Partida Rol por web

La oscuridad os envuelve nada más cruzar las dos estatuas. Au Fae ya ha estado en un lugar similar en otro momento y le dice a las dos chicas que sencillamente se limiten a avanzar, avisándolas de que entrarán en un túnel que posiblemente se estreche hacia el final.

La predicción del changeling es correcta, pero no llegáis a ver la luz al final del túnel que el chico esperaba. Uno a uno, vais saliendo para encontraros nada menos que en el asiento de un vehículo. Es un coche pequeño, un Escarabajo, y vais saliendo al exterior de uno en uno para dejar paso al siguiente. Os encontráis, por supuesto, en el monumento del Troll del Puente, bajo el puente Aurora de Seattle. Es de noche y la tenue iluminación del lugar no es visible desde el coche que se encuentra aplastado bajo la mano de piedra del troll. Cuando todos estáis fuera, la mano de piedra parece cerrarse de nuevo sobre el coche por arte de magia, sellando el acceso.

Miráis a vuestro alrededor, algo desconcertados. En el túnel habíais perdido la noción del tiempo, pero también hace bastante más frío del que esperaríais en una noche de primavera. Es Jade quien se fija en los árboles de la orilla del río y en sus hojas rojizas más propias del otoño que de la época en la que estáis. Intenta encender el móvil, esperando que actualice la hora (y la fecha) al conectarse, pero está sin batería. Raymond se dispone a explicar que el tiempo puede transcurrir de forma diferente en el Nuncamás cuando escucháis una voz a vuestra espalda.

— ¡Vaya, vaya! El chico y su guapa amiga rubia... ¡Cof! ¡Cof! — La tos del anciano mendigo no suena muy bien y un momento después escupe hacia un lado. En la mano lleva una botella, metida en su correspondiente bolsa de papel y le da un buen lingotazo. — Supongo que no tendréis una botella de bourbon para darme, ¿verdad? ¡Qué falta de consideración, después de haberte ayudado! ¿No crees?

Tras soltar su última coletilla, sonríe con una dentadura a la que le faltan algunos dientes.

En cuanto salieron del portal y aparecieron en Seattle Raymond notó que algo raro había pasado. Lo que dijo el lord sidhe de que el tiempo no pasaba igual en el Nuncamás que en la tierra era cierto, pero tampoco era nada exagerado. Por no hablar de que no habían estado tampoco demasiado tiempo allí. Con todo le pareció extraño.

No obstante había mucho que hacer, por lo que se giró a Mara y Jade.

Srta.Wright. Me alegro de que esté sana y salva. Admito que me tenía muy preocupado, al contrario que a otras personas.
Sinceramente me abstendría de verlas en un tiempo. Pero eso es cuestión personal de cada uno y tan sólo puedo dar mí opinión, nada más.
Ahora si me disculpan tengo mucho que hacer y averiguar, porque aunque no me fio de Cerunnos sería un necio si no me preocuara de al menos investigar y avisar a personas más importantes que yo.

Aquello pareció recordarle algo, ya que se volvió a Jade.

Lo que me recuerda. Srta.Keen. Sé que fue a...entrevistar a un guardia de seguridad llamado Dustin Wells, que trabaja en el Fremont Vintag Mall. Tuvo un suceso que creo está relacionad que algo de esto. ¿Podría decirme qué averiguó de él? Puede ser importante.

Al vagabundo no le dió mucha importancia, aunque se quedó con lo que decía. Pero no tenía tiempo para aquello.

El modo en que el feudo del señor de Otoño seguía descolocando su percepción había dejado de sorprenderla, de manera que caminó con total normalidad en dirección a las estatuas que había cruzado, quién sabía cuando, en compañía del pequeño sobrino de Cernunnos.

-gracias por tú protección, Tarvos – agradeció la psíquica al enorme ogro con una respetuosa inclinación de cabeza – cuidate ¡ah! - se sobresalto ante la aparición del pequeño, sonriendo con ternura y tristeza – no me olvidaré – aseguro dándole un beso en la punta de la nariz – no lo olvidaré – volvió a repetir antes de tomar a Jade del brazo y tirando de ella hasta cruzar las estatuas

El futuro era incierto para poder cumplir esa promesa pero sin duda no lo olvidaría jamás, ni a él, ni a Tarvos, ni al feudo de Otoño y mucho menos a dios astado.

Sintiendo cierta aprehensión al caminar en la total oscuridad que los envolvió no dejo de avanzar como Au Fae les decía, hasta que por fin alcanzamos el exterior. En cualquier otra circunstancia podría haberme maravillado del lugar al que habíamos parado a dar, uno que conocía bien porque había visitado alguna vez, hacía años. Pero había otras cosas de las que preocuparse. Como el frió que calo en ella. Iba vestida con ropa de entretiempo pero estaba claro que no para la que hacía en el exterior del puente y el pánico se apodero de ella.

-¿pero que? - se abrazo los costados en un intento de darse algo de calor antes de volverse cuando el vagabundo hablo, ignorándolo de inmediato cuando el mago hablo – Señor Grend...- ignore la puntilla a sus palabras, sabiendo perfectamente a que se refería - ¿cuanto tiempo transcurrió desde mi desaparición hasta que fueron a buscarme? - pregunto siguiendo la mirada de Jade sobre los árboles nuevamente porque para ella habían sido unas horas, interminables pero unas horas a fin de cuentas – sí, claro...emh gracias por su tiempo señor Grend – no queriendo interrumpir sus asuntos o el interrogatorio a Jade, así que se volvió a Au – y a ti también, gracias otra vez Au – se acercó al fae – tenías que haberte traigo margaritas para el camino – le dijo en confidencia con una sonrisa antes de volver a utilizar un tono audible para todos – oye ¿esto es normal? - pregunto frotándose los brazos y mirando a ambos lados – deberíamos movernos o me voy a quedar helada

La cosa era ¿y a donde iban? Ella lo tenía claro.

Jade estaba ensimismada por el viaje al Nuncamás, que seguramente fuera una de las cosas más aluncinantes que había visto en mucho tiempo. Cuando tuviera un momento para pensar sobre ello, sacaría millones de ideas para su novela. ¡No iba ni a necesitar tomar notas! Era muy improbable que nunca olvidase todo lo que había sucedido.

La pregunta del mago le trajo de vuelta al mundo real, casi tanto como haber cruzado ese túnel.

— El guardia... Sí, tenía una cita con él... ¿Mañana? — Miró el cielo, constatando lo que todos sabían. Por algún motivo, no habían vuelto en la misma fecha en la que se fueron de Seattle. — Me temo que no llegué a hacerle esa entrevista — dijo encogiéndose de hombros.

Miró al mendigo y le saludó tímidamente con la mano.

— ¡Oh! Disculpe, pero no había whisky donde estábamos... — Se giró hacia Au Fae y le preguntó. — ¿Os habéis vuelto a ver desde que nos conocimos, no? — No le había pasado desapercibido que el mendigo había saludado al changeling relacionándole con ella, aunque la única vez que estuvo aquí fue en compañía de Adrian. Por suerte, ella conocía bien la identidad de su compañero de piso.

El viejo rió con una risa cascada.

— No, normal no es... — dijo respondiendo a Mara. — Pero tampoco es habitual que alguien se reúna con el Señor del Otoño en su palacio, ¿no crees? ¡Oh! Sí, sé que él lo llama "modesta casa de campo", pero nunca ha tenido que vivir debajo de un puente. — Se quedó pensativo. — Bueno, realmente era más aficionado a hacer acampada libre en los bosques, pero eso era en los viejos tiempos...

Sin añadir nada más, le dió otro trago a la botella.

Raymond frunció el ceño cuando Jade le contó aquello. Hubiera estado bien saber algo más, pero no se podía hacer nada al respecto y tocaría jugar con las cartas que tenían.
No obstante cuando el vagabundo comentó aquello el mago enarcó una ceja. Era obvio que no era un vagabundo cualquiera, pero que conociese tanto sobre el lord de otoño implicaba que era incluso más de lo que pensó en un principio.

Se lo quedó mirando y estuvo tentado en usar la visión. Pero tal y como estaban las cosas prefirió dejarlo estar por aquella vez, aunque tendría que volver a verle eso seguro.

-Parece que sabe mucho sobre el lugar y el señor donde hemos estado. Para ser un feudo poco conocido me asombra la cantidad de seres que resulta que sí sabían de él.
Por cierto. Hablando de saber. ¿No sabrá qué día es hoy verdad?-

Mara vestía la preocupación en el rostro. Habían regresado a Seattle donde todo estaría bien, estaban de una pieza y tenían información que el señor Grend entregaría a quienes podrían hacer algo para prevenir que el conflicto entre dioses fuera a más. Aún así un inquietante sensación la recorría por dentro.

Guardo silencio volviéndose una mera espectadora de las conversaciones cruzadas entre sus amigos y el guardián del feudo de otoño.

El anciano miró a Raymond con gesto severo, a pesar de su aparente embriaguez.

— Bueno, hasta hoy sólo era yo quien lo conocía en esta ciudad. El Guardián del Puente, ya sabes... Y me gustaría que siguiera siendo así — olisquea el aire y mira a Au Fae, frunciendo el ceño. — Sobre todo ahora que el chico ha dejado atrás ciertos objetos...

Se llevó de nuevo la botella a la boca y dió un largo trago que os hizo dudar de, con todo lo que lleva bebido en este rato, si realmente puede quedar algo de líquido en esa botella. La respuesta es claramente afirmativa, pues un instante después, el mendigo escupe el whisky a vuestros pies. Dais un paso atrás, algo asqueados, pero no podeis evitar oler el efluvio del alcohol que asciende desde el suelo.

Jade se tambaleó por un momento y se llevó las manos a los ojos, como si le doliera la cabeza. Desorientada, retrocedió para apoyarse en la estatua del troll, no muy lejos de la puerta del escarabajo por la que habéis salido hace un momento.

Saltó hacia atrás cuando el vagabundo escupió antes ellos y asqueada arrugó la nariz.

Raymond se fijó en que el vagabundo, que estaba claro que era algo más sobretodo cuando dijo ser el guardian del puente, no había respondido a la pregunta de la fecha.
No obstante eso quedó un poco atrás cuando relacionó el hecho de "Guardian del puente", porque recordaba que las criaturas que guardaban los puentes solían ser de un tipo muy particular. Y esperaba equivocarse. Pero desde luego no se esperaba aquel escupitajo, el cual no pudo esquivar.

Lo siento, tal vez en otro momento, no tuve tiempo de coger algo de bourbon para ti.

Respondí. No tenia demasiadas ganas de interactuar con nadie, pero la falta de discreción me hizo lanzarles una mirada fugaz, aunque no añadí nada. Probablemente, empecé a pensar, el problema era mío. Tenía que tomar distintas decisiones en el futuro. Como fuese, escuché al guardián.

Bueno, esos objetos no eran míos. Como sea, no tienes que preocuparte por mí.

Me encogí de hombros, era la pura verdad. Además me fijé en el tiempo de alrededor. ¿Había perdido también mis trabajos? ¿Tenía que volver a buscar? Bufé con cierto disgusto, hasta que me percaté del escupitajo. Tarde.

El olor del alcohol os hace sentir ligeramente mareados. Os apoyáis en el sitio más cercano para manteneros en pie y, cuando os vais despejando os duele la cabeza como si tuviérais una buena resaca. El mendigo no está por ningún lado y parpadeáis un poco desconcertados.

Lo único que os viene a la cabeza son las palabras que, suponéis, dijo el mendigo después de escupir la bebida al suelo. No deberíais contar nada de lo sucedido a nadie que no estuviera allí.

-me cago en la...-dije maldiciendo antes de casi perder el equilibrio apoyándome en la roca maciza como si el mayor resacón de mi vida regresara de golpe y porrazo – mierda de...de lo que sea que fuera ese...mmm...ugh – sintió otro repentino mareo y calló, agarrándose la cabeza por los siguientes par de minutos hasta que fue capaz de poner sus pensamientos en orden – vale...vale...ya estoy mejor...ya....buff – ser irguió acomodándose las ropas, volviendo al sentir el frio que penetraba sus ligeras prendas de oficina y se abrazo de nuevo – por favor, larguémonos ya de aquí...necesito saber que ha pasado mientras hemos estado fuera – necesito saber que Darren esta bien decía para ella angustiada de pensar que realmente aquello no fuera una ilusión y hubiera pasado más tiempo del que pensaban, demasiado más

Tras lo cuál se encamino fuera del alcance del lugar donde había estado el mendigo y se alejo con paso un tanto tambaleante.

El subidón fue tal que no tuve tiempo a agarrarme, sólo a sentarme en el suelo para no caer. Estaba acostumbrado a las bebidas fuertes, pero aquello estaba fermentado más allá de lo humanamente posible. Es como si el mendigo hubiera estado diez años fermentado vino baratos y whiskys con sus propios jugos gástricos. Si pudiéramos embotellarlo sería un arma letal.

Escuché cómo Mara hablaba, pero la verdad era que sólo quería irme.

Sí, pero dame diez o quince segundos.

Dije. Dicho y hecho, quince segundos después estaba en pie, y aún así caminaba con cierto miedo a que mis piernas me fallaran. Tenía que comprobar cosas antes de tomar decisiones. De reojo miré a Jade, pero seguro que Mara se encargaba de ella.

Jade se tambaleó un poco.

— ¡Buff! ¡Qué colocón! Entre el viaje y esto, creo que voy a necesitar unas horas de sueño antes de hacer o decidir nada. — Mira el cielo, con la noche cerrada. — Voy a ir a dormir a casa... Con suerte, no nos han echado por no pagar el alquiler, porque tenía una transferencia periódica y los gastos domiciliados... ¿Nos vemos allí mañana?

Mira a Raymond y Au Fae. Está bastante segura de dónde va a ir Mara, pero no así los dos hombres.

— ¿Alguien comparte un taxi?

Raymond se mareó al oler aquello, y nohacia falta ser un mago para saber que les habían tirado un hechizo.

-Si es que no te puedes fiar de los shides. Siempre te la juegan.-

Tras toser un poco y respirar profundamente, el mago se despejó. Se colocó bien el sombrero y se ajustó el abrigo.

-Bueno. Supongo que todos tenemos cosas que hacer. Si me disculpan, he de informar de una posible inminente guerra con un dios de la muerte sumerio.
Por favor. Cuidense mucho y sean precavidos. -

Miró a Mara con intención de decirle algo. Pero se imaginaba que insistir en el tema no iba a servir de nada.

-Hay cosas que sólo pueden aprenderse de la manera dificil.--

-Adios.-

Negó con la cabeza despacio y se marchó.