Partida Rol por web

La cápsula de aterrizaje se zarandeaba violentamente con sacudidas que desafiaban la dureza de su estructura, mientras los estallidos de la artillería viviente de la flota tiránida rugía y crepitaba. La caída desde el Lobo de Hierro, una de las Barcazas de Guerra más impresionantes de los Lobos Espaciales, se desarrollaba a una velocidad endiablada a pesar de los múltiples factores enemigos que se oponían a ello. No todas llegarían a la superficie, pues a través de las escotillas se podía contemplar como varias habían sido borradas de la existencia a causa de los certeros bombardeos de bioplasma de los exocrinos que obraban a larga distancia, pero aquellas que llegaran, cumplirían con creces la misión encomendada. En el cuadragesimoprimer milenio, sólo existía la guerra, y ellos eran la mejor representación de ese concepto.

El Emperador estaría orgulloso de ellos, del linaje del lobo... De los Hijos de Russ.

Sus corazones primarios latían de forma acompasada y con tesón. Sentían el ansia de entrar en combate, de hundir sus espadas sierra en el vientre de aquellos que se autoproclamaban como enemigos al Imperio de los hombres y de festejar junto a sus hermanos de camada una nueva victoria. Eran simples Garras Sangrientas, pero su olfato acuzado era incapaz de detectar el olor de miedo o desaliento en ninguno de los poderosos marines que se reunían en aquella cápsula. Uno tras otro, fueron cruzando la mirada. En cada uno de ellos se podía leer el brillo de la ilusión en sus ojos, pues no había mayor honor que poder combatir junto al gran Ragnar Blackmane.

Las placas de ceramita de sus servoarmaduras traqueteaban por el trasiego de su tránsito hacia la superficie terrestre. Sus almas ya habían sido consagradas a Russ y al mismísimo Emperador, con lo que nada podía alejarles de cumplir su objetivo.

Meridian, la capital del subsector Aurelia había sido invadida por fuerzas xenomorfas. Eso era una clara ofensa a la Humanidad, con lo que código de activación Astartes no tardó en producirse. Los Cuervos Sangrientos, el capítulo de marines originario de ese mundo colmena, se debatía en lucha cerrada junto a la guardia imperial por mantener el control de la gran urbe, pero la ciudad de la grandes torres, fábricas y palacios, se encontraba sobrepasada por las ingentes fuerzas alienígenas. El enjambre de tiránidos se expandía como un cáncer sin control, causando bajas por doquier.

Un estallido de energía incandescente, quebró la estructura de la cápsula. La explosión fue tan fuerte, que la cápsula comenzó a girar como una peonza cayendo en barrena. Aquel contratiempo podía costarles la vida, en una clara ironía del destino, pero más allá de apretar los dientes y mantener el sus musculados cuerpos sobrehumanos  en tensión, nadie profirió el más mínimo quejido de temor. Daba igual si la cápsula estaba seriamente dañada o había comenzado a arder. Nada impediría que alcanzaran la gloria de la lucha.

Finalmente, el dispositivo de desembarco chocó contra la superficie del planeta, partiéndose por la mitad como un melón. Piezas de blindaje y fuselaje salieron disparadas tras el impacto, como si una bomba hubiera explosionado en su interior...

Habían llegado. 

Apenas recordaba nada de su anterior vida. Recordaba el frío, el hambre y la soledad. Pero nada más. Ahora era un Lobo Espacial. Era un Garra Sangrienta. Y estaba ansioso por demostrarle a su señor, Ragnar Blackmane, su valía y arrojo en combate. No podía dejar de pensar en otra cosa que no fuera matar, aniquilar y arrasar con la marea infecta que asolaba Meridian. Su ignominiosa presencia insultaba al Imperio. Debían ser eliminados como la plaga que eran, sin contemplaciones.

En los instantes previos al aterrizaje en el planeta, Sigmund repasaba las tácticas que había aprendido. Un vistazo alrededor le mostraba la misma mirada de determinación que deberían ver los demás en su rostro. Un sentimiento de hermandad unía a aquellos guerreros. Un vínculo que se remontaba a tiempos anteriores a aquella vida, tiempos muy lejanos en la memoria, pero que los mantenía unidos con una fuerza inexplicable. Eran hermanos, eran Garras Sangrientas y morirían por Russ. No habría mayor honor.

La cápsula dónde estaban desembarcando sufrió un impacto indirecto que hizo que empezará a dar vueltas. No hubo miedo. Sigmund empezó a carcajearse…… Pronto tocarían la gloría, de uno u otro modo… matando o muriendo, tanto daba si era por el bien de la Humanidad. Cuando la cápsula tocó tierra, se apresuró a salir de aquel amasijo de hierros con una sola idea en mente…. Matar.

¡¡Por Russ y el Padre de Todas las Cosas!!

Parecía que habían pasado siglos, apenas recordaba cuando su hacha, su timbal y su potente voz eran sus únicas armas. Ahora se veía descendiendo desde el cielo dentro de una cápsula de desembarco armado con armadura y armas que jamás osó ni soñar. 

El pasado pasado es,

el presente es el momento

y el futuro no se ve...

Recitó más como un rezo que como un cántico de guerra mientras sobrevivían al turbulento descenso. No había miedo en él, no había miedo en ninguno de ellos, solo la certeza de que iban a luchar después de tanto tiempo, iban a luchar como nunca y lo harían por Russ.

Llegado el momento intuyó la cercanía del impacto contra el suelo, momento en el que de sobrevivir empezarían a luchar sin tiempo a nada más que empuñar sus armas. Así pues levantó su cabeza y el rezo se tornó canción.

El pasado pasado es, por él nada que hacer.

El presente es la batalla y el futuro no se ve.

Prefiero morir como un héroe que vivir heroicamente.

Arrebataré con mis manos el futuro del infiel,

destruiré su presente y el pasado borraré.

Tal vez jamás regrese, mas  miedo no tengo.

La batalla es mi vida...

Levantó su voz en un rugido justo antes de que el vehículo se estrellara.

TODOS MORIMOS UN DÍA!!!

En ese momento todo se tornó oscuridad y ruido... tan solo unos segundos después sonrió contemplando el infierno.

Por Russ que la batalla es mi hogar

-POR FIN ENTRAREMOS EN BATALLA!!!!.- Había gritado en el gran salón de la Lobo de Batalla.

Había pasado mucho tiempo (casi un año) desde que su anterior instructor les había puesto la miel en los labios con el honor de un combate a muerte con alguna fuerza invasora, pero este había fallecido en una batalla por el control de un planeta imperial a manos de los detestables corruptos. Por suerte, una chispa de vida aún se alojaba en su cuerpo, Y los sacerdotes decidieron darle una segunda vida dentro de un majestuoso sarcófago de Deadnought, ya que en vida había sido un guerrero sabio y ejemplar. Pero por desgracia para ellos, aquello había retrasado su batalla de iniciación. Unos días más tarde un nuevo instructor había tomado el mando de la escuadra, y prácticamente habían tenido que empezar de cero. Necesitaba conocer a su escuadra, y en el último año se había hecho con ella. 

Y allí estaban. Por fin. 

Las horas previas al desembarco habían sido de recordatorios de tácticas de combate y puesta a punto de material, pero Ulf solo pensaba en el olor de la sangre y la furia del combate, como buen garra sangrienta. Aquellas mejoras a las que habían sido sometidos eran espectaculares, pero también le hacían perder el raciocinio y la templanza, y un ansia voraz le dominaba el pensamiento.

Hacía poco que la cápsula había abandonado el hangar de la nave rumbo a aquel planeta atestado de xenos. Se encontraba sentado junto a sus compañeros soltando puyas y chanzas respecto a quien la tenía mas grande (el arma) o sobre cuantas cabezas colgarían de su cinto al acabar el día, cuando un fuerte traqueteo la sacudió.

-Entrando en la atmósfera. Tres minutos hasta el punto cero.-escuchó por el comunicador del casco. 

Empezó a aullar dentro de la capsula, pero duró poco. Una explosión en el casco de la cápsula le hizo girarse y ver como un enorme agujero se había abierto en un lateral, y vio como el fuego se colaba por el. Las llamas lamían el interior, haciendo que en su visor comenzasen a saltar alarmas y a activarse sistemas de protección ante aquella situación. 

Su cuerpo se tensó y endureció como el plastiacero, y sus brazos se aferraron a las cinchas del sillón como ganchos de carne a una res. La capsula había comenzado a girar en una caída descontrolada. Oía voces y aullidos por el intercomunicador del casco. Se oyó a el mismo aullar el nombre de Morkai, pensando que quizá le reclamase antes de tiempo:

-Aun no, Morkai. Aun NOOOO!!! DEJAME LLEVARTE LOS CRANEOS DE ESOS ENGENDROS COMO OFRENDA ANTES DE IR A TU ENCUENTRO!! AAAAAAAAAAAUUUUUUUUUUUU!!!!!

Un último crujido sacudió la cápsula. Las cinchas que lo sujetaban se partieron en dos, y solo la fuerza con la que las agarraba impidió que saliese despedido. Partió una de ellas, pero la otra resistió lo suficiente como para "solo" golpearse violentamente contra una de las paredes de separación. Acababan de aterrizar, y los nuevos hijos de Russ acababan de tener su primer reto: sobrevivir.

Gunnar estaba en un silencio casi mortecino, contemplando al resto de sus hermanos de camada. Habían nacido en el mismo planeta, en la misma isla, se habían convertido en Astartes al mismo tiempo, con lo que eran hermanos desde aquel día. Eran hijos de Russ y servían a la causa, la gloria del Emperador y sus designios. Por él liberarían a Meridian de la ocupación de aquellas abyectas criaturas, o morirían en el intento.

En aquel momento de hermandad y determinación, el destino pareció ponerles a prueba. Un impacto, de algún indeseado y detestable exocrino, destrozó parte de la cápsula dónde se encontraban, haciendo que esta entrase en barrena, como un sprint final para llegar antes al infierno que les esperaba.

Pero lejos de mostrar temor, todos y cada uno de ellos ansiaron que llegara el momento ....

Una vez la cápsula se quebró, ambas partes cayeron descontroladas chocando contra los edificios de aquella ciudad sinfín, en un alarde de rebotes e impactos. Una gran humareda de polvo se alzó en el lugar del accidentado aterrizaje, mientras las llamas se alzaban cubriendo la estructura deformada de aquel amasijo de acero.

Varios fueron los hermanos que salieron despedidos por la virulencia de la energía de aquel impacto, mientras que otros quedaron atrapados sin vida bajo toneladas de metal, en un terrible desenlace de sus vidas... pero así era la vida de los Hijos de Russ. Guerra.

La camada de hermanos consiguieron recuperar la verticalidad. A pesar del duro golpe, habían logrado salir más o menos indemnes de aquel terrible choque. Como pudieron, retiraron los fragmentos de la nave que les impedía salir. La temperatura en aquella cámara letal aumentaba por momentos, pues los gases de los depósitos de sustento, hacía rato que habían iniciado su proceso de combustión.

Una vez abierta una vía de escape, vieron el desalentador panorama. La cápsula, tras ser alcanzada por el bioplasma, se había desviado varios kilómetros de distancia del punto de reunión, precipitándose como una incontrolada bola de fuego sobre una zona que quizás fuera hostil. El lugar en cuestión, era una gran avenida de altos edificios, que ahora palidecía por la acción del fuego, el humo y las llamas. Estaba deshabitado, pues seguramente fuera evacuado cuando se inició la amenaza tiránida. Analizaron la situación durante un rato y entonces comprendieron que estaban aislados.

La nave se había partido y habían perdido a la mitad de la tripulación. Se miraron y sonrieron. El destino les había recompensado con la posibilidad de una magnífica hazaña. Recorrer la distancia que los separaba del gran Ragnar siendo únicamente: Ulf, Sigmund, Gunnar y Grimm...

Comenzaron a moverse con rapidez en busca de supervivientes. Necesitaban todos los efectivos disponibles para intentar reunirse con el grueso de la compañía, pero allí sólo había los restos destrozados de valientes marines. Entre los cadáveres no encontraron ni a Marnus, ni a Thorberg ni a Björn. Es más, tampoco hallaron los restos del sargento instructor Hengist, el oficial al mando de esa escuadra de garras sangrientas...

De repente una miriada de siseos y gorgoteos asolaron el trágico lugar del aterrizaje. De entre los fragmentos de roca derrumbada y pesados pedazos de fuselaje, emergieron un grupo de criaturas que se movían con rapidez. Eran tiránidos. Una subclase inferior, pero xenomorfos al fin y al cabo.

Y no venían con buenas intenciones...

La oscuridad lo cubría todo.

Ulf se despertó por las alarmas del casco. Abrió los ojos pero no conseguía ver nada. Solo metal. Parecía que una plancha se había desprendido de la cápsula y había aprisionado al marine contra su asiento, lo que había evitado que junto a su agarre de la cincha, que acabase esparcido como una vulgar tomate por la zona de aterrizaje. Le dolía la cabeza por el impacto sufrido, pero rápidamente su servoarmadura comenzó a aplicar una serie de analgésicos y este comenzó a desaparecer. Aquello le sorprendía cada vez más.

Lentamente intentó incorporarse y salir de aquella situación, pues el calor comenzaba a ser considerable allí dentro, y sería irónico haber sobrevivido al impacto para morir churruscado como un vulgar jabalí de Fenris.

Puso sus manos en la plancha de plastiacero y comenzó a ejercer fuerza sobre ella mientras notaba como todo su cuerpo volvía tensarse. Un crujido como un lamento comenzó a escucharse cuando esta empezó a ceder bajo su fuerza y poco a poco la luz exterior empezó a filtrarse a través de los resquicios que se iban abriendo.

-Un poco más....un poco maaaassss......maaaaaaaaaaaasssss...........aaaaaaaaaaaaaaggggggggghhhh!

La plancha finalmente cayó al suelo delante de el, y contempló un paraje desolador. Fuego, trozos de metal, edificios derruidos....y ninguno de sus hermanos. Fue a levantarse, pero la cincha aun le sujetaba. En un arrebato de furia la arrancó con sus manos y se levantó de aquel receptáculo mortuorio. Se puso en pie, para observar mejor.

Trozos de hermanos yacían por doquier y una punzada de dolor le recorrió todo el ser, pues, aunque habían muerto por su deber para con Russ y el Emperador, jamás conocerían las mieles de una muerte digna en combate. Quizá Morkai hiciese una excepción y les permitiese la entrada en el reino de los muertos. quizá.

Se quitó el casco lentamente, y comenzó a olisquear el entorno. El olor a sangre chamuscada, combustible y metal candente lo inundaba todo. Pero él era un Lobo Espacial, y era capaz de cribar aquellos olores de los de sus hermanos. Poco a poco, un olor despuntó por encima del resto. Era el de alguno de sus hermanos más allegados, pero no podía distinguir a cual. Así que se volvió a poner el casco, desenfundó su espada, y se dirigió hacia el lugar de donde procedía.

No tardó mucho en comprobar que el resto de sus hermanos seguían vivos, y estaban juntos. Pero no todos. Solo eran cuatro.

-Hermanos! Me alegro de ver que estáis de una pieza. Pero, donde están los otros? Solo nosotros hemos sobrevivido?

Comenzaron a buscar al resto, pero la tarea era complicada. Habían muchos agujeros y edificios derruidos como para poder reconocer todo el perímetro en tan poco tiempo, y lo que era peor aun; habían comenzado a escuchar un sonido nada agradable que hacía preveer lo que se les venía encima. Una horda de asquerosos Xenos con ganas de morir.

-Tomemos posiciones. Esos cabrones vienen hacia aquí, pero pienso vender cara mi piel. No saben con quien se han metido estos Hijos de Puta. VENGAREMOS A NUESTROS HERMANOS MUERTOS!!!!

Ulf se encaramó sobre un montículo cercano a la cápsula, mientras sacaba con la otra mano su pistola Bolter y apuntaba en la dirección de los enemigos.

Al fin llegó nuestro momento.

-POR RUSS, EL EMPERADOR Y NUESTROS HERMANOS!!!!! MUERTEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!

Gunnar volvió en sí en medio de aquel infierno en la tierra. Parecía que sólo habían sobrevivido ellos cuatro. Pero a pesar de ello, se afanaron en buscar a supervivientes en aquel hostil lugar.

Pero el destino parecía tenerles reservado otra actividad cuando se percataron de la presencia de tiránidos.....

Matar. No había otra. La infección estaba por todos lados y había que erradicarla. Justo ante él se presentaba la ocasión de cumplir su cometido. Una masa ingente de asquerosos reptiloides avanzaba como si el planeta fuera suyo. Lo lamentarían.

Ulf reaccionó primero y vociferando se encaramó a una loma para enfrentarse a la amenaza xeno. Por sus huesos que no estaría solo. Sigmund se colocó junto a él y con el bolter en automático empezó a disparar como si no hubiera un mañana. Quizá no lo habría pero daría lo que fuera por su señor y por el imperio de la Humanidad.

¡VENID, JODIDOS BASTARDOS!

Grimm hizo rugir su espada sierra dando golpes de gas intermitentes, pero era su pistola bolter la que se anteponía a su enemigo. Esos bichos tragarían fuego antes de las cadenas de sus armas de combate cerrado masticaran su carne.

VAMOS HERMANOS, ACABEMOS CON ELLOS, CON TODOS ELLOS!!! POR RUUUUUUSS

A pesar de la terrible colisión por el accidentado aterrizaje, los marines no dudaron en alzarse y desplegarse rápidamente. Una patrulla de criaturas xenos, se deslizaba en tre el amasijo de los restos de la cápsula, rematando a los hermanos moribundos que no habían logrado sobrevivir al descomunal impacto de la nave. Aquellas criaturas, ladinas y sigilosas criaturas, utilizaban sus largas y afiladas cuchillas anteriores para hundirlas en la carne indefensa de aquellos valientes marines que ni tan siquiera habían sido agraciados con una muerte en combate.

La sangre hervía en el portentoso cuerpo de los garras sangrienta. desconocían si sus hermanos de camada podían hallarse entre aquellos desgraciados que eran liquidados sin oposición. Nuevamente notaron como sus dos corazones volvían a bombear con furia la sangre a través de todo su torrente circulatorio ¡¡Aquello no quedaría así!!

Hacía segundos que el dolor había desaparecido, aquella imponente armadura con la cabeza del lobo grabada en la pechera, trabajaba liberando sustancias analgésicas capaces de aplacar cualquier agresión tisular. Sigmund fue el primero en abrir fuego con su pistola bólter, y una bocanada de micromisiles balísticos salieron expelidos hacia aquellas criaturas. 

Las balas abrieron sendos boquetes en unos restos de fuselaje. El improvisado campo de batalla estaba saciado de humo negruzco procedente de la combustión de los restos de la cápsula de desembarco, y sólo por esa razón el marine había errado su ráfaga letal

Los xenos viraron hacia Sigmund y con un inquietante chirrido, parecieron ponerse de acuerdo al unísono. Sin reparo, comenzaron a correr en dirección al único marine vivo que aquellas criaturas parecieron divisar. Quizás esa fuera una buena baza para que sus hermanos de camada, comenzaran a ganarse un buen par de colmillos...

Los Xenos reaccionaron al ruido del bolter de su hermano y no tardaron en disponerse a cargar contra él... esperó unos segundos para asegurarse, le pareció que esos seres no les veían, su vista era el oido. Entonces, cuando la carga a Sigmund era evidente él mismo abrió fuego aprovechando el apelotonamiento. El atronador y rítmico sonido de la pistola bolter hizo sonreír a Grimm, era junto a la espada sierra una manera fascinante de hacer música. Pero por esta vez una manera poco efectiva de aniquilar enemigos

Ulf apretó el gatillo. Una fuerte sacudida hizo que su brazo se tensase para poder sujetar el arma y poder apuntar con precisión. Aquel Bolter era como la mismísima ira de Russ. Los proyectiles salieron buscando muerte, y al menos dos de ellos la encontraron, o eso le pareció a él, pues una marea de enemigos engulló a los dos pobres infelices a los que consiguió dar. Le pareció que a uno le saltaba una de las patas y cayó de lado, pero aún así continuó avanzando hacia ellos antes de perderse entre el resto de sus congéneres. El segundo desapareció de su vista. Era uno de los primeros en la avanzadilla, y el impacto en el torso le hizo volar hacia atrás, perdiéndose entre el tumulto.

-Hermanos!! La primera ronda corre de mi cuenta!!-gritó Ulf.

Pero aquello no era suficiente. No podrían detener a los enemigos antes de que llegasen a Sigmund. Bajó su mano al cinto, cogió la espada sierra, y un rugido sacudió el montículo cuando esta se puso en marcha. Aprovecharía la caída de este para atacar por el flanco a aquellas inmundas criaturas.

-Cuanto antes acabemos con esto, antes beberemos. VAMOS!!!-gritó mientras comenzaba el descenso hacia sus enemigos.

Gunnar se dispuso a hacer piña con el resto de sus hermanos, pero su tiro impactó en parte del fuselaje por bien poco. Tenían que reaccionar:

 - No podemos quedarnos en campo abierto, o nos reuniremos con nuestros hermanos antes de darles venganza. - Dijo por el intercomunicador al resto.