Life I: New Life

... ¿Estás segura de ser quien eres?
 

Caos, destrucción, muerte… ¿Eso era lo único que los perseguía? No importaba al lugar que fuesen, no importaba el lugar que defendiesen; el resultado siempre era el mismo. ¿Tenía sentido hacerse más fuerte?

Poco más de un día había transcurrido del desastre en el mundo yokai. Después de que fuesen liberados de aquellos extraños espacios artificiales, se encontraron con un panorama completamente devastador. Todo el ataque terrorista había cesado, pero la ciudad había sido parcialmente destruida por tres gigantescas figuras de sombra de unos cien metros de altura. Aunque estas habían estado activas por poco menos de diez minutos, fueron suficientemente poderosas para hacer desaparecer de la faz de la tierra media ciudad. Por si eso fuese poco, muchos yokai habían sido asesinados por aquellas criaturas sombra y los terroristas que aparecieron después de ellas, haciendo que los daños no se limitasen únicamente a ser materiales. Poco más de la mitad de todo el equipo DxD que habían destinado para aquella misión había sido exterminado, y los daños únicamente no se limitaron a ello. La princesa yokai, la cabeza de aquel reino después de la reina, había desaparecido. No había ningún rastro de ella; nadie sabía si estaba viva o muerta, o en qué lugar estaba. Pero eso no era todo… ¿acaso esto era un festival de noticias malas?

Sayaka había desaparecido.

No tuvieron la certeza hasta muchos minutos después de que todo acabase. Sin embargo, era un hecho: Sayaka había desaparecido. Su compañero, mucho después, se reportó. Era un vampiro; se encontraba seriamente herido. En sus brazos traía a un pequeño zorro, Kiki, el familiar de Sayaka. Este se hallaba profundamente dormido, con sus llamas espirituales prácticamente extintas. A pesar de eso, que el zorro siguiese vivo era un aliciente para todos. Que Kiki siguiese vivo significaba que la misma Sayaka lo estaba. Aunque… ¿Era suficiente para alegrarse por eso?

Shiori había sufrido heridas fatales, por otro lado. Nadie sabía demasiado bien lo que había sucedido con ella, pero entre algunos circulaba el rumor de que había sido ella quien había asesinado a Amon, el causante de toda aquella catástrofe. Fuera como fuera, no tuvieron la certeza de ello. Muy poco se supo de Shiori y el cómo había sido rescatada. No supieron de ella en el momento; fue trasladada a Grigori de urgencias, donde aún a día de hoy estaba.

Los demás miembros de su equipo se encontraban bien. Era una suerte que ninguno de ellos hubiese sido asesinado en semejante catástrofe. Sin embargo, para todos, las cosas no fueron tan bien. Chisa se había quebrado en medio de la batalla. Ella también se encontraba en Grigori recibiendo ayuda. Sus nervios se había quebrado por completo y poco más que temblar y llorar podía hacer.

Val y Arabelle se encontraban en Kioto aún, dando explicaciones, reparando al máximo los daños. Eizo, así como Chisa y Shiori, se encontraban en Grigori, junto a Itomi. Demasiadas cosas estaban sucediendo, y había muy poco tiempo para procesarlas. ¿Dónde estaban ustedes

Nada... No había nada... ¿Cuántos días llevabas así? Simplemente nadabas en un espacio completamente oscuro, sintiendo ser arrastrada por una corriente incontrolable. No sabías cuándo acabaría ese infierno negro. Solo sabías que algún día...

Despertaste.

Estabas sudando, tu pecho se movía hacia arriba y hacia abajo con fuerza; estabas prácticamente jadeando. Arriba de tu cabeza solo había un techo completamente blanco. Las paredes eran del mismo color, así como las sábanas que te arropaban y la misma cama. Mirar a tu alrededor, alterada o no, te sirvió para encontrarte con un sofá negro a la derecha de tu cama, a un par de metros de distancia. Sobre este, la desaliñada figura de Samuru se encontraba cruzada de brazos, sentado. Su cabeza estaba gacha y sus ojos cerrados; se había quedado dormido en esa posición. Al lado de él estaba Mikasuki puesta sobre el sofá, enfundada. Notaste que Samuru se encontraba limpio, con otra ropa. Sin embargo, su semblante desvelaba unas grandes ojeras señales de su poco o nulo descanso.

Cuando volteaste al otro lado, por fin fuiste consciente de algo que venías sintiendo desde que despertaste: calidez. Una niña pequeña de rulos rubios se encontraba arropada bajo tus sábanas, abrazándote. Esa pequeña era Koaj. Se encontraba en pijamas y en su rostro podías ver que había llorado mucho. En ese momento estaba profundamente dormida, pero te abrazaba con mucha fuerza.

¿Dónde estaba Yari?

Un nuevo día comenzaba, uno de tantos en tu hogar.

Te levantaste, como siempre, en aquella esplendorosa habitación de tintes azulados. Desde el tapiz de las paredes hasta las sábanas de la cama relucían de limpieza. Tu cuarto era muy grande y estaba lleno de todo tipo de cuadros y lujos. Sin embargo, lo más preciado de allí era el armario. Tenías una inmensidad de prendas para escoger día tras día; era probable que, aún y si te ponías una prenda diferente todos los días, te tomase años ponértelas todas.

¿Quién eras tú? Tú eras tú. Siempre habías sido tú. Eras la hija de Mizu. Su única hija y lo que más amaba. Además, tú la amabas mucho a ella. Era lo único que tenías, lo único a lo que podías ser fiel... la única en la que podías confiar. Era quien te había protegido toda tu vida.

Recordabas haber vivido desde pequeña en aquel pequeño pueblo, junto a tus hermanos. En ese lugar, todos eran hermanos. Nunca habías salido de aquel lugar, pero estabas pronta a hacerlo... ¡Por fin pasarías el ritual de iniciación! Solo faltaban tres días para ello... ¡y podrías ayudar a todos! Lo que sucedía en el exterior era horrible, tu madre te lo había contado. Había surgido un orden mundial que se había apoderado de todo el mundo, erradicando a aquellos que no pensaban de acuerdo a sus leyes. Eran los tiranos; los culpables de que tu gente y tú tuviesen que vivir en lugares así, apartados de todos, enclaustrados. Pero eso pronto acabaría... ¡y tú ayudarías a eso! Gente como LU y 4 serían libres por fin... ¡harías un bien al mundo! Por fin podrías usar tu fuerza para el bien.

Mientras te estirabas, sentiste que tocaron tu puerta. No tardó en escucharse la voz de tu madre al otro lado.

―Kyra, ¿estás lista? ―sin esperar una respuesta, giró la perilla de la puerta y entró a tu habitación. Se veía igual que siempre; inocente, feliz. Así era tu madre y por eso la admirabas y escuchabas. No podría ser un mejor ejemplo a seguir― Realmente te gusta dormir... ―te sonrió, con un gesto maternal― Vamos, arriba, pequeña. Es hora de desayunar.

Sí... era un día... normal.

Aquella sensación de estar rodeada en el vacío había sido tan profundo para Shiori que literalmente no sabía en esos momentos qué había pasado. Una parte de sí le decía que pronto "volvería" aunque no sabía a dónde, pero incluso su mente no le permitía trabajar de más para seguir meditando, deducir o simplemente pensar... pero su psique ofuscada y perdida apenas alcanzaba para que la joven fuese consciente de que existía. En uno de esos momentos, la joven parpadeó y al abrir nuevamente sus ojos el escenario había cambiado.

El primer golpe de realidad fue sentirse: la respiración, su peso, su sudor, su cuerpo. Sus manos se encontraban aferrándose al colchón con fuerza, le dolió un poco y dejó de hacerlo. Estaba agitada, intentando comprender dónde estaba aunque nada de lo que había ahí le ayudaba... al menos sabía que no estaba en la residencia Gremory, en el palacio Yokai o en Yanaka. Alterada en silencio, también procesaba que aquél infierno oscuro era un sueño, al igual que el anterior que se parecía al que tuvo luego de desmayarse por lo acontecido con los Belphegor. ¿Una pesadilla relacionada con que casi muere? Era algo que podría analizar después, pero no en ese momento. 

Continuó recorriendo con su mirada y se topó con su hermano. El pecho de Shiori comenzó a dolerle, aliviada y con sentimientos encontrados de que estaba ahí y había cumplido su promesa de quedarse a su lado. Sus ojos se humedecieron de nuevo, aún impactada por despertar de esa manera. Luego fue consciente de que había alguien con ella y se trataba de Koaj. ¿Qué hacía ella ahí? Y su mente comenzó a ser golpeada por más preguntas: ¿Estaba Mei cerca? ¿Qué pasó con la ciudad Yokai? ¿Los sobrevivientes a los que ayudó estarían a salvo?

¿Dónde está Yari?

Quiso moverse con cuidado, manteniendo el abrazo que la pequeña le estaba dando. Lo único que quería era sentarse y así calmar la inquietud que sentía, además de quitarse el sudor en su cara. No comprendía nada, pero como no quería despertar a esos dos optó por no activar el sello de comunicación, limitándose a revisarse por si tenía alguna herida o cicatriz.

Vacío. Eso eran sus sueños. Por más que la chica quería, no podía soñar. ¿Y es que sobre qué podría soñar? El amor de su madre era lo que ocupaba su mente y su corazón. Vivía para ella, respiraba para ella y lo único que quería era complacerla. Ella era su inicio y su fin. Su alfa y su omega, y siempre lo había sido.

Vivía en aquel hermoso lugar con sus hermanos en una paz y armonía total. No podría desear salir a la superficie donde todo era tan peligroso, pero al menos pasada la iniciación podría hacer su parte. Miraba el techo sin pensar en nada. Es más, ni siquiera sentía ansiedad, solo lo miraba detallando cada forma de este. Recordaba su vida y cómo siempre había podido habitar en un lugar como ese. Se sentía afortunada de tener el amor de su madre y que ella procurara tanto su actuar: sus vestidos, sus peinados... Todo venía desde ella y para ella. Todo para ella.

A pesar de esta atención, la chica era incapaz de emocionarse de más, solo contemplaba todo con un rostro afácico, vacío como su cascarón. Quería expresarse como lo hacía su madre, quería ser como ella, pero no podía. ¿Por qué era tan diferente a su madre? No quería serlo. Quería ser justo como ella, pero al parecer no le era posible. Al escuchar su voz, se giró hacia donde estaba y la miró mientras entraba y le hablaba. Era tan hermosa, tan dulce, tan compasiva, tan perfecta... Ojalá pudiera llegar a ser como ella.

Asintió con la cabeza y descubrió sus piernas para contemplar el enorme closet. ¿Qué podría ponerse hoy? ¿Sería especial o solo tendrían que comer entre ellos? Sería mejor preguntarle - ¿Qué crees que deba usar, madre? -. Ella de seguro tendría la respuesta. Siempre la tenía. 

Inspeccionándote a ti misma te topaste con que no estabas herida. Vestías una bata de hospital algo translucida, aunque tenías tu ropa interior puesta. Tu hombro estaba completamente en buen estado, así como... tus manos. Al mirarlas, sentiste cierta... sensación asquerosa. Era repulsiva... sentiste que... podrías marearte en cualquier momento... Pero pasó. Algo más había captado tu atención.

Quien estaba abrazada a ti, se movió un poco. Tu movimiento, aunque leve, parecía haber perturbado su sueño. Levantó la mirada, llevándose una mano al rostro para restregarse los ojos. Sus ojos, hinchados de tanto llorar, te miraron fijamente. Unos momentos después, aquellos grandes ojos se llenaron de lágrimas y Koaj empezó a sollozar. En silencio, te abrazó de nuevo, y con mucha más fuerza.

―Shiori... ―sollozaba mientras decía tu nombre. ¿Qué era lo que había sucedido?

Tu madre cerró la puerta a sus espaldas y caminó hacia ti cruzada de brazos, con una sonrisa enternecedora. ¿Cómo es que resplandecía tanto? Cuando se trataba de tu madre... de verdad sentías que no necesitabas a alguien más que no fuese ella. ¿Qué harías cuando tuvieses que salir a la superficie y ella no estuviera?

―¿Por qué no te pones esto? ―se acercó al armario y te pasó un vestido marrón, de tintes muy oscuros― Eres una princesa, después de todo. Es importante que vistas bien aunque no hagas nada realmente importante. Siempre es importante ―se acercó a ti y te acarició la mejilla.

Por tu ventana podías escuchar cómo los niños correteaban por el pueblo, así como el traqueteo de las carretas. Todo era tan... pacífico.

―Toma un baño y baja enseguida. No quieres hacernos esperar a todos, ¿verdad? Se te darán los últimos instructivos sobre tu iniciación. Espero que estés emocionada.

Al ver que no tenía heridas ni marcas de su combate, Shiori suspiró un poco porque eso significaba que se había recuperado. ¿Habría recibido alguna sanación? Recordó a Itomi, y entonces pensó en los demás. ¿Dónde estaban sus amigos? ¿Habrían resultado heridos también? Se llevó una mano a su oreja para activar el sello, pero desistió porque primero debía averiguar qué había pasado y fue así que vio sus manos.

Sin darse cuenta, el foco de Shiori se perdió por completo mientras se concentraba en sus dedos, su palma, parte de su muñeca y en sí todas sus partes. Su respiración agitada comenzó a volverse más severa y fue invadida por náuseas que apenas nacían para marearla, sintiendo cómo su estómago se preparaba por instinto para ayudarla con ese malestar... No obstante, algo la distrajo y olvidó esas terribles sensaciones.

Observó a Koaj despertarse y no tuvo tiempo de saludarla o sonreírle porque aún procesaba lo sucedido y la pequeña inmediatamente comenzó a llorar y la abrazó. Su corazón aceleró con fuerza porque sentía que se había perdido de mucho al ir a las alcantarillas y desmayarse. Quiso hacer todo a un lado para acomodar a Koaj y así ella abrazarla, llorando un poco en el proceso porque sus sentimientos aún estaban a flor de piel.

-Hola, Koaj-san - saludó acariciando su cabello mientras apoyaba su cara en la cabeza de ella con cuidado, tratando de brindarle calor-. Ya desperté, perdón por haberte preocupado. ¿Estuviste conmigo todo este tiempo?

Quería preguntar más cosas, pero no podía bombardear a la niña con dudas que ella no podía comprender. De reojo miró a Samuru, pensando que esto debió despertarlo. 

La pequeña no se calmó con tu caricia... de verdad se notaba muy afectada... más de lo que debería estar porque tú estuvieses inconsciente. ¿Se suponía que su llanto venía únicamente por eso? A la pequeña le tomó un rato tomar la calma suficiente para siquiera poder formar una nueva palabra. Sin embargo, cuando lo hizo, lo que escuchaste fue...

―Mei... Shiori... Mei... ―mientras su llanto solo aumentaba en intensidad.

Fuera por el llanto de Koaj o no, Samuru se movió un poco. No tardó en erguir su cuerpo y abrir sus cansados ojos. Se sorprendió por un momento al verte despierta, pero rápidamente esa sorpresa se disipó al verte a ti y a Koaj llorando. El pelinegro desvió la mirada hacia el suelo y se quedó en silencio, mientras Koaj simplemente no podía dejar de llorar.

Cuando su madre le sonrió y se acercó, la chica sintió su corazón llenarse de admiración. Ella siempre tenía la razón, tenía el toque correcto que añadir. Era una mujer hermosa y perfecta - ¿Por qué el color de mi cabello es diferente al tuyo, Madre? Amaría tener tu cabello - mientras lo miraba meserse con el viento con elegancia y delicadeza, la misma de una ola de mar.

Cuando sacó aquel vestido marrón, pensó que no había elección más perfecta. ¿Qué haría ella sin su madre en la superficie? Aquello le daba miedo. Su madre le decía que era fuerte, pero ella era fuerte porque tenía a su madre cerca. ¿Podría dar la talla? Recibió el vestido y asintió.

- Lo estoy. Espero pronto poder cumplir mi misión - la caricia de su madre era el bálsamo que necesitaba, pero aquello no la hacía sonreír. Ella no podía sonreír como su madre, ¿por qué?

- Princesa... - repitió esa palabra como si su mención resonara en su mente hueca una y otra vez. Sonaba distante, ajena... Pero su madre decía que lo era.

- No tardaré, Madre - y con estas palabras, se retiró a tomar una ducha rápida. Arregló su cabello como su madre le había enseñado, se puso aquel vestido que su madre había escogido para ella y fue en su búsqueda.

―Pronto lo tendrás, Kyra ―tu madre sonrió un poco más, complacida de escuchar tus palabras―. Solo debes tener un poco de paciencia ―luego de que le dijiste que pronto bajarías, ella se retiro, tan complacida como había entrado. ¿Cómo es que podía relucir tanto? Tenías más de lo que merecías, y ella, aún así, siempre te lo daba todo... a cambio de... ¿nada?

Cuando bajaste, incluso antes del tiempo que en verdad te hubiese tomado hacer todo con calma, te encontraste a tu madre sentada con Padre en una amplia mesa llena de vajillas de plata. Tus hermanos estaban sirviéndoles un pequeño banquete a pesar de que solo comerían ustedes tres, pero siempre era así. Tus hermanos eran muy buenos... quizá demasiado buenos.

Hela te recibió con una complacida sonrisa en el rostro. Estaba tomando vino como aquella vez. Al lado de él estaba sentada tu madre, quien corrió la silla que estaba al lado de ella para que tú te sentaras. Lo que ibas a comer ya estaba servido y decidido antes de que tú llegaras. Y es que, ¿cómo podrías cuestionar a tu madre en cualquier cosa? No era necesario. No necesitabas elegir por ti misma. Solo debías dejar que ella hiciera lo mejor para ti.

―Precisamente estábamos hablando de ti, Kyra. Toma asiento ―te invitó tu madre―. Estábamos pensando hacer que LU te instruyera para la iniciación ―oh, LU. Sí, querías mucho a LU. Después de todo, era tu hermano―. La tarea es simple, pero necesitarás dirección.

Miró interesada a su madre. ¿Tendría el cabello como su madre? ¿Podía hacerlo? ¿Acaso hacía parte del rito de iniciación? Era algo bueno... ¿Verdad?

Su madre la llenaba de amor y de atenciones. ¿Por qué lo hacía? ¿Era solo amor? ¿Qué había hecho ella para ganar semejantes beneficios? Sus hermanos vivían diferente a ella. Lo sabía, pero no comprendía por qué. Todos eran hermanos y aún así, le servían la comida en la mesa.

Su madre corrió la silla y obviamente la chica se sentó a su lado. ¿Cómo no hacerlo si ella había escogido ese asiento justamente para ella? No podría solo no sentarse allí, sería imposible. Se sentó a su lado sin rechistar y miró a Hela, quien tomaba vino... ¿Otra vez? Solía hacerlo. O eso creía ella. Sus hermanos le servían otra vez. ¿Por qué no se sentaban a la mesa?

- Es un gusto verte, Padre - mencionó con voz plana. Era cortesía y debía guardar los modos -. ¿Por qué seremos solo los tres de nuevo? - y miró a su madre y a Hela, alternando entre ambos. No quería cuestionar a su madre, pero le causaba curiosidad. Entonces, se vino la mención de la iniciación.

Era bueno que quisieran que LU la guiara. LU era importante para ella, al igual que 4. Eran sus hermanos también - Por supuesto. Me encantaría. ¿Qué es lo que debo hacer? -.

Hela levantó la copa cuando lo saludaste. Lucía realmente complacido, más que de costumbre. Sonreía de una forma extraña. Él fue quien contestó a tu pregunta.

―Los demás tienen sus propios espacios para comer, querida. Cada uno tiene un lugar especial. Este es nuestro lugar especial ―respondió, con su voz afeminada. Si no fuese por su apariencia, de verdad podrías plantearte de que no fuese un hombre, sino una mujer. 

―No debes preocuparte por las cosas que no son importantes. Preocúpate solo de aquello que yo te señale. No debes pensar en nada innecesario ―te reprendió tu madre, por un momento, muy seria, antes de tomar su sonrisa cálida para explicarte lo de la iniciación―. Solo debes hacer lo que LU te indique. Estoy segura de que podrás. Después de todo, eres mi hija. Mi querida hija, la que nunca me fallaría. ¿No es así, Kyra?

Viste de reojo que Hela rió un poco para sí mismo.

La destrucción, de nuevo, había asolado el mundo real, tanto como el mágico. Los yokai y Kyoto habían sufrido un duro golpe, de nuevo los terroristas se habían salido con la suya, a pesar de que Shiori parecía haber acabado con el instigador de aquel ataque.

Por mi parte, aunque no había logrado dar muerte a la kitsune Shigeru, había hecho suficiente para que esta pudiera darse por enterada de que había perdido, aunque en realidad no estaba segura de haber logrado el efecto esperado. Por su convicción cualquiera pensaría que aceptaba que acabaría muriendo, pero por la forma en la que había vuelto para atacar, aquella vez sin éxito, sabía que el orgullo podría sobre su convicción y acabaría arrojándome a un nuevo combate en el que tendría que acabar con ella.

En cuanto supe la noticia de lo que le había pasado a Sayaka y el estado en el que se encontraban Shiori y Chisa no tardé nada en pedir permiso a Val para dedicarme a velar por ambas y conocer como evolucionaban, hasta que el deber volviera a requerirnos en algún otro lugar.

Me despedí de Iehari y de Kou antes de marchar, tendríamos oportunidad de tomar algo y pasarlo bien más adelante, pero en aquel momento tocaba lamerse las heridas y cuidar de los nuestros.

También sentí algo en mi interior. Acabaría entendiendo que el uso del Balance Breaker parecía sintonizarme con el Rey Mono, pero en aquel momento no entendía ni el como ni el por qué ni en que manera acabaría afectándome.

Cuando Hela le respondió, la chica ladeó la cabeza confundida. ¿Por qué no podían compartir su lugar especial? De esa manera, todos podrían compartir la mesa y disfrutar juntos. Eso hacían las familias... ¿No? La duda seguía, pero las tajantes palabras de su madre la hicieron retroceder de seguir preguntando.

- Perdóname, Madre - y siguió escuchando los comentarios sobre la Iniciación. Una parte de sí estaba emocionada, pero la otra le advertía que había algo yendo mal. ¿Era posible? Después de todo ese lugar era en exceso pacífico. Asintió ante la afirmación de su madre. Haría lo que fuera con ella, pero sentía que debía ser algo fuerte, ya que hacía mucho hincapié en que nunca le fallaría.

- Estaré ansiosa por entrenar junto a LU. ¿Cuándo comenzamos? —y notó que el padre parecía divertirse. Volvió a girar su cabeza, dijo - Pareces estar de buen humor, Padre - y lo miró a la espera de una respuesta. ¿Sería impertinente nuevamente? Solo esperaba que no para no ganarse problemas con su madre por algo así. 

Por un momento había pensado que Koaj estaba así por ella. A decir verdad, necesitaba que así fuera porque eso significaba que tanto Mei como Sayaka estaban bien o que la única preocupación de la pequeña solo era Shiori. Pero no fue así.

Su llanto aumentaba y cuando por fin mencionó algo y que precisamente fuese el nombre de su amiga kitsune, la sacerdotisa dejó de acariciar a Koaj mientras  una pequeña cortina de lágrimas se asomó con un poco más de intensidad porque inmediatamente pensó lo peor. ¿No había detenido a Yari a tiempo? ¿Mei había muerto? ¿Estaba en una situación delicada de salud o con heridas fatales? ¿Su mamá la impuso a asumir un rol que no debía? ¿Estaba en calidad de desaparecida como Yuu?

Yuu... ¿Estará bien?

Pero en cuanto pensó en él, a la misma velocidad lo olvidó como si nunca lo hubiese recordado porque el intento de rostro de su colega peón fue sustituido por las palabras de su madre: "todo estará bien". ¿De verdad todo estaría bien? ¿En serio podía confiar en aquello tomando en cuenta que la pequeña estaba sufriendo? Shiori volteó a ver a su hermano queriendo preguntar qué rayos había pasado mientras estaba inconsciente, pero no quería que Koaj siguiese sufriendo y obviamente tampoco podía preguntarle a ella.

La pelinegra suspiró hondo y cerró sus ojos. Quería seguir llorando, quería enojarse, quería averiguar qué había pasado, quería saber dónde estaba Yari, quería averiguar cómo estaban los demás... pero no. No podía.

Frustrada e intentando calmarse, retomó las caricias a Koaj y si alguien que la conociera pudiese verla, sabría que Shiori estaba sufriendo tanto por dentro que estaba tratando de mostrarse calmada para la rubia. La abrazó con cuidado, así como lo había hecho con Yari para protegerle y comenzó a susurrarle.

-Tranquila. Todo estará bien. Fuiste muy valiente, Koaj-san-comenzó a mecerse con lentitud cerrando sus ojos mientras una que otra lágrima se escapaba de sus párpados, pero aún así su voz no se quebraba-. No me se muy bien la historia que contaba Sayaka, pero te quiero cantar algo que mi mamá me enseñó cuando era pequeña. ¿Recuerdas la historia que te conté de los hermanos que no tenían una mamá pero aún así la querían ? Es esa misma nana, a ver si te gusta.

Y, en voz baja, Shiori comenzó a interpretar la sencilla melodía que había escuchado cuando vio a sus padres. También iba a su hermano, pues lo veía de vez en cuando; pero cuando se concentraba en Koaj cerraba sus ojos para poder calmarla. No tenía los poderes de Sayaka para ayudarle ni era muy buena con los niños, pero quería ayudarla y pensó en cantar algo que a ella le calmó cuando estuvo en ese extraño espacio en su mente. Quería que la pequeña se durmiera, había llorado mucho y requería descanso; además, a ella misma le hacía falta que alguien la reconfortara y no quería que la niña lidiase con esa misma emoción.

Tu madre estaba a punto de contestarte cuando desviaste tu atención hacia Hela. Su cálida sonrisa se volvió a perder de nuevo, luciendo levemente molesta.

―¿Cómo no podría estarlo, Kyra? ―su sonrisa se afiló un poco más al decir tu nombre― Es un día fantástico, ¿no lo crees? ―se terminó de un trago el vino que quedaba en su copa y apoyó el codo en la mesa, dejando descasar el rostro en su palma abierta― Un día realmente maravilloso.

Tu madre, quien hasta ese momento se había mostrado amable contigo, tomó con firmeza tus mejillas y hizo que la mirases de nuevo.

―No desvíes tu atención a menos de que yo te lo indique ―sus ojos, por un momento, brillaron de una forma que nunca habías visto, antes de que Mizu volviese a su semblante normal, aunque mucho más seria que de costumbre―. LU te está esperando afuera. Apenas termines de comer, ve de inmediato con él.

―Puedo ver cuánto quieres a la pequeña, Mizu. Realmente eres amorosa...

―Cállate ―le dijo con frialdad a Hela, bastante de malhumor.

Hela simplemente sonrió un poco más, divertido, y encajó su tenedor en el desayuno.

Koaj se notaba visiblemente asustada y afectada por lo que sucedió a Kobayashi, aunque era incapaz de formar una frase coherente si balbucear. Las preguntas podrían acrecentarse en tu mente, aunque para muchas de ellas era probable que ya tuvieses una respuesta... ¿no? ¿Por qué Koaj tendría que estar contigo, una persona herida? ¿Por qué no la estaban cuidando Mei o Sayaka?

La nana que empezaste a cantar calmó un poco a Koaj, aunque la pequeña no podía dejar de llorar, refugiándote en ti. Estaba... en un estado realmente terrible. Casi en el mismo estado que estaba cuando ustedes dos... la rescataron. 

―Mei... Shiori... Mei... ―realmente, estaba lejos de calmarse.

Sin embargo, mientras cantabas, notaste que en alguien más había tenido efecto tu nana. Samuru te estaba mirando fijamente, completamente desconcertado, mientras apretaba con fuerza sus puños que ahora descansaban sobre sus piernas. Habías evocado algún recuerdo en él, y eso era evidente. En su rostro estaba escrito: "¿cómo es que recuerdas eso?", aunque la voz no le salía.

Cuando terminaste de cantar, con una Koaj todavía muy afectada asida a ti, Samuru, despejándose por fin, habló.

―Kobayashi-san desapareció, Shiori ―aún afectado por tu nana, desvió la mirada, recordando la vergüenza que le daba mirarte a los ojos―. El palacio fue atacado y se cree que ella fue raptada. Aunque también puede estar... ―se calló, probablemente en consideración a Koaj. Sin embargo, su actitud te demostraba que había algo más que no te estaba diciendo.

―Shiori...