Partida Rol por web

Adiós.

Replicó al mago, en verdad tampoco quería meterse en su camino. Luego volteó hacia Jade y negó señalando sus machacadas alas.

No creo que un taxi sea bueno para mí.

...

...

Cuando el mago se hubo marchado y también Jade, Au pasó a ser Adrian y siguió a Mara. No tenía cara de muchos amigos, pero tenían cosas que cerrar antes de tomar decisiones.

Vio al mago y Jade alejarse en el taxi, pensando que habría sido una buena idea que la dejaran en la tienda de paso pero necesitaba pensar, necesitaba hacer balance de lo que había sucedido así como de las consecuencias de su posible ausencia. Echo a andar y siguió sin mirar atrás, aún sabiendo que Au Fae a sus espaldas la seguía de cerca pero cuando la alcanzo a quien vio no fue a fae, si no a su amigo y compañero de piso. No dijo nada, solo le sonrió, lo tomo del brazo con afecto y continuo caminando.

Raymond se aleja camino a su apartamento, lugar desde el cual tal vez pueda entrar en contacto con James.

Cruzáis el puente en dirección a Rey's Antiques. El frío otoñal es incluso más penetrante con la brisa marina del Pacífico, pero os viene bien para despejaros de los efluvios etílicos del anciano mendigo. Camináis en silencio, cansados y pensativos. Después de todo, por lo que parece, hace meses que no dormís.

La ciudad parece empezar a despertar según os váis acercando a vuestro destino. Aún es de noche, pero en esta época del año amanece cada vez más tarde. Finalmente, llegáis a Rey's Antiques cuando una de las camareras del bar de enfrente está entrando por la puerta trasera para abrir temprano y servir desayunos a los clientes.

La verja de la tienda de Darren está bajada. Sabéis que a veces duerme allí, aunque no es del todo habitual. Pese a todo, entráis al callejón que se encuentra al lado de la tienda para llamar a la puerta trasera. Nadie contesta. No merece la pena ir a buscar al anticuario a su apartamento a estas horas, porque es probable que os crucéis en el camino, así que esperáis unos minutos a que abra la cafetería para esperar allí tomando un café.

Media hora después, ya algo más calientes y despejados por los efectos de la cafeína y la bebida caliente, veis cómo Darren se acerca a la entrada de su tienda y empieza a levantar la verja. Está amaneciendo.

Venga, ve. Yo espero aquí. Si hay problemas, levanta ambos brazos.

Dije con media sonrisa. Estaba cansado, agotado y confundido, y la verdad es que no me apetecía pelear con mi ex-jefe sobre tonterías. El café con tortitas sonaba mucho mejor, sí. Hice un ademán con la mano para animarla a hacerlo, convencido de que era la mejor opción.

Caminaron en silenció, pues a veces este era más que suficiente, y entre ellos se genero un nuevo nivel de complicidad que antes solo habían alcanzado a rozar la noche de los margaritas.

Al quedar todas sus pertenencias en el sótano de Rey's Antiques estaba algo desamparada así que agradeció de todo corazón poder entrar el calor con el desayuno al que Adrián generosamente invitó. Apuraron los cafés sumergidos en sus preocupaciones, además las tribulaciones personales de Mara se veían agravadas por el nerviosismo de la inminente llegada de Darren. La incertidumbre de lo que habría ocurrido con él tras su inexplicable desaparición y ausencia, la tenían en completa tensión de tal manera que cuando Adrián hablo dio un bote en el sitio.

-yo...-miró a su amigo con angustia en la mirada y luego la volvió de nuevo sobre Darren, apretó los labios y finalmente asintió con la cabeza

De camino a la salida estuvo a punto de darse la vuelta, agarrar a Adrián del brazo y arrastrarlo con ella pero finalmente sintió que era una estupidez, decidiendo salir de la cafetería y cruzar – casi sin mirar y recibiendo un bocinazo de un par de coches al hacerlo corriendo -. Darren a primera vista parecía el de siempre, como si el tiempo no hubiera pasado y eso hizo que su corazón palpitara más fuerte que por la carrera.

-Darren...- llamó a espaldas de este mientras levantaba la persiana tratando de esbozar una sonrisa para darle los buenos días que se atragantaron en su garganta

Darren escuchó la voz de Mara mientras estaba agachado para abrir el candado que bloqueaba la verja de la puerta. Durante unos segundos, se quedó completamente parado, como si se hubiera detenido el tiempo. Luego, lentamente, giró la cabeza levantando la mirada hacia la mujer.

— ¡Mara! — Como si hubiera acumulado velocidad durante el tiempo que estaba parado para gastarla toda de golpe después, Darren se levantó, acercándose a su amiga. Sin embargo, cuando a penas les separaban un par de palmos, se paró en seco. — ¿Dónde...? ¿Cómo...? — Empezó a decir, mientras las ideas se le agolpaban en la cabeza.

Parpadeó un momento y respiró con fuerza, para tomarse un respiro. De repente su mirada se oscureció de golpe. La pregunta que hizo no tenía nada que ver con lo que Mara esperaba.

— ¿Sabes ya quién te ha enviado? — dijo en un tono de voz mucho más frío del que había tenido a penas un segundo antes.

Turbado, Darren giró la cabeza, apartando la mirada de los ojos de Mara y se agachó de nuevo para terminar de abrir la tienda. — Será mejor que hablemos dentro... — dijo finalmente mientras levantaba la verja.

El tiempo que Darren se tomo para reaccionar transcurrió entre latidos de angustia contenida para Mara hasta que escucho su nombre brotar de los labios que tanto ansiaba volver a probar, sintiendo que los suyos propios se ensanchaban en una sonrisa sincera y animosa al verlo dirigirse hacía ella como un resorte. Sus brazos se abrieron para recibirlo, y de nuevo la angustia la golpeo viendo a Darren detenerse y retroceder, como si una cadena tirase de él hacía su propio interior. Los expresivos ojos de Mara lo miraron en comprensión, ignoraba cuanto tiempo había pasado porque en su nerviosismo había olvidado preguntarlo en la cafetería y era de esperar que Darren dudara que ella fuera real, a pesar de llevar exactamente la misma ropa con la que la había visto por última vez en el sótano de Rey's Antiques.

-tranquilo, soy yo – quiso confirmar dando un paso más allá, aunque no hiciera falta, y extendiendo sus manos para tomar los antebrazos del anticuario con sumo cariño – no se cuanto tiempo hemos estado fuera pero contestare a todas tus preguntas ¿tú...- la pregunta murió antes de formularla, tan pronto sitió como se distanciaba de ella

Entonces esos ojos que eran suyos pero al mismo tiempo no lo eran volvían a fijarse en los de ella con la misma frialdad y dureza que habían supuesto el último recuerdo de Darren antes de desaparecer en el haz de luz que la había llevado al Nuncamás.

Su propia mirada se endureció dando un paso atrás y apretando la mandíbula ante el bofetón que le supusieron esas palabras.

-tú...- «bastardo mal nacido...» pensó apretando los puños descansando a cada lado del cuerpo conteniendo las ganas de partirle la cara

Aunque fue un susurró mal disimulado Darren podía reconocer el tono utilizado por su amiga para referirse al otro, en esta ocasión más furioso. Observo a como abría la tienda y aceptando la invitación se tomo un momento para girarse y mirar a Adrian sentado al otro lado de la calle, en la mesa de la cafetería junto al ventanal. Quiso sonreír para así transmitir tranquilidad a su amigo pero le fue imposible, estaba extremadamente seria cuando se volvió en su dirección y si había seguido los acontecimientos podría incluso percibir la tensión de su cuerpo en ese momento.

***

Cruzando la puerta de Rey's Antiques con él a sus espaldas observo todo en derredor sin siquiera saber que miraba, se detuvo tomando una profunda respiración y se giro a encarar al “demonio”.

-así que por eso tú me enviaste allí - sus ojos eran pura furia mientras que sus labios se fruncían en un mohín consternado – pues bien la respuesta es no, aún no lo sé – reconoció tragando grueso

Mara se llevo las manos a la cara presionándola con los dedos en una señal clara de frustración y contención. La frágil calma que había alcanzado en el paseo junto Adrián había sido quebrada en una fracción de segundo y todas las emociones que la habían acompañado aquel día, porque para ella aún hacía horas de todo lo sucedido, amenazaron con desbordarla.

Sus dedos ascendieron por la frente, masajeando esta ante la tensión que sentía, siguiendo el ascenso hasta enredarse en sus rizos que se alboroto suspirando antes de volver a fijar sus ojos en los de Darren.

-en el Nuncamás – contesto a la primera preguntar sin terminar de Darren – en los dominios de tu Rey Shide – añadió en referencia a la figura del rey que había usado para representarlo - el que quería el libro – lo cuál le hizo volver sobre el tiempo que había pasado y a la segunda pregunta – Au Fae vino en mi busca – su mirada se perdió un instante en la distancia, a espaldas de Darren donde su amigo seguía observando – junto a él, el señor Grend y Jade, regresamos por el puente del trol – se apretó el puente de la nariz ante la ligera confusión que eso le causaba – o al menos ahí aparecimos amh...da lo mismo – añadió sacudiendo la cabeza centrando de nuevo su atención en los ojos de él – Darren...¿cuanto tiempo hace que...- apretó los labios humedeciéndolos a la vez que se mentalizaba para la respuesta que pudiera darle - ¿cuanto tiempo hace que desaparecí? Para mi fue tan solo hace unas horas pero es obvio que el tiempo no paso igual aquí – finalizo abrazándose los costados sintiendo como el chute de adrenalina que le había causado su enfado iba bajando y así también la temperatura de su cuerpo

Observé en la distancia, pero no me apetecía ir con un tipo que acababa de plantar en el trabajo unas horas antes. Al menos para mí. Además, cuanto menos me vinculase, menos problemas tendría para marcharme. Me caían bien, pero definitivamente no entendía lo que pasaba y quería vivir un día más lejos de la guerra.

Si entraban en la tienda, quizá pagaba y me acercaba para disuadir a otros de entrar y por si fuese necesario. Bufé, lejos de mi habitual buen humor, estaba incluso algo hastiado. ¿Tan mala era mi decisión para el Otoño en verdad? ¿Acaso los cambios no eran buenos? ¿Acaso no se trataba de recoger la cosecha y abrir paso a una nueva generación?

El rostro de Darren se congestionó al escuchar el énfasis en el «aún no lo sé» de Mara, pero el gesto de desprecio desapareció antes de llegar a mostrarse mientras el anticuario se daba la vuelta. El mal que le había aquejado desde que su amiga le conocía, la relación con el Otro, parecía haberse vuelto más grave en todo el tiempo que había pasado aquí.

— ¡Ah! Por eso todos habían desaparecido... — dijo con gesto cansado. — Eso fue, veamos... hace cuatro meses, más o menos... — Se quedó parado un momento, dudando de si preguntar. — ¿Fuiste directamente al Nuncamás? — dijo finalmente. — Nunca me dió ninguna explicación de lo que había pasado... Pero, ¿unas horas? Es demasiada diferencia de tiempo. — Se queda pensando un momento. — ¿Comieron algo allí? O, ¿cómo volvieron?

Al mencionar el libro se queda parado, pensativo.

— ¿Rey Sidhe? Pensaba que las cortes sólo tenían reinas... El hombre cumplió su parte del trato. Vino por el libro a la mañana siguiente y no hubo ningún otro problema en la transacción. — Se acerca al mostrador y saca un archivador con fotografías pegadas a las cartulinas: la copia del libro que mandó hacer la última tarde que habíais estado juntos. Las fotos se mantienen en perfecto estado, pero las cartulinas están dobladas en algunas esquinas y desgastadas por el uso. — He estudiado mucho tiempo el manuscrito, pero no tiene nada en particular.

Darren estaba visiblemente incómodo. Sus constentes cambios de humor, propiciados por el Otro, no le permitían tratar a Mara con la misma naturalidad con la que se había dirigido siempre a su amiga y, de alguna forma, aún no tenía claro qué esperaba su señor de la mujer.

En la cafetería empiezan a llegar poco a poco algunos clientes. Hombres de negocio, en su mayor parte, pero también gente que te resulta familiar del barrio: el dueño de una librería, la chica que trabaja en la tienda de fotografía, la gerente de la tienda de vaqueros.

Cuando los miras, te das cuenta de que tamibén han llegado ya más camareros, dispuestos a atenderles cortesmente a pesar de algunos gestos de sueño. Cuando prestas atención, casi te resulta raro que tanta gente, tan acostumbrada a madrugar y a dar servicio desde las primeras horas de la mañana, tengan un aspecto tan cansado. Las ojeras, que deberían haber sido más infrecuentes, aparecen en la mayor parte de los rostros, como si ninguno de los presentes estuviera durmiendo bien.

La actitud de Darren parecía errática y, poco a poco, la gente nueva que llegaba parecía más cansada. Daba un poco la impresión de que las sombras estaban devorando la ciudad y aquello le entristecía. Era como si el invierno estuviese cubriéndolo todo, la noche.

Ni siquiera el consejo había conseguido nada, o eso parecía, y ya habían dioses implicados. ¿Qué podía hacer un hada sencilla como él? Sólo sabía algo de magia y los combates y la guerra me daban pánico. No es como si fuese a aparecer de repente una espada clavada en una roca y decir "mata a los enemigos del reino" o algo así. Sonreí, no obstante, con la idea. Probablemente todos ellos estaban condenados y huir era la opción más sensata.

O quizá había habido un macroevento la noche justo antes de regresar. Todo era posible.

¿Mala noche?

Pregunté a uno de los camareros al ver sus ojeras mientras pedía un café doble y bostezaba.

«No le partas la cara sigue siento la de Darren. No le partas las cara sigue siendo la de Darren»

Mara se repetía esas palabras una y otra vez, como un mantra de contención ante la despreciativa mirada del otro en la de Darren. Tenía que mantener eso presente, por el bien de ambos.

Su mirada fija en la del contrario, cuando este no la eludía, midiendo cada gesto y expresión de Darren queriendo cerciorarse que seguía ahí a pesar de todo. Lo que vio hizo estremecer su propia alma.

-no, si te parece me pare a pedir direcciones – tan pronto las sarcásticas palabras salieron de sus labios lamento haberlas dicho, cerro los ojos alzando el rostro al techo de la tienda tomando aire por la nariz – mierda – el mazazo del paso del tiempo hacía mella en ella, quería poder hacer daño al otro por haberle hecho eso aunque esa parte podía no ser culpa suya después de todo.

Todo se veía igual pero se sentía completamente distinto, la tienda, las antigüedades...Darren. Los peores miedos de ambos parecían haberse hecho realidad en su ausencia. Siempre habían temido que la relación simbiótica, por definir esta de alguna manera, que mantenía con el otro pudiera volverse en contra de Darren. Quién habitualmente estaba en control, siendo raras las ocasiones en las que el piloto automático se activaba pudiendo comportarse como Darren pero no siendo él realmente quién llevaba las riendas. Egoístamente Mara quería creer que era gracias a que volvían a estar juntos como cuando eran solo un par de huérfanos que no se tenían más que el uno al otro. Y ahora, tras su desaparición...no quería pensarlo.

-yo...- volvió a buscar a su amigo con la mirada humedecida – sí, me envió directamente al Nuncamás, aparecí en un bosque de idílico aspecto otoñal, te habría encantado – trato de sonreír en la medida que las emociones iban revoloteando en su estomago – poco tardaron en encontrarme y llevarme ante tío Ceros – se abstuvo de mencionar lo buen anfitrión que fue con ella, su charla y demás, eso ahora no estaba entre sus preocupaciones – dudo que los otros tuvieran tiempo para un tentempié – prefirió no negar pero tampoco estaba dispuesta a reconocer su posible falta. No podía cambiar lo que ya estaba hecho – por el puente del trol... -al tratar de recordar ese detalle su ceño se frunció en claro gesto confuso, casi molesto – allí fue donde aparecimos aunque...mmm...no estoy segura del como – se apretó el puente de la nariz y volvió a mirar lo - ¿acaso importa eso? Al menos hemos regresado...- quiso añadir algo más pero súbitamente calló

Siguió a Darren con la mirada observando en la distancia como sacaba el archivador y lo habría contemplando sus páginas, abstraído en sus pensamientos y evitando mirarla en la medida que le era posible.

-no...no es un rey – aclaró – bueno, no lo se...yo...ah... para mi fue esta tarde cuando usaste la figurita del rey para representarlo y yo...- las manos de nuevo a sus costados se aferraban a la final blusa primaveral tan fuera de lugar como ella se sentía

-tal vez para nosotros y quizá sea mejor así – dijo con voz queda, dubitativa acercándose a espaldas de él – a estas alturas el señor Grend habrá alcanzado la sede del Concilio Blanco – o donde sea que estos se reúnan pensó con una pesadez que se hacía presente en sus hombros caídos a cada paso que daba – él les informara de lo que nos fue revelado...no se si ha...¿ha pasado algo extraño o relevante en estos cuatro meses?

Su corazón palpitaba con angustioso dolor mientras su mente se encontraba en ebullición.

-un antiguo dios de la muerte y de las plagas tomo forma física en la ciudad pocos días antes de mi desaparición...Nergal – dijo sintiendo el mismo escalofrío que cuando tío Ceros lo había mencionado – esta recuperando su poder y tiene pensado hacer de Seattle su nuevo dominio...algo que entra en conflicto con nuestro sidhe aunque no tengo claro el cómo o porque

Sin pensarlo mucho más poso la manos sobre la suya, descansando sobre el mostrador, hundió su rostro en la espalda de Darren y lo rodeo con el otro brazo.

-lo siento, lo siento muchísimo Darren – dijo angustiada abrazándolo con fuerza mientras las lagrimas corrían por sus mejillas empapando la chaqueta de él – no pretendía dejarte solo todo este tiempo, jamás te habría abandonado así, lo siento tanto...

No pudo contener el mar embravecido de emociones que finalmente tomaron el control, ella a quién su hermano había dejado atrás como simple lastre, a quien incluso Darren había olvidado su existencia por años y a la que su propia madre había abandonado a su suerte dándoles las espalda a ella y Jacen, se había prometido jamás abandonar a ningún ser querido. Ella jamás, jamás habría abandonado a Darren. No podría abandonar a la persona más importante de su vida.

La chica tardó un momento en darse cuenta de que estabas hablando con ella.

— Sí, últimamente no he conseguido dormir demasiado... Y parece que no soy la única... — Dijo mirando a su alrededor. — Se trata de las antenas, ¿sabe? Seguro que toda esa radiación de los móviles y antenas que hay en cada edificio acaban afectando al cerebro de alguna forma... Tengo una amiga en Oakland que está realizando su tesis sobre eso.

Parpadea un par de veces, desconcertada. — Disculpe, estoy cansada, no tenía que haberle hablado sobre eso. Si me disculpa... — Dice, retirándose de nuevo detrás de la barra para poner un par de cafés y bollos para llevar a la chica que esperaba allí.

Darren miró desconcertado a Mara cuando le hablaba del Nuncamás y un tal tío Ceros, pero frunció el ceño con cierto rencor al escuchar de nuevo el nombre del señor Grend.

— Estos cuatro meses... sí han ocurrido cosas... — dijo sin esconder el sarcasmo. ¿Era de nuevo el Otro o su tono habitual? — Aunque veo que estás bastante bien informada. La guerra de la que nos habló aquel tipo parece que es una disputa entre un Sidhe y un dios de la babilónico Nergal. Tal vez el libro que buscaban contiene alguna clave para cierto tipo de magia, o más seguramente era una pista falsa dado que no encontré nada en él, pero mi investigación indican que ambos tienen intención de utilizar un antiguo ritual para recuperar su poder...

Aunque Cernunnos había explicado que había dos bandos, la información de Darren completa el cuadro de la situación. Por lo que Mara sabe de magia, ese tipo de rituales sólo se puede utilizar en circunstancias muy especiales y parece improbable que el sidhe y el dios de la muerte puedan repetirlo uno detrás de otro. De ahí esa guerra o, tal y como dijo el señor de Otoño, rivalidad.

El rostro de Darren mostró una profunda tristeza cuando Mara se disculpó, pero luego alzó la mirada, orgulloso.

— ¿Abandonarme? Por lo que sé, te enviaron lejos para poder descubrir quién eras y ayudarme con lo que está por venir. ¿Sabes qué ocurriría si Nergal recupera su poder? ¡Un dios de la muerte! Con poder para abrir y cerrar las puertas del Infierno a voluntad... — Mara no sabía demasiado del Otro, pero sí sabía que, de alguna forma, Darren servía (ella siempre había odiado esa palabra) al guardián de los portales. — Creéme, estar solo ha sido la menor de mis preocupaciones todo este tiempo.

No se preocupe -dije antes de que se retirara-, supongo que Seattle es un mal lugar para vivir ahora mismo.

¿Hasta qué punto está afectando esto a toda la maldita ciudad?

Bebí un poco del siguiente café. Sencillamente tenía mis ojos atentos a quién se movía y quién entraba y salía de la tienda de antigüedades.

Que se zafara de su abrazo le dolió, tanto como no saber distinguir quien le hablaba aunque por las palabras que salían de él lo tenía bastante claro. O más bien escogía creer tenerlo claro. Vulnerable como se sentía no era bueno que estuviera cerca del otro, así que se alejo dando varios pasos sin darle la espalda y temblando de pies a cabeza.

-¿en que quedamos? - dijo con voz quebrada - ¿no te dio explicación o sabías el porque de mi ausencia?... - trago grueso, en un vano intento de deshacer el nudo que oprimía su garganta. Demasiadas emociones, muy intensas en un solo día – entiendo emisario de los umbrales – proclamo jactándose del otro - ¿y que se supone que vamos a hacer nosotros tres? Porque hasta donde yo se no somos nadie – su cuerpo paso de temblar por su aparente fragilidad a hacerlo de rabia, apretando los puños a sus costado – el consejo se hará cargo de Nergal, es su trabajo y son más poderosos y experimentados...Darren – su ojos anegados de lagrimas contenidas lo miraron suplicantes – vayámonos de Seattle – quiso acercarse, tomarlo de las manos pero su cuerpo estaba paralizado – alejemos un tiempo, podríamos ir a la granja de mi familia en Denver...- se mordió el labio según los pensamientos fluían de su mente a sus labios – tomar distancia ver a que nos enfrentamos con algo más de perspectiva...o simplemente dar la espalda a todo esto dejar que otros se ocupen de esto...Darren

La chica de la tienda de fotografías que estaba en la barra recoge su pedido, un par de cafés con croissants, y sale de la cafetería, cruzando la calle. No le habrías prestado más atención, sabiendo que es alguien del barrio, de no haberse parado frente a la puerta del Rey's Antiques. Se quedó quieta un momento, mirando a través del cristal, antes de abrir la puerta de la tienda.