Partida Rol por web

Alzaste vuelo, haciendo resonar tu voz a lo largo y ancho de la mazmorra. Rápidamente dejaste aquellos cadáveres detrás. Sin embargo, sucedía lo mismo con el largo pasillo. Parecía irse creando a medida que avanzabas.

—Sí, soy un demonio. Así como tú —la mujer soltó otra risa y, de golpe, todas las antorchas se apagaron.

—¿No te parece que estás alterándote demasiado? Es algo cruel que no desees saber lo que sucedió a tu madre. Es eso..., ¿o quizá ya lo sabes y solo ocultas aquellas en lo más profundo de tu inconsciente?

En un parpadeo... ¿te encontrabas en otro lugar? Un gran salón lleno de toda clase de muebles lujosos, donde el oro era lo que más resplandecía. Antorchas con llamas color verde en toda la instancia, dando más claridad que la misma luz del sol. Y, en el fondo de la sala, sentada en un exagerado trono, una mujer que se veía como los mismísimos demonios relatados en la biblia. Tenía cola, cuernos y alas, además de distintas marcas en su cuerpo. Sin embargo, era hermosa... aunque solo físicamente.

Una de sus manos estaba descansando sobre el posa brazos, sobre esa mano estaba dejando descansar su rostro. Tú, quien estabas al otro lado de la estancia, notaste sus afilada sonrisa desde donde estabas. Una clara sonrisa sádica.

—Intentando escapar. En verdad me das mucha pena. No puedes escapar de mí. Nunca has podido y nunca lo harás.

Sayaka no se desconcertó al ver cómo los dos humanos no querían irse. Por lo que se arrepintió enormemente de no habérselos ordenado. El ángel parecía el guardaespaldas de aquella mujer y debían deshacerse de él si querían llegar a ella.

Aprovechando que Urena arremetería contra ese mismo, decidió conjurar una burbuja para aprisionarlo. Si lo conseguía, se librarían de uno de los oponentes y eso sería de ayuda. Después de todo, ella era quien más le preocupaba. A pesar de eso, no pudo desatar su poder. Estar protegiendo a esos dos humanos la distraía, ya que seguía cubriéndolos para que no fuera tan sencillo hacerles daño, pero no parecían escuchar. Tal vez el medio era mucho mayor que su temor. Chasqueó los dientes mientras su mirada se endurecía por el enojo de haber fallado y dijo con un tono de voz que se mezclaba entre su grito de sirena y su voz normal, volviéndose algo chilló.

- Urena-san, ¿cómo se llama tu padre? - seguía cubriéndolos mientras esperaba para recibir cualquier ataque que viniera hacia ellos.

El ángel caído con una clara cara de asco mantenía su mano extendida hacia Toru. Toru y el padre de Urena reaccionaron al escuchar su voz, pero al verla manejar de aquella forma aquel extraño bastón y las alas negras en su espalda, la expresión del padre de Urena terminó por quebrarse, así como su propio espíritu. Solo pudo observar con sus ojos carentes de brillo como lo que era... ¿su hija? se lanzaba hacia aquel monstruo.

El ser de alas negras había empezado a conjurar una lanza de luz; eso era algo que Sayaka y Urena podían reconocer perfectamente, ya que lo habían visto con anterioridad. Esa era el arma más letal de aquella raza; era mortal para cualquiera y más para los demonios.

Apenas había empezado a acumularse un brillo amarillo en la mano del ángel cuando Urena se lanzó hacia él. Quizá demasiado confiado, el caído no se previno. Su mano pasó de apuntar a Toru a apuntar a Urena. Sin embargo, antes de que pudiese materializar siquiera un cuarto de su lanza, el bastón de Urena golpeó con mucha fuerza el costado derecho del ángel caído, creando un espantoso ruido seco. No había duda: con ese golpe Urena le había partido algunas costillas.

El cuerpo del ángel terminó por traspasar lo que quedaba de la destruida pared para salir por el pasillo y estrellarse con la pared del cuarto de Urena, traspasando también y deteniéndose por fin en la pared que separaba al cuarto de Urena de todo lo demás. Se escucharon distintos ruidos sordos mientras el ángel caído traspasaba las paredes; no podían saber si esos sonidos venían nada más por el concreto destruido o por los huesos del ángel quebrándose. Sin embargo, conociendo la mayor resistencia que poseían los seres sobrenaturales, dudaban que solo eso bastase para aniquilarlo.

—Bien hecho, mono. Conseguiste asestarle un golpe a Kafziel. Fue mucho más de lo que pudo hacer esta humana —la mujer aplaudió a Urena con aquella desagradable sonrisa que no encajaba en ese bello rostro. De alguna forma... su actitud y expresiones no parecían encajar con la feminidad y belleza de aquel cuerpo, era extraño—. Jugamos con ella un rato, pero no fue divertido. ¿Quizá tú y esa... —como si hubiese ignorado por completo a Sayaka, apenas la notó— sirena nos entretengan un poco más?

La pelinegra por un momento las apuntó con su mano, desplegando aquel brillo violeta con el que había hecho estallar la pared. Sin embargo, de golpe, apuntó hacia Toru y el padre de Urena.

—Aunque es peligroso. ¿Estos humanos también son tu familia? No deberíamos pelear en un lugar así, o... —un pequeño rayo de luz violeta salió disparado, aunque la mujer desvió un poco su mano, haciendo que su ataque fallase por mucho, dejando no más que un boquete al lado de Toru y Dai. Al parecer, con ese ataque se había contenido— Mi mano se escapó. Pido disculpas por ello —se puso de pie, tomando una postura bastante varonil, extendiendo su mano de nuevo hacia ellos—. La próxima vez no pasará.

Shiori apretó el  mango de Mikasuki, suspirando en silencio mientras buscaba alguna calma momentánea para comenzar a moverse. Dudaba poder sacarle más información, además que estaba permitiendo que el tiempo pasara en que con su último suspiro lograse tronar sus dedos y destruir todo lo que había tocado hasta ahora. Quería averiguar si conocía a Amon, si seguía un ideal de los buscadores del Armageddon o cualquier información que les ayudara a entender más qué rayos pasaba. Simplemente concordaban con lo que dijo Val en su momento de destruir el status quo.

-Es verdad que este mundo no es el mejor, pero que decidan acabar con eso de esta manera los convierte a ustedes peor que basura. Considérame basura, pero al menos yo sí creo y confío en los demás-y sin darse tiempo a sí misma de dudar, la bola de fuego que había invocado atravesó la ventana rompiéndola en varios trozos, pues buscaba que éste solo distrajera a la rubia.

Acto seguido, la sacerdotisa se movió con rapidez para asestar un golpe a la chica y matarla de una vez por todas. Quería que fuese rápido, acabar con su agonía y que no tuviese el tiempo de activar sus poderes. Todo esto con su rostro serio, pero intentando reprimir el enojo que la invadía.

—Tienes una gran boca. Serías más linda si solo no la tuvieses —tu bola de fuego, aunque intentó sorprender a la chica, no lo hizo. No temía a la muerte, o quizá simplemente se esperaba algo así de tu parte. Fue entonces que dejó de intentar escalar la pared, para dejarse caer y levantar la mano que en mejor estado tenía.

Te moviste con delicadeza como la misma brisa, acortando la pequeña distancia que había entre ambas en apenas un parpadeo. Tomaste con firmeza tu espada y con seguridad apuntaste hacia el centro de la espalda de la rubia; la matarías de un solo golpe, de forma digna. No pudiste observarla, pero hasta ese momento la chica tenía una mirada que expresaba por completo su frustración. Pero, al mismo tiempo, tenía una pequeña sonrisa.

—Zoe... recuerda el nombre de quien te asesinará.

SLASH

Tu espada rasgó la espalda de Zoe hasta clavarse en el concreto con fuerza. La hoja de Mikasuki se había abierto paso a través de los tejidos de la chica. Poco a poco, por debajo de ella, la sangre que salía de su pecho comenzaba a teñir el suelo. Su mano se había quedado levantada, su pulgar e indice estaban juntos. El cuerpo de Zoe se mantuvo rígido tan solo un segundo, antes de desplomarse por completo para que la sangre comenzase a salir a borbotones de su herida.

Habías atravesado el corazón de Zoe de forma certera. Quizá, de no haberlo hecho, ¿todo el piso habría explotado? 

Ese era el fin de aquella triste mujer. Sus ojos vidriosos habían quedado abiertos, mucho más de lo que era normal. Su sonrisa, a diferencia de la de Noa, había desaparecido. Su boca había quedado en una horrible mueca que oscilaba entre la frustración y el miedo.

Zoe y Noa... Aún quedaba uno más. Aún podían escucharse las explosiones.

¿Qué habrían hecho ellos?

Shiori se incorporó haciéndose a un lado y lanzando un tajo al aire para que Mikasuki dejase de estar manchada de sangre. A través de sus anteojos observó por última vez el cuerpo de Zoe y suspiró, sujetando la katana familiar con fuerza mientras activaba el sello de los Belphegor para comunicarse con Val.

-Ikutsuki está mal herido e inconsciente, estamos en el tercer piso. Yo seguiré buscando al enemigo-y aprovechando su velocidad activa, se acercó a su compañero torre y la mano de la sacerdotisa se llenó de su llama roja y buscó la herida más grande para cerrarla con el fuego y que dejase de sangrar.

¿Qué harían en mí lugar?

Se levantó una vez que hubiese terminado y comenzó a buscar el origen de las explosiones. Esto no había acabado aún y aunque se sintiera cansada, aún debía continuar manchándose de sangre.

¿Qué hubiesen hecho mis padres?

Te acercaste a Ikutsuki y cauterizaste una de sus heridas que más sangraba. Al acercarte al chico lo notaste con su respiración agitada y el cuerpo sudoroso. No sabías qué sucedía con él, pero podías sospechar que no era algo bueno.

Val te contestó poco después, muy agitado.

[—¡Shiori! Es bueno escucharte. No te muevas desde donde estás y repórtame tu ubicación y situación actual. Mandaré a Itomi donde ustedes están. Estamos llegando a los dormitorios. Me he unido a Arabelle y su equipo. Nosotros nos encargaremos del resto].

Las explosiones seguían escuchándose en el dormitorio de los chicos. ¿Qué es lo que harías?

- ¿Quieres que te divierta, payasa? - le dije llena de rabia al ver el ataque fallado a propósito contra mi padre y Toru - Salgamos de aquí y os daremos el mayor espectáculo que hayáis podido ver, vuestra muerte, puede que tu compañero ya esté en el sitio indicado.

Me sentía un poco asustada al saber que mi padre no estaba reaccionando, por supuesto Toru tampoco lo haría. Oír hablar a aquella monstruosidad sobre como habían peleado con mi madre, me llenaba de rabia, aunque también de cierto orgullo y a la vez mucha tristeza.

Señalé con el bastón hacia la calle invitando a aquella extraña mujer a salir y replegué mis alas.

- Papá, todo está bien, debes sobrevivir y cuidar de Toru, por ahora, luego ya hablaremos - le insté a mi padre.

Sin embargo alternaba mi mirada entre la mujer y el hueco por el que había proyectado al ángel caído del cual ya conocía el nombre, Kafziel. Puede que aquella mujer se sintiera muy superior a nosotras, pero era probable que el ángel caído se lanzase de nuevo al ataque, quizá se sintiera herido en su orgullo.

Sayaka miró a su compañera, quien parecía haberla ignorado. Eso le dio a entender que no estaba del todo en sus cinco sentidos. Una parte de sí seguía viendo la vacía mirada de su madre, la otra junto a su padre y el niño y la otra frente a sus enemigos. En otras palabras, si quería sacarlos de allí, tendría que hacerlo ella misma.

- Ven, Kiki* - dijo Sayaka sin perder de vista a su enemigo. Miró el lugar donde había caído el ángel y permaneció alerta. No podía permitir que ni su familiar ni los familiares de Urena resultaran heridos.  Vio cómo la mujer amenazó con golpearles y Sayaka se ubicó entre ellos y el rango de ataque de la mujer. No le permitiría hacerles daño.

Al Urena haberle ignorado, tendría que correr el riesgo - Kiki, protégelos y sácalos de aquí. Afuera hay refuerzos - y se giró solo un momento para mirar a los dos humanos con una sonrisa, pero con un brillo extraño en su mirada.

- Los dos humanos, salgan de la casa ahora - su voz tenía un eco especial, diferente al eco que podía tener su voz normalmente. Era algo aún más fuerte.

Dicho esto, siguió cubriendo a los humanos con su cuerpo mientras no perdía de vista a su letal enemiga. Confiaba con que su compañera torre pudiera permitirles tanto a su familiar como a los dos humanos salir de ese lugar y ponerse a salvo.

¿Qué habrían hecho ellos?

Shiori se quedó callada mirando a Ikutsuki mientras las explosiones continuaban escuchándose. Ella ya estaba dispuesta a irse para seguir peleando cuando Val le pidió que no se moviera y entonces entró en un conflicto interno sobre qué hacer. Los segundos pasaban y la joven se obligó a reprimir el miedo que la embargaba para poder contestar lo que el peliblanco le había pedido.

-Como te dije, estamos en el tercer piso de los dormitorios del lado de las chicas*; hay muchos... muchos muertos, estudiantes caídos. Hemos eliminado a dos de tres de quienes atacaron aquí, miembros del club de Astronomía, Noa y Zoe, no se si el tercero también pertenezca al club-la pelinegra miró a Ikutsuki una vez más y suspiró con resignación.

¿Qué harían en mi lugar?

-Ikutsuki está gravemente herido por nuestro último enfrentamiento. Cautericé una de sus heridas, pero no creo que despierte pronto-¿El resto? ¿Estarían todos juntos? ¿Estaban bien?

¿Qué hubiesen hecho mis padres?

-Val... hay alguien más matando. Puedo escucharlo, puedo sentir cómo las almas se apagan similar a velas... Iré a enfrentarlo.  Y si no puedo, al menos podré hacer que se enfoque en mí mientras ustedes llegan para auxiliar. No puedo quedarme aquí sin hacer nada-sin que Val se diese cuenta, Shiori comenzó a caminar lento en dirección al siguiente piso sujetando a Mikasuki con fuerza-. No se si es lo correcto, pero debo hacer algo. 

Poco después de que Sayaka llamara a su familiar, un círculo mágico de color blanco apareció en el suelo. Unas llamas azules emergieron de este, contorneándose en el aire y moviéndose de forma furiosa hasta, por fin, dejarse descansar a una corta altura del suelo, formando a un pequeño zorro de llamas azules. Kiki asintió al escuchar las órdenes de su ama, respondiendo con una especie de ronroneo. Con sus pequeñas patitas se movió hacia donde Dai y Toru estaban.

La mujer contra la que se enfrentaban rió como si estuviese presenciando alguna escena ridícula. Un número de comedia barato.

—¿Un problema de comunicación? No me sorprende. Comunicarse entre un mono y un pescado debe ser algo complicado. Sumándole el hecho de que son unos asquerosos demonios reencarnados. Realmente es divertido —su mano estaba apuntando ahora a Sayaka, quien era la que estaba en medio de la mano de la mujer y la familia de Urena.

Cuando Sayaka dijo aquellas palabras a Kiki, la pequeña cabeza del zorro se movió en signo de aprobación, volviendo a dejar otra especie de ronroneo. Lo mismo hicieron los aludidos por Sayaka una vez esta les ordenó que saliesen del lugar. Sus pupilas se dilataron y sus ojos se abrieron bastante. Su cuerpo dejó de temblar y se separaron. Con movimientos casi mecánicos, Toru y Dai se levantaron y, siendo escoltados por el pequeño zorro, empezaron a caminar hacia afuera de la habitación, abriéndose paso entre los escombros.

—Decidido entonces —detrás de la mujer dos pares de alas transparentes aparecieron en su espalda. Nunca habían visto alas de ese tipo. Se asemejaban a las de una mariposa, pero no en su completa exactitud. Eran largas y muy grandes, sin duda alguna hermosas. La mujer se veía como un... ¿hada?—. Si no consigues matarme, ten por seguro que te mataré de manera lenta y verás como todos los que te rodean mueren poco a poco —su mano se dirigió al techo y, una vez más, una ráfaga de aquella extraña energía salió disparada. 

En el techo quedó un boquete parecido al que había hecho a un lado de Toru y Dai, por ese boquete salió volando la mujer con sus alas pegadas al cuerpo.

Algunos escombros cayeron, pero ninguna las golpeó. En cuanto al ángel caído, no habían señales de que se estuviese moviendo y Kiki junto a Toru y Dai ya estaban bajando las escalera. El enfrentamiento final había comenzado.

[—Incluso personas como ellos estaban involucradas… —susurró Val, en un tono reflexivo— Bien hecho, Shiori. Itomi ya se puso en marcha].

El tono de Val hasta ese momento se escuchaba un poco severo, pero preocupado. Esa sensación se aumentó claramente al escucharte decir que lo enfrentarías tú sola. En un arrebato, Val interrumpió lo último que habías dicho, con mucha severidad.

[—Shiori, no te muevas de donde estás. En esta ocasión he hablado como tu líder y más aún, como tu familia. No te he dado una opción, te he dado una orden. No puedo permitirme perder a alguien más en esta ocasión. Bajo ningún concepto puedes moverte de donde estás, ¿quedó claro?].

¿Estaba hablando el estratega y líder o...?

Sabía que tenía razón, lo racional era permanecer al lado de un herido que yacía inconsciente y esperar a reagrupar para saber cómo actuar, pues se desconocían los planes de quienes atacaron los dormitorios y el poder de quien faltaba, era casi un suicidio lanzarse a la boca del lobo sin saber qué hacer.

-Pero...

Sin embargo, su lado impulsivo le pedía ir a ayudar a los que pudiese rescatar, averiguar si quedaban vivos y el hecho de que por no hacer nada muriesen más personas le carcomía su pecho. 

-Yo...

Shiori suspiró, sus ojos se volvieron vacíos por un momento y se apretó tanto los labios que se abrió una pequeña herida.

-Me quedaré en el piso. Las explosiones se escuchan abajo del tercer piso del de los chicos, cuando vengan háganlo con cuidado y ni se te ocurra no pedirme ayuda. Te recuero que soy tu espada.

Y cuando él dijera la indicación, apagaría los sellos de comunicación mientras pensaba en que solo le dijo que se quedaría en el piso, así que si ella no iba al enemigo...

Shiori prestó atención al intervalo de explosiones mientras corría hacia el apartado de los dormitorios de hombres pero manteniéndose en el piso. Buscaría algún hueco o espacio donde el sonido viajase mejor y en cuanto hubiese un momento de silencio, gritaría lo siguiente.

-¡Bien! ¡Esas mierdas de Noa y Zoe han muerto! ¡Busquemos a los que faltan para acabar con ellos así como lo hicimos con los demás!

Val y los demás no habían llegado, así que podría haber gritado sin problemas y estar atenta por si lograba provocarlo. Comenzó  a regresar al boquete con la esperanza de que le hubiesen escuchado, si no... al menos lo intentó. 

Tu indecisión del comienzo no dio demasiados ánimos para que el peliblanco confiase en ti, cosa que se notó en su voz.

[—Sabes que estoy hablando en serio, ¿no es así? Necesito que mi espada esta vez me escuche] —con aquello ambos cortaron comunicaciones. Sin embargo, la espada sí que le escuchó, aunque solo a medias.

Corriendo a través del boquete, te inmersaste en el pasillo del dormitorio de los hombres. Corriste y corriste, buscando algún lugar por el que pudieses hacer pasar tu voz. En el proceso, advertiste que ese piso ya se encontraba deteriorado, además de que las explosiones se escuchaban cada vez más cerca y con más intensidad. Todo eso era evidencia de que no estabas equivocada: el enemigo faltante estaba en el piso de abajo.

Corriste primero hacia la derecha, luego hacia la izquierda. Luego recto... Sin embargo, no viste nada que buscases. Decidiste correr recto un poco más hasta que viste el piso destruido en un área específica del pasillo. Al acercarte advertiste que efectivamente había un gran boquete abierto; todos los escombros se habían amontonado en el piso de abajo, formando una pequeña montaña. Las explosiones se sentían cerca de allí. Te decidiste y gritaste.

Por un momento las explosiones dejaron de escucharse. Tu trabajo estaba hecho, debías regresar. ¿Te habría escuchado? No importaba, era demasiado peligroso quedarse en un solo lugar. Comenzaste a retroceder, memorizando con rapidez el camino que habías hecho hasta llegar hasta ahí. Sin embargo, débilmente desde el boquete, pudiste escuchar un fuerte grito que decía lo siguiente.

—¿¡QUÉ MIERDA HAS DICHO!?

Abajo se escucharon fuertes explosiones, esta vez mucho más potentes. No había duda, se estaba abriendo paso al lugar desde donde habías gritado, pero en el proceso estaba causando una gran destrucción. Sentías más y más vidas apagarse. El lugar en donde el boquete estaba, mientras cruzabas hacia otro pasillo, explotó por completo. Sonidos chirriantes se escucharon, parte de la estructura estaba empezando a colapsar. La mitad de el pasillo de donde venías huyendo había caído por completo al suelo.

—¡REPITE LO QUE HAS DICHO!

Era la voz de un hombre, muy gruesa para ser alguien de primer año. Quizá era alguien de tu edad o un senpai.

Su voz se escuchaba más clara, por lo que podías creer había subido al piso en donde estabas tú. Cruzaste hacia la izquierda.

BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM

Una y otra y otra, una y otra ves, más y más explosiones se escuchaban. El edificio entero temblaba y los cimientos podrían colapsar en cualquier momento. Con cada explosión, más y más vidas se apagaban.

Las palabras de Val le habían dolido, pero la decisión estaba tomada y Shiori rememoró lo último que dijo cuando intentaba alejarse y regresar con Ikutsuki. Sin embargo, paró cuando escuchó que sí había resultado su plan... y entonces vino lo peor, el sentir cómo por su imprudencia más inocentes morían y morían.

Soy una imbécil.

Las explosiones cimbraron el lugar e intentó tomar una buena posición, pero llegaba a ella cada vida extinguida y con eso, una parte de sí misma rompiéndose por lo que había provocado. Su miedo, su ira, su frustración... cada sentimiento se fue apagando con cada sensación hasta que se quedó de pie al cruzar un pasillo de la izquierda y se detuvo.

Decepcionas tu apellido, decepcionas tu legado...

Se regresó sujetando a Mikasuki mientras la pequeña humanidad que le quedaba la reprimía para que la culpa no la invadiese. 

-Dije.. que ya nos encargamos de tus compañeros, ¿estás sordo?-y diciendo eso, se preparó para atacar, pero en cuanto sintió que la coraza había ocultado sus sentimientos sus movimientos se entorpecieron un poco y decidió mantenerse a la defensiva.

Eres una estúpida, Shiori.

El ángel caído se estaba levantando. Podías sentirlo. Además de eso, también podías sentir que su sed de sangre había aparecido. Una sed de sangre muy comparable a la que habías sentido aquella noche, precisamente por un ángel caído.

Con respecto a la mujer... Esas hermosas alas y su físico en general. Su piel era terso y podrías decir que todo en ella era perfecto. Sin embargo, estaba más que claro que no era una sirena. La única pista que tenías con respecto a ella... esas alas. Sus alas y la energía vital que emanaba. Era distinta a la de ustedes. Ella claramente no era un ser de oscuridad. Su energía tampoco era sagrada, pero te recordaba a... ¿la naturaleza? De alguna u otra forma, podías decir que parecía un hada. Un hada... ¿La reina de las hadas?

Más tarde sentiría no haber contestado a Sayaka, ya solía hacer eso cuando me ofuscaba, no atendía a compañeros y solía ser borde, y no era para menos el como estaba.

Cuando escuché a aquella mujer hablar me di cuenta y, en cierto modo, quise compensarlo.

- Gracias, Sayaka, vamos a hacer que se trague sus malditas palabras - le dije a la sirena.

Sin mediar palabra, me lancé contra aquella mujer en una embestida junto con el bastón. Sabía que no iba a lograr acertar, tampoco lo hice con intención, quizá darle un poco de juego buscando el mejor momento para golpear y que "doliera" mucho más a aquel ser desconocido que no parecía ni un ángel, ni un ángel caído y mucho menos un demonio.