Partida Rol por web

Cuando Chisa se separó repentinamente de mí sentí un dolor agudo en mi cabeza, como si alguien me estuviera punzando el cerebro, durante un pequeño lapso de tiempo estuve concentrada en no colapsar, sentía que si me dejaba llevar por el dolor me desmayaría. Pero de pronto paró. Se detuvo para dar paso a sonidos de pisadas en el suelo del edificio, se sentían cerca, eran varias personas, seguramente una de ellas era Eizo.

Las confirmación de quien venía no se hizo esperar. Efectivamente, Eizo junto con una senpai llegaron a la habitación y ambos, junto con Chisa, se colocaron a lado y lado de la puerta formando un pasillo, todavía faltaba alguien, al fin iba a conocer al presidente del club de mis amigos.

Y entonces la figura de la persona que iba detrás de todos ellos se fue formando desde la puerta, poco a poco su cuerpo y su rostro se fueron iluminando con la tenue luz de las velas de la habitación y finalmente se mostró tal y como era.

Me dio un vuelco el corazón. ¿Era el? ¿Era Val Belphegor? ¿El de verdad? No podía volver a ser otra jugarreta de mi subconsciente. Y entonces dijo mi nombre.

Noté como los colores me subían cuando escuche a Val pronunciar mi nombre, todo el cuerpo se me tensó.

- Sí, es extraño - alcancé a decir.

El extranjero de pelo blanco se dirigió al escritorio con gestos elegantes y armoniosos. No me lo podía creer era Val.

Se detuvo en el escritorio, como si hubiera recordado algo, y se presentó. Definitivamente, la cabeza no me estaba jugando una mala pasada, era Belphegor. Sentí mis mofletes quemar.

- Yo también espero que nos llevemos bien - logré articular forzando una sonrisa.

Se sentó en una butaca y me desplacé hasta delante del escritorio y me senté en una de las sillas que estaba delante de este, esperando a que comenzase a explicarse.

—Supongo que antes de todo debería disculparme por todo —soltó una risotada ante su rara disculpa— Está bien que no lo entiendas ahora, en un rato lo entenderás... y quizá llegues a odiarme por ello —sus palabras fueron como un bloque de hielo—. Urena-san... ¿puedo llamarte así, verdad? Creo que me tomaré el atrevimiento, por supuesto, por favor, llámame tú también por mi nombre de pila, no soy demasiado bueno con los formalismos —aclaró su garganta viendo que se alejaba del tema principal, y lo retomó con sobrada facilidad— ¿Crees en cosas sobrenaturales? —hizo un inciso y continúo— Cosas como ángeles, demonios, fantasmas... ¿qué son para ti? —preguntó con interés mientras te miraba a los ojos.

Odiarle, ¿porque? pensé cuando dijo aquellas palabras, ni tan siquiera nos conocíamos y Val ya asumía que había hecho algo malo conmigo pero, ¿cómo?

- Eeeh, sí, puedes llamarme Urena, Val-san - le contesté.

La última pregunta que me hizo y a la que sentí que de verdad quería que contestase no me pareció tan extraña, estábamos en el Club de Investigación de lo Oculto, ¿dónde sino iban a hablar de cosas sobrenaturales?

- Bueno, hace ya mucho que historias de lo sobrenatural se pasan como tradición en mi familia, pero no creemos en ángeles ni demonios, aunque sí que tenemos en cuenta los fantasmas que salen de la tradición popular japonesa - respondí.

La creencia en el Rey Mono que atesoraba mi familia por parte de madre era, a decir verdad, bastante fuerte, también era cierto que, si había habido algo sobrenatural en mi familia, había sido ya hacía mucho tiempo, cuando la familia de mi madre vivía en China, siglos atrás, si había algo sobrenatural, es posible que se hubiera ido diluyendo con el paso del tiempo, aunque manteníamos vivas las leyendas de nuestro mayor antepasado.

La linda Onee-san que habías visto entrar con Val, se acercó a ti mientras cargaba con gran maestría una bandeja. Sirvió un poco de té a ti y a Val y se volvió a su lugar luego de una reverencia.

Esa Onee-san... la recuerdas. Es una de las chicas más populares de la academia gracias a su belleza. No es para menos; tiene un lindo porte alemán, un cuerpo de ensueño -con grandes proporciones- y una actitud de realeza. Entró a la academia el mismo año que Val. Rumores aseguran de que Val y ella mantienen un amorío, aunque, de buenas a primeras, no parecen mantener ese tipo de relación. 

—Gracias, Arabelle —dijo Val antes de dar un gran sorbo a su té. —¡Maldición, quema! —sacó la lengua mientras reprimía una mueca de dolor. Puso la tasa de té en la mesa y aclaró su garganta, tratando de dejar un poco de lado su verguenza.

—¿Y que pensarías si te dijese que ángeles y demonios existimos? —planteó la pregunta de forma totalmente seria, sin apartar sus ojos de los tuyos.

¡Arabelle! pensé cuando la onee-sama servía las dos tazas de té, las incógnitas alrededor del club de mis amigos y todo ese misterio que rodeaba al edificio del club que presidía Val habían hecho que obviase a la onee-sama y que no llegase a reconocerla en un principio, pero sí, estaba segura que era ella. Llamaba la atención en el instituto por su esbelta figura y sus pronunciadas curvas. Era la envidia de todas las chicas por sus grandes pechos, aunque a decir verdad yo también levantaba algunas envidias, o eso me habían dicho. Sus proporciones eran distintas que las mías, pero no me generaban demasiada envidia.

Y entonces pensé en los rumores que se extendían a lo largo y ancho del instituto, Val y Arabelle eran pareja. En cierto modo noté como algo en el estómago se me revolvía. Era la señal de que había sido una tonta, pensar que Val, teniendo a Arabelle, se me declarase antes, debería haber pensado antes de actuar. A pesar de los rumores, no parecían mucha pareja en aquel preciso instante. Quizá lo confundiera la gente porque como son extranjeros y encima están en el mismo club.

Tomé un pequeño sorbo del té cuando Val sacó la lengua dejando claro que estaba a una temperatura superior del que el lo esperaba. Mientras yo bajaba la taza y la dejaba en la mesa, Belphegor clavó sus ojos en los míos y me hizo una pregunta.

No me podía creer la pregunta que me había hecho, Ángeles y demonios existen de verdad, y además ha usado la primera persona del plural pensé mientras intentaba salir del shock. No me esperaba la confesión que acababa de suceder, que Val fuera un ángel o un demonio.

- Pensaría que es difícil de creer, pero claro, en el mundo hay evidencias que lo sobrenatural existe - dije haciendo referencia, sobretodo, a la leyenda de mi familia.

—No era la reacción que esperaba —dijo el peliblanco con desconcierto—. Estoy seguro de que estos últimos días han sucedido cosas extrañas para ti. Eizo y Chisa han detectado cambios raros en tu aura, cosas fuera de lo normal. Sospeché que algo no iba bien cuando empezaste a tener aquel raro sueño. Lo recuerdas, ¿no? Según lo que Eizo me ha contado, has soñado con Habondia luchando contra el Rey mono. Tus cambios en el aura eran impresionantes y me temí lo peor —se levantó de su asiento y empezó a caminar con una mano sosteniendo su barbilla—. Muto Urena, descendiente del Rey mono, pero una de las pocas que en verdad ha heredado su aura. Desde que llegué a la ciudad, se me ha encomendado resguardar este sector. Desde que te hiciste amiga de Eizo y Chisa les encomendé la misión de que te cuidasen...

Los peliblancos se notaban realmente devastados.

—Pero al parecer he cometido muchos errores.

Val paró en seco y te dio una mirada grave. 

—Urena-san. Lo de anoche... no fue solo un sueño.

Me agité algo nerviosa ante todo lo que me había dicho Val ¿Sabe quien soy? ¿Sabe de quien desciendo? eran las preguntas que me rondaban la cabeza. Habondia era el nombre que me dijo que luchaba con el Rey Mono de mis sueños.

Al parecer los gemelos habían sido los encargados de cuidarme y protegerme, y yo que pensaba que era al revés, parece ser que ellos podían ver mi aura, incluso conocían mis sueños más al dedillo que yo.

Entonces Val hizo referencia a lo de anoche. Pasé mi mano por la barriga, recordando lo sucedido en... ¿el sueño? Val acababa de decir que no había sido un sueño, o al menos no en parte.

- ¿Pero entonces? No tengo nada ¿Cómo es posible? - pregunté.

Un silencio incómodo se apoderó de la sala.

Los gemelos mantenían su mirada fija en el suelo, con sus puños apretados con mucha fuerza, tanta, que jurarías se estaban haciendo daño. Su expresión irradiaba rabia, ira, arrepentimiento. 

Val te miraba con ojos apacibles, buscando quizá las palabras adecuadas para responder a tu pregunta. 

La Onee-san puso sus manos en las cabezas de los peliblancos, tratando de hacer que se calmaran.

Val luego de soltar un gran suspiro te miró por fin con la suficiente determinación como para contestar.

—Has muerto y... Renaciste como demonio.

Los gemelos agravaron su expresión junto con la respuesta.

¿Estoy muerta? algo en mí se revolvió al escuchar las palabras de Val. No tenía sentido, pero sí que lo tenía, estaba respirando, seguía teniendo hambre, notaba como la sangre fluía por mi cuerpo. Pero me ha dicho que he revivido como demonio pensé para darle sentido a la sensación de vida que sentía en mi interior. Quizá no era como esas series de zombies que estaban tan de moda, quizá había revivido y no era un simple muerto con patas.

- ¿Cómo es posible? - pregunté - Es decir, en cierto modo esto confirma que mi tradición familiar es verdad - corregí la pregunta al ser esa demasiado obvia -. ¿El Rey Mono también fue un demonio?

Estaba en cierto estado de shock, pero al fin se podía confirmar la existencia del antepasado al que se veneraba, en cierto modo, en mi familia. Además, tenía que mantenerme firme, ni que fuera por los gemelos que parecían bastante compungidos por no haberme podido proteger.

Además, tampoco sabía lo que comportaba ser un demonio, podía salir a la luz y me reflejaba en los espejos, y no tenía sed de sangre... aunque descarté la idea de trabajar esa hipótesis ya que eso eran historias de vampiros, y yo era un demonio.

- Pero lo que más me interesa saber ahora es, ¿quien me atacó? - pregunté.

Val tomó asiento después de escuchar el torrente de preguntas.

Val negó con la cabeza —Sun Wu-Kong, tu ancestro, no fue un demonio. Fue un youkai perteneciente a la facción del Dios de la guerra Sakra —empezó a rascar su barbilla después de un largo suspiro—. En cuanto a tu otra pregunta... No sería correcto decir "quién", lo correcto sería decir: "Quienes". La alianza sospecha de que esta serie de sucesos están siendo perpetrados por la nueva brigada del caos. Verás, no eres la única que ha sido atacada en unas circunstancias parecidas, aunque, sí eres la única que ha sobrevivido —agitó su cabeza, intentando retractarse de lo que había dicho—... por decirlo de alguna manera. 

Se irguió en su asiento y sonrió para sí mismo.

—Estoy seguro de que no entiendes nada de lo que estoy diciendo ahora. No debes preocuparte por ello... de momento. 

Obviamente no estaba enterándome de nada, era demasiada información que digerir, Sun Wu-Kong era un yôkai, una brigada del caos que ataca a personas humanas, he sido la única en sobrevivir a uno de esos ataques...

- Y entonces ahora ¿debo seguir haciendo vida normal? - casi parecía que fuera un señor mayor con achaques delante de la consulta de un médico.

Si habían atacado una vez volverían a hacerlo, cuando descubrieran que seguía viva, si es que no lo sabían todavía.

—No exactamente —respondió Val con una expresión complicada.

Del bolsillo de su camisa sacó una pequeña pieza de ajedrez color carmesí; era una torre. La puso sobre la mesa y, mientras jugaba con ella, se dirigió a ti.

—Esta pieza fue la que usé para darte una nueva vida. Ahora eres una demonio que sirve a la casa Belphegor, y yo, Urena, soy tu amo.

No hubo imposición en su voz, solo severidad.

¿Una torre? me pregunté cuando Belphegor sacó la pieza de ajedrez de su bolsillo. Ni idea de lo que significaba que me hubiera devuelto a la vida con esa pieza en concreto. En el shôgi las torres se pueden mover en vertical y horizontal tantas casillas como quisieran, tenía entendido que en el ajedrez también sucedía esto, pero no había notado ninguna restricción de movimiento.

Luego estaba el tema de ser la demonio sirvienta de Belphegor. Esto fue, sin duda, lo que me dejó con más curiosidad. Entendía que me había hecho un favor al revivirme y se lo debía. De alguna manera mi nueva vida, la ficha de ajedrez y el clan de Val estaban relacionados.

- ¿Eso quiere decir que a partir de ahora obedeceré las órdenes de tu clan y formaré parte de este club? - era la única pregunta que tenía.

Quizá la pregunta era muy simple o me hacía quedar como una tonta, pero ser pragmática era lo que me tocaba en ese momento. Me permití pensar en el alivio que me suponía no tener a mis padres sufriendo por mi fallecimiento, si no se habían enterado de nada, no me tendría que preocupar por nada.

- ¿El resto de mi vida sigue tal cual como es? ¿Mis padres estarán bien? - seguí preguntando.

Val rió entre dientes al ver tu reacción. 

—Mis ordenes, para ser exactos —aclaró—... Y sí. Lo ideal es que formes parte del club. Verás, Urena-san, el club no es más que una fachada. Si bien es cierto que, hacemos algunas actividades de club, no es más que una fachada para los pactos como demonios; esa es la verdadera utilidad del club de investigación de lo oculto. Sin embargo —se empezó a rascar la cabeza, con una expresión complicada— no te puedo obligar a unirte. No soy esa clase de opresor... puedes darme una respuesta mañana.

Sonrió momentos antes de levantarse y empezar a caminar hacia la puerta.

Mientras se alejaba, empezó a hablar con un tono cálido.

—No eres una humana; dejaste de serlo. Debes estar consciente de ello. Estoy seguro de que tu cuerpo está empezando a cambiar, lo debes haber notado —chasqueó sus dedos. De forma instantánea unas alas negras en forma de murciélago emergieron de su espalda. Eso mismo pasó con los demás miembros del club... y contigo. Tenías unas alas iguales a las de los demás que adornaban tu espalda. Val volvió a chasquear los dedos y las alas desaparecieron— Las cosas de ahora en adelante serán un poco diferentes para ti, aunque claro, tu vida no cambiará del todo. Míranos a nosotros, ¿podrías haber deducido que eramos demonios? Los demonios vivimos vidas largas, necesitas ambiciones. ¿Tienes ambiciones, Urena-san? Deberías pensar en ello. Tus padres estarán bien, mientras tengas la fuerza que se necesita para protegerlos. En tu sangre corren las venas del Rey Mono, no creo que las cosas sean sencillas de ahora en adelante.

Siguió caminando hacia la salida y salió por la puerta mientras se despedía con una mano.

—Esperaré tu respuesta mañana.

—¿Urena-san? —dijo la bella dama de porte alemán mientras se te acercaba— Mucho gusto, yo soy Arabelle Schneider. Espero podamos llevarnos bien, fufufu.

Realmente se comportaba de forma refrescante.

—Los gemelos te acompañarán a casa hoy, estás de acuerdo con eso, ¿verdad?

Los peliblancos, quienes habían sido mencionados, apartaron su rostro cuando sus miradas tropezaron con la tuya.

Al fin y al cabo, lo lógico era unirme al club, así que no tendría que pensarlo demasiado. Val se levantó de su silla y siguió hablando mientras avanzaba, tranquilamente, hacia la puerta. En un momento dado chasqueó los dedos y pude ver como, en secuencia, desde Val hasta los gemelos, todos y cada uno de ellos, mostraron unas alas de murciélago a sus espaldas. Y entonces sentí un hormigueo en mi propia espalda y un batir de alas, en un instante mi espalda presentaba las mismas alas que lucían el resto del club. Me asusté un instante, me revolví nerviosa en la silla en la que estaba sentada y me levanté de golpe, mirando mi nuevo complemento.

El siguiente chasquido hizo que todas aquellas alas desaparecieran. ¿Estas aparecían a voluntad solo de Val? No podía ser solo eso, seguro que yo también podría. Me concentré intentando sacar las alas con mi voluntad.

Me detuve para acabar de prestar atención a Val, que ya se despedía y salía por la puerta. Entonces, Arabelle se acercó a mí.

- Un placer Arabelle-senpai - dije inclinándome hacia ella - Seguro que nos llevaremos bien - añadí en una sonrisa.

Sentía curiosidad por la que parecía la mano derecha de Val, pero hubiera sido grosero preguntar en ese momento, seguramente tendría más posibilidades de conocerla mejor conforme avanzase nuestra relación.

- Claro que sí, será un placer contar con su compañía, como siempre - dije ampliando la sonrisa cuando nuestras miradas se cruzaron.

Los gemelos estaban avergonzados. Supongo que se sentían culpables. Por suerte seguía "viva", de camino a casa tendría que hablar con ellos.

—Ya escucharon, no deberían estar preocupados por nada —se dirigió a los gemelos mientras cubría una pequeña risita con su mano— Por ahora debo retirarme, Urena-san. Espero y nos veamos mañana.

Luego de hacer una reverencia salió de la sala junto a su bandeja en las manos.

...

Quedaste a solas con los gemelos en la sala. Incómodos y sin encontrar una palabra qué decir; Chisa fue quien decidió romper el silencio.

—Yo... Urena... —no parecía encontrar las palabras indicadas para expresar lo que estaba sintiendo en esos momentos. El haber dejado que una amiga suya muriese y se convirtiera en demonio sin su consentimiento...— Nosotros lo sentimos.

Chisa hizo una reverencia mientras sus lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos. Eizo también hizo una reverencia mientras mantenía los ojos cerrados. Los dos estaban esperando quizá una reprimenda, o que descargases tu furia contra ellos. Lo esperaban y se sentían culpables por lo que había sucedido, así que no les importaba lo que les dijeras si eso ayudaba en algo.

Arabelle se marchó y me dejó a solas con los gemelos. Los dos hermanos parecían realmente compungidos por no haber podido evitar que fuera atacada y que muriera, obligando a devolverme a la vida como demonio.

No había marcha atrás, no podían contar con que me iban a atacar el día de antes, y no me habían traicionado, ni me habían herido ellos directamente.

- No pasa nada Chisa - dije acercándome a ella y poniendo la palma de mi mano sobre su cabeza, acariciándola -. Por lo que Val ha contado era muy difícil que me hubierais estado protegiendo constantemente, así que el ataque podría haber sido en cualquier momento.

Rodeé a Chisa entre mis brazos para intentar reconfortarla, solté uno de los brazos y se lo pasé también por la cabeza de su hermano, que estaba muy callado.

- Y al final lo que cuenta es que ahora estoy bien, y que no tendréis que ocultarme vuestra condición, ya temía yo que me hubierais dicho a que club pertenecíais y que yo no me acordase y estar ganándome yo la bronca - la sonrisa se me podía notar en el tono de voz aunque no la vieran.

Chisa aún entre sollozos se mostró renuente ante tus palabras de consuelo.

— ¿Por…? ¿Por qué no nos odias? Te mentimos… sobre todo. Nunca te dijimos quiénes éramos realmente. No pudimos protegerte, ahora eres como nosotros; ya no eres humana… ¿Por qué? —te miraba con ojos expectantes, buscando en tu mirada una vaga respuesta a su pregunta— ¿Por qué no reaccionas de otra forma? Puedes gritarnos, puedes recriminarnos lo que desees, al final… todo es nuestra culpa. Nuestra culpa por ser débiles. Ahora eres un dem… Las cosas no serán fáciles de ahora en adelante, ¿por qué no estás molesta? —no entendía el por qué de tu compasión, el por qué de tu calma. Buscaba con ansias esa respuesta en tus ojos, mientras las lágrimas caían por su pálido rostro.

Chisa se sentía realmente culpable, tanto que no llegaba a comprender. Es verdad que no habían sido del todo sinceros conmigo, pero dadas las circunstancias quizá lo mejor que podían haber hecho era no decírmelo.

- Vosotros conocéis la historia de mi familia, y no me juzgasteis por ella. - le dije -. Sabéis que yo se muy bien que es difícil contarle a la gente estas cosas, la gente se mofa de los orígenes de alguien cuando no los comprende, no todo el mundo es tan comprensible como vosotros, siempre habéis estado a mi lado, como yo he estado al vuestro - me detuve un segundo -. ¿Qué más da si ahora soy un demonio, si conservo todo de mí, incluso a vosotros?

Me había muerto y había perdido mi condición humana, pero no se sentía en nada, solo había sido consciente cuando Val hizo aparecer las alas a mi espalda.

- Lo importante es que ahora estaremos más unidos que nunca, y que podremos seguir protegiéndonos mutuamente - besé la frente de Chisa con dulzura.