Partida Rol por web

Miraba los controles sin parar, pero allí no parecía haber nada que pudiese ser lo que buscaba. Los inhibidores no estaban localizables o bien estaban en otra zona de la nave. La doctora no parecía muy decidida y parecía dudar. Una detonación en el exterior y luego varios disparos… Un silencio se hizo de pronto. Joder!!!

- Informad!!! Que pasa ahí fuera!!! – grité con un poco más de histeria de la necesaria. Luego me encaré a la doctora. - Sara!!! Escúchame!!! Olvídate de esta gente!! Ya volveremos por esa perra!!! – añadí señalando a la mujer maniatada y con un hematoma incipiente en la frente. - Necesitamos armas!! O en su defecto buscar algo que desactive las de la nave y los inhibidores o sea que espabila ya joder!!!

Sebas martilleó sin descanso sobre la zona de Hank, transformado el terreno en puré. El sintético cambió de posición, y se encontró frente a frente con los ojos de Lance, tras la turbia cortina de arena arrastrada por el viento. Ambos dispararon. Dos veces el marine. El androide cayó hacia atrás, su armadura aguantó el primer impacto; el segundo rompió la visera y atravesó su mejilla. Lance perdió la pistola; el rayo de plasma negro cruzó el terreno y quemó el cálido aire de Emerson. Pasó a pocos centímetros de su mano, soltó el arma ardiente a través de los guantes de la armadura. El dedo meñique fue seccionado por el intenso calor de la ráfaga de aire arrastrada. No dejó secuelas, cauterizó al instante, sin marca de plasma. Dolía. Recogió la pistola todavía caliente.

El sintético rodó por el talud y abrió fuego de nuevo contra Lance; falló. Quedó fuera del ángulo de visión y disparó al blindado. Sebas lo alcanzó por tres veces, sus proyectiles se hundieron en el pecho. Eso debió de hacer daño al sistema. Sin embargo el androide de guerra tuvo energía para levantarse y correr hasta el extremo de la nave. Otros dos proyectiles de gran calibre reventaron su espalda. El androide se puso a cubierto rodeando la nave y quedó fuera de la vista de todos.

Oliver apareció en la entrada.

-¡Vamos, Misha! –Se echó a correr por el lateral de los restos de la nave en la otra dirección, con intención de rodearla y coger a Hank desde el otro extremo.

-¿Estás bien? –preguntó Sebas. Luego se escuchó a Turk, informando que no había conexión con la base. No había manera. Se puso a los controles y el M577 empezó a moverse hacia la nave.

Dentro, Kathe no encontró más que algunos bidones de agua, comida deshidratada, píldoras y pastillas. Ropa, mantas, dos microordenadores fritos, nada de armas ni otra cosa. Los ordenadores principales deberían encontrarse en una de las otras dos partes de la nave de escape siniestrada y partida en tres. Buscaba con rabia, mientras Sara mantenía la calma, supervisaba el proceso de los bellos durmientes, y se encargaba de las heridas de la mujer ocasionadas por su furiosa compañera.

No se inmuta por los gritos de Kath. Sí, la situación está jodida y han perdido a uno, pero no han sido las personas que están en esa sala, ha sido el maldito sintético. Y no cree que deban dejar morir a unos civiles por algo que ha hecho un tipo de hojalata. De todas formas, ella no es especialista en armas.

-Mantén la calma. Cuando uno está histérico no es capaz de pensar con claridad, Kath.

En un módulo de hibernación no van a encontrar lo que buscan. Los controles de la nave deben de estar en la cabina del piloto y los de seguridad deben de estar cerca de esa cabina. Y probablemente tengan que buscar el morro del aparato estrellado.

-Si gastas tus fuerzas en cabrearte y en buscar como una inútil no harás nada por los demás. Los controles de la nave estarán en el morro.

La mira, directamente. No tiene el casco puesto.

-Y si vuelves a hablarme así, tendrás que rogarme no te mate. Y se muchas formas de matar. El cuerpo humano no es un misterio para mí. ¿Entendido?

Coge el casco y se lo coloca. Hay que salir ahí fuera y buscar el morro.

Durante unos instantes Lance pensó que toda ese plasma negativo lo engulliría para siempre. El abismo, era su destino, su final, su descanso. Y en la oscuridad más profundad vería los rostros de sus amigos muertos y él del amor perdido. No más dolor, no más pesadillas, no más frustración por no poder arrancarle un par de respuestas claras a la puta existencia o a un superior con los galones mal puestos. Si, durante unos instantes casi había sido feliz. Y, sin embargo…la felicidad no duraba para siempre, de hecho era una perra esquiva. A, lo que Emerson te da, Emerson te lo quita. O algo así.
Sintió el calor, su dedo meñique volatilizándose, la herida cerrándose por el intenso calor. Recuperó el arma. Había disparado. Estaba caliente, la sumergió en la arena para enfriarla, no iba a dispararla hasta que lo hiciera. Otro disparo de plasma negro, él mismo sumergido en la arena, apretado contra ella. “Valiente parapeto, gilipollas” escuchó decir a su instructor dentro de su cabeza.
Apareció Oliver, iba a rodear la nave para atrapar al androide. Su entusiasmo podía ser mortal. Él mismo había sido así, eternamente joven, idealista, inmortal. Y estúpido, muy estúpido. Sebas le preguntó por su salud.
—Solo he perdido el meñique, pero…piénsalo. ¿Has usado alguna vez ese puto dedo? —Miró su mano tristemente mutilada, era una cicatriz de la que no se podía presumir en el bar, con las chicas. Y entonces, se acordó — ¡Mierda! Ya no podré beber té al estilo inglés.
No había comunicación con la base. Bien, cuando más necesitabas al mamón de tu superior más se esforzaba por desaparecer.
—Vamos —dijo —. Sigamos a ese cabrón. Lo atraparemos entre dos frentes.
La vieja táctica del yunque y el martillo. Esa cosa debería estar ya muerta pero tenía una dosis extras de pilas alcalinas. Al menos si pudieran acabar con él antes de que hiciera lo que tuviera que hacer. Aceleró el paso, llegaría al primero. Intentaría ser el señuelo.
—Oliver, Misha, id informando. Usad las pistolas. Cuando le veáis, esperad. Yo lo distraeré…vosotros cosedle a tiros. No me falléis o no habrá globos de colores en vuestra fiesta —cortó la comunicación.
Su plan no era nada elaborado. Seguir a Hank de cerca, con el apoyo de Sebas y del blindado, disparar, más para llamar su atención que para herirlo aunque desde luego no desperdiciaría. Entonces, esperar a que se girarse, pegar una patada a una montaña de arena para levantar una confusa cortina y echarse a un lado, luego esperar, y rezar, para que Oliver y Misha terminasen el trabajo.

Turk se aferró a los mandos, preguntándose como se había llegado a esta situación, qué se les había escapado o donde metieron la pata. Hizo girar y brincar al M577 sobre el árido terreno mientras Murkint continuaba inconsciente y Sebas, como un perro rabioso, recargaba con celeridad el cañón. El blindado cabalgó el desigual terreno, borró del mapa las unidades de vigilancia con el frenético tableteo de la ametralladora y dobló hacia el otro lado de la nave destrozada, con Khan cerca, protegiendo la figura del marina entre la tormenta de arena.

El androide corrió lo que le permitía su maltrecho corpachón. En esa zona el terreno ofrecía una menor cantidad de huecos donde esconder. Llegaron a tiempo de ver como reventaba la cabeza de un demasiado impulsivo Óscar, que hizo oídos sordos a las directrices del veterano Lance, para luego girarse hacia ellos y abrir fuego con el arma humeante. Ya no era plasma negro, agotado y sin reservas.

Tres detonaciones debajo del blindado lo detuvieron en seco: Hank había dejado regalos envenenados ocultos en el camino Uno de ellas destrozó la rueda trasera derecha, el eje y la suspensión. * El monstruo avanzó cubriendo el paso de Khan y todos ellos dispararon sobre el blanco que ofrecía el sintético: Lance, Sebas, Misha. No fallaron, pero al sintético le quedaba energía para un nuevo contraataque. Lanzó una bomba de forma circular que se quedó pegada al exterior del M577. Las contramedidas y defensas del blindado, gracias a la rápida intervención de Turk, evitaron los efectos del pulso electromagnético generado. Con todo, el sistema de orientación del vehículo fue dañado. El postre fue cuando explotó la segunda carga contenido en la bomba. Destrozó el cañón y obligó a Sebas a refugiarse al otro lado del interior del blindado. Lance estuvo a poco de recibir la lluvia de metal encima. Pateó el suelo y eso casi le cuesta una bala en el cuello.

Mijail acertó en la cabeza del tecno. Khan no erró tampoco. Se desplomó hacia delante Hank, agujereada su protección del casco. Inerte. El silencio del silbido del viento y el rascar incansable de la arena ocuparon de nuevo el lugar que les pertenecía en Emerson.

Sara dejó a los bellos durmientes que despertasen a su ritmo, a la mujer herida estable, y a su interlocutora de mediana edad inconsciente todavía. Con precaución salió al exterior. A lo lejos se veían difusas las otras dos partes de la cápsula de escape, sombras fantasmales y desvaídas a través de la cortina impenitente de arena.

—¡Ese hijo de puta tiene siete vidas! —Gruñón Khan, la cafetera tenía garantía extendida.
Siguieron los disparos, el correr de la arena, la palpitación de las sienes, sudor, batalla, guerra, muerte. Oliver se acercó demasiado. “¡No, joder!”, sus sesos salieron disparados hacia atrás, el cuerpo del chico cayó inerte. Ya era el segundo marine que moría en aquella locura y aún no entendía el motivo. ¿Por qué morían? ¿Por qué peleaban? No era diferente a otras guerras.
El blindado perdió una rueda. Hank era un tipo listo e Emerson se prestaba a esa clase de tácticas guerrilleras. Más disparos. Maldita sea, el androide se negaba a desaparecer. No le gustaban las máquinas, hacían de la guerra algo impersonal, algo artificial. Arrojó una granada. Turk pudo salvar el equipo eléctrico, el cañón quedó hecho trizas. “Nos está jodiendo vivos”.
Misha acertó en plena cabeza, Hank se vino abajo aunque estaba seguro de que él también le había dado. Con cautela, aún con el arma en ristre, Khan se acercó al androide.
—Un tanto para ti, Misha —dijo al ver el agujero que la bala había dejado en Hank, perfectamente centrado.
Se arrodilló al lado del sintético. Tomó el arma de plasma negra y se la echó a la espalda, registró todo lo demás. Ropa, insignias, números de serie, cualquier cosa.
—¿A dónde ibas cabrón?
Miró al desierto, miró a la nave. Lo malo de los muertos era que se llevaban sus secretos a la tuba. Pero que dios bendijese a los discos duros. Sacó su cuchillo y empezó a destripar a Hank con sumo cuidado. Terminó cortándole la cabeza. Un bonito trofeo…sino se hubiera llevado a dos de los suyos con él. Abrió el comunicador.
—Kat, ¿Crees que podrías entrar en la memoria de una cabeza artificial? Necesitamos información.
Le arrojó la cabeza a Misha para que la guardara, pateó el cuerpo del androide y luego le escupió. No merecía la pena morir en Emerson. Meses de aburrimiento y en un día, pum, te volaban la cabeza.
—Voy a por Oliver, luego iré a por Davies.
Se acercó al cuerpo de muchacho. No había ojos que cerrar, solo restos de su cabeza desparramaba. Un ataúd vacio arrojado al espacio.
—Una pena granjero, me caías bien.
Llevó el cuerpo al blindado. Lo dejó dentro y lo cubrió con una lona. Se asomó debajo del eje.
—¿Tiene arreglo? ¿Con esta tormenta? ¿Aquí fuera?
No lo creía. Marchó a por el cuerpo de Davies. Recordaba más o menos por donde había caído ya que no pudo seguir las huellas de la persecución, el desierto las había borrado. Encontró el cuerpo* y se lo quedó mirando. Lo único que quedaba de ese hombre en aquel planeta era un saco de músculos inertes y la herida que él tenía en la mano. Se la apretó hasta hacerla sangrar de nuevo. Eso había sido una victoria para el cabo. Ahora estaba muerto.
—Mierda, Davies, eras un gilipollas pero tenías huevos.
Cargó con él, pesaba más que Oliver. No iba a dejarlo ahí.
—Vuelvo al blindado. Sara ¿Qué tal vas por ahí? ¿Kat? —Dijo por el comunicador —. Por cierto ¿Quién está al mando ahora?

El caos... solo reina el caos del desorden en el exterior. Y es que no han sabido actuar como deberían haber actuado y ahora tienen a dos compañeros muertos y a la Sargento inconsciente. ¿Pero que se puede esperar de soldados? O de soldados que llevan meses aburriéndose en una base de mala muerte en un planeta que sería mejor volar en pedazos.

Avanza por la arena del desierto del Emerson, acercándose a otro de los pedazos de la nave. Si hay más peligros, deben desactivar la zona restringida para las armas.

-He dejado a los heridos estables y a los dormidos despertándose. Ahora voy a encontrar los controles de la nave. Si queréis armas, hay que encontrar la sala de control.

Sigue avanzando.

-¡Que te follen, Sara! –harta de la serenidad de la doctora y de una búsqueda infructuosa, Kathe se largaba en busca de tipos duros de metal.

-Khate, Sara –se escuchó por la radio a Turk-. Asegurad esa sala, bloqueadla, y que ninguno de ellos salga de ahí, hasta que se recuperen y los podamos interrogar. Debemos considerarles gente hostil.

Sebas ayudó a Lance en el traslado de los cuerpos caídos. Khan no encontró otra cosa que un número de serie y la supuesta fecha de fabricación de la cafetera, veinticuatro años atrás. Diversas granadas y chuches: fragmentación, sónicas, aturdimiento, pulso electromagnético, incendiarias y de gas. Una pistola, dos cuchillos, el rifle, cargadores; no quedaban de plasma negro. Lo que parecía el desactivador de las unidades de vigilancia, con código.

Silencio. Aparte de las blasfemias de Sebas. Dos compañeros abatidos. ¿Emerson había oxidado sus capacidades? Sebastián echó un largo vistazo a los daños en el M577-

-Kathe y yo podemos solucionarlo. Pero tienes razón, no con esta tormenta, ahora, y el asqueroso calor. Si para de una vez este cabrón de viento, nos liaremos con él esta noche.

Sara fue a su rollo y Kathe se encontró al poco al lado de ella, dirigiéndose hacia otra de las tres mitades de la cápsula de escape. Kathe gruñó algo afirmativo a Lance acerca de escarbar en los circuitos del androide. Misha también podría ayudar con eso, aunque no eran expertos. Murkint era más hábil, cuando recuperase el conocimiento.

-Chicos, sigue sin haber comunicación con la base. La tormenta tiene pinta de empeorar según los indicadores, pero a saber si funcionan bien. Misha, regresa al blindado, mira si pues hacer algo con la cabeza del sintético. Lance, acompaña a esas dos exploradoras, no queremos más bajas. Entretanto voy a comprobar todos los sistemas del vehículo y los destrozos del jodido plasma negro. Si os parece bien, hasta que la bella durmiente despierte, debería tomar el mando yo, por antigüedad y veteranía. Si alguien lo quiere para él, se lo cedo.

Sara se detuvo en seco. Descubrió a dos unidades de vigilancia a corta distancia del otro trozo de nave. Esta parte de la cápsula estaba en su mayoría enterrada en la arena, apenas una sección quedaba visible y desde ese lado no se veía acceso alguno.

El sol, otro de los señores del árido planeta, empezaba a poner el turbo y apretaba con fuerza. Parecía que hoy se había levantado con ganas renovadas de abrasar el mundo.

—Siempre se van ¿Sabes? —Le dijo a Sebas mientras trasladaban los cuerpos —. Ellos mueren, desaparecen, Pam, y ya no están, como un mal sueño. Y a veces piensas ¿Han existido realmente o solo lo han hecho dentro de mi cabeza? Los enterramos, pasan los días, la gente olvida. Es lo apropiado, para sobrevivir. Y es como si nunca hubieran existido. Pero hay algo que no me va a dejar dormir. ¿Por qué? Hasta que no lo averigue ellos no descansaran...y yo tampoco.
Miró los fríos ojos cerrados, la expresión de traquilidad de los cadáveres. Veía muchos rostros ahí, veía respuestas calladas. Mucho por hacer.
Registró a Hank. Chatarra inútil con muchos juguetes. Dejó el rifle, pero se quedó con el plasma negro. Había un arsenal en la nave estrellada, estaba seguro, y cuando recargase aquella preciosidad, bien, se abriría paso a través del cascarón de aquel misterio. Cogió el desactivador de las unidades. Pedía un código. No dijo nada, lo guardó entre sus cosas.
—Me parece bien, Turk. El mando te sienta muy bien —dijo sin mucho humor, estaba como ido, pensativo. —Iré con Sara y con Kathe. Pero escucha, si la tormenta se recrudece, abandonad el blindado. No quiero tener que excavar para encontraros.
Sin comunicaciones, con los sensores estropeados, las armas inactivadas, dos hombres muertos. Avanzó hacia la nave estrellada. La pistola desenfundaba, los ojos turbios.
—Voy con vosotros chicas...esperad a papá oso. Oh, mierda. ¿En serio? No habeís asegurado muy bien a estos cabrones. Seguid sin mí, voy a asegurar la sala. Serán solo un par de minutos. Otro día os daré un par de clases prácticas —dijo, deteniéndose delante de la puerta donde se encontraba los civiles. No, Sara no había hecho un buen trabajo, Kathe tampoco. Siempre le tocaba a él. ¿Qué se le iba a hacer?

Entró en la sala, cerró. Cortó las comunicaciones, atrancó la puerta. Por dentro.
Los Pretorianos, una unidad de élite para operaciones secretas. Muertos. ¿Motivo? Clasificado, desconocido, una espina clavada que le estaba volviendo loco. ¿Y por qué seguía él vivo? Emerson, un culo espacial árido y maloliente. Dos soldasdos muertos. ¿Motivo? Misterio. ¿Misterio? Y una mierda. Se negaba a aceptarlo. Puede que esos hijos de puta del ejército supiesen cubrir su mierda pero en Emerson la ley eran ellos. Y ahora mismo, en esa sala, la ley era él. Y nadie podía frenarle.
—Señora —dijo, oscuro, siniestro, acercándose hacia la mujer con la que habían hablado hace...parecía una eternida, y a la vez, un instante. Un parpadeo y dos hombres habían muerto.
Sara había hecho un buen trabajo. Si, joder, seguramente les había dado un beso de buenas noches a esos mamones. Cura, sana, cura sana, sino se cura hoy, se curará mañana. Pero Khan estaba allí, no habría ningún mañana. No para esa puta gente. ¿Querían secretos? Solo los muertos guardaban secretos.
Se acercó a la mujer. La alzó por encima de su cabeza y la arrojó contra el suelo, sin expresión alguna en su rostro. Su ira era seca, contenida mucho tiempo, como nitrógeno en una botella cada vez más oxidada. Pateó a esa zorra, en el estomago. Bota militares con punta de acero en un abdomen plano. Dolía, si joder. Él no sentía nada. Se sentó a su lado, la cogió del brazo. Su mano era una tenaza de metal. La miró a los ojos.
—Dos marines han muerto hoy. Quiero saber ¿Por qué? A donde iba a Hank, quien es usted, qué es esta nave, que transportan. Lo quiero todo pero...Shhhhh, calla. Sé lo que vas a decirme. Confidencial, no hablaré, perro, puerco, machista opresor, bla, bla. Escucha, el mundo que conoces no existe. Aquí solo estamos tú y yo. La cuestión es solo si hablarás antes o después. Voy a hacerte preguntas. Vas a responder.
La sujetó bien el brazo, a la altura del hombro. Un leve movimiento, con fuerza pero ligero, el hombro discolado, fuera de sitio. Era bastante sencillo. La sujetó el brazo por el tríceps con una mano, la otra por el bíceps, hizo tenaza, manos de metal, rabia contenida, fuerza desmedida. La quebró como si fuera una ramita. Puso sus manos sobre el antebrazo.
—El código de desactivación.

Ya dentro del blindado, se sienta con un largo suspiro, tío, aún no podía creerse que acabaran de cargarse a Davies, no era mal tipo. Soltó su rifle y se llevó las manos a la cabeza por un momento, menudo estrés. 

Meneo algo la cabeza metálica, sintética, o lo que fuera. Echandole un vistazo.

-Toma su radio y habla con un hilillo de voz suave- Ehmm... Señora... ¿Que tengo que hacer exactamente?

Escuché las órdenes instantes antes de salir de la sala… Al parecer aquel maldito bastardo del sintético ya estaba KO. Perfecto!!! Turk se hacía con el amndo y debíamos de buscar la otra parte de la nave. Para mi desgracia eso conllevaba seguir haciendo de niñera de la doctora. Prefería mil veces los desplantes de Lance que la ignorante parsimonia de la doctora…por mucho que pudiese salvarme el culo en algún momento. Ante las últimas palabras asentí instantes antes de sacar varias bridas.

- Si han de ser considerados hostiles no voy a dejar que se despierten a sus anchas!!! – dije retando a la doctora con la mirada mientras colocaba las primeras a uno de los cuerpos que estaba despertando. – Sala asegurada!!! Dejo a todos los integrantes vivos de la nave pero atados para que dejen de molestar. Sería aconsejable controlarlos más de cerca mientras voy con la doctora a buscar ese trozo de nave…

Instantes después giré sobre mis talones y avancé hacia la salida diciendo un escueto… “Vamos!!!” a Sara, instantes antes de que la voz de Lance nos avisase de que se venía con nostros.

-Vamos Lance!! No tenemos todo el día!!! – bromeé por los comunicadores.

Aquellos pocos tripulantes de la nave, todavía algo desconcertados y despabilándose de su estado anterior, se encogieron cuando vieron entrar a Lance con esa expresión en su mirada que nada bueno vaticinaba. Atados con las bridas, poco podían hacer. Uno de ellos recibió la primera oleada de cólera del marine. Se miraron entre ellos, y mantuvieron su mutismo. Khan no estaba para hostias, les apuntó con su pistola. Cerraron los ojos, esperando el temido disparo. Pero uno alzó la mano:

-Espera. No sabemos qué ha sucedido, despertamos y nos encontramos con Carlina inconsciente, golpeada, a vosotros combatiendo con Hank y ahora nos quieres matar. Espera. El código de desactivación de las unidades de vigilancia no lo sabemos, el sintético podía cambiarlo, o Carlina. Somos científicos, no gente de armas.

-¡Calla! No sigas. No debemos decir nada. Calla la puta boca de una vez –intervino otro.

-¿Qué importa? ¿Has visto la fecha? Cuanta gente más va a morir. Yo estoy harto. Lo estaba antes. Quiero terminar con esto. Soldado, ¿dónde estamos? ¿Qué garantías puede darnos tu oficial?

-¡Que te calles, cobarde!

-Tiene razón, Steawuard. Yo no quiero morir. No me prepararon para esto –dijo una mujer de unos treinta años.

-Todos sabíais a lo que nos exponíamos. No diremos nada.

-No seas imbécil, lo descubrirán de todas formas.

-Si no tienes idea, Misha, espera a Kathe. O a que despierte Murkint. No te vayas a cargar esa fuente de información. Mira, aquí tiene la unidad central –Turk comprobó el interior de la cabeza del sintético- Joder, una parte está perforada por el proyectil.

-Yo probaría, ¿qué más da? No la vais a joder más –señaló Sebas, revisando el armamento.

……

Kathe y Sara se deshicieron de las dos unidades de vigilancia sin demasiado problema. * Avanzaron hacia la sección más cercana y pequeña. Entraron por un hueco de la zona partida, revisaron con precaución por dentro, con ayuda de sus linternas: arena, piedras, gravilla; dos cadáveres casi tragados por la tierra. Un almacén con trajes de supervivencia, máscaras y bombonas de oxígeno, equipos de supervivencia, la mayor parte del material dañado. Sin indicativos de pertenencia a ninguna organización o corporación. Caminaban con dificultad, entre tanto destrozo, sudorosas, golpeadas por las diminutas esquirlas de tierra que arrastraba el viento y se colaban en la nave. Dieron con una puerta bloqueada por la arena, se dedicaron a retirarla con paciencia. Los sistemas no funcionaban y la puerta permanecía cerrada.

Hace caso omiso a las palabras de sus compañeros. La única cosa por la que escogió medicina es por su habilidad para trabajar bajo presión, para mantenerse fría ante lo que otros vomitarían. Y por eso se mantiene fría, con su pensamiento racional, incluso cuando algunos de los suyos han muerto.

Se encuentran en su camino dos unidades de vigilancia y se deshacen de ellas con facilidad. Ahí hay algo. Algo importante. No podrían unidades de vigilancia a un fragmento tan pequeño si no fuese porque esconden algo ahí. ¿Quizá aquello que Hank trataba de proteger?

-Chicos, unidades de vigilancia. Quizá deberías dejar de hacer el vago y venir hacia este fragmento.

Entran dentro. Arena y viento. Eso es lo que hay. Todo está destrozado. Pasa por encima de los cadáveres y descubren una puerta cerrada. Hay tiene que haber algo porque tras despejarla, no se abre. La puerta tiene los sistemas bloqueados.

-Y aquí hay algo.

Mira a Kathe.

-¿Puedes abrirla?

Y la mira como diciendo "haz algo útil de una puta vez, no como cabrear a un puto sintético que se ha cargado a dos de los compañeros".

Una vez desactivadas las dos unidades de vigilancia todo se hace más fácil. Encontrar los restos de la nave no fue demasiado difícil pues solo había que seguir el rastro de la infinidad de restos que habían ido quedando en su forzoso aterrizaje. Lo único importante era hacerlo antes de que la maldita arena de aquel planeta de mierda los cubriese.

Para cuando llegamos, el aire golpeaba con fuerza los restos de la nave, incluso en su interior. Con escasa visibilidad y un calor sofocante fuimos avanzando. Los restos de equipo de salvamento estaban desperdigados por doquier. También lo cuerpos destrozados de dos de los tripulantes… “Intenta salvar a esos también!!!” Pensé para mis adentros mirando a Sara.

Al final llegamos a una puerta. Semi enterrada por la arena y con el sistema hecho añicos, lo que impedía su apertura. La pregunta de Sara me sacó de mi análisis previo.

- Puedo intentarlo, cielo!!! – le dije mientras le hacía un gesto para que se apartase a un lado. Aquí no eran necesarias las tiritas ni el desinfectante… Abriendo el intercomunicador para hablar con los demás anuncié – Hemos encontrado una puerta bloqueada!!! Procedo a abrirla!!! – Luego me giré a la doctora y le pase el fusil… - Sea lo que sea que haya tras ella podría ser peligroso… Estate preparada por si acaso!!

-Un momento, Kathe, Sara. No precipitaros. El sintético ha sido neutralizado, esta gente son nuestros prisioneros y podemos obtener información. O al menos intentarlo. ¿Me escucháis? Hay interferencias, se te oye entrecortada, Kathe. -era Turk quien hablaba.

—Pues para no ser gente de armas habéis asesinado a dos de mis compañeros. Te pondré al día, cerebrito. Os habéis estrellado, fuimos en vuestra ayuda. Joder, somos los buenos, los blue boys del espacio. Y nos habéis jodido. He perdido mi puto dedo meñique y eso hace que estñe de muy mal humor.
Uno quería hablar, otro le dijo que se callase. Le miró a este, le atravesó con la mirada igual que si fuera un pollo listo para asarse.
—Tú no me gustas, calla tú la puta boca —se acercó a él, buscó cinta americana en su cinturón y se la puso en los labios, le dio varias vueltas a la cabeza, impidiendo que hablara nuevamente —. Me gusta cuando callas porque estás como ausente.
Se acercó al primer hombre, al que quería coopear. También se percató de que una de las mujeres quería hablar. No quería morir.
—No, nadie quiere morir en un agujero como éste—masculló, hastiado —. ¿Garantías? ¿Oficial? Mi superior directo está en la arena, con los sesos desparramados, vuestro Hank se encargó de eso. La teniente ha sufrido un ataque al corazón por culpa de vuestras maquinitas. Hemos perdido las comunicaciones. Ahora mismo, en esta sala, la única autoridad soy yo—les enseñó el arma, la guardó —. Tenemos un blindado fuera y una doctora, nuestro trabajo es proteger y servir. Estáis atados porque sois considerados una fuerza hostil, demostradme lo contrario y os ayudaremos. Joderme, negaros a hablar...y os mataré. Aquí no hay oficiales, no hay gobiernos, no hay leyes, salvo la mía. Puedo mataros de muchas maneras, puedo hacerlo para que parezca que habéis fallecido en el choque, aunque yo no seré tan rápido —alzó la mano evitando que hablasen, no era su turno todavía—. Tengo un equipo muy cabreado adentrándose en las entrañas de este estercolero; expertos en electricidad y mecánica, profesionales de la demolición, piratas del software. Vamos a descubrir vuestro pequeño secreto, tarde o temprano. La única diferencia para vosotros saber cuántos seguiréis con vida y cuantos no...
Ahora era su turno.

Kathe rebuscó y encontró una barra de acero entre los escombros. Probó de hacer palanca con la ayuda de Sara , sin embargo la puerta no cedió un milímetro, los esfuerzos de ambas mujeres fueron baldíos. Kathe refunfuñó y maldijo, cabreada, empapada en sudor dentro de su armadura a pesar de la termorregulación interna.