Partida Rol por web

¡Hay un primigenio en mi sopa!

I. Aguijón en la retina

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12/06/2021, 18:38
Étienne

Étienne muestra la palma de la mano con sutileza en un visaje que impele a la joven a detenerse.

—Corre de mi cuenta. Sois mis invitadas. No hay nada que disculpar. Ve con Victoria. Va a necesitarte. Hablamos luego.

Concluye sus palabras con un leve asentimiento. No va a admitir un no por respuesta. Farah lo sabe bien.

Imperturbable, llama la atención de Marion en el interior del local y devuelve su atención a la música tras ver a Victoria seguida por su compañera salir de la plaza con cierta premura.

Étienne tiene una rara habilidad.

Sabe cosas.

Y las sabe antes de que pasen.

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12/06/2021, 18:39
Aileen

Aileen habla con la voz entrecortada.

—Es… Escúchame, Vicky… Estoy herida… Hay unas personas… Quieren matar a mi hi**********

La estática cruje en tu oído. Es muy difícil escuchar con claridad a Aileen.

¿Ha dicho herida?

—Nos hemos salvado de milagro… Pero********…—está llorando—Estoy … Estoy muy mal, Vicky… No creo que salga de esta.

Crees escuchar entre las interferencias el característico aullido de una sirena de un coche policial.

—Creo… Creo que van a llev*******… un hospital d*******… Oklahoma*********

Cierta frustración se apodera de ti. Tu mente está focalizada en exclusiva en descifrar cada palabra, cada aliento de Aileen al otro lado del teléfono.

—Cariño… Te lo suplico…—durante un momento el llanto no la deja hablar de modo inteligible. Se sobrepone por necesidad—Ven con los tuyos a por mí y a por Alex.

“Los tuyos”.

¿A qué se refiere?

—Tienes… Tienes que cuidar de Alex. Es… Es demasiado vali******** Creo… Cr****** que lo saben. Por eso nos han perseguido********

>>Sé que tú y los tuyos lo entenderéis… Alex… Está buscando algo. Nos llevaba hacia un lugar, una nueva frontera.

La estática le permite concluir su mensaje con cierta claridad.

—Debe completar su viaje… Debe.

Y ya está.

La llamada se corta.

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12/06/2021, 18:40
Narrador

Presa de un frenesí que encuentra su origen en un pasado que intuías enterrado y olvidado, las nieblas del ayer te impelen a devolver la llamada para restablecer la comunicación, pero la desesperanza se apodera de ti cuando tu teléfono arroja una sencilla frase con voz monocorde, un brutal y gélido contraste con la llamada que acabas de recibir:

“Lo sentimos. El número al que llama no se encuentra disponible.”

Vuelves a intentarlo.

“Lo sentimos. El número al que llama no se encuentra disponible.”

Y una vez más.

“Lo sentimos. El número al que llama no se encuentra disponible.”

La voz desaparece como se fue.

Ningún eco reverbera en el Abismo.

Tienes un pálpito.

Uno que no quieres decir en voz alta.

Uno que no quieres pensar siquiera.

Pero, querida… Lo estás pensando. Ahora mismo.

¿Acabas de escuchar las últimas palabras de Aileen?

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12/06/2021, 18:41
Farah

Sigilosa como un gato, Farah se encuentra apoyada con su hombro apoyado en la pared de ladrillo rojo del callejón.

— ¿Quiero preguntar? —desliza al tiempo que sus oscuros y aguileños ojos tratan de discernir en el rostro de qué motiva el torbellino de emociones que los ojos glaucos de Victoria no pueden disimular.

Aún puede escucharse la música proveniente de la plaza Culver, pero por alguna razón ahora suena más amarga.

—Eh… ¡Eh, Vicky! —, asustada, Farah acude a darte un punto de apoyo cuando te ve flaquear.

—¡Dios! ¿¡Pero qué te ocurre!?

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12/06/2021, 18:41
Narrador

Mientras tanto…

 

El puma parece sentir algo parecido a la piedad. Al menos, de momento.

Your lucky day, Armín

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12/06/2021, 18:42
Azadé

Azadé espira pesadamente y cierra los ojos mientras sacude la cabeza. Luego se pinza el entrecejo y hace un mohín.

—Perdóname tú. Es que…—apoya los codos en la mesa y cruza los dedos mientras las brasas de carbón que tiene por ojos se centran en la mesa.

Armín se percata de que apenas ha comido.

—Necesito tiempo, pero lo conseguiré… Tengo que… Quiero hacerlo—dice de repente, su intensa mirada traspasándote—Mamá está bien. Muy bien. Ahora tiene una especie de novio. Un escritor. Está chalado, pero es muy sumiso. Creo que es lo que ella necesitaba. Se van de crucero por Europa en una semana.

Da un bocado desganado a su ensalada y escuchas a la perfección el macilento crujir de las verduras en su boca. Está sufriendo. Quizás porque lucha contra el impulso natural de odiarte.

Azadé es mucho más parecida a ti en lo que a inquietudes se refiere que a su madre, pero tú nunca has sabido percatarte de este detalle.

—No me cae especialmente bien. Es... aburrido—dispara mientras da un trago a su copa de vino y hace un amago de… Olvídalo. Azadé no suele sonreír ni cuando lanza un comentario sarcástico como el que acaba de enlazar.

—¿Cómo va tu obra? ¿Sigues esculpiendo? —pregunta con un brillo especial en los ojos. Quiere saberlo de verdad. No está preguntando por mero compromiso.

—Me acordé de ti hace unas semanas…—dice mientras saca de su bolso con forma de mochila india un libro de páginas apaisadas, bastante fino.

—Sé que estas cosas te… interesan—comenta de forma sucinta sabiendo que bordea un tema espinoso para ambos.

Lees la portada del volumen que Azadé deposita en la mesa.

Esencia del Caos: Un recorrido por los rincones más oscuros de la Humanidad plasmados en la pintura.”

El autor, quizás un holandés, te es desconocido.

—Lo encontré rebuscando en una biblioteca rara que hay perdida por el centro. Salem Athenaeum, se llama. Tiene imágenes bastante perturbadoras, pero confieso que tienen algo único—Azadé desplaza el libro hacia ti—Ten. Es para ti. Quizás te den inspiración.

Azadé se recuesta en su asiento y hace amago de hundir el tenedor en su ensalada, pero su mirada se desvía hacia ti.

Aguarda tu reacción.

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12/06/2021, 18:51
Narrador

No demasiado lejos de allí, en esto mismo instante…

 

Salem Athenaeum, toda una biblioteca consagrada al ocultismo y a las ciencias esotéricas, se fundó en el siglo XIX, solo unos pocos años después de la biblioteca original –y homónima- en la ciudad de Salem.

Cuando uno entra en ella guiado por la curiosidad o los prejuicios puede llevarse una franca decepción si espera tomos mohosos, candiles como única fuente de iluminación, un cuervo graznando el cambio de hora o a un librero retaco y jorobado con el labio leporino atendiendo al público.

Para sorpresa del visitante profano, la biblioteca tiene dos plantas sembradas en su práctica totalidad de libros de divulgación científica, aunque es cierto que una porción del catálogo está dedicado a la magia negra, a los rituales cabalísticos, a las sectas innombrables y alguna que otra obra de teatro con un humor bastante turbio. Algunos de sus libros son bastante valiosos, con primeras ediciones para gozo de los coleccionistas, motivo este por el que tienen toda suerte de precauciones contra la palabra que empieza por “I” que no se menciona para no invocar al Maligno y su travieso sentido del humor afín a las llamaradas. Y de hecho, en lugar de un clon de Igor, el fiel y sarcástico asistente del Doctor Fronkonstein, tiene a una bibliotecaria bastante friki y sexy atendiendo al personal que ha alcanzado el estatus de leyenda local en Arkham.

“Uh, ¿has visto a la bibliotecaria de la librería esa rara del centro? ¡Maaaaadre mía! She’s HOOOOOOOOOOOOOOOOT!”

“¿Dices a la última bruja viva de la vieja estirpe de Salem?”

“¡Esa misma!”

“HOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOT!”

Su nombre, digno de alguna de las encausadas en los célebres juicios de Salem, es Jezebel.

Jezebel Crowley.

Oh, sí. Sé lo que estás pensando. Born under a baaaaad sign.

Pues es la que controla el cotarro allá adentro.

¿Pasamos?

 

La tienda está tranquila a escasas horas del cierre.

Hay un par de clientes husmeando por las estanterías, nada raro. No son los habituales. Estos tienen pinta de turistas atraídos por la mística de Salem, por una curiosidad espontánea al toparse con la biblioteca al pasear por la calle o, quizás, por la buena publicidad que la tienda está cosechando en redes sociales en los últimos meses.

O quizás sea por la leyenda local de su regente… ¿Quién sabe?

La joven asistente de Jezebel, Jessy Liebermann, pulula por la segunda planta colocando libros y lanzando furtivas miradas a los clientes con los que se cruza. Aún le cuesta aguantarse la risa cuando examina a algunos especímenes bastante peculiares. La biblioteca parece atraerlos, desde luego.

Sin embargo, ninguno es más extravagante que la extraña pareja que entra al unísono por la puerta principal, haciendo resonar la campanilla.

Flap

 

Guido

 

El primero, un jayán de aspecto rudo y con una mandíbula cuadrada rematada en un poderoso mentón parece mantener una charla importante con el segundo.

—Vamos a ver, Guido. Si yo me cargase a alguien, ¿tú me delatarías?

El segundo, un hobachón con una enorme nariz apepinada y unos ojillos que parecen grabados en su rostro con una lezna, es más bajo, pero inmensamente más gordo. No parece ser rápido de pies, pero existen otros tipos de rapidez y las apariencias engañan.

—Absolutamente, sí.

El primero, en parte sorprendido, en parte ofendido, detiene el paso y se señala las solapas de la cara chaqueta del traje italiano que viste y frunce el ceño, visiblemente molesto.

—Me cago en… Guido, ¿Lo estás diciendo en serio?

El segundo, que visto de perfil parece un conglomerado de bolas de helado, afirma con gesto imperturbable mientras da una lenta, lentísima calada a un cigarrillo a medio acabar.

Jezebel congela la imagen en su mente un instante bordeando el desmayo.

¡Colilla! ¡FUUUU…!

Ah, ah, ah.

No se dice la palabra con I ni la palabra con F, queridos amigos. No aquí, en Salem Athenaeum.

Aquí no se tienta al Diablo.

—No lo dudaría ni un instante—replica el gordo a su compañero, pura convicción latiendo en sus inescrutables ojos—Te delataría.

Su largo camarada le fulmina con la mirada.

—Pero vamos a ver… ¿Qué clase de amigo eres tú?

—¿Y tú, que vas por ahí matando gente?

—¡No me jodas, Guido! ¡Si me lo cargo, será porque se lo merece! ¡Vamos, digo yo!

—Ya, ya…—el gordo apura el cigarrillo y busca un cenicero que no encuentra. Arroja la colilla al suelo y la aplasta de un pisotón de sus zapatos de charol. Con ensañamiento—¿Y quién me asegura que después de cargarte al pavo no vendrás a por mí, Flap?

Esta pregunta descoloca definitivamente a Flap.

—¡Pero si tú me conoces, coño!

—Eso creía, Flap… Eso creía.

 

La extraña pareja no tarda en persuadir a los pocos clientes que ahora les miran con recelo de que es la hora del cierre y que han de largarse.

Son muy persuasivos.

Pero que mucho.

—Disculpe, señor. Sí, me refiero a usted. La biblioteca va a cerrar. Sí, debe irse. Ya volverá mañana a comprar lo que sea la mierda esa. Venga, andando. Sopla brisa esta tarde. Va a refrescar. Abríguese bien. Así, así. Hasta luego.

Flap, en cambio, es más directo. Menos ceremonioso.

—Mire, se está rifando una hostia… Y yo reparto la papeleta con premio, ¿me entiende? —Por si hay duda, da unos toques a las solapas de su chaqueta para enfatizar ese deje inconfundible entre los italoamericanos que viene a decir algo así como “no me quiero manchar el traje, pero si me pongo a ello, me pongo”.

Es Flap el que advierte la presencia de Jessy.

—Eh, tú. Niña. Hora de volver a casa con mamá. Y deja de leer esta porquería sacrílega, cago en Dios. La juventud está en la mierda, coño.

Buena elección de palabras para forzar a un hereje a abrazar al Altísimo.

—Es que… Yo… Verá, yo trabajo aquí—alcanza a replicar Jessy con algo de miedo aflorando en la voz.

Flap no da crédito a sus palabras.

—Y una mierda. ¿Qué tienes? ¿Catorce años? Me cago en la puta, Guido. ¿Has oído? ¿También explotan niños aquí? ¡Que te largues con tu madre! ¡Y reza cuatro padrenuestros como mínimo esta noche!

Guido se abrocha la chaqueta de su traje, un gesto que solo enfatiza su gordura y la buena –y elástica- costura de su chaqueta pero que, al mismo tiempo, le reviste de un aura de solemnidad. Es él el que se dirige respetuosamente a la puerta principal una vez evacuada la clientela y abre la puerta.

Entonces, entra él.

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12/06/2021, 19:04
Mefistófeles, ¿eres tú?

 

Grandes ojos saltones, glaucos y rasgados. Su mirada parecía mezclar el vulpino ingenio de un zorro gris con la impronta imperturbable de un sapo.

Su sonrisa recuerda a la del Grinch, un afilado cruce entre la de un escualo y un avaricioso dragón.

Es su barba con forma de candado la que enfatiza esa estampa mefistofélica del misterioso individuo que accede al interior de la biblioteca.

Viste como un dandy, rosa roja inclusive en la solapa de su chaqueta. Aunque concede cierta importancia a la tradición, puesto que sobre los hombros reposa una gruesa capa a juego con su traje oscuro.

No entra solo.

Sostiene en su diestra a un pequeño chihuahua de enormes y desproporcionados ojos con un collar del que pende un broche de oro y diamantes.

Faifel.

Me refiero al perro, claro.

 

—Buenas noches—saluda con una melosa voz de locutor radiofónico—¿Tengo el placer de hablar con la dueña de este establecimiento?—inquiere alzando las cejas al tiempo que esboza una blanca, deslumbrante sonrisa.

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13/06/2021, 02:36
Armín Bahramí

Azadé se disculpa. No era necesario. Aun así, se agradece que haga un esfuerzo por recorrer la mitad del camino, pues ahora y siempre, es ella quien tiene la sartén por el mango. Si estamos hablando en estos momentos es solo porque ella ha decidido que quiere escucharme. Dice que necesita tiempo, cuando en realidad soy yo quien tendría que estar suplicándole que me dedicase el suyo.

—Por supuesto. Todo el tiempo que necesites.

«No volveré a irme», estoy a punto de prometer, pero consigo morderme la lengua justo a tiempo. Las palabras no sirven de nada a estas alturas. Son los hechos los que tienen que hablar ahora. Así que, en lugar de decirle lo que pienso, me limito a asentir, mirándola con fijeza. La escucho hablar de su madre, Lavinia. Me sorprendo alegrándome al saber que es feliz. Si es que realmente se puede ser feliz con alguien, según mi hija, «sumiso» y «aburrido». Alguien que, en resumidas cuentas, no tiene absolutamente nada que ver conmigo. Quizá al final sí que haya esperanza para ella.

—Veo que sigue eligiéndolos tan bien como de costumbre —murmuro, y solo un brillo en mis ojos oscuros delata el humor que encierra mi tono aparentemente indiferente—. Escucha, Azadé. Hay una cosa que quiero decirte. Puedes creerme o no, pero te aseguro que es verdad: independientemente de los problemas que tuviésemos tu madre y yo, tú no tienes nada que ver.

Nos hice mucho daño. A Lavinia, a Azadé, y también a mí mismo. Todo porque traté de ser quien no era. Fui incapaz de separar una cosa de la otra, y la única salida que encontré fue marcharme. Egoísta, sin duda, pero era eso o secarme y morir como una planta olvidada que nadie se molesta en regar. Sencillamente no supe hacerlo de otro modo. Mi hija no tenía ninguna culpa de nada, pero en aquel momento, fue una cuestión de mera supervivencia. Sin embargo, dudo que Azadé esté preparada para comprenderlo, al menos por ahora. Tendrá que bastar con lo dicho.

Me pregunta entonces por mi trabajo, si sigo esculpiendo. Eso se gana un ligero arqueamiento de mi ceja derecha.

—¿Podrías tú dejar de respirar? —le devuelvo la pregunta—. Si no trabajase, nada tendría sentido. Todo habría sido para nada. Tú ya me entiendes. —No, claro que no me entiende. Superficialmente, puede. Pero ella no está en mi cabeza, no es yo. No sabe las decisiones que he tenido que tomar y lo que me ha costado, y si lo supiese, tampoco le importaría. En su escala de prioridades, tener un padre significa más que explorar los límites de la propia creatividad o descubrir la quintaesencia del arte.

Pero si estoy aquí es porque, en mi propia escala de prioridades, tener una hija también es más importante.

—Estoy trabajando en una nueva serie. Manteniendo la cabeza ocupada. —Hago una pausa reflexiva, que solo dura un instante. Eso es lo máximo que estoy dispuesto a acercarme al asunto—. Quiero encontrar algo distinto, más puro. Olvidar lo aprendido para volver a aprender, sin prejuicios. Sin filtros. —Mi voz adquiere un filo raspante, y mis ojos parecen centellear durante un momento—. El mes que viene expongo. James me está ayudando con eso. James Ragin, ¿te acuerdas de él? Pobre insensato. Espero que su reputación no quede demasiado perjudicada después de lo que pienso hacer. —Una nueva pausa, esta vez más larga, más significativa—. Me encantaría que vinieses.

La invitación queda en el aire, sin insistencias ni por favores. Lo he dicho, me ha oído. Ahora depende de ella.

Azadé tiene un regalo para mí. Se acordó de mí, dice, y esas palabras tan sencillas, sean ciertas o no, me producen una punzada en el pecho. En silencio, observo la portada del libro que deja sobre la mesa, que en estos momentos me resulta más fácil de mirar que sus ojos. Alargo la mano sin decir nada, tomando el volumen y pasando los dedos por su superficie, sintiendo su tacto mientras leo el florido título que adorna la cubierta.

Esencia del Caos: Un recorrido por los rincones más oscuros de la Humanidad plasmados en la pintura.

Un pequeño sonido de reconocimiento sale de mi garganta cuando mi hija menciona el lugar donde encontró el libro. Salem Athenaeum. Oír ese nombre me pone momentáneamente alerta, la reacción natural que me produce el hecho de que dos mundos que preferiría mantener separados se hayan tocado durante un instante. Finalmente, dejándome vencer por la curiosidad, abro el libro para hojearlo, demasiado brevemente como para determinar de un primer vistazo si es realmente interesante o no. En todo caso, la intención es lo que cuenta.

—Muchas gracias, Azadé. No me lo esperaba. —Sonrío, mirándola, y mis ojos se convierten en dos muescas brillantes al tiempo que sostengo el libro en alto—. Es todo un detalle. Hoy mismo lo empezaré y te daré mi opinión.

Justo entonces, el camarero aparece con nuestra étouffée de camarones, que desprende un olor delicioso. De buen humor, aparto el regalo de mi hija a un lado, dejando que el hombre deje el plato frente a nosotros.

Parece que la cosa no está yendo tan mal, después de todo.

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14/06/2021, 14:15
Miss Kukoo

-Es… me ha llamado Aileen -digo de pronto como si ese nombre fuera suficiente como para traerla a la memoria, al presente, casi incorporizarla delante de mis ojos. Como quien dice Satán y evoca todo su maléfico poder en un susurro o también, como quien dice Dios.

Me doy cuenta con horror al mismo de muchas cosas: que está herida, que está sufriendo, y peor aún que no lo he superado para nada. Una oleada de desprecio me invade por ser tan blanda aún. Me cubro los ojos con ambas manos como si de esa manera pudiera dar fin al torrente de imágenes que me inunda, pero lo único que hacen es hundir más en ellas, cerrarme sensorialmente al resto.

-Me ha dicho que está herida, que se la están llevando al hospital... no sé a cuál -mi mente comienza a trabajar aceleradamente, luego del shock inicial. Debo medir mis palabras con cuidado, evaluar lo otro que me ha dicho: “dile a los tuyos que vengan por nosotros”.

Los tuyos.

Hacía mucho, cuando éramos amantes, Aileen y yo habíamos descubierto en la cortina rasgada del telón de este mundo el hoyo a través del cual espiar aquello que permanece del otro lado, aquello que hace tu corazón acelerarse, el tiempo comprimirse y los eones temblar.

Ella y yo habíamos investigado juntas, tentativamente, hasta que ciertos eventos la habían separado de mi lado. No solo una diferencia en nuestras opiniones, y quizás misiones que habíamos tomado como personales, sino un otro. Un otro que sin duda le había dado un hijo… o una hija.

Y ahora ella me llamaba a mí para que fuera a buscarles… ¿y dónde estaba su pareja? Quizás no debería haber huido de mí nunca y ahora era muy tarde quizás.

Había tenido el tupé de llamarme cariño. Y la muy hija de puta había logrado lo que quería, así, tan livianamente.

No, vete a la mierda, debería haber dicho. No vas a volver a enredarme con esa cara de ciervo a punto de ser atropellado. No voy a sentir compasión. Y sin embargo, había un menor envuelto en el asunto y eso trajo consigo todo el dolor de la pérdida de mis padres. Mierda.

-Tenemos que llamar al profesor -fue lo único que logré articular. -Creo que tengo algo que va a interesarle.

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14/06/2021, 17:06
Farah

Farah tarda poco en entender la gravedad de la situación.

—Mierda… Joder.

Pone los brazos en jarras, señal inequívoca de está tratando de valorar las repercusiones del problema a medio plazo. Luego, saca su teléfono móvil y frunce el ceño en un ya icónico gesto que refleja una concentración absoluta.

—¿Te ha dicho al menos dónde? —pregunta a Victoria tratando de acotar lo que ahora parece la búsqueda de una aguja en un pajar. Uno en llamas, en el interior de la boca de un enorme lobo negro.

—Dame un poco de tiempo. Creo que puedo encontrar algo que nos dé alguna pista de su paradero. Si el incidente es tan reciente, quizás haya novedades en las noticias de la noche. Dios… Joder.

Cuando mencionas al profesor, Farah adopta una pose ligeramente defensiva.

—¿Estás segura? Vicky, ¿Qué piensas hacer? ¿Vas a…?—la pregunta muere en la orilla. En el fondo, Farah también está desbordada.

Notas de juego

No es precisa respuesta de Miss Kukoo. Excelente patada adelante de Queenzie.

Aguarda mi señal ;)

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14/06/2021, 17:08
Azadé

Azadé parece satisfecha con tu reacción ante el libro. Al menos el brillo homicida que antes relampagueaba en sus ojos como terribles fucilazos en una tormenta parece haberse ido por el momento.

—Las relaciones son… complicadas—tercia cuando mencionas el gusto de Lavinia. No parece estar bromeando, solo compartiendo una evidencia que en su juventud no alcanzaba a atisbar y que, ahora, se ha resignado a intentar comprender. Su media sonrisa final parece suavizar la amargura inicial que destila su comentario.

—¿James? Sí, le recuerdo. Un buen hombre. No te culpes, él ya sabía dónde se metía—devuelve como una suerte de chanza. —¿Sin filtros? Jamás pensé que los tuvieses al trabajar. No sé… Siempre pensé que te estabas… Vaciando, por así decirlo—explica sorprendida y a un tiempo intrigada por tus palabras. Intuye un cambio singular en tu próximo trabajo y eso ha picado su curiosidad.

Tu invitación a tu inminente exposición parece halagarla, más que por la solemnidad de tus palabras, por la emoción con la que las pronuncias.

Azadé te observa un largo instante en el que su mente parece verse atravesada por un nebuloso torrente de sentimientos.

—Iré—concluye manteniéndote la mirada.

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14/06/2021, 17:09
Narrador

En ese instante, tu teléfono se ilumina captando tu atención.

Charles Kane te envía un sucinto mensaje de texto.

Necesito que te reúnas conmigo en el reservado del club.

Ven en cuarenta y cinco minutos.

Asegúrate de venir solo.

Notas de juego

No es necesaria respuesta de Armín, pero si lo deseas, puedes despedirte de tu hija y dejar tus impresiones sobre la velada y este mensaje.

Aguarda mi señal ;)

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14/06/2021, 17:11
Pinocho

En otro lugar de Arkham City...

 

 

Le llamaban de muchas formas, pero nunca por su nombre de pila.

Mediohombre era, de largo, el más popular en las calles. Eso fue hasta que empezaron a aparecer cadáveres sin nariz flotando, yertos, mecidos por la corriente del río Miskatonic.

A partir de entonces, se rumoreaba con temor, casi como un presagio funesto, que si alguien de los O’Neill* se iba de la lengua en los bajos fondos de la ciudad, recibía más temprano que tarde la inesperada visita de Pinocho. Y no era, ya sabes, una visita de cortesía.

Conectado desde su más tierna infancia a los mandamases de la mafia irlandesa, había resultado imposible de encarcelar para la Policía y el FBI, pues nunca aparecían pruebas de cargo suficientes para dejarle a la sombra una larga temporada. Nunca había testigos. Nunca había una puta mierda. Solo cuerpos desnudos abotargados por el agua helada del Miskatonic. Cuerpos sin narices.

Pinocho era listo, tenía una astucia singular y un talento especial: sabía en quién confiar y en quién no. El hijo de puta era un amante de los juegos psicológicos con los cercanos, sobre todo después de pillar a un Policía infiltrado en la organización hacía algunos años, lo que le había granjeado cierto estatus de psicópata peligroso en la organización. Si a eso se le sumaba su nutrido catálogo de manías impropias de un irlandés de pura cepa, podemos afirmar que su posición en la organización estaba estancada en la “gestión de residuos”.

Si hubiese medido metro setenta, el cabrón habría sido todo un jefazo del hampa. Sin embargo, su acondroplasia le había dado una mala mano con la que jugar la partida desde el nacimiento. Y eso, en el corazón de la mafia irlandesa, era un hándicap importante.

Con todo, Pinocho sabía jugar sus cartas...

* * * * *

La venta transcurre en Leary’s, un local que aúna taberna irlandesa y garaje en el centro de Arkham.

Roy Buchanan resuena expelido desde un carísimo reproductor de sonido colmando el ambiente con el eléctrico lamento de su guitarra.

Pinocho rompe el silencio contemplativo.

—Por dos mil quinientos, es tuyo—dice antes de dar un sonoro trago a su batido de frutas natural, ya casi agotado.

Un irlandés bebiendo batidos de frutas. Primera anomalía.

Pinocho chasquea la lengua y mira de soslayo a su potencial comprador. Su mueca impávida es digna de un jugador de póker. Su mirada, a medio camino entre el agua de un mar en calma y un inquietante brillo espejado, somete a su invitado a un cuidadoso escrutinio.

Le está leyendo.

—Un Chrysler Lebaron del siglo pasado, adaptado a los nuevos tiempos. El tono en madera es un clásico. Nunca pasará de moda. El modelo es del 89, pero el motor es nuevo, te lo garantizo. Potencia americana, chaval—Pinocho saca unas llaves de su chupa de cuero y juguetea con ellas mientras habla. Sus manos parecen fuertes, incluso, muy fuertes, algo que no sería esperable en un tipo que no rebasa el metro cuarenta.

Un enano de manos fuertes. Segunda anomalía.

—A un tipo como tú le interesará saber que es convertible. Puedes ir fardando por ahí descubriendo la capota desde el interior. Serás el Terror de las Nenas. Y… permíteme que te diga que esto te va a encantar… perteneció a Jon Voight—concluye mientras lanza las llaves a su posible comprador. Una forma de comprobar sus reflejos tras tan inesperado giro dramático y, de paso, saber las ganas que tiene el comprador de montar un Chrysler Lebaron.

—Y no es una milonga. Al mismísimo Jon FUCKING Voight. Lo sé. Es una ganga, ¿verdad? ¿Qué me dices, chaval? ¿Te sientes un auténtico Cowboy de Medianoche?

Notas de juego

Enter Detective...

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14/06/2021, 19:38
Jezebel Crowley

Jezz reparó en la presencia de aquellos dos hombres según entraban por la puerta. No tenían pinta de ser clientes habituales, ni tampoco de ser ratas de biblioteca que pudiesen entender el valor de los libros que tenían frente a sus narices, a juzgar por la colilla que se paseaba por los dedos de uno de los individuos. 

La joven bibliotecaria no dijo nada, pero si las miradas matasen, aquella le habría hecho tragar al tipo su cigarro entero. Con la colilla prendida y todo. Algo, en su interior le gritaba de hecho que se la metiese en la boca, y lo obligase a masticarla mientras se quemaba la lengua por haberse atrevido a acercar algo ardiendo a sus libros. Pero mantuvo su posición, tras el mostrador. 

Se acercaron a su ayudante. Recordó que Belerofonte, su revolver de "por si acaso", se encontraba en el hueco de debajo de la repisa. A un lado. A mano. Y dedicó un gesto a la chica, para que se marchara junto a la espantada general de clientes. Se sentía responsable de su bienestar, mientras se encontrase bajo el techo de su establecimiento. 

Una mezcla de miedo, rabia y adrenalina, pulsaba en las sienes de Jezebel Crowley. Podría haberse vuelto adicta aquello, pensó, en lo que podía durar un parpadeo, mientras metía una mano bajo el mostrador y acariciaba la forma del arma de fuego, dedicando su sonrisa más encantadora y profesional a aquellos dos tipos

— Señores, ¿puedo ayudarles en algo? — dijo, con tal de fijar su atención en ella y ayudar a los clientes y a Jessy a salir. ¿Qué demonios querían? ¿Serían conocidos del viejo Sullivan? Si venían buscándolo a él, no iban a encontrar más que cenizas. El viejo Sullivan había muerto hacía meses. Pero no dejó nada pendiente. O eso le había dicho.

Entonces entró él. ¿Y quién era él? Jezebel no lo sabía, pero posó sus almendrados ojos claros sobre la figura de aquel que sin duda parecía estar por encima de los dos peones que habían vaciado su biblioteca. El hombre, con aquella pinta de dandy, se paseaba por los pasillos del Salen Athaneum como salido de sus paredes, y se acercaba al mostrador. A ella. Su perro, desentonaba en aquella estampa. Un chucho desagradable. Muy desagradable. 

El encanto de su voz radiofónica se rompía en mil pedazos ante la obviedad de su pregunta. Él sabía quién era ella. Eso era obvio. Odiaba a la gente que malgastaba palabras en obviedades, pensó, aún con una mano sobre el arma y otra sobre el mostrador.

— ¿Con quién tiene el placer de hablar la dueña de este establecimiento?— inquirió ella ahora, aún con aquella sonrisa pintada en la cara— Parece usted un hombre cultivado. Seguro que entenderá que le pida que le indique a sus empleados que no enciendan ningún otro cigarro o cualquier objeto capaz de quemar los libros. Parecen ambos muy píos. Deberán saber que el incivismo no es algo que promueva la Santa Palabra. 

 

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15/06/2021, 01:10
Armín Bahramí

Una pequeña sonrisa desprovista de humor se dibuja en mi cara cuando Azadé reconoce lo complejas que son las relaciones, una suerte de íntima ironía compartida con alguien que al fin empieza a entender de qué va esto de vivir. Hija mía, eso es quedarse muy corta. Sin embargo, a ninguno de los dos nos apetece recorrer los tortuosos senderos de esa conversación, así que cambiamos de tema. Otro día, quizá. Ya es una tarea bastante delicada encontrar el modo de rescatar nuestra propia relación como para, además, discutir la naturaleza de las de otros. No, gracias.

Curiosidad. Es lo que creo percibir en mi hija cuando le hablo de los proyectos que planeo para un futuro próximo. Río secamente al oírla decir que siempre había tenido la sensación de que yo no tenía ninguna clase de filtro en mi trabajo, de que lo utilizaba a modo de limpieza, para vaciarme. Ni drenando todos los océanos del mundo habría espacio para todo lo que tengo dentro.

—Tengo un defecto de nacimiento, Azadé. Creo que nací incapaz de sacar las emociones como lo hace todo el mundo. Tengo las paredes del corazón más gruesas, más duras. Pero eso no significa que no sienta. Significa que todo lo que siento, que es mucho, se queda ahí atrapado. Estancado. Lucha por salir, y duele. —Asiento en silencio, aprobando el modo en que he conseguido expresar esa carencia mía—. La forma que tengo de abrirle una puerta para que salga es esta. —Levanto las manos para mostrárselas a Azadé, mirándola con intención—. De ese modo hago mi vida más soportable. Y a pesar de todo, hay filtros. Claro que los hay. Convenciones aprendidas, o incluso velos de nuestra percepción, que no sabemos que están ahí hasta que algo externo los desgarra.

Clemens.

No es necesario que pronuncie su nombre para que ambos sepamos de qué hablo. En todo caso, parece que mis devaneos han terminado por persuadir a mi hija de que asista a mi exposición del mes que viene, lo que pone una sonrisa en mi cara, esta vez sincera. Sonrisa que desaparece tan pronto como oigo mi teléfono móvil, avisándome de la recepción de un inoportuno mensaje. Cómo odio esas cosas, y sobre todo, cómo odio que se hayan vuelto tan necesarias. Por un momento me siento tentado de ignorarlo, pero una extraña e indescriptible sensación en la base de mi cráneo me dice que, no sé, tal vez sea algo importante.

—Disculpa.

Se trata del profesor Charles Kane. Con parcas y expeditivas palabras, me pide que me reúna con él en tres cuartos de hora, y que acuda solo. Qué raro. El profesor no acostumbra a citarme con tan poco tiempo ni de un modo tan peculiar. Ese hormigueo en la nuca se acentúa, y sé que ya no voy a poder sacarme de dentro esa extrañeza, esa ligera preocupación, en lo que queda de cena.

Espero que sí sea algo importante.

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15/06/2021, 20:09
Kyle Angel

Me presento a mi cita con las manos en los bolsillos y un ligerísimo levantamiento de cejas como único saludo, casi diez minutos más tarde de la hora acordada y sin pedir disculpas por un retraso que, aunque mi anfitrión no lo sepa, ha sido totalmente medido. Llegar puntual me habría hecho parecer demasiado ansioso, o peor, demasiado ocioso. Y puede que Kyle Angel, muy a su pesar, disponga de bastante tiempo libre últimamente, pero Bill Thurman (Bill por Kill Bill y Thurman por Uma Thurman), el cocinero de drogas sintéticas que quiere hacerse con una parte del mercado en una pequeña ciudad de la costa este después de salir de la cárcel, es un hombre tremendamente ocupado.

Decidí que el alter ego a quien encarno en estos momentos sería su propio proveedor en el negocio de los estupefacientes para no tener que invertir más tiempo del necesario en inventar identidades y anécdotas para una larga lista de parientes y colegas de oficio. Un lobo solitario. En cuanto al nombre, espero que la referencia a la película de Tarantino sea lo bastante obvia como para que Pinocho se sienta inteligente por identificarla y al mismo tiempo compruebe que no lo tomo por idiota tratando de convencerlo de que le he dado mi nombre auténtico. Él no pretende que yo crea que se llama Pinocho, ¿no? Pues yo igual. Al menos, la parte de que Bill Thurman acaba de salir de prisión es cierta. Siempre es mejor intercalar verdades en medio de una farsa; le dan credibilidad, y si por lo que sea, Pinocho pregunta, tengo experiencia de sobra para aburrirlo con anécdotas, aunque aún estoy decidiendo si Bill es la clase de persona que las compartiría.

Cuando el irlandés me invita a pasar al interior de su local, me acuerdo de mirar discretamente a ambos lados de la calle, de ese modo que solo hacen las personas que no quieren ser descubiertas cometiendo alguna ilegalidad. A donde no miro en ningún momento es al contenedor de basura que hay a la vuelta de la esquina, donde he dejado mi revólver, meticulosamente envuelto en una bolsa negra de polietileno adherida a la cara interna de la tapa. Si mi anfitrión vale la mitad de lo que su reputación sugiere, seré registrado nada más entrar, y no iba a insultarlo presentándome en su casa con un arma, pero tampoco me la iba a jugar tanto como para no tener una cerca. Por si acaso.

Ya dentro, el punteo claro y preciso de una guitarra eléctrica llena el oscuro ambiente del Leary’s, y me sorprendo moviendo ligeramente la cabeza al ritmo de la tonada. No tengo ni idea de quién es el artista, aunque, a juzgar por el estilo, probablemente yo ni hubiera nacido cuando este tema era famoso, si alguna vez lo fue. Y si es reciente, bueno, digamos que he estado algo desconectado del panorama musical estos últimos años. En todo caso, si Pinocho lo tiene puesto es porque le gusta, así que a mí también.

Dedico unos instantes a apreciar la música en silencio, mientras mi mirada evalúa el local, posándose en los detalles más llamativos. La entrada es poco más que una pesada persiana metálica, ideal para permitir la entrada de clientes y vehículos por igual al espacioso interior, en el que los muebles y la barra de madera teñida, el reposapiés de hierro forjado y los adornos en rejilla de las lámparas no logran disolver la brutalidad del ladrillo y el cemento dominantes. Convenientemente, el Leary’s carece de ventanas, así que nadie podrá ver desde la calle lo que ocurre aquí dentro, y un rápido vistazo al suelo y las paredes me convence de que, o bien Pinocho nunca ha matado a nadie dentro de su local, o bien es excepcionalmente bueno eliminando toda evidencia de ello.

Una rápida sucesión de notas de la guitarra me distrae momentáneamente de mis pensamientos, arrancándome un sonido de aprobación, y, cuando miro a Pinocho, veo que él también me mira a mí, sin ni tan siquiera esforzarse en ocultar el hecho, como si tuviese todo el derecho a hacerlo.

—Por dos mil quinientos, podría haber traído a Angelina Jolie de acompañante —digo empleando el tono más impasible del que soy capaz, aunque inmediatamente permito que el extremo derecho de mi boca se angule ligerísimamente hacia arriba—. Claro que entonces no creo que hubieses querido vendérmelo. ¿Te importa? —Doy unos pasos indiferentes hacia el coche, las manos aún en los bolsillos, y miro al interior a través de las ventanillas. Fingiendo que sé apreciar las supuestas calidades de este coche—. Por desgracia, que haya sido de Jon Voight  no me supone ningún aliciente. Estoy seguro de que habrá muchos otros que te oigan y digan: «¡La leche, Jon Voight!», pero yo quería algo menos… llamativo. Sé que lo entiendes, Pinocho, colega. El coche es una pasada, pero no creo que sea para mí. —Mi cara de desánimo al decir estas palabras es casi sobrecogedora. Tras una pausa, saco un paquete de tabaco del bolsillo del pecho de mi chaqueta, y me llevo un cigarrillo a la boca.

—¿Puedo? —pregunto, sin esperar realmente permiso. Enciendo el cigarro e inhalo una tóxica bocanada, sintiendo mis pulmones abrasarse, antes de echar la cabeza hacia atrás y soplar el humo hacia el techo. Kyle Angel no fuma; Bill Thurman sí. Apoyando las caderas en la barra, me saco el pitillo de la boca, usándolo para señalar a mi alrededor—. Jo, menudo garito tienes aquí montado. Discreto, seguro. Paredes gruesas. Fijo que tus clientes saben apreciarlo —digo como quien no quiere la cosa. No ha estado mal para romper el hielo, pero no debo olvidar por qué estoy aquí realmente. Necesito soltarle la lengua a Pinocho, que me dé algo con lo que trabajar. Algún nombre—. ¿Seguro que alguno de ellos no querrá ser también mi cliente? —Eso ha estado mejor. El equilibrio perfecto entre ingenuidad y camaradería. Solo espero que este Pinocho no mienta tanto como el del cuento.

Tras una pausa, me despego de la barra y vuelvo a acercarme al coche. El numerito ya ha durado bastante, y por mucho que quiera parecer desinteresado, sigo necesitando un vehículo. Echo una mirada cómplice a Pinocho y, con una sonrisa que deja colgar el pitillo precariamente entre mis labios, abro el maletero.

—Si echo luminol ahí dentro no me quedaré ciego, ¿eh? —digo con sorna. Una pregunta retórica, ya que no espero que mi interlocutor me responda con nada que se acerque ni remotamente a la verdad, pero sigue siendo un buen elemento de negociación—. Mil quinientos.

Notas de juego

¡Estrenamos partida, escena y sistema! En caso de que sean de aplicación, estoy utilizando Adulación y Regatear. ¡Y considera que tengo Evaluar Sinceridad en estado de activación permanente! Eso sí, de momento no hago ningún Gasto, que acabamos de empezar...

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16/06/2021, 13:48
Pinocho

 

Aunque no fuma, Pinocho no se opone a que saques un cigarrillo en su trastienda, menos aún en mitad de un trato. Al fin y al cabo, el garaje que comparte muros con la taberna irlandesa exuda un fuerte olor a grasa y a aceite de motor. Un poco de humo no va a matar a nadie. Al menos, a nadie más.

El enano se mesa su frondosa barba con gesto pensativo.

—Si incluyese a Angelina, que no es el caso, siendo honesto a ella te la vendería aparte, Bill—replica con calma, arrugando su amplia frente en una mueca que refleja la obviedad que late en sus palabras.

Su humor es tan negro como su alma, pero Bill Thurman, tu alter ego, debe recordarse que está, en esencia, ante un hombre de negocios.

Pinocho parece sorprendido, casi contrariado, cuando comentas con rostro hierático que el hecho de que el coche perteneciera a Jon FUCKING Voight no supone especial estímulo para ti. Es más, dirías que está confuso, como si cuestionase qué clase de persona eres. Le has roto los esquemas. O quizás está disimulando, técnica de venta milenaria, muy frecuente entre los mercaderes árabes. Lo cierto es que a Pinocho parece dársele bien farolear.

Como a ti.

Sea como sea, tienes la sensación de que Pinocho no te está dando gato por liebre. Te está vendiendo un coche que ha sido conducido por el jodido Jon Voight, ese actor que a ti no te dice gran cosa. Si todavía fuese de Angelina…

Escucha tu velada valoración de su local, tu propuesta sobre compartir clientela. Su silencio posterior dura demasiado para tu gusto. También para tu tranquilidad.

—No sé si debo confiar en alguien que no encuentra aliciente en conducir el mismo vehículo que Jon Voight—dice en un tono tan neutro que resulta espeluznante. Podría ser su forma de hacer escarnio a tu costa, pero el enano es tan poco entregado a la sonrisa que te despista.

Por suerte para ti, Bill, ese cigarrillo, su humo, te ayuda a enmascarar tus dudas. Solid pick for the show.

No se te pasa por alto el hecho de que ha eludido contestar tu propuesta con la gracia de un bailarín. Cuando Harry decía que el cabrón no soltaba cuerda, no estaba exagerando.

—¿Luminol? Vaya, Bill, eres toda una caja de sorpresas. No sabía que fueses pariente de Gil Grissom… La gente normal deja el maletero para el final—suelta negando con la cabeza. Esta vez, sí parece estar bromeando. —No creo que te quedes ciego, no... Y, para que conste, si en este maletero alguien hubiese guardado un fiambre, ese podría ser un trabajito del puto Jon Voight, ¿no te parece?—pregunta mientras te mantiene la mirada.

Dudas razonables, Bill. Dudas razonables. Así las llaman los picapleitos. No debes preocuparte—te tranquiliza mientras te invita a subirte al interior del vehículo.

Aunque eres más de motocicletas, el asiento del conductor recibe tu espina dorsal con una suave caricia envuelta en crujiente cuero. El volante es algo más grande y de menor grosor que el de los turismos modernos, y tanto el salpicadero como la consola están rematados con un acabado en madera de lo más retro. Es una seña de identidad de los Chryslers, por otra parte.

Sumido en un breve diálogo interno, razonas que puede que no sea el coche de tus sueños, pero definitivamente tiene personalidad; aparte de que este coche es en sí mismo una pequeña anécdota sobre ruedas deambulando por Arkham y todo por un módico precio.

Claro que luego está ese olor… ¿Cuero nuevo?

—Que sean dos mil—concluye Pinocho ofreciéndote la mano. Esa mano que parece exageradamente fuerte para un enano y que te saca de tus elucubraciones.

Buen vendedor, piensas.

A.B.C.

ALWAYS BE CLOSING.

—Ah, se me olvidaba…—Pinocho rebusca en una mesa de trabajo que es la viva imagen de un vórtice de entropía, encuentra con cierta facilidad lo que busca y finalmente te tiende un casete con una etiqueta manuscrita: “Wayfaring Pilgrim”.

—Regalo una cinta personalizada a mis mejores clientes—dice mientras te guiña un ojo.

Puede que hoy haya sido solo un coche, pero Pinocho te ha abierto la puerta de su local y tienes ocasión de regresar a casa conservando la nariz.

No está mal como primer contacto.

—Antes de que te des el piro con tu buga nuevo a quemar llanta en Arkham City, supongamos que tengo un amigo que tiene un amigo…—dice de repente mientras mueve en espiral uno de sus dedos en el aire. —Sigamos suponiendo... ¿Dónde podría hacer negocios contigo, Bill?

Un zumbido.

Tu móvil ha vibrado dos, no, tres veces.

Compruebas que el profesor Kane te ha dejado tres mensajes de texto.

Necesito que te reúnas conmigo en el reservado del club.

Ven en cuarenta y cinco minutos.

Asegúrate de venir solo.

Notas de juego

El empleo oportuno de Regatear te salva de perder 1 punto de Crédito.

Bien jugado, detective.

Añade a tu inventario "Coche de Jon Voight."

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16/06/2021, 14:01
Lord Jafee

El individuo enfatiza una radiante sonrisa ante tus palabras.

—El Señor, en su sabiduría infinita, supo ver las imperfecciones de su creación y por ello nos regaló la virtud de la penitencia—comenta con un tono zalamero que, a la vez, va cargado de sarcasmo. —No tema por actos de incivismo aquí, en su biblioteca, querida.

Al tiempo que te replica tu misterioso visitante, la miniatura de perro que reposa en su mano empieza a gruñir poseído por un tembleque de pura rabia mientras te muestra unos amenazantes colmillos.

En condiciones normales, este perro no sería ni siquiera un aspirante a rival para tu amado gato Nergal; pero algo en sus vivarachos y enormes ojos te advierte de que el cánido, mal que te pese, intuye el suave tacto del revólver en tu diestra.

Su dueño chista al can, que tarda exactamente un nanosegundo en dejar de gruñir y mira con gesto compungido a su amo.

—Oooooh, vamos, Faifel. Tranquilo, peluchito. La señorita no va a hacer ninguuuna tontería…—posa su hipnótica mirada en ti. —¿Verdaaad, Miss Crowley?

Su prominente, blanquísima dentadura podría deslumbrarte.

El hombre deposita al chihuahua en el mostrador y chasquea los dedos. El perro se sienta con aire marcial a su señal, observándote. La situación es tan ridícula que resultaría hilarante si no fuese porque el tipo que ha entrado con él en tu biblioteca tiene un aura, un semblante, una apostura tan enigmática que, de alguna forma, te intranquiliza, te cautiva y te genera un hormigueo en los pies. Todo a la vez.

Lo irónico del asunto es que casi da la sensación de que ha dejado su arma en la mesa como símbolo de buena voluntad.

—Soy Lord Percy-Lewton Jafee. Usted aún no me conoce de nada, querida. Mas yo a usted sí. Y puedo asegurarle que es la primera vez que nos encontramos. Al menos, aquí, a este lado de la realidad.

>>Puedo imaginar la turbación que la embarga en este preciso instante, y permítame reseñar a modo de disculpa que este encuentro debía realizarse en una estricta intimidad, motivo por el cual he mandado desalojar a su clientela—Lord Jafee mira de izquierda a derecha, adoptando un gesto bastante más solemne y circunspecto.

—Represento los intereses de alguien cuyo nombre no estoy autorizado a desvelar… Alguien que desea encontrarse con usted en un lugar que, a falta de una palabra mejooor, definiré como distante—dice evidenciando una cuidadosa selección de palabras en su discurso que no hacen otra cosa que avivar la intriga. —Por supuesto, una parte de mi cometido consiste en que usted acepte esta invitación. En el probable caso contrario, se me ha encomendado la labor de apelar a su espíritu curioso y ofrecerle gentilmente un atisbo de… perspectiiiiva, para mitigar sus muy naturales suspicacias.

Lord Jafee entrecruza los dedos de las manos y lleva sus dos índices al mentón, clavando esos ojos mitad felinos, mitad ofidios en tu desconcertada persona. Acto seguido, extrae con mimo un pequeño sobre lacado y lo desliza sobre el mostrador bajo la atenta y vigilante mirada del imponente –al menos en espíritu- Faifel.

Con sus dotes dramáticas, el extravagante personaje consigue ponerte nerviosa mientras comienza a azuzar los fantasmas que te acechan.

El sobre contiene algo cuyo contorno se intuye a través del continente a simple vista.

—Señorita Crowley, voy a serle sincero hasta el extremo del absurdo…

Pausa dramática.

—Usted no puede faltar a esa cita.

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16/06/2021, 14:06
Director

Notas de juego

Continuamos el tutorial.

Ya habéis visto cómo se juegan -BIEN- las habilidades de investigación, cortesía de Mr. Angel.

Ahora vais a ver cómo se juegan las generales.

Seishi, querida, te voy a pedir dos tiradas:

1) La primera es de Estabilidad. La dificultad es estándar (4). Esto quiere decir que lanzas 1D6 y si sacas 4, 5 o 6, tienes éxito y la superas.

Puedes gastar X puntos de la habilidad Estabilidad para mejorar la tirada en ese mismo número X, pero ese gasto debe declararse antes de lanzar el dado. Simplemente, especifícalo en el motivo de la tirada.

P.e. Lanzas 1D6 y sale un 3. FAIL. Imagina que sale un 5. SUCCESS. Y ahora supón que no te ves muy católica con los dados, entonces indicas "Control de Estabilidad +2". Así me indicas que vas a gastar dos puntos de la reserva de esa habilidad para ampliar tus opciones de éxito.

En este caso concreto, yo no gastaría puntos de la reserva. Simplemente, lanza el D6 y a ver qué ocurre.

Si la pasas, no ocurre nada malo.

Si la fallas, pierdes 1 punto de Estabilidad.

2) La segunda tirada, pero no por ello menos importante, es una tirada de Sentir el Peligro.

La dificultad de esta tirada es muy alta (6).

Mismo procedimiento que la anterior. Aquí sí puede interesarte consumir algún puntito de tu reserva en la citada habilidad para tener mejores opciones de pasar la tirada.