Partida Rol por web

Raymond se sorprendió de la pregunta, aunque luego entendió la confusión. Se había explicado mal.

Oh. No. Nada de nada. Sinceramente conozco a la señorita Keller de lo mismo que tú. No. Me refería a su generación en general. La juventud actual está muy descualificada, y muy tecnologicada (si esa palaba en realidad existiese). La de ella tiene más recursos y más ganas de saber y estudiar. Eso es todo.

- Oh. Mea culpa. - Se disculpa usando latín. De las pocas expresiones que recordaba en ese idioma, aunque probablemente el mago valoraría menos el detalle de saber que la conocía de un viejo juego de VHSs de los noventa llamado Atmosfear. - No lo entendí bien.

Y tiene usted razón. La última década las cosas parecen acelerarse cada vez más. - Ni se había planteado ese NFC para sí mismo, y en la tienda pasaría más tiempo estropeado que funcional. - Empezaré a sentirme viejo antes de lo que tenía planeado - Trata de bromear, aunque en seguida recupera la seriedad.

En ese caso... - Tratando de retomar tras la confusión - Mostrarle parte de la cara siniestra del mundo, dirigiéndola. - Medita. - En circunstancias normales dejaría que ella sola siguiese adelante sin intervenir. Tiene todas las papeletas para chocar con la dosis de realidad que busca. - Pero por supuesto, no son circunstancias normales.

Ante tal replica los iris pardos de Mara rodaron al techo, como si aquello hubiera sido una sugerencia en lugar de una advertencia dio por imposible a su amiga, apuro lo que le quedaba de rollito de canela al mismo tiempo que se calaba con una mano.

-creo recordar que tenías un manuscrito a medias ¿crees que soportara otro giro dramático que lo cambien por completo? - inquirió burlona a su amiga – artistas... - resoplo encogiéndose de hombros cerrando el bolso para luego tomar su taza de café y el resto de su desayuno

Sus compañeros de piso sabían que Mara no era una persona madrugadora para estar a ese ritmo debería llevar al menos dos café en vena, tal vez para el somnoliento Adrian no era apreciable pero si para Jade que podría deducir que la entrega que estaba revisando podría ser importante, lo suficiente para haberla hecho madrugar más de lo habitual. O tal vez quería apurar el día para algún propósito aún por desvelar.

-35 si la mantienes a raya – le guiño en gesto reflejo a Adrian antes que desaparecieran en dirección al baño – shit! Voy tarde...te los daré a la entrega de la rubia de una pieza en la tienda ¿de acuerdo? - apuro al dirigirse a las salida comprobando que lo llevaba todo – esta mañana tengo un poco de ajetreo así que...bueno allí os veré – les dedico un ultimo vistazo a ambos y luego salió cerrando la puerta

Bajo las escaleras de dos en dos, siendo un milagro que no sufriera un traspiés en el proceso, y no es que tuviera prisa por entregar las correcciones en las que había estado trabajando los últimos días pero la noticia de una nueva víctima de los puentes y la nariz metomentodo de Jade habían resultado ser un chute más fuerte que el de la cafeína para espabilar. En su cabeza había un esquema bien claro llega a la oficina, haz tu trabajo e intercepta a la investigadora de lo paranormal. Su editorial estaba a medio camino entre la tienda de Darren y el puente Aurora, quizá tuviera suerte y solo por decidió que tomaría un taxi para llegar a la oficina lo más rápido que permitiera el trafico en hora punta de Seattle.

Parpadeó sorprendida ante el comentario de Adrian y finalmente bufó y puso los ojos en blanco, - Tener amigos para eso, por lo visto pasar la mañana conmigo es un curro – respondió con un mohín teatral, pasándose el dedo por la comisura de los ojos como si quisiera quitarse lagrimas ficticias. – Si pago yo la comida, decido yo el sitio, aviso eh – respondió finalmente con una sonrisa traviesa y picara.

- ¡Ni se te ocurra acercarte al modem! – exclamó Jade con los ojos desorbitados, - ¡Claro que se ha caído internet! – lanzó los brazos al aire, como si buscara ayuda de los cielos, - malditas energías sobrenaturales disruptoras de la mayor biblioteca del mundo – gruñó por lo bajini.

- Puede ser una investigación para una línea argumental futura, la mente de una escritora no está únicamente enfocada en el manuscrito actual – contestó a Mara, encogiéndose de hombros, y, con una sonrisa divertida, - A los lectores les encantan los giros dramáticos inesperados.

 -Me siento objeto… - bufó con una pequeña sonrisa. – Ni que fuera a meterme en la boca del lobo, solo vamos a echar un ojo al sitio. ¿Qué puede salir mal? – Replicó, sabiendo el efecto que tenía esa última pregunta en sus compañeros, y finalmente volvió a donde había guardado el Ipad para aprovechar e investigar un poco más mientras Adrian estaba en la ducha y no interrumpía la wifi.

El sonido de la puerta al abrirse nuevamente interrumpe la conversación. Parece un día ajetreado para lo que es habitual en la tienda. Os giráis y veis a un hombre ya entrado en años que se toma un tiempo en la calle con la puerta abierta antes de adentrarse en la tienda. Cuando finalmente lo hace, se para un momento sobre el felpudo y mira a la planta que adorna el acceso, agachándose para recoger una hoja seca que se ha caído de la misma.

Con paso tranquilo, lleva la hoja hacia el mostrador y la deja en un lateral, para que no moleste. Se gira hacia vosotros y saluda con una leve inclinación de cabeza. Su mirada pasa rápidamente sobre vosotros, sin centrarse en vuestros rostros más de una décima de segundo, y pronto recae sobre el tablero de ajedrez.

— Buenos días — dice con una sonrisa. Mientras espera a que Darren se acerque a la parte trasera del mostrador, apoya en él una pequeña bolsa de tela que lleva en la mano.

— Tengo un objeto del que me veo en la necesidad de deshacerme y, si no me equivoco, éste es el lugar adecuado para venderlo... — dice con tranquilidad. Hace un gesto hacia la bolsa, como pidiendo permiso para abrirla y mostrar su contenido. Levanta la cabeza para mirar a Darren, centrando la vista en algún punto próximo a sus labios.

Siguiendo el gesto de afirmación del dueño de la tienda, sacó una caja de cartón de unos diez centímetros de lado y la abrió con cuidado. Desenvolviéndolo de un plástico de burbujas, sacó una pequeña figura de bronce, que depositó sobre el mostrador. Un pequeño caballo parecía piafar con su cabeza baja y una de las patas levantadas.

Casi llegando a la puerta, Adrian escuchó el aumento y asintió. Hubiese seguido directo al baño pero el tono de Jade le hizo girarse y reír un poco entre dientes, negando a la vez y haciendo un ligero aspaviento con la mano.

¡Pues claro! ¡A ver con qué me sorprendes!

Animó a la muchacha, aunque sabía que su imaginación era realmente increíble.

Y así caminó hacia la ducha, dejando a la muchacha investigar.

El agua sobre su rostro era parte de su ritual. Un ritual que su compañera sabía que duraba una media hora. ¡Y es que Adrian era todo un amante de las buenas duchas! ¡Esas que te renuevan la piel por completo y te hacen parecer otra persona!

Al terminar, Adrian le guiñó un ojo al espejo. Se sentía bien.

Finalmente el pelirrojo salió al comedor y con un gesto exageradamente teatral hizo una reverencia, llevando una mano a su corazón y la otra hacia el cielo.

My fair lady, podemos partir cuando desee.

Alzó la mirada directamente a sus ojos, sin levantar la postura, sonriendo desafiante. Se había puesto unos gemelos con forma de abeja que eran de sus favoritos y llevaba una chaqueta ligera verde. Listo para ir donde se le requiriese, quería ver hasta dónde podía llegar hoy la rubia, pues él no era de los que se echaba atrás. ¿Tal vez la estaba provocando demasiado? Probablemente. Pero le gustaba.

La "conversación" fue interrumpida por un nuevo cliente, con lo que parecía que aquel iba a ser un buen día para Darren y Raymond se alegraba.
No obstante pronto quedó bien claro que aquel tipo no era como el anterior. Ese parecía saber bien donde estaba.

El mago no se levantó a mirar ni nada. Darren tenía experiencia de sobra en su tienda para saber lidiar con lo que le traian, pero sí que giró un poco la silla para estar más de cara al mostrador por si acaso. Sobretodo para poder echarle un buen vistazo al tipo. No parecía peligroso, pero...las apariencias a veces engañaban.

- Buenos días - Su mirada se posa en la hoja seca que deposita el recién llegado en el mostrador - ¿Tanto le costaba pedir permiso para entrar? - Pero al parecer su invitado, o tenía prisa, o tenía un cierto gusto pérfido por las entradas dramáticas. - Lo que significa... - Como era habitual en él, Darren recibió con cortesía a su cliente, invitándolo a proseguir con la naturalidad nacida de la experiencia.

Una vez desenvuelta no se da prisa en tocarla directamente. - ¿Qué puede decirme de esta pieza? - Lo invita a vender su propia mercancía, mientras abría el cajón en el que guardaba los guantes que solía usar en aquellas ocasiones, de cuero adornado y los dedos descubiertos. 

Dijese mucho o no sobre aquella pieza no tenía intención de quedarse solo con la palabra del vendedor. Aquel objeto debía ser algo que él estuviese dispuesto a comprar. Enciende un pequeño flexo del mostrador y se inclina un ápice para examinarlo más de cerca. Desde debajo del mostrador saca una lupa para observar los detalles de su fabricación. ¿Era cobre fundido en un molde, o se trataba de una pieza de genuina artesanía? de ser esto último, sin duda fuera de la vista, en la panza o las patas, debía haber una muesca. La marca del artesano que lo fabricara. 

Finalmente, y en caso de no presentir nada que le recomendase no tocarlo directamente, lo toma entre los dedos con la diestra. ¿Su peso correspondería con una figura maziza, o no era más que una capa de pintura de cobre ocultando un metal inferior?

Pasaría al menos medio minuto en el que anotaría mentalmente cada uno de aquellos detalles, antes de intentar vez más allá. En las grietas casi físicas entre la forma sólida golpeada por la luz y el umbral de la sombra que se alargaba sobre la mesa de vieja y fiable madera, tratando de reconocer las señales casi imperceptibles de lo que se ocultaba a la vista. 

Para entonces, su invitado ya habría tenido tiempo más que de sobra de contar su versión del relato de la pieza. Como comprador le interesaban muchos detalles. Su antiguedad, dónde la había adquirido, cual era el propósito del velo sobrenatural que la cubría...

Solo entonces, con un cuadro de su historia lo más fiable posible, clamaría finalmente a uno de sus dones, tratando de llamar las imágenes difusas que le pudiesen traer el eco de aquel objeto. Aquello que algunos llamaban Psicometría.

- ¿Cuánto espera obtener por ella?

Te despides de tus compañeros de piso, temiendo los líos en los que sin duda van a meterse al dejarles solos. Tu promesa de mejorar los 20 dólares que le ha pedido a Jade por acompañarla seguramente no sirva de mucho, conociéndolos a ambos.

Llegas rápidamente a la calle y en seguida ves un vehículo amarillo que identificas como un taxi. Pensando que será más rápido que ir en bicileta, haces una seña para que pare y le das la dirección de la editorial. El conductor, de origen indio o pakistaní, no sabrías distinguirlo, asiente y teclea algo en el GPS justo antes de activar el taxímetro.

A través de la pantalla de metacrilato que te separa de la parte delantera del vehículo ves cómo el navegador le lleva por calles secundarias, evitando lo peor del atasco en la hora punta de la ciudad. Llegas sin problema a la oficina, un par de minutos antes de la hora de entrada. Recompensas al taxista con algo de propina, que después de todo es la base de su salario, y sales del coche.

Entras en el edificio y saludas al portero, que baja el periódico y te hace un gesto de reconocimiento con la cabeza. No te hace falta llamar al ascensor porque se encuentra en la planta baja. Sonriendo por tu suerte una vez más, pulsas el número 4 para subir al piso de tu editorial. No es una empresa importante, pero las oficinas ocupan la mitad de la planta en un edificio principalmente dedicado a los negocios. La otra mitad de esa planta está alquilada por un par de start-ups que desarrollan aplicaciones para móviles.

Sales del ascensor y te diriges a la entrada con pasos mecánicos cuando escuchas tu móvil en el bolso. Miras la pantalla antes de descolgar y la palabra "Desconocido" aparece sobre un número que, evidentemente, no tienes en memoria. Descuelgas y preguntas quién es, y te contesta una voz que hace años que no escuchas.

— ¿Señorita Wright? Soy... el profesor Merrick. Lamento molestarla a estas horas, que seguramente estará trabajando, pero no sabía a quién acudir... — El tono alterado del que había sido tu profeor preferido en la universidad evidencia su estado de nervios.

Jade aprovechó el tiempo de la ducha de Adrian para leer la noticia completa y buscar más información sobre la amnesia en el navegador. A pesar de que la mayor parte de los medios no dan crédito a la teoría de que algo extraño sucede en los puentes de la ciudad, el hecho de haber encontrado a una persona con amnesia en uno de ellos es algo suficientemente significativo como para que algún periódico local haga eco de la noticia.

Al fin, la escritora encuentra lo que estaba buscando. El hombre se llama Dustin Wells, y es guardia de seguridad en un centro comercial de la ciudad, el Freemont Vintage Mall, unos cientos de metros al norte del puente Aurora. Sin embargo, parece que ha sido desplazado a algún hospital para estar bajo supervisión profesional en las próximas horas. Desgraciadamente, ninguna de las noticias da información de a cuál.

Cerrar la puerta tras de sí fue como dejar caer una pesada losa; no sabría decir porque pero tenía esa agridulce sensación que no iba a ser un buen día y ese tipo de sensaciones no la agradaban en lo más mínimo. No es que fuera la alegría de la huerta como Jade, quién siempre daba la vuelta a toda situación para encontrar un lado positivo, pero trataba de encarar cada día con buena cara. Por suerte la mañana quiso mostrale que aquello no había sido más que una sensación pasajera; las desapariciones en torno a los puentes no era algo nuevo y no tenía porque ir a pasar nada a esos dos. Claro que si se ponía a pensar en las probabilidades.

Un taxista competente se merecía una buena propina, además antes de abandonar el vehículo Mara tomo nota del nombre y número de licencia del hombre, siempre era bueno tener en cuenta a los buenos conductores en caso de tener algún tipo de emergencia. Sabían agradecer esa fidelidad de la gente.

La familiaridad del cotidiano recorrido que llevaba a su oficina fue cuanto necesito para dejar atrás ese augurio de inquietud, ni que ella fuera Darren con sus – en ocasiones - inverosímiles profecías; entregaría el manuscrito en el que había estado trabajando las últimas noches por mensajería, contestaría a unos cuantos mail de autores con los que tenía trabajos abiertos y si no se la requería para ningún briefing de última hora recogería algunos papeles para trabajar en casa y con suerte podría estar en la tienda antes de la hora de comer. Quizá incluso podría pasar por el Koreano que quedaba de camino para sorprender a Darren con una buena comida.

-¿profesor? - replicó ante tan abrupta interrupción, separando un momento el móvil de su oído para ver la pantalla incrédula al reconocer la voz al otro lado – esta bien, no se preocupe profesor Merrick, usted no molesta – trato de tranquilizarlo mostrándose serena aun teniendo el ceño fruncido por la extrañeza de su llamada

Estudió bien las palabras según su interlocutor las liberaba, entró en su despacho sin molestarse en cerrar la puerta para posar el café sobre la mesa junto al bolso y caminar hasta la ventana antes de volver a hablar.

-profesor... Dígame ¿que puedo hacer por usted? - había sincero interés y preocupación en la pregunta pues recordaba con gran cariño los años junto al profesor y el nerviosismos mostrado termino por inquietarla de nuevo - puede contar conmigo para lo que necesite

El hombre hace un gesto para confirmar que no hay problema en que Darren toque la pieza y el tendero la coge con cuidado. Por el peso queda claro que no es una figura maciza, sino que está hueco y no pesa demasiado. Parecía trabajado a mano, lo cual para algo de ese tamaño, sn duda requiere de una gran habilidad. Sin embargo, no había ninguna marca de artesano en ningún punto visible. La manufactura parecía antigua, pero Darren tampoco era un experto para poder asegurarlo.

— Es una pieza jónica, encontrada en una de las colonias griegas de la costa de Asia Menor, Efeso, si no recuerdo mal — explica. — Por el tamaño y el peso, parecería un broche para un cinturón, seguramente del algún hippeus, dada la importancia que tuvo la caballería en esa zona en los siglos posteriores a la ocupación griega. Sin embargo el hecho de que esté perfectamente definido por ambos lados desmiente esa teoría.

Darren percibe claramente un aura mágica en el objeto, aunque es incapaz de especificar qué poderes pueden haberse imbuído en el objeto.

— Pero, como puede ver, lo más importante del objeto no es su origen. Parece sorprendente que haya aguantado en este estado durante más de dos mil años — comenta extendiendo la mano hacia Darren para pedirle la figura — pero la magia que contiene, entre otras cosas, lo protege de la mayor parte del daño físico. — Como muestra de sus palabras, aprieta con fuerza el caballo. Dado el peso de la figura, su grosor no debería ser demasiado, por lo que una fuerza así seguramente debería doblarlo con facilidad. Sin embargo, la forma de la figura se quedó marcada en el interior de la mano del hombre sin que el caballo sufriera el menor daño. — A parte de eso, el ritual practicado sobre el objeto seguramente estuviera relacionado con el transporte, pero hoy carece ya del suficiente poder como para resultar útil.

El hecho de que el hombre hablase tan abiertamente de magia con Darren y estando Raymond presente dejaba claro que sabía que estaba hablando con practicantes de cierto poder.

Tras devolverle la pieza a Darren que utilizó su psicometría en el objeto sin demasiado éxito, más allá de poder confirmar la antigüedad del mismo con la imagen de la figura siendo desenterrada de la arena en la que había pasado varios siglos.

— Creo que, más que cuánto espero obtener, la pregunta sería qué espero obtener a cambio — dice en respuesta a la última pregunta. — Seguramente tenga algo en la tienda que sea de mi interés. En estos momentos estaba buscando algo de literatura... Rituales mesopotámicos, para más señas.

Casi bruscamente, el hombre gira la cabeza de repente para mirar a Raymond y sonríe.

Normalmente la Visión te permite ver las cosas tal y como son en realidad. Normalmente eso te permite determinar la naturaleza de una persona, superar velos e ilusiones o descubrir la verdad sobre algo. No siempre es una bueno recurrir a la Visión, pues hay verdades que no están pensadas para salir a la luz y cualquier cosa que observas con este poder queda indeleblemente grabada en tu mente. De hecho, en ocasiones, es muy mala idea utilizar la Visión.

Esta era una de esas ocasiones.

Las Visiones raramente son claras, pues la mente humana no siempre es capaz de entender la Realidad. Pero hay seres y lugares que están mucho más allá de la comprensión de cualquiera. Criaturas tan antiguas como el tiempo, cuyos orígenes están perdidos en un pasado tan remoto que los humanos ni siquiera pueden comprender cómo era el mundo entonces, puesto que los planos de existencia se entremezclaban y las leyes que hoy rigen el universo aún no se habían visto reforzadas por las creencias de millones de personas.

Probablemente el ser que tenía ante él no fuera tan antigo, pero no distaba mucho de ello. De cualquier forma, Raymond supo que, no sólo no era humano, sino que su poder superaba con creces el de cualquier mago que hubiera conocido. El recuerdo de haberse sentido ignorado al sentir que les trataba como si fueran meros practicantes de magia se esfumó, pues realmente comparado con el poder real que esta criatura había manejado los conjuros más potentes de Darren y Raymond no eran sino un juego de niños.

La mente de Raymond sabía que había más información a su alcance, mucha más, pero no llegaba a comprenderla del todo. Intentó concentrarse pero de repente la figura giró su cabeza hacia él. El viento que acompañaba ese movimiento hizo retroceder al mago y le obligó a entrecerrar los párpados para proteger sus ojos. Cuando volvió a abrirlos, lo único que podía ver era la mirada de la criatura buscando la suya propia, con unos ojos marrones, más felinos que humanos, que parecían capaces de absorberle la mente.

La voz del teléfono se tomó un momento para responder. Casi podías escuchar al hombre inspirando fuertemente para relajarse.

— Verás, alguien ha entrado en la Biblioteca... — Su entonación delata claramente la mayúscula y te queda perfectamente claro que se refiere a la biiblioteca número 27, el lugar oculto en el que se esconden numerosos volúmenes de ocultismo de la universidad.

El hecho de que alguien haya entrado allí sin que el profesor Merrick lo autorizase tiene varias implicaciones. O bien se trata de alguien que conoce el lugar o, mucho peor aún, alguien que lo ha descubierto. De cualquier forma, sabes de primera mano que la vigesimoséptima biblioteca tiene protecciones arcanas suficientes como para que no sea sencillo accedera a ella.

— Si es posible, me gustaría verte y comentarlo en algún momento...