Partida Rol por web

Hace un década se dio cacería al ultimo Hombre lobo en "Holiday", desde ese día la vida en la aldea es tranquila. Se acerca la fiesta de la vendimia y los aldeanos se encuentran organizando los preparativos.

Llega a la reunión para la preparación de la fiesta de la vendimia John Catchum, el misterioso forastero viudo sin hijos que acaba de llegar a la aldea, y construir una faustuosa casa a las afueras del pueblo.

Entro al ayuntamiento y me siento en una silla.

-Hola, buenas.-

Saludo, no necesito presentarme porque ya me conocen.

Martin Moore, uno de los leñadores del pueblo, entró en el Ayuntamiento con una amplia sonrisa, se acercaba la fiesta de la vendimia y él, como casi siempre en estas fechas, ya había vendido la leña sobrante de todo el invierno.

Con unas monedas de más y con el trabajo cumplido, tenía tiempo de disfrutar de la fiesta como Dios mandaba. Iba a ayudar en los preparativos, y tal vez, pudiera conocer su cama de nuevo el calor de una de las mozas.

Saludó a todos los presentes, eran pocos todavía, Martin decidió sentarse al lado de John Catchum, el forastero, del cual se decía que su casa era una de las más bellas de la aldea.

¿Qué tal John? ¿Todo bien por aquí?- le preguntó amablemente.

Victor entró en el salón con la mirada algo perdida. Al ver que ya había gente buscó rápidamente por si encontraba alguna cara conocida.

El leñador y el raro. Pues sí que estamos bien... - pensaba mientras saludaba tímidamente con la mano. 

- Hola... ¿qué pocos somos no? - A ver si viene alguna chica porque....

Tras asegurarme de que todos los enseres y aparejos de la consulta médica están donde corresponde, me dirijo a la reunión del pueblo. No es el tipo de actividades que preferiria hacer, pero, quizás pueda ayudarme a ir haciéndome un hueco entre la gente del pueblo. Es difícil ayudar a la gente cuando estos se niegan a que lo haga una mujer.

Tomo aire antes de entrar, cerrando un momento los ojos, y termino de entrar.

De momento la cosa está tranquila, sólo John, Martin y Victor.

- Buenos días. - les digo, con la mejor de mis sonrisas - ¿Qué tal estáis?

- Si compañero, ¿Como has estado? De excelente calidad la madera que me has vendido. Muchas gracias. -

Saluda John a Martin estrechandole fuerte la mano y con una sonrisa.

Mientras ve entrar a la hermosa Doctora del pueblo. "¿Estara soltera?"

Acababa de terminar un estupendo conjunto para la fiesta, como la modista del pueblo para mí este tipo de cosas eran muy sencillas. Aunque todavía no me hacía a la idea de ir sola, sin James, mi difunto marido, muerto hacía dos años por un cáncer.

Me arreglé el cabello y salí dispuesta a pasármelo bien, o al menos a intentarlo. Pongo mi mejor sonrisa y entro.

Hola, buenos días. Saludo lo más amistosamente posible.

Me siento al lado de Olivia. Que tal estás, guapa? Le pregunto. Desde lo de James, me costaba mucho acercarme a los hombres.

Por octava vez en el día me lleve una mano al cabello para asegurarme de que no estaba atado para nada, aunque llevaba un lazo en algún bolsillo por si me molestaba en algún momento, la fiesta de la vendimia sería pronto, muy pronto y los preparativos eran un tanto variados, di una mirada de reojo por las calles, pero todo iba como en esas fiestas, gente caminando en sus cosas, en grupos o como yo… solas, di una mirada al vestido que llevaba aquel día, pase una mano sobre el cinturón y vi que sí, era del mismo color que las botas, canela.

Continúe caminando, con una sonrisa leve adornándome la cara, y a pasos cortos hasta llegar a mi destino, los preparativos se reunirían en parte allí, lo observe todo y entre.

-Buenos días –salude con tono agradable, casi animado, viendo a los presentes y reconociéndolos, vi a dos mujeres jóvenes, una la costurera del pueblo, a quien a veces llevaba mi ropa y cuyo nombre era Sarah, "ya quisiera yo tener esa habilidad" pensé, un poco admirada viendo el vestido que llevaba encima, antes de reconocer a la joven que la acompañaba, Olivia McGregor una doctora recién llegada, bueno, no tanto... –Hola, es una bonita mañana ¿verdad? Sarah, señorita McGregor- salude y pregunte, tras acercarme a ellas, con tono suave y apacible acompañados con una sonrisa dulce y agradable.

En el pueblo todos conocían, aunque fuera solo de vista, a Frederick Forrester, el sacerdote de la aldea, y también conocían también su caminata particular, como cuando volvía de alguna casa en la que se le necesitara a él y a Dios, o a él y la ayuda de la iglesia.

Y a veces como en aquella ocasión, por razones un poco más públicas, como la fiesta de la vendimia, una fiesta importante en la comunidad, en la que se festejaba el buen vino y una de las ocupaciones de la aldea, los buenos vinos que a veces el recibía como regalo de algún aldeano.

Pero era una fiesta, y la alegría que venía con ello daba un poco de paz a su alma, era una aldea pequeña y a veces resultaba lamentable, pero las fiestas como aquella ayudaban a recordar que siempre ocurrirían cosas buenas.
Avanzo al interior del salón del ayuntamiento, mirando cortes a todos, inclino la cabeza y con una voz que parecía atraparlo todo a su alrededor, saludo.

-Buen día tengan todos- anunció, mirando a un lado y a otro, era común que participara en las preparaciones de la fiesta, por tanto no sería raro que saludara también mientras ingresaba y veía a todos “Dios os guarde a todos” pensó, también.

Ficio entro en el ayuntamiento con su fiel oveja; Lacha. Un animal de granja que la tenia como mascota, la había enseñado casi tan bien como se le puede enseñar a un perro ciego.

-Hola, hola... perdón por llegar un poco tarde, Lacha se me escapo y no estaba seguro donde....-beeeeeee.- Si Lacha, si. Tienes razón a nadie le importa en que casa te colaste. -Eddy Ficio era uno de los aldeanos mas conocidos del pueblo, era torpe, raro y un tanto deprimido, por eso decidió "adoptar" a Lacha, para que le hiciera compañía, al parecer los perros le mordían y los gatos le abandonaban, no tiene mas opción que buscar la compañía de una oveja y ademas esta daba leche así que...

Se encamino hacia donde estaba todo el mundo congregado, por mala suerte tropezó con el libro de algún listillo y se dio de bruces con el suelo. -¡AY! Que desgraciaito soy... -Se quejaba el hombre mientras su oveja intentaba consolarlo restregando su cabeza con la suya. -Gracias maja.

De nuevo en pie se acerco él y su mascota al resto un tanto dudosa de la razón de esa reunión, era bastante malo para las fechas y festividades.

-Psssss, oye Sarah. -Se acerco furtivamente por la espalda -¿Para que era esta fiesta?

Harry se quitó las gafas de sol no antes de haber entrado casi hasta la mitad del hall principal. Su aire despreocupado y confiado no escondía una personalidad soberbia e inoportuna. Todo el mundo conocía a Harold Louis McDermott, antiguo terrateniente de una considerable cantidad de hectáreas cultivables cercanas, principalmente cereal. Dejó una importante fortuna a su hijo, Harold Louis McDermott II, el cual aseguró una infraestructura de exportaciones lo bastante eficiente como para poder vivir de las rentas. Y a eso es precisamente a lo que se dedica ahora Harry, reciente heredero de la fortuna de su fallecido padre. Todo el mundo le conoce como el gandul de los McDermott. Sabían que sus predecesores eran lo suficientemente inteligentes como para aumentar su fortuna; y también que el actual poseedor de la fortuna de los McDermott era lo suficientemente tonto y vago como para malgastarla.

No era un tipo que despertara demasiada simpatía; no hacía nada productivo, pues contaba con asesores encargados de llevar adelante la hacienda, requiriendo únicamente su firma o su presencia en ocasiones puntuales. Eso sí, sabían que sus fiestas privadas solían ser las mejores, aunque esas no las hacía en el pueblo, sino fuera, en la urbe.

-¿A ver, qué clase de fiesta es esta? ¿Dónde está la cerveza, el DJ, los canutos? ¿A ver? Joder, es que ni una tapita de algo rico para picar, macho. -Dijo Harry a la concurrencia con una inofensiva pero soberbia prepotencia, riéndose de su propia "gracia".

Iba llegando cada vez más gente y yo iba saludando con una sonrisa a los que conocía, que era a la gran mayoría, ya que era un pueblo pequeño y pocas veces venía alguien de fuera.

Sí, ha salido muy buena mañana, esperemos que siga así el resto del día y para la fiesta. Le respondí a Belle. Por cierto, que tal la cami..?

No terminé la pregunta, Eddy me sorprendió por detrás. Sonreí con resignación, este chico siempre igual, nunca sabía en qué día vivía.

Hola Lacha, que tal estás? Te trata bien Eddy? Saludé a la oveja mascota de Eddy, antes de responderle o saludarle a él. Los preparativos para la fiesta de la vendimia, Eddy. Le dije finalmente mientras acariciaba a su oveja.

- ¡Pues la vendimia Eddy! ¡Que ya ha terminado! - Victor apareció de repente entre Eddy y Sarah y se entrometió en el inicio de conversación - ¡Vamos a ponernos tibios a cosechero!. Este año me dijo mi tío que viene buena uva. ¿No has vendimiado tú este septiembre? ¿Pues sacas pasta eh? Y tienes buenos lomos para levantar la cesta. Yo con las perras que me he sacado tengo para ropa para lo que queda de año. 

Se irguió colocándose correctamente su camisa de franela y dejó que el pelo se le colocase naturalmente con un golpe de cuello formando dos bucles sobre su frente. Cuando ya se vio guapo, sonrió a Sarah y le guiñó un ojo. 

Se acerca con lentitud a los presentes portando un botellín de cerveza en la mano y balanceándose por la inercia de su enorme panza. Su propio peso y tal vez las cervezas anteriores a la que ahora mismo bebe de sorbo en sorbo hace que sus piernas se tambaleen pero, como mágicamente, se mantiene en pie sin caerse. Toda su persona en conjunto recuerda a un tentetieso.

Con dificultad dice "Bjuenaz a todoz", luego tose y se aclara la garganta con más cerveza.

Las palabras de John no le sorprendieron demasiado, aunque a simple vista Martin pareciera un tipo destartalado y de pocas luces, era uno de los pocos artesanos que habían en el pueblo.

Él se tomaba muy seriamente su trabajo, cerca de la aldea habían bosques, con árboles fuertes...vivir en aquel lugar era un privilegio para cualquier leñador, pero su trabajo no era solo cortar árboles y lijar las maderas, no todo el mundo servía como leñador. Dependiendo del uso que se le diera a la madera, había que elegir muy bien el árbol, hablarle y abrazarle, tener unas palabras con él antes de cortarlo y limpiar el lugar, en tal de que en los años siguientes, la propia naturaleza hiciera crecer uno nuevo.

Martin miró a los presentes, el salón de reuniones se había empezado a llenar, conocía bastante bien a todos los presentes e incluso a la oveja que iba con Ficio. Todos tenían defectos por supuesto, incluso las mujeres que miraban a Martin con desdén, pero habían venido a pasarlo bien...el tiempo y el dinero estaban de su parte.

El leñador observó a su alrededor, no había nadie allí que fuera a dirigir esta reunión y mucho menos que sacara algo de beber o comer para hacer más amena la compañía de los tertulianos.

Sentado en la silla, no le quedaba más que hablar con John, así que cuando dejó de mirar embobado a la doctora Olivia,  Martin le dijo:

Muchas mujeres sin esposo hay en esta aldea, ¿no crees, amigo?. ¿Cuál te gusta más? ¿La doctora?

Martin alzó la mano y saludó a Pruslas, indicándole que podía sentarse a su lado.

Margaret llegó al trote hasta la zona delimitada para la fiesta. Era tarde y la muchacha se encontró con que ya casi todos los del pueblo estaban allí. No era la primera vez que le ocurría, pero intentó disimularlo, recuperando el aliento a la vez que arreglaba su atuendo. 

Vestía una remera de mangas largas beige, unos jeans gastados y zapatillas del mismo tono que la remera. No era de llevar alhajas y ese día no fue la excepción. Al llevar las manos al pelo rozó algo entre sus orejas y se percató de que llevaba puestas las gafas. Se las quitó inmediatamente mientras se mezclaba entre la multitud, buscando algún conocido.

- Hola a todos - Fue su tímido saludo que apenas salió de su boca quedo apagado entre las conversaciones de otras tantas voces.

Se sienta al lado de Martin y deja caer todo su peso en el asiento, produciendo un breve y sonoro crujido.

Tose un poco, y pregunta:

¿Q-qué hora ez...? ¿Y poj qué hay tanta gente aquí? - da un último sorbo a su botellín - No zabía que había tanta gente en el pueblo - tose y hace una cuenta rápida - ¿Cjuántoz eztamoz, veintricruatro? - sigue tosiendo.

La verdad es que todavía me sentía algo incómoda y una forastera entre toda la gente del pueblo, por eso, prefería sentarme sola y, ya si eso, dejar que la gente se me acercara en lugar de forzar la interacción.

Pero eso no hace que no me alegre cuando veo a alguien sentarse a mi lado. Sarah, la modista del pueblo.

- Hola. - le respondo con una amplia y sincera sonrisa - Bien, aunque, - bajo el tono de voz, acercándome a ella en apenas un breve susurro - todavía me siento algo abrumada con estos actos sociales. Pero, no pierdo la esperanza, poco a poco me irá haciendo mi lugar. ¿Tú que tal te encuentras? Con todo lo que he oído acerca de tí, tengo curiosidad de ver con que nos sorprenderás.

Poco después se nos une Belle, la joven pintora. Y río levemente cuando nos habla.

- Por favor, Belle, llámame Olivia, que me haces sentir mayor y tenemos casi la misma edad. ¿Qué tal te encuentras?

El siguiente en aparecer, fue el padre Forrester. Y no puedo evitar fruncir el ceño ligeramente. No tengo nada en contra de él como persona, es más, todo el pueblo lo adora, pero, en cierta manera, supongo que no deja de ser un sacerdote. Así que, como única respuesta, inclino la cabeza.

Sigo saludando a los que entran, alzando ligeramente una ceja, con pura curiosidad, al ver a Eddy entrar con una oveja. Hay cosas a las que todavía no me acostumbro, me digo sonriendo interiormente.

En cambio, mi reacción ante la llegada del 'niño rico' no es de sorpresa en absoluto. Gente como él existe en todas partes. Y cuando se ríe con prepotencia de su propia broma, suspiro y niego levemente con la cabeza.

Cuando llega Pruslas, casi como cada vez que lo veo, mi reacción instintiva es buscar mi equipo médico. Ese hombre está continuamente al abismo de tener un paro cardíaco. O, pienso mirando la cerveza en la mano y los claros signos en su cara, de que su higado dé la batalla por perdida.

Margaret llega a la carrera y cuando la veo quitarse las gafas como si se acabara de darse cuenta de que las lleva puestas, la miro con una gran sonrisa.

- Buenas, Margaret.

La verdad es que me siento menos incómoda hablando con las mújeres que con los hombres de la aldea, muchos de los cuales siguen todavía pensando que no soy más que una enfermera con ínfulas, más que una doctora de verdad.

http://1.bp.blogspot.com/-Jcpwhtd7zjk/UYEa_JPJ12I/... Llego a la reunion en el ayuntamiento e ingreso saludando. Y me dirijo tosiendo hacia donde estaba la hermosa Doctora. Garraspeando un poco saludo mirandola a los ojos y con una sonrisa sexi. - Hola Olivia, ¿Como va la reunion? Que bueno encontrarte aqui. - Hago una tos fingida y me siento a su lado. - Sabes, me duele la garganta y la cabeza, y creo que tengo fiebre. ¿Seran anginas contagiosas? ¿Me podrias atender luego? - Era mentira, pero Timi no desaprovechaba oportunidad para acercarse a la doctora nueva del pueblo que era muy hermosa.

Hago un breve silencio de confianza ante la pregunta de Martin y recuerdo a mi difunta esposa. Pongo un momento mi mano en la pierna del leñador y le digo en susurros.
- No estoy pensando en mujeres amigo. Ando queriendo probar cosas nuevas. Tu sabes. Queda entre nosotros. Si quieres una noche te espero en mi casa, ya sabes donde queda. - Termino de decir con una sonrisa, apretando su pierna y quitando mi mano para que los demas no se den cuenta.