Partida Rol por web

Tus palabras no acobardaron a Aoi. Después de todo, aunque se veía llorosa y temerosa por otras razones, su respuesta fue bastante tajante y valiente.

―Si Aoi morirá, lo hará con Shiori ―tus siguientes palabras por fin encendieron una chispa diferente en la tigresa, dado que sentiste algo de dolor y enojo cuando mencionaste lo de su familia―. Shiori es mi familia. Shiori lo dijo. Dijiste que éramos familia.

Su conmovedora conversación quedó interrumpida de momento por el misterio que cubría aquel hospital. Apenas le ordenaste a Aoi que te cubriera la espalda, esta no vaciló y lo hizo así, realmente gruñendo y sintiendo desconfianza hacia aquella bizarra enfermera que habías visto salir de aquella sala y ahora caminaba con naturalidad por el pasillo.

Lo que te encontraste al abrir la puerta de aquella habitación fue horrible.

Era bastante pequeña, y el olor que azotó tu nariz fue realmente desagradable. Completamente oscura, lo único que pudiste discernir en sus paredes y la camilla, el único objeto en esa habitación, fueron salpicaduras oscuras y gotas y gotas corriendo por aquí y por allá. Y al fondo de la pequeña habitación, había una figura humanoide con grilletes en las manos y los pies desnuda y completamente despellejada hasta el punto que no podías reconocer qué era. Aún la sangre fresca formaba un charco que empezaba a formar pequeños y espesos riachuelos. No te hizo falta pensar mucho para saber que la muerte de aquella criatura había sido larga y agonizante.

La enfermera se detuvo en el momento en que le hablaste. Sin aparentes intenciones hostiles hacia ti, se dio la vuelta y te miró con aquel desinterés y vacío que helaba la sangre. Algo que no esperaba salió de sus labios.

―En el lugar donde los pecadores son castigados ―dijo aquella pequeña figura demoníaca en la que no pudiste sentir más que paz y tranquilidad.

La mujer no perdía su temple, mientras que ella buscaba poner tanta distancia como le fuera posible entre ambas. Fue entonces que le mencionó que le diera su sangre. Frunció el ceño al instante y recordó la cita entre Edward y Sayaka. Si bien el solo recordar eso la hacía enojar mucho, había un dato importante a sacar de allí, y eso era el efecto de una mordida sobre la víctima. Era obvio que no podría revivir a Kiki con su sangre. Después de todo, ese sucio vampiro había dicho que ellas controlaban la sangre mejor que él, y que solo había un clan de vampiros que podía hacer cosas parecidas... pero claro que eso nunca incluyó el devolverle a alguien la vida. Y menos a alguien como Kiki.

Se sintió prevenida cuando empujaron la puerta, pero parecía un sirviente, el cual cambiaba su comida por otra recién hecha. Esa mujer era insaciable en verdad. Sonrió - Mientes. Odio las mentiras. Las odio. Los vampiros no pueden desafiar las leyes de la naturaleza y, además, nuestra sangre no lo devolverá a la vida - y dio otro paso mientras miraba.

- Aún no me has dicho cómo salir de aquí. Porque no planeo ser tu cena ni servirte, Gula-san - y lo dijo en un tono despectivo. Ella no usaba el japonés porque Kyra no lo hacía, pero en una situación como estas, podía sacar el humor ácido de Sayaka. Le daba asco y nunca lo admitiría, pero podría llevarla a donde quería. No le entregaría a Kiki y, si debía luchar, lo haría. Solo esperaba que sus poderes le respondieran como a Sayaka y dejaran de fallar.

Shiori observó sin inmutarse a Aoi con sus palabras y los sentimientos que la felina manifestaba en medio de la conversación sostenida. Hubo un pequeño instante en el que la joven quiso disculparse y aclarar por qué había dicho eso debido al dolor que le causó haber dicho lo que pensaba dejando a un lado que eso lastimaría a la felina, pero solo pensó que como era su familiar ahora estaba condenada a morir a su lado. Si pudiese liberarla lo haría, al igual que mandarla al bosque; pero esta última opción no serviría si la caballo fallecía, pues la tigresa tenía el mismo destino.

Sin embargo, todo lo anterior quedó a un lado cuando abrió la puerta y se topó con esa escena grotesca que sólo provocó que abriera los ojos un poco y contener su respiración para no seguir oliendo, aunque algo en ella impedía que dejara de observar y recorrer con su mirada el riachuelo de sangre que se formaba sin temblar o mostrarse nerviosa. Pero cuando la chica habló, y sintió esa paz en ella... Sintió asco.

-¿Por qué estamos aquí? - se retiró del umbral y la puerta se cerró sola. Comenzó a caminar a la enfermera sin tener mucho cuidado, solo lista por si debía pelear-. ¿Qué eres tú? ¿Este sitio qué es exactamente? 

Los ojos de la criatura seguían brillando con esa oscura malicia. Que te negaras a su petición no la perturbó. De hecho, jurarías que se estaba excitando más y más. No miró al sirviente cuando este le sirvió la comida. La vampiresa no parecía querer apartarte la mirada. De hecho, también jurarías que sus colmillos salían a relucir más descaradamente. Cuando sí notaste un cambio en su expresión fue cuando la llamaste "Gula". Los ojos de la vampiresa se abrieron un poco y su sonrisa se perdió. Aquel comentario no parecía haberle agradado, aunque no tardó en sonreír hipócritamente de nuevo.

―No eres tan inocente como aparentas. Aunque la forma en que me tratas me duele. He intentado ser una buena anfitriona y tratarte con amabilidad, pero veo que mi amor no es suficiente para ti. Tu hambre es incontrolable. Me pregunto qué hacer contigo... ―se dio la vuelta por fin y suspiró, dirigiéndose hacia su asiento― ¿Sabes cuándo la carne está en su mejor punto? ―preguntó de repente, ignorando tu cuestionamiento sobre cómo salir de ahí.

Su comentario sí que trajo algo de sí. Le había llamado jinete del apocalipsis y no le molestó del todo, pero ahora le llamaba Gula y se molestaba. Era una mujer extraña, aunque ella no era nadie para hablar. Sin duda, quería o matarla dejándola sin una gota de sangre o hacerla su sirviente. Su reacción lo decía.

- Su amor consiste en querer engañarme. Ya le dije, no me gustan las mentiras - y la vio caminar a su asiento, claro que sin perder su postura. Se alistó para defenderse de ser necesario, pues suponía que llegaría el punto en que esa mujer trataría de imponerse sobre ella. Se concentró y, aunque le costó, pudo recordar cómo conjurar una barrera. Si quería sobrevivir, debía luchar. ¿Por qué debía tener el mando en una situación como esa?

Después de contemplar sus posibilidades y pensar en todo lo que seguía, le dijo - ¿Cuándo? - y esperó. Sabía que esa mujer esperaba esa pregunta, aunque no sabía lo que haría a continuación. Con algo de impaciencia, cargó a Kiki con una sola mano y traqueó los dedos de la otra.

Aoi no había podido ver el dantesco cuadro dentro de aquella habitación, y qué bueno que no lo había hecho... aunque eso no quitaba que el olor que incluso ella había percibido la hiciera resoplar por la nariz, sintiéndose aturdida por un momento. Sin poder evitarlo, se volvió hacia la enfermera mientras tu te acercabas a ella, aunque la felina no se movió. Se mantuvo en guardia sosteniendo con cuidado a Gao y preparada para atacar. Aunque con Gao en el hocico... ¿cómo lo haría?

La enfermera te vio ir hacia ella sin inmutarse. Al menos de momento no parecía verte como una amenaza. ¿Era despreocupada, loca o simplemente estaba completamente confiada de que aunque lo intentaras no podrías hacerle nada?

―El lugar donde los pecadores son castigados ―respondió con el mismo tono la enfermera a la última de tus preguntas, completamente estoica―. Yo soy la encargada de este lugar. ¿Quién eres tú? ―preguntó con, al menos aparente, inocencia. Esos breves instantes mientras te acercabas a ella te sirvieron para ver en sus pálidos brazos ronchas y bultos desagradables de un color verdoso que no habías visto antes.

Shiori se detuvo a unos pasos examinando con mejor detalle a esa chica notando lo que tenía en sus brazos y, por lo mismo, intentó mirar con mayor detenimiento las extremidades y partes de su piel expuesta. Notó cómo cambiaba algunas respuestas a sus preguntas, pero eso no le hizo acabar con su paciencia por el momento. Sabía que si peleaban tenía a Aoi y a un panda desmayado. No lo había pensado tan cual, pero Gao estorbaría. Había huido de su destino con Itomi para seguir condenado. ¿De qué había sido salvado?

-Si eres la encargada sabrías cuándo y cómo llegamos aquí. Y si es porque somos unos pecadores... ¿Cuándo recibiré mi castigo?-preguntó hastiada de todo. Estaba cansada de que jugaran con ellos como se les diera la gana, pero no podía discernir si ella era una aliada o enemiga. Claro que la última opción era la más viable, pero no quería repetir lo que pasó con Cuatro-. ¿Eres la única aquí? ¿Cuántos más están atrapados como nosotros? 

Cuando me di la vuelta, aquel hombre hizo lo que parecía ser inevitable desde un principio, por mucho que yo me interpusiera, simplemente, sin pensar, dejé que se quitase la vida y continué avanzando.

Al rato me hallaba ante una puerta, rodeada de la más pura negrura. No tenía otra forma de seguir avanzando, y puede que retroceder no me separase de aquel arco que me esperaba al pasar.

Suspiré e inicié mi marcha para pasar por aquella puerta.

La vampiresa se dirigió a su asiento con parsimonia y elegancia pasando su mano por los espaldares hasta sentarse con delicadeza y tomar los nuevos cubiertos completamente limpios. Entonces, sin siquiera mirarte o responder a tu pregunta aún, cortó un pedazo de sangre; el plato comenzó a llenarse de sangre fresca mientras las hebras fibrosas se separaban ante el acero del cuchillo. El tenedor pinchó el gran pedazo de carne y más jugos salieron de esta. Entonces, la llevó a su boca; una gota de sangre cayó por su labio.

―Cuando la presa acaba de ser cazada ―dijo, después de tragar―. Si la comes justo después, puedes sentir todas las emociones de esa criatura en la carne. Por eso también es importante darle una muerte rápida e indolora; placentera. Eso hace que la carne sea tierna y dulce. La paciencia es importante para obtener buenos resultados ―y esta vez, con desesperación, tomó la copa y bebió todo de un trago, sin importarle que aquel líquido carmesí cayese vulgarmente por la comisura de sus labios y machase su pecho. Luego, hizo lo mismo con el trozo de carne sobre su plato, comiéndola con desesperación y manchando la mesa. Una vez terminó, ni siquiera tuvo el reparo de limpiarse el rostro. Sus labios goteaban sangre y sus colmillos se entreveían un poco―. Pero la paciencia también tiene un límite ―volvió a mirar a Kiki por un momento, esta vez de forma más descarada, y con una voz más iracunda mientras se ponía de pie te dijo―. Dame el Santo Grial.

Al percatarte de las peculiaridades de su piel, decidiste observar a más detalle la piel expuesta de la chica y te encontraste en mucha de ella marcas similares. Sin embargo, más que parecer solo pútrida, la chica parecía estar, en general, enferma. ¿Qué sería lo que tenía sobre su piel? ¿Lepra? 

Aoi se dio la vuelta y comenzó a gruñir con más fuerza a la chica que en apariencia era inofensiva. Sin embargo, ¿era ella la que le había hecho algo así de horrible al cuerpo que habías visto en la habitación? No se inmutó ante lo primero que le dijiste, aunque sí cuando dijiste que si eras una pecadora, cuándo recibirías tu castigo. Sus ojos se abrieron un poco y comenzaste a sentir algo de hostilidad provenir de ella. Los músculos de su cuello comenzaron a tensarse y la chica ladeó un poco su cabeza.

―Otra pecadora. Otra más, otra más, otra más. No se detienen. No paran. ¿Por qué tanto mal en el mundo? ¿Por qué tanta muerte? ―sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas― Te salvaré ―y sus ahora temblorosas manos se dirigieron lentamente a su espalda.

La mujer volvió a su puesto y empezó a comer la carne. Al principio degustándola con decoro para luego mostrar su hambre. La escena le pareció grotesca, pero por algún motivo se sentía satisfecha de ver ue por fin mostraba sus verdaderos colores. La miró con odio, el odio de alguien que descubre ue le han mentido - Al fin muestras quién eres en verdad, Gula-San. Lo que llamaste "destino", no fue más que tu propia hambre - nuevamente haciendo acopio de esa pequeña parte de Sayaka en ella.

Intentó invocar su poder, pero no parecía capaz de controlarlo aún. Sin embargo, apenas la sucia vampiresa dijo que le entregara al Santo Grial, la miró con una furia que había contenido todo este tiempo. Sus pupilas se contrajeron y le dijo casi escupiendo sus palabras - No mancharás su cuerpo con tus sucias manos. ¡ÉL ES MÍO! ¡MÍO Y DE NADIE MÁS! - no podría atacar, pero al menos podría defenderse. Era el momento de pelear, por lo que metió el cuerpo de Kiki entre sus ropas, mejorando el agarre que tenía de él de esta manera y liberando sus brazos.

Cuando la llamaste Gula de nuevo, la vampiresa claramente se mostró desagradada. ¿Qué significaba ese nombre para ella y por qué le molestaba tanto? Su bello rostro se deformó en una fea mueca bastante amarga. Sus colmillos aún cubiertos de sangre salieron a relucir sin ningún reparo, como la amenaza de una bestia salvaje, y los ojos de la vampiresa amenazaron un momento por volverse completamente negros. Gula no tenía mucha más paciencia. Su hambre clamaba por tu sangre y por el Santo Grial. Siguió con la mirada cómo ocultabas a Kiki y tu negativa a dárselo. Verdes venas comenzaron a marcarse en el pálido y molesto rostro de la mujer.

―Ninguna presa está en posición de resistirse. ¡Insolente! ―gritó raspándose la garganta.

El sirviente vacío que hasta ese momento se había mantenido en su lugar sin moverse, mecánicamente retiró la vajilla usada y se dispuso a poner una nueva, sirviendo con ella otro poco más de carne. La vampiresa vio esto de reojo y, por alguna extraña razón, su ira creció. Las venas en su rostro no hacían que marcarse más y más, y eso poco a poco estaba siendo replicado en toda la piel expuesta que veías. Por fin desde que habías llegado, sentías que empezaba a mostrarte su verdadera fuerza... y eso realmente te empezó a dar miedo.

Entre guturales y desagradables quejidos, la voz de la vampiresa se comenzaba a distorsionar, así como su respiración. Dejando de mirarte por un momento, miró al sirviente que aún ponía las cosas sobre la mesa y encogiendo un poco su cuerpo sacando las uñas al frente le saltó como una bestia. Ambos cayeron al suelo y la vampiresa comenzó a morder con fiereza el cuello del hombre, sacando un gran pedazo de carne en la primera mordida. El hombre no se quejó; de hecho, no parecía más que un muñeco. La mujer mordió y mordió haciendo de todo una escena grotesca y sangrienta. Sin embargo, el sirviente ni siquiera gimió de dolor. Tan solo unos pocos segundos después, sus ojos se apagaron por completo. La vampiresa siguió ruñiendo incansablemente bebiendo sangre y tragando carne mientras hacía los mismos sonidos que una bestia haría. Mientras ella seguía en ello, observaste que la puerta a tu izquierda estaba abierta. Momentáneamente, Gula parecía haberse olvidado de ti. Era tu oportunidad. ¿Qué harías? ¿La atacarías o huirías?

Molestar a un enemigo. Eso era lo que Sayaka hacía con frecuencia para sacarles información, y en ese momento le había resultado de utilidad. Si bien su vida estaba en peligro, ahora sabría a qué se enfrentaba... y más estando Kiki de por medio.

Entonces, la mujer la llamó "presa", comprendiendo así que si la alcanzaba, sería ella su siguiente bocadillo. Apenas vio cómo la mujer se deformaba para dar paso a la bestia que en verdad era, comprendió que no tenía el poder de enfrentarla así nada más, por lo que su mejor apuesta era escapar. Vio la puerta abierta y cómo Gula parecía entretenerse con ese sirviente, dándole la posibilidad que necesitaba. Tras esto, extendió sus alas, escondió su presencia y se echó a volar en dirección al jardín. ¿Ella no podía salir? Lo averiguaría pronto.

Todo está bien, Kiki. Todo está bien.

Tocó el cuerpo del zorrito a través de sus ropas para luego volar tan rápido como sus alas se lo permitieron.

Notando aquellas marcas de piel, Shiori utilizó senjutsu una vez más para averiguar qué raza era esa extraña enfermera porque contrastaba bastante la paz que emanaba con sus acciones. Y no solo eso, podía sentir la ira recorrer sus venas como fuego siguiendo un pastizal seco hasta llegar a la punta de sus dedos y quemarla. No había nadie más en la habitación, por lo que ella era quien había asesinado de esa manera grotesca al otro ser; por lo que solo anhelaba pelear hasta que por fin parecía que el combate había llegado. La joven se tensó y afiló la mirada ante sus palabras, por lo que poco a poco comenzó a adoptar una posición familiar en ella empuñando a Mikasuki con ambas manos aun costado suyo.

-¿Solo porque dije que era pecadora me ayudarás? ¿Sin comprobar? ¿Y si estoy mintiendo?-no le importó ver sus lágrimas, su piel le advertía que llegaba una pelea. Ahora alzó sus brazos y colocó el mango de la katana a la altura de su cara mientras flexionaba los brazos.

-Aoi, esconde a Gao debajo de alguna silla que esté en el pasillo y que podamos mirarle. Procura que ella no lo vea. Tardaré en atacarla, pero te indicaré cuando lo hagas. Por el momento cúbreme.

Luego posicionó una pierna el frente y tensó su cuerpo sin moverse... por el momento.

Convencida de que escapar era tu mejor opción por ahora, extendiste tus alas y saliste lo más rápido posible del comedor. Lo último que viste de la vampiresa era cómo gruñía y despedazaba a una velocidad cada vez más increíble al sirviente, manchando absolutamente todo de rojo.

Todo era perfecto. Era esa tu oportunidad. Sin embargo, tu primer obstáculo se dio al salir al pasillo. Después de todo, una vez cruzaste la puerta, si bien te hallabas en el mismo pasillo, estabas segura de estar en un lugar completamente distinto. Volaste a donde se suponía debía estar la salida al jardín a toda velocidad. Sin embargo, no pasó mucho para que comprendieses que estabas en un lugar completamente distinto. Solo podías ver puertas y puertas que parecían interminables en medio de un laberinto de pasillos.

PUM

Algo alejada de ti, en la dirección que venías huyendo, se escuchó cómo una puerta era azotada. Mientras seguías volando a toda velocidad, volteaste por un momento y lo que viste fue realmente grotesco.

Lo que antes era una hermosa vampiro, se estaba deformando con cada segundo que pasaba convirtiéndose en un ser amorfo con grandes fauces y unas extremidades rígidas como ramas de un árbol. Apenas aquel ser de ojos negros te vio, sus cabellos negros que parecían serpientes comenzaron a flotar en el aire y un alarido que no podía ser otro que el de una bestia se escuchó. Entonces, a toda velocidad, comenzó a ir hacia ti impulsándose con sus extremidades clavándolas en las paredes.

Apenas sus manos llegaron a su espalda, escuchaste dos sonidos metálicos deslizándose y rozándose. Mientras más lágrimas se acumulaban, la chica había sacado de un círculo mágico lo que parecían ser dos hojas curvas de empuñadura dorada que no llegaban a ser tan largas como para considerarse espadas. Sostenía una con cada mano y te miraba cada vez de forma más desorbitada mientras las lágrimas de sufrimiento recorrían sus mejillas. Activaste tu senjutsu para saber con qué te enfrentabas... y lo que sentiste ahora te sorprendió bastante.

Un híbrido entre un demonio y un ángel: eso era lo que tenías frente a ti. Emanaba un aura desagradable, y su poder... su poder que ahora no ocultaba de buenas a primeras parecía ser, al menos, el doble del tuyo... y no dejaba de aumentar con cada momento que pasaba. Aoi también pudo sentirlo, y por un momento casi flaquea. Lo que tenían frente a ustedes, de muchas formas, no era normal. Todo se volvió mucho más tenebroso cuando de distintas partes de aquel hospital se empezaron a escuchar lamentos.

Aoi, apenas pudiendo responder bien a tu orden, trató de esconder a Gao bajo un escaparate algo lejano. Si bien fue a simple vista y la enfermera pudo ver dónde había ocultado a Gao, no pareció hacerlo simplemente. Después de todo, su mirada estuvo en todo momento fija en ti.

―Padre, perdónalos. No saben lo que hacen ―dijo la enfermera en voz alta sin reparar en lo que habías dicho. Aoi siguió tu orden y corrió para ponerse detrás de ti. Sin embargo, a continuación pasó algo que ninguna esperaba.

A una velocidad muy alta, la enfermera apareció frente a ti con una de sus hojas levantadas. Si bien pudiste verla, no esperaste que fuese tan rápida. ¿Era quizá tan rápida como Kiba? Lo peor vino después. Sin el suficiente tiempo de reacción, solo pudiste ver cómo la punta de aquella afilada hoja se clavaba en el hombro que Amon te había herido alguna vez mientras la mujer extendía el otro brazo.

―Los pecados se expían a través del dolor.

Había logrado salir, pero al ver que todo el panorama había cambiado... En verdad no podía salir. Por eso, ese lugar cambiaba. Era un laberinto, una realidad moldeada para complacer su propia gula o ser devorados por ella... Era un lugar terrible. ¿Ese era el mundo nuevo que quería constituir?

Al ver las puertas, detectó diferentes distribuciones en las habitaciones. ¿Placer? ¿A dónde ir? Si quería camuflarse, la habitación vacía tal vez no fuera una muy buena opción. Una sola persona... eso implicaba que no podría esconderse si devoraban a ese otro. Y aunque la habitación llena de gente le producía repulsión, era su mejor opción para ocultarse. También era que quería ver si Gula los devoraría o qué pasaría. Mientras más información pudiera reunir, mejor sabría que hacer. Ya sabía que era una abominación y que además quería a Kiki. Todos querían a Kiki. Ahora, a buscar cómo contrarrestarla. Insegura, entró por la puerta donde había una gran cantidad de personas e intentó esconderse de miradas indiscretas rápidamente, además de alejarse lo más rápido que pudo de la puerta.

La mirada afilada de Shiori se mantuvo mientras resguardaba la posición para utilizar Satsuki en unos segundos más, flexionando con fuerza sus rodillas sin dejar de ver a la chica mientras ésta sacaba una extraña forma de espadas que le sonaban, pero a la que el nombre correspondiente nunca llegó porque se dio cuenta que era mitad demonio y ángel. El aura divina provocó un calosfrío en su espina dorsal y, conforme el poder de la enfermera aumentaba, la caballo comenzaba a sentir un pequeño instinto que le decía al mismo tiempo que huyera y que moriría ahí mismo. Era controlable... hasta que vio la velocidad en la que ella corría a su lugar y, sin poder evitarlo, la hería en aquél maldito hombro.

Por un segundo, la imagen de la híbrida cambió a la del demonio pelirrojo que le sonreía con sadismo y luego a la de Samuru que la veía consumido por su oscuridad hiriéndola con su mano. Solo bastaron esos momentos para que, por un momento, el rostro de la pelinegra se tensara y, guiada por querer sobrevivir, tensó aún más su cuerpo para mejorar su velocidad y atacarla a la vez sin moverse de su lugar. Necesitaba utilizar Satsuki para acabar rápido con ella.

-Muerde una pierna. ¡Hazlo!

Demandó a Aoi mientras empuñaba torpemente a Mikasuki y la atacaba. Tenerla cerca le estaba desconcentrando... pero al mismo tiempo, la sed que sentía de pelear por fin comenzaba a satisfacerla. ¿Moriría ahí? ¿Importaba, acaso?

-¿Matar no es pecado? ¿O eres la excepción?-tomando en cuenta que combatía cuerpo a cuerpo, Shiori intentó leer sus movimientos o percibir más de ella a través del intercambio, lo que le diera alguna ventaja.

Aquel ser amorfo comenzaba a ganar velocidad conforme más avanzaba, por lo que debías apurarte. Aquel poder que habías sentido en la habitación ya no tenía nada que ver. Si en ese momento ya te parecía que era bastante superior a ti, ahora había duplicado eso. En sí, ¿qué se suponía que era ese ser? ¿En verdad era tan solo un vampiro? ¿Cómo podía existir algo así? Parecía una abominación... creada por alguien más.

Sin querer detenerte a descubrir que te haría aquella cosa una vez te alcanzara, evaluaste tus opciones y doblaste en un pasillo perdiéndote de su vista por un momento. Te dirigiste a una puerta donde podías sentir muchas personas y empujaste. Para tu fortuna, la puerta estaba abierta. Sin embargo, lo que descubriste al otro lado tal vez pudo revolver tu estómago.

Al menos unas quince personas, entre demonios, caídos y vampiros se encontraban en un comedor; muchos de ellos completamente desnudos. Pero lejos de ser eso lo repugnante, fue ver en el centro de las 2 grandes mesas del comedor al menos una decena de cuerpos desnudos y que estaban siendo... devorados, alguno de ellos vivos aún.

Apenas entraste por la puerta, algunas de las vacías miradas y sonrisas del lugar te miraron por un momento, aunque poca atención te prestaron, demasiado ocupados entre todo tipo de placeres carnales realmente retorcidos y enfermos. ¿A nadie le importaba que estuvieras allí? Los alaridos de aquella cosa se hacían más cercanos, así como el retumbar de sus pasos. 

Debías buscar un lugar donde ocultarte, y rápido.

Apenas se lo ordenaste, iracunda, Aoi saltó a la pierna de la enfermera gruñendo. Pudiste sentir el sonido de muchos de los afilados dientes de Aoi traspasar la pierna de la joven. Para tu sorpresa, en los ojos de tu enemigo no hubo dolor. De hecho, estos seguían fijos en ti. Al menos fue así por un momento. Ciertamente, miró por un instante a Aoi, y ese momento pudiste aprovecharlo para, aunque torpemente, usar tu katana para alejarte de ella tomando con la otra mano la hoja y usando ambas para apoyarla contra su pecho y empujar con fuerza, alejándola y logrando cortarla, de paso. De buenas a primeras no pudiste percibir nada que te dijera cómo luchaba la mujer o algún punto clave... Habías visto muy poco de ella aún. Sin embargo, te quedaba bastante claro que estaba actuando fiel a sus convicciones... y a alguien más.

Pudiste alejarte unos metros de ella de golpe. Sin embargo, viste que Aoi estaba siguiendo tu orden a raja tabla. No estaba dispuesta a soltar la pierna de la enfermera. De hecho, estaba poniendo más fuerza, cosa que por fin no pasó desapercibida para la joven quien levantaba una de sus hojas hacia Aoi. Entonces, escuchaste que la felina te dijo algo.

―¡Shiori, huye!