El primer carruaje parte con Scarlet y Alex en su interior... parecen tirados por arte de magia, aunque teniendo en cuenta el lugar en el que están, no es algo raro.

Bajo del tren entunicado, prenda que me parecía incomodísima. Era un clásico, sí, pero hasta los muggles nos asociaban con túnicas. Era una de esas cosas que habían traspasado fronteras. Deje de pensar en esa última tontería al ver a Scarlet, iba a invitarla a compartir carruaje con nosotros, pero se fue con Alex antes de que me diera tiempo a abrir la boca. Ligeramente decepcionado voy al siguiente carruaje que veo abierto.

Asumo que Henri me sigue. Al subir los escalones que separan el carruaje del suelo, veo a Gabriel Serpens. Me quedo a medio camino entre subir y no, con un pie colgando. Nunca he destacado por fijarme en lo que hacen los demás, y como no hacía ningún ruido, no sabía que estaba aquí dentro. Demasiado tarde.

-¿Estás esperando a alguien o podemos ocupar los huecos?- Al fin y al cabo con Henri y Ashton terminaríamos de llenar el carromato, y él podría estar esperando a alguien. 

Aunque no me hacia gracia someter ni a mis amigos ni a mi mismo a ir con el recién nombrado prefecto Slytherin, bajarme a estas alturas sería una completa muestra de falta de educación y podría ofenderse. No quiero a un prefecto husmeando todo el día detrás mío, solo porqué no he sido cortés.

A Henri siempre le había gustado las túnicas. Era una de las cosas que más le gustaba del mundo mágico. Por otro lado iba a echar en falta su iPod. Henri siguió a Spencer pensado en sus cosas y sin prestar mucha atención a su alrededor. Las palabras de Spencer lo devolvieron al mundo real. ¿Con quién estará hablando? Henri se asomó un poco por detrás de Spencer para ver quien estaba dentro. ¡Serpens! Espero no tener que viajar con él. Henri no solía judgar a la gente, pero Serpens se había ganado su mala fama a pulso. Además era posible que le guardara algún tipo de rencor por lo del partido. Desde luego no era la clase de persona con la que Henri querría pasar tanto tiempo.

Alex no se esperaba aquella confesión. Esperaba algo más agradable, más normal. Menos íntimo y doloso en definitiva. Pero no fue así, por supuesto que no. Todo ello se lo debía a su madre. Ella era quien le inculcó el corazoncito que el chico tenía y que le había servido para ganarse el ver aquellas lágrimas.

¿Scarlet era una sangre "sucia"? Para Alex, que venía de una estirpe de sangre limpia como una casa llena de elfos domésticos, aquello era algo difícil de aceptar. Pero más por sorpresa que por otra razón. En el diario del chico ponía claramente que los teóricos sangre sucia siempre tendrían la sangre más limpia que los Slyherins, pues por su sangre no corría el veneno. Había excepciones, como Clare, pero eso no quitaba el hecho de que por las venas de Scarlet se mecía el perfume y no la bilis. ¿Qué demonios importaba de quien fuese hija de muggles? No entendía por qué tanto rechazo por las personas incapaces para la magia, ¿tan malo era? su tía era una persona normal, y no por ello era peor.

Alex, con cuidado y cariño, puso el pie ante Sotek y lentamente, lo apartó dejando espacio a Scarlet. El gato reclamaba atención, y dudó un momento antes de someterse a su amo, pero finalmente entendió que lo mejor en aquel momento para la chica era la compañía de otro humano, y al fin y al cabo, se apreciaban como Sotek también lo hacía, así que lo mismo le daba. Se hizo un bulto en una esquina y se quedó ahí, mirando con los ojos como platos reluciendo en la oscuridad.

Como respuesta, el adolescente sólo supo hacer una cosa. Su madre le había dicho qué hacer una chica decía mentiras piadosas.

"When a girl says she's FINE, she's Freaked Out, Insecure, Nervous or Emotional. Just hug her and say; All will be fine."

Pero Scarlet no le había mentido. Simplemente había dicho la verdad. ¡Se lo había confesado! Alex no estaba acostumbrado a hablar de sí mismo, pero sí a escuchar. El problema era que no estaba del todo acostumbrado a la verdad. Hizo lo único que sabía, que era lo que había hecho con su hermana cuando se ponía así. Era la única de quien tenía referencias en ese sentido, pues Madelain era de otra pasta.

Alex sacó la varita, pero no para algo tan banal como Riptusempra. Se acercó por detrás y rodeó con sus brazos a Scarlet. Estrechó el círculo y apretó ligeramente, apoyando la cabeza contra su hombro. En definitiva, la abrazó.

El chico, por mera empatía, también tenía pequeñas lágrimas como barcas en el limbo, suspendidas sobre las mejillas sin ánimo de querer moverse hacia abajo o los lados.

- Orchideus- susurró Alex al oído de su acompañante.

De la varita de Alex, un ramo de rosas, negra como la noche, los Thestrals, la muerte y el dolor, surgió de forma espontánea, posándose ante los ojos de Scarlet y bajando hasta el ombligo. Con una mano, Alex cogió la mano de Scarlet y la cerró alrededor del ramo. Era su pequeña e insignificante corona de flores. Todo era poco en una situación así.

- Lo siento, de verdad, mucho. No tenía ni idea- el chico, lógicamente, se sentía mal, y no sabía qué demonios decir en aquel momento. Las palabras se le atascaban en la garganta y las lágrimas de importencia servían de combustible para la roja ira que latía siempre en su corazón, oculta.

Estrechó a Scarlet cuanto pudo y dejó que las lágrimas de su mejilla se fundieran con las de la chica. Agarró la manita libre   de la pequeña aguilucha herida y la apretó, cogiéndola con fuerza. La varita de Alex volvía a estar a salvo bajo la túnica, pero el ramo seguía frente a la pequeña.

- Las lágrimas de la túnica no son nada que un conjuro no pueda arreglar. Además, casi nunca te he visto llorar, es bonito. No te disculpes por algo así, tonta- Alex frotó la mejilla contra la de la chica, como un animalillo intentando consolar a otro de forma afectuosa. El chico podía cambiar mucho en función del público que tuviese, los ojos esmeraldas del rincón bien lo sabían- Me siento orgulloso de que confíes en mí para algo así- estrechó aún más el abrazo, intentando fundirse con ella- Scarlet, sabes que si me necesitas, estoy ahí, en las duras y en las maduras- el chico no creía que hubiese una metáfora mejor, pues cuando veía a Scarlet por lo general pensaba en frutas-, para lo que sea. Me tragaría estas cosas con gusto cuantas veces hiciese falta. Ya sabes que no suelo hablar mucho de mis problemas- para muestra, lo de su tía, la Squib fallecida en prisión a manos de los dementores por el crimen de su marginal condición, como si ser una paria no fuese ya bastante-, pero para los de los demás siempre estaré ahí, y para ti, más. Eres una de las personas que más quiero- posiblemente, la segunda o la primera si dejábamos de lado a la familia.

Alex despegó la cara, dejando una capa de lágrimas extendida en la mejilla de Scarlet. Un segundo después, los labios del adolescente besaban con ternura aquella capa de lágrimas que yacía como un telón sobre la carnosa piel.

No deshizo el abrazo, pues no quería. Estaba demasiado bien así. Era como estar en casa abrazando a un familiar el día en que le dijeron que su tía había muerto, salvo porque aquel día no era él el que más lloraba de todos. Simplemente, quería abrazar a la chica hasta que la tormenta parase o la tierra se les tragase, el cielo se abriese y lloviese fuego o hasta que el espejo de Oesed les enseñase el paraíso. Lo mismo daba. Al final estar solos había sido una buena idea.

Scarlet se dejó abrazar y consolar por Alex, se sentía muy bien a su lado. Dejó a un lado con delicadeza la preciosa corona de flores que había creado para ella, tenía miedo de que fueran a deshacerse o desvanecerse en cualquier momento. Además no quería chafarlas.

Una vez dejó a un lado las flores, se lanzó a los brazos del chico y lloró. Lloró desconsoladamente, intentando sacar de dentro todo lo que había guardado durante años: las mudanzas, los secretos, como la marginaban entre los muggles, la huída, el sentimiento de culpa por haber dejado a sus padres...por haberlos abandonado. Es lo que hizo...se asustó como una rata y huyó como alma lleva el diablo. Sus padres seguramente...estén donde estén...la odiarían por haber hecho eso. El pensamiento hizo que llorase más y más.

Se abrazó con fuerza a Alex, como si temiera que se fuera...sabía que no sería así, que él nunca se iría de su lado...Pero era prácticamente la única persona en la que confiaba plenamente...Logan también era importante para ella y Spencer en muy poco tiempo se había hecho un hueco en su corazón...Pero ninguno era Alex. 

Como una gran tormenta que acababa en una pequeña llovizna, su llanto mitigó hasta convertirse en hipos y sollozos. No sabía cuanto tiempo había estado abrazada a Alex así...seguramente su abrazo tan fuerte le estuviese haciendo daño. Poco a poco levantó la cabeza de su pecho y le miró. Scarlet debía tener un aspecto horrible...Ojos rojos, hinchados y llorosos, su rostro estaría carmesí y húmedo, y sus cabellos estarian revueltos. Se secó la cara con la túnica, como pudo y miró a Alex a los ojos, sin bajar la mirada como estaba acostumbrada a hacer.

-Mu...mu....muchas gra...gra...cias por las...flo...res.-dijo entre hipipidos-Y...y....y...por tus á...á...ánimos...y tu...tu...abrazo...y...por...con...con...consolarme...-enumeró todo lo que había hecho por ella en tan solo unos minutos y añadió:-E...e...eres genial...-rodeó el cuello del chico con sus brazos y apoyó la cabeza en su hombro una vez más.-Yo también te qui...quiero mu...mucho...-le susurró al oído.

Se separó de él y le besó en la frente delicadamente, alzándose un poco. 

-Muchas gracias, Alex...por todo...no solo por ayudarme hoy-volvió a apoyar la cabeza en el hombro de su amigo.

Por algún motivo Alana tardaba en responder y pronto se dieron cuenta de que estaban arribando. Madelain tomó una nueva chocolatina y luego sus cosas.

_Vamos, me adelantaré para intentar conseguir un carruaje para nosotras, así podemos terminar la charla. Te espero.

Madelain bajó del vagón, mirando hacia atrás a ver si su compañera de compartimento la seguía. Se adelantó a paso firme hasta un carruaje vacío y tomó asiento, sacando la cabeza por el costado para ver si Alana se le sumaba, para hacerle señas.

Agradeciendo a todo lo nombrable por poder salir del compartimento, sale con bastante velocidad, pero aguarda a esperar a Alyssia. Suspira tranquila, pues había sido una locura de viaje, con la compañía más indeseada que podía imaginar.

Cuando escucha la llamada de los de primero, no puede evitar mirar y sentir algo de nostalgia por los que recién empiezan en el colegio, lleno de emoción y también de miedo. Se acuerda de lo que fue su primer curso allí en el colegio. Un abismo que se abría para todos ellos, pero que después sería la mejor experiencia de su vida. Pero no todo duraba para siempre.

El escándalo la devuelve a la realidad, y comienza a buscar a alguien en particular con la mirada. No habían podido reunirse en el tren, y no se había atrevido a buscarle. Rogaba que no le hubiese pasado nada durante el verano. Suspira y aguarda, mantiene la impaciencia. Se sube a un carro cualquiera, sin saber quien hay en el interior

Alex se quedó allí, abrazado a Scarlet con los ojos cerrados. Simplemente dejaba correr el tiempo que hiciese falta, como si el caparazón de una tortuga, las sábanas de una cama o un simple abrazo pudiesen proteger y curar todos los males. Aquellos ojos esmeralda miraban, curiosos, desde la esquina, pero no se movieron.

Se sintió incluso apenado cuando la chica se separó. El abrazo era tan estrecho que le dolían los brazos, pero no le importaba. Estaba... bien cuando la abrazaba. Era un momento en el cual no seguía teniendo que parecer un idiota gracioso con aires de león inflado a orgullo y valores morales. Simplemente tenía que sucumbir al doble refugio que los cuerpos y almas se ofrecían entre sí. Y es que en aquellos tiempos, y en aquellas circunstancias, las apariencias solían ser eso en el mundo de Alex, apariencias. Su padre le había enseñado a ser fuerte, su madre a ser humano, y su hermana a ser empático. Esa combinación era un cóctel a tres colores que hacía las delicias a la hora de arañar el corazón del chico con garras de acero.

Pero la pena le duró poco cuando vio a Scarlet a esa distancia. Estaba hecha un cuadro de arte abstracto, pero no por ello estaba menos preciosa. No era el modelo de belleza que se consigue con maquillaje y cientos de euros gastados en productos, sino el que se consigue con una carga emocional. Aquel cuadro de sentimientos que se reflejaban en su rostro hacía palpitar el corazón de Alex mientras buscaba a tientas fabricar un escudo a base de músculos.

Objetivamente estaba bastante demacrada, pero a nivel subjetivo no sólo era comprensible, sino encantador. Que la chica se mostrase así y tuviese el valor para sostenerle la mirada no hacía sino llenar de fuegos fatuos el pecho del adolescente.

Alex esbozó una sonrisa triste al escuchar las palabras de Scarlet. Se sentía orgulloso de sí mismo, y halagado, pero era un efecto que brillaba como una isla lejana mientras el barco navegaba en plena tormenta.

Sólo pudo estrecharla todavía más, ignorando el nerviosismo que había sentido cuando Scarlet se alzó para plantarle un beso en plena frente. Su corazón latía con el vigor propio de un atleta tras ganar el primer premio, pero su mente estaba apagada o fuera de cobertura en ese momento. Plantó un beso entre los cabellos de la chica y se acomodó en el asiento, estrujando a la chica como si quisiese hacer limonada con su cuerpo.

Según vamos llegando al castillo abandono el compartimento para volver al nuestro, donde estaban todas mis cosas. Me visto a desgana con la túnica y me preparo para bajar del tren en cuanto este para.

Veo como un Slytherin mira con superioridad a los Threstals. Se creían superiores por cualquier cosa. Como si los demás no pudiéramos verlos. Bueno aunque había mucha gente que no podía. Aún me acordaba cuando en cuarto me pasé todo el viaje en carruaje gritándole a Henri que había algo delante y no me creía*.

Sigo a los chicos con los que había estado en el vagón hasta justo el mismo carruaje del Slytherin. Que mala suerte. Pero no iba a dejar a Henri a solas con ése y Spencer. Era demasiado inocente como para llevarse con esa gente. Vale que la chica de Alex defendiera a Spencer, pero si se llevaba con una de las serpientes no podía ser buena gente.