Partida Rol por web

Kynortas oye a su viejo amigo gruñir y, aunque no lo muestra, empieza a preocuparse. Tenían que salir cuánto antes de estos túneles y revisar esa herida.

A medida que avanzan y se empiezan a oír las risas, el hoplita toma posición de combate, con su escudo por delante y la lanza apoyada sobre este, sobresaliendo y tomando la delantera.

- Deberías dejarnos éste combate al chico y a mi, viejo. No tienes buen aspecto.

Al abrirse aquella puerta, Nedras siente un pequeño escalofrío. A su mente vienen ideas de posibles peligros que allí pudiera haber.

- Deberías dejarnos éste combate al chico y a mi, viejo. No tienes buen aspecto.

Nedras se gira también para observar al centauro. Exacto Sinódaso. Ahora me toca a mi protegerte. Y también se arma con su lanza, preparado para cualquier peligro, asegurándose que se coloca delante de Sinódaso, para que no pueda adelantarle.

Puede que no haya solo Derros como los que hemos visto, si no también Mórloc, bastante más peligrosos. Dice entre susurros. Así que no nos separemos mucho.

Sinódaso languidece a cada momento, con la cara y el torso, normalmente tostados, blancos como el pelaje de su grupa. Oye las palabras de Nedras con cierto eco, ajenas a él, en la lejanía. ¿Qué coño es un mór...?, empieza a formular con un hilo de voz cuando sus ojos se ponen blancos y sus patas delanteras se doblan hacia adelante. Suelta su lanza y ésta produce un eco metálico por todo el túnel. Seguidamente, sus patas traseras también ceden y cae al suelo, respirando muy profundamente y a mucha velocidad, hiperventilando y aún con falta de oxígeno.

El color violáceo de su herida se ha extendido por gran parte de su cuerpo. La zona afectada es de un color oscuro, púrpura, y la zona donde el veneno no ha llegado es pálida como el mármol. De todos modos de poco importa, ya no respira. Su cuerpo yace inmóvil sobre el frío suelo. Sinódaso ha muerto.

Kynortas para de golpe cuándo oye al centauro desplomarse. Pasa por el lado de Nedras a toda velocidad, apartando al chico con, tal vez, demasiada brusquedad.

- ¡Sinódaso! - grita el hoplita mientras se agacha junto al cuerpo inerte de su viejo amigo - ¡Vamos, viejo, este no es lugar para echarse a dormir! ¿Sinódaso...?

No es hasta entonces que Kynortas se da cuenta de que su amigo no está dormido, sino muerto. Con las rodillas clavadas en el suelo, el hoplita cierra los ojos del centauro y le coloca dos monedas en los ojos. Tras lanzar una plegaria a los dioses, Kynortas abre el macuto del centauro para buscar cualquier cosa que les pueda ser útil.

- No hay tiempo para lamentarse, chico - dice Kynortas al ver la cara de Nedras, mientras se reincorpora y saca una de sus raciones -. Debemos comer y recuperar fuerzas para poder vengar al viejo. Ya habrá tiempo de llorar su muerte cuando salgamos de este agujero.

Dicho esto, y cuando Nedras está listo, Kynortas retoma su posición de ataque y se encamina directo a la guarida de esas bestias.

Kynortas come y bebe hasta la última gota de agua que quedaba en el pellejo de su rival.

Nedras se giró también ante la caída del centauro. ¡Vamos! ¡Vamos! Apremió Nedras ante los intentos de Kynortas para reanimarlo. Hasta que ambos comprobaron que no, Sinódaso había muerto.

Nedras se mantuvo a un lado, mientras Kynortas colocaba aquellas monedas y rebuscaba en su bolsa.

Colocándose junto a su regazo intentó descansar el cadaver del centauro en la forma más digna que permitiese aquel túnel. Te has marchado como Neso, hijo de Ixión y Néfele, uno de los centauros más grandes. Dijo en tono solemne, mientras colocaba su cuerpo equino y sus 4 patas de lado y encima la cola. Te guardaremos en el recuerdo. Continuó. Dale saludos a mi padre. Finalizó susurrando, mientras con su daga, cortaba un mechón de pelo de las crines de Sinódaso y se lo ataba a su propia muñeca. Así continuarás con nosotros. Dijo Nedras mientras alzaba su propia mano

Por último rebuscó entre sus cosas para coger la comida que quedaba. ¿La compartimos Kynortas?. Refiriéndose a las 2 raciones que le quedaban a Sinódaso (en el caso de que no se haya gastado ya la suya) Seguro que él lo hubiera compartido con nosotros. Esta vez sí, se notó un tono de tristeza en su voz. Además, aprovechó para coger también su cuerda.

Nedras bebió agua y comió una de las raciones de Sinódaso en silencio absoluto. Parece que estaba intentando honrar su pérdida.

Ya habrá tiempo de llorar su muerte cuando salgamos de este agujero.

Al terminar, se levantó sobre sus cuatro patas y mirando el cadáver respondió a Kynortas con un tono de voz mucho más serio y adulto que de costumbre. Sí, avancemos por ese túnel. Sinódaso preferirá que lloremos su muerte con la sangre de esos bichos. Y acto seguido cogió su lanza preparado para cualquier batalla.

Tras la breve ceremonia de respeto hacia el centauro, ambos seguís hacia el lugar del que vienen esos gritos agudos. Llegáis a una amplia cámara, iluminada desde arriba por una pequeña abertura en el techo que deja pasar la luz del sol. Este sitio parece un taller de maquinaria de asedio, o un taller de un artesano loco. Hay máquinas de madera y metal, cadenas, ruedas, cuchillas... pero no hay nadie. Los gritos ahora los oís alejándose, en todas direcciones. Esos derros han huido, y han dejado atrás sus juguetes.

Presidiendo el lugar hay una especie de estatura de bronce, hierro y madera, de un monstruo con cabeza de toro. Un falso minotauro. En cada una de sus manos empuña un gran hacha rematada en una especie de rueda dentada, conectad a otra, y ésta a su vez a otra... nunca habéis visto nada así. Dentro de su reluciente cabeza metálica hay algo que da luz, una especie de fuego, que se deja entrever a través de los huecos de sus ojos.

Kynortas entra en la sala, esta vez con más precaución. Procura mirar bien dónde pisa: no quiere más sorpresas, y menos sabiendo que la última costó la vida de su amigo.

Nedras sigue a Kynortas, observa aquel lugar y queda asombrado por la estatua que lo preside. ¿Será eso el minotauro?

Se acerca con curiosidad ya que parece ser una representación bastante buena del monstruo al que persiguen. Quiere observarla y analizarla al detalle, quizás se acerca demasiado...

Kynortas observa los distintos artefactos que hay en este lugar, muchos de ellos parecen armas, pero de un extraño diseño. Nedras se acerca al Minotauro metálico, y nota algo dentro de su pecho, algo se mueve ahí, y algo suena, una especie de traqueteo. Seguidamente las llamas dentro de la cabeza hueca se avivan, y la boca de la estatua se abre, expulsando una gran llamarada.

Vaya, así que esa es la forma de un Minotauro. Dice susurrando Nedras mientras se acerca sigilosamente a aquella estatua.

Es formidable. ¿Esos bichos han construido esto? Se escucha un ruido en el pecho. Parece que tiene un mecanismo. Continua Nedras con curiosidad en su voz.

Kynortas, acércate, quizás haya algo interesante aquí que... Mientras gira su cabeza para hablar con Kynortas, nota de refilón una luz intensa seguida de un calor afixiante. Gira rápidamente pero es demasiado tarde.

- ¡Cuidado, chico!

Kynortas corre hacia el autómata cuando éste cierra la boca y traza un arco con su lanza. Con toda la fuerza que le da la rabia y el pesar por la reciente muerte de su amigo, el hoplita acierta a golpear con fuerza la ¿cara? del minotauro metálico, haciéndolo tambalearse un poco.

- ¡Vamos, bestia inmunda! ¡Te enfrentas a mi! - grita Kynortas mientras retoma su posición de ataque, con el escudo alzado y la lanza apoyada en éste, apuntando con ella a su enemigo.

El minotauro mecánico envuelve a Nedras con la llamarada y no sólo le depila gran parte de su cuerpo, sino que huele a carne quemada, huele a barbacoa. Kynortas consigue esquivar el fuego y responder con un ataque de lanza, que perfora la cabeza del minotauro, derramando parte del azufre de su interior por el taller derro.

Tras esto se oyen más ruidos mecánicos en el interior, como de palancas y cadenas, y el monstruo se gira para descargar sus dos pesadas hachas sobre el hoplita.

Kynortas recibe el golpe de lleno, hincando una rodilla en el suelo y empezando a sangrar dónde las hachas han cortado su cuerpo.

Desde el suelo, y sin dejar que la bestia se aparte demasiado de él, el hoplita toma impulso y clava su lanza en uno de los hombros de su enemigo.

- ¡Ahora chico!

Tras esa luz, la primera sensación fue de un frío enorme recorriendole por todo el cuerpo, hasta el punto que se quedó paralizado. A continuación el olor a quemado, a ¡su pelo quemado! le trajo tras de sí todo el dolor que las quemaduras pueden traer. Jamás había sentido tanto daño.

Instintivamente saltó hacía atrás y pudo observar como Kynortas era golpeado pero devolvía el golpe lo más fuerte posible. Aquel hombre era todo un guerrero. Una lástima que Sinódaso no estuviera allí. Pero Nedras... Nedras no era ningún guerrero.

El extraño movimiento del autómata acompañado de ese sonido de poleas, le hizo pensar en algo.

¡Intenta distraerlo Kynortas! ¡Tengo una idea! Gritó con las pocas palabras que le salían de la voz ante las quemaduras.

Rápidamente y con aquellos dedos malheridos, sacó su flauta y a pesar del dolor (para inflingirme uno de daño), cerró los ojos para concentrarse ante la situación y se puso a tocar la melodía que tantas otras veces había usado en las montañas para apaciguar a aquellas bestias que necesitaban ser curadas.