Partida Rol por web

Harvaka 1, Tierra de Piratas.

Capítulo 104. Callejeando por Alejandría.

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14/12/2017, 20:47
Anwälen Manewë

- ¡Cogedla! – Ordenó Anwalën encolerizado al ver que Elsabeth trataba de huir y de mezclarse entre la población.

Varios de los soldados rojos miraron a Aibab buscando su aprobación. El alférez dudó un momento pero luego afirmó con la cabeza y los guardias corrieron tras la norteña dándole caza tras escasos metros de fuga.

Fue entonces cuando algo más sereno, el elfo se percató de la herida que Euyun lucía en el pecho. Corrió junto a ella y le miró a los ojos detectando temor en ellos. Posó su mano sobre el hombro de la joven y acercó la otra a la zona de la herida pidiendo permiso. Euyun no dijo nada, ni se movió un ápice. El elfo levantó cuidadosamente la camisa de la duartalesa y observó la herida.

Manaba sangre con insistencia. Iba a ser mortal de no ser tratada, pero él podía hacerlo. No en ese lugar, no en ese momento, pero si con la tranquilidad que encontrarse a bordo del Adnan le otorgaría.

- Tranquila, encanto. – Dijo el elfo con el tono de voz más dulce y suave con el que nunca le había regalado los oídos a la sureña. – Te pondrás bien. Yo me encargaré de ello. – Entonces se giró de nuevo hacia el alférez. – ¡Señor Arkam, pongamos los pies en polvorosa! ¡Salgamos de aquí cuanto antes!

- Toma esto. – Aibab le facilitó un trapo a la joven sureña.

Aprieta la herida. – Le dijo Anwalën mirándola fijamente. – Corta la salida de sangre, querida.

Dos guardias tomaron a Elsabeth por los brazos y aunque pataleaba como una leona cuidando de sus crías, no pudo resistirse a la presa y la llevaron en volandas a la carrera con dirección al puerto. El resto de soldados recogieron sus armas y tras comprobar que no había heridos entre los rojos que creían muertos, también se pusieron en marcha. Fue entonces cuando Anwalën con una caballerosidad inusitada en él agarró a Euyun por el hombro y por debajo de las rodillas levantándola y partiendo detrás de los guaridas y sólo después del alférez.

 

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21/12/2017, 20:46
Euyun

Algo alertó a la muchacha, fue el movimiento de la muchedumbre que se abría paso para dejar camino a algo o a alguien. Mientras Euyun, miraba hacia atrás cuando podía ya que debía de seguir avanzando para no ser empujada por uno de los soldados que la rodeaba. La gente se quejaba, incluso algunos caían al suelo, y aquello no hacía más que sembrar la curiosidad en la ex-meretriz que miraba con sus grandes ojos rajados a los lados y hacia atrás. Pero los soldados no pudieron obviar por mas tiempo lo que parecía moverse hacia ellos, y creyendo que se trataba de algún tipo de motín, algunos se quedaron custodiándolos mientras otros ocupaban dos hileras y apuntaban hacia allí. El pelo de color azabache de la muchacha se movía ligeramente mientras ladeaba la cabeza hasta que sus ojos se posaron en el elfo. Al ver la faz de su compañero, supo que era obra suya, pero ella se seguía preguntando a quién o a quienes había podido llamar para salvarlos de aquel entuerto. 

Unos pinacho de colores rojos que asomaban fue la respuesta a las inquietudes de Euyun, ¡eran los casacas rojas!, la muchacha se le escapó aunque fuera en un murmullo. Cuando se quiso poner la mano en la boca ya lo había soltado, y después escuchó unos intercambios de cortas argumentaciones por parte de ambos bandos, que desembocó en el ruido de la pólvora al salir de las armas de los guardias que formaban en las dos hileras. La muchacha entonces pensó en hacer alguna maniobra suya con tal de que sus captores no se salieran con la suya. Ahora sí que comprendía a la norteña, y los sentimientos que le guardaba los cuales se reflejaban en su mirada. Pero no pudo dar ni un paso más, pues una guarnición los escoltaba y no dejaban que pudieran intervenir en el conflicto. 

Cuando todo hubo acabado el caos imperaba en el lugar con la muchedumbre corriendo, varios cuerpos en el suelo que no solo eran de los soldados sino también de los civiles. El jefe de los Casacas Rojas se abrió paso con su sable hasta el elfo y estuvo forcejeando para liberarlo. Euyun atónita a todo solo pudo acercarse a su compañero para no ser ensartada por los diferentes bandos y con la esperanza de que también la liberasen. Pronto halló respuesta y un sable forcejeó con sus esposas hasta que esta se abrió y fue cuando sintió un dolor que provenía de su pecho. Un dolor ardiente que le subía hasta la boca y que salía en hilos rojos debido a un impacto de bala. Todo a su alrededor empezó a dar vueltas viendo a soldados correr tras la norteña, a Anwälen ponerle una mano en la herida para taponarla, y después caer en sus brazos mientras la oscuridad la invadía. Una oscuridad que no había sentido hasta entonces y que tenía que ver con el frío que empezó a embriagarla. Mientras su mano que se movía por una inercia que no era suya, tomaba un trapo que le habían dado y oprimía en la parte que había recibido el impacto. La sensación fue como si saliera de ella para ver cómo su cuerpo estaba reaccionando sin tener el control, pero solo fue un momento hasta que otra vez se vio metida en su cuerpo y ser poseída por un profundo sueño.

Un sueño que se mezclaba con un nombre Arkam, y que su compañero lo alertaba para que abandonaran el puerto. Unas palabras que se dirigían a ella para que siguiera presionando la herida con el trapo. Euyun hubiera querido pronunciar algo pero no pudo, la sangre invadía parte de la garganta y su boca y después del mareo siguió el desmayo. Aquel cuerpo esbelto y piel tostada quedó aletargado y a disposición de manos ajenas. Pero sabía que mientras fueran las manos de Anwälen todavía quedaría esperanza de vida. Pues el elfo le había prometido que no moriría mientras estuviera a su lado, y ella confío ciegamente en las palabras de su compañero. Como si fuera un dios el que se las hubiera dicho, la muchacha le fue fiel desde que salieron de su lugar de origen y hasta ahora nunca se había sentido defraudada.

Notas de juego