Partida Rol por web

El troll de Fremont es una escultura de aspecto impresionante, sobre todo por su tamaño. Una criatura enorme parece salir de debajo del puente, agarrando con sus zarpas un Vokswagen Escarabajo real, que no está esculpido en piedra. La cabeza de la criatura, prácticamente del tamaño de un adulto, parece observar el fondo del puente con un gesto estúpido.

Un turista se acerca a la estatua, dispuesto a subir en ella mientras su pareja permanece a unos metros para sacar una fotografía. Sin embargo, una voz rota le interrumpe en su intento.

— ¡No suba ahí! — Un mendigo, que agarra una botella abierta en una bolsa de papel para poder justificar ante la policía que está llevándose la bebida, pero no consumiéndola en la vía pública, mira con gesto severo al chico.

Algo incómodo por la reprimenda, se disculpa en un inglés con acento europeo y se hace la foto junto a la estatua en vez de sobre ella. El mendigo le da un nuevo trago a su botella y se tambalea hacia una de las columnas tras la estatua, donde se deja caer en el suelo.

— ¿Una moneda? — os pregunta cuando repara en vosotros, levantando una gorra tan mugrienta como el resto de sus vestiduras.

En cuanto colgó, toda la atención de Darren se centró enteramente en el libro en sus manos, llegando a ignorar incluso al mago en la tienda como si no fuese más que otro de los muebles de la estancia. 

Sin embargo, unos segundos más tarde frunce el ceño y levanta de mala gana los ojos del libro, como si se debatiera con algo. 

Deja escapar el aire entre los dientes apretados y descuelga nuevamente el teléfono. 

Marca el número casi sin mirar mientras una buena parte de su atención seguía en el libro, y espera.

El profesor cierra la puerta del despacho, que encuentras exactamente igual que cuando estudiabas aquí. Si acaso, un poco más desordenado, pero viendo el estado en el que se encuentra Anthony, no te sorprende demasiado. Da la vuelta a su escritorio, y saca una botella de whisky y dos vasos. Te fijas en que uno de ellos aún está húmedo. Sin dudarlo demasiado, sirve un par de copas y te acerca una, por si quieres.

— Esta mañana, cuando bajé a la biblioteca, la encontré completamente revuelta, con libros tirados por el suelo... — le da un trago a su bebida. — Hace tiempo que no vienes por aquí, pero en estos años hemos... reforzado la seguridad de la entrada. Desde que tuvimos un pequeño incidente con un ritual hemos restringido el acceso a aquellos que van a poder hacer uso de los volúmenes que hay allí. Digamos que tu amiga Jade ahora no podría ser capaz de llegar allí por si misma sin tu ayuda.

— El lugar estaba demasiado desordenado como para poder saber si han sustraído algo, aunque estoy casi seguro de que falta algún volumen. Pero recordé que, cuando estudiabas aquí, tú tenías algunas habilidades y siempre me sorprendías deduciendo con sorprendente precisión lo que había ocurrido en un lugar o con un objeto. Mis estudios posteriores me han llevado a identificar esa capacidad psicométrica... — dice de forma atropellada, aún nervioso. — Por eso te he llamado, porque necesitaría tu ayuda para saber qué ha ocurrido en la biblioteca.

De repente suena tu móvil. Casi por costumbre, porque seguramente no sea el mejor momento para hacerlo, miras la pantalla a ver quién es. La tienda de Darren.

Cruzar aquella puerta fue como un viaje atrás en el tiempo, siguiendo al profesor dio un vistazo en derredor y se detuvo al otro lado del escritorio; poco o nada había cambiado aquel lugar desde sus tiempos de estudiantes, salvo por el profesor al que nunca había visto con los nervios tan a flor de piel.

En gesto complaciente se dibujo en su rostro una sonrisa de labios cerrados agradeciendo la copa que no pretendía tocar mientras escuchaba sus palabras. Un ligero sentimiento de culpa la abordo ante el tiempo que hacía no visitaba la biblioteca, casi el mismo en el que Darren había vuelto a su vida, era mucho más fácil consultar las pequeñas cosas con él, o incluso con el señor Grend, que darse todo aquel viaje. Tal vez una vieja costumbre a recuperar, aunque fuera solo para ayudar a preservar todo el conocimiento que contenía.

La antigua alumna se limito a asentir en silencio, como solía hacer en sus clases, tomando nota mental del detalle y arrepintiéndose inmediatamente de haber mencionado a Jade lo ocurrido en la vigesimoséptima; con suerte estaría lo suficiente ocupada con otros misterios a resolver como para mantenerse alejada.

-¿puedo preguntar por ese incidente? - inquirió contenida para no agobiar al hombre, pero mostrándose intrigada por lo ocurrido – es una buena medida, hay ciertas...materias con las que es mejor no jugar

Mara fue perdiendo toda esperanza que hubiera sido una intrusión fortuita, tornándose esta en una preocupación igual a la de Merrick, había volúmenes que en malas manos...sus ojos se abrieron antes las palabras del profesor., momento en el que tomo esa copa que le había ofrecido, dando un trago y meditando que responder mirando el contenido del vaso por unos instantes. Dejándolo de vuelta en la mesa alzo su mirada.

-preferiría que eso...- la obertura del Fantasma de la Opera comenzó a sonar en el interior del bolsillo de Mara donde descansaba su teléfono, por costumbre lo tomó entre sus dedos dispuesta a rechazar la llamada hasta ver de quien se trataba- no me tenga esto en cuenta – solicitó esa pequeña concesión con una tímida sonrisa antes de deslizar el dedo por la pantalla aceptando la llamada, sufriendo un cambio en su rostro a un semblante serio y ceñudo cuando el aparato llego a su oído – el resto de mayores también tenemos deberes que necesitan de nuestro tacto especial – la voz sonó atronadora y contenida, como una maestra que regaña a su alumno tras una travesura para que la tome en serio pero sin asustarlo. Además estaba esa entonación marcando en las últimas palabras – no es buen momento – resoplo al volver a hablar dando una pausa para escuchar lo que tenía que decir – te llamare en cuanto pueda... – sonó desinflada. Como siempre le ocurría cuando se enfadaba con él, le duraba bien poco, como si fuera incapaz de hacerlo pero sin duda podía. Sin dar mucho más margen a replicas colgo – mis disculpas...bien donde estábamos – se irguió en su asiento, incómoda, como en alguna de las revisiones de sus trabajos.

Regresando al asunto que les ocupaba y lo último que habían hablado, le paso el estúpido pensamiento si no sería ahora cuando le decía que lo de la biblioteca era una escusa para que acudiera a la cita y discutir si había hecho trampa o no en sus exámenes. Que no lo negaría, lo había hecho alguna que otra vez pero más como prueba de sus poderes que por aprobar en sí, claro que no iba a decir nada a esas alturas de la vida.

-algo en su llamada me hizo sospechar que se trataba de eso – afirmo con calmada templanza humedeciéndose los labios pellizcando el inferior con los dientes – si no es mucho pedir, preferiría que no comentara con nadie – seguramente el profesor recordara que una de sus materias recurrentes era la psíquica en sus distintos aspectos, teniendo en cuenta la advertencia que en su día le hizo Grend era mejor que no se conociera su “afición” por el tema más allá de su inofensiva habilidad – como bien ha dicho poseo la capacidad psicométrica sobre los objetos, si como bien ha dicho ha hecho sus deberes ya sabrá de lo que soy capaz...bien no retardemos esto más y vayamos a la vigesimoséptima para que pueda hacer mi trabajo.

Tras un par de largos tonos que pudieron parecer o no eternos, la voz de Mara no tardo en llegar desde el otro lado de la línea.

-el resto de mayores también tenemos deberes que necesitan de nuestro tacto especial – sonó atronadora y contenida, como una maestra que regaña a su alumno tras una travesura para que la tome en serio pero sin asustarlo. Además estaba esa entonación marcada en las últimas palabras – no es buen momento – resoplo al volver a hablar dando una pausa para escuchar lo que tenía que decir Darren – te llamare en cuanto pueda...- sonó desinflada.

Como siempre que le ocurría cuando se enfadaba con él, le duraba bien poco, como si fuera incapaz pero sin duda podía. Sin dar mucho margen a más replicas, colgó.

Tras unos largos tonos en los que era fácil apreciar la tensión en la expresión de Darren, al fin parece que descuelgan al otro lado. Abre la boca para decir algo de inmediato, pero la voz al otro lado le obliga a silenciarse durante algo más de tiempo. 

Mira al techo en un claro gesto de exasperación y da la espalda al mago antes de empezar a hablar. 

- No pretendía ser tan brusco. Ya sabes que... - hace una pausa - Se ha escapado de mi control. De veras lo lamento.

Espero verte más tarde. - y agrega - Hoy invito yo. - Tras medio segundo, cuelga esta vez con más suavidad, y echa un ojo al reloj - Voy un poco justo con esto, pero el libro es más fascinante de lo que nuestro invitado quería dejar ver.

Echa mano de la agenda. Una de esas reliquias en las que guarda las tarjetas de los locales importantes para su día a día. - Ya me conocen en la tienda... saben tener cuidado con las publicaciones de esta edad. 

Marca el número, nuevamente sosteniendo el auricular con el hombro, y levanta los ojos hacia Grend - ¿Qué le ha parecido... un segundo. ¿Si? Hola, Helen. Darren, de Rey's Antiques.

Tengo delante uno de esos manuales que tanto te fascinan, y sería estupendo que pudieses digitalizarlo. Pero es delicado, un escaner podría quemar la tinta y dañar las páginas. Necesito que lo hagas  con fotografías. 

¿Me puedes hacer un hueco hoy? 

Un breve sonido se corta en cuanto descuelgas el teléfono, como si Darren hubiese intentado empezar a hablar en cuanto descolgaste, pero al escuchar tu tono guardase silencio hasta que le dejas margen para hablar.

Solo entonces habla en un tono que muy diferente al que usó al colgarte.

- No pretendía ser tan brusco. Ya sabes que... - ¿Qué sabes? No es como si conocieras todos sus problemas ¿o si? - Se ha escapado de mi control. De veras lo lamento.

Espero verte más tarde. - y antes de que puedas colgar, agrega - Hoy invito yo. 

No era la mejor disculpa del mundo, pero ninguno de los dos tenía tiempo para alargar la conversación telefónica.  

El profesor pone cara de preocupación cuando le preguntas por el incidente.

— Un alumno pensó que esto era un juego y estuvo a punto de realizar una invocación que no debía... Lo más curioso es que ni siquiera él sabía que tenía esa capacidad. Desde entonces aumentamos la seguridad de la biblioteca para ir siempre de dos en dos y al menos uno con alguna... habilidad especial.

Se interrumpe al escuchar tu teléfono y hace un gesto para dejarte margen para cogerlo. Mira su vaso y lo termina con el gesto de quien piensa que le va a hacer falta.

— Por supuesto, puede contar con mi discrección. Nunca he revelado a nadie ninguna de las habilidades de mis alumnos... Las pocas que he podido descubrir, ya que la mayoría de ellos sólo tienen interés por los poderes sobrenaturales — explica cuando terminas.

Con un gesto, te acompaña fuera del despacho. Saluda a Mildred mientras os dirigís a los pasillos más antiguos de la Universidad. Obviamente, recuerdas perfectamente el camino a través de una antigua biblioteca, desplazando una librería de poco uso y la escalera de caracol que lleva a los pasillos secretos. No puedes evitar sonreir un momento recordando la expresión emocionada de Jade la primera vez que vinisteis por aquí.

Casi llegando a la biblioteca, ves una puerta que no recuerdas. El profesor Merrick se acerca a ella y coloca la mano sobre el marco. Un ligero escalofrío recorre tu espalda al sentir un poder sobrenatural en el profesor que no recordabas que tuviera cuando estudiabas con él y la puerta se abre con un crujido.

— Adelante, por favor — dice sujetándola. — Ya conoces el resto del lugar.

Unos metros más adelante ves otra puerta que sí es la que recordabas y la abres casi con reverencia. El interior del lugar es bastante desolador: estanterías volcadas y libros revueltos por todos lados. Seguramente el profesor va a tardar semanas en volver a clasificar todo y revisar el catálogo (no demasiado extenso, dado que no son libros fáciles de obtener) para ver qué es lo que se ha perdido.

Wooow.

Exclamó Adrian al llegar al troll. No recordaba haberlo visto, pero en verdad no conocía de la ciudad tanto como le gustaría. Quizá fue por todo aquello, o porque estaba de buen humor con su amiga, pero escuchar al borracho echar la bronca al extranjero le hizo reír abiertamente. El punto fue cuando se acercó el borracho y, sin dudarlo, Adrian tomó un par de monedas gordas y se las ofreció al defensor de la estatua, mientras dibujaba una sonrisa pícara en su rostro.

Te daré el doble si me cuentas la historia de cómo un pobre Troll pudo acabar bañado por el sol en esa posición. Seguro que es digna de Bilbo Bolsón.

Le guiñó un ojo. Muchos rincones de las ciudades que merecían tal nombre tenían sus propias leyendas. Y los borrachos nunca mentían, si bien a lo mejor su percepción era un poco peculiar.

Que alguien desconociera sus habilidades no era nada nuevo para Mara, y no le preocupaba tanto que adolescentes hormonados se tomaran a broma jugar con fuerzas que desconocían ser verdaderas sino cómo habría tomado la noticia de su don el “afortunado”. Si tenías alguien que te guiara correctamente, daba igual que sucediera siendo un niño o adulto, podías sobrellevarlo de otra manera. Quizá de la mano del profesor Merrick ese alumno no acabaría pensando que era una aberración o un monstruo como le había sucedido a ella.

La ignorancia, el desconocimiento y los prejuicios de las religiones a lo largo de la historia que garrapiñando toda creencia pagana la adaptaron para la suya, con un lavado de cara por supuesto, y rechazando todo aquello que les quitara autoridad y control sobre el rebaño convirtiéndolo en diabólico, había llegado incluso hasta nuestros tiempos. Y por tanto no fue de extrañar que un par de niños criados en la fé protestante que descubren sus dones se consideraran a si mismos una aberración, niños malditos. Para colmó Mara, en esos años junto a Jacen antes de conocer a Darren y el mundo sobrenatural, había considerado que su caso era el doble de malo pues era mujer. Le habían dicho que sobre los hombros de la mujer recaía el peso del pecado original; todo en ella era puro instinto, libidinoso, seductor y por tanto malo. Aunque es su casa eran más laxos y defendían la igualdad, en su escuela no era así. Por suerte al huir su mente se expandió y creció en muchos sentidos, cada persona que entro en su vida sumo experiencias y calidez a su corazón comenzando a sanar y comprender que si había un lugar para ella en el mundo.

Así que agradeció aliviada la discreción que daba por sentada antes incluso que Merrick la confirmara, pero como en todo contrato aunque fuera verbal se necesitaba una confirmación. Dedicándole un escueto gracias, se encamino tras él. El recorrido a la biblioteca se le hizó pesado. Meditabunda no podía sacarse la breve conversación con Darren. «ya sabes que...» ¿que sabía? «Se ha escapado de mi control...» Suspiró ante la incógnita que en ocasiones era Darren, alcanzar su hermetismo sin presionarlo a veces era complicado, frustrante incluso; un par de copas podían ayudar, dejando entrever más allá pero rápidamente cuando se daba cuenta y recuperaba la cordura se volvía a cerrar. No lo culpaba, ella podía ser igual, recelosa de sus miedos e inseguridades, aunque es tira y afloja alimentara alguno de ellos.

Solo los recuerdos de Jade y su tiempo juntas explorando la biblioteca animaron su taciturno estado de animo, hasta por su puesto el momento en que el poder de Merrick hizo que una corriente eléctrica erizara cada fibra de su piel a punto de alzar sus defensas. De espaldas a ella no pudo evitar estudiarlo con suspicacía ¿había sido siempre tan poderoso y no lo había percibido o ambos habían crecido en poder y percepción? Relajo los hombros sin bajar la guardia y dio un vistazo al dispositivo ante de pasar al otro lado, la familiaridad de la puerta que daba a la biblioteca real le proporciono algo más de tranquilidad.

-gracias- dijo pasando al interior, y a punto de formular una pregunta que murió antes siquiera de llegar a formarse en sus labios, contuvo la respiración ahogando el asombro de lo que vio – santo cielo...esto es una atrocidad...- su indignación era palpable según avanzo en su interior viendo los manuscritos por el suelo, las estanterías volcadas – vándalos – remarco al agacharse junto a unos volúmenes cercanos a ella - ¿tiene idea de como pudieron entrar? - alzó su mirada al profesor para volver a mirar en derredor en busca de algo que llamara su atención* - ese seria nuestro punto de partida – se irguió de nuevo a la espera de una respuesta del profesor antes de añadir –si no hubiera entrado por aquí - dijo señalando las puertas de acceso – y creyera que hubo otro posible punto de entrada seria mejor considerarlo antes de empezar...esto no es una ciencia exacta y además puede ser algo intenso...- su memoria no tenía que ir muy lejos para recordar el chute que le había provocado el incidente provocado por Jade en la tienda, y el susto que le había dado a Adrian – profesor – rebusco un instante en el interior de su bolso y de un tarjetero tomo una desgastada tarjeta de Rey's Antiques que siempre llevaba con ella – si durante el proceso me ocurriera algo...llame a este número – le tendió la tarjeta – Darren Rey, él sabra que hacer, digamos que es un seguro para la tranquilidad de los dos

El hombre te mira y sonríe, dejando entrever una dentadura amarillenta en la que falta algún diente.

— Bueeeeno, eso depende de a quién se lo preguntes... Unos — dice señalando al puente sobre vuestras cabezas — dirán que se puso aquí para echar a la gente como yo de esta zona. Pero ellos no saben nada, en realidad, y tampoco lo han conseguido, pues aquí estoy... — hace girar sus ojos, seguramente no de forma completamente voluntaria, y le da un sorbo a su bebida antes de enroscar el tapón en la botella. Ahora que estáis más cerca, el olor a bourbon es claramente reconocible en el aliento del mendigo.

— Otros creen que es un troll  que quedó convertido en piedra al ver el sol — te guiña un ojo mientras lo dice, pues evidentemente ha añadido eso a su relato a causa de tu comentario jocoso. — Un coche le habría molestado cerca del amanecer y habría salido de su refugio para aplastarlo justo cuando los primeros rayos iluminaron su piel...  A pesar de que el VW Escarabajo tenga el tamaño correcto para que quepan 13 enanos y un mediano, a esos aprendices de hobbit les diría que han leído demasiado — evidentemente, el hombre había leído también la obra de Tolkien en algún momento de su vida — lo que no implica necesariamente que hayan escogido los libros correctos.

Se lleva nuevamente la botella a la boca y, al darse cuenta de que está cerrada, masculla una queja ininteligible antes de dejar caer el brazo junto a su pierna, sin haber llegado a ingerir más alcohol.

— Luego estamos los que sabemos que un buen puente siempre tiene que tener a un Troll vigilándolo. Y, como ahora ya cobran peaje por cualquier cosa, al pobre no le habrá quedado más remedio que venir debajo del puente y pedir unas monedas... — Sonríe mientras alarga la gorra para pedirte la paga prometida. Cuando las coge, las guarda en el bolsillo rápidamente y vuelve a estirarla. — Y otra para el troll, ¿no joven? Después de todo, él sigue haciendo su trabajo, aunque ahora esté bajo el puente en vez de sobre él.

Raymond enarca una ceja al escuchar a Darren volver a hablar con Mara, y pedirle perdon. Eso le hace sonreir un poco, aparte de reforzar su teoría, y vuelve la atención al objeto antes de que le vea.
No obstante no puede sacar mucho del objeto. Si lo estudiase con detenimiento en su estudio quizás podría concretar algo más. Pero no le apetecía llevarselo, sinceramente.

Esperó tranquilamente, o lo más tranquilamente que podía, mientras Darren acababa y luego le comentó lo que había averiguado.

No es mucho lo que sé, todavía estoy algo trastocado, pero por lo que puedo percibir es algún medio de transporte. Si tuviera que aventurar algo, cosa que no me gusta hacer, y debido a la naturaleza del propietario en cuestión yo diría que puede abrir portales al Nuncamás. O cosas similares.

Se quedó mirando el caballo un momento.

Claro que siempre puedes preguntarle mañana al vendedor.

Una vez resuelve las cosas con la copisteria...

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Mientras se sigue moviendo por la tienda después de que el mago confirmase sus sospechas, asiente - Entonces sabe lo mismo que yo - miente. El mago había descubierto más que él, pero no tenía por qué saberlo. 

Es un objeto peligroso. - Probablemente el otro no tardará en pedirme que lo destruya. - Suspira. Destruir un ritual que había sobrevivido tantísimos años ¿Formaría parte de alguna broma cruel por parte de aquel gran poder? ¿Pagar con algo que sabía que no podría conservar? - A los indios se los mata de uno en uno - Recuerda el viejo proverbio, dejando esa idea almacenada para un momento en el que pudiese pensar seriamente en ello.

- Con la ojeada he visto un pasaje sobre ritos funerarios en algunas de las primeras ciudades. Ur, Ugarit... hasta ritos Zoroastristas más modernos. - Mientras habla, sale de detrás del mostrador, quitándose los guantes y guardándoselos en un bolsillo.

- Lamento tener que dejar aquí nuestra partida.

Y recuperando su carácter de vendedor, sonríe y recupera el libro, mostrándolo - Gracias por la tasación. A cambio, puedo ofrecerle una copia del manuscrito con un descuento especial. Por ser usted. 

El profesor niega con la cabeza en un gesto de fastidio al ver el estado de la biblioteca. Su movimiento continúa a modo de respuesta a tu pregunta.

— No, no sé cómo accedieron hasta aquí. Las protecciones de la puerta estaban intactas... Aunque tampoco están pensadas para poder parar a nadie que haya podido descubrir este lugar... Pero no hay ningún otro acceso hasta aquí, que yo conozca.

Coge la tarjeta que le ofreces y la mira un momento.

— Señorita Wright yo no quiero meterla en líos. Si lo que usted hace puede resultar peligroso, no quiero que tome ningún riesgo por mí. Puedo intentar investigar esto con mis alumnos... O incluso denunciarlo y seguir procedimientos oficiales, aunque eso desvelaría la existencia de esta bliblioteca... — Se le nota abrumado por las preocupaciones y tus últimas palabras, desgraciadamente, no han servido para tranquilizarle demasiado.

Observas la biblioteca con atención durante un rato, moviéndote de lado a lado. Hay algo que te llama la atención: nadie crearía todo este caos para buscar algo. Por mucho que se vea en las películas el desorden que genera un registro policial, una búsqueda sistemática es más eficiente que lanzar todo al aire y dejarlo manga por hombro. Y más aún en una biblioteca donde todo está catalogado de forma más o menos sistemática.

No, quien haya hecho esto no ha tirado estanterías buscando nada. Lo único que se te ocurre es que quisiera ocultar algo. Pero tampoco termina de tener sentido. La biblioteca es pequeña y, por tratarse de un lugar secreto, poca gente tiene acceso a ella. La ausencia de algún volumen podría haber pasado desapercibida años... o haber sido descubierta al día siguiente. En estas circunstancias estás convencida de que Merrick revisará completamente el catálogo buscando ejemplares perdidos. ¿Entonces por qué todo esto? Libros y estantes tirados por todas partes, algunos rotos con páginas sueltas. Lo único seguro es que cualquier tipo de investigación que estuvieran haciendo aquí va a retrasarse varias semanas.

Te acercas a la nueva puerta y, con cuidado, tocas la hoja, cerca de donde has visto que el profesor colocaba la mano para abrirla. Notas una energía mágica de poca intensidad, suficiente como para impedir que un humano normal abra la puerta, pero nada capaz de parar a cualquiera con un mínimo talento mágico. Tú misma podrías abrirla, y tu taumaturgia está más centrada en la mente que en cualquier tipo de fuerza física.

Te concentrans en tu psicoquinesia, tratando de buscar las improntas de las sensaciones que se hayan quedado en ella. La más común es la expectación, tanto de los alumnos, y del propio Merrick, que bajan a la biblioteca esperando descubrir sus secretos, como del profesor cada vez que consigue desarticular el sencillo conjuro de protección de la puerta. Nada en ella te da la impresión de una apertura violenta ni de nadie que haya forzado el acceso por allí. ¿Está equivocado el profesor y hay algún otro camino para llegar hasta la biblioteca? ¿O acaso su contacto a sido demasiado sutil para que puedas detectarlo con una sensación tan fuerte impregnada de forma repetida en el acceso?

Se sentía extraña siendo la primera opción de alguien para pedir ayuda - ¿había sido la primera en quien había pensado Merrick? - Mara recorrió la hilera de estanterías vacías y a medio volcar, mirando aquí y allá los libros tirados, frunciendo el ceño ante los que habían mancillado arrancando sus hojas plagadas de conocimiento arcano. Sacrilegio. Trato de hacerse una imagen mental de lo que había sucedido, las motivaciones que podían mover a una persona a llevar a cabo semejante destrozo. Las conclusiones, poco esclarecedoras y así lo mostró el chasquido de su lengua en señal de molestia.

-bueno...eso simplifica las cosas...- dijo poco convencida encarando la puerta de entrada concentrada en sus pensamientos – ¿podría decirme si estaba usted llevando a cabo alguna investigación o que hubiera encargado a alguno de sus alumnos? … - no era tanto el interés o la curiosidad por lo que preguntaba algo así, solo necesitaba descartas pensamientos ideas que iban y venían en una agitada mente que había leído demasiados borradores de novela negra – estoy segura que pese al shock al haber encontrado este caos no le habrá impedido realizar una primera evaluación de daños, usted conoce la biblioteca mejor que nadie...¿podría decirme si percibe algún patrón dentro del caos presente?

Dejó al hombre meditar al respecto, mientras sus teorías maceraban algo más. La aleatoriedad del caos podía no ser tal pero ella no era una inspectora de policía entrenada para ver patrones en la escena de un crimen, eso sin duda, en los libros la escenas estaban tan bien estudiadas como bien catalogada estaba la Vigesimoséptima. ¿que querría ocultar el intruso? ¿había robado algo? ¿proteger algo? ¿hacerse con un manuscrito o solo paginas? ¿desviar la atención? Se le ocurrían miles de teorías conspiratorias pero la conclusión no la tenía ni por asomo clara.

-¿cree usted necesaria tal destrucción? - inquirió acercándose a la puerta con toda naturalidad, somo si hablara consigo misma en voz alta.

En el umbral de la entrada alargo su mano acariciando el inanimado material de su marco, posando delicadamente sus yemas allí donde se escondían más que una meras huellas dactilares mezcladas con polvo. Las protecciones. Estudió las sensaciones que le transmitió, y más molesta consigo misma que con la situación, encaró al profesor con ceño fruncido.

-con todos mis respetos profesor Merrick – se dirigió a él un tanto seca y con semblante serio – si quisiera seguir los procedimientos oficiales no habría llamado a una ex alumna que hace años que no tiene la decencia de dejarse ver por aquí – suspiró al acercarse – mire...Anthony – era la primera vez que utilizaba su nombre, nunca jamás en todos sus años como estudiante lo había hecho y esperaba que sirviera para mostrar algo de cercanía – si no pudiera asumir el riesgo no estaría aquí, eso para empezar; es solo una clausula de seguridad...- concluyo de manera indiferente, quitando importancia a lo que le había dicho con anterioridad

Eran escasas las ocasiones que en su vida adulta escuchar los ecos del pasado de un objeto le causaba algo más que una sensación de vértigo repentino, si dejaba de lado la experiencia en la tienda de Darren unos mese atrás junto a dúo dinámico. Y que ella no percibiera nada fuera de lo normal no quería decir que se estuviera enfrentando al reto de percibir a alguien que sabe como cubrir su rastro y hubiera dejado tras de si una trampa para alguien como ella, tratando de averiguar más sobre el intruso. Tampoco es que pidiera mucho, encontrar algo que pudiera lanzar una imagen sobre quien había hecho eso, una mirada a una mano con un anillo o tatuaje de quien lo había sostenido, lanzado por el aire o maltratado arrancando sus páginas. Tal vez la propia biblioteca podía mostrarle quien había irrumpido en el santuario de sus paredes para dejarla en semejante estado, claro que es era arriesgar demasiado, siempre se había limitado a objetos de pequeño o mediano tamaño pero una biblioteca...eso podría freírla por completo y acababa de asegurar al profesor que no ocurriría nada malo.

-Mmm...puedo decir que aquí no ha entrado alguien que ha descubierto la biblioteca por casualidad y usted...¿tiene la certeza que no haya sido ninguno de sus alumnos o incluso un ex-alumno? - volvió a lanzar preguntas que pudiera despertar cualquier sospecha en el profesor - ¿todos los que están bajo su tutela siguen al pie de la letra las restricciones? ¿o hay alguno que se las saltara?

No facilitaba la tarea que cualquier con un mínimo de poder como ella pudiera acceder sin compañía.

-y sinceramente...debería pensarse en imponer unas medidas de seguridad más restrictivas que persuadan a nadie de entrar sin autorización o supervisión...el conocimiento debe estar al alcance de todos pero no a cualquier coste...- solo había que ver el estado de la biblioteca

La voz del teléfono había contestado con amabilidad.

— ¡Claro! Puedes traérmelo cuando quieras. ¿Para cuándo lo necesitas?... ¿Mañana?... ¡Entonces mejor ven cuanto antes! Si me toca quedarme esta noche, te saldrá más caro... Te puedo dar una copia digital cuando vengas a recogerlo, pero si la quieres impresa tardará un par de días.

Continuais un poco más, leyendo el libro en diagonal Darren y con la figura del caballo el señor Grend, pero hay poco que podáis hacer en el escaso tiempo del que disponéis ahora mismo.