Partida Rol por web

—Sara se ha pasado —le dijo a Kathe, distraído, las torretas le traían sin cuidado —. No debió decir que era culpa mía. Fue un golpe bajo. Me cambiaría por cualquiera de ellos ahora mismo. Pero este juego no funciona así, ¿Verdad? Mierda, no debió decirlo. Crees conocer a alguien y entonces…todo se va a la mierda.
Meditaba en voz alta, rumiaba sus pensamientos igual que rumiaría metralla. Dolía, ardía, sus sienes palpitaban, estaba furioso, quería golpear algo con sus propias manos, hacerlo añicos. Se contuvo, la ira era un buen combustible si se usaba bien. Kathe dijo que iba a acompañarlo. ¿Por qué? ¿Es que acaso no veía que todo aquello era una locura? ¿Y qué no lo era? La guerra siempre era caos. Seguía las órdenes del teniente, ¿Por eso lo acompañaba? Lance no se había dado cuenta cuán desligado estaba del sistema hasta que se habían quedado sin comunicaciones, al otro lado de la tormenta de arena.
Observó la granada de su compañera. No explotó. Debía haberlo hecho. ¿Cierto?
—Mis granadas explotaron fuera, cuando luchamos contra Hank. Aquí, ahora, no funcionan. ¿Unos inhibidores más fuertes? Mi rifle no funcionaba ahí fuera, la pistola si. La espoleta de esa granada es un artilugio mecánico, no electrónico. No se puede bloquear un pistón y un resorte. ¿Qué está pasando, Kathe?
Meditó unos momentos. Kathe disparó a la torreta. Le comentó sus inseguridades, las mujeres eran así. “Creo que no hablamos lo suficiente, tienes pintalabios de otra mujer en el cuello, creo que no deberíamos adentrarnos ahí abajo sin armas, bla, bla, bla”. Esperó, si nada ocurría, dispararía a la granada con su pistola. Antes había funcionado, ¿Por qué ahora iba a ser diferente?

Los proyectiles alcanzaron el metal de la torreta; las balas se aplastaron, fueron desviadas contra las paredes, rebotaron, trazaron una malla de chispas durante unos segundos. Quietud. La torreta no devolvió la jugada.

El disparo de Lance hizo que la granada saltase a un lado, cayera, dio un par de brincos contra el suelo, rodó, giró como una peonza unos instantes y se detuvo.

No se produjo la detonación esperada

Nada, ni la torreta ni la granada se activaron. Lance intercambió una mirada de duda con Kathe. La voz sensata de su cabeza decía que no debían andetrarse en el corredor, que debían averiguar que estaba sucediendo antes de cometer la estupidez de cruzar un umbral que bien podía llevarles hasta la muerte. Si, la voz sensata de su cabeza decía muchas cosas. Era como su madie, vieja y gorda, diciéndole siempre lo que tenía que hacer. Lo peor era que solía tener razón. Lástima que nunca la hiciese caso.
—¿Y quién quiere vivir para siempre?
Pistola en mano, Lance se adentró en el corredor, dispuesto a rodar si las torretas se reactivaban, ojo avizor, buscando parapetos, por si acaso.

-Yo no estoy tan loca como él.

Viendo que la chica atendida previamente está bien, solo le queda atender la locura que ha cometido Lance con los otros pasajeros de la nave. Si no los hubiese despertado, probablemente estarían ahora muertos gracias a las malas artes de aquellos dos. 

-Bien. Comencemos a dejar las cosas claras. Vuestras respuestas no harán que no atienda las heridas, pero Emerson no es un buen lugar para quedarse sin un refugio. Y creedme cuando digo que el espacio de nuestro vehículo se verá increíblemente reducido por cada mentira que digáis.

Mira las manos y niega para ella misma al ver el destrozo. Por suerte, solo dolerá unos días.

-¿Y bien? Me gustaría que comenzaseis por el principio.

Vi como las balas alcanzaban la torreta, así como a la granada…pero nada. Aquella defensa estaba tan muerta como el resto de la nave. Peor aún así había esa tensión nerviosa que se nota en el ambiente y que parece vaticinar algo…

Ese algo que en mi interior se agitaba inquieto… Como marine estaba entrenada para aquellas situaciones, pero la parte de mujer, de ser humano, me gritaba que aquello no era buena idea. Aún así Lance parecía dispuesto a adentrarse en el interior de la nave. “De acuerdo tarado!!! Tu ganas!!!” Pensé para mis adentros. Sus palabras sonaban como un epitafio, pero ya era tarde para echarse atrás.

- Pues igual llevas razón… - siseé por lo bajo mientras seguía al grandullón arma en mano. – Aunque no creó que esto, sea lo mejor que vaya a hacer en ella.

Con Lance a la cabeza, la pareja se adentró en la oscuridad perturbadora del pasillo. No emitían comunicaciones ni recibían, desde la última conversación poco agradable con sus camaradas. Ni unos y otros sabían lo que les sucedía a cada grupo. Unos investigando contra toda lógica, y los otros quizá obteniendo más información con un interrogatorio más…estándar. La luz fría de las linternas abría paso, temeroso; no así los dos marines, impulsados por un irracional intento de descubrir lo que sucedía. Porque habían llegado lejos y no creían que fuera momento de dar media vuelta. O, simplemente, porque eran soldados del Cuerpo de Marines Espaciales y cumplían su deber. Los tipos más duros del Universo conocido; la muerte era una compañera permanente en sus vidas. Un escollo, un final, sin importancia.

Seguramente ellos no lo veían nada glorioso ni poético. Seguían adelante porque se trataba de sus putas vidas y hacían lo que les venía en gana. Joder.

A los pocos pasos llegaron a la altura de la unidad de vigilancia. En ese momento se desactivaron sus armas una vez más. Kathe notó algo en los componentes del material que cargaba, lo mismo que su compañero. Tomaron una de sus granadas, una cualquiera, pesaba menos: estaba hueca, o eso dedujeron. Lo mismo sucedió con el resto de la munición. Sin duda alguna cosa estaba allí, la sensibilidad femenina de Kathe, lo sintió. Tal vez una sutil, leve, imperceptible vibración en el aire.

Alcanzaron la siguiente puerta, en la pared de la derecha. Esta era distinta, deslizante, tenía aspecto de haber sido forzada en algún momento, se encontraba parcialmente abierta: una estrecha apertura entre el marco del muro y el de la puerta, apenas para que pudiera pasar una persona de lado. Desde luego, no un marine con todo su equipo a cuestas.

Dentro estaba muy oscuro, la linterna dejó entrever un ángulo de una cosa alargada, horizontal, nada claro, podría ser una vaina de hibernación, una mesa alta, una cama. Resultaba difícil apreciarlo.

El corazón de ambos estaba acelerado. Y, al margen de lo que ambos pudieron sentir en ese momento, de sus deseos, curiosidad, inquietud, temor… les recorrió un escalofrío de arriba abajo. Fuese lo que fuese lo que hubiese allí dentro, los invitaba a pasar a la vez que quería mantener la distancia; los atraía a la vez que los repelía. Percibieron emociones contradictorias, dentro de ellos y fuera.

-Agua. Por favor –dijo la mujer.

-Lo entendemos. Perfectamente. Se lo quisimos hacer entender a su compañero. No pudimos razonar con él. Ese cabronazo hijo de puta… -empezó el hombre.

-No te pases, colega. Es nuestro amigo –cortó, seco, Sebas.

-Esto es una puta locura Es más grande que todos nosotros. Se lo dijimos al marine Khan. El principio. ¿Y cómo comienzo? Usted es doctora, y parece sensata. Médico, en cierto sentido científica, racional, supongo. Espero que de mente abierta.

-Debería ir al grano. Por cierto, ¿hay riesgo biológico si esta historia de ustedes es cierta? –Preguntó Turk.

-¿Acaso nos creerán? ¿Creerán cualquier cosa que les digamos? No, no hay riesgo de ese tipo. El riesgo, el peligro para todos, es cuando esto salga a la luz, cuando lo comuniquen a su base y luego a sus superiores de los marines y las corporaciones. Entonces nos matarán a todos.

-Tío, te enrollas. ¿Te soltamos otra hostia? –Sugirió Sebas.

-Es tan fácil y tan difícil como esto: Se encontró vida alienígena, no era la primera vez, pero no como esto. Un ser de verdad inteligente, más que nosotros, radicalmente distinto, una criatura que no comprendemos. Que se han dedicado a estudiar, a experimentar con ella, a torturar. Ya imaginan como va siempre esto. Eran dos, y una murió. Si es que la muerte es lo mismo para ellos. Desapareció. Dejó de existir.

-Asesinada –añadió la mujer-. Nuestro intento fue salvar a otra. Y ha acabado en desastre y más muertos. Oh, mierda. Dios.

Oscuridad, tan apropiada, a juego con su corazón. Silencio, parejo a sus pensamientos. Sin comunicaciones, sin aburridas órdenes a través de la radio. A la mierda los aguafiestas. Estaba allí solo...bueno, con Kathe, la calienta braguetas no le caía mal del todo pero su presencia le perturbaba. En la base decían que la chica solo servía pasar calentarte en una noche fría. Eran chorradas, pero lo cierto es que la chica había pasado por muchas camas. Suponía que por eso estaba en Emerson. Era bueno, pero venía con tara. Él también. Era una jodida máquina de matar, un soldado entrenado a la perfección, con minuciosidad de relojero. Y sin embargo, estaba roto, en su interior, en su cabeza. Algo no iba a bien. En una atisbo de locura tuvo tiempo de recapacitar. ¿Qué estaba haciendo? Desobedecer órdenes, buscar a esa cosa por su cuenta. ¿Para qué? Ah, ya, para dejar de ser un borrego servil.
Volvió a la realidad, un hombre podía perderse dentro de su cabeza con facilidad. Las armas parecían huecas. Agitó una granada.
—Sea lo que sea tiene miedo de que le hagamos daño. Pero aquí nadie va a hacer daño a nadie ¿Verdad Kathe?—Guardó su arma, sacó el cuchillo. Probó el filo. ¿Seguía siendo sólido? Suficiente. Y de perder el cuchillo, aún tenía sus puños, sus pies, sus dientes. Podía escupir y maldecir.
Vieron la puerta, algo había intentando salir. O entrar. ¿Seguía allí esa cosa? Vieron la vaina, sintieron...al ser. ¿Eran esas sus emociones? Desde luego no eran las suyas. Quería entrar, quería salir corriendo, quería enloquecer. Allí dentro podía haber cualquier cosa. Un telépata capaz de empatir con ellos...o un devorador de hombres, un animal más que una mente pensante. Una de las joyas del universo, uno de sus pocos secretos. ¿Iban a irse de allí sin desvelarlo? No podía, no debía. La entrada era estrecha, intentó forzarla con una barra.
—Jamás podremos pasar ahí con todo este equipo...—miró su traje, su armadura, su equipo. Por primera vez en mucho tiempo sintió que le sobraba. Ahí estaba todo lo que significaba ser un marine, menos lo más importante —. Voy a entrar.
Uno no podía enfrentarse a la muerte vistiendo un disfraz, así que se soltó las hombreras, desprendió su cinturón, arrojó equipo militar por el valor de cincuenta mil dólares al suelo, como si no valiera nada. Recordó que aquella mañana se había puesto calzoncillos limpios así que no se avergonzó ante Kathe.
—Sara hablaba de peligro biológico si había contacto. Yo la daré contacto, joder. Siempre me ha gustado más el cuerpo a cuerpo.
Pensó en dejar el cuchillo, pero nop se había vuelto gilipollas. No del todo. Le indicó a Kather que se lo pegase detrás del hombro izquierdo con un pedazo de cinta americana. Suficiente.
—Si no salgo de ésta no se te ocurra entrar a vengarme, corre e informa de lo que veas. Necesitamos saber a que nos enfrentamos.
Se apretó contra el duro metal y se deslizó dentro, descalzo, la mente serena, las manos en alta.
—Amigo, si estás ahí, muéstrate. No vengo a hacerte daño. No llevo bata blanca, tampoco el logotipo de una corporación. ¿Puedes entenderme? Sal, aquí solo hay un hombre.
Hablaría, pero también sus emociones, sus pensamientos, reflejarían esas palabras de paz, de conciliciación. Joder, esa cosa debía de ser el único ser vivo en Emerson al que no quería cepillarse.

Le ofrece agua a la mujer cuando lo pide. Parece que los tripulantes le quieren dar vueltas al asunto a propósito y quien habla dice que es porque no van a creer la verdad. Y es que cuando la explica parece imposible... pero el universo es muy grande... ¿quién dice que no hay vida inteligente en los planetas que se hayan en los confines del universo? Más allá del territorio explorado. Todo puede ser posible.

Sigue tratando las mutilaciones mientras piensa en lo que explican. Intentando encontrar alguna cosa que parezca imposible de verdad. Si se han oído rumores siempre, pero nunca datos contrastados científicamente. 

-Así que transportáis a un ser inteligente en esta nave. Es lo que intenta conseguir Lance...

Suspira. Lance siempre creyendo que cumplir una misión es más importante que según que cosas sí son importantes. Si lo que cuentan es cierto, es verdad que todos están condenados si encuentran a esa especie inteligente. Más que nada, porque nadie quiere que se descubra que los humanos no son los amos del universo. 

-Pero no podemos hacer nada. De todas formas, las comunicaciones con la base están cortadas en estos momentos.

Lance entró, sin armadura, sin equipo, solio con su valor, su determinación. Su falta de sensatez. Detrás, lo siguió la intrépida Kathe, no iba a ser menos la marine. Lo que tuviera que suceder, le pasaría a ambos.

La potente luz de la linterna iluminó una cápsula de sueño en suspensión o una cama de quirófano de última generación. Rectangular, negra y caoba, dos metros y medio de largo, uno y medio de ancho. La mitad superior era de cristal grueso o una especie de plástico endurecido. Un display diminuto brillaba en un lateral, varios leds azules pulsaban débilmente y una luz verde palpitaba a cortos intervalos regulares. No había nada más en la pequeña sala, únicamente un suave zumbido procedente de la propia cápsula y la sensación opresiva que irradiaban las cuatro paredes.

El marine se acercó. Miró a través del cristal, sin perder detalle de su alrededoe, preparado para saltar con su afilado cuchillo. En apariencia no había nada en su interior acolchado forrado de blanco. Kathe se aproximó, más precavida.

Una imagen comenzó a formarse dentro del enorme sarcófago. Transparente, fantasmal, se definió con lentitud, igual que un relieve surgido de la cavidad profunda de un muro. Lance descubrió una cara conocida, una sonrisa adusta en un rostro de mirada inteligente. Le guiñó un ojo a Lance.

Era su propia cara. Sus rasgos, su fisonomía. Poco a poco, su cuerpo también iba dibujándose bajo el cristal.

Kathe se quedó atónita, observando otra cara nacida de la nada, flotando a menos de un metro de ella. Menos perfilada, más desdibujada, con falta de detalles, pero sabía quien era; Kathe, la atractiva cara de la problemática chica.

Aquella cara le sacó la lengua, adoptando una expresión divertida.

La voz de Misha, ligeramente aguda, inquieta, sonó en los auriculares:

-Muchachos, Murkint se mantiene estable, sigue frita. Las comunicaciones continúan sin poder reestablecerse y el viento ha aumentado su fuerza en un punto. La temperatura en ascenso. ¿Qué tal por ahí? Cambio.

-Prosiga -ordenó Turk.

-Desconocemos los detalles de cómo o donde los descubrieron o como fue el encuentro. La Weyland mantuvo todo el asunto en un absoluto secretismo, con medidas de seguridad excepcionales. Se supone que ni el ejército tenía conocimiento, aunque creemos que ciertos sujetos de la élite están al tanto.

-Los jefazos de la maldita Weyland empezaron a ver las posibilidades económicas y se olvidaron de empatizar cuando descubrieron lo que podían obtener: vacunas; regeneración y duplicación de células en tiempo récord; erradicación de enfermedades. Por no mencionar el componente militar. -Añadió la mujer.

-De qué estamos hablando exactamente -preguntó Turk, cauta y liberando un nudo en la garganta.

-Pensamiento capaz de alterar la biomecánica de cuanto nos rodea. No acabamos de entenderlo pero es la idea más aproximada. Es una forma de vida parte consciencia, espíritu o gnosis, a la vez que materia: una miríada de nanocomponentes de tamaño infinitesimal.

[B]-¿De qué coño habla? -intervino Sebas.

-¿Agresiva? ¿Estamos en peligro? ¿Nuestros compañeros? -era Turk.

-No lo es por naturaleza, eso pensamos. Se guía por emociones. La experta, la que mejor conoce a Berenice, es la doctora Pleyer. Vanessa Pleyer. -señaló a la mujer joven, herida, sedada, a quien anteriormente asistió Sara.

[/B]

—¿Tú también tienes curiosidad, eh? —Preguntó Lance al ver como Kathe estaba decidida a seguirle.
Llegaron al otro lado sin problemas, y sin equipo. Se sintió un poco decepcionado. ¿Y ya está? Había esperado algo más…grande. Lo único que había allí era una especie de cápsula de hibernación de tamaño humano. Miró el display, intentó entender algo de los datos que allí estaban expuestos. No toco nada.
Luego las cosas empezaron a ponerse raras.
Se asomó a la cápsula para encontrarse a sí mismo.
—¿Pero qué coño? —Exclamó, sin ser capaz de argumentar algo más.
Era él pero no era él. Sus rasgos, sus expresiones, todo había sido calcado a la perfección. Kathe, a su lado, también fue copiada. Aquel ser parecía hecho de humo, de un compuesto por el que podía variar la forma a voluntad. Su yo fantasma le guiñó el ojo, el fantasma de Kathe la sacó la lengua. “Primer contacto alienígena del cuerpo de marines destacado en Emerson, informe; el alienígena es un gilipollas…o tiene cinco años mentales”.
—Por eso nada funciona aquí, de alguna manera han impedido que sistemas complicados como una granada o una pistola funcionen aquí, seguramente nuestro nuevo amigo podría duplicarlas —dedujo mientras contemplaba las paredes desnudas del lugar —. Por mucho que dijera esa zorra, esto es una cárcel.
Se giró hacía si mismo.
—¿Puedes entenderme? ¿Mi idioma? ¿Mi lengua? —Dijo, lentamente, igual que si hablase con alguien que fuera retrasado.

Las indicaciones del display parecían indicar constantes vitales y energía; no demasiada, tal vez. El resto de leds no era claro determinar su significado, con seguridad relacionados con el contenido de la cápsula. También había un pequeño teclado convencional táctil.

Kathe se alejó un poco, sorprendida e inquieta. La cara que la miraba adoptó su misma expresión y se acercó a ella; ladeó la cabeza a un lado, luego al otro, con aspecto curioso. De pronto, desapareció, se esfumó en el aire, y surgió casi al momento, se formó a centímetros de la nariz de la marine. Kathe reculó hacia atrás y casi se cae.

La respuesta que recibió Lance fue un parpadeo que se prolongó durante un segundo y, en la superficie interior del cristal se fueron escribiendo unos números y letras.

A728-152A0-21S

Ante la consola de la cápsula Khan se sentía igual que si intensa calmar los lloros de una adolescente llorona a la que le ha dejado el novio; incómodo, incapaz, incompetente. La “cosa”, por ponerle un nombre apropiado, parecía tener fijación con Kathe. No le gustaba como la miraba, igual que una serpiente alzada dispuesta a lanzar su letal mordedura.
—Esto se está poniendo extraño —masculló para sus adentros.
La “cosa” grabó unos números en el cristal. O bien le había entendido o bien quería que lo entendieran. No le servía la última opción, no para negociar.
—Bien, veamos —dijo colocándose enfrente del panel numérico, pulsó los dos primeros dígitos de la combinación alfanumérica, no más —. Puedo pulsar el resto y dejarte libre pero quiero saber que tienes que ofrecernos. Si es que tienes algo. Y más vale que te lo pienses, amigo, ahí fuera solo hay soldados y científicos, unos te dispararán y otros te diseccionarán en su mesa de laboratorio. Yo soy tú único amigo aquí.

El clon de Lance se deshizo, se esfumó. Dentro de la cápsula solo se veía algo semejante a polvo en suspensión; luego, nada. O eso parecía.

"Mentira", apareció en el cristal. Y, unos pocos segundos después:

"¿Qué quieres? Prioridad: confianza. El humano guerrero quiere jugar a las mentiras. En el espacio no hay rescate ni posibilidad de vuelta atrás. Mentira. Prioridad: solidaridad. Todos queremos existir. Mi único amigo. Mentira. Amigo, término humano con frecuencia falso. ¿Qué quieres que te sea ofrecido? Mi gratitud "

Caminamos en silencio….con una tensión palpable a cada paso, a cada nueva exhalación de aquel enrarecido aire. Casi podía degustarr el polvo, el sudor de Lance, el suyo propio. Miró a su compañero. Parecía debatir algo en su interior a pesar de seguir mostrando esa expresión suya tan característica. Era pura determinación mezclada con unas pizcas de locura temeraria.

En su fuero interior su cerebro le gritaba que aquello no estaba bien. Si salían de allí habría represalias. Algún castigo!!! Nada que no pudiese reducir con algunos favores. Siempre había sido así. Los hombres eran fáciles de manipular con una par de tetas al alcance de su mano. A ella no le importaba sentirse utilizada aunque a veces odiaba que los demás la mirasen y hablasen a escondidas a su espalda, señalçandola acusadoramente. Ella era una marine. Que simplemente pasaba su tiempo haciendo otras cosas que ponerse en la cantina a beber como un burro hablando de las veces que se había follado a una tía.

Pero ahora caminaba al lado de un hombre al que temía, odiaba y amaba por partes iguales aunque en aquellos instantes no sabía cual de ellas la empujaba a seguir los pasos de aquel enorme bruto. Para colmo las armas no funcionaban. Aquella aventura se estaba tornando una verdadera idiotez en sí misma.

Llegados a una puerta paramos en seco. No permitía el paso de nadie con todo aquel equipo. Parecía más bien una boca abierta esperando engullirnos. Una sensación me erizó los pelos del brazo a la par que una extraña sensación de ser observados se apoderaba de mi.

- Hay algo o alguien ahí dentro…. – titubeé sin poder evitar mostrarme débil por unos instantes.

Para Lance la cosa estaba clara. Allí había llegado y seguiría para conseguir su destino. Mientras se quitaba el equipo no pude evitar observar su fuerte musculatura. Sus palabras sonaban a epitafio. Como si supiese que allí moriría aquel día. Quise gritarle!! Intentar convencerlo de la estupidez de aquella acción, pero su mirada reprobatoria sería mucho más hiriente que las palabras que pudiese decir. Sin saber como y con un suspiro de resignación dejé caer mi arma. Una mirada de dura determinación se abrió en mi mente. Como si una llama de pura rabia ante mi debilidad me hiciese más fuerte…

- No te pienses que he venido hasta aquí para ver como tu bonito culo se pierde en ese agujero de mierda… - dije mientras dejaba caer mi equipo al igual que él, dejando ver la camiseta caqui sudada pegada a mi esbelto cuerpo. No pude evitar sentir los pezones duros ante la mirada inquisitoria de Lance… y tras atarle su cuchillo saqué el mío y le indiquñe que se acercará para hacer lo propio. – Que sepas que estas como una puta cabra!!! Cuando salgamos de aquí prometo partirte la cara!!! – y con aquel comentario me aparté de él preparada para meternos en aquel sitio oscuro y del que no sabíamos que iba a depararnos.

Entramos en silencio, notando como controlaba mi respiración. La cápsula estaba en funcionamiento. Las luces titilaban aunque no sabíamos a ciencia cierta si lo que había en su interior permanecía con vida o, por el contrario, había conseguido salir. No sabía que opción me parecá más aterradora. Lance avanzó hasta asomarse sin temor aparente al interior de aquella cápsula. Se quedó mirándola con atención como si lo que hubiee dentro hubiese conseguido captar su atención. No pude sobresaltarme al escuchar su exclamación, pero la sangre se me heló al ver que a menos de un metro de mi se formaba una persona que se conformaba hasta ser igual que yo, sacándome la lengua. ¿Era aquello una broma? La idea de que algo pudiese amoldar su forma a cualquier persona a esa velocidad era realmente espantosa. Lance comenzó a hablarle.

- ¿Que mierdas es esto….? Parece estable pero se comporta extraño… Como puede ser…? Joder!!! – exclamé sobresaltada al formarse de nuevo mi propio yo a solo unos centímetros de mi cara. Luego observé como Lance tocaba la consola. – ¿Qué coño haces? ¿No ves que sea lo que sea que hay ahí dentro ya nos está manipulando.

Respiraba con fuerza. Estaba nerviosa por lo extraña de la situación. Y aquel capullo de Lance se dedicaba a jugar con aquel ser… Tras acercarme a la consola para bloquear nuevamente la secuencia de números iniciada por Lance vi como aquel ser incorpóreo y raro comenzaba a garabatear letras en el cristal de la cápsula. Era un sisnsentido!!!

- ¿Gratitud? Pero que leches habla este bicho!!! Con saber sus intenciones ya sería feliz!!! – espeté asustada. – Lance!!! Deberíamos salir de aquí e informar al resto. Esto nos supera!!! Ya hemos hecho nuestro trabajo!!! Hemos llegao hasta aquí y hemos visto de frente a la amenza existente... Pero no podemos pretender resolver este acertijo… LANCE!!! ¿ME ESCUCHAS?