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Historia de un Asesino

Capítulo 4. Desierto Blanco.

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02/08/2019, 14:46
Asteirm

La mujer de cabellos dorados dormía a su lado. Caín acarició su vientre y se estrechó a la muchacha, hundiendo el rostro entre los rizos de su melena. Ella se removió, complacida, y arqueó el cuerpo para que el abrazo fuese más ceñido. El asesino aspiró el aroma de su amante, perdiéndose en un mar de sueños. Aún podía permitirse el lujo de soñar.

Ella se giró y cambió de postura para mirarlo de frente. Él rodeó su cintura con un fuerte brazo y la atrajo contra su pecho. La mujer miró al asesino sonriente, con las mejillas algo ruborizadas y depositó un suave beso en sus labios. Ambos se abrazaron y se besaron. Aunque habían estado juntos toda la noche, no eran capaces de separarse. No aún.

Caín se acomodó sobre la cama, mientras que la mujer se tumbaba sobre él. El asesino acarició sus hombros y su espalda, mientras la apretaba contra su cuerpo. La mujer lo besaba despacio, deslizando los labios por su mentón y su cuello. El hombre arrastraba los dedos por su espalda hasta posar las manos en su trasero, donde empezó a manosearlo con delicadeza. Ella se rió por lo bajo y accedió a las intenciones del hombre.

Hicieron el amor despacio y sin prisa, retrasando el momento de la separación que no tardaría en llegar. Jadeantes, se miraron el uno al otro, deseando permanecer unidos por toda la eternidad. Pero con los primeros rayos de sol, la noche que se habían concedido, tocaba a su fin.

Tumbando a su amante entre los pliegues de las sábanas de seda, acarició por última vez la cicatriz que él mismo le había hecho en el muslo, cerca de su entrepierna. Ella sonrió, tratando de esconder la tristeza que le provocaba su marcha y le dio un último beso antes de que él abandonara su lecho.

Caín desapareció tras las cortinas del dosel de la cama, y la mujer se asomó para verlo, quizás, por última vez. Ambos se habían prometido no verse más, pero era una promesa que se negaban a cumplir. Al menos mientras ella fuese la princesa y él un mercenario de la cofradía de más importancia de la ciudad. Observó como se vestía y como recogía sus armas. Deseó abrazarlo y saltó de la cama para hacerlo. Él la tomó en brazos y la besó; cuando llamaron a la puerta.

Ambos miraron en la misma dirección, sorprendidos. Los golpes anunciaban la llegada del rey. Ella se deshizo del abrazo y corrió a abrir la puerta, pero él la agarró y tiró hacia si para regalarle un último beso. Cuando sus labios se separaron, la voz del monarca pedía ver a su esposa. Ninguno de los dos imaginó que llegaría un día antes de lo previsto. Ella miró suplicante al asesino, tratando de retenerlo con el brillo de sus verdes ojos. Él la miraba a través de sus ojos grises; unos ojos que nadie, salvo ella, habían visto brillar de emoción nunca.

- Olvida que me has conocido – insistió él. Siempre lo decía.

Lo último que la reina vio fue una sombra deslizarse fuera de la habitación a través de la ventana.

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02/08/2019, 14:48
Narrador

Amaneció sin más problemáticas y los primeros rayos de sol golpearon en el rostro de Asteirm anunciando el nuevo día. Asteirm despertó cuando los rayos de sol se colaron por la ventana. Jamás había soñado. Nunca, en sus muchas noches, había soñado. Soñar implicaba dormir profundamente; dormir profundamente, un suicidio. Y esa fue la causa de que despertase de mal humor. El asesino se desperezó estirando sus extremidades y bostezando sonoramente. Se levantó de un salto y se acercó a la ventana. Desde aquel edificio se podía ver gran parte de la ciudad.

Todo eran edificios de planta baja, de hecho, la posada en la que se encontraba debía de ser, con sus tres plantas, uno de las construcciones más altas de todo aquel lugar. Al menos de esa zona. En las calles ya se preparaban los mercados ambulantes pese a que aún no había muchos transeúntes. Se veía claramente en las casas cercanas su pobre estado de conservación. A muchas les faltaba parte del tejado, otras tenían la pared desconchada, y en otras las puertas eran del todo inexistentes. Las calles estaban sucias, llenas de desperdicios, fruta podrida que las ratas mordisqueaban y los pájaros picoteaban, pero a nadie le resultaba extraño, eran unos habitantes más de Sundalla. Esa visión contrastaba con lo que se podía vislumbrar el la zona más elevada de la ciudad. Un inmenso palacio reposaba en lo alto de un montículo. Pese a la lejanía a la que se encontraba quedaba claro que era un lugar magnífico, un paraíso construido por el hombre, con grandes jardines e incluso una cascada que brotaba de la tierra y se elevaba lo menos treinta metros hasta caer al estanque de donde provenía.

Ya era suficiente para Asteirm. Tenía cosas que hacer de buena mañana y ya conocía el lujo en el que vivían los gobernantes y la pobreza de sus súbditos. Lo había visto demasiadas veces en su tierra natal. Al fin y al cabo eran muy parecidas, y los gobernantes hasta en los errores tienden a parecerse. Pero no era asunto suyo el cambiar las cosas, tenía algo mucho más importante que arreglar, su honor estaba en entredicho.

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02/08/2019, 14:51
Asteirm

Haber bajado la guardia de aquella manera lo enfureció, tanto como el hecho de que el sueño era el recordatorio de algo que había dejado atrás, en su ciudad. Se sentó en la cama, confuso. Y estar confuso acrecentaba su pésimo estado de ánimo. Hacía años de aquel encuentro. Hacía más años de la vez que la conoció. Hacía años de la relación que tuvo, de la aventura que vivió, de la vez que salvó a la mujer, de la vez en que los dos casi mueren. Se juró olvidar aquello. Y ahora, lo perseguía en sueños.

Se levantó de un salto y miró por la ventana. El sueño había despertado en el extranjero recuerdos lejanos, pero al mirar por la ventana, aquellos recuerdos volvieron a asaltarlo con violencia. La pobreza de la ciudad contrastaba con la grandeza del reino erguido en la lejanía. Igual que en su tierra. En ocasiones había burlado a la guardia del palacio y entrado en los lujosos salones de la realeza. Había caminado entre sus pasillos sin que nadie hubiera notado su presencia. No sabían que el movimiento de las cortinas no se debía a una ráfaga de aire, ni que la sombra que veían no se debía a la oscilación de la luz de las velas. Y sobre todo, había pasado noches en la alcoba de una dama de la realeza. Cuando la conoció, no sabía quien era. Siempre le había importando poco la familia real y sus entresijos. Pero de ahí, a haber tenido como amante a la futura reina había habido un gran paso. Por suerte, en su cofradía nadie lo supo. O la familia real habría dejado de existir. La joven princesa pasó a ser reina. Y él, tuvo que lanzarse en persecución de una mediana que había burlado la precisión de sus dagas. Su honor estaba en juego. Y eso era más importante que ser el amante casual de una muchacha de la corte.

Salió de la habitación para encontrase con Farah e Isidore durmiendo en el pasillo, frente a su habitación, abrazados el uno al otro. Aquella estampa lo puso de peor humor y hubiera pateado las costillas del chiquillo hasta rompérselas de no haber sido la postura en la que estaba un obstáculo. Tuvo que darle un pequeño puntapié para despertarlo entre quejas.

Quería saber si seguías vivo. – Dijo secamente el asesino. En ese momento se despertó la joven “princesa”.

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02/08/2019, 14:52
Farah

¿Ah si? Eso quiere decir que le tienes algo de aprecio al niño. – Dijo con sarcasmo la chica.

La muchacha parecía sentirse muy segura al lado de aquel hombre. No entendía que se trataba de una persona peligrosa. Había visto algo en él, que nadie había visto nunca antes. Para ella. Asteirm no era un simple asesino, sino que era una oportunidad, alguien que podía hacer algo grande por ella, por su familia y por todo su pueblo. Para Farah, Asteirm era esperanza.

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02/08/2019, 14:59
Asteirm

- No, pero ahora que Ben-Jhezeri y los suyos se han ido alguien tendrá que llevar mis cosas. – Asteirm desapareció a grandes zancadas por el pasillo descendiendo las escaleras y llegando a la recepción de la posada. Una vez abajo, con Isidore y Farah listos y pisándole los talones, se encontró con Aswand.

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02/08/2019, 15:02
Aswand

- La tormenta se ha desviado. Creo que podremos salir esta misma mañana, tengo una montura más para tus… para la chica y el niño – rectificó cuando el asesino lo fulminó con la mirada. El hombretón carraspeó imperceptiblemente y volvió a hablar. - También tengo algo más de comida, tendrán que racionarla – añadió. Por toda respuesta, el extranjero siguió mirando al guía, como si no lo hubiera escuchado o, lo que era más probable, le importara un ardite que muriesen de hambre. Así que tuvo que continuar hablando. – Nuestra siguiente parada es un lugar llamado Desierto Blanco. Es un camino bastante fácil, el calor es soportable en esta zona y un río subterráneo recorre nuestro camino en paralelo.

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02/08/2019, 15:02
Asteirm

- Bien. Pongámonos en marcha cuanto antes. - Ordenó Asteirm.

Rato después, los cuatro viajeros estaban en camino. Tanto el niño como la mujer, que viajaban en el mismo caballo, no podían dejar de contemplar la estampa del asesino. Su capa de viaje bien cosida y cuidada flotaba a su espalda como si fuesen las mismas dunas del desierto; su perfil, recortado en la lejanía, le otorgaba el porte distinguido de un poderoso rey. Su presencia en medio del desierto y sobre una montura de enorme envergadura hacía que pareciese un conquistador frente a las huestes de un ejército invasor. Isidore no podía desviar la vista de su maestro, y trataba de levantar la barbilla para parecer más robusto y apuesto. Farah trataba de recordar la noche que había pasado junto a él, y no dejaba de morderse los labios, confusa y atraída por la atractiva y seductora presencia del hombre que cabalgaba con la confianza y la grandeza digna de un General. Aquel era el hombre que podría devolver el trono a su padre. Aquel hombre podría estar al servicio de su padre, teniendo bajo su mando un enorme ejército. Aquel hombre sería un conquistador.

Asteirm, por el contrario, era ajeno a la contemplación de la que estaba siendo objeto. Cabalgaba detrás de Aswand, inmerso en su mutismo personal que ya era una costumbre. El guía frenó su montura y se puso a la altura del extranjero para tratar de charlar con él.

- ¿Y qué piensas hacer con la mediana cuando la encuentres? – preguntó el hombretón de piel oscura.

- Matarla – contestó secamente.

- ¿Y ya está? – se extrañó el negro. – Pensé que había puesto tu honor en juego y todo eso...

- Y si así fuera, no te contaría qué es lo que voy a hacerle – advirtió Asteirm sin mirarlo. Aswand decidió que era mejor no tocar el tema.

- La chica es buena. No la cogerás por sorpresa - tanteó el hombretón.

- La mayoría de las personas a las que he matado dijeron algo parecido. Y las que confiaban en mi, también – añadió, esta vez, desviando la vista del frente para posarla en Aswand.

- Me dijeron que eras el mejor de todos. Y que eras un monstruo – añadió, con un deje de admiración en la voz. - Parece que no se equivocaron.

- Al contrario, se equivocaron. Pero no tuvieron la oportunidad de repetir su error por segunda vez.

- ¿Nunca bajas la guardia? – preguntó el guía, molesto por que contestara a todos sus comentarios.

- Si lo hiciera, no estaría hablando contigo ahora.

El hombretón desistió en su intento de mantener una conversación. Aquel tipo era demasiado arrogante. Pero, y tuvo parte de razón, esa soberbia se la había ganado a pulso mediante sus hazañas dentro de la cofradía.

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02/08/2019, 15:06
Narrador

Detrás, Farah e Isidore murmuraban una conspiración.

- Entonces, ¿me ayudarás? – insistió la joven.

- Claro. Esta noche, en plena guardia, distraeré a Aswand. Tu podrás quedarte a solas con Asteirm el tiempo que quieras.

- Gracias

- Te gusta, ¿verdad?

- ¿Quién?

- Él – señaló al asesino.

- Bueno, un poco, sí.

- ¿Solo un poco?

- Oye mocoso, ¿quién te crees que eres?

- Su discípulo. Soy como su hijo. Estoy con él desde que desembarcó, intenté robarle la bolsa, ¿sabes? Pero él me perdonó la vida y me dio dinero. Un dinero que vosotras me robásteis.

- Piensa que es por una buena causa.

- Bah...

- Lo cierto es que creo que me estoy enamorando de él...

- ¡Genial! – gritó Isidore alborozado. Luego frunció el entrecejo, extrañado. - Un momento... ¿Crees? Pero si acabas de decirme que te...

- ¡Eh! ¿Qué es aquello? – gritó Farah señalando en la lejanía. Isidore puso la mano a modo de visera y miró en aquella dirección.

- Maes... ¡Asteirm! – llamó. El extranjero se volvió sobre la silla y luego desvió la vista hacia donde señalaba el chiquillo.

Entornó los ojos con suspicacia y miró a su guía.

- ¿Sabes a que se debe ese resplandor?

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02/08/2019, 15:07
Aswand

Aswand fijó su mirada en las dunas de las que provenían esos extraños reflejos. Acto seguido se dio media vuelta y puso sus ojos en la dirección opuesta a la anterior. Asintió con la cabeza y entonces se dirigió a Asteirm.

- Nos tienen vigilados Asteirm. Las rutas entre Khadi y Desierto Blanco son muy peligrosas. Ya lo habrás notado. La mayor escoria de Sundalla trabaja en estos territorios en busca de una buena presa. Están realmente lejos de nosotros, pero en dos días nos interceptarán. Si no apuramos la marcha caerán sobre nosotros, y no creo que podamos vencerles. La buena noticia es que cuanto más al sur lleguemos más difícil será que nos encuentren. Y una vez pasado el oasis al que vamos ya quedan muchos menos bandidos. – Explicó Aswand.

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02/08/2019, 15:08
Isidore

Farah se acercó con su caballo hasta los dos hombres que hablaban seriamente señalando al este y al oeste, tratando de divisar algo entre las dunas lejanas. Cuando los dos acompañantes de asteirm llegaron a la altura de este, el asesino ni les miró. Él y el negro de dos metros permanecían inmersos en su conversación.

- ¿Qué pasa Asteirm? – Preguntó Isidore interrumpiéndoles.

De un certero golpe el asesino golpeó en el estómago al niño que cayó golpeándose en la espalda contra el suelo. El niño se retorció de dolor en el suelo y trató de levantarse entre sollozos. Una lagrima brotó de su ojo derecho y su desconsolada cara era una inspiraría compasión hasta al más cruel de los hombres. Sin embargo Asteirm ni siquiera miró al niño cuando empezó a bramar. Aswand era un tipo duro pero ni él pudo reprimirse a dar una mirada piadosa para el chiquillo. Cuando devolvió la mirada a Asteirm se le notó el reproche por lo que acababa de hacer.

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02/08/2019, 15:09
Asteirm

La explicación de Aswand provocó cambios en el casi siempre ceñudo rostro del asesino. Por una parte, no le importaba ser interceptado por bandidos. Quizás si los atrapaban, podría deshacerse de ellos y demostrar en aquel desierto que un extranjero era libre de pasar sin que nadie osase emboscarlos. Por otro, era posible que supieran de su llegada a estas tierras y quisieran eliminarlo. Asteirm conocía sus posibilidades, y nunca dejó de subestimar a los bandidos del desierto. Puede que unos pocos fueran unos inútiles. Pero muchos inútiles juntos podrían representar una seria amenaza para sus planes.

Mirando alternativamente al este y al oeste, pensaba si lo mejor sería asaltar a los propios asaltantes - pues estaba seguro que aquellos tipos no serían una amenaza si se les pillaba desprevenidos - o forzar la marcha para llegar cuanto antes a su destino y evitar una confrontación. Los gritos de Isidore rompieron su concentración. Su mal humor al despertar lo había acompañado toda la mañana, la noticia de que posiblemente los asaltarían e interrumpirían su buena marcha y la desquiciante insistencia del niño provocaron una reacción poco usual en él: la cólera. Sin ningún miramiento Asteirm proyectó el brazo de forma precisa, acertando un puñetazo en el estómago del chiquillo. Lo inesperado del golpe hizo que Isidore callese de la montura y diera con sus huesos en el suelo, mientras boqueaba. El golpe le había cortado la respiración y tosió un par de veces, escupiendo sangre, hasta que pudo aspirar oxígeno y recuperaba resuello. La humillación, el dolor y la vergüenza lo vencieron, y empezó a sollozar, mientras una pequeña lágrima se deslizaba por su mejilla.

Intentó mirar a Asteirm, desde el suelo, mientras que el asesino seguía sobre el caballo. Fastidiado por su reacción, el extranjero miró fríamente al niño, con evidente desprecio. Convencido de haber dejado las cosas claras, miró a su guía. Sus ojos se estrecharon amenazadoramente cuando vio que el hombretón miraba al chiquillo de manera piadosa y reprochaba la acción del extranjero con su expresión. Asteirm ya centraba su atención en los guantes para invocar una daga que lanzaría directa a su guía para dejarle las cosas claras. Pero se detuvo. ¿Desde cuando alguien tan disciplinado como él se había dejado llevar por un arrebato de cólera? ¿Desde cuando actuaba de forma violenta? Jamás tuvo que emplear la fuerza para sus amenazas. Una sola mirada del asesino presagiaba horrores; un solo gesto podía despertar miedo en el corazón del más valiente de los hombres. Era capaz de hacer retroceder a adversarios sin ni siquiera desenvainar sus armas. Nunca había sido necesario golpear a nadie; ni siquiera gritar. Y ahí estaba Isidore, tirado en el suelo retorciéndose de dolor, mientras Farah lo acunaba para tranquilizarlo.

Fastidiado, tiró de las riendas de su montura y se adelantó a Aswand, para calcular la distancia de los destellos. Su caballo corcoveó y tuvo que sostenerse sobre la silla y palmear al animal para que no se desbocara. Cuando volvió a alzar la vista, escuchó como alguien se acercaba a él y notó como su caballo trataba de apartarse hacia el lado opuesto, como la presencia fuese peligrosa. La mujer se detuvo ante Asteirm y desde el suelo, lo agarró del brazo para empezar a soltar reproches por la boca.

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02/08/2019, 15:14
Asteirm

Farah amparada en la mirada de Aswand a Asteirm y conmovida por los lloros del niño saltó de su caballo para atender a Isidore y cuando se cercioró de que el chiquillo se encontraba en buenas condiciones se levantó enfadada y se acercó a zancadas a Asteirm. La chica agarró del brazo a Asteirm y le recriminó el golpetazo al niño.

¡Eres un sin vergüenza! ¿No te das cuenta de que sólo es un niño? Sabes, Isidore te tiene mucho aprecio, cree en ti, te adora. Para él eres como un dios, y pese a tus despropósitos con él lleva siguiéndote desde Khadi, que no es poco. ¿Sabes? Creo que me equivoque contigo. Al fin y al cabo eras sólo un asesino cuando te conocí, lo sigues siendo y siempre lo serás. ¿Sólo te importa tu ego a caso? Puedes llegar a ser un gran hombre, alguien importante, pero debes cambiar tu forma de ser. No puedes ser un témpano de hielo toda tu vida... – pero antes de que pudiera seguir exponiendo argumentos, Asteirm le cruzó la cara. El golpe la derribó enviándola de bruces al suelo.

Sorprendida y temerosa, la mujer se llevó la mano a la mejilla y desvió la vista hacia el asesino, que en ese momento bajaba de su montura. Farah sabía que con aquellas palabras se exponía a que aquel tipo le cortase la mano que sujetaba su brazo y la dejara en medio del desierto a su suerte. Pero lo mismo sería no actuar ante tal injusticia, ya que si no lograba convencer a Asteirm de que su destino podía ser otro mucho más glorioso que el de ser un simple asesino, el destino de su pueblo valdría menos que un trozo de pan en un albergue de vagabundos.

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02/08/2019, 15:20
Narrador

- Asteirm... - comenzó Aswand. El hombre clavó sus ojos grises en el guía y el negro tuvo que callar, incapaz de vérselas con él por salvar a la mujer. Pero no parecía necesitar ser salvada. La presa no la mataría si Asteirm no apretaba más. Su miedo y nerviosismo podrían acabar ahogándola.

Farah no pareció quedar muy convencida con las explicaciones de Asteirm, pues éstas no llegaron. El asesino la miró con indiferencia, hasta que con un gesto seco se libero de su agarre y siguió su camino. No podía existir en la tierra alguien tan frío como él quería ser. No era posible que nadie prefiriera el anonimato a la gloria. Nadie podía rechazar una oferta como la que le estaba dando ella, una oferta de hacer las cosas bien, una oferta para luchar por las causas justas. Pero lo que nadie podía rechazar era sin duda, la promesa de las riquezas, y la buena vida que supondría una victoria en sus objetivos. Tenía que seguir intentándolo.

Los caballos cabalgaban a gran velocidad por las arenas desérticas, una nube de polvo marcaba sus pasos y a la vez borraba las huellas de los caballos. Pero ese ritmo sería imposible seguirlo por mucho tiempo, o aquellos formidables animales morirían de sed y cansancio en pocas horas.

No pararon en todo el día para almorzar o merendar, y ni una sola palabra salió de la oscura boca de Aswand, pero tampoco de la de Asteirm. Las únicas voces que se oían en aquel viaje provenían del mismo caballo, Farah e isidore conversaban alegremente mientras trataban de seguir los pasos del guía y el asesino. Pese a que tuvieron hambre no se quejaron, ya sabían como se arreglaban las cosas para el extranjero.

La noche llegó antes de lo previsto, y el grupo decidió acampar a la intemperie, no habían conseguido llegar al destino que Aswand había previsto, pero al menos tendrían tiendas y mantas para pasar la noche, y una hoguera no faltaría. Cuando el campamento estuvo montado el hombretón de color azabache sacó de una bolsa carne resecada y la repartió entre los cuatro.

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02/08/2019, 15:22
Aswand

- Hoy comeremos esto. – Dijo el guía

- ¿Sólo? ¡Nos moriremos de hambre! – Dijo el niño mirando fijamente un pequeño trozo de carne seca.

- Si, sólo eso, y no te quejes, que de no ser por mi viajaríais sin alimento. – Les respondió Aswand.

Tras la cena la mujer y el niño se metieron en la tienda de campaña que el negro había preparado. Asteirm tenía una para el solo y Aswand decidió hacer guardia, por tal de que los bandidos no les pillaran desprevenidos. Además así cuidaría del fuego.

A media noche Asteirm notó que alguien entraba en su tienda y ya con una daga preparada se incorporó de un salto. Pero la escondió, se trataba de su guía que estaba entrando sigilosamente, y a Asteirm despertarse al instante se sorprendió cayendo prácticamente de culo contra el suelo.

Al llegar a su altura, el extranjero la agarró del pescuezo y la obligó a que se levantara, apretando su tráquea con el pulgar. Ella se debatió lagrimeando, medio asfixiada.

Asteirm, no te he avisado antes porque no lo he creído oportuno. Pero quieren hablar contigo. – Dijo Aswand. Ante él se erguía un hombre sureño, de piel bronceada vestido con una túnica a amarillenta y un pañuelo blanco sobre la cabeza.

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02/08/2019, 15:30
Asteirm

El extranjero miró con cautela al hombre. Luego, miró a su guía.

- Bien - fue su seca respuesta. El tipo de la túnica amarilla pareció convencido y se marchó por donde había venido. El negro miró a Asteirm, interrogante.

- ¿Lo aceptas? ¿Así, sin más?

- La verdad, no sé que me inquieta más. No conocer a la gente de esta tierra... o que la gente de una tierra en la que no he estado nunca me conozca. Mi reputación me precede... - comentó con desgana. - Ah, Aswand, espero por tu bien que no hayas sido tu el que ande por ahí dando mi nombre a los jefes de las cofradías de estas tierras. Llegado el momento tendré que regresar a mi país, y si me entretengo mucho, ¿qué pensarán de mi? - el asesino divagó un rato más antes de ordenar montar el campamento allí mismo, necesitaban tiempo para descansar, pero sobre todo para meditar en el interior de su tienda.

Asteirm

El extranjero miró con cautela al hombre. Luego, miró a su guía.

- Bien - fue su seca respuesta. El tipo de la túnica amarilla pareció convencido y se marchó por donde había venido. El negro miró a Asteirm, interrogante.

- ¿Lo aceptas? ¿Así, sin más?

- La verdad, no sé que me inquieta más. No conocer a la gente de esta tierra... o que la gente de una tierra en la que no he estado nunca me conozca. Mi reputación me precede... - comentó con desgana. - Ah, Aswand, espero por tu bien que no hayas sido tu el que ande por ahí dando mi nombre a los jefes de las cofradías de estas tierras. Llegado el momento tendré que regresar a mi país, y si me entretengo mucho, ¿qué pensarán de mi? - el asesino divagó un rato más antes de meterse en su tienda a descansar.

Otra vez, al poco rato, alguien entró con sigilo en su tienda. Pero no era Aswand, y Asteirm aspiró el aroma de Farah. Se quedó quieto, tumbado bocarriba, con las manos enlazadas detrás de la cabeza. Sus guantes estaban cerca, y sus armas... una de ellas estaba en su cinturón. La mujer se acercó, esperando no haberlo despertado. Como Asteirm no se movió, ni parecía estar despierto, Farah se acurrucó a su lado, tumbándose a su lado, esperando que su cercanía lo despertase. El disciplinado asesino ni siquiera movió un músculo. Ni tenía intención de hacerlo. Solo cuando escuchó la tranquila respiración de Farah, que se quedó dormida, se movió un poco, para acomodarse mejor. Aquella joven parecía un castigo divino, lo seguía a todas partes y se empecinaba en convertirlo en una gran persona. Maldita la importancia que tenía eso para él.

Tumbado de costado, Asteirm dormitó sin llegar a dormir profundamente. Farah se acercó más a él, llegando incluso a abrazarlo y apoyar la cabeza en su espalda. Más confiada, pegó su cuerpo al del asesino, buscando quizás repetir aquella noche perdida en su memoría. Pero nada de eso ocurrió. El asesino siguió durmiendo como si nada, mientras la mujer, aburrida, se dormía también.

A la mañana siguiente, el extranjero despertó y practicamente tuvo que liberarse del abrazo de Farah, como si se liberara de unas cuerdas. La mujer se despertó y miró a Asteirm, de manera intensa, pero nada dijo. El hombre la ignoró y salió de la tienda, estirando sus músculos y preparandose para una nueva marcha.

Una hora después, estaban en camino. Farah miraba ceñuda a Asteirm; Isidore trataba de averiguar qué había ocurrido en la tienda desde que empezó a atosigar a Aswand para despistarlo; el negro abría la marcha deseando zanjar sus tratos con el extranjero. Asteirm, simplemente, cabalgaba por el desierto como si fuera el capitán de un ejército que marchara a la guerra. Una preocupación desfilaba por sus pensamientos: ¿cuantos trabajos tendría que realizar en aquel continente antes de poder regresar a casa? Y en ese caso, ¿valía la pena regresar?

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02/08/2019, 15:32
Geraldo Dimas

- Mi nombre es Geraldo Dimas. No te engañaré, no soy de por aquí, pero paso mucho tiempo por estos lares tratando ayudar a las buenas gentes. – Se presentó aquel individuo que acababa de llegar a lomos de un corcel blanco. – No me conocerás pese a que mi nombre es conocido en estas tierras y en el sur, pero yo si te conozco a ti. Tu nombre ha llegado a mis oídos, creo que eres un gran asesino sin ningún escrúpulo. Se que buscas a alguien, y no pararás hasta acabar con su vida. Pero yo tengo algo que proponerte, así que espero que cuando consigas tu objetivo regreses al norte y me busques. Pregunta por mí en Mariendul, Nevada o El-Kortun. Tengo un trabajo para ti. Y no te preocupes por los bandidos que os seguían. Mis hombres los han neutralizado. – Explicó Geraldo.

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02/08/2019, 15:43
Asteirm

El extranjero miró con cautela al hombre. Luego, miró a su guía.

Bien - fue su seca respuesta. El tipo de la túnica amarilla pareció convencido y se marchó por donde había venido. El negro miró a Asteirm, interrogante.

¿Lo aceptas? ¿Así, sin más?

La verdad, no sé que me inquieta más. No conocer a la gente de esta tierra... o que la gente de una tierra en la que no he estado nunca me conozca. Mi reputación me precede... - comentó con desgana. - Ah, Aswand, espero por tu bien que no hayas sido tu el que ande por ahí dando mi nombre a los jefes de las cofradías de estas tierras. Llegado el momento tendré que regresar a mi país, y si me entretengo mucho, ¿qué pensarán de mi? - el asesino divagó un rato más antes de meterse en su tienda a descansar.

Asteirm se introdujo en su tienda dejando muy claro que no quería molestias. Otra vez, al poco rato, alguien entró con sigilo en su tienda. Pero no era Aswand, y Asteirm aspiró el aroma de Farah. Se quedó quieto, tumbado bocarriba, con las manos enlazadas detrás de la cabeza. Sus guantes estaban cerca, y sus armas... una de ellas estaba en su cinturón. La mujer se acercó, esperando no haberlo despertado. Como Asteirm no se movió, ni parecía estar despierto, Farah se acurrucó a su lado, tumbándose a su lado, esperando que su cercanía lo despertase. El disciplinado asesino ni siquiera movió un músculo. Ni tenía intención de hacerlo. Solo cuando escuchó la tranquila respiración de Farah, que se quedó dormida, se movió un poco, para acomodarse mejor. Aquella joven parecía un castigo divino, lo seguía a todas partes y se empecinaba en convertirlo en una gran persona. Maldita la importancia que tenía eso para él.

Tumbado de costado, Asteirm dormitó sin llegar a dormir profundamente. Farah se acercó más a él, llegando incluso a abrazarlo y apoyar la cabeza en su espalda. Más confiada, pegó su cuerpo al del asesino, buscando quizás repetir aquella noche perdida en su memoría. Pero nada de eso ocurrió. El asesino siguió durmiendo como si nada, mientras la mujer, aburrida, se dormía también.

La mujer se acercó, esperando no haberlo despertado. Como Asteirm no se movió, ni parecía estar despierto, Farah se acurrucó a su lado, tumbándose a su lado, esperando que su cercanía lo despertase. El disciplinado asesino ni siquiera movió un músculo. Ni tenía intención de hacerlo. Sólo cuando escuchó la tranquila respiración de Farah, que se quedó dormida, se movió un poco, para acomodarse mejor. Aquella joven parecía un castigo divino, lo seguía a todas partes y se empecinaba en convertirlo en una gran persona. Maldita la importancia que tenía eso para él.

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02/08/2019, 15:57
Narrador

A la mañana siguiente, el extranjero despertó y prácticamente tuvo que liberarse del abrazo de Farah, como si se liberara de unas cuerdas. La mujer se despertó y miró a Asteirm, de manera intensa, pero nada dijo. El hombre la ignoró y salió de la tienda, estirando sus músculos y preparándose para una nueva marcha.

Una hora después, estaban en camino. Farah miraba ceñuda a Asteirm; Isidore trataba de averiguar qué había ocurrido en la tienda desde que empezó a atosigar a Aswand para despistarlo; el negro abría la marcha deseando zanjar sus tratos con el extranjero. Asteirm, simplemente, cabalgaba por el desierto como si fuera el capitán de un ejército que marchara a la guerra. Una preocupación desfilaba por sus pensamientos: ¿cuantos trabajos tendría que realizar en aquel continente antes de poder regresar a casa? Y en ese caso, ¿valía la pena regresar?

La expedición avanzó durante largas horas por el desierto, ese día no pararon para comer ya que la tormenta volvía a amenazarles en la lejanía y toda parada innecesaria sería tiempo perdido contra un gran enemigo. Aswand aseguró a Asteirm que si avanzaban todo el día sin parar no habría ningún problema.

Ni un solo ser vivo se acercó al grupo en todo el día. Normalmente pasaban caravanas mercantes a diario pro esa zona y los asaltantes estaban más que preparados para interceptarles. Pero quizás la tormenta se había convertido en aliada suya. No había nadie tan loco, ni lo suficientemente desesperado como para salir de viaje en medio de una tormenta de arena.

Pese a todo aquel día no fue tan sofocante como los anteriores, y a decir verdad aún no habían penetrado en el más duro de los desiertos. Según les contó Aswand, si aquel lugar se denominaba “Desierto Blanco”, no era por el color de sus arenas, sino por una mala pronunciación de los beduinos que se instalaron ahí. El nombre ancestral de aquella zona era “Desierto Blando”, por lo moderado de sus temperaturas, y la relativa facilidad para encontrar agua potable.

La noche volvió a caer sobre sus cabezas y con ella el manto estrellado les indicó el momento idóneo para detener la marcha. Un fuerte viento soplaba del noroeste y con serias dificultades lograron alzar la tienda. Los ropajes que llevaban estaban preparados para aquellas situaciones críticas; un pañuelo les cubría los cabellos la boca y prácticamente toda la cara para evitar que la arena les cegase, mientras que las túnicas conservaban una temperatura temperada tanto de día como de noche.

Finalmente los cuatro integrantes de la expedición se metieron en la tienda dispuestos a dormir. Asteirm se estiró todo lo que pudo y tanto Farah como isidore se acurrucaron en un rincón. Aswand se sentó cruzando piernas y brazos, muy disgustado por la perdida de la otra carpa. El viento se la había llevado mientras trataban de montarla. Isidore ya roncaba y Aswand había conseguido conciliar el sueño.

Farah sabía que aquel asesino tenía un sueño muy ligero y que si se levantaba y salía de la tienda lo sabría al instante. Lo cierto es que el vendaval había remitido un poco y la chica necesitaba aclararse ciertas dudas. Por fin se levantó y con u forzado suspiro salió de la tienda.

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02/08/2019, 16:00
Director

 

 

El asesino despertó gracias al suspiro de Farah.

Fue consciente de haberse despertado, pero no lo fue a la hora de dormirse. Otra vez se había sumido en un sueño profundo; esta vez, por suerte, no había soñado con nada. Oyó a la mujer salir de la tienda y suspirar. Por su fastidio se podía adivinar que intentaba atraer al extranjero fuera de la tienda, quizás para intentar hablar. Pero el hombre simplemente se acomdó en el saco de dormir para pasar la noche.

Los ronquidos acompasados de Isidore y Aswand lo llenaron de fastidio. Si Isidore dormía y Aswand otro tanto, ¿quien rayos vigilaba? Farah estaba fuera, pero esa mujer estaba sorda y ciega a los alrededores de un desierto en plena noche, y con toda probabilidad, la matarían con la misma destreza que él para luego dar cuenta de los que dormían en el interior. Como poco.

Salió de la tienda comprobando que tenía la daga en la parte trasera del cinturón. Se había ajustado los guantes y colocado su magnífica capa de viaje, así como un abrigo para pasar la fría noche fuera. La mujer estaba al lado de la puerta, con las rodillas abrazadas y el rostro hundido. Se había colocado la ropa de abrigo por encima, y la aferraba en torno a su cuerpo para paliar el efecto del frío. No era comparable con el frío que habían pasado antes de llegar a Sundalla.

Asteirm la escuchó sollozar y deseó por todos los dioses de aquella región que no viniera a encontrar en él a la persona en la cual descargar sus pesares. El extranjero no era de los que escuchaban si no les interesaba la conversación. Se sentó justo en el lado opuesto y se dedicó a la vigilancia. No pasaron ni cinco minutos cuando la mujer levantó la vista hacia él.

- ¿Por qué no quieres ayudarnos? - recriminó más que preguntó. El asesino suspiró con impaciencia y la miró. Las lágrimas caían por sus mejillas y tenía los ojos rojos. Era la viva estampa de una niña malcriada que no tenía lo que quería cuando ella lo quería. Decidió no responder y desvió la mirada, no encontrando necesaria contestar una pregunta que había oído ya tres veces desde que la mujer había decicido acompañarlos. Ella se revolvió y se lanzó sobre Asteirm, en un intento por sujetarlo de la capa para obligarlo a que la mirase. El asesino, más rápido y más diestro, la agarró por las muñecas y tiró de ella hacia así, apartándose un poco, de forma que la mujer aterrizó de bruces a sus pies. Apoyada sobre un codo, fulminó al extranjero. - ¡Exíjo una respuesta! - masculló con los dientes apretados.

- ¿Exiges? - se acercó a la mujer, hasta que su rostro quedó a escasos centímetros de los de ella, y miró directamente a sus ojos. La mujer deseó retroceder, pues sus iris grises tenían la misma precisión que sus dagas a la hora de hacer daño. - Creo que no estas en posición de exigir. Ni en posición de que te conteste a una pregunta que ya respondí a tu padre.

- ¿Entonces qué hago aquí? ¿Cual es mi misión? - preguntó ella cuando se sobrepuso a la mirada del asesino.

Él la miró con extrañeza.

- Y a mi que me preguntas. Fuiste tu la que me siguió hasta aquí, la que ha venido siguiendo mis pasos hasta este lugar. Tu sabrás cual es tu misión.

- Yo... Necesitamos tu ayuda. Necesitamos que nos ayudes, no podemos continuar así... - el asesino suspiró. Esta vez irritado. - Y tu debes ayudarnos, no puedes permanecer impasible ante todo lo que te rodea, no puedes seguir siendo un asesino toda tu vida. Mi padre te recompensará como es debido, imagina la gloria que podrías alcanzar si recuperamos nuestro reino. Imaginate como el general de nuestro ejército, arrasando región tras región. Imagina obtener más poder del que ahora tienes, imagina tener un ejército bajo tu mando, para que no tengas que mancharte las manos con la sangre de aquellos a los que asesinas...

- ¡Ya basta! - girtó en un susurró Asteirm. Agarró a la mujer del pescuezo y la acercó de forma que sus rostros quedaron muy cercanos. - No quiero gloria, no quiero poder, no quiero fama. Dejé muy claro que solamente os ayudaría si sois capaz de pagarme en el mismo momento en que me contratéis. No quiero promesas del tipo: después de. No me sirve, no trabajo así. Y mis manos solo estan manchadas de aquellos que no han hecho bien su trabajo, no trates de compararme con un vulgar ratero que mata sin orden ni medida. Soy un guerrero, y mato a aquellos que me impiden realizar mi trabajo. Y tu, princesita sin reino, estás empezando a ser una molestia - soltó su cuello y se cruzó de brazos, listo para continuar la vigilancia.

La mujer se quedó tendida en el suelo a los pies del extranjero, horrorizada. Por su mente aún pasaban las mismas preguntas: ¿qué debía hacer? ¿Qué hacía allí? ¿Cual sería el resultado de todo aquello?

- ¿Y qué hay de lo que hicimos? ¿Qué hay de lo que pasó en las cuevas? - logró preguntar.

- A mi modo de ver no ocurrió nada. A menos que tu lo recuerdes, para mi no ocurrió nada - sentenció el asesino. Farah tragó saliva y una vez trató de recordar que fue lo que pasó. Recordó los besos, recordó las caricias, recordó sus susurros. Pero nada más. Nada salvo despertar desnuda en su cama. Se levantó, cargando con su orgullo herido y se sentó lejos del hombre, sumiendose en un silencioso llanto.

Asteirm continuó la guardía hasta que se hizo de día.

 

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02/08/2019, 16:01
Asteirm

El asesino despertó gracias al suspiro de Farah.

Fue consciente de haberse despertado, pero no lo fue a la hora de dormirse. Otra vez se había sumido en un sueño profundo; esta vez, por suerte, no había soñado con nada. Oyó a la mujer salir de la tienda y suspirar. Por su fastidio se podía adivinar que intentaba atraer al extranjero fuera de la tienda, quizás para intentar hablar. Pero el hombre simplemente se acomodó en el saco de dormir para pasar la noche.

Los ronquidos acompasados de Isidore y Aswand lo llenaron de fastidio. Si Isidore dormía y Aswand otro tanto, ¿quien rayos vigilaba? Farah estaba fuera, pero esa mujer estaba sorda y ciega a los alrededores de un desierto en plena noche, y con toda probabilidad, la matarían con la misma destreza que él para luego dar cuenta de los que dormían en el interior. Como poco.

Salió de la tienda comprobando que tenía la daga en la parte trasera del cinturón. Se había ajustado los guantes y colocado su magnífica capa de viaje, así como un abrigo para pasar la fría noche fuera. La mujer estaba al lado de la puerta, con las rodillas abrazadas y el rostro hundido. Se había colocado la ropa de abrigo por encima, y la aferraba en torno a su cuerpo para paliar el efecto del frío. No era comparable con el frío que habían pasado antes de llegar a Sundalla.

Asteirm la escuchó sollozar y deseó por todos los dioses de aquella región que no viniera a encontrar en él a la persona en la cual descargar sus pesares. El extranjero no era de los que escuchaban si no les interesaba la conversación. Se sentó justo en el lado opuesto y se dedicó a la vigilancia. No pasaron ni cinco minutos cuando la mujer levantó la vista hacia él.