Partida Rol por web

Finalmente, lográis reagruparos en la azotea. Todos los ciudadanos que os necesitaban han sido rescatados pero Red Fairy parece localizar al último en el piso 14. Ghost está agotada y quemada, ha sufrido daño rescatando a la gente. Wolf Beast está agotado de subir y bajar mientras que a Oc se le ha dañado uno de sus tentáculos (-1 a todas las tiradas que impliquen tentáculo). Estáis agotados, pero satisfechos con vuestra labor. Os queda poco, muy poco.

Mientras tanto, una sombra oscura entra por las escaleras de emergencia a la azotea. Lleva un traje ignífugo y un enorme lanzallamas.

-Vaya, vaya, vaya... Parece ser que los héroes no van a dejarme tranquilo... Hay que purificarlo todo, este edificio está lleno de pecadores ¿no lo véis? Immigrantes ilegales, desviados, lumpen en general.

El villano dispara las llamas a las escaleras, evitando que cualquiera de vosotros pueda escapar por ahí.

-Las llamas purifican y es el momento de limpiar vuestras almas de una vez por todas!

La azotea temblaba con el calor del incendio que seguía vivo unos pisos más abajo, y, el cielo, teñido por el humo, parecía arder también. Entonces, apareció él: Luciérnaga.

Gwen lo observó un instante. Sentía el cuerpo entumecido, cada músculo como si fuera de plomo, y, dentro de sí, Vera aún no se atrevía a emerger del todo. La protección simbiótica que solía envolverla como una segunda piel seguía fragmentada, incompleta.

Pero incluso sin ella, había cosas que seguían intactas. Como su voz.

Avanzó separándose de sus compañeros, su silueta recortada contra el resplandor del incendio al fondo. El viento de la azotea agitó su pelo sucio de ceniza. Y entonces gritó.

—¡Eh, antorcha humana de saldo!—su voz tronó con una fuerza que no venía de su cuerpo, sino de algo más profundo, más feroz—¿Te crees muy valiente quemando edificios con civiles dentro? ¡Baja ese lanzallamas o te juro que me transformaré delante de ti y te enseñaré lo que es el verdadero fuego!

Sus ojos, cansados pero encendidos, chispearon con la sombra de lo que Vera era. Aunque el simbionte aún no la cubría, su presencia latente se asomaba a través de Gwen como una amenaza silente, visceral.