Partida Rol por web

"Mis directrices no me impiden considerar a un humano como un objetivo a eliminar. Quédense todos ahí." Había dicho el sintético.
—Vaya, nunca había visto a un robot sentir miedo —arguyó, mostrando los dientes.
Mujeres, tendían a complicarlo todo. Si en el universo no existiera el sexo femenino y la raza humana pudiera reproducirse por esporas los conflictos se resolverían antes, habría menos guerras. En este caso, por ejemplo, Lance hubiera entrado directamente a pegar bofetadas a aquella insidiosa persona que le impedía hacer su trabajo. Habría golpeado o habría recibido, pero el conflicto habría acabado de una forma o de otra. Las mujeres, como la dueña de la voz misteriosa, tendían a enrevesarlo, se hacían las misteriosas como si aquello fuera un capítulo perdido de la Hora del Crepúsculo, y no decía ni si, ni no, sino todo lo contrario.
Luego se sumaba Sara. Era un ángel salvador atrapada en su vocación de sanadora. Se ofreció a curarles, lo primero. El resto no importa. A la mierda la misión, viva, ella. Y que alguien tratase de detenerla. Y luego Boldian, más agresiva, quien iba a asegurar la zona para proteger a su amiga. "Buena chica", pensó, Boldian no era ninguna tonta, no sabía como terminaba siempre en la cama del más gilipollas.
Pero así, igual que una bola de nieve lanzada por una ladera, el problema crecía, el conflicto se mantenía, aumentando, tomando nuevos carices, nuevas formas. Si, sin duda las mujeres lo complicaban todo. Ahora, sin ellas el sexo por esporas sería muy, muy aburrido. Así que el intercambio era justo, pensó.
Hank guardó el rifle, tampoco había inhibidores. ¿Debía agujerear a esa chatarra ahora que podía? Comprobó su rifle solo para ver si había vuelto a estar operativo. Era alta tecnología, una herramienta creada por un diablo para provocar muerte, sufrimiento y dolor. Muy sofisticado. Pero a veces, como en aquella ocasión, fallaba. Anotó mentalmente que la próxima vez llevaría una rudimentaria arma de pólvora a las misiones, sin ningún chip integrado. Los viejos cliclés nunca te fallaban; no había nada como una buena recortada.
Las mujeres se habían entendido, era mejor así. Menos dolores de cabeza para él.
—Cuidado, Boldian. No te acerques a nuestra amiga, pero que se muestre. Algo no me huele bien aquí...—Él se quedó donde estaba; los sentidos despiertos, los ojos puestos en Hank —. Yo me quedo con nuestro amigo Hank. ¿Eh Hanky, sabes que mis directrices no me impiden considerar a un sintético como un objetivo a elimiar?—Sonrió —. Señora, si nos dice quien coño es y para quien trabaja nos evitará registrar toda su nave en busca de contrabando o cosas peores ¿No querrá que termine metiendo mis grasientas manos en su cajón de lenceria, verdad?.—Inquirió, sumándose a las palabras de Boldian.

Kathe avanzó unos pasos con cautela. Aparentemente la mujer no tenía nada de especial: rondaba los sesenta años, cabello corto, por completo blanco, ojos azules perspicaces, que brillaban en un rostro anguloso, de labios finos, boca dura poco acostumbrada a sonreír; conservaba cierta belleza de su lejana juventud. Estaba apoyada en unas almohadas y se cubría con una manta.

-No muerdo, joven. Y deje de decir tonterías, cumpla con su obligación de marine o lárguese de una maldita vez.

Sara vio a la mujer herida, mencionada por su interlocutora de pelo canoso. Estaba inconsciente. La pierna entablillada. Comprobó su estado: presión alta, dos costillas rotas, probablemente el pulmón perforado, conmoción cerebral. El pronóstico no era bueno. Kathe husmeó por allí, encontró dos hombres y una mujer en las cápsulas, vivos, en animación suspendida. Otros dos hombres muertos. Levantó el plástico, se encontró con el cadáver de una chica de menos de veinte años, con el cuello partido.

Las armas no funcionaban. El suspicaz Lance lo notó, también Davies, desde el exterior, maldiciendo a Kathe. El rifle de Lance estaba tan muerto como el desierto de Émerson. Mijail y Misha entraron en la nave, sus armas tampoco funcionaban. Comenzaron a revisar su interior. *

-Soldado, registre lo que le de la gana –dijo la mujer, respondiendo a Khan-. Si encuentra algo interesante puede quedárselo. No voy a facilitarles más datos.

-Señora, esto no es lo correcto. No es nuestra prioridad –era el sintético. Sonaba nervioso.

-Ahora sí lo es, Hank. Hemos de actuar conforme a las circunstancias, estás programado para analizar tu entorno y las condiciones cambiantes. Hay heridos y más personas pueden morir. Tranquilízate.

- Se producen alteraciones y anomalías fluctuantes en mis directrices.

-Te he explicado lo que sucede. Reacciona a la situación, deriva el control como te he explicado –la mujer hablaba con calma, despacio, pero se dejaba traslucir cierto tinte de preocupación e inquietud.

-No es la prioridad –insistió el sintético de combate-. No lo es la tripulación ni su supervivencia.

Antes de que la mujer replicase, Hank se echó hacia delante, y corrió hacia la salida. **

La charla entre el sintético y la mujer le pone de los nervios. Ocultan algo, eso es evidente, y encima tenían el descaro de demostrarlo delante de todos. Sara estaría demasiado ocupada remendando a esos capullos mientras que Boldian se había hecho con el control. Tenían que mirar en sus ordenadores, en sus hojas de ruta, en sus malditas tazas de café. No pertenecían a ninguna corporación, tampoco al ejército o a una compañia comercial. El marketing solía llenar esas naves; emblemas, carteles, logos, dibujos, colores corporativos. Nada, era como si fueran fantasmas.
Él había pertenecido a uno de esos grupos de fantasmas; un grupo de operaciones encubiertas. Sin chapas para cadáveres, con armas sin número de serie, utilizando transportes lacados en negro en los que ni siquiera ponía "Made In Taiwan 2.0". Sabía lo que era estar muerto en vida.
Allí pasaba algo gordo. Había un secreto que querían proteger a toda costa. Y cuando eso sucedía, las vidas de la tripulación, o la de ellos mismos, se devaulaba.
El sintético empezó a correr. "No es la prioridad" había dicho. El secreto, el deber, lo que fuera, por encima de ellos. La que parecía la jefa de todo aquello lo aprobaba. No iba a dejar que la mujer se suicidara, si es lo que pretendía, a costa de lo que fuera que fuese a hacer Hank. Por lo que había visto allí solo había un siténtico, el resto eran sistemas automarizados de armas. Si eliminaba a Hank, adiós problema.
Pero si lo seguía...bueno, le habían dicho que podía meter las narices donde quisiera.
—Lo sigo —dijo a sus compañeras.
Seguiría al sintético, vería a quién o a qué iba a derivar el control y si no le gustaba, bueno cumpliría las órdenes del teniente. Por poco que le gustase, ese capullo engominado podía tener razón por una vez en su vida.

Observé a mi interlocutora!!! Una mujer de unos sesenta años aunque con un aura extraña. No acababa de convencerme ni su forma de actuar ni lo que no dejaba entrever. Obvié sus comentarios hirientes mordiéndome la lengua para no mandarla a la mierda, dedicándome en su lugar a mirar las cápsulas en las que supuestamente estaban los supervivientes.

Fue entonces que comprobé que los fusiles aún estaban sin energía. Mierda!!! No habían desconectado los inhibidores…solo había apagado las defensas exteriores!! Pero ahora ya era tarde para lamentarse. Hice una seña a Lance y a Sara, confirmando el cuerpo herido al lado de aquella mujer, así como los tres cuerpos en las cápsulas.

- ¿Podemos conocer su nombre o debemos de seguir llamándola señora? – le dije sarcástica mientras controlaba los indicadores de las cápsulas.

Seguí mi escrutino de la zona encontrando dos cuerpos sin vida de dos varones así como el de una chica con el cuello roto.

- Tres bajas!!! En esta sala – grité para hacerme oír al resto. – Incluida una preciosidad con el cuello roto

Tras eso, la mujer comenzó a discutir con el sintético. Este no parecía aceptar la situación y sus circuitos parecían a punto de freírse intentando computar lo que sucedía. Salió corriendo, no sin antes hacer algunos comentarios que no me gustaron nada.

- Lance!!! El maldito sintético!!! - grité a la par que lo veía salir ya corriendo en su pos, - Misha!!! Deprisa necesitamos ayuda!!! Algo pasa aquí que no entendemos!!! Muy bien guapa!! – dije sacando mi cuchillo y acercándome a la mujer… - quiero saber cuales son esas prioridades de las que habla y por que no son importantes los miembros de su tripulación. Y me lo puede decir a mi o decírselo a mi compañero Lance, pero le aseguro que él será mucho menos amable que yo.

Analizando la situación se la cuenta que no podrán ayudar mucho a esa gente si no están dispuestos a ser trasladados a la base. Atiende a la mujer que parece en estado grave aunque también le preocupa la situación de los otros dos hombres en la otra sección de la nave. Suspira y se quita el casco para poder trabajar mejor. Sabe que se expone a una bala en la cabeza, pero seguro que saben que si se la cargan no podrán salvar a sus compañeros.

-Necesito saber si están dispuestos a ser trasladados a la base para una mejor atención. Con mi equipo sólo puedo estabilizarlos. Y tiene que saber que soy muy insistente con estas cosas.

Comienza a desplegar el equipo de soporte. Los primero que ve es que esa chica necesita quirófano urgente. Con su equipo, solo puede inmovilizar la pierna y una toracocentesis para insertar el drenaje en la pleura y evitar que muera ahogada por tu propia sangre. Y logicamente están las dos costillas rotas. Saca el estetoscopio y escucha la función pulmonar para ver la gravedad de los traumatismos.

-Boldian, despierta a los otros tripulantes. Cuantas más manos tengamos mejor. Hay dos personas desangrándose.

Comienza a preparar un campo más o menos estéril para la toracocentesis.

El sintético corrió. Lance detrás. La mujer le gritó a Hank exhortándole a que se detuviera. No hizo caso alguno. Desapareció por los pasillos con el marine en su persecución. Corrieron, uno tras el otro, doblando esquinas y sorteando escombros. El sintético se mantuvo varios metros delante de Khan.

Cerca de la entrada Óliver y Misha se toparon con la mole del sintético cargando hacia ellos. Por acto reflejo, Óliver, inexperto marino, apuntó y disparó con el rifle. Lo intentó repetidamente, hasta que recordó que no funcionaban; para entonces se encontró con ciento cincuenta kilos de soldado artificial que le golpearon con la fuerza de un tanque. O casi. El marine voló por los aires, chocó con Mijail, al que derribó, y acabó por estamparse contra una de las paredes. Afuera, el cabo Davies se acercaba a la entrada.

La mujer no se preocupó mucho de las amenazas, más preocupada por el comportamiento del sintético. Probó de erguirse un poco mientras ladraba órdenes, sin resultado. El cuchillo no la atemorizó. Miró con ojos gélidos a la marine.

-Adelante, marine. Me hará un favor.

Quizá otra cosa dejó perpleja a Kathe. Si no había error en los datos de las cápsulas, esas personas llevaban diecisiete años en hibernación. Así las cosas, la doctora con hielo en las venas se dedicó a su oficio con una profesionalidad vomitiva. Estabilizó a la paciente, comenzó con la toracocentesis. La mujer observaba a Sara, inquieta y con cierto brillo de curiosidad en los ojos. Daba la impresión que manejaba muchos datos detrás de esa dura mirada. Decisiones difíciles.

-De acuerdo, médico. Sí, pueden trasladarlos. Si Hank lo permite. Creo que no puedo controlarlo ya. ¿Está muy lejos su base?

Aquella cosa corría como un corredor de élite. Odiaba los sintéticos, odiaba su forma de hablar, tan concentrada, su forma de pensar, tan racional, tan objetiva, pero sobretodo odiaba su forma de correr. Ese hijo de perra no iba a cansarse, tampoco tropecería o sentiría el miedo de tener un auténtico depredador detrás. Simplemente corría. "¿Y por qué narices no le has volado la tapa de los sesos ya?". Que no funcionase el arma no era una excusa. Algo le decía que no debía eliminar a Hank. Algo en las palabras calladas de la mujer de la nave, en su fanático secretismo. Algo que le decía que si impedía a Hank hacer lo que se suponía que iba a hacer podría ser peor, para todos. Y no quería estar otros doce meses en Emerson aguantando las bromas de sus compañeros sobre su nueva gran cagada.
Siguió al sintético, saltó agujero en el suelo de la nave, se agachó para esquivar un panel descolgado, evitó unos circuitos en llamas, el cabrón se movía bien. En la distancia vio a Oliver. Intentó detenerlo...con un arma que no disparaba. "Joder, novato". Lo derribó, el chico salió disparado contra Mikail. Una buena jugada de bolos. No se detuvo, si se habían hecho daño que los remendase Sara. Si lanzó una broma.
—¡Nunca debiste abandonar el equipo de rugby de la universidad, Oliver!
Esa cosa corría. ¿Hacía donde? ¿Qué era peor, dejarle hacer o impedirselo? Mierda, él era un hombre de acción pero tampoco era un loco. ¿O si? ¿Y si lo dejaba hacer y que desatase todos los males? ¿Eso lo haría más interesante? Por suerte, no era un suicida.
—¡Boldian! ¡Arráncale unas putas respuestas a esa zorra estirada o voy a frenar a ese cabrón de lata! ¡Para bien o para mal, si esa zorra no habla, voy a detenerlo!
Esperaba que Boldian pudiera darle algo de carnaza en lo que basar su decisión. Si no obtenía nada, bueno, el sintético tenía un par de pienras, como todos, y ya que su rifle no iba a serle de ayuda, lo lanzaría con fuerza contra sus pies para que se enredase en ellos. Luego el cuchillo haría el resto.*

- Joder Sara!!! Tu y tus jodidas prioridades!!!! Te recuerdo que yo tengo las mías… Y ahora mismo no se que coño pasa aquí!!! Y eso me cabrea!!! – dije alejándome de la doctora y mirando las cápsulas que hacía unos instantes había controlado. – La ostia!!! Esta gente lleva dormida diecisiete años… - Dije mientras manipulaba los controles para que comenzasen el proceso de apertura y despertar.

Tras aquello y tras echarle una mirada de enfado a Sara, la cual ni siquiera vio de tan afanada que estaba intentando estabilizar a los heridos volví a acercarme a aquella mujer. La voz de Lance sonó en la frecuencia de radio. Entrecortada por la carrera que al parecer aún se desarrollaba.

- Bien trozo de mierda sin nombre!!! Te gustan los acertijos ¿no?... Pues a mi no. Tal vez no te hagas tanto la dura cuando comience a sacarte la información a ostias – dije golpeando con el reverso de la mano la cara de aquella mujer que me estaba empezando a exasperar y tras ponerme encima suyo con el cuchillo en su cuello y sin quitar ojo a la doctora que sabía que estallaría dije con voz fría…. – Bien Hank!!! Se que me escuchas!!! En sesenta segundos te juro que me cargo a esta malnacida a la que tanto pareces conocer!!! No se cuales son tus directrices pero si que tengo muy claras las mías!!! Empieza la cuenta atrás!!!.... Uno,…. Dos…. Tres …

Las cosas se comienzan a desmadrar. El sintético corriendo como alma que lleva el diablo, Lance tras él, Boldiqn siendo simpática como siempre... Y ella tratando de salvar las pobres vidas de los que hay allí y pueden ser salvados.

-¿Usted está herida? - la mujer no parece estar en las mejores condiciones.

Parece que consigue estabilizar a la chica antes de hacer una incisión en su caja torácica y meter un tuvo de plastico conectado a un equipo con vacío... Aun1ue haya sido algo provisional. Deben trasladarla sí o sí.

-La base esta a unos días de camino. Con este equipo puedo mantenerla con vida.

.

-No es una prioridad y usted habrá cometido un asesinato de una civil desarmada. Será juzgado, condenado y encarcelado.

La respuesta de Hank fue seca, tajante, carente de emoción. La mujer, que echaba chispas por los ojos tras la bofetada de Boldian, se relajó un momento y soltó una carcajada. Se puso a reír, y a provocar a Kathe:

-Vamos, soldadito de mierda, haz lo que más les gusta a los de tu clase. Golpear, matar, destruir, masacrar. Se os da bien. Capullos hijos de puta. Ten huevos y si vas a cortarme el cuello adelante, no te reprimas y deja de amenazar, gilipollas.

Sara seguía a lo suyo, aparentando ausencia de lo que la rodeaba. Su anfitriona no estaba en condiciones de responder, asuntos con Kathe la mantenían ocupada. La muchacha herida respiraba mejor, la intervención resultó un éxito. Sara regresó al mundo; comprobó que el caos era peor de lo que pensaba.

El sintético corría, el rifle de Lance pasó muy cerca, llegó a tocarlo. Misha se recuperaba de la caída. Fue cuando Hank trastabilló, ligeramente, consiguió alcanzar la salida y se topó con Davies. El cabo estaba desarmado, en medio de la nada, con el cuchillo en la mano y determinación en sus ojos. Davies saltó sobre él. El sintético no dudó

Hank se deslizó a la izquierda, se inclinó, extrajo en un segundo su pistola y disparó. El cabo supo que estaba muerto.

-Cargaros a este maldito, chicos.

Tres proyectiles reventaron la protección de la visera, la cara de Davies y esparcieron sus sesos dentro del casco.

-¡Hostia puta! –gritó Sebas desde el blindado. Instantes antes de que abriese fuego contra el sintético y barriese la zona de la entrada. Hank se escabullía por el exterior para rodear la nave siniestrada.

¿Que cojones acababa de pasar? Una misión fácil se acababa de ir a la mierda en unos segundos, ¿Le jha dado a Davies? JODER.

Se levanta, soltando el rifle que para la situación carecía de utilidad y apretando las nudilleras de sus puños se acercó a Hank, acojonado perdido y le tocó el hombro para girarlo bruscamente e intentar propinarle un puñetazo en la cara con su diestra, a la vez que con la zurda trata de desarmarlo en una desesperada maniobra de combate cuerpo a cuerpo.

¡'Te follen, cabrón!

Despierta de su mundo para encontrarse con el caos desatado. ¿Es que esa gente no puede mantener la calma? Ni unos ni otros. Y encima parece que el sintético ha disparado ha Davies. No sabe que es lo que está pasando, pero los tripulantes de esa nave la han liado.

Aunque claro, las formas que están teniendo en ese momento no son las adecuadas. ¿No podrían haber mantenido la calma? ¿No podrían haber planeado la intrusión mejor? ¿No podrían haber confiado en ellos? Porque entrar en la zona restringida cuando ellos están dentro y sin armas es querer joderles, pero bien jodidos.

Se pone en pie. Está harta de la situación y de algunas incompetencias en la misión.

-Señora, su sintético acaba de abrir fuego contra uno de los oficiales del escuadrón. Yo soy la más sensata del grupo, y eso sería decir demasiado, así que sugiero que hable ahora. Puede que sea civil, pero su sintético ha cometido un acto condenable.

La mira. No está para bromas y para misterios.

-Su sintético ha comprometido la misión de rescate. Nosotros hemos venido de buena voluntad a ofrecerles nuestra ayuda y ustedes nos lo devuelven atacando. Y hasta donde yo sé, podemos apresarlos por entrar en espacio restringido sin informar de su entrada. Están en nuestra jurisdicción.

Tendría que ir a ver como está Davies, a ver si puede hacer algo con él, pero si deja a Boldian sola allí puede ser que se cargue a todos los tripulantes de la nave ella sola y con su manía de arrasar con todo lo que pilla con delante.

¿Cómo podía una máquina decidir que era justo arrebatar una vida? ¿Quién coño había decidido otorgarle a un robot el libre albedrío suficiente como para jugar a ser dios? Era una máquina, un microndas, una tostadora. Davies estaba muerto. Muerto, maldita sea. Joder. Davies era un mamón, no sabía como usar un cuchillo, eso estaba claro. Era insoportable. El mejor cabrón que había encontrado en la unidad con el que partirse la cara. No había logrado tumbarle. Odiaba a ese cabrón. Pero era su cabrón. Era su oficial, era su compañero. Era su hermano. Lamentó la muerte del cabo, pero más aún que Hank no pudiera sentir dolor. Iba a sacarle la piel a tiras con el nombre del oficial.
—Oficial abatido.
Vio el cuerpo. No pudo detenerse, pero las palabras de Davies aún retumbaban en la caverna de su mente. Acabar cone se sintético. "Dalo por hecho. Mierda, Davies, nunca has sabido con quien echar un pulso".
Vio a Misha, quería coger a ese cabrón, arrebatarle el arma, pelear con él*. Apoyaría, Misha por un lado, él por otro. Sabían como desarmar a ese bastardo, humano o sintético. Presas sencillas, retorcer un brazo, una articulación. Si Hank no sentía dolor al menos convertirían sus articuliones en piezas no funcionales. Por mucha fuerza que pudiera tener sus huesos de mentira no aguantarían.
Y si eso no funcionaba, o Hank lograba escapabar...probaría con las grandas. El rifle era un arma de alta tecnología, el mecanismo de explosión de una granada era mecánica pura. Un percutor, un émbolo, el detonador, un cierre de seguridad. A la mierda el cierre, apretó los dientes, arrojó la granada.
—¡Fuego en uno!**—Gritó a su compañero.
Y si no explotaba, había otros métodos. Un marine era un arma letal viviente. Podía usar una cucacha para vaciarle la caja torácia a un tipo cualquiera. Un marine merecía respeto. Ya había perdido compañeros antes. Era como ver morir una parte de ti, una parte que jamás volvía. Por lo general, en la guerra, no sabes que bastardo en concreto se ha cargado a tu compañero. Pero allí lo tenían fácil. Hank lo pagaría, pero no sería suficiente. La mujer de los secretos lo pagaría. Ahora no tenían oficial. Murkint, ahora Davies. ¿Quién quedaba? Nadie, solo una jauría de perros rabiosos.

Ignoré las palabras del sintético y de la mujer… que parecía estar pasándoselo en grande.

- Treinta y cinco…. Treinta y seis….

Entonces pasó lo que nadie esperaba… El maldito robot había matado al Cabo Davies!! No era cristo de mi devoción, pero habíamos compartido buenos momentos. Aquello me enfureció y e hizo apretar los dientes. Las palabras de Sara intentando poner calma sonaron en algún lugar de mi espalda.

- No lo dudes perra… - dije a la mujer del suelo. - cincuenta y tres… cincuenta y cuatro…

La cacofonía de voces de Lance y Misha así como el ruido del cañón del blindado me hicieron tensar.

- Sesenta!!! – y sin perder un solo segundo levanté mi cuchillo sobre el cuerpo de la mujer para en el último instante girar el pomo del cuchillo y propinarle un tremendo golpe en la cabeza para dejarla sinsentido además de con una bonita brecha por la que comenzó a salir sangre mientras la cara se le hinchaba…

Me giré a Sara un segundo señalçandola con el cuchillo…

- Ni se te ocurra curarle esa bonita herida!!! – gruñí por lo bajo poniendo una cara que no prometía nada bueno. Tras aquello la anudé las manos con una cinta y la amordazé.

Tras aquello, me encaminé a los controles para intentar deshabilitar o desconectar los inhibidores. Mientras lo hacía hablé con Sara.

- Olvídate de los heridos de esta puta nave!!! Acaban de convertirse en nuestros enemigos!!! Actua como una marine!!! Y ayuda a tu unidad!!. Buscamos como desactivar los putos inhibidores o vigila que no llegue ese sintético bastardo… Si lo ves venir lánzale esto… - le dije pasándole una granada.

-Yo no quería esto. Créame. Nadie lo quería –dudó solo unos instantes, paseando su mirada de la conciliadora Sara a la iracunda Kathe- . Hank tiene sus directrices de protocolo para estas situaciones. No he podido controlarlo ni convencerlo. La doctora…ella…tiene las claves de su programación.

Kathe no pudo contenerse. Golpeó a la mujer. Un chasquido, y dejó de hablar. Necesito un segundo impacto para dejarla inconsciente. La ató y la amordazó, de muy mala leche. Si fuera por ella, le arrancaría la cabeza. Miró alrededor, las cápsulas continuaban con su proceso de reanimación; un nuevo vistazo le reiteró lo que ya sabía, allí no estaban los controles que buscaba. Corrió hacia otras de las secciones del trozo de la nave de escape, hizo una rápida y eficaz búsqueda, no encontró nada que se pareciese a lo que con desespero deseaba encontrar. Regresó con Sara.

Fuego sobre el androide. Sebas tras la artillería del blindado. Eran patos de feria nadando sobre un mar de arena ante la gran pistola de Sebas. Mierda, solo en el cuerpo de marines le darían un arma automática y estática de gran calibre a un tio con el cerebro reducido como Sebas. ¿Qué opciones tenía? Probar suerte con las granadas sabiendo que el mal funcionamiento de las mismas podía hacerle explotar la mano o atraer la atención de Hank, cuya arma su funcionaba, para luego seguir a la carrera a ese androide bajo fuego amigo. Era una locura, un suicidio.
—Puedes quedarte aquí, Misha, pero yo no tengo nada mejor que hacer —dijo, mientras mordía las anillas de dos granadas que sostenían sus manos, las arrojaría a la vez antes de echarse a la carrera.
Calculó la trayectoría de Hank, el de sus propios explosivos y el de la ráfaga del arma de Sebas. Velocidad, trayectoria, curvatura, un vector, matemáticas, una x que se encuentra en algún punto, tenía que haber alguna manera de atravesar ese campo de muerte. Así que seguiría a Hank, con mi, ojos, cauto ante el sintético, ante Sebas. Suicida era su segundo nombre. El primero era Estúpido. Ah, pero los reyes no se forjaban quedandose atrás.

Khan lanzó las dos granadas, esperó unos segundos, calculó y salió corriendo. Igual que Hank, perseguida su estela por los proyectiles que vomitaba Sebas.

Algo sucedió. Un instante, apenas apreciable. Una fluctuación en la atmósfera; una titilante vibración en sus cerebros. Sara fue moderadamente más receptiva. Ella sintió, o tal vez solo imaginó, una afilada aguja de aguda punta hendiendo su mente con frustración, ira, y miedo.

Las armas se activaron. Las granadas cayeron al suelo, rodaron, detuvieron su carrera.

Detonaron.

No pillaron al sintético. No de lleno. Las vio venir. Saltó, pero la onda expansiva le alcanzó. Fue desplazado uso metros, cayó, rodó, se giró, y apoyó en una pierna buena; la otra se resintió por el impacto de una de las granadas, la piel sintética estaba abierta, los huesos artificiales dañados. A Lance le dio el tiempo justo, el que dura medio latido, para apartarse de la trayectoria del rayo que iba a salir del cañón de su rifle. Se tragó la tierra y se pegó a unas piedras pequeñas como precario refugio.

Plasma negro. El cabronazo poseía un arma de plasma negro.*

El relámpago pasó cerca, abrasó el aire alrededor, traspasó la tormenta de arena. Sebas cubrió a Lance, obligó al sintético a cambiar de posición. Apareció por otra parte del talud y disparó contra el blindado. Dos veces. El rayo abrió dos boquetes en la piel acorazada del monstruo de metal, cruzó el habitáculo interior del M577, dejó helada un momento a Turk y sin respiración a Sebas; muy cerca de él humeaba el agujero producido por el rayo. Se extendía en filamentos del color de la noche por la zona adyacente de la coraza del vehículo, trazando el intrincado diseño de una telaraña, corroyendo como un animal hambriento la aleación de acero reforzado.

"Una titilante vibración", ¿Y qué cojones había sido eso? Estaba desarmado, mascando tierra y polvo, con el pulso tan acelerado que parecía el estribillo de una canción de heavy metal, con mierda hasta el cuello y su cabeza le jugaba malas pasadas, como si Dios hubiera decidido jugar a los bolos dentro de sus entrañas. El momento pasó pero no había dejado de ser jodidamente extraño.
Las granadas explotaron, ahí tenía algo sólido a lo que agarrarse. Una de ellas irió al sintético.
—¡Jódete Hank! —Gritó mientras se arrojaba detrás de una rocas para evitar el letal disparo. No le impactó, pero le dejó boquiabierto. ¿Quién, en su inmensa sabiduría, le había dado un arma de plasma negro al sintético? ¿Quién podía estar tan loco? Y sobretodo, ¿Por qué él no tenía una?
Escuchó más disparos. Pudo ver el blindado, agujereado por el plasma oscuro. Era como carcoma, una masa de brea que devoraba el metal más resistente. Un solo impacto y estabas jodido. No había nada que te salvase. Se le ocurrió disparar, ¿Con qué? Había arrojado el rifle a los pies de Hank. Nunca dejaba de asombrarse a si mismo. ¿Cómo es que no había sido científico o algo? Escupió polvo. Su escondite era como el tanga de una stripper, dejaba poco a la imaginación. Veinte metros lo separaban de Hank, un poco menos y podría llegar a la nave. ¿Y dejar a ese cabrón correr hacia donde estuviera corriendo? Ya tenía plasma negro en las manos ¿Qué mierda podía ser tan importante como para querer protegerla...o activarla? Algo gordo, algo serio.
Tomó la pistola entre sus manos. Las granadas habían funcionado, mecánica simple. ¿Por qué el arma no? El rifle era más complicado, pero ¿La VP 70? Un arma pequeña, manejable, un gatillo, mueves, percutor, pistón, explosión, química en movimiento, pólvora impulsando una pequeña pieza de metal a través de un cañón. "Va a funcionar, va a funcionar". Tomó la radio.
—¿Vais a hacer algo o tengo que ocuparme de ésto yo solo? ¡Joder, llamad a la base, pedir ayuda, que envien todo lo que tengan, que vuelen este puto lugar! ¡No es una partida cientifica, joder, tienen plasma negra! ¡Son los putos iluminnati, los hijos de Satán, mi puta madre, joder!—Palabrotas, chascarrillos cargados de ira, quizás...desesperación. Quizás. Porque en medio de todo el caos Lance se preguntó que se sentiría al recibir un disparo de plasma negra, la sensación de experimentar como tu cuerpo se disuelve en las más absolutas de las nadas, en la más profunda de las oscuridades...en un solo instante.
No iba a correr. Tenía un arma, veinte pasos. Era un disparo que no iba a fallar. ¿Y el arma? Confiaría en que iba a funcionar. Podía disparar al aire pero perdería el elemento sorpresa. Un disparo. Sencillo ¿Verdad? En la academia te enseñaban a apuntar, a apretar el gatillo. A no hacer preguntas. Y si las hacías, ¿Qué más daba? Te tocaba Emerson como destino, te enterraban. Iba a disparar, iba a volarle la puta cabeza a ese sintético. Iba a coger su puta arma y a conseguir un par de respuestas fáciles. Y si le alcanzaba...bueno, ¿Qué era la vida en aquel agujero? ¿De hecho, que era la misma existencia? Tragar polvo y mierda mientras unos elegidos jugaban con las vidas de los demás. Al menos él se daría el gustazo de decidir cuando y cómo. "Aquí y ahora".
—Sebas, dame cobertura.
Respiración, lenta, las pulsaciones, bajando, el miedo, dominado, encadenado a una piedra de deber y mala leche. La expresión serena, no más dientes apretados. Los ojos despejados, su visión era clara, enfocada. Salir del escondite, apuntar, disparar. Un marine podía hacerlo todo en menos de un segundo. Un disparo entre ceja y ceja. Una prueba en la galeria de tiro. Veinte pasos. Solo veinte pasos. Seguridad, firmeza, memoria muscular, técnica, destreza. Había nacido para aquello. Emerson rugia, lo acalló. Igual que el fuego enemigo o las voces de la radio. A la mierda, una estrella que muere explota antes de hacerlo. Era su supernova.
Salió del escondite, rodilla en tierra, Hank, en la cercanía, veinte pasos. Su suerte, vendida. Apuntó, apretó el gatillo. Y si era el final, ¡Bievenido fuera!