Partida Rol por web

Darren hace memoria y recuerda un libro de las características que pide el cliente. Aún no ha tenido tiempo de estudiarlo, pero era un volumen que prometía. Seguramente no alcance el mismo valor que la figura, aunque lo haría de una pieza de ese tamaño y la antigüedad que parece tener, de no estar imbuída de ninguna capacidad mágica. Pero, después de todo, él es el comprador y debería sacar algún beneficio del intercambio, así que puede ser una buena opción para negociar.

El cruce de miradas es inevitable. Notas como esos ojos marrones penetran en tu alma, desnudándote por dentro, conociéndote de una forma en la que nunca dejarías que otro lo hiciera. Aún abrumado por la visión anterior, durante un instante eres incapaz de reaccionar.

Luego, la rabia de sentirte impotente te despierta y proyectas tu voluntad contra el ser que tienes delante, con toda tu fuerza mental. Sólo para chocarte contra un muro que parece completamente impenetrable. Empujas, intentando tanto atravesar las defensas mentales del ser que hay ante ti como protegerte de la fuerza inexorable que proyecta.

— ¡Ah! Después de todo sabes defenderte, Mortal... Pocos humanos podrían enfrentarse a la mirada de un Señor del Sidhe y mantener la cordura — sus ojos felinos acompañan una sonrisa depredadora. — Toda una muestra de valentía, abrir tu Visión para observarme, pues podría destruir tu mente si quisiera.

Ante tu visión del alma, se muestra un sidhe en todo su esplendor. Fuerte, salvaje y magnífico. Una criatura ancestral y poderosa, no un simple changeling como los que estás acostumbrado a tratar. Sin embargo, también ante tu Visión se desvela algo que seguramente no querría revelar: una especie de cadena que rodea a su figura, como si todo su poder se encontrase restringido de alguna forma. La imagen desaparece ante su voluntad.

— Pero me gustas, humano. Siempre he sabido apreciar el valor de los de tu clase, a pesar de vuestra falta de juicio.

La presión desaparece súbitamente y aprovechas el respiro para cerrar tu Tercer Ojo. Cuando recuperas el aliento, el anciano se ha vuelto hacia Darren para continuar su conversación.

Darren asiente, sin dar muestras físicas de si había tenido éxito o no en sus deducciones. Al fin y al cabo una valoración de cinco segundos nunca sería tan fiable como la búsqueda de un historiador especializado.

- Que formara parte de un conjunto mayor, como un cinturón, me encajaría, en efecto - repasando las marcas y ligereza del metal, aunque internamente tenía sus dudas. Necesitaría algo más de tiempo para desentrañar todo lo que aquel objeto encerraba.

- Por supuesto - Responde sobre el método de pago - Y bien sabe que al igual que cada artista tiene sus preferencias en cuanto a color y contraste, cada practicante busca en el fondo algo singular y... único. Preguntar es de obligado cumplimiento.

Mientras habla, Darren hace repaso mental del stock en la tienda ¿podría haber algo que encajase con lo que andaba buscando? Intenta pasar por alto la brusquedad con la que se gira para observar al Sr.Grend, pero es lo bastante perturbador como para cambiar lo que estaba a punto de decir.

- Conozco algo que podría encajar perfectamente con su interés. Pero no estará disponible hasta mañana. - Una ligera sonrisa profesional. - De ser un comprador mundano solicitaría una señal. Pero usted sabe perfectamente en la clase de establecimiento que se encuentra - Extiende una mano, como se haría para cerrar un trato aunque se tratase solo de una promesa - ¿Nos vemos mañana?

Con un movimiento lento tras observar a Raymond y el tablero de ajedrez, el hombre vuelve a girar la cabeza hacia Darren.

— ¿Mañana? — Pregunta, denotando cierta impaciencia en su voz, como quien ha esperado ya demasiado tiempo. — Está bien... Aunque no tengo problema en dejar una señal. Después de todo eso aseguraría el intercambio por ambas partes, lo cual sería mutuamente beneficioso... ¿Quiere que deje aquí la pieza? No sería necesario ningún recibo, únicamente su palabra de que estará a buen recaudo... Como usted dice, sé en qué clase de establecimiento me encuentro.

Raymond se dejó caer en la silla después de aquello, pues se había levantado un poco debido a la tensión del momento. Huelga decir que no dijo nada, y se bebió de un trago lo que le quedaba en el vaso. Cantidad que no iba a ser suficiente aunque hubiera estado lleno hasta los bordes.

Sabía que debería callarse, que sería lo más sensato después de aquello, pero logró levantarse y acercarse al mostrador.

¿Qué tipo de rituales en concreto estaría interesado? ¿De renovación y transito? ¿de expiación o purificación? Dependiendo de la zona en concreto pueden variar un poco. Por la divinidad a la que esté dedicado más que nada.

Si la inclusión del Sr.Grend le sorprendió, no dio muestras de ello. Estaba a apunto de aceptar su oferta de dejar la pieza en la tienda. Al fin y al cabo, con más tiempo quizás se vería más capaz de para analizar el tipo de magia que encerraba, y por tanto, sería más preciso a la hora de tasarla.

¿Qué puede haber visto el Sr.Grend que lo altere tanto? Es inusual.

- Si le corre prisa puedo intentar acelerar los trámites. Yo le contactaría por el medio que usted disponga, en cuanto esté disponible lo que busca. 

Al fin y al cabo...

... ¿Cuanto puedo tardar en hacer unas fotocopias?

Acababa de quedarse con el mal sabor de vender algo de forma incorrecta. Y él se vanagloriaba de saber siempre qué era lo que vendía. No cometería dos veces el mismo error ese día.

Al salir Adrian pudo ver cómo Jade parecía absorta en su propia herramienta informática. El chico ladeó la cabeza y tuvo que contener una risa ante la escena, en su lugar se colocó en su espalda con suavidad y posó ambas manos en sus hombros. Le habló con cierta solemnidad.

La Verdad está ahí fuera, Mulder.

Dicho lo cual le empujó levemente para ir guiándola hacia el exterior.

El objetivo era sencillo: El transporte público más barato, Puente Aurora, ver cosas raras, o más bien gastar el tiempo preguntando a gente de la calle si había visto algo raro. Había tenido días mucho más raros, pero probablemente ir con Jade lo hacía más interesante que muchos de esos días.

Casi podía sentir la maquinaria que era la mente del profesor Merrick, inquieta y brillante, funcionando a marchas forzadas sometida a una tensión poco usual en él. Por respeto, y para que negarlo curiosidad, guardo silencio concediendo el espacio que necesitaba para buscar esas palabras que dieran forma al motivo de su llamada.

-entiendo – respondió de manera pausada al comprender la ansiedad del profesor

Fue el turno de Mara para tomarse unos instante y reflexionar, no podía estar en todas partes, ni resolver todos los problemas al mismo tiempo. El reflejo del ventanal le devolvió un semblante serio, dubitativo, hasta que finalmente, acompañado de un suspiro imperceptible al otro lado de la linea, contesto.

-por supuesto, profesor...¿le parece en un par de horas? - calculó mentalmente lo que podía llevarlo lo que tenía pendiente esa mañana, sin llegar a desatender nada y dejando algo de margen para imprevistos, aunque estaba claro que ya daba por perdida la idea de comer en la tienda sorprendiendo a Darren con algo apetitoso - ¿quiere que nos reunamos en su despacho de la universidad o algún otro sitio más discreto?

Abandono su lugar junto a la ventana para cerrar la puerta, indicando a cualquiera que estaba enfrascada en algo y que era mejor no molestar, y luego tomar asiento a la espera de una respuesta encendiendo su portátil para ponerse a trabajar cuanto antes.

Cogéis un autobus de línea que pasa por el puente Aurora. La cabina del conductor está cubierta con cristal blindado y sabéis que las ventanillas están igualmente protegidas. Hace unos 20 años, un conductor de esta misma línea fue asesinado de un disparo mientras cruzaba por el mismo puente al que os dirigís, causando un importante accidente en mitad del puente.

La hora punta matutina hace que el trayecto sea mucho más largo de o que os habría gustado, pero finalmente veis cómo os acercáis a vuestro destino desde el Sur. Observáis la impresionante estructura en forma de doble V que sostiene los seis carriles que forman el puente y lo cruzáis en dirección al norte, hacia la avenida Aurora, que da nombre al puente (al que nadie conoce realmente con su nombre oficial de "George Washington Memorial").

Como siempre que se acerca al agua corriente, incluso cuando cruza los puentes de la ciudad, Adrian se siente ligeramente extraño. La incomidad de cruzar un río (o un trozo de mar, como es el caso) capaz de disipar cualquier conjuro activo que mantenga choca con la proximidad del Nuncamás que siempre se encuentra en las orillas y los lindes de los caminos.

A mitad del puente, escucháis la voz metálica que anuncia la siguiente parada en Fremont Troll. Pulsáis el botón para solicitar la parada y una luz se ilumina sobre el asiento del conductor y, junto a otros tres pasajeros, bajáis del autobus justo al final del puente.

Jade, que parece una enciclopedia de estas cosas, le cuenta a Adrian la historia de esta zona. A finales del siglo pasado, para evitar que la parte baja del puente siguiera siendo un lugar de reunión para drogadictos y vagabundos de la ciudad, se creó una enorme estatua de un troll sujetando un Volkswagen Escarabajo, conocida como el Fremont Troll y, más normalmente, el Troll debajo del puente. Curiosamente eso ha hecho que el último tramo de la avenida Aurora, haya sido renombrado como la avenida Troll, haciendo que el antiguo presidente perdiera el nombre del puente en favor de una avenida que ahora ni siquiera llega hasta él.

Escuchas la voz aliviada del profesor cuando accedes a reunirte con él.

— Dos horas... En mi despacho. Sí, perfecto

Las últiimas palabras del profesor Merrick confirman la cita antes de colgar. Nerviosa, miras el reloj. Demasiadas cosas que hacer y poco tiempo. Hay un par de tareas de tu trabajo ineludibles que tardarás una media hora en cerrar y, por supuesto, tienes que buscar una excusa plausible para tu jefa si quieres irte a media mañana. Eso sin contar con que el trayecto hasta el campus te llevará aproximadamente otra media hora.

Parece que Jade y Adrian se van a tener que apañar solitos, después de todo, porque no vas a tener tiempo para quedar con ellos para comer.

El hombre sonríe ligeramente y se vuelve hacia Raymond.

— ¡Ah! El antiguo arqueólogo haciendo gala de sus conocimientos. Ciertamente la cultura mesopotámica es... interesante. Allí el ser humano dejó de comportarse por primera vez como una bestia para transformarse en algo más, y algo menos, que un simple animal. Muchos piensan que lo que se perdió al establecerse esas antiguas civilizaciones no conpensa el orden que trajeron las mismas — dice con calma, aunque en su mirada se refleja un brillo salvaje. — Muchos eran los dioses a los que se adoraba allí entonces y la mayor parte de ellos ni siquiera ha sobrevivido hasta nuestros días, ni siquiera en la memoria de aquellos que han estudiado esa época en los albores de la historia.

— Pero, respondiendo a su pregunta, no son ese tipo de rituales los que me interesa, sino los ritos de cada día cuyo origen es desconocido. ¿Cree usted que la costumbre de echar sal por encima del hombro para alejar la mala suerte al derramarla viene de la Edad Media? Sin embargo, esos rituales están ya documentados 3500 años antes de Cristo. Y, ahora que lo mento, el día 13 se asocia al viernes de su muerte, pero Hammurabi ya omitió ese número en las leyes de su código...

Se vuelve hacia Darren, de nuevo con una sonrisa amable.

—  No, esto no será una mala venta. Nada en ese libro podrá seros de ayuda, pues sólo contiene datos para satisfacer la curiosidad de un viejo. — Como si le leyera la mente, añade — Pero mañana ya habrá tenido tiempo para sacar las imágenes que necesite, aunque le recomendaría no llevarlo a una de esas fotocopiadoras, sino hacerlo con una cámara fotográfica. — Darren aguanta un momento la respiración, aunque es el único gesto que permite translucir su sorpresa. Ciertamente, en un día tendría tiempo para hacer una copia, ya fuera en una copistería o en la tienda de fotografía de la esquina. — Nos veremos mañana, entonces. A primera hora.

Deja el paquete con el caballo sobre el mostrador y se da la vuelta. A medio giro se para y mira de nuevo a Darren. — Ya que  con mi visita les he estropeado su partida matutina, alfil a cuatro dama. Mate en 7. — Con paso lento se dirige hacia la puerta de la tienda, que esta vez atraviesa sin pararse.

Darren no se movió se inmediato.

Se quedó mirando la puerta cerrada en silencio, sin querer ni comprobar el estado del Sr.Grend a su lado. Varias ideas golpeaban confusas y furiosas en su mente, y como de costumbre, no estaba seguro de cuantas de aquellas voces eran suyas.

Así pues, coge aire

y con toda la calma que era capaz de reunir, sale de detrás del mostrador

va hacia la puerta

cierra la verja a la mitad, dejando la puerta abierta en una inequívoca señal de "estamos cerrando".

Comprueba el estado de las plantas, evaluando brevemente... algo antes de tirarlas sin más contemplaciones a la basura.

Se agacha, desvelando una tobillera que desata y observa a contraluz

reprime a duras penas el impulso de tirarla también a la basura.

- Estás alterado - ya lo sé - 

Mete la tobillera en el bolsillo y regresa tras el mostrador. Aquello no era un bar. No tenía licor a disposición de los clientes, pero para el Sr.Grend la cosa era diferente. 

Saca la botella, y tras pensarlo, coge un segundo vaso y rellena ambos.

Un trago.

- Respira - 

Aguarda un segundo a que el mago hubiese hecho lo propio antes de romper el silencio.

- ¿Sería tan amable de explicarme qué acaba de suceder?

Raymond aceptó de buen grado la recarga del vaso y se lo bajó de un trago.

Aaahh. Lo necesitaba.

No había dicho nada mientras Darren cerraba, salvo mirarlo tranquilamente. O al menos todo lo tranquilo que podía estar dadas las circunstancias. Y ahora miraba curioso el objeto que había traido el...cliente. Desde donde estaba no había podido verlo bien.

¿Aparte de que acabas de hacer una transacción, que por cierto espero en verdad que tengas el libro que quiere, con un ser de un más que extraordinario "poder"?

Sabía que aquello no iba a aplacar al joven. Y tampoco lo esperaba claro está.

Como sabrás hay seres poderosos y "seres poderosos". Este es de los "más poderosos todavía".

Jugueteaba con el vaso vacio, pero lo mantenía alejado de Darren pues no quería que lo volviera a llenar. Ya había bebido suficiente por hoy.

Me parecía un tanto...extraño, su comportamiento. Así que lo "miré" por si acaso.
Y después de abofetearme con su aspecto me miró directamente a los ojos. Apenas pude cerrar la visión antes de que me abrumara. Sólo diré que es antiguo, muy muy antiguo. No sé qué es este objeto que te está cambiando, pero desde luego sabe lo que tiene y lo que quiere.

La sonrisa forzada que tenía se le quitó cuando continuó hablando. Muy seriamente.

Sé que sabes llevar tú negocio, y ni se me pasaría por la cabeza decirte nada sobre el mismo. Pero si no vuelvo a ver a ese ser el resto de mi vida estaré más que contento.

Por lo poco que había podido escuchar de la conversación entre "el cliente" y Darren, sobre todo la parte final pues estaba ocupado no ahogandose en su poder, sabía que el joven también había experimentado algo raro. Pero sabiendo lo que sabia del "tipo" prefirió no preguntar.

- Tengo un libro que podría interesarle - Puntualiza - Pero no he tenido tiempo de examinarlo. De ahí el retraso. Quería poder saber qué era lo que estaba vendiendo, y que después el... caballero valorase si era de su agrado - Lanza una mirada vaga al punto en la pared en el que no hacía tanto descansaba la diosa.

Casi distraído, hace un gesto hacia la figurita de cara a Grend - Puede examinarla usted mismo - Lo cual le daría a él el tiempo que necesitaba para ir hasta la trastienda y comprobar el estado del libro de marras.

¿Qué podía ser de tal interés para que un gran poder lo desease?

Por primera vez en su historia, la tienda de Darren cierra en menos de dos horas de haber abierto. Cuando se para junto a las plantas, en las que Raymond ha detectado magia en más de una ocasión, seguramente algún tipo de conjuro protector, está a punto de tirarlas hasta que se da cuenta de que tanto las plantas en si mismas como la magia de la que están imbuidas se encuentran prácticamente intactas. Sólamente a la más próxima a la entrada le falta una hoja, que el último cliente, fuera lo que fuese, había recogido solícitamente y dejado en el mostrador.

Tanto el felpudo como la tobillera están también en perfecto estado, aunque Darren, bastante alterado, a penas tiene la capacidad de darse cuenta.

Mientras Darren realiza todo eso, Raymond no puede menos de mirar el tablero de ajedrez. El movimiento del alfil, por supuesto, ya lo había previsto, sabiendo que era la única forma que Darren tendría de evitar mover su rey, pero... ¡Mate en 7! ¿¡Quién demonios puede preveer las 7 jugadas siguientes cuando hay tantas variaciones posibles a mitad de la partida!? Claro que, después de haber utilizado su Visión y haber cruzado miradas con el hombre... no, con la criatura... con lo que demonios fuera ese tipo... seguro que jugaba con ventaja.

La botella aparece en el mostrador y en pocos segundos gran parte de su contenido ha esfumado tras las gargantas de los dos presentes. El libro, por supuesto, estaba en la trastienda, pendiente de estudio por parte de Darren. Si el tipo lo sabía antes de llegar o sólo cuando Darren pensó en él es algo que no vais a poder deducir y sólo pensarlo le da al dueño de la tienda ganas de seguir vaciando la botella.

Sin pensarlo demasiado, va a por él, dejando un momento a Raymond solo. Al cabo de un momento vuelve con un libro encuadernado en cuero, de principios del siglo XIX, en el que se puede leer el título "Vida y creencias de la antigua Mesopotamia" grabado con letras doradas. Como todos los libros de la época, el título era mucho más largo de lo que hoy esperaría un americano medio. Al fijarse de nuevo en la encuadernación, Darren se da cuenta de que, efectivamente, fotocopiarlo no parece la mejor opción.

Deja el libro en el mostrador, entre la caja con el caballo de bronce y la botella.